sábado, 23 de diciembre de 2017

China recuerda a la UE las consecuencias de su estancamiento

Rafael Poch de Feliu

rafaelpoch.wordpress.com

LOS VACÍOS QUE DEJA, LOS OCUPAN OTROS
La última semana de noviembre tuvo lugar en Budapest una cumbre China-Europa del Este. Fue un evento poco noticiado en la prensa europea, que recordó al silencio que la presentación del euro en la bolsa de Nueva York mereció en su día en la prensa de Estados Unidos. Un silencio cargado de recelo.
Esta cumbre no era la primera, sino la sexta, pero fue la más importante hasta la fecha: participaron los once miembros europeo-orientales de la UE y además cinco países de los Balcanes. En total 16 países.
China anunció en ella una inversión de 3000 millones de dólares en infraestructuras, incluida la construcción de un enlace ferroviario de alta velocidad entre Belgrado y Budapest.

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Desde la crisis financiera de 2008 la mundialización del libre cambio, la eliminación de barreras y todo eso, no progresa. Cada cual a su manera, en todo el mundo aparecen políticos deseosos de enmiendas; desde Orban, Putin y Erdogan en la periferia europea, hasta Modi en India, Duterte en Filipinas y Abe en Japón. No deja de ser chocante que sea China (Xi Jinping en la última cumbre de Davos) la que proclame la defensa del libre cambio, cuando desde 1980 ese país ha venido practicando una política claramente intervencionista, con su economía dirigida por el Estado, que controla la inversión y la producción, y su crecimiento cada vez más fundamentado sobre el consumo interno y la inversión interior y menos en la exportación, por importante que sea ésta.

La pregunta que se plantea es la de si esta reconfiguración, a la vez geopolítica y económica, que parece estar teniendo lugar, desembocará en un nuevo consenso multipolar en el que los diversos actores mundiales, tradicionales y emergentes, alcanzarán nuevas normas y acuerdos de coexistencia consensuados, o si por el contrario el mundo se dirige hacia una dinámica bélica de imperios combatientes.

La Unión Europea no está participando en el tránsito a la multipolaridad como sujeto autónomo.

Con su seguridad hipotecada al atlantismo, cuya potencia hegemónica -Estados Unidos- es un rival comercial que amenaza con tasar un 20% sus productos, su contradicción estratégica está servida.

Con los defectos de diseño de su entramado institucional (a la medida de Alemania, potencia exportadora dogmática del ordoliberalismo) que la eurocrisis ha evidenciado, la Unión Europea está particularmente mal preparada y situada para abordar las enmiendas a la globalización actualmente en curso.

Esas dos cuestiones generales son las que definen el marco general de la crisis desintegradora de la UE. El evento de Budapest ha provocado nerviosismo en Bruselas y en Berlín, precisamente porque es un recordatorio de que, “la historia castiga a quienes llegan tarde”.

La frase se la dedicó Mijail Gorbachov a Erich Honecker, el dirigente de Alemania del Este. Hace un millón de años.

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