lunes, 25 de febrero de 2019

Paparruchas de uno u otro signo. ¿Qué haríamos sin los profesionales que nos defienden de las influencias malignas?

Rafael Poch


A sus 33 años, Claas Relotius era un periodista estrella que acumulaba una decena de premios en Alemania,
la mayoría de ellos por artículos publicados por el semanario Der Spiegel. Entre ellos aquella sobrecogedora historia de los dos hermanitos sirios secuestrados y torturados por el Estado Islámico que luego fueron formados para ser bombas humanas.

“En sus artículos las grandes líneas de la historia contemporánea se hacen claras, de repente todo aparece como algo absoluta y humanamente comprensible”, dijo del periodista el redactor jefe de Der Spiegel, Ullrich Fichter.
Lástima que todo fuera inventado: los artículos de Relotius eran ficción,
siempre en buena sintonía con las versiones dominantes en el mercado informativo, pero paparruchas al fin y al cabo: 55 artículos “completa o parcialmente” inventados entre los publicados por Der Spiegel.

En realidad, el “prestigioso semanario” (agencia EFE dixit), siempre ha publicado paparruchas. A principios de los ochenta efectué un vaciado de las noticias que Der Spiegel había publicado en las tres décadas anteriores sobre la Unión Soviética y una gran parte del material resultante reunía una dosis considerable de burda fantasía. Desde siempre esa publicación ha sido uno de los altavoces preferentes de la propaganda de la guerra fría en Alemania, vía filtraciones de las agencias occidentales de inteligencia. Naturalmente, lo mismo ocurría en el mucho mas soporífero informe de la prensa soviética. La diferencia era que en la URSS muy pocos daban crédito a lo que se publicaba (la ventaja de una mayor miseria impresa era que enseñaba a leer periódicos) mientras que en Alemania lo que decía el “prestigioso semanario” era objeto de devoción.

Grandes profesionales
Lo mismo ocurría con las crónicas de los corresponsales anglosajones en Moscú en los años noventa. Tras su paso por Moscú, uno de ellos llegó a dirigir el New York Times, su colega del Washington Post, también galardonado con el Pulitzer, sería después director del New Yorker… periodistas de peso. Por aquella época vivían en Moscú unos cuantos norteamericanos asilvestrados que capitaneados por un tal Mark Ames, fundaron un semanario en inglés que se llamaba The eXile. Cada semana se dedicaban a leer con lupa las crónicas de los dioses del New York Times, Washington Post, Independent. Financial Times y demás, en las que detectaban enormes cantidades de descarados plagios y fusiladas de la prensa rusa que se hacían pasar por riguroso informe propio. The eXile lo hacía con un desparpajo y un rigor admirables. La desacralización de aquellos medios y aquellos “grandes profesionales” fue rotunda.

Lo que ahora se llama “fake news” el diccionario de la Real Academia lo define como “paparrucha (“Noticia falsa y desatinada de un suceso, esparcida entre el vulgo”). Los periodistas, por lo menos una buena parte de ellos, son, desde siempre, esparcidores de paparruchas. Los hay de diversas categorías, pero los más cualificados son los militantes de causas poderosamente establecidas y apadrinadas. Véase por ejemplo, el caso de la angelical red documentalmente destapada en noviembre y diciembre por “Anonymous” llamada “Integrity initiative”, un escándalo que ha sido tan profusamente divulgado por la propaganda rusa como silenciado por los medios occidentales.

Contra la influencia perniciosa
“Defending Democracy Against Disinformation”, se define esta virtuosa Ong. Dirigida por dos tipos vinculados a los servicios secretos británicos, Daniel Lafayeedney y Christopher Donnelly, creada desde el gobierno de su majestad y con antenas en las embajadas del Reino Unido en muchos países, la “Integrity Initiative” (II) es financiada por el gobierno británico, la OTAN, el Departamento de Estado, el ministerio de defensa de Lituania y Facebook, según los documentos filtrados que nadie ha desmentido. Dedicada a “contrarrestar la desinformación y maligna influencia de Rusia en Europa”, la II se dedica a realizar operaciones de propaganda en países europeos. En muchos de ellos la organización dispone de “equipos” de periodistas y académicos, militantes de la defensa de occidente. Cada equipo tiene un líder y también, lo que parece un contacto en la respectiva embajada británica del país en cuestión. En Alemania, por ejemplo, los documentos dan cuenta de catorce miembros del “equipo” local, periodistas de medios como Tagespiegel, Die Zeit, Die Welt o el Berliner Zeitung. En el Reino Unido la II animó una campaña, otra más, contra Jeremy Corbin, presentándole algo así como el “tonto útil” de los rusos en la isla. ¿Y en España?

Superlópez al rescate
Los documentos de Anonymous relatan la operación realizada el pasado 7 de junio por los superlópez locales para impedir el nombramiento del Coronel Pedro Baños al frente de la Dirección de Seguridad Nacional. La Wikipedia explica así el asunto:

“El 7 de junio de 2018 se anunció que asumiría la Dirección de Seguridad Nacional de España con la responsabilidad del secreto de las comunicaciones del Gobierno, la coordinación de los consejos de Seguridad Nacional, Seguridad Marítima y Ciberseguridad, además de las gestiones de crisis migratorias y energéticas. 5​6​ Días después trascendió que finalmente el Presidente de Gobierno Pedro Sánchez optaba por el General Miguel Ángel Ballesteros para el puesto”.

Un documento de la “Integrity Initiative”, explica así la secuencia: A mediodía del 7 de junio, el “equipo español”, liderado por un tal “Nico de Pedro”, que resulta ser “investigador principal del CIDOB”, el principal centro de relaciones internacionales de Barcelona, y “responsable del programa sobre Rusia”, así como por otros dos miembros, Borja Lasheras y Quique Badía-Masoni, “se entera de que el conocido pro Kremlin Pedro Baños está apunto de ser nombrado director del departamento de seguridad nacional que trabaja estrechamente con la oficina del presidente del gobierno y que es muy influyente en la organización de la política”. “A las 14:00 el líder del equipo español alerta a otros miembros del equipo y prepara un dossier para informar a los principales medios españoles. El equipo inicia una campaña en Twitter para intentar impedir el nombramiento”.

“15:45 : el líder del equipo español alerta al equipo británico de II que activa la red de II para generar apoyo internacional para la campaña de Twitter. El equipo británico crea un grupo de WhatsApp para coordinar la respuesta de Twitter, hacerse contactos en Twitter para concienciar y hacer que la gente retwitee el material. Publica el material de Nico de Pedro en la web española stopFake´s que fue retuiteada también por influencers clave. El equipo envía material a El País y El Mundo para publicar y alerta a contactos en las embajadas del Reino Unido y Francia.

“Resultado: para las 19.45 el equipo español informa de que la campaña ha creado un ruido significativo en Twitter. Contactos en el Partido Socialista confirman que el Presidente del gobierno ha recibido el mensaje. Algunos diplomáticos también expresan preocupación. Finalmente, tanto el Partido Popular como Ciudadanos piden al Presidente del gobierno que pare el nombramiento”.

Los nombres de algunos de estos superlópez a sueldo de la OTAN ya habían sido divulgados con motivo de otro encargo militante, este a cargo de la Ong del magnate George Soros: confeccionar una lista de periodistas “prorusos” durante la crisis de Ucrania. Pero estas cutres actividades remuneradas, de las que solo trasciende una pequeña parte, no son lo más corriente. Lo mayoritario es divulgar paparruchas por conformismo, por efecto de lo que llamo “el efecto rebaño” (el concepto gringo correspondiente es “mainstream”): dejarse llevar por la corriente en la que están las empresas mediáticas, editoriales y sabidurías convencionales de importación y a la que mucho informador conformista y sin criterio se suma, normalmente sin cobrar e incluso creyendo que defiende derechos humanos.

En este muestrario, el caso del periodista Relotius resulta hasta simpático. Él no participaba en campañas, por dinero, ni por convicción, ni por una mezcla de ambas cosas, o por ñoñez y tontuna vaciedad.
Relotius embellecía con habilidad una realidad imaginaria y le sacaba partido. 
No era un mercenario, ni un agitador, sino un creador de la paparrucha.
En el mundo del periodismo real, sus premios hay que considerarlos genuinos y bien merecidos.

(Publicado en Ctxt)

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