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viernes, 23 de junio de 2023

El Banco Central Europeo vuelve a las andadas contra los salarios

Publicado en Público.es el 9 de junio de 2023

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, acaba de afirmar esta semana que los trabajadores de la eurozona están logrando recuperar parte del poder adquisitivo perdido por la inflación, dice que hay que estar «extremadamente atentos» a su impacto sobre la evolución de los precios y ha pedido que se firmen acuerdos para evitar el aumento de los salarios.

Lo primero que hay que recordar es que Lagarde se ha equivocado en todas y cada una de las afirmaciones que ha hecho hasta ahora sobre la inflación actual.

Se equivocó a lo largo de todo el año 2021, cuando dijo que la subida de precios era «temporal debida a la pandemia». También erró a finales de ese año cuando aseguró que «la inflación caerá en 2022» y lo mismo le pasó en octubre del año pasado cuando decía que la inflación «había llegado a Europa prácticamente de la nada» y que se produjo por «una crisis energética causada por Putin».

Con esos antecedentes ¿hay razones para creer que ahora no se equivoca? ¿Se ha producido un milagro y Lagarde, en lugar de volver a equivocarse, acierta al señalar que es un posible aumento de los salarios lo que puede avivar la inflación?

Yo creo que no, y que los hechos lo demuestran.

Además de otras investigaciones independientes, han sido fuentes del propio Banco Central Europeo las que han confirmado que es el aumento en los márgenes de muchas empresas y no los salarios lo que viene impulsando los precios al alza. Por tanto, no se comprende bien que Lagarde pida estar «extremadamente atentos» ante la evolución de los salarios y que no lo haya estado ni lo esté ante unos márgenes empresariales que tan clara y reconocidamente están generando inflación. Si el compromiso de Lagarde y el Banco Central Europeo para luchar contra la subida de precios fuese efectivo, sincero y coherente ¿por qué no han creado en Europa observatorios que hagan el seguimiento de los márgenes empresariales, tal y como hay en Estados Unidos? ¿y por qué no han tomado medidas contra esa presión de los beneficios sobre los precios?

No lo hacen porque el Banco Central Europeo tiene una visión completamente equivocada del funcionamiento real de los mercados europeos. Equivocada o simplemente sesgada para no tener que hacer frente al poder de mercado de las grandes empresas que vienen subiendo sus márgenes. Así lo demostró Philip R. Lane, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, en una entrevista de febrero pasado en la que dijo que «las empresas europeas saben que si suben demasiado los precios, sufrirán una pérdida de cuota de mercado». Algo completamente incierto porque hay oligopolios que se ponen de acuerdo, empresas que se enfrentan a lo que los economistas llamamos demanda inelástica (que no disminuye significativamente cuando suben los precios) y, en general, competencia entre empresas que no se desarrolla a través de los precios.

Por otro lado, ha sido la propia Lagarde quien ha reconocido que la inflación actual también está desencadenada por el cambio climático y, sin embargo, el Banco Central Europeo no parece tener tanta preocupación o contundencia para actuar en ese sentido como la que manifiesta Lagarde por el potencial efecto inflacionario de los salarios, tal y como señalé en un artículo en este diario el pasado mes de octubre.

Es evidente que si hay subida de salarios como consecuencia del intento de recuperar poder adquisitivo pueden producirse subidas de costes en las empresas, pero la cuestión es si serán más determinantes que las provocados por otros factores y, por tanto, sin son las que requieren atención extrema o prioritaria.

Para que la recuperación del poder adquisitivo se convirtiera en ese peligro tan contundente al que hace referencia Lagarde tendrían que darse circunstancias que hoy día sabemos que no se dan, como están poniendo de relieve organismos internacionales o centros de investigación bastante conservadores.

El Fondo Monetario Internacional decía en octubre de 2022 que, según un estudio de lo ocurrido en 22 economías en situación parecida a la de 2021 durante los últimos 50 años, «las posibilidades de que surjan espirales persistentes de precios y salarios parecen limitadas».

La Organización Internacional del Trabajo afirmaba el pasado mes de abril que «hay espacio para que aumenten los salarios reales, no solo para ponerse al día con la inflación, sino también para alinearse con el crecimiento de la productividad».

Un estudio del mes pasado de CaixaBank concluye que «cabe esperar que las actuales presiones inflacionistas sí tengan un impacto en los salarios, aunque no debería ser tan acentuado como el que se habría producido en el mercado laboral español de principios de siglo de haberse registrado una inflación similar».

La probabilidad de que el alza salarial desencadene en estos momentos una grave espiral inflacionista es, por tanto, muy reducida.

En consecuencia, no se debe temer a que la recuperación de todo o parte del poder adquisitivo perdido por los salarios produzca nuevas y más graves tensiones sobre los precios. Sobre todo, si esa recuperación se vincula a pactos de rentas y de impulso de la productividad y a medidas fiscales que promuevan la actividad de las empresas más competitivas y no de las que disponen de posiciones de privilegio en el mercado que se traducen en subidas injustificadas de sus márgenes.

Por el contrario, llevar a cabo nuevas políticas de contención salarial va a tener un efecto muy negativo para para los hogares y también para la inmensa mayoría de las empresas. Las familias tendrán mayores dificultades para salir adelante y empresas sin poder de mercado, las más numerosas y las que más empleo generan, verán reducirse sus ventas porque es a gasto en consumo a donde se dirige la inmensa mayor parte de la masa salarial que se recorta cuando se ponen en marcha las políticas que de nuevo defiende el Banco Central Europeo.

Cuando Lagarde pide que no suban los salarios vuelve a equivocarse, tal y como le ha sucedido hasta ahora cuando ha hecho predicciones sobre la marcha de la inflación. O, como dije antes, quizá no se equivoca, sino que simplemente defiende políticas que tienen como único efecto aumentar el beneficio de las grandes empresas, en perjuicio de la inmensa mayor parte del empresariado, de los hogares y de la economía en su conjunto.


sábado, 20 de febrero de 2021

La desfachatez de Christine Lagarde y de Luis de Guindos cuando hablan de deuda pública

Un grupo de unos 100 economistas acabamos de subscribir una propuesta de reestructuración de la deuda pública que está en manos del Banco Central Europeo (aquí). La sometemos a discusión presentando las razones que nos hacen creer que es razonable, justa, legítima y legal aunque, a pesar de ello, no nos sorprende que algunos medios la presenten como una entelequia e incluso que desprecien a quienes la presentamos.

Lo chocante, sin embargo, es que altos funcionarios y autoridades entren en el debate limitándose a descalificar la propuesta sin aportar ningún tipo de razón, tal y como ha ocurrido con la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y el vicepresidente, Luis de Guindos.

Lagarde ha sido muy directa y contundente, hasta el punto de que el diario El Mundo afirmaba que había «abroncado» a quienes realizamos la propuesta. Concretamente, la presidenta del Banco Central Europeo afirmó: «si la energía que se gasta en pedir la cancelación de la deuda por parte del BCE se dedicara a un debate sobre el uso de esta deuda, ¡sería mucho más útil!».

Es una declaración triplemente desafortunada. Una auténtica desfachatez.
En primer lugar, porque Christine Lagarde fue la responsable de la economía y las finanzas francesas en el periodo (2007-2011) en que más creció la deuda pública de ese país desde el final de la segunda guerra mundial: en sus cuatro años de gobierno subió lo mismo (23,3 puntos porcentuales del PIB) que en los quince anteriores. ¿Cómo se atreve Christine Lagarde a dar lecciones sobre control del gasto público a los demás?

En segundo lugar, es también vergonzoso que sea la presidenta del Banco Central Europeo quien responsabilice a los demás del incremento del gasto público sabiendo que este justamente se disparó porque esa institución fue incapaz de desempeñar correctamente la función que tiene encomendada: la supervisión del sistema financiero.

La falta de pericia de sus autoridades y responsables, o quién sabe si su complicidad con las entidades privadas, le impidieron detectar los fraudes, las malas prácticas y los engaños que cometieron docenas de bancos en los años anteriores a la crisis de 2007-2008 y que han costado billones de euros a los gobiernos europeos. ¿Cómo se atreve la presidenta de una institución tan torpe y corresponsable del mayor incremento de la deuda pública europea a dar lecciones a los demás sobre el origen de esta última?

En tercer lugar, las declaraciones de la responsable de la máxima autoridad financiera europea son también una desfachatez porque ocultan (puesto que es imposible que Lagarde no lo sepa) cuál es la auténtica razón que ha provocado el gran incremento de la deuda pública europea en los últimos años.

Los datos de la oficina europea de estadística, Eurostat, no dejan lugar a dudas: los 19 países de la eurozona acumulaban en 1995 4,1 billones de euros de deuda pública y 10 billones a finales de 2019. Y ese incremento de 5,9 billones de euros ha ido de la mano del pago de 6,4 billones de euros en intereses, el 108%.

La señora Lagarde, como los demás responsables del Banco Central Europeo, lo saben perfectamente: la razón del gran e indeseable incremento de la deuda pública europea desde los años ochenta del siglo pasado se debe a la factura añadida que se ha de pagar al haberse prohibido que el banco central financie al gobierno para que lo haga la banca privada, quien así pasó a ganar esa fabulosa cantidad de dinero en forma de intereses.

Esa es la razón, por cierto, de que una ministra de economía y finanzas como Lagarde, bajo cuyo mandato se produce el mayor endeudamiento de la historia reciente en su país, sea considerada como una gran dirigente económica y pase a ocupar sucesivos puestos de aún mayor responsabilidad. Y es que, efectivamente, lo hizo magníficamente bien: el aumento de la deuda que provocó es el gran negocio que la banca privada desea que le pongan en bandeja las autoridades políticas a su servicio, como lo es la actual presidenta del Banco Central Europeo.

Pero si las declaraciones de Lagarde son una desfachatez, no se quedan atrás las del vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos.

Por un lado, ha afirmado que la propuesta de reestructuración que proponemos es ilegal. Algo que resulta cuanto menos sorprendente cuando estamos hablando de una institución a quien el artículo 123 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea prohíbe expresamente financiar a los gobiernos y que, sin embargo, posee en sus balances casi la tercera parte de la deuda pública europea, después de haberla comprado a su libre albedrío en los mercados.

De Guindos conoce perfectamente las condiciones (ya de por sí retorcidas) que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea estableció para que el programa de compra de activos del Banco Central Europeo se pudiera considerar compatible con esa prohibición. Y sabe igualmente que esas condiciones no se han dado ni se dan cuando el BCE ha estado interviniendo en los últimos meses para evitar el colapso financiero en la eurozona.

¿Cómo tiene, entonces, Luis de Guindos la osadía de descalificar una propuesta diciendo que es ilegal, no solo cuando el BCE sí está actuando ilegalmente, sino cuando la propuesta de reestructuración que hemos hecho ni tan siquiera tiene por qué implicar financiación adicional, sino simplemente la conversión de deuda a más corto plazo en otra perpetua?

El segundo argumento del vicepresidente del Banco Central Europeo («la cancelación de deuda no tiene ningún sentido económico o financiero en absoluto») tiene todavía menos enjundia.

Es imposible que de Guindos desconozca un hecho indiscutible: todas las crisis de deuda que ha habido a lo largo la historia sin excepción (y la pandemia de la covid-19 va a provocar una y bien grande, sin lugar a dudas) se han resuelto con algún tipo de reestructuración o quita. Por tanto, el sentido económico y financiero que Luis de Guindos no ve en la medida que hemos propuesto es bastante obvio: proporcionar la única solución posible para detener un incremento de la deuda que, por definición, no puede ser indefinido.

Lo que se está proponiendo es una alternativa realista a la crisis de deuda que se avecina como consecuencia del incremento inevitable del gasto público ocasionado por la covid-19. Es menos contrario a la legalidad que lo que está haciendo desde años el Banco Central Europeo. No implica un privilegio para los gobiernos, sino que los obligaría a realizar, a cambio, inversiones productivas en el contexto de políticas generales que podría supervisar el propio BCE. Es la única forma de permitir que, una vez superada la pandemia, la economía no se paralice por falta de demanda, al tener que dedicar los recursos disponibles al pago de la deuda; y, en fin, es una propuesta que evita que la pandemia de ahora la paguen las generaciones futuras.

Hay que ser conscientes, eso sí, de que la propuesta tiene dos serios inconvenientes: sustituye a la deuda (el negocio de los bancos) por la inversión productiva (el negocio de todos) como motor de la economía; y atenta contra los mitos económicos que quienes se benefician de ellos han conseguido convertir en dogmas. Es lógico, pues, que el poder financiero y sus acólitos carguen contra la propuesta, por muy rigurosa, justa y sensata que sea. 

Fuente: 

jueves, 14 de mayo de 2020

_- El ‘putsch’ de Karlsruhe. La sentencia del Tribunal Constitucional alemán es un golpe a la comunidad de derecho que es la Unión Europea

_- La sentencia del Tribunal Constitucional alemán, con sede en Karlsruhe, es un putsch. Un golpe a la comunidad de derecho que es la Unión Europea. En términos domésticos, un intento de golpe de Estado, pero contra Europa, pues Europa no es un Estado. Esa es la calificación que amerita un tribunal inferior cuando contraviene la resolución de otro superior en la materia, el TJUE con sede en Luxemburgo (la del 11-12-2018, que validó las compras de bonos públicos por el BCE) intentando usurpar su competencia como último intérprete del derecho comunitario.

Y lo hace, no en presunta defensa de la Constitución local (su domaine réservé), sino atribuyéndose la competencia de dirimir sobre el Tratado de la Unión: su artículo 5, que consagra el principio de proporcionalidad. En términos jurídicos, pero eso equivaldría a invadir Polonia. Además, los togados de Karlsruhe prevarican: dictan una resolución que es injusta a sabiendas porque no son legos en la materia. Y lo hacen además en beneficio de los ultras de Alternativa para Alemania, los fachas demandantes.

Sangran por los celos nacionalistas de haber perdido la prejudicial sobre las OMT de 2012, las compras de bonos sureños del famoso “haré lo necesario para salvar al euro” de Mario Draghi.

Deben ser sometidos a disciplina, esa asignatura en la que como alemanes deberían mostrar excelencia. Debe cuadrarlos la Comisión, de oficio, por incumplidores (artículo 258 del TFUE). O a instancia de cualquiera de los 27 Gobiernos (artículo 259). Y al cabo, si no deponen su rebeldía, debe sujetarlos el propio TJUE, obligando a Alemania a “adoptar las medidas necesarias para la ejecución” de su decisión (artículo 260) de diciembre de 2018.

O sucede esto —o bien el castigo del BCE al Buba si rompe su disciplina colectiva en el BCE (artículo 271)— o se acaba la Unión como comunidad de derecho, como unión, y como europea.

Económicamente hay más tela que cortar. El tribunal alemán muestra un cinismo insuperable al asegurar que su resolución no atenta contra el Programa de Compra de Emergencia de Bonos Públicos contra la Pandemia, del BCE (750.000 millones de euros). Que su decisión “no concierne a las medidas de asistencia adoptadas por la UE o el BCE en el contexto de la actual crisis del coronavirus”.

Nos toman por imbéciles.
Porque sí, sí, sí atentan contra ese programa, pues vulneran a los vulnerados de la recesión. ¿Por qué? Porque Karlsruhe aparenta centrarse solo en pedir explicaciones de si la expansión cuantitativa de Draghi (el Programa de Compra de Bonos Públicos) fue desproporcionada, al no detallar si consideró también sus efectos adversos.

Y presume de que no lo sería —a la espera de demostración ajena— porque las compras no serían ilimitadas; no se adquiriría más de un 33% de cada emisión, y no se compraría deuda de cada país más que en proporción exacta a su cuota de capital en el BCE.

El conjunto de esas salvaguardas es lo que el BCE de Christine Lagarde acaba, sabio, de flexibilizar. Si no vale el último Draghi, tampoco la primera Lagarde. Karlsruhe, símbolo hoy de prevaricación y supremacismo.

https://elpais.com/economia/2020-05-06/el-putsch-de-karlsruhe.html

viernes, 11 de marzo de 2016

Comprará deuda a empresas privadas. Cómo el BCE y Draghi reparten gratis nuestro dinero

El Banco Central Europeo (BCE) presentó ayer las nuevas medidas para fomentar el crédito con la intención de reanimar la economía europea y encaminarla al crecimiento y la inflación. ¿Sus medidas estrellas? prestar dinero a un interés del 0% y comprar más deuda a la banca y a empresas privadas.

La economía europea sigue sin mostrar señales de mejora por mucho que el presidente del BCE Mario Draghi haga “lo que sea necesario” tal y como ha declarado ya en varias ocasiones. Las cifras de crecimiento de los países de la zona euro se estancan sin alcanzar las previsiones esperadas al mismo tiempo que la deuda de los países sigue su escalada sin pausa. El estancamiento de la inflación, el que no suba el precio de nuestra cesta de consumo, también preocupa al máximo organismo monetario europeo.

Por ello Draghi ha anunciado las nuevas medidas que adoptará el BCE para reactivar la economía. Este nuevo movimiento del italiano, con visibles trazas de desesperación, no parece ser más que un tímido aumento de las mismas medidas que se llevan implantando en los últimos años, salvo por una nueva medida estrella que ya llevaba tiempo anunciándose: la compra de títulos de deuda a empresas privadas.

Bajada en los tipos de interés del 0,05% al 0%
El tipo de interés de la zona euro, el precio de obtener dinero prestado del BCE, lleva varios años en mínimos históricos desde que Draghi los bajara al 0,25% en noviembre de 2013. Esta medida monetaria expansiva intenta inyectar dinero a los países mediante el incremento del flujo de crédito, o sea que ofrece dinero barato a los bancos para que estos lo presten y se reactive la economía mediante el consumo y la inversión.

En esta ocasión el BCE vuelve a romper un nuevo récord histórico bajando los tipos de interés al 0% ante los ojos perplejos de los inversores y las bolsas europeas que han celebrado la noticia con subidas generalizadas en todos los índices del continente. Al igual que en ocasiones anteriores, Draghi pretende que una baja de interés del 0,05% ejerza un efecto sobre la banca privada que les haga abrir el grifo del crédito y reactive la economía. El problema de esta ecuación, que sigue sin funcionar, es que el grifo del crédito no va a abrirse porque el BCE lo quiera, los gobiernos lo pidan o porque las empresas lo necesiten, ni siquiera se abrirá por una nueva e insignificante bajada del 0,05% del precio del dinero. Los únicos que tienen la llave para abrir ese grifo son los bancos privados y estos no prestarán dinero a empresas y familias mientras les sea más rentable especular en mercados financieros, comprar deuda pública de países en apuros o simplemente mantener el dinero parado. ¿Por qué iba a correr el riesgo de prestar un banco dinero a una empresa o una familia de una economía estancada o en crisis pudiendo especular con la deuda soberana de un país?

Si dejan dinero en la caja fuerte del BCE les costará un 0,4%
Aunque parezca absurdo, muchos bancos piden prestado dinero del BCE para dejarlo depositado en el mismo BCE. Aprovechan el tipo de interés barato para después lanzarse a pedir dinero prestado pero al no encontrar sitios fiables donde invertirlo o prestarlo lo dejan en depósito. Hasta ahora el BCE cobraba un 0,3% a los bancos privados que hacían uso de este depósito. Hoy, esa “comisión” se eleva en una décima hasta el 0,4% -como ya ocurrió en diciembre del año pasado- con la intención de que de ese modo a la banca privada no les salga tan rentable tener el dinero parado y empiecen a prestarlo. De nuevo nos encontramos con la misma problemática que con la medida anterior ¿obliga esa subida a prestar dinero? ¿fluirá el crédito mientras los bancos tengan la libertad de usar ese dinero en actividades meramente especulativas?

El BCE comprará 80.000 millones de deuda al mes
A partir del próximo mes de abril, la máxima institución monetaria europea aumentará la compra mensual de deuda, que lleva realizando desde enero del año pasado, de 60.000 a 80.000 millones, superando así las expectativas de los expertos que cifraban este incremento en 10.000 millones. De ese modo, Draghi comprará títulos de deuda a los bancos y empresas financieras (cómo ya hizo en el caso de la empresa financiera de Volkswagen) para que estos puedan disponer de más capital líquido para prestar. Esta medida sirve de paso para limpiar sus balances de unos títulos de deuda, que dada la poca capacidad que están demostrando algunos países como España para devolver sus deudas, parecen estar condenadas a convertirse en nuevas refinanciaciones de deuda más que en capital líquido.

El BCE también rescatará a grandes empresas
Otra de las medidas estrellas y que ya se llevaba anunciando desde hace tiempo es la compra de deuda a las grandes empresas no financieras. En el día de hoy han anunciado que el BCE podrá comprar deuda emitida en euros y que tengan el grado de “inversión”, o sea todos aquellos que no tengan la calificación de "bono basura". Un vez más parece que el BCE muestra una mayor disposición en rescatar a la banca y a grandes empresas privadas que en rescatar a la ciudadanía europea. Tendremos que esperar para ver quienes son las empresas agraciadas con esta inyección de capital casi gratuita.

Una Europa con un banco central que funcionara para solventar los problemas económicos de la ciudadanía europea y de los países podría comprar directamente la deuda emitida por estos o prestarles dinero a esos tipos de interés nulos, eliminando a ese incomodo y egoísta intermediario en el que se ha convertido la banca privada y los “mercados”. Los gobiernos podrían invertir ese dinero a coste cero en reactivar la economía real de los países, enfocando la inversión donde más se necesite y donde ejerza un efecto positivo sobre la población, en lugar de dejar en manos de la banca que acepta a invertir basándose en meros parámetros de retorno económico. Los países no necesitarían ir a los mercados a pedir dinero con un ojo puesto en la prima de riesgo o en índices variables -y manipulables- como el EURIBOR. Las administraciones podrían obtener dinero al 0% que les ofrecería la posibilidad de aplicar políticas de crecimiento sin tener que depender de la banca privada ni sentirse ahogados por los intereses. Y puestos a soñar, el BCE podría cancelar las hipotecas de muchas familias para sustituirlas por préstamos a un interés 0%, lo que descargaría una enorme cantidad de intereses sobre las economías familiares que podrían conseguir ese efecto sobre el consumo que las medidas de Draghi llevan buscando durante años sin mucho éxito.

Pero todo esto ocurriría en una Europa diferente, donde las decisiones de las políticas económicas y monetarias no dependieran de un organismo no democrático como el BCE presidido por un ex-banquero al que nadie ha votado. Una Europa donde sus instituciones y sus políticas sirvieran a la ciudadanía y no a la banca privada. Una Europa democrática, pero no en la actual del señor Draghi. Yago Álvarez
El Salmón Contracorriente
Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Como-el-BCE-y-Draghi-reparten

sábado, 29 de noviembre de 2014

La crisis explicada a los niños

“No es probable que muchos legos en la materia se opongan al ministro de economía o a sus asesores. Si lo hicieran se les diría que son cosas que no les incumben. La liturgia debe celebrarse en una lengua oscura, que solo sea accesible para los iniciados. Para todos los demás, basta la fe.” Tony Judt, Algo va mal.

Es sabido que el conocimiento y la información son una importante fuente de poder, ya que en la medida en que un grupo o corporación reserva el saber para sus miembros, adquiere una significativa superioridad sobre el pueblo llano. Y para ello la oscuridad del lenguaje constituye un instrumento privilegiado, utilizado desde siempre por diversos colectivos. Frecuentemente esta oscuridad no se debe al carácter complejo del tema sino al deseo de ocultar afirmaciones que todos podrían entender bajo un velo de supuesta sabiduría que desalienta a quien pretende penetrar en su significado. Los filósofos, entre otros, somos especialistas en el manejo de una jerga cuya comprensión está reservada a los iniciados y que no pocas veces oculta trivialidades o afirmaciones de sentido común. (No pretendo generalizar, por supuesto: sería imposible explicar la deducción de las categorías, la física cuántica o la biología molecular en román paladino)

Pero los economistas superan a los filósofos en el arte de secuestrar el idioma. Si alguien lo duda puede leer la letra pequeña de cualquier documento bancario presentado a su firma. En estos casos, la intención es más clara. ¿Hubieran firmado una hipoteca muchos ciudadanos si hubieran advertido que si no pagan no solo podrían perder su casa sino que quedarían con una deuda durante toda su vida? ¿Aceptaría un anciano un depósito preferente si hubiera sabido que no podría sacar su dinero cuando quisiera y que incluso podría perderlo? Sin embargo, esas consecuencias podían deducirse del papel que firmaron, si en lugar del lenguaje bancario hubiera estado escrito en castellano.

Y lo mismo sucede con las causas de esta crisis que lleva ya siete años. Puede ser útil describir este proceso omitiendo toda referencia a siglas ininteligibles, términos en inglés, fórmulas matemáticas, etc., porque limpiando el lenguaje de hojarasca técnica queda mucho más clara la manipulación en la que han participado financieros y gobiernos para que nos hagamos cargo nosotros de las tropelías que han cometido los bancos y fondos de inversión de medio mundo. Propongo este ejemplo, pidiendo disculpas por abusar del derecho que tenemos los que no somos economistas a hablar sobre un tema que nos concierne:

A causa sobre todo de la desastrosa gestión de los créditos inmobiliarios que protagonizaron los bancos e inversionistas de Europa y Estados Unidos, los bancos y cajas necesitaban dinero urgentemente. El Banco Central Europeo les prestó ese dinero a un interés muy bajo (el 1% entonces, hoy un 0,05%) para que se recuperaran. Inmediatamente esos bancos prestaron ese mismo dinero al Estado a un interés mucho mayor (4%, 5%, 6%, 7% y más). De esta manera se recuperaron en parte los bancos privados españoles y así pudieron satisfacer sus deudas especialmente con la banca y las cajas de ahorro alemanas, porque tal fue el objetivo de esta generosidad del Banco Central Europeo. Teniendo en cuenta que el dinero del Banco Central Europeo es de todos los ciudadanos de Europa, el resultado ha sido que nos hemos prestado dinero a nosotros mismos, regalando el interés de esos préstamos a los Bancos, muchos de los cuales habían sido causantes de la crisis. Y de este modo los problemas que tenían los bancos pasaron a los Estados: las deudas privadas se nacionalizaron y nadie (salvo en Islandia) pidió responsabilidades a quienes habían puesto en peligro el sistema financiero. Antes bien, fueron recompensados evitando que se declararan en quiebra y ahora pueden enorgullecerse de que han pasado con nota el test de estrés al que los sometió la Unión Europea.

De manera que actualmente la deuda del Estado es casi igual a toda la riqueza que somos capaces de producir (el producto interior bruto). Y el déficit público muy alto (la diferencia entre lo que el Estado ingresa y lo que gasta), como consecuencia precisamente de los elevados intereses que se deben pagar por el regalo a los bancos. Para hacer frente a esa deuda que en su origen era privada y ahora convertida en pública, el Estado impone recortes en otros gastos, preferentemente en los servicios sociales como sanidad, educación, atención a la discapacidad, cooperación exterior, etc. Y para asegurar esos recortes se reformó el artículo 135 de la Constitución estableciendo que el pago de la deuda tiene prioridad sobre otras necesidades del gasto público (la sanidad, la educación y la discapacidad, por ejemplo).

El resultado de todo esto es que las decisiones políticas que toman los Estados en materia económica en adelante están supeditadas a las posibilidades de pagar esa deuda. De modo que gracias a este proceso se ha eliminado cualquier veleidad de supeditar la economía a la democracia: la última palabra sobre muchas decisiones políticas la tienen nuestros acreedores y ya no los parlamentos. Es decir, los mismos que causaron la crisis. Y esos bancos así favorecidos encuentran mucho más rentable y seguro utilizar el dinero que les hemos dado para dedicarlo a la especulación y comprar deuda soberana que destinarlo a créditos que reactiven la economía productiva.

Preguntas ingenuas (aunque confieso que malintencionadas): ¿por qué el Banco Central Europeo no prestó ese dinero directamente a los Estados o a través una Banca Pública (hoy inexistente), imponiendo, por supuesto, condiciones razonables para su empleo y devolución? ¿Se suponía que los bancos privados iban a hacer mejor uso de esos fondos, después de la crisis que provocaron? ¿Tiene sentido que los ciudadanos tengamos que poner nuestro dinero para pagar deudas que han contraído los bancos y cajas privadas? ¿Por qué no se aprovecharon las crisis de los Bancos privados para nacionalizarlos en todo o en parte en lugar de entregarles dinero público? ¿Por qué sigue sin crearse una banca pública que gestione los créditos según las necesidades reales de la economía productiva? ¿Se sigue pensando que el desastre de la gestión pública de muchas cajas de ahorro demuestra que cualquier otra gestión pública será igualmente desastrosa? ¿Qué pensar entonces de la gestión privada de Lehman Brothers y similares, que tuvieron consecuencias mucho más graves que las de las cajas de ahorro?

La simplificación del lenguaje permite descubrir que detrás de sofisticados tecnicismos se ocultan decisiones dirigidas hacia el interés de quienes las toman, y no, como se nos pretende hacer creer, leyes económicas tan inmutables como la ley de gravedad.
Porque de eso se trata: la oscuridad del lenguaje se utiliza para convencernos que solo un grupo de especialistas es capaz de desentrañar los mecanismos económicos que regulan nuestra vida social y que cualquier intento de modificarlos es producto del populismo o la ignorancia. Ocultando que las leyes de la economía tienen poco en común con las leyes de la naturaleza: mientras estas últimas solo podemos descubrirlas, las leyes económicas dependen en gran parte de nosotros.

Y lamento si todo lo anterior es ya sabido y este artículo no agrega nada nuevo. Por eso se dirige a los niños. Augusto Klappenbach, Escritor y filósofo.

Fuente:
http://blogs.publico.es/dominiopublico/11809/la-crisis-explicada-a-los-ninos/

viernes, 7 de noviembre de 2014

El mejor banco era ¡una caja!

El triunfo de Kutxabank en los exámenes del BCE rompe mitos como el de la perversa politización 

El mejor banco español es una entidad con espíritu, génesis y nombre de caja de ahorros. El mejor, con distancia. Así que debemos revisar algunos tabúes sobre las cajas. No fueron solo el patio de monipodio de tarjeteros negros. No todas.

Kutxabank es el mejor capitalizado de todos los bancos españoles que se sometieron al reciente examen del BCE. En el peor escenario recesivo exhibiría una solvencia —capital sobre activos, que indica la capacidad para responder a fallidos, compromisos y reveses— del 11,82%. O sea, más que la media española (9%); que la de la eurozona (8,4%); y el doble largo del mínimo requerido (5,5%) (EL PAÍS, 27 de octubre). A nivel europeo se sitúa en el puesto 31 de los 130 bancos escrutados; por encima de la media de la banca danesa (11,66%), quinta en la clasificación; y casi a la par de la tercera, la finlandesa (11,97%) (EL PAÍS, 28 de octubre).

Pero este éxito abrumador no dispone, como el coronel de García Márquez, de casi ningún medio que lo subraye. Porque para hacerlo hay que romper varios mitos. El primero es que las fusiones frías inventadas por el exgobernador Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO) fueron un fracaso total, sin paliativos ni excepciones. Kutxabank (la Kutxa) es la principal excepción (hay otras). Se creó el 1 de enero de 2012 como producto de la fusión fría —no invasiva, respetando ciertas identidades y actividades complementarias de origen— de los negocios financieros de las tres cajas provinciales vascas.

El triunfo de Kutxabank en los exámenes del BCE rompe mitos como el de la perversa politización La convergencia exitosa de la bilbaína BBK (Bilbo Bizkaia Kutxa) con la Kutxa (Donostia Gipuzkoa Kutxa) y la Vital (Caja Vitoria y Álava) desmiente el segundo mito de la última fase de historia de las cajas. El de que su agrupación territorial por comunidades autónomas carecía en todos los casos del mínimo sentido empresarial. Casi tres años después, Kutxabank da sopas con honda a todos sus rivales. Ergo, en determinados supuestos y con ciertas condiciones —no vale generalizar—, la fusión autonómica no era un dislate, sino su contrario, lo más acertado.

El tercer mito es que el modelo de propiedad de las cajas, inhabitual o heterodoxo, más bien poco identificable (semipúblico con los impositores, público en el caso de las fundadas por entidades públicas) y en todo caso lejano a las sociedades anónimas de capital privado, constituía un obstáculo insalvable para su eficiencia actual y viabilidad futura.

MAFO acertó cuando en el Congreso lamentó, el 24 de julio de 2012, que “si durante los doce años de expansión se hubieran reformado las cajas no habría sucedido lo que ha sucedido”. Pero bastante menos al sentenciar que la equiparación financiera con los bancos “debía haberse trasladado [antes] a su sistema de propiedad y gobierno”. Al menos a la luz de la experiencia Kutxa.

Ya tiempo atrás los economistas Vicente Cuñat y Luis Garicano sostenían que “el problema de las cajas no es la politización... el factor explicativo clave de la disparidad de resultados de las cajas es su diferente grado de profesionalización”. Para lo que exhibían el ejemplo de las tres cajas vascas que, pese a estar “totalmente controladas por los partidos políticos, obtienen unos resultados extraordinarios” (“La crisis económica española”, FEDEA, 2010). Los resultados posteriores de la fusión ratifican el aserto.

La receta del éxito vasco —paralelo al declive de la banca estrictamente vasca— tiene varios ingredientes: la escasa expansión de las cajas al exterior; la escasa penetración de entidades de fuera en su territorio base; el respeto a los ámbitos geográficos provinciales de cada una; la abundante liquidez que les proporcionaban las Diputaciones forales; el bajo endeudamiento mayorista; y, sobre todo, su escasa exposición al ladrillo, como recopiló Antoni Serra Ramoneda, protagonista a la par que analista del hundimiento cajero (“Els errors de les caixes”, Viena 2011).

¿Explica este éxito por sí solo el fracaso casi general del resto, que derivó en una cruel jibarización del sector, reducción de la competencia y menor atención a los clientes más humildes? No. Hubo mala administración; hubo dilapidación y corrupción; hubo abusos de los gestores.

Y también un designio, demasiado esquemático, de acabar con las cajas porque eran OFNIS, objetos financieros no identificados. Joan Cals acaba de apuntar (“Los intereses del futuro”, RBA, 2013) que se justificaba plenamente exigir más capital a las cajas. ¿Pero justamente en 2011 y no antes? Colocarles la barrera de solvencia en el 8% y el 10% en medio del maremoto, so pena de bancarización, “en plena crisis del sistema financiero” fue letal para unas entidades con más reservas que capital y con escasa capacidad de endeudamiento sensato. Letal.
Fuente: El País.

sábado, 6 de septiembre de 2014

El mayor fondo de alto riesgo del mundo apoya a Guindos para dirigir el Eurogrupo

•El informe destaca del ministro que sus políticas permitieron que España fuese "capaz de despedir a alrededor del 15% de su fuerza laboral y bajar los salarios respecto a Alemania un 20% desde máximos"

• Considera que la intervención del Banco Central Europeo, tanto para depreciar el euro como para financiar los déficits fiscales, resultará insuficiente, por lo que los Gobiernos europeos deben llevar a cabo más recortes y reformas.
Fuente: infolibre.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Draghi debería ser procesado

Los medios de comunicación han festejado que una sola frase de Draghi (“Haré lo que sea necesario para salvar el euro, y será suficiente”) haya bastado para salvarnos, deteniendo la acelerada subida de la prima de riesgo española.Lo muestran como un todopoderoso dios monetario capaz de paralizar de un solo golpe la furia de los especuladores, la “irresponsabilidad” de los mercados que el Ministro de Economía denunciaba días atrás, cuando sus ataques encarecían la venta de nuestra deuda hasta niveles prohibitivos.
 Y lo es. Es el titular de un poder nuevo, pero de un poder no democrático y que, como este mismo caso demuestra claramente, no se ejerce en beneficio de los pueblos sino infligiéndole un sacrifico tan inhumano como innecesario y cruel. Por eso me parece que lo noticioso no debería ser la acción todopoderosa de Draghi sino que no haya comparecido para explicar por qué no la llevó a cabo antes. Si el Banco Central Europeo, como a nadie le cabe ya la menor duda y como acaba de ser de nuevo demostrado, puede evitar tan fácilmente el sobrecoste artificial que los mercados imponen a nuestra deuda, lo que tendríamos que preguntarnos es la razón del retraso en la acción salvadora, las causas de una omisión tan flagrante del deber de protección y auxilio económico que las instituciones tienen respecto a las economías y a los pueblos que las han creado.
No se trata de un hecho baladí. De una semana a otra se suceden subastas que al ir encareciéndose aumentan en miles de millones de euros la factura que pagan los estados, y si el Banco Central Europeo no hace nada, pudiéndolo hacer, para que no sea más elevada de lo necesario, lo que está provocando es un daño terrible a las naciones, a las personas y a las empresas concretas, a sus patrimonios y a su capacidad de creación de riqueza y empleo. Un daño, además, que se hace solamente en aras de permitir que los inversores se enriquezcan todavía más simplemente apostando en un casino en donde se juega a costa del bienestar y la paz de las naciones.
No es la primera vez que Draghi se ve inmerso en acciones de este tipo, que ocasionan un daño tan evidente y grave a las economías. Fue directivo de Goldman Sachs e inevitablemente corresponsable, si no responsable directo, de los engaños que el todopoderoso banco urdió en Grecia, y parece que también en Italia, para hacer negocio manipulando sus cifras de déficit. Y su presencia está vinculada igualmente a escándalos (que terminaron también beneficiando a Goldman) relacionados con la privatización de empresas públicas en Italia. Sabe bien lo que significa utilizar recursos públicos para beneficiar a los intereses privados.
Pero en este caso estamos hablando de algo mucho peor y más grave... Seguir aquí, Juan Torres López. Público.

jueves, 22 de diciembre de 2011

El BCE, el banco central europeo

Este artículo señala que el mal llamado problema de la deuda pública con los intereses exagerados que los países tienen que pagar para cubrir su deuda tiene poco que ver con la confianza de los mercados y mucho que ver con la manera como se diseñó el Banco Central Europeo, impidiendo que los Estados se protegieran frente a la especulación de los mercados financieros. El artículo señala que este diseño se hizo para potenciar los intereses del capital financiero, utilizando el Banco Central Europeo como mecanismo de reducción de los salarios y privatización del Estado del Bienestar.

¿Para qué sirve un banco central? Una de las actividades que un Banco Central realiza en un país es imprimir dinero, y con él comprar la deuda pública de su Estado, y con ello bajar los intereses que tenga que pagar su Estado para poder vender sus bonos públicos. De esta manera, cuando los mercados financieros quieren especular sobre el precio de tales bonos públicos (promoviendo en los medios de información –ayudados por las agencias de calificación de riesgos, como Standard & the Poors- que los Estados no podrán pagar los intereses de tales bonos, forzándoles a pagar unos intereses muy altos para poder vender sus bonos -lo que se llama la prima de riesgo), entonces el banco central hace funcionar sus imprentas y produce moneda con la cual comprar su deuda pública, defendiéndola frente a la especulación. Esto es lo que hace un banco central digno de su nombre. Ni que decir tiene que hay también riesgos en imprimir mucho dinero, porque cuando hay mucha moneda puede incrementarse la inflación. Pero la inflación en la Eurozona no es un problema. Antes al contrario, es demasiado baja, dificultando el crecimiento económico, que es el mayor problema de tal comunidad monetaria.

El problema con la deuda pública de los países de la Eurozona es que sus bancos centrales no pueden imprimir dinero ni tampoco pueden comprar su deuda pública. Los Estados están totalmente desprotegidos De ahí que todos (desde Grecia hasta Alemania) tienen o tendrán problemas con su deuda pública. El único banco central que puede imprimir dinero es el Banco Central Europeo (BCE). Pero el problema con este BCE es que no actúa como un banco central, es decir, no compra los bonos públicos de los Estados miembros, ni tampoco presta dinero a los Estados. El famoso artículo 123 de su Reglamento lo dice muy claro. El BCE no podrá comprar deuda pública de los Estados. Éstos están totalmente desprotegidos. No pueden hacer nada frente a la especulación de los mercados financieros.

Los que sí, en cambio, pueden pedir prestado dinero al BCE, son los bancos privados, y lo pueden conseguir a unos intereses bajísimos, al 1,25%. En cambio, los Estados tienen que pedir prestado dinero a los bancos, pagando unos intereses elevadísimos, incluso del 7% como es el caso de Italia (en España es el 6,5%). Este arreglo es una bonanza para los bancos privados. Consiguen dinero fácilmente del BCE y con ello compran bonos públicos que les producen una rentabilidad del 6% o del 7% de lo que compran. El BCE actúa de esta manera, privilegiando a los bancos privados sobre los Estados, transformando el BCE en un lobby de la banca.

Como consecuencia de esta situación, los Estados se tienen que endeudarse más y más, debiendo mucho dinero a los bancos privados. Y ahí está la raíz del mal llamado problema de la deuda pública, que es incluso más acentuada en aquellos países, como Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia, que habiendo estado gobernados por las derechas por la mayoría del periodo post II Guerra Mundial, tienen Estados muy pobres (sus ingresos al Estado son muy bajos. España, por ejemplo, sólo representa un 34% del PIB, frente al 44% en el promedio de la UE-15, o el 52% en el caso de Suecia), resultado de unas políticas fiscales muy regresivas y un enorme fraude fiscal (En España se calcula que alcanza unos 65.000 millones de euros).

La deuda pública de estos Estados ha ido creciendo, no porque su gasto público haya ido creciendo (como los autores neoliberales erróneamente indican), sino porque han cambiado de banco. En lugar de conseguir dinero de su propio banco central, ahora tienen que pedir prestado dinero de los bancos privados. En realidad, si pudieran prestar dinero del BCE a unos intereses de 1,25% (como los bancos privados) no habría ningún problema con su deuda pública. (Ver Ellen Brown, “The European Central Bank withholds relief while Rome Burns”). Y ahí está la raíz del problema. Se ha diseñado un sistema en la Eurozona en que los Estados dependen de la banca privada para conseguir dinero. Y ésta es una realidad que el lector raramente leerá en la prensa financiera o económica.


Los bancos se forran a costa del endeudamiento de los Estados. Un círculo virtuoso para la banca. Pero la situación es incluso peor que la ya descrita, pues el BCE al romper con el espíritu del famoso artículo 123, comprando deuda pública a los Estados, tales como España e Italia, ha puesto como condición que los salarios y la protección social disminuyan, acentuando la necesidad de privatizar el Estado del Bienestar, tanto sus transferencias públicas como las pensiones, así como los servicios públicos como la sanidad. Estas condiciones están escritas en una carta, no conocida por el público, que el gobernador del BCE, el Sr. Trichet, y el gobernador del Banco de España, el Sr. Fernández Ordóñez, le escribieron al Presidente Zapatero condicionando la compra de bonos públicos del Estado español a la toma de tales medidas por parte del Estado Español.

Un tanto semejante ha ocurrido con Italia. ¿Por qué hacen tal petición en su carta? En teoría, esta reducción de los salarios y de la protección social se exige para aumentar la competitividad de la economía española y salir así de la recesión. Este es el argumento neoliberal hoy en boga. Es fácil de demostrar que este argumento carece de credibilidad. Suecia es el país con salarios más elevados y con mayor protección social, y su tasa de crecimiento económico es de un 5,6%, uno de los más elevados de la Unión Europea. La explicación real es que, por una parte el descenso de los salarios aumenta el endeudamiento de la población (lo cual es bueno para la banca) y por otra, la privatización de las transferencias y de los servicios del Estado del Bienestar es la generalización de la deseada privatización de las pensiones públicas y la privatización de la sanidad, el sueño de la banca y de las compañías aseguradoras. Y lo están consiguiendo.