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lunes, 13 de diciembre de 2021

_- Qué es el teorema de Bayes, el potente método para generar conocimiento que nació cuando trataban de demostrar un milagro

_- P(A|B) = (P(B|A)P(A))/P(B)

De acuerdo, no es la manera más común ni, por supuesto, la más clara de empezar un artículo pero resulta que es de eso que vamos a hablar, algo que, como dice el título, tiene que ver con conocimiento y con milagros.

Se trata del teorema de Bayes y, aunque muchos de nosotros no hemos oído hablar de él, las estadísticas bayesianas han permeado todo, desde la física -con interpretaciones bayesianas de la mecánica cuántica y defensas bayesianas de las teorías de cuerdas y multiverso- hasta la investigación del cáncer y el covid, pasando por la ecología, la filosofía, la neurología, la psicología, además de la informática.

Hay hasta científicos cognitivos que han conjeturado que nuestros cerebros incorporan algoritmos bayesianos al percibir, deliberar y decidir, y fanáticos del teorema que señalan que si adoptáramos el razonamiento bayesiano consciente (más allá del procesamiento bayesiano inconsciente que supuestamente emplea nuestro cerebro), el mundo sería mejor.

Ante todo eso, vale la pena saber un poco sobre esa fórmula con la que empezamos y su autor.

"Thomas Bayes fue un ministro presbiteriano en el siglo XVIII", empezó contándole a la BBC Sharon Bertsch McGrayne, autora del libro "La teoría que nunca murió".

De Bayes no hay retratos, pero tenemos su firma.

"Fue parte de una generación que no pudo asistir a la universidad en Oxford o Cambridge, las principales universidades inglesas en ese momento, porque no era la Iglesia de Inglaterra.

"Esto fue una suerte para Bayes porque se fue al norte a Escocia, que era presbiteriana y tenía una universidad mucho mejor en Edimburgo en ese momento, y allí estudió teología, como su padre, y matemáticas, que era su verdadero interés, y se convirtió en un matemático aficionado".

Bayes logró mezclar sus dos intereses, escribió al menos un libro sobre matemáticas y pasó gran parte de su tiempo estudiando las obras de otros matemáticos y teólogos.

Así, comenzó a desarrollar una idea.

La idea
"Fue durante una gran controversia religiosa de si se podía usar la evidencia del mundo natural para demostrar que Dios existe".

Uno de los que participó en el debate fue el filósofo David Hume quien publicó, en 1748, el hasta hoy influyente libro "Investigación sobre el entendimiento humano", cuestionando, entre otras cosas, la existencia de milagros.

Según Hume, la probabilidad de que las personas afirmaran incorrectamente que habían visto la resurrección de Jesús superaba con creces la probabilidad de que el evento hubiera ocurrido en primer lugar.

"Un milagro es una violación de las leyes de la naturaleza; y como una experiencia firme e inalterable ha establecido estas leyes, la prueba contra un milagro, por la naturaleza misma del hecho, es tan completa como se pueda imaginar que cualquier argumento basado en la experiencia lo sea", escribió el filósofo.

Esto no le cayó bien al reverendo y, queriendo demostrar que Hume estaba equivocado, empezó a tratar de cuantificar la probabilidad de un evento imaginándose situaciones como la siguiente:

Imagínate que estás en una habitación y a tus espaldas está una mesa.

Alguien lanza una pelota que aterriza en esa mesa pero, sin mirar, no tienes forma de saber dónde.

Entonces, le pides a esa persona que lance otra pelota y te diga si cayó a la derecha o a la izquierda de la primera. Si aterrizó hacia la derecha es más probable que la primera esté en el lado izquierdo de la mesa, pues supones que hay más espacio a ese lado para que caiga la segunda bola.

Con cada nueva pelota que se lance, puedes actualizar tu conjetura e ir precisando la ubicación de la original.

De manera similar, pensó Bayes, los diversos testimonios de la resurrección de Cristo indicaban que el evento no podía descartarse de la forma en que Hume afirmó.

"Se le ocurrió un teorema de una línea realmente simple que sirve para trabajar con datos incompletos y dijo que está bien comenzar con una idea a medias sobre una situación, siempre y cuando modifiques implacablemente tus ideas iniciales cada vez que aparezca nueva información", señaló McGrayne.

"Nos dio un razonamiento matemático para situaciones altamente inciertas".

El rechazo
Bayes no publicó su teorema pero un amigo suyo, Richard Price, un matemático aficionado, lo desarrolló y, en 1767, publicó "Sobre la importancia del cristianismo, sus evidencias y las objeciones que se le han hecho", en el que usó las ideas de Bayes para desafiar el argumento de Hume.

"El punto probabilístico básico" de Price, dice el historiador y estadístico Stephen Stigler en su artículo "El verdadero título del ensayo de Bayer", "fue que Hume subestimó el impacto de que hubiera varios testigos independientes de un milagro, y que los resultados de Bayes mostraron cómo la multiplicación de incluso evidencia falible podría abrumar la gran improbabilidad de un evento y establecerlo como un hecho".

Quizás ni siquiera así Price logró probar la existencia de los milagros, pero sí sacó a la luz pública algo que de otra forma se habría quedado oculto entre los papeles del para entonces ya difunto Bayes.

No obstante, el teorema cayó en la oscuridad hasta que el ilustre matemático francés Pierre Simon Laplace formalizó la visión de Bayes y mostró claramente cómo se podía aplicar a principios del siglo XIX.

Pierre-Simon Laplace (Beaumont-en-Auge, 1749-París, 1827), marqués de Laplace, matemático y astrónomo francés, fue quien le dio prominencia al trabajo de Bayes.

A partir de entonces, entró y pasó de moda, se aplicó en una ciencia tras otra sólo para luego ser condenado por ser vago, subjetivo o poco científico, y se convirtió en la manzana de la discordia entre campos rivales de matemáticos antes de disfrutar de un renacimiento en los últimos años.

¿Por qué?
Recuerda que el enfoque bayesiano dice que puedes comenzar con una estimación subjetiva de una probabilidad, cualquier probabilidad, independientemente de si hay algún dato.

¿Cuán probable es que Dios exista? ¿Mutará el nuevo coronavirus para inutilizar las vacunas? ¿Cuál es la posibilidad de una guerra nuclear antes del 1 de enero de 2030?

Habiendo comenzado con lo que es poco más que una suposición, usamos la regla de Bayes para revisar nuestra opinión a medida que llegan nuevos datos.

John Stuart Mill, el filósofo y economista político británico del siglo XIX, lo llamó "la ignorancia acuñada en la ciencia".

Durante mucho tiempo, el enfoque bayesiano fue tabú en las estadísticas convencionales, pero no murió, y a lo largo de las décadas personas inteligentes encontraron formas inteligentes de aplicarlo.

Enigma
Un caso sorprendente es que el teorema de Bayes fue utilizado por Alan Turing mientras trabajaba con su equipo descifrando el código Enigma utilizado por los submarinos alemanes o los U-Boot durante la Segunda Guerra Mundial.

El teorema de Bayes le sirvió a Turing para salvar a millones de personas.

"En ese momento, los submarinos salían de Francia y recibían órdenes de radio de dónde ir y qué hacer, y esas órdenes eran un lenguaje codificado llamado Enigma. Y la Armada alemana lo había hecho tan complicado que nadie en Reino Unido ni en Alemania pensó que los británicos podrían descifrarlo", recuerda McGrayne.

Pero Turing estaba decidido a hacerlo, aprovechando cuanto pudieran.

"Conocían la organización general de una oración alemana. Se dieron cuenta de que usaban la palabra eins (1 en alemán) en casi todos los mensajes, así que allí tenían tres letras. Esa fue una pista. Así siguieron agregando datos una y otra y otra vez".

Turing y sus colegas crearon un sistema bayesiano para adivinar un tramo de letras en un mensaje Enigma, medir su creencia en la validez de estas conjeturas utilizando métodos bayesianos para evaluar las probabilidades y agregar más pistas a medida que llegaban.

"Eventualmente pudieron leer los mensajes".

Cuando los hechos cambian...
Así, fue utilizado por muchas otras personas y una vez que llegaron las computadoras, sencillamente explotó.

Para darte una idea de cómo funciona, responde esta pregunta: Si obtienes un resultado positivo en una prueba de covid que solo da un falso positivo una vez de cada 1.000, ¿cuál es la probabilidad de que realmente tengas coronavirus?

¿Pensaste que el 99,9%?... La respuesta correcta es que no tienes suficiente información para saberlo.

Es ahí cuando entra en juego el teorema de Bayes. Su notación matemática, esa que está al principio del artículo, parece complicada. Pero es más fácil de entender con un ejemplo que decifrando el significado de todos esos símbolos.

Imagínate que te sometes a una prueba para detectar una enfermedad. La prueba es increíblemente precisa: si la persona tiene la enfermedad, lo dirá correctamente el 99% de las veces; si no, también. Pero la enfermedad en cuestión es muy rara; sólo una persona de cada 10.000 la tiene. Esto se conoce como su "probabilidad previa": la tasa de fondo en la población.

Así que ahora imagina que le hacen la prueba a 1'000.000 de personas. Hay 100 personas que tienen la enfermedad: la prueba identifica correctamente a 99 de ellas. Y hay 999.900 personas que no la tienen: la prueba identifica correctamente a 989,901 de ellas.

Pero eso significa que la prueba, a pesar de dar la respuesta correcta en el 99% de los casos, le ha dicho a 9.999 personas que tienen la enfermedad, cuando en realidad no es así.

Entonces, si obtienes un resultado positivo, en este caso, tu probabilidad de tener la enfermedad es de 99 en 10.098, o poco menos del 1%. Sin el enfoque bayensiano se asustaría a muchas personas y se las enviaría a procedimientos médicos intrusivos y potencialmente peligrosos por un diagnóstico erróneo.

Sin conocer la probabilidad previa, no se sabe cuán probable es que un resultado sea falso o verdadero.

"Según Bill Gates, la base del éxito de Microsoft fue el uso de Bayes", cuenta McGrayne.

Este no es un problema hipotético.

En medicina, por ejemplo, una revisión de casos realizada en 2016 encontró que el 60% de las mujeres que se hicieron mamografías anuales durante 10 años tuvieron al menos un falso positivo. En los tribunales de justicia, una falla conocida como la "falacia del fiscal", que puede condenar a inocentes, también depende del teorema.

Y eso es sólo la punta del iceberg. Los investigadores utilizan la estadística bayesiana para abordar problemas de formidable complejidad.

El razonamiento bayesiano combinado con la potencia informática avanzada ha revolucionado la búsqueda de planetas que orbitan estrellas distantes; las estadísticas bayesianas contribuyeron a la reducción de la edad del Universo, que a fines de la década de 1990 se calculaba entre 8.000 a 15.000 millones de años y ahora se ha concluido con cierta confianza que es de 13.800 millones de años.

"Hoy en día se utiliza en la genética, para detectar diferencias sutiles en el ADN y las proteínas, así como para proteger la vida silvestre, hacer estudios cerebrales, traducir idiomas extranjeros...", enumera la autora de "La teoría que nunca murió".

"Se ha incrustado en la informática, el aprendizaje automático, la inteligencia artificial.

"Puede que no sea exactamente como lo hizo Bayes, pero se ha modernizado y es increíblemente útil... está en todas partes", señaló McGrayne en conversación con la BBC y concluyó con una cita que se le han atribuido a los economistas John Maynard Keynes y Paul Samuelson, así como al premier británico Winston Churchill y otros, para resumir la esencia del teorema de Bayes:

"Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-59060022

martes, 23 de febrero de 2021

¿Sirvieron de algo 50 años de bajadas de impuestos a los ricos? Las insospechadas consecuencias de la "teoría del goteo"

La teoría del goteo prometía que si se bajaban impuestos a los ricos, se acabaría beneficiando también al resto porque ese dinero se invertiría e impulsaría la economía.

"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser…". Todas esas rarezas presenció Roy Batty en el famoso monólogo de la película Blade Runner; pero lo que nunca vio el replicante fue un impuesto a los ricos del 91%.

Hubiera sido una buena respuesta del atónito Harrison Ford para contrarrestar tal alarde de eventos impensables.

Y es que esa tasa que existía en Estados Unidos en 1963 para gravar los ingresos que superaran los 400.000 dólares de la época, para el 1% más rico de la población, había caído más de 50 puntos porcentuales en 2019, año en que transcurre la obra de Ridley Scott.

Tal cifra suena hoy ya a verdadera ciencia ficción. Esos impuestos a los ricos se han perdido en el tiempo "como lágrimas en la lluvia".

La tendencia bajista comenzó unos años antes de la llegada al poder de Ronald Reagan (EE.UU.) y Margaret Thatcher (Reino Unido), pero fueron estos dos mitos del liberalismo político quienes apretaron la palanca de los descensos masivos de impuestos para lo más adinerados, con bajadas de más de 40 puntos en el impuesto sobre los ingresos de los más ricos durante sus respectivos mandatos.

Margaret Thatcher y Ronald Reagan fueron los dirigentes que con más firmeza apostaron por las bajadas de impuestos a los más adinerados.

No quedó en la historia como algo puntual, pues su liderazgo arrastró al resto de economías avanzadas a través de las décadas.

Bajar impuestos se convirtió en lo que hoy llamaríamos trending topic en las cancillerías del mundo y bajo gobiernos de todo color político. "Bajar impuestos es de izquierdas", dijo ufano el presidente socialdemócrata español José Luis Rodríguez Zapatero en 2003.

Fue la propia Dama de Hierro quien puso el lazo que define la época: "Mi mayor logro es que hemos obligado a nuestros oponentes a cambiar de opinión", reconoció en una gala de los tories (conservadores británicos) relatada por el exministro Conor Burns.

Una promesa teórica iluminó ese camino: si se bajaban impuestos a los ricos, se acabaría beneficiando también al resto de la población, porque ese dinero se invertiría, impulsando así la economía, los puestos de trabajo y los salarios.

Era la llamada teoría del goteo, que prometía revisitar con esa fórmula la parábola de la multiplicación de los panes y los peces.

El debate sobre gravar a los ricos ha vuelto a tomar fuerza con la crisis económica emanada de la covid-19.

En medio de la segunda gran recesión en una década, los gobiernos tratan de paliar sus efectos entre la población mientras buscan ingresos para sanear las maltrechas arcas públicas.

Así, 50 años después: ¿mereció la pena bajar los impuestos a los ricos?

Los economistas británicos David Hope y Julian Limberg han tratado de responder a esa pregunta en un reciente estudio para la London School of Economics (LSE).

Y Limberg da una primera pista sobre sus hallazgos: "Los gobiernos no deberían preocuparse por las consecuencias económicas de subir los impuestos a los ricos".

No mejoró el crecimiento económico
Para responder a la pregunta, los académicos entraron al laboratorio e introdujeron en sus probetas las reformas impositivas que habían realizado casi dos decenas de países entre 1965 y 2015.

El objetivo era valorar sus efectos en la economía y la sociedad.
En un tubo fue cayendo la evolución económica de los países (Francia, EEUU, Japón, Reino Unido, Alemania, etc.). En otro, los impuestos y exenciones: impuestos sobre la renta, los dividendos del capital, sobre herencias y propiedades…

Ahí aparecieron un compendio de cifras como la tasa máxima del impuesto sobre los ingresos de los más ricos de EE. UU (del 91% al 37%), o la de Reino Unido (que desde cotas similares pasó a menos de un 50%) u otros países europeos y asiáticos con caídas de alrededor de 10 y 15 puntos, que serían incluso mayores de retroceder más en el tiempo hasta sus máximos históricos.

La tasa máxima de impuestos sobre ingresos a los más ricos ha caído masivamente en las últimas décadas.

Y lo mismo sucedió con otros impuestos que suelen afectar sobre todo a los más afortunados, como los impuestos sobre las rentas del capital o sobre lo heredado (como muestra otro gráfico, más abajo en este texto).

Con todos esos datos listos, los investigadores agitaron la fórmula para comparar su trayectoria con países homologables que no habían acometido tales reformas impositivas y ver así cómo se habían comportado sus economías.

Y los efectos que detectaron fueron cercanos a cero. Es decir, las economías de los países que bajaban impuestos no habían generado un mayor crecimiento económico añadido ni habían creado más empleo.

"Nuestra investigación muestra que la argumentación económica para mantener bajos los impuestos a los ricos es débil", reflexiona Hope.

Una conclusión con la que concuerda Ignacio González, investigador y profesor de Economía de la American University: "La evidencia de que menores impuestos al capital estimulan la inversión es muy escasa".

"Lo que observamos, más bien, es que el periodo de reducción de impuestos ha sido también un periodo de estancamiento de la inversión", le explica a BBC Mundo desde Washington D.C (EE.UU).

"Esto puede ocurrir por diferentes razones. En primer lugar, si un inversor tiene un objetivo de beneficios que ha visto satisfecho precisamente gracias al hecho de que estos están poco gravados, ¿Qué incentivo tiene para invertir más dinero? Es decir, puede que los economistas no hayan entendido el comportamiento de los inversores y que éste no se ajuste a lo que predice la teoría clásica", apunta.

"En segundo lugar, los economistas también han subestimado la cantidad de ingresos del capital que no son fruto de inversión productiva y arriesgada, sino que reflejan una simple extracción de rentas procedentes del resto de la economía y que, como tal, deben ser gravadas a unos tipos mucho más elevados.

"Por ejemplo, los beneficios que una empresa obtiene al ejercer su poder de monopolio, o las elevadas rentas de alquiler que obtienen el propietario de capital inmobiliario en el centro de una gran ciudad. Hay mucha evidencia de que este tipo de rentas han aumentado en las últimas décadas", argumenta el economista.

Parece que los dioses de la economía no respondieron con los dotes esperados al sacrificio ofrecido, según estos expertos.

Porque hubo un sacrificio, un precio a pagar: "Los grandes recortes de impuestos para los ricos, desde los años 80 sobre todo, han aumentado la desigualdad de ingresos, con todos los problemas que eso conlleva", sentencia Hope, coautor del estudio de LSE.

Las herencias de las fortunas se mantienen en el tiempo: hay rastros de ellas en Florencia (Italia) que perduran 600 años después.

Fortunas que atraviesan siglos
Cualquiera que haya paseado por la ciudad italiana de Florencia habrá anhelado secretamente pasar el resto de su vida allí.

La Piazza del Duomo y la de la Signoria, el puente Vecchio y el David de Miguel Ángel, la cuna del Renacimiento… es difícil alejarse de semejante belleza.

Quizá por eso es un lugar magnífico para estudiar lo que dura la riqueza. Los apellidos que fueron ilustres alguna vez no se desvanecen fácilmente con el paso de los siglos.

Tampoco sus habitantes parecen querer marcharse de allí.
Unos investigadores del Banco de Italia siguieron esos apellidos que fueron ricos a través del tiempo y la historia.

Y encontraron que aquellos cuyos orígenes estaban vinculados con familias ricas en 1.427 habían heredado algo más que los apellidos: 600 años después el efecto no se había desvanecido y, de media, tenían unos ingresos un 5% más altos y un patrimonio un 10% superior que aquellos que descendían de familias pobres.

Una evidencia de que existe "un piso de cristal que protege a los descendientes de la clase alta de caer por la escalera económica", concluyeron los autores.

Los ultrarricos que piden a sus gobiernos pagar más impuestos por la crisis de coronavirus La riqueza parece, pues, un alquitrán dorado sumamente pegajoso. Una vez que eres rico, es difícil dejar de serlo.

Los impuestos a las herencias han caído en picado también en los últimos años.

Una tendencia que continúa hoy en día, como refleja una investigación del Instituto Peterson para la Economía Internacional, que rastreó la procedencia de las fortunas de los multimillonarios en más de 70 países.

El mito de la meritocracia moderna habla de emprendedores que se hicieron millonarios comenzando con una idea en un pequeño garaje o taller. Enseguida vienen a la cabeza casos paradigmáticos: Bill Gates (Windows), Steve Jobs (Apple), Amancio Ortega (Zara)… pero en muchos países buena parte de las fortunas no son tan románticas, de acuerdo al estudio.

Así, en grandes economías europeas como Alemania, España o Francia, el 65%, el 54% y el 51% de las fortunas multimillonarias provienen de herencias.

Porcentajes que suben en América Latina hasta el 80% en Argentina o casi un 67% en Chile o Venezuela y equiparable en Colombia (50%).

“Nuestro país se está desmoronando”: el multimillonario estadounidense que pide que los más ricos paguen más impuestos.
Y en otros países con porcentaje de herencias más bajas, como EE. UU (29%), Australia (27%) o Canadá (28%), los datos del instituto muestran una procedencia significativa de rentas del sector financiero: 27%, 31% y 25%, respectivamente.

No corregir estos desequilibrios en la circulación de riqueza a través de impuestos y otras medidas redistributivas tiene consecuencias económicas y sociales, según los expertos.

Las rentas provenientes del capital deberían ser gravadas con más firmeza que las del trabajo, según muchos expertos.

¿Un cambio de paradigma ante la desigualdad?
No solo es la covid-19. El mundo sufre en estos tiempos una epidemia de desigualdad que avanza imparable.

Entre 1980 y 20015, el 1% más rico del mundo recibió una proporción dos veces mayor del crecimiento económico que el 50% de la población con menores ingresos, según el Informe de desigualdad global del WID, coordinado por el economista francés Thomas Piketty, entre otros.

Y ampliando la lupa se ve cómo el 10% más adinerado acapara cada vez más riqueza del total dentro de cada país, cómo muestra el gráfico siguiente.

La cuota de riqueza de los más ricos en cada país no ha parado de aumentar desde 1980. Cada vez acumulan más parte de la tarta de los ingresos.

Esta situación, unida a la concatenación de crisis mundiales en los últimos años parece estar resquebrajando el consenso anterior en relación a los impuestos, la desigualdad y la pobreza.

"La mayoría de los estudiantes de economía han escuchado el argumento de que lo que importa es la pobreza, no la desigualdad. Esta era una visión normativa muy extendida en las facultades de economía, especialmente en la década de los 90 y 2000", explica González, de la American University.

"Esta idea se basa en la concepción errónea de que las rentas de mercado son las que 'nos merecemos', lo que convertiría a los impuestos en sospechosos desde un punto de vista moral. La cuestión distributiva se convierte, por construcción, en un 'problema menor', y sólo habría que garantizar lo suficiente a los pobres".

Y advierte sobre algunas apelaciones a la meritocracia: "Esta visión tiene poco sentido por una razón muy obvia: las rentas del mercado están determinadas por una multitud de factores completamente exógenos al esfuerzo individual, incluyendo las políticas, como el propio sistema impositivo. Por lo tanto, más allá de la consideración moral sobre la distribución resultante, la base fáctica de ese tipo de argumentos es completamente falaz".

La ausencia de sistemas impositivos fuertes genera problemas sustanciales para combatir la pobreza.

"Unos sistemas tributarios inadecuados, así como la evasión y la elusión de impuestos, cuestan a América Latina miles de millones de dólares en ingresos tributarios perdidos, unas cantidades que podrían y deberían invertirse en luchar contra la pobreza y la desigualdad", advierte en sus informes la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

En la región, el 10% más rico posee el 71% de la riqueza y tributa sólo el 5,4% de su renta, según sus datos.

Tasa del impuesto sobre la renta que realmente paga el 10% más rico de la población en países latinoamericanos, comparado con la misma tasa efectiva de otros países.

Es hora de dar un paso adelante en materia de impuestos, apunta González desde Washington, que no niega las dificultades de desandar el camino:

"La conclusión es que debemos perder el miedo a gravar el capital, porque a tipos impositivos razonables, no hay evidencia de que los impuestos tengan efectos negativos sobre el crecimiento. Y en cualquier caso, esto se puede paliar mejorando el diseño del esquema impositivo y aumentando la coordinación internacional".

Porque las consecuencias son incluso más profundas que las que afectan al propio funcionamiento del sistema económico, alertan cada vez más voces.

"Los paraísos fiscales y los abusos en relación con los impuestos […] están destruyendo el contrato social entre el gobierno y el ciudadano, al permitir que los que podrían aportar más a la sociedad no paguen los impuestos que les corresponden en justicia", advierte la Cepal.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-55650204

viernes, 15 de mayo de 2020

_- Las donaciones filantrópicas de Bill Gates son un fraude. Rob Larson 03/05/2020

_- El cofundador de Microsoft creó una fundación benéfica para maquillar su reputación, destrozada por el juicio antimonopolio contra su compañía. Gates se hizo multimillonario con prácticas depredadoras ilegales

Bill Gates anunció hace poco que abandonaba el consejo de Microsoft, el coloso del software de un billón de dólares que cofundó, para, anunció: “Dedicar más tiempo a mis prioridades filantrópicas, que incluyen la salud mundial, el desarrollo o la educación, así como a mi creciente compromiso con la lucha contra el cambio climático”. El New York Times informaba alegremente: “En su carrera post-Microsoft, Gates es ampliamente conocido por su trabajo en la lucha contra enfermedades infecciosas y contra el cambio climático. [En febrero], la Fundación Gates dijo que asignará 100 millones de dólares adicionales para luchar contra el coronavirus”.

Este es el típico tratamiento afectuoso que la prensa da a Gates, quien es considerado uno de los mejores multimillonarios, si lo comparamos con Trump o con los hermanos Koch. Esto se debe sobre todo a la Fundación Bill &  Melinda Gates, la entidad benéfica privada más grande del mundo, que ha invertido miles de millones para luchar contra el SIDA, para acelerar el desarrollo económico y para otras muchas causas dignas.

Pero Bill Gates y su fundación son la imagen perfecta de por qué este modelo de filantropía de millonarios es tan defectuoso. La fundación fue originalmente ideada como un bonito maquillaje para tapar una reputación destruida por el juicio antimonopolio de Microsoft, lo que le integra en la larga tradición de personas obscenamente ricas que usan las donaciones ocasionales y generosas para tratar de justificar su enorme poder y riqueza.

Ventanas Rotas
Merece la pena recordar de dónde viene el dinero de Gates. En 1981, Microsoft compró los derechos de una versión de un temprano sistema operativo (“DOS”), el software básico de un ordenador que permite que sea funcional y que proporciona soporte a otras aplicaciones. Lo modificaron y lo vendieron a IBM para sus increíblemente exitosos ordenadores personales, lo que llevó a un crecimiento extraordinario de Microsoft, ya que IBM y otros muchos fabricantes de ordenadores querían el mismo sistema operativo para atraer a más desarrolladores de software, cuyas aplicaciones son las que hacen útil el PC.

Esto creó “efectos de red”: los economistas sabemos que este es un factor fundamental para la monopolización. Gates y sus colegas –también CEOs de empresas de tecnología– han usado la monopolización para reunir beneficios gigantescos y para reforzar su control sobre porciones crecientes de la economía mundial. Los efectos de red se presentan cuando un servicio incrementa su valor conforme más personas lo usan, como la red telefónica. Los mercados que dan este tipo de servicio son especialmente propensos al monopolio, tanto porque los líderes del mercado tratan de aprovechar sus redes más grandes como porque esas redes necesitan un estándar uniforme para que muchos usuarios se puedan conectar y beneficiarse de ello.

La gente quiere usar o unirse a redes que ya tienen muchos otros usuarios, como Facebook, antes que a otras con muy pocos. El prolongado monopolio telefónico de AT& T es un gran ejemplo histórico, así como los monopolios de transporte regional por ferrocarril o el imperio de redes sociales de Facebook; pero fue la compañía de Gates la que obtuvo el mejor pedazo del pastel de la temprana revolución tecnológica.

Durante el periodo de crecimiento frenético de su compañía, Gates emergió como un moderno magnate de la Edad Dorada. Incluso los biógrafos más comprensivos comentan sus “rabietas infantiles” y cómo “despotrica de manera infantil y grosera”. El número dos de Gates y CEO sucesor, Steve Ballmer, mantuvo esta reputación de la dirección, gritando como un descosido a sus empleados y, ocasionalmente, arrojando sillas. Estos patrones de comportamiento son alentados por la estricta jerarquía de los negocios, y el sector tecnológico, a pesar de su fama de practicar yoga en la oficina y de tener máquinas expendedoras de té verde, no es una excepción.

La habilidad de la jerarquía corporativa para crear ese conformismo propio de una secta es ampliamente conocida, pero Gates lo llevó a nuevas cumbres sectarias, como muestran quienes informaron del hábito de Gates de balancearse: “Entre los programadores de Microsoft se ha convertido en parte de la cultura corporativa intentar recrearse en la imagen del presidente. Gates se balancea habitualmente en la silla, los codos en las rodillas, para contener su intensidad, especialmente cuando la conversación gira en torno a los ordenadores; al entrar en una reunión importante de Microsoft no es inusual encontrarse a la mayoría de los directivos de la sala balanceándose en sincronía con él”.

El carisma de Gates también se muestra en episodios en los que golpeaba su mano contra el puño diciendo: “Tenemos que aplastar” a cualquier rival que se haya atrevido a vender software en los 90. “Vamos a arruinar a Digital Research”, se lee en la ampliamente aceptada historia de la empresa escrita por James Wallace y Jim Erickson, “mientras golpea su puño contra la palma de la otra mano. Repetiría el mismo juramento un par de veces más el siguiente año (…), asegurando que arruinaría a MicroPro y a Lotus, y siempre enfatizaba la promesa golpeando el puño contra la mano”.

Además de los efectos de red, era un deseo ardiente de Gates machacar a sus competidores, así como marcar el estándar al que debían someterse todos los productores de software, lo que llevó a Microsoft a vender más del 90% de los sistemas operativos para ordenadores en las décadas de los 90 y los 2000. Esta supremacía convirtió a Gates en la persona más rica del mundo durante decenios.

Cuando apareció nueva tecnología online fuera del control de Gates, especialmente el navegador de Internet vendido por Mosaic (más tarde Netscape), el magnate inauguró un periodo descrito en la historia de los negocios y de la informática como “la guerra de los navegadores”. Microsoft comenzó ocultando los detalles de su software a Netscape cuando la compañía solicitó probar su producto con la siguiente versión del DOS de Windows. A continuación, abordaron a la dirección de Netscape y, según las demandas legales que posteriormente antepusieron estos últimos, les ofrecieron dividirse el mercado de navegadores con una fórmula que asegurara una “relación especial”. Netscape desestimó la oferta debido a la gigantesca ventaja que tendría el nuevo navegador de Microsoft, al venir probablemente con actualizaciones del sistema operativo de Windows que alcanzarían a casi todos los ordenadores operativos del mundo.

Gracias a las consiguientes batallas legales, conocemos una buena parte de la estrategia de la guerra de los navegadores. Los debates eran planes explícitos sobre el uso del poder monopolístico para aplastar a cualquier advenedizo. Microsoft arrebató la licencia de la versión original de Mosaic a sus titulares y la volvió a desarrollar precipitadamente, obteniendo Internet Explorer, el penoso navegador que tu ordenador de trabajo todavía elige como predeterminado. Gates y sus secuaces temían que Netscape alcanzara en no mucho tiempo un punto crítico en el que los efectos de red le convirtieran en referencia. Por ello un alto ejecutivo de Windows declaró: “No entiendo cómo IE (Internet Explorer) va a poder ganar… Tenemos que impulsar más a Windows”.

Del mismo modo, se sabe que el vicepresidente de Microsoft, Paul Maritz, al crear su propio navegador gratuito, estableció el objetivo de la empresa: “Ahogar a Netscape”. Cuando se lanzó Windows 98, la compañía había ido más allá y obligó a los fabricantes de ordenadores a incluir Explorer en sus escritorios, colocándolo a la vista de millones de usuarios. Por supuesto, la pregunta acerca de cuál es el mejor navegador no es el tema principal aquí, sino más bien cómo usa la violencia en el mercado un personaje que la prensa pretende definir como un dulce abuelo benefactor.

Las duras tácticas de las guerras de navegadores, así como el interminable desfile de estos juegos de poder que van desde el diseño de chips a los reproductores multimedia, comienzan a pasar factura cuando Estados Unidos, extremadamente favorable a los negocios, finalmente tuvo que tomar medidas. Gates dijo en público: “¿Quién decide qué hay en Windows? Los clientes que lo compran”, pero en una cena de gala la conversación viró a la política y alardeó: “Por supuesto, tengo tanto poder como el presidente”.

De hecho, jugó al golf con el presidente Bill Clinton, cenó con el presidente de la cámara Newt Gingrich y recibió en el campus de Microsoft de Redmond al vicepresidente Al Gore. Como todos los grandes capitalistas, disfrutó de la compañía de personajes poderosos con intereses colindantes, pero las agresivas medidas para tomar nuevos mercados, como el de navegadores de internet, obligó al Departamento de Justicia a actuar.

El consiguiente juicio fue fascinante por varias razones, entre las que destacó la actuación de Gates. Entregó horas de testimonio grabado para el caso, que hoy en día se puede ver online. Además de comportarse como un capullo elitista, evasivo y condescendiente, Gates hizo una serie de afirmaciones que fueron refutadas en el juzgado comparándolas con sus propios emails. Los medios le estaban destruyendo en los telediarios e incluso una revista empresarial tan anodina como BusinessWeek informaba: “Discute con los fiscales la definición de palabras tan comunes como ‘nosotros’ y ‘competir’. Las primeras rondas de su declaración le muestran dando respuestas oscuras y diciendo ‘No recuerdo’ tantas veces que incluso el juez tuvo que reírse. Lo que es peor aún: mucho de lo que el jefe negaba o alegaba ignorar ha sido refutado directamente por la fiscalía gracias a fragmentos de los emails que Gates mandó y recibió”.

Fue en este momento cuando Gates descubrió las maravillas de las donaciones caritativas.

El litigio de Gates
La prensa de negocios ha observado cómo “hace veinte años se asociaba el nombre de Gates con una conducta monopolística, depredadora e implacable”, y que “tras salir muy mal parado durante el juicio antimonopolio de Microsoft, a finales de 1998, la empresa inició un periodo, descrito en su momento como ‘ofensivo seductor’, que buscaba mejorar su imagen (…) Gates contribuyó con 20,3 miles de millones de dólares, el 71% de su contribución total a la fundación (…) en los 18 meses que transcurrieron desde el comienzo del juicio hasta el veredicto”. Un gestor patrimonial declaró en un alarde de sinceridad que “su filantropía le ayudó a reinventar su nombre”.

Efectivamente, la filantropía de los hombres y mujeres más ricos del mundo es uno de los principales argumentos que sus defensores tienen: sí, claro, Gates y otros millonarios ganan mucho dinero, pero luego lo usan para ayudarnos, ¡qué generosos! ¡Fíjate, es más listo que nuestro presidente racista y televisivo! Sin embargo, la filantropía tiende a ser la hoja de parra bajo la que se oculta la clase dominante.

Además, en esta era de recortes de impuestos para los hogares adinerados y de los resultantes déficits en los presupuestos gubernamentales, muchos de los partidarios de acabar con el estado social siguen apuntando a la filantropía privada y a las organizaciones religiosas como las que pueden asumir ese papel. Resulta absurdo: las organizaciones benéficas privadas, incluso a la escala de la de Gates, no pueden responder, ni por asomo, a las necesidades sociales de todo un país de manera independiente, ya sea alojar a enfermos mentales o proveer de vacunas a la población.

Las mismas organizaciones reconocen esto, como dijo la entonces directora de la Fundación Gates, Patty Stonesifer: “Nuestras donaciones son una gota en el mar comparadas con la responsabilidad del gobierno”. Esto se confirmó cuando la fundación asignó 50 millones de dólares a la lucha contra el Ébola en África occidental, mientras que Naciones Unidas estimaba el coste total de contener el brote en unos 600 millones de dólares. Estas cantidades están al alcance de estas fundaciones modernas, pero muy lejos del tipo de compromiso que se les supone. Por supuesto, si las fortunas de los multimillonarios se socializaran y se sometieran a algún tipo de control popular, podríamos ir mucho más allá y realmente tener un sistema de salud público robusto, que permitiera hacer pruebas rápidamente sin ánimo de lucro y que evitara que las epidemias llegaran a producirse.

A veces esto es reconocido incluso por los conservadores partidarios de la austeridad y de los recortes. Milton Friedman, el consejero económico de Reagan y autor de Capitalismo y libertad, escribió en su momento: “Estaría bien poder confiar en las actividades voluntarias de los individuos para que alojaran y cuidaran de los locos, pero creo que no podemos descartar que estas actividades caritativas serían insuficientes”.

Respecto al imperio original de Gates, el Departamento de Justicia de la administración de Bush retiró la exigencia de disolver la empresa, a pesar de que el tribunal federal resolvió que Microsoft mantenía un monopolio de sistemas operativos para ordenadores basados en Intel, y que había usado tácticas monopolísticas ilegales para acabar con otros softwares que le resultaban amenazadores, como Netscape, Sun, Apple... Con todo, Gates sigue siendo hoy grotescamente rico, y por supuesto ha podido retirarse de la junta directiva de Microsoft dictando sus condiciones.

Entretanto, los medios corporativos ayudan encantados a pulir su reputación de generoso benefactor de la humanidad, en vez de la de canalla mezquino y abusón.

Rob Larson.  Colabora habitualmente en Jacobin y es profesor de economía en el Tacoma Community College y autor de Bit Tyrants: The Political Economy of Silicon Valley, publicado por Haymarket Books.

Fuente:
https://ctxt.es/es/20200401/Politica/31980/Rob-Larson-Jacobin-fundacion-Melinda-Bill-Gates-donaciones-fraude.htm. 24/04/20202

lunes, 20 de abril de 2020

Un mundo sin Bill y Melinda. Trump dice que interrumpirá su ayuda financiera a la OMS y la Fundación Gates compensará más de la mitad de ese agujero.

La política ficción, o historia alternativa, es un género minoritario pero poderoso. Recuerdo una novela de los primeros noventa, Fatherland, del periodista británico Robert Harris, que planteaba un mundo de gran realismo cuya única premisa ficticia era que Hitler hubiera ganado la guerra. Es una de las experiencias más turbadoras y desoladoras que he tenido como lector, y no la releería ni por un millón de libras esterlinas. ¿Qué habría pasado si los mejores cerebros científicos del mundo se hubieran apuntado a la Alemania nazi en lugar de salir pitando de allí? Que la bomba atómica habría acabado en manos de Hitler. ¿Y qué si una operación estadounidense de rescate a la República española hubiera llegado a buen fin? Pues que Franco habría perdido la guerra y España se habría ahorrado la miseria corrupta y sanguinaria de cuarenta años de paz, y habría conservado a la mayor parte de su talento cultural, político y científico. Política ficción. Y ahora preguntémonos cómo sería un mundo sin Bill y Melinda Gates.

Trump sostiene que el doctor Tedros ha gestionado fatal la pandemia, lo que sería un buen debate si no lo planteara justo el que la ha gestionado peor, y justo ninguneando los criterios de la OMS Empecemos por la realidad antes de plantearnos esa historia alternativa. Fiel a su pasado de empresario del ladrillo, Donald Trump ha lanzado toda su obesa maquinaria contra la Organización Mundial de la Salud (OMS) y en particular contra su jefe, Tedros Adhanom Ghebreyesus, microbiólogo y antiguo ministro de Salud de Etiopía. El estridente inquilino de la Casa Blanca ha encontrado ahí un filón, un enemigo al que abatir, un tipo de raza dudosa al que imputar todos los males que lastiman a su querida America first, America first, America first, esquivando así las evidentes responsabilidades que él tiene en la crisis de su propio país.

Trump sostiene que el doctor Tedros ha gestionado fatal la pandemia, lo que sería un buen debate si no lo planteara justo el que la ha gestionado peor, y justo ninguneando los criterios de la OMS, como no hace más que repetirle su heroico asesor científico Anthony Fauci. Tal vez para apoyar su farol, Trump anuncia que va a interrumpir su ayuda financiera a la OMS, que supone unos 400 y pico millones de dólares anuales, tal vez un 15% del presupuesto global de la organización médica de Naciones Unidas. Un buen mordisco a lo más parecido a una autoridad mundial que tenemos en esta pandemia, y que tendremos en las próximas. No hablemos ya del sarampión, la malaria, el ébola y la polio, cuyas campañas de vacunación dependen casi por entero de la OMS en África y los países en desarrollo.

La Fundación Bill y Melinda Gates ha anunciado de inmediato que compensará más de la mitad de ese agujero con 250 millones de dólares para proyectos, lo que resolverá la crisis financiera de la OMS junto a las previsibles aportaciones de otras corporaciones privadas, y tal vez de los Gobiernos. Es muy de agradecer, pero ¿cómo sería un mundo en el que no existieran Bill y Melinda? Pensadlo.

https://elpais.com/ciencia/2020-04-17/un-mundo-sin-bill-y-melinda.html

jueves, 16 de mayo de 2019

_- Un héroe del capitalismo. Emir Sader

_- El informe sobre medio ambiente dio pie a interpretaciones que los medios masivos de comunicación adoran: “el hombre es responsable del deterioro del medio ambiente”. Es decir: usted, yo, nuestra abuela, nuestro sobrino, el pobre de la esquina, el niño que pide dinero en el semáforo, el trabajador sin tierra, la enfermera del hospital público; en fin, los 6 mil millones de la población del mundo.

Nada mejor que diluir las responsabilidades específicas y concentradas, diluyendo todo en la naturaleza humana. Todos somos responsables: los que tiran papeles a la laguna, los que contribuyen con la obstrucción de los desagües y quienes contaminan al por mayor con fábricas y ómnibus. ¿Todos por igual? Nada de eso. Ni en lo que hace a las personas, ni en lo que le corresponde a los países. Los Estados Unidos son los que más contaminan en el mundo, proporcionalmente lo hacen muy por encima que su población, y en gran medida debido a sus empresas. Tanto es así, que Bush alega que no firma el protocolo de Kyoto para no perjudicar la competitividad de las empresas estadounidenses: confesión clara de que son ellas principalmente las que contaminan.

Tomemos un caso típico. El capitalismo ya no tiene más héroes. Entonces, los inventa. Tal vez, Bill Gates sea su máxima invención. El mayor benefactor mundial y la mayor fortuna del mundo. ¿Habrá alguna coincidencia en eso?

Los Angeles Times se pregunta: ¿Por qué la institución caritativa más rica del mundo es, al mismo tiempo, accionista de empresas que están en el origen de las contaminaciones sanitarias y ecológicas que ella dice combatir? Y cita a la Fundación Gates, que donó 218 millones de dólares para una campaña de vacunación contra la poliomielitis y la rubéola en el mundo entero, incluido el delta del río Níger. Aunque, al mismo tiempo, la Fundación invirtió 423 millones de dólares en las empresas ENI, Royal Dutch Shell, Exxon Mobil y Total, compañías responsables de la mayor parte de las emisiones de gases que contaminan el cielo de aquella región del río Níger, a niveles aún más altos que los tolerados en Estados Unidos y Europa.

Como ocurre con todas las entidades filantrópicas, la Fundación Gates dedica anualmente por lo menos el 5 % de sus ganancias a donaciones para beneficiarse de las exenciones fiscales. Esta donación subvenciona principalmente acciones de saneamiento, proyectos de mejoras en la educación pública de los Estados Unidos y programas de ayuda social en la región del noroeste del Pacífico.

El 95% restante es invertido buscando rentabilidad sin reparar en las consecuencias ambientales y sociales implícitas en esa búsqueda de ganancias. La Fundación es accionista de numerosas empresas que no respetan los derechos ambientales, discriminan, violan los derechos de los trabajadores o están comprometidas en denuncias por corrupción. Las ramas caritativa y financiera de la empresa, están totalmente escindidas, una no tiene nada que ver con la otra.

La Fundación da con una mano, pero retira con las innumerables manos que tiene extendidas en el mundo entero. Dona dinero, supuestamente, para un mundo mejor, mientras que el 95% de sus recursos multiplican las nefastas condiciones ecológicas y sociales del mundo, ayudando a su deterioro. (Traducción de Ernesto Grance)

- Emir Sader es coordinador general del Laboratorio de Políticas Públicas y nuevo secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

Publicado originalmente en:
AGENCIA CARTA MAIOR. 09/03/2007
https://www.alainet.org/es/active/17151

domingo, 6 de enero de 2019

_- Entrevista al escritor Anand Giridharadas. Cuando los superricos simulan salvar el mundo

Anand Giridharadas, autor de ‘Los ganadores se lo llevan todo’, habla de un nuevo modelo de activismo filantrópico que impulsa panaceas neoliberales y tecnológicas para males sociales

El nuevo libro de Anand Giridharadas, Los ganadores se lo llevan todo (Winners Take All), es un estimulante relato sobre cómo las fuerzas del capital han convertido la reforma social en otro ejercicio de disrupción de mercado gestionado por la élite. Giridharadas narra la movilización de un nuevo modelo de activismo filantrópico que denomina “MundoMercado”: una red de patrocinadores con mucho dinero que se extiende de Davos a Aspen, pasando por Silicon Valley, y que impulsa panaceas neoliberales y tecnológicas para males sociales, como por ejemplo microcréditos y escuelas concertadas. Giridharadas conoce de primera mano la mentalidad y las convenciones sociales de “MundoMercado”, ya que es un antiguo analista de la consultora social McKinsey & Company, un antiguo miembro del Aspen Institute y un veterano del circuito de charlas TED. Hablé con él la semana pasada, tras una charla sobre el libro que distaba mucho del estilo TED y que ofreció en la librería Politics and Prose de Washington.

Chris Lehmann: Estaba pensando en el ejercicio de imaginar un mundo perfecto que propusiste anoche, en el que invitaste al público a imaginar a Mark Zuckerberg como si fuera un auténtico traidor de clase. En principio, el último gran traidor de clase fue Franklin Delano Roosevelt (FDR), autor de la infraestructura del New Deal que nuestra élite política lleva destruyendo los últimos cuarenta años. La mayor parte de sus biógrafos está de acuerdo en afirmar que traicionó a su clase porque contrajo la polio. Viajó a Georgia para someterse a un tratamiento con baños y allí entró por primera vez en contacto real con la pobreza rural, y lo hizo en un contexto en el que su enfermedad le dejó al mismo nivel de sufrimiento que los pacientes pobres de polio que se encontró. En cambio, actualmente tienes a Mark Zuckerberg, que el año pasado organizó un simulacro de campaña presidencial, durante el cual daba la impresión de estar totalmente perdido cuando acudió a una granja de vacas o a una cena en el campo de Iowa. En potencia, la traición de clase es una fuerza muy poderosa, pero ¿cómo se consigue sacar a los multimillonarios de hoy en día de sus burbujas autoimpuestas, sin que haga falta reintroducir el virus de la polio?

Anand Giridharadas: Yo no era consciente de ello cuando empecé a preparar el libro, pero ahora, cuando miro atrás y pienso en las distintas personas sobre las que he escrito, me doy cuenta de algo muy interesante: hay gente en el interior de estas ciudadelas de poder que por cuestiones de identidad personal han conocido el lado negativo de la ecuación de poder, ya sea porque son negros, gais, mujeres o por el motivo que sea, poseen una doble conciencia sobre el sistema. Darren Walker [director de la Ford Foundation] es un buen ejemplo. Está donde está porque cree a pies juntillas en lo que hace. En cierto modo, Darren piensa que si metes a Robert Rubin en una sala, que si metes a Roger Altman [banquero de inversión] en una sala, mejoras el mundo. Creo que lo piensa de verdad. Y también creo que piensa que las salas llenas de este tipo de gente están llenas de mierda y nunca cambian nada. Creo sinceramente que es capaz de pensar esas dos cosas al mismo tiempo, porque ha comprobado la veracidad de ambas situaciones. Y, en cierto modo, las dos son verdad.

CL: Sin embargo, sola una paga su sueldo.

AG: Sí, pero la otra es responsable de su existencia en la Tierra. Y Darren es una de esas personas, de las que hablo en el libro, que aún recibe mensajes de texto de sus primos encarcelados con el mono naranja. Por eso Darren nunca ha podido olvidar las pretensiones y las gilipolleces de la gente con la que comparte oficina cada día. Eso no es exactamente traición de clase, pero es uno de los puntos de los que podría partir, y si llegara a producirse una oleada (si se produjera el tipo de movimiento reformista que defiendo) haría falta un poco de eso. Puede que ni siquiera haga falta tanta gente. Quiero decir, unas pocas personas importantes lograrían marcar la diferencia. Creo que se debe buscar ese tipo de gente con doble conciencia. Por eso puede que no sea un hombre blanco, puede que no sea Zuck o Bezos, pero hay mujeres que han ganado mucho dinero en esa órbita, hay personas de color que han ganado mucho dinero en esa órbita, y creo que ese es un lugar donde se puede empezar a buscar. Por mencionar solo mi propia experiencia, yo he hablado con muchísimas personas en privado, y lo que te voy a decir no aparece en el libro, pero la persona más interesante de Facebook es la que se sienta en esa reunión cada día con otras siete personas que creen firmemente que Facebook está liberando a la humanidad, y es esa octava persona que no está tan segura, porque ha visto el poder que tienen estas herramientas para ayudar de verdad a las personas vulnerables y que piensa: “Dios mío, esta gente está loca”.

CL: Sí, pero ¿cómo abordar el control de algo como Facebook? Como dijiste en tu charla de anoche, los senadores no saben por dónde empezar la tarea de regularlo; se ha convertido en algo así como una versión monopolista de una ciudad-estado autónoma.

AG: Creo que la esperanza fundamental de mi libro, y solo me di cuenta de esto a medida que avanzaba con él, es que resulta mucho más fácil decir: “Esto es interesante”, que decir: “Oye jefe, creo que todo lo que rodea a nuestra organización es un fraude”. Para alguien de veinticinco años es difícil decir: “En esta empresa todo es una mierda”; sin embargo, es mucho más fácil decir: “Oye jefe, han publicado un artículo en el Times este fin de semana, no es que esté de acuerdo con todo lo que dice, pero es interesante. A lo mejor deberíamos reaccionar”. Y creo que un libro, o este tipo de intervenciones culturales, puede conseguir eso, enganchar a las personas que están en esas órbitas y hacer que cambien su forma de pensar sobre lo que hacen y conectarlas entre ellas.

CL: Sinceramente, veo un motivo para la esperanza (pese a que no soy muy optimista acerca del futuro) en la explosión de interés que estos temas han despertado entre las nuevas generaciones. También creo que dentro de la burbuja de Washington D.C. la gente no entiende el nivel de desencanto con Obama que existe entre los jóvenes reformistas. El movimiento de Sanders apeló a ese desencanto, haciendo de la desigualdad un tema central.

AG: Correcto, hablaba de todo lo que Obama no pudo solucionar a pesar de toda la esperanza y los cambios.

CL: Y lo más sorprendente es que en 2008 los demócratas consiguieron incluir al movimiento joven en sus filas, ya que comprendieron que les aportaba una enorme ola de votantes motivados que podrían elevarlos al podio, pero en 2016 se esforzaron de forma deliberada en expulsarlos.

AG: Sí, debo decirte que mi experiencia con este libro me ha sorprendido mucho a la hora de ver quién necesita una explicación de un minuto y quién necesita una explicación de siete segundos. Y ha sido un poco al revés de lo habitual, en mi experiencia. Cuando estoy en el este de Ohio y digo: “Esto va de gente rica fingiendo que salva el mundo”, me interrumpen y saltan: “Ah sí, Mark Zuckerberg”. Lo pillan porque están en el lado equivocado del falso cambio desde hace treinta o cuarenta años. Las personas de diecinueve o veinte años también tardan siete segundos en entenderlo. Pero las personas que viven en los barrios acomodados de Washington D.C. se sorprenden al escuchar que el dinero que manda a África su fondo de inversión no sirve para hacer que el mundo mejore.

CL: Así es; es verdad que los recién graduados están metidos en deudas aplastantes y que la marginada clase trabajadora del este de Ohio sabe que los han jodido, pero las instituciones permanecen en manos de las fuerzas que describes en tu libro como “MundoMercado”, gente que puede tener buenas intenciones, pero que en realidad están alimentando este mundo sin saberlo.

AG: Sí, pero volviendo al asunto de la traición de clase, podrían pasar un par de cosas, siendo optimistas. Chris Hughes [el cofundador de Facebook] es un ejemplo de alguien dentro del MundoMercado que posee una perspectiva interesante. Ya sabes, creo que Chris Hughes no tendría problemas en vivir en una sociedad que fuera más severa con personas como Chris Hughes. Una cuestión es, ¿podemos hacer que algunos de esos grandes donantes cambien su forma de donar? Por ejemplo, creo que Bill Gates, con todo el dinero que dona para educación (y lo podría hacer mañana por la mañana después de leer esta entrevista), podría donar algo así como mil millones de dólares… Hay un caso del Tribunal Supremo [San Antonio ISD contra Rodríguez] que dictó [en 1973] que la igualdad de financiación de las escuelas públicas no es un derecho, que la Constitución no prohíbe la discriminación de clase. El componente de la clase en todo esto no va a cambiar; si quieres darle la vuelta a esto tienes que hacerlo a través de la raza. Es difícil, pero probablemente haya pocas decisiones judiciales que sea tan importante revocar.

CL: Bueno, Citizens United…

AG: Sí, hay varias; pero esa [San Antonio contra Rodríguez] es una decisión en la que existe un evidente caso de bien y mal. No creo que ni siquiera los conservadores de derechas puedan defender sin saltarse sus principios que un niño de seis años reciba una educación de menor calidad a causa del valor de la casa que poseen mamá y papá.

CL: Sin embargo, sí lo hacen, y ese es el statu quo actual.

AG: Pero nunca lo defienden en voz alta. La defensa que se hace de Citizens United se basa en una convicción ardiente y sincera en que el gobierno no debería poner freno a la libertad de expresión. No estoy de acuerdo en lo que dicen, pero creo que lo defienden de manera sincera. Nunca he escuchado a un rico [afirmar] que un niño de seis años merece una educación peor por lo que vale su casa. La respuesta siempre es: “Bueno, es complicado, no es fácil…”.

CL: Pero sí que dicen: “Bueno, hay una patología familiar, una cultura de pobreza que genera esos resultados tan dispares, y ahí el Estado no puede intervenir de manera constructiva”.

AG: Pero aun así no es una defensa ruidosa, de principios fundamentales, que diga “este es el mejor mundo”. El New York Times publicó hace poco un artículo sobre algunas de las demandas judiciales atascadas en los tribunales que intentan revertir esa decisión judicial. Si dedicas mil millones de dólares a mover ese juicio en el Tribunal Supremo, es un ejercicio de poder probablemente excesivo para una sola persona, pero tendría que trabajar con demandantes de verdad, tendría que trabajar con el Estado de derecho, tendría que trabajar con un tribunal de verdad. Y si ganas ese caso, el sistema en Estados Unidos habrá cambiado, de la noche a la mañana.

CL: Cierto, pero mi lado cínico cree que eso no sucederá porque no alimenta la vanidad de Bill Gates. Eso, como tú sostienes, es lo que estimula a los grandes capitales que están detrás del movimiento de las escuelas concertadas, que es una reforma escolar sin ningún valor objetivo que no obstante imita el modelo con el cual esta nueva clase de donantes ha hecho fortuna: una disrupción o innovación que satisface las necesidades del mercado. Llegan a creer que el camino que siguieron para establecer un monopolio en el mercado no solo resulta eficaz para ellos, sino que es moralmente superior.

AG: En líneas generales, eso es cierto, y por eso escribí el libro. Pero hay un puñado de personas que son tan ricas que pueden permitirse cambiar los últimos diez o veinte años de su vida y decir “que le den”. Y es gente rara, que cree que así es como fueron capaces de acumular esas fortunas. Quiero decir, el modelo de negocio de Amazon es muy raro y no ha dado beneficios hasta hace poco. Por eso, retomando el tema de “cómo revivir la experiencia de la polio”, lo que resulta antropológicamente interesante sobre estas personas es que les gusta disfrutar de esas experiencias raras. Sí, es cierto, tienen hermosas casas y esas cosas, pero son diferentes de la gente de finanzas. En mi experiencia, esa gente hace cosas raras. Organizan grandes eventos para artistas, y sí claro, la vanidad está presente, pero muchas de esas personas son coleccionistas de rarezas, de experiencias, y lo que quieren es que se les plantee un reto.

CL: Así que Bill Gates en persona hizo propaganda de tu libro, como descubrimos en la sesión de preguntas de anoche. ¿Ya has recibido reacciones de otras personas del círculo del Aspen Institute o del mundo de TED? Y de ser así, ¿de qué manera te han sorprendido esas reacciones?

AG: La sorpresa más grande ha sido la ausencia de una reacción severa. Me esperaba un muro defensivo.

CL: ¿Entonces no has perdido ningún amigo?

AG: Bueno, no lo sé. Solo diré un par de cosas: pensé que recibiría emails agresivos, pero no ha sido así. Hay emails sorprendentemente efusivos que dicen: “Estás haciendo que me mire a mí mismo de una forma que nunca pensé que lo haría”, y de esos he recibido un montón. Y luego hay bastante silencio y todavía no sé cómo interpretarlo. Creo que el libro ha alcanzado una cierta importancia, por lo que no conviene mandar ningún email agresivo ahora mismo. Por eso no sé, sinceramente, cuál es la opinión general. Lo que sí diré es que me ha impresionado la magnitud, es decir, recibo muchos, muchos mensajes al día de todo tipo de gente que me dice: “Queremos ser algo mejor”.

El espíritu de esto que te digo quedó plasmado en público. No sé si conoces la Stanford Social Innovation Review; bueno, pues pidieron a Mark Kramer, un inversor de capital riesgo que diseñó junto a Michael Porter el marco de valor compartido del que hablo en el libro, que escribiera una reseña sobre él. Cuando escuché que iba a escribir una crítica pensé: “me va a destrozar”, pero su texto es una reseña reflexiva y maravillosa. Estamos hablando de un tipo con canas que afirma: “Este libro me está obligando a considerar el trabajo de toda mi vida. ¿Ayudé de verdad a personas durante mi carrera profesional? ¿Soy la persona que creo que soy?” Me ha sorprendido muchísimo cómo la gente tiene la capacidad de preguntarse eso, no tengo tan claro que yo estuviera en disposición de hacerlo si un libro me interpelase así. Y eso me da ánimos, aunque no creo que haya sido por mí o por el libro. Creo que se debe sobre todo a Trump. He estado plenamente convencido de ello desde que ganó Trump. No creo que se pueda entender a Trump sin pensar que todos la hemos cagado.

CL: Es verdad, y por eso, sea cual sea el resultado de la investigación Mueller (no me cabe duda de que se produjo algún tipo de injerencia rusa, aunque no fuera una intervención con espionaje masivo) necesitamos reconsiderar cuáles son los fallos del neoliberalismo.

AG: Son dieciocho fallos de sistema paralelos y descoordinados que han tenido lugar al mismo tiempo.

CL: Sí, y por utilizar un grado sencillo de simbolismo político y regresar de nuevo a Franklin Delano Roosevelt: una de las primeras cosas que hizo fue convocar la comisión Pecora para elaborar un relato fidedigno del crac de 1929 y meter a los responsables en la cárcel. ¿Eric Holder procesó a cuántos, a un banquero tras el colapso de 2008? ¿Qué imagen de gobernanza democrática ofrece eso?

En mi ciudad natal de Iowa, que como Ohio del este forma parte del movimiento de votantes del alto medio oeste que elevó a Trump, la gente miraba ese fracaso y su propia decadencia (recordemos que esta era la capital mundial de fábricas de aperos de labranza que quedó arrasada después de la crisis agrícola de la década de 1980, que sufre la crisis de la metanfetamina y los opiáceos, etc.) y aunque la gente con la crecí no son racistas hasta la médula, llega este demagogo diciendo que tienen que culpar a los inmigrantes, a la gente de color, a cualquiera que no sean los banqueros y los monopolistas que se han beneficiado de su miseria.

AG: Y aunque solo estuvieran buscando un chivo expiatorio, esa reacción no explica cómo llegaron a ese punto. Y por eso es ridículo todo este debate sobre si la ansiedad económica o la búsqueda de un culpable son las responsables, lo peligroso es la interacción entre ambas. La gente racista con buenos trabajos es un poquito menos peligrosa para nosotros que la gente racista que pasa hambre. Y la gente que ha sido económicamente marginada y que es racista es todavía más peligrosa que la gente racista que no ha sido económicamente marginada. Hay que solucionar ambas cosas.

CL: Claramente, la lección que se puede aprender de Trump es que la gente rica que además es racista es extremadamente peligrosa.

AG: Pero lo más esperanzador de todo esto es que Trump te priva de la excusa; creo que Trump ha diluido una parte de la postura defensiva que me esperaba respecto a mi libro, porque algunas de estas personas piensan: “Vale, me estás diciendo que hice algo mal. Puedo entenderlo”. La presunción ahora está a favor de la culpabilidad en lugar de la inocencia.

CL: Estaba pensando a raíz de un comentario que hiciste anoche, sobre que Trump ha contribuido a empañar, si no a desprestigiar por completo, la credibilidad de los superricos que menosprecian la reforma social, y no estoy seguro de estar de acuerdo. En la cultura general, Zuckerberg y Bezos todavía son considerados amos del universo. Mira a Tom Steyer, el multimillonario que cogió 40 millones de dólares y en lugar de utilizarlos para cambiar los barrios, ha financiado una campaña publicitaria para apoyar el proceso de destitución de Trump, algo que se asemeja mucho a una versión concienciada del tipo de dinámica de mierda que describes.

AG: Así es, y mira el tipo de patrocinadores que los demócratas han cultivado: Oprah, Howard Schultz, Michael Bloomberg.

CL: Uno de los momentos en que pensé que posiblemente Hillary iba a perder fue cuando los demócratas organizaron esos mítines enormes con Springsteen en Filadelfia y con Beyoncé en Cleveland, lugares donde la pobreza y la desindustrialización se han prolongado de manera real, y va esta colección de ricos y famosos a representar al partido. En cambio, la psicodinámica del mitin de Trump te hacía sentir empoderado y parte de algo si eras viejo, blanco y estabas lleno de resentimiento. La sensación era: “Este es mi hombre, mi movimiento, este va a luchar contra la élite”.

AG: Esto que voy a decir es un poco tangencial, pero una de mis frustraciones con el partido demócrata es que creo que hay una fusión de tácticas y estrategias. Me encanta la idea del partido demócrata, su estrategia, su fondo, ser amable, generoso e inclusivo, ser para la gente y no malvado y enfadado, me encanta eso.

Pero en relación con la cuestión táctica, que en mi opinión necesita estar totalmente separada del fondo, si hablamos de un entorno político que contiene algo de rabia, miedo o culpabilización, además de esperanza, hay que señalar a los malos, hay que ir contra la gente que está causando los problemas, hay que señalar con el dedo. Luchar por una política inclusiva no significa que tu tono tenga que ser inclusivo siempre.

CL: De nuevo, no es por a mencionar a Franklin Delano Roosevelt, pero en su discurso de candidatura de 1936…

AG: Claro: “Bienvenido sea su odio”, pero hoy en día ¿qué demócrata diría eso?

CL: Ninguno, ¿estás de broma?

AG: Hoy en día, el partido demócrata es literalmente lo único que evita que varios grupos de personas en EE.UU. sean aniquilados, de una forma u otra, ya sea mediante políticas o deportaciones. Si tienes esa responsabilidad, y no estás dispuesto a levantar un poco la voz, no estás atendiendo de verdad a esas personas. Tienes que gritar y sabes que tampoco puede ser todo sobre Trump. El partido demócrata necesita ser un partido que esté dispuesto a ser agresivo en política para luego ser agradable en las políticas.

CL: El eslogan que ha utilizado el Comité demócrata para la campaña al Congreso en estas elecciones a mitad del mandato es “Para la gente”, pero el tema es que el partido necesita ser la gente.

AG: ¿Quién se siente representado en este partido de cuántos, 125 millones de personas? ¿Qué algoritmo nos ha colocado a Nancy Pelosi y Chuck Schumer como líderes?

CL: Te diré qué algoritmo: el de la recaudación de fondos en política.

AG: Correcto. Y por el contrario, ahí tienes a alguien como Tim Ryan, que conocí justo el otro día. Es una persona que sabe hablar, su corazón está en el lugar adecuado en todos los temas relacionados con la igualdad, la justicia y la inclusión. Y también sabe enfrentarse al tipo de gente a los que ganó Trump. Pero no va a darles absolutamente nada de cuartel en temas relacionados con la inmigración o los asuntos de la guerra cultural. Y luego tienes a gente como [Andrew] Gillum en Florida y [Alexandria] Ocasio-Cortez. Ningún algoritmo lo habría previsto tampoco. Yo creo que están pasando cosas. Y creo que, por poner un ejemplo, Cynthia Nixon está redefiniendo lo que podría ser la candidatura de alguien famoso. Ella también es una traidora de clase; es una manera de utilizar su fama para decir: “¿Ves?, puedo permitirme estar en contra de mi gente”, en lugar de utilizarla para decir: “¿Ves?, puedo permitirme presentarme a unas elecciones”.

CL: Y tú también, en menor medida, eres un traidor de clase: segunda generación de consultores en McKinsey, miembro del Aspen Institute y orador de charlas TED.

AG: Mis dos charlas TED fueron una especie de preparación previa de este libro. Una estaba basada en mi último libro, y terminó con esta lista de desafíos para oyentes privilegiados: “Si cobras un sueldo al año y no a la hora, si no conoces a nadie que haya estado enganchado a la metanfetamina, puede que no sepas lo que pasa de verdad en Estados Unidos”. Y la segunda fue justo después del Brexit, algo improvisado justo antes de Trump. Se titulaba Carta para todos los que han perdido en esta época. Fue un extraño recurso literario, porque era una carta, pero no de mí, era una carta escrita como si fuera en nombre de los plutócratas, para la gente que han dejado al margen durante los últimos treinta o cuarenta años. Y es una carta que pide al mismo tiempo perdón y que trata de expiar la culpa por desatender a la gente normal en esta época y que afirma pasionalmente que los autócratas demagogos y el racismo no son la respuesta al dolor legítimo que sienten como consecuencia de los cambios que se han producido.

Ese es el motivo, en parte, de que piense que una política agresiva, pero saludable, puede resultar muy útil en este preciso momento, a diferencia de una política de aspecto noble que pretenda sentar a los multimillonarios alrededor de una mesa. Lo que consigue eso es dejar un gran espacio disponible para que los malos lo exploten por los motivos equivocados.

CL: Esa es la falacia del “Cuando ellos bajan, nosotros subimos”.

AG: Eso es, aunque también quiero decir que comprendo profundamente los motivos de que el primer presidente afroamericano, y más que nada su mujer, hablaran de los feos ataques que recibió su familia. Comprendo profundamente el imperativo personal que opera en este caso. Eso era lo correcto para ellos. Y todavía ni siquiera estábamos en la era Trump.

CL: Sí, pero también está el problema para Obama de que, al ser el primer presidente afroamericano, lo último que se podía permitir políticamente hablando es parecer un hombre negro furioso.

AG: Claro, pero creo que sabes que ya no estamos en esa era. Y si existe un cierto deseo entre la gente de que su rabia se vea reflejada en ellos mismos, de que sea elevada y canalizada para hacer cosas constructivas, ¿vas a dejar sin atender ese hambre de rabia, para que venga un papanatas malvado y demagogo y satisfaga ese deseo?

CL: Me interesa saber lo que piensas, ya que lo que se describe en el libro es una sigilosa adquisición por parte de los ricos no solo del sector filantrópico, sino del sector universitario, del ecosistema mediático…Sin embargo, creo que una poderosa institución que podría responder a todo esto es el movimiento sindical. A pesar de la baja representación sindical que existe hoy en día, si se habla de temas centrales de poder político, los sindicatos son una buena manera de que la gente viva la experiencia tanto de tomar el control de sus propias vidas como de observar los resultados inmediatos que eso produce.

AG: Y sobre ese tema yo pienso que tenemos que ser conscientes de dos cosas: una es que ha habido una guerra sin precedentes contra los sindicatos, organizada por el gran capital y consumada por la política; y también que es cierto que se ha fracasado a la hora de innovar y adaptar los sindicatos a la realidad de la vida actual.

CL: Sí, hay motivos para que en la mente popular, cuando se piense en los sindicatos, lo primero que se venga a la mente es un líder sindical blanco, viejo, gordo y corrupto.

AG: Cierto y, en cierto sentido, si eres una fuerza organizadora, tu trabajo es hacer que la gente te considere importante. Y no creo que hablen con los conductores de Uber, es decir, sí, hacen el esfuerzo, pero no creo que hablen a sus corazones. Y no creo que hayan hecho un gran trabajo a la hora de recrear entre la gente la sensación de comunidad que solían infundir. Creo que eran muy buenos hablando con gente en Flint, en mítines y en barbacoas, pero ese ya no es el mundo en el que vivimos. ¿Todavía no saben, sin ánimo de ser superficial, a qué juegan en las redes sociales? Tienen que adueñarse de memes, tienen que ser una fuerza cultural. Igual que hace cincuenta años cuando terminabas el instituto y estabas orgulloso de tener un trabajo sindicado, necesita ser algo atractivo. Tienen que entrar en el juego, conseguir el apoyo de famosos, etc.; entrar en el juego, pero utilizarlo con fines subversivos. Y hay gente que ya lo está haciendo, como elworkers Lab; tengo un amigo que trabaja ahí. En el SEIU están intentando averiguar qué aspecto tiene un sindicato en el siglo XXI. Creo que ese es otro lugar donde se puede encontrar un traidor de clase en búsqueda de una causa que apoyar, poner dinero para ayudar a que los sindicatos se reinventen es precisamente el tipo de causa en la que sabes que va a hacer falta dinero para conseguirlo. Pero resolver ese problema podría generar un cambio de sistema que otros programas no conseguirían.

CL: Eso sería una propuesta complicada para Jeff Bezos, que ha precarizado una gran cantidad de mano de obra con Task Rabbit.

AG: Quizá, o quizá sea lo mejor que le puede pasar. Imagínate a Jeff Bezos dedicando el resto de su vida a intentar averiguar cuál es el futuro de la protección laboral.

CL: En la vida real, lo que quiere es colonizar la Luna. Creo que tienes más oportunidades con Bill Gates, que básicamente amasó su fortuna a partir de un monopolio patentado, a diferencia de Bezos que se levanta cada mañana pensando: “¿cómo puedo obtener una mayor plusvalía de mis trabajadores?” Pero lo más importante sugiere que ya se está produciendo un movimiento orgánico hacia una mayor solidaridad entre trabajadores, por eso creo que la militancia del DSA –Socialistas Democráticos de América– se ha multiplicado más o menos por treinta en los últimos dos años.

AG: Cuando pienso en lo que está pasando con el DSA, o lo que está sucediendo con gente fuera del DSA, como Gillum, y francamente, incluso cuando miro a Trump y a la heterodoxia en el comercio, me doy cuenta de que hay una coalición emergente que aún no se ha fusionado. Representa un 60-65 % de la población de Estados Unidos, y mi enfoque personal a este respecto es que se trata de gente que siente que el futuro se burla de ellos. Existe un subgrupo de personas que siente que el futuro se burla de ellos en todos los aspectos: identidad, raza; claro, ser blanco ya no es lo que era. Hay gente que lo entiende porque no han tenido un trabajo desde hace años. Hay gente que llega hasta ese punto porque tienen deudas asfixiantes con 23 años; hay gente para los cuales todas estas cosas están pasando, hay gente para los cuales solo algunas de estas cosas están pasando. Están los que pertenecen a una minoría o son mujeres que sienten que el cambio no se está produciendo lo suficientemente rápido. Existe una gran coalición de personas que piensa “que le den por el culo al futuro” y “no siento que tenga uno”. Creo que hay espacio ahora mismo para que los políticos creativos aprendan una cosa de Trump: las coaliciones extrañas son posibles. Puedes alejarte bastante de la ortodoxia del partido y, en este sistema, el partido te seguirá la corriente. Vivimos en una época en la que la gente tiene sus propios seguidores y eso te da mucho poder. No estoy seguro a ciencia cierta, pero imagino que Trump tiene más seguidores en Twitter que el partido republicano, imagino que Barack Obama tiene más seguidores en Twitter que el partido demócrata. E imagino que eso será también verdad en el caso de los próximos candidatos. Por eso vivimos en una época en la que los individuos pueden permitirse alentar estas nuevas coaliciones.

CL: Sí, me dio la impresión de que la candidatura de Sanders también lo demostraba. Allá por la década de 1990, cuando yo trabajaba para la revista In These Times, Bernie Sanders escribía para nosotros, porque era por aquel entonces el único miembro socialista del Congreso, y elaboraba tristes reportajes sobre sus vanos esfuerzos por inclinar el gobierno de Clinton hacia la izquierda. Si me hubieran dicho por aquel entonces que un día sería un candidato creíble para la nominación presidencial del partido demócrata, no me lo hubiera creído ni en un millón de años.

AG: Y mira, si Bernie hubiera sido veinte años más joven, una persona de color, o (según me cuentan) un hombre más amable en el ámbito interpersonal, si hubiera tratado a sus trabajadores del mismo modo que sugerían sus políticas, creo que el resultado podría haber sido muy diferente. Eso demuestra que actualmente hay un terreno fértil para iniciar una época de reformas. Y no puedes mirar solo a la gente que está ahí ahora mismo. Creo que hay un montón de pruebas de que las semillas necesarias están esperando a ser recolectadas. Pero eso requiere esfuerzo.

CL: Claro, requiere tiempo y paciencia. Creo que acertaste en tu charla de anoche cuando sugeriste un periodo de cincuenta años hasta que surtan efecto las reformas significativas.

AG: Y eso son cincuenta años de trabajo.

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Chris Lehmann es redactor jefe de The Baffler y autor de Cosas de ricos. Su último libro El culto al dinero, está disponible en Melville House.

Traducción de Álvaro San José.

Este artículo se publicó en inglés en The Baffler.

Fuente: http://ctxt.es/es/20181121/Politica/22907/Anand-Giridharadas-Chris-Lehmann-activismo-filantropico-marc-zuckerberg-panaceas-neoliberales.htm

martes, 29 de mayo de 2018

Filántropos emergentes. El ejemplo de Madame He, una de las pioneras de la nueva filantropía en China, merece ser observado: financia acciones a gran escala para la conservación de los océanos y de especies animales en extinción.

Madame He Quianov (51), nacida en una familia humilde en China, está encabezando los avances de la filantropía empresarial en el país más poblado del mundo. Descolló en su actividad empresarial con Beijing Orient Landscape & Environment, una empresa líder en la provisión de servicios de gestión ambiental del agua en su país que también ofrece servicios de construcción de paisaje, restauración de suelos, agricultura ecológica y protección ambiental. Su fortuna personal la ha colocado en el puesto 99 de la lista Forbes de millonarios de China, y es la 13ª mujer empresaria con más éxito. Mujer, innovadora internacional en arquitectura centrada en jardines y en la preservación de la naturaleza y muy rica; todo ello bastaría para realzar su figura.

Pero, trazando rutas, He fue mucho más lejos. Se comprometió al máximo con causas públicas como el empoderamiento de la mujer, el desarrollo de la filantropía en el país y su vinculación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y con la preservación del medioambiente. Ahora también con el fomento de la cooperación Sur-Sur en alianza con la oficina a cargo de ella, en la ONU.

Es una figura paradigmática de la nueva filantropía que está emergiendo en una nación de influencia cada vez mayor en los destinos del mundo.

En 2010, Bill Gates y Warren Buffet visitaron China para presentar su iniciativa mundial El compromiso de dar y conseguir interesar a las élites de ese país. Su proyecto postula que las 400 mayores fortunas del mundo suscriban públicamente un acuerdo para entregar durante sus vidas la mitad de su patrimonio o más para solucionar los problemas humanos más críticos de nuestro tiempo. La apelación de ambos se hacía desde el ejemplo.

Gates creó la mayor fundación de la Historia, la llamada Bill & Melinda Gates Foundation, y se centró la salud global, la reducción de la pobreza y la mejora del acceso a la educación. Cuestiones muy graves para amplios sectores empobrecidos de la población como las vacunaciones de los niños, las carencias de agua potable y los déficits de instalaciones sanitarias que golpean a 4.500 millones de personas, entre otras, no eran analizadas porque los afectados no constituían mercado.

La Fundación incidió sustancialmente en estos y otros campos con su acción y sus alianzas estratégicas con Gobiernos, organismos internacionales y empresas. Entre los años 2000 y 2016 desembolsó 41.000 millones de dólares. Buffet, el oráculo de Berkshire, el inversor estrella de los mercados financieros, donó a la Fundación Gates el 99% de sus acciones en su Fondo, valoradas en 30.000 millones de dólares. En la época de la donación, el 2006, la revista Fortune, lo llamo “el mayor aporte filantrópico de la historia”. Resalto que parecía mucho, pero que con su familia percibían que tener más del 1% que les quedaría no aumentaría su bienestar, ni su felicidad, y que en cambio el 99% restante podría ayudar a muchos.

A pesar del ejemplo, y el liderazgo empresarial global indiscutido de ambos, la respuesta que encontraron inicialmente en China fue distante. No obstante, personalidades como He, Niu Genshang —fundador del gigante lácteo chino Mengniu Dairy— y Wang Zennyao —presidente del Instituto Chino de Filantropía Global, que reúne actualmente a filántropos de primera fila de Oriente y Occidente— han trabajado con ahínco para que la situación cambie. En 2005 se estableció la primera fundación privada en China. En 2016 había 398. En 2006 se destinaron 10.000 millones de dólares a donaciones; en 2016, 125.500 millones de dólares.

Sin embargo, es poco para China, que tiene un potencial filantrópico enorme. Su economía ha crecido aceleradamente respecto a los promedios mundiales. Su producto bruto per cápita aumentó de 5.670 dólares en el 2000 a 22.864 dólares en 2016. De acuerdo con el Informe Global de Riqueza del Credit Suisse, en 2016 tenía 319 milmillonarios, justo por detrás de Estados Unidos, con 565. China tenía 1,6 millones de residentes con más de 50 millones, una cantidad solo superada por el país norteamericano. En total, el aporte filantrópico en China significa el 0,1% del producto bruto, comparado con el 2% en Estados Unidos.

El avance de las metas de desarrollo sostenible es urgente en un mundo donde en 2016 murieron 2,6 millones de bebés antes de cumplir un mes por causas prevenibles y tratables, como nacimientos prematuros, complicaciones en el parto e infecciones como la sepsis y la neumonía. En un mundo donde el calentamiento global sigue en ascenso y una tercera parte de los corales han desaparecido. La filantropía sola no resolverá los problemas, pero puede ser un aliado formidable de políticas públicas de calidad e impacto.

El ejemplo de Madame He, una de las pioneras de la nueva filantropía en China, merece ser visto con atención. Está financiando acciones a gran escala para la conservación de los océanos y de especies animales en riesgo de extinción. Ha contribuido a la formación de 5.000 mujeres empresarias en las universidades en materias relacionadas con la economía verde, y ha fundado con Bill Gates, Ray Dalio y otros un Instituto para el desarrollo de la filantropía en China y el mundo. Después de la firma del Acuerdo de Paris creó el primer fondo generado por la sociedad civil para la cooperación Sur-Sur en la lucha contra el cambio climático. Su acción y las de los otros renovadores de la filantropía empresarial en China hacen honor a una antigua sabiduría bíblica que reza: “Más vale encender una vela que maldecir a la oscuridad”.

Jorge Chediek es director de la Oficina Sur-Sur de la ONU y enviado especial del secretario general de la ONU para la Cooperación Sur-Sur.

Bernardo Kliksberg es asesor estratégico de la Dirección de la Oficina Sur-Sur. 

https://elpais.com/elpais/2018/03/27/planeta_futuro/1522144916_462396.html?rel=str_articulo#1525979737781