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sábado, 20 de abril de 2024

Por qué Oppenheimer se estrenó en Japón casi con un año de retraso y qué reacciones está causando en el único país atacado con bombas atómicas

Un afiche de "Oppenheimer" en Japón

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

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"Oppenheimer" se estrenó el 20 de julio de 2023, pero en Japón no llegó a los cines hasta este viernes


Casi nueve meses después de su estreno, y luego de haber sido la gran triunfadora de los Oscar 2024, finalmente “Oppenheimer” llegó a los cines de Japón este viernes.

No ha sido una decisión sencilla para los productores y distribuidores.

Y es que el filme del director Christopher Nolan retrata los intensos meses en los que el físico estadounidense J. Robert Oppenheimer lideró el ultrasecreto Proyecto Manhattan.

El trabajo del científico y un puñado de expertos dio como resultado la creación de la bomba atómica. Y como la misma película retrata, dos de esas bombas se lanzaron en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

Es una de las heridas abiertas de la historia de Japón, donde murieron al menos 140.000 personas tras la caída de las dos bombas en agosto de 1945.

“Me sentí casi ofendida por cómo ellos hablan de Hiroshima en una sala de reuniones, pero sin pensar en la gente”, le dijo a la BBC una espectadora sobre una de las escenas del filme.

Otros dijeron que les llamó la atención la forma Occidental de narrar la historia.

"Que tengan una oportunidad de verla"

Los productores de la película, que ya ha recaudado casi US$1.000 millones en taquilla en todo el mundo, habían retrasado su estreno en Japón por lo traumático que fue en ese país lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial.

El director Christopher Nolan reconoció el año pasado que la proyección de la película en Japón debía darse “adoptando un enfoque muy cuidadoso” sobre la sensibilidad de los japoneses.

“Pero la película se ha proyectado en todo el mundo, así que creo que es apropiado que los amantes del cine en Japón, las personas que estén interesadas en ver esta obra, después de haber oído hablar de ella en el resto del mundo, tengan una oportunidad de hacerlo”, le dijo el director a la publicación CinemaBlend.

Hiroshima después de la bomba atómica

Hiroshima después de la bomba atómica

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

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Hiroshima (en la foto) y Nagasaki quedaron arrasadas por las detonaciones atómicas.

Con el respaldo de Universal Studios, la distribuidora Bitters End programó el estreno en Japón para este mes. La compañía señaló a la revista Time que tomaron la decisión luego de meses de “diálogo reflexivo” sobre el tema.

“Sentimos que Christopher Nolan ha creado una experiencia cinematográfica singular que trasciende la narración tradicional y debe verse en la pantalla grande. Invitamos a la audiencia a ver la película con sus propios ojos en lo que respecta a Japón”, manifestó la compañía.

A nivel internacional, Nolan ya había sido cuestionado por la prensa y el público por su decisión de no mostrar imágenes reales sobre la devastación causada por las bombas en Hiroshima y Nagasaki. El director dijo que a veces mostrar “menos puede ser más”, pues consideró que la película transmite el hecho de que fueron eventos traumáticos.

“No es que Christopher Nolan ignore el poder destructivo de las bombas. Hace un gesto hacia él cuando presenta a J. Robert Oppenheimer, el físico nuclear interpretado por Cillian Murphy, imaginando un holocausto nuclear mientras pronuncia un discurso de celebración ante sus colegas después del lanzamiento de la bomba sobre Hiroshima”, reflexiona la profesora de historia Naoko Wake en un artículo del portal The Conversation.

Una niña orando en Hiroshima

Una niña orando en Hiroshima

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

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Japón ha recordado cada año a las decenas de miles de víctimas que murieron en 1945.

“Pero lo que Oppenheimer ve en esta alucinación es el rostro de una joven blanca que se despega (interpretada por la hija de Nolan, Flora), no el de los japoneses, coreanos y asiático-estadounidenses que realmente experimentaron las bombas", continuó,

"Oppenheimer aparta la mirada de las imágenes de la zona cero de Hiroshima cuando se las muestran a él y a sus colegas del Proyecto Manhattan. Mientras observaba esta escena, me preguntaba si esta decisión animaría al público a mirar hacia otro lado también”.

Los espectadores japoneses que hablaron con la BBC, tuvieron reacciones diversas.

“Asco” y “nueva perspectiva”

La corresponsal de la BBC en Japón, Shaimaa Khalil, habló con algunos asistentes a un cine en Hiroshima este viernes, literalmente a metros de donde cayó una de las bombas, para conocer su opinión sobre la película.

Una espectadora, Erika Abiko, no dudó en expresar su rechazo: “Me dio mucho asco ver la euforia de la gente, su alegría por el experimento y el lanzamiento de las bombas atómicas", señaló en referencia a cómo muestra el filme las celebraciones por el éxito del Proyecto Manhattan.

Erika Abiko

Erika Abiko
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Erika Abiko habló con la BBC.

Mayu Seto, quien es una activista contra las bombas nucleares, dijo que se sintió “impactada” por cómo los personajes olvidaban hablar de las posibles víctimas.

Me sentí casi ofendida por cómo ellos hablan de Hiroshima en una sala de reuniones, pero sin pensar en la gente”, expresó.

Un joven, Masato Deyanama, reflexionó somo cómo la película muestra a Oppenheimer como “un gran hombre”, pero con conflictos internos.

“Es realmente interesante que se muestre de manera clara que no podía ocultar el arrepentimiento y la culpa dentro de su corazón”, consideró.

Kanae Kume, una estudiante, dijo que la película le mostró como se vio lo sucedido desde el exterior.

“Cuando oí las palabras ‘el uso de bombas atómicas salva vidas’ sentí que entendí una nueva perspectiva desde el punto de vista estadounidense, o desde el punto de vista mundial”.

martes, 3 de octubre de 2023

La esquizofrenia, inteligencia, sangre y delicadeza de Robert Oppenheimer.

El responsable científico del ‘proyecto Manhattan’, que desarrolló la bomba atómica, fue una de las personas más singulares del siglo XX por su carácter enigmático y complejo y por las circunstancias que le tocó vivir. Christopher Nolan le dedica su nuevo filme.

Yugoslavia aún era un buen país en 1980 y sus escuelas de verano de física para postgraduados nos gustaban mucho a los jóvenes doctores. El Adriático se extendía ante John, Dora y yo. Aunque nuestros encuentros fueran esporádicos, quizás aquel fuera el tercero, siempre nos caímos bien. Había tres temas en nuestras conversaciones. La preferida de Dora era la situación política en España. La de John era mi trabajo sobre las reacciones entre núcleos pesados. La mía era, evitando en todo lo posible alusión delicada alguna, indagar sobre algunos intríngulis del proyecto Manhattan, de los que sabía que John era uno de los máximos expertos. Quizás alentados por nuestros segundos slivovicas, John se soltó un tanto ante la mirada perdida de Dora. Y al rato de escucharlo absorto hice la pregunta fatal: “¿Cómo era Robert Oppenheimer, John?”. Él apenas apagó su sempiterna sonrisa, pero Dora me miró seria, después sonrió, se levantó y me revolvió el pelo antes de marcharse diciéndome algo así como que era un charming Spanish baby boomer. Pedí excusas a John (Robert Huizenga) y me apenó perder la compañía de su joven esposa (25 años menor que él: otra baby boomer nacida tras la Segunda Guerra Mundial), Dorothy Koeze.

A partir de entonces empecé a indagar sobre el director científico de la primera bomba atómica. Leí mucho sobre él, pero lo que más me interesó fue el testimonio de algunos de sus colaboradores directos y, sobre todo, de los discípulos de aquellos que tenían mi edad más o menos. La mayor fuente de información la obtuve, como es lógico, a lo largo de los 18 años que colaboré con el Instituto Niels Bohr de Copenhague.
Este jueves se estrena la película dedicada a él, que promete ser la revelación cinematográfica de 2023. No me extrañaría que fuera así porque trata de una las personas más singulares del siglo XX por su carácter enigmático y complejo y las circunstancias que le tocó vivir.

Julius Robert Oppenheimer nació en Nueva York en 1904 en el seno de una familia rica de orígenes judíos y alemanes. Posiblemente, lo más notable de su adolescencia fue el diagnóstico que le hicieron por su carácter oscuro: demencia precoz, es decir, esquizofrenia. Siempre fue enormemente generoso a la vez que mezquino y arrogante; enclenque de salud precaria y agresivo hasta llegar al límite de dos intentos de homicidio; pacato de carácter, pero jinete temerario y navegante audaz; odiado e idolatrado; sexualmente confuso al que amaron mujeres de singular inteligencia y fuerte personalidad. Resalto solo esto último e invito a que se indague más sobre Charlotte Riefenstahl, Jean Tatlock y Katherine Puening. La primera lo dejó para casarse, dos veces, con Fritz Houtermans, físico nuclear al que los nazis detuvieron y torturaron acusado de espía soviético y los estalinistas hicieron lo propio acusado de espía nazi. Tatlock fue una comunista y psiquiatra de gran renombre, que acabó suicidándose. Kitty, con la que Oppenheimer tuvo hijos, había sido viuda de un brigadista internacional en España, comunista enardecido, acribillado en el Ebro. Robert siempre negó haber sido comunista, pero su hermano Frank lo fue y él mismo contribuyó decididamente con oratoria y dinero a defender la República española.

Robert Oppenheimer, al final de su vida, en los años sesenta.Robert Oppenheimer, al final de su vida, en los años sesenta.

Oppenheimer fue tan extraordinariamente inteligente que podía aprender idiomas extraños, como el neerlandés o el sánscrito, en meses y asimilar cualquier teoría física por compleja que fuera. Eso fue lo que hizo con la mecánica cuántica cuando sus padres le financiaron una larga estancia en Europa. Aquí conoció al patriarca de esa ciencia, el danés Niels Bohr. Al regreso a Estados Unidos se percató de que nadie en el país tenía noticia de aquella nueva ciencia física y de ambos acabaron diciendo que Bohr era dios y Oppie (Oppenheimer) su profeta en aquella tierra. Pero ahí estaba la esquizofrenia de nuevo. Entre los grandes físicos europeos se impuso el consenso de que las ideas de Oppenheimer eran todas interesantes y sus cálculos, todos incorrectos. Le fallaban las matemáticas y no podía pisar un laboratorio sin estropear algo. Lo primero lo fue arreglando, lo segundo ni lo intentó: llegó a ser un profesor desastroso y un venerado maestro de doctorandos.

Lo último que considero que caracterizó a Oppenheimer fue lo que le respondió a su amigo judío y gran físico Isidor Rabi al comentarle este que del cristianismo le desconcertaba su combinación de sangre y delicadeza: “Justo eso es lo que más me atrae”.

La fisión nuclear
En cuanto los alemanes Strassmann y Hahn sospecharon que habían encontrado fragmentos de un núcleo pesado y Frish y, particularmente, su tía Lise Meitner explicaron el mecanismo de esa fisión nuclear, se intuyó que estaban ante la posible liberación de una energía descomunal. Einstein y, sobre todo, el húngaro Leó Szilárd escribieron al presidente de los Estados Unidos, el progresista Franklin D. Roosevelt, para alertarlo de que los alemanes tenían toda la capacidad científica y tecnológica para desarrollar una bomba atómica que, sin duda, decidiría la victoria nazi en la guerra.

Estados Unidos hacía tiempo que se había impregnado de anticomunismo, por lo que se enfrentaba a un dilema con la guerra en Europa desencadenada. Si sus aliados naturales caían en manos del nazismo, su papel en el futuro quedaría desdibujado. Pero quien más ferozmente estaba luchando contra los nazis era la Unión Soviética, por lo que, tras el teatral por falso pacto entre Stalin y Hitler, los rusos se habían convertido en el mejor aliado de la Europa libre y de Estados Unidos. Si los nazis conseguían la bomba atómica, el futuro estaba decidido; pero si los soviéticos los arrollaban, ese futuro, aunque en el sentido opuesto, sería tan distante del espíritu estadounidense como el nazi.

Los primeros cálculos fueron estremecedores: aquello implicaría la tarea de decenas de miles de personas encabezadas por los mejores físicos e ingenieros del país, con una inversión escalofriante y con el Ejército detrás de toda esa organización. El proyecto se denominó Manhattan porque allí estaba la sede del regimiento de ingenieros. El jefe militar de aquella tremenda organización fue fácilmente decidido: el coronel Leslie Groves, que acababa de dirigir la construcción del mayor edificio en planta del mundo, el Pentágono.

El problema era quién dirigiría a los científicos. El dilema era inquietante: por inteligencia, capacidad de liderazgo entre científicos iguales y sobre todo superiores, versatilidad temática, conocimiento personal de los físicos alemanes sin duda implicados en la bomba nazi, y muchas otras características, el candidato ideal era Robert Oppenheimer. Por su tendencia declaradamente comunista, si había algún científico invalidado para el puesto de director científico del proyecto era él mismo. Y ahí intervino la arrolladora personalidad del ya general Groves. Si Oppenheimer era idóneo para dirigir el proyecto, de las posibles consecuencias de su ideología se responsabilizaba él. Uno de los comentarios que hizo Oppenheimer al aceptar, para mayor inquietud de los militares, fue que, si los españoles hubieran resistido un poco más, Franco y Hitler habrían compartido la misma tumba.

Aquella fue una de las mayores hazañas científicas de la historia de la humanidad llevada a cabo en tan solo dos años y medio, pero el resultado fue tan espantoso que se consideró que había supuesto el fin de la física, cuando no el de la ciencia. Los científicos e ingenieros decisivos en el proyecto se sublevaron al ver que el mediocre y artero Truman, sustituto por fallecimiento del inteligente Roosevelt, podía acceder al deseo de los militares y lanzar la bomba sobre población civil no solo desarmada sino derrotada. Alemania estaba destruida desde los cimientos, Hitler hacía meses que se había suicidado y Japón, tras ser arrasada con napalm, solo estaba discutiendo los términos de la rendición.
 
OppenheimerOppenheimer, con Albert Einstein en 1950.

Meses antes, los físicos habían propuesto firmemente invitar a Los Álamos, la sede central del proyecto, a científicos rusos y hacer que los resultados de la ciencia fueran, como había sido siempre, patrimonio de la humanidad. El secretismo solo llevaría a una carrera armamentística nuclear global. Del principal inspirador de esta postura, el consagrado Niels Bohr, se dice que fue amenazado por Winston Churchill al sugerir que aquella postura era “mortal”.

Pero estas son historias que sin duda la película de Christopher Nolan nos desvelará con todo rigor y dramatismo, así como reflejará la compleja personalidad de uno de los personajes más decisivos y turbadores del siglo XX.
Oppenheimer y el general Leslie R. Groves, en Alamogordo (Nuevo México), en septiembre de 1945.Oppenheimer y el general Leslie R. Groves, en Alamogordo (Nuevo México), en septiembre de 1945.Robert Oppenheimer, con sombrero, y el general Leslie Groves (a su lado) examinan junto a otros científicos y militares los restos de una torre arrasada por la primera prueba atómica, en Almogordo, Nuevo México. GETTY

A veces recuerdo el amable desplante de Dora Huizenga aquel atardecer en el Adriático, así como la infinidad de conversaciones que he tenido con otros físicos nucleares de mi generación baby boomer. Creo que todos, en particular los de carácter progresista, hemos llegado a la misma conclusión que nos atenazará hasta que nos extingamos: si nos hubiésemos enfrentado a la disyuntiva de unirnos o no al terrible proyecto Manhattan, habríamos aceptado participar en él.

Manuel Lozano Leyva es catedrático emérito de Física Atómica y Nuclear de la Universidad de Sevilla. Su último libro es La hechicera, el gato y el demonio, de Zenón de Elea a Stephen Hawking: Los doce experimentos imaginados que cambiaron la historia (Debate, 2023)