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jueves, 25 de octubre de 2012

Betty Hart falleció a los 85; estudió las disparidades en el desarrollo del vocabulario de los niños

Betty Hart, cuya investigación documentó cómo los pobres, los padres de clase trabajadora y los profesional, hablan con sus hijos pequeños y ayudó a establecer el papel fundamental que la comunicación con los bebés y niños pequeños tiene en su desarrollo posterior, murió el 28 de septiembre en el hospicio en Tucson. Tenía 85 años.

La causa fue un cáncer de pulmón, dijo Dale Walker, un colega y amigo de muchos años.

La Dra. Hart era una estudiante graduada en la Universidad de Kansas en la década de 1960 cuando comenzó a tratar de ayudar a los niños pobres en edad preescolar a superar los déficits del habla y vocabulario. Pero ella y sus colegas concluyeron más tarde que habían empezado demasiado tarde en la vida de los niños - que los que ellos estaban tratando de ayudar sólo podría "ponerse al día" con una intervención adicional.

En ese momento, la opinión predominante era que los niños pobres estaban esencialmente más allá de posible ayuda, eran víctimas de las circunstancias y de la genética. Pero la Dra. Hart y algunos de sus colegas sospechaban lo contrario y volvieron a examinar la cuestión en la década de 1980, a partir de una investigación que se prolongaría durante una década.

"En lugar de ceder a las fuerzas inamovibles de la herencia, decidimos que íbamos a emprender una investigación que nos permitiera entender las dispares trayectorias que vimos de desarrollo", escribió ella y su supervisor graduado anterior, Todd R. Risley, en 1995 en "Las diferencias significativas en la experiencia cotidiana de los niños pequeños de América", un libro acerca de sus resultados, que se publicaron en 1992. "Nos dimos cuenta de que si tuviéramos que entender cómo y cuándo empezaban las diferencias en las trayectorias de desarrollo, teníamos que ver lo que estaba sucediendo con el vocabulario a los niños en casa desde el principio de su desarrollo".

Se inició un estudio de dos años y medio de duración de 42 familias de diferentes niveles socioeconómicos que tuvieron hijos muy pequeños. Comenzando cuando los niños tenían entre 7 y 9 meses de edad, grabaron cada palabra y expresión hablada con ellos y por ellos, así como todas las interacciones padre-hijo, en el transcurso de una hora cada mes.

Tomó muchos años transcribir y analizar los datos, y los investigadores se sorprendieron por lo que al final encontraron.

"Simplemente en palabras oídas, el niño promedio en situación de ayuda social tenía tanta experiencia media por hora (616 palabras por hora) como la mitad del promedio de la clase trabajadora infantil (1251 palabras por hora) y menos de un tercio de la de un niño promedio en una familia profesional (2.153 palabras por hora)", Escribieron los Dres. Hart y Risley.

"A los 4 años, el niño promedio de una familia pobre podía tener 13 millones de palabras menos de experiencia acumulada que el niño promedio de una familia de clase trabajadora", agregaron.

También encontraron diferencias en el tono, en la retroalimentación positiva y negativa, y en otras áreas - y que las diferencias en el habla y la adquisición de vocabulario se prolongó hasta los años escolares y afectaba el desarrollo educativo en general.

"La gente dejó de pensar: "Oh, podemos coger los niños más tarde- y su gran mensaje era empezar cuanto antes y asegurarse de que el medio ambiente para los niños pequeños es muy rico en lenguaje" dijo el Dr. Walker, profesor asociado de investigación en Kansas quien trabajó con la Dra. Hart y siguieron a muchos de los niños en sus años escolares.

El trabajo se ha convertido en una piedra de toque en los debates sobre política educativa, incluyendo qué tipo de inversiones deben hacer los gobiernos en los programas de intervención temprana. Un programa sin fines de lucro cuyos objetivos se basan en los resultados de Reach Out and Read, que utiliza salas pediátricas del examen para promover la alfabetización para niños de bajos ingresos que comienzan a los 6 meses de edad.

Impulsado por el éxito de Reach Out and Read, el Dr. Alan L. Mendelsohn, un pediatra del desarrollo conductual en el Hospital Bellevue y New York University Langone Medical Center, empujó la intervención aún más. Él creó un programa a través del H. Bellevue en el que los padres de menores ingresos que visitan a los médicos son filmados cuando interactúan y leen con sus hijos y luego les dan sugerencias sobre cómo pueden ampliar su discurso y las interacciones.

"Los trabajos de Hart y Risley realmente me informaron a mí y a muchos con la idea de que tal vez usted podría llenar el vacío", dijo el Dr. Mendelsohn ", o en términos de la jerga - como abordar las desigualdades".

Bettie Mackenzie Farnsworth nació el 15 de julio de 1927, en el Condado de Kerr, Texas (Ella escribe su nombre Betty, aunque era Bettie en su certificado de nacimiento.) Su familia se trasladó a Dakota del Sur cuando era una niña, y su madre murió cuando era muy joven, dijo el Dr. Walker.

La Dra. Hart, que vivía en Kansas City, Kansas, se graduó en la Universidad de California, Berkeley, en 1949, y más tarde enseñó en un laboratorio de preescolar en la Universidad de Washington dirigida por el Dr. Sidney W. Bijou, un psicólogo que ayudó a establecer la terapia de comportamiento moderno de trastornos infantiles. Ella aceptó un puesto de investigadora en la Universidad de Kansas a mediados de 1960, y recibió su grado de maestría y doctorado allí. Ella se casó con John Hart en 1949, se divorciaron en 1961. Sus tres hermanos han fallecido, dijo el Dr. Walker.

"Hoy en día, gran parte de su investigación se está aplicando de muchas maneras diferentes", dijo el doctor Andrew Garner, presidente de un grupo de trabajo sobre el desarrollo temprano del cerebro de los hijos de la Academia Americana de Pediatría. "Creo que también se podría argumentar que el actual interés en el desarrollo del cerebro y la epigenética refuerza a casi un nivel molecular lo que ella había identificado hace 20 años." 25 de octubre 2012. NYT. Por WILLIAM YARDLEY

domingo, 2 de septiembre de 2012

La ocupación del lenguaje


La derecha no solo disfruta de un poder político y económico indiscutible sino que también busca la hegemonía cultural. Para hacerlo, procura desacreditar el progresismo valiéndose muchas veces de su discurso


 Actualmente la derecha acapara un inmenso poder político y económico. Pero además de imponer en toda su radicalidad el modelo neoliberal, trata de operar un cambio de mentalidades que lo normalice y con ello ejercer la hegemonía cultural mediante el control de las representaciones colectivas. Este proyecto se sustenta en una campaña sistemática de autolegitimación y descrédito de los argumentos progresistas, en coordinación con la derecha mediática mayoritaria, cuyas estrategias discursivas fundamentales son:

 La creación y propagación de conceptos.
Propias o prestadas, las nuevas nociones trazan un mapa de la vida pública, sus actores y sus conflictos: competitividad, moderación salarial, dar confianza a los mercados, privilegios (para denominar derechos), copago. Se exponen como verdades incuestionables pero su sentido y alcance nunca se explicitan, pues parecen lograr mayor eficacia práctico-política cuanto menor es su precisión semántica. Por ejemplo, “libertad” asume un significado muy cercano a “seguridad”. El eslogan de la BESCAM en Madrid lo ejemplifica: “Invertir en seguridad garantiza tu libertad”. Como en la “neolengua” de Orwell, las nuevas nociones son a menudo “negroblancos”, inversiones del significado común de los vocablos. El “Plan de Garantía de los Servicios Sociales Básicos” es el programa de recortes del gobierno de Castilla-La Mancha. El “proceso de regularización de activos ocultos” de Montoro es una amnistía fiscal.

 Klemperer narra que la población alemana no hizo suyo el lenguaje de los nazis a través de sus tediosas peroratas, sino por medio de expresiones repetidas de modo acrítico en los contextos de la vida cotidiana. Las palabras de los actuales líderes de la derecha no son menos letárgicas. Sus muletillas (“no se puede gastar lo que no se tiene”; la sanidad “gratuita” es insostenible; solo nosotros tenemos “sentido común”) contrarían cualquier prueba de verdad o validez normativa: el capitalismo financiero se basa en el crédito, o sea, en “gastar más de lo que se tiene”; la sanidad pública no es gratuita, sino financiada colectivamente; y es una inversión ideológica y un dislate suponer que cabe sentido común en el hecho de reclamarlo como propio y exclusivo, es decir, como no común. Pero por su simpleza, su fuerte arraigo en la doxa y su apariencia no ideológica, tales expresiones consiguen adhesión.

 La usurpación de la terminología del oponente.
Nadie es dueño del lenguaje, pero las expresiones se adscriben legítimamente a tradiciones, relatos e identidades políticas determinadas. Al usurpar los términos de la izquierda, la derecha neutraliza y a la vez rentabiliza su sentido contestatario. Esperanza Aguirre afirma que las políticas de los sindicatos “son anticuadas, reaccionarias y antisociales”. Palabras como “cambio” o “reformas”, antes vinculadas a proyectos progresistas, disfrazan ahora contrarreformas. Rajoy dijo en la conmemoración oficial de la Constitución de 1812: “Los gaditanos nos enseñaron que en tiempo de crisis no solo hay que hacer reformas, sino que también hay que tener valentía para hacerlas”. Sustentándose en la reputación de espacios y tiempos institucionales, los actuales recortes se invisten del valor simbólico de reformas históricas... Seguir leyendo aquí.
(GONZALO ABRIL / MARÍA JOSÉ SÁNCHEZ LEYVA / RAFAEL R. TRANCHE, en El País, 1 SEP 2012.) (The Family, verano en Galicia)

jueves, 26 de julio de 2012

“Las clases dominantes han manipulado nuestro sentido común económico”

El filósofo Antoni Doménech imparte la conferencia “El lenguaje como instrumento de dominación” en la Universidad de Verano de Socialismo 21

 Políticos como Rajoy y Rubalcaba, economistas y periodistas, entre otros, repiten al referirse a la crisis de las deudas soberanas que el estado es similar a una familia y que, en consecuencia, ha de ajustar ingresos y gastos. El corolario de esta argumentación es que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y, por tanto, ahora debemos ajustarnos el cinturón”.
 Sin embargo, a juicio del filósofo Antoni Doménech, “esta metáfora (la asimilación del estado a una familia) no hace sino poner de manifiesto cómo las clases dominantes están manipulando nuestro sentido común”.
Formado intelectualmente bajo la influencia del filósofo marxista Manuel Sacristán, Doménech es actualmente editor de la revista “Sin Permiso”. Entre sus principales obras destacan “De la ética a la política. De la razón erótica a la razón inerte” (1989) y “El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista” (2004).
 Aunque se hace pasar por evidente, por una cuestión de sentido común, la equiparación de un estado a una familia esconde una falacia, según Antoni Doménech. Es cierto que cuando una familia contrae una deuda, está forzada a su devolución y le condicionan los ingresos. Pero el estado cuenta con muchos más recursos: el poder de recaudar impuestos, la capacidad de imprimir dinero fiduciario para pagar a los acreedores; además, si el estado decide reducir el gasto, esta decisión puede tener consecuencias en los ingresos (cosa que no ocurre con el ahorro familiar). Por último, si el estado conserva su soberanía monetaria es técnicamente imposible que se le obligue a quebrar, aunque puede hacerlo por una decisión política propia.
 Precisamente en este punto –la pérdida de la soberanía monetaria por parte de los estados- es donde radica el problema, y no –como suele afirmarse en la citada metáfora de sentido común - en que el gasto público supere a los ingresos. Por ejemplo, el endeudamiento público de Estados Unidos es de más del 100% del PIB, el de Japón se sitúa en torno al 200%; el de Inglaterra, cerca del 100% y el de España en un 74%. Al no contar con soberanía monetaria, ni existir una autoridad fiscal común, los países de la Unión Europea –sobre todo los de la periferia, como España- se encuentran en manos de los mercados financieros. Por eso el estado español paga un 7% de intereses en los bonos a 10 años, mientras que Estados Unidos y Japón abonan menos del 2%, e Inglaterra un 2,1%. Es decir, unas tasas de endeudamiento menor pueden implicar un pago de intereses superiores.
 El catedrático de filosofía, cofundador y redactor de revistas como “Materiales” y “Mientras tanto”, pone asimismo el ejemplo de California, estado norteamericano que si se constituyera como entidad independiente, sería una de las diez grandes potencias del mundo. Sin embargo, las finanzas públicas de California se hallan técnicamente en quiebra. “No cuentan con soberanía monetaria –dependen del dólar- pero todas sus facturas e impagos los afronta finalmente Washington; ni siquiera California ha de emitir bonos de deuda específicos, ya que ésta se halla mutualizada por los Estados Unidos al 2% de interés”, subraya Antoni Doménech. Es la diferencia entre un espacio monetario –Estados Unidos- con una autoridad fiscal única y, por tanto, capacidad de emitir deuda mutualizada, y la Unión Europea...

 Esta catarata de desastres “Alemania no se la puede permitir, pero puede que todo esto ocurra porque las elites políticas y económicas no entienden nada, como tampoco entendían lo que pasaba en los años 30; contra lo que dice el tópico, si Roosevelt adoptó medidas intervencionistas es porque le empujó el movimiento obrero norteamericano; Resulta una tragedia el funcionamiento de las elites en el capitalismo, son incapaces de adoptar ninguna medida eficaz”, explica el autor de “El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista”.
 ¿Qué alternativa podría plantear la izquierda? Según Doménech, “resulta indispensable hablar de crecimiento ”; sin esta idea, a juicio del docente, es muy difícil acumular energía transformadora. “Para impulsar reformas es necesario el crecimiento, como advirtió Keynes a Roosevelt en su día”. Ahora bien, “este crecimiento no ha de ser forzosamente destructivo, ya que puede venir de las inversiones públicas en tecnologías sostenibles o energías verdes; pero hace falta crecer para conseguir el pleno empleo y un empoderamiento mayor de la clase trabajadora; sólo así nos podremos plantear metas mayores”, concluye. Leer todo aquí.