Mostrando entradas con la etiqueta Saura. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Saura. Mostrar todas las entradas

sábado, 26 de diciembre de 2015

Muere el cantaor de flamenco Manuel ‘Agujetas de Jerez’. El artista, de 78 años, defendía el cante antiguo, el más puro y la memoria oral


El cantaor  Manuel de los Santos Pastor, Agujetas de Jerez,  ha fallecido a la edad de 78 años, este 25 de diciembre, en el Hospital del Servicio Andaluz de Salud (SAS) de Jerez, donde ingresó en la tarde del jueves. La capilla ardiente con sus restos estará instalada en el Cabildo municipal de Jerez, durante este sábado, de 10 a 17 horas, antes de su sepelio que tendrá lugar una hora más tarde.

Aunque el dato de la edad no es fiable al no existir documento que certifique su fecha de nacimiento. Este mismo hecho de la ausencia de documentación podría ilustrar en parte lo que él significaba para el flamenco: algo quizás de otro tiempo que se va extinguiendo con la marcha de personas como él. Una forma de entender este arte como expresión vital heredada de padres a hijos por transmisión oral. Un cante antiquísimo asociado a los oficios de los gitanos que en él y en unos pocos elegidos alcanzó dimensiones de arte y grande.

De Agujetas, en cualquier caso, siempre se obvió ese dato de su edad. Él no la tenía. Gitano de porte elegante y apariencia distinguida, por él no parecían pasar los años. Casi tampoco por su cante, que siempre transmitía ecos antiguos, por más que en los últimos años hubiese quien dijera que perdía fuerza. No. Para su forma de cantar, la fuerza era secundaria. Su capacidad para transmitir encontraba apoyo en otros cimientos como la hondura y verdad de su decir.

Haber escuchado a Manuel Agujetas cantar es algo que puede ser calificado de experiencia única sin temor a la exageración. Su forma de presentarse ante el público era singular e impredecible. Siempre con tandas cortas de los estilos que le eran más propios (soleares, fandangos seguiríyas…), su cante podría tornarse imprevisible, pero muy mal se tenían que poner las cosas para que no dejase perlas a lo largo del camino.

En una actuación, se podía levantar tras un par de tercios para volver quizás sobre el mismo estilo. Podía discutir con el tocaor o contar historias para ubicar los viejos romances que interpretaba, herencia de su padre Agujetas El Viejo, gran depositario de estos estilos tan antiguos. De él heredó Manuel no solo los romances sino todo, como sus hermanos (Juan, Paco, Diego y Luis), también cantaores de tradición. De entre ellos, Manuel ha sido el único que se dedicó integra y profesionalmente al cante, apoyado tal vez por su carácter, su genialidad y puede que también, por un tiempo favorable, el de los años setenta del pasado siglo, unos años en los que conquista Madrid y comienza una dilatada carrera discográfica de más de una docena de obras.

Entre los discos cabe destacar su debut de 1972, Viejo cante jondo, con la producción de Manuel Ríos Ruiz. También su participación en la Magna Antología del Cante Flamenco que dirigiera José Blas Vega o el histórico Agujetas en París, de 1996, con un cantaor pletórico y en plenitud. Del mismo tiempo, Agujetas en La Soleá, un disco grabado en directo que recogía la singularidad de su decir.

Sus últimas grabaciones proceden del año 2012, cuando deja su antología Agujetas, historia, pureza y vanguardia del flamenco. También, el mismo año, participó en la obra colectiva VORS Jerez al cante junto a Manuel Moneo, Fernando de la Morena, Juan Moneo El Torta, Luis El Zambo y Capullo de Jerez. Esta grabación propició su actuación tanto en el Festival de Jerez de 2013 como en la Bienal de Sevilla de 2014. De esas actuaciones no se puede olvidar la ronda inicial de martinetes (otro de sus cantes) en Jerez, compartiendo escenario con los Moneo y El Zambo. O sus seguiriyas en Sevilla, en las que el artista, quizás sabedor del mal que portaba, parecía dejar constancia de un legado que ahora queda en la garganta de sus dos hijos, Dolores y Antonio, ambos cantaores.

La ciudad que siempre fue asociada a su nombre, aunque no se sabe a ciencia cierta si nació en Jerez o en Rota, le supo reconocer en 1977 cuando recibió el Premio Nacional de Cante Flamenco de la Cátedra de Flamencología. Posteriormente, una avenida recibió su nombre y, en la actualidad, el consistorio jerezano estudia la ubicación del monumento que para él ha esculpido el artista plástico Antonio Vico.

De carácter indómito, su cante era tan insobornable como él mismo. De su personalidad queda buena constancia en entrevistas de prensa, en las que no se callaba nada, o en el documental Agujetas, cantaor, que en 2000 dirigió Dominique Abel. En cualquier caso, su cante y su persona quizás pertenecían ya a otro tiempo que con su marcha se va extinguiendo de manera irreparable.

Manuel de los Santos Pastor protagoniza uno de los momentos más intensos de la película Flamenco, de Carlos Saura, interpretando un martinete en el que muestra la pureza de su cante.


Canta en el minuto 25.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/12/25/actualidad/1451061859_180827.html

jueves, 15 de agosto de 2013

Josefina Piquet, una mujer del 36

Exiliada tras la Guerra Civil, dedicó sus últimos años a contar sus experiencias durante el conflicto y el franquismo

Su lema: “Si la vida te da limones, añádales agua y azúcar y prepara una buena limonada”.

Josefina Piquet se consideraba una mujer afortunada, a pesar de haber quedado sepultada bajo los escombros de las bombas de la Guerra Civil en Figueres, camino del exilio, con solo cuatro años; a pesar de haber vivido su infancia y juventud exiliada en Francia, repudiada por sus compañeros de clase que le tiraban piedras y la insultaban; a pesar del miedo, el hambre y la soledad que vivió allí y del insomnio y la angustia que padeció una vez instalada en su ciudad, Barcelona. Pero Josefina, fallecida el pasado lunes, decía que el victimismo paraliza a las personas y que se debe transformar en algo positivo. Y así cambió su vida cuando decidió abrir la puerta del pasado.

Nacida en Barcelona en el año 1934, Josefina Piquet era hija única de una familia de tradición anarquista, el padre formó parte de la Columna Durruti. Por este motivo, y con solo dos años, a Josefina la nombraron mascota del lado republicano. El 9 de febrero del 1939 pasaba la frontera con su madre, mientras su padre quedaba en el campo de concentración de Saint Cyprien. Se encontrarían dos años más tarde, pero su progenitor continuaría jugándose la vida luchando contra el nazismo y acogiendo a refugiados españoles. Es estremecedor el relato de estos 11 años de exilio en Francia, hasta que, en 1950, los Piquet regresaron a Barcelona.

Tampoco sería fácil la vida en plena dictadura, pero Josefina estudió en el Liceo Francés y enseguida trabajó de secretaria de dirección con solo 16 años. Hasta que se casó en 1958 y dejó la empresa porque una mujer casada no podía trabajar. Tuvo dos hijos.

A finales de 1997 conoció a un grupo de mujeres que empezaban a hablar de su experiencia en la Guerra Civil y la posguerra. Ella no era miliciana, ni había estado en prisión ni en la clandestinidad, como muchas de ellas, pero contaría la experiencia de una niña a quién el trauma de la guerra había cambiado la vida.

Así entró Josefina Piquet en el colectivo Les dones del 36, mujeres que rondando los ochenta años se iban a escuelas, institutos o a centros cívicos a hablar de su experiencia. Ella era la más joven y la llamaban La Nena. Muchas de ellas no habían hablado jamás en público, y mucho menos a estudiantes, que salían emocionados y se preguntaban por qué les habían escondido ese tramo de la historia. En 2005, a raíz de una de las crónicas que publicaba entonces en EL PAÍS, les propuse escribir un libro con la biografía de cada una de ellas. El grupo se disolvió en el 2006 porque muchas ya no podían seguir aquel ritmo. Se despidieron con otro libro editado por ellas: Les dones del 36, un silenci convertit en paraula.

Pero Josefina tenía claro que continuaría divulgando su mensaje. Su discurso era claro y sincero, no le importaba hacer kilómetros y habló ante todo tipo de público, incluso en Francia, en los mismos escenarios que la habían ninguneado. Y en uno de ellos le otorgaron hace poco la Medalla de Oro de la ciudad. Colaboró en el Memorial Democràtic y en el Museu d’Història de Catalunya. A raíz de la exposición Les presons de Franco se integró en el grupo de voluntarios Consell de savis, una actividad oral que aporta la experiencia de la vida de estas personas a grupos de estudiantes.

En los últimos ocho años, Josefina colaboró con la Fundació Congrés Català de Salut Mental, dirigido por la psicóloga clínica Anna Miñarro, que la ha llevado a cursos, jornadas y congresos relacionados con la palabra y la reflexión sobre los traumas de la guerra. Josefina responde al modelo de mujer fuerte, valiente, positiva, que no se rendía ante nada. Su lema: “Si la vida te da limones, añádales agua y azúcar y prepara una buena limonada”.
Isabel Olesti es escritora.