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sábado, 30 de septiembre de 2023

Los otros secretos (aparte de la comida) de la dieta mediterránea, la más recomendada para la salud

Abuelo, padre e hijo comiendo

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Compartir, un ingrediente fundamental.


Verduras, hierbas y frutas gloriosas que llegan directo de la huerta a la mesa para acompañar una abundancia de peces y mariscos recién capturados asados o a la parrilla, que se sirven con sabrosos cereales y legumbres, pan casero crujiente, vino...

Ese menú fresco y vibrante, aderezado con aceite de oliva, y consumido con admirable moderación, ha sido por décadas un ideal que no sólo conjura momentos memorables compartidos con seres queridos sino que promete bienestar físico.

Eso porque contiene muchos de los ingredientes de la famosa dieta mediterránea, aquella que constantemente recibe las mejores calificaciones de los profesionales de la salud por ser uno de los planes de alimentación más saludables y prácticos que existen.

Y uno de sus componentes cruciales no tiene nada que ver con comida.

Su nombre fue acuñado hace casi seis décadas, y desde entonces ninguna otra dieta tiene tanta evidencia documentada respaldando sus efectos positivos.

La investigación continúa mostrando una gama cada vez mayor de beneficios, incluyendo una mejor salud cardiovascular, menos posibilidades de desarrollar diabetes tipo 2 y cáncer. El estudio más reciente muestra que esta forma de comer también puede proteger contra la demencia.

Pero la ciencia también muestra que aunque los alimentos del menú mediterráneo son imprescindibles, hay otros ingredientes no comestibles que son cruciales.

Y es que la mediterránea no es precisamente una dieta, es una forma de comer de manera que se extiende más allá de una lista de alimentos.

La comida es cultural y social, está cargada de historias personales, familiares y regionales.

Y dado que la dieta mediterránea no fue inventada de la nada sino basada en tradiciones desarrolladas con el tiempo por millones de personas, incluye componentes de estilo de vida.

Eso contribuye a que se logren los beneficios mencionados y varios otros, entre ellos la reducción del riesgo de depresión.

Prehistoria con 7 países

Niño recogiendo limónes
Un niño con una naranja

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Alimentos frescos, de temporada, preparados con cariño.

Cuando cesaron los combates de la Segunda Guerra Mundial, Haqvin Mamrol, un investigador de Suecia, demostró que la mortalidad por enfermedad coronaria disminuyó en los países del norte de Europa durante la guerra.

Su hipótesis fue que era el resultado de las restricciones impuestas durante la guerra a la leche, la mantequilla, los huevos y la carne.

Casi al mismo tiempo, un científico de Minnesota, Estados Unidos, llamado Ancel Keys, que había estado estudiando los efectos del hambre en un grupo de sujetos voluntarios, pasó a estudiar las dietas de los empresarios del Medio Oeste de su país.

Encontró que esos estadounidenses bien alimentados eran más propensos a las enfermedades cardíacas que los hombres privados de alimentos en el norte de Europa durante la guerra.

Keys sospechó que convenía reducir drásticamente las grasas saturadas.

Para comprobarlo, reclutó investigadores en varios lugares del mundo y se embarcó, a fines de la década de 1950, en un ambicioso proyecto que se conocería más tarde como el Estudio de los Siete Países o SCS, por sus siglas en inglés.

El equipo multinacional examinó las dietas y los estilos de vida de miles de hombres de mediana edad en EE.UU., Países Bajos, Finlandia, Yugoslavia, Japón, Italia y Grecia.

Al final de la década de 1970 se publicaron los primeros resultados confirmando asociaciones entre las grasas saturadas, los niveles de colesterol y la enfermedad coronaria.

Pero hubo otro resultado notable: los que vivían en el Mediterráneo y sus alrededores, en países como Italia, Grecia y Croacia, tenían tasas más bajas de enfermedad cardiovascular que los participantes de otros lugares.

Sus dietas, ricas en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos, semillas, proteínas magras y grasas saludables, parecían tener un efecto protector.

Keys, su esposa y sus colegas del estudio fueron fundamentales para el reconocimiento, la definición y la promoción del patrón de alimentación que se llamaría popularmente "dieta mediterránea".

Algo que, como dice incluso el sitio web del SCS, no existe.

"El mar Mediterráneo limita con 18 países que difieren notablemente en geografía, situación económica, salud, estilo de vida y dieta".

Pero no sólo es eso.

Diaita del Mar Medi Terraneum

Madre e hija cocinando
Madre e hija cocinando

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Desde comprar hasta cocinar y comer en compañía. Recetas que pasan de generación en generación.

En primer lugar, no es una dieta, en el sentido de que no hay reglas estrictas, abstenciones de grupos de alimentos, ni restricciones en los tamaños de las porciones ni recetas especiales a seguir.

Es más bien una diaita, la palabra griega para estilo o forma de vida, pues su magia no está sólo en sus nutritivos componentes sino en la manera de obtenerlos, y de crear y consumir platos coloridos y aromáticos, gustosos para el paladar y el espíritu.

Fue diseñada basada en la observación de comunidades en lugares como la isla de Creta hace unas seis décadas, cuando el quehacer cotidiano involucraba más actividad física.

Además, los únicos alimentos generalmente disponibles eran los que la naturaleza local proveía, así que tendían a ser frescos y de temporada.

De ahí una de las ventajas de la dieta: no se trata de comprar los alimentos que se producen en una región, sino de usar los de cualquiera al estilo mediterráneo.

Ni siquiera el aceite de oliva es indispensal; lo que importa es evitar grasas saturadas, así que pueden ser ciertos aceites de semillas (como canola, soya y linaza) y aceites de nueces (nueces, avellanas y almendras).

Pero quizás el ingrediente más mágico es que tanto cocinar como disfrutar lo cocinado es tradicionalmente un evento compartido, una celebración cotidiana con familiares y amigos sin más razón que el placer de hacerlo.

No se trata solo de qué comes, sino también de cómo y con quién lo haces.

Y sí, también hay estudios sobre los beneficios de esos otros factores para la salud.

En uno reciente, cuyos resultados fueron publicados en febrero de 2023, los investigadores se preguntaron cuál era la repercusión de acoger el enfoque de cenas relajadas y familiares, siestas por la tarde y fuertes lazos comunitarios en otras culturas.

Para ello, se alejaron 2.500 kilómetros del Mar Mediterráneo, y exploraron qué sucedería si adultos británicos adoptaran no solo la dieta, sino también el estilo de vida mediterráneo.

Los 110.799 participantes, de 40 a 75 años, no tenían cáncer ni enfermedades cardiovasculares cuando se inscribieron entre 2009 y 2012. Se les dio seguimiento hasta 2021.

Se examinaron cuestiones como si comían con familiares y amigos (convivencia); participan en actividades físicas con otros, por ejemplo, dando paseos juntos; con qué frecuencia se reunían con familiares y amigos (hábitos sociales); y cuánto dormían, tanto de noche como en siestas (descanso).

Y descubrieron que cuanto más se adherían a ese estilo de vida, menor era el riesgo de morir de cáncer, enfermedades cardiovasculares y otras afecciones de salud.

"Este estudio indica que adoptar un estilo de vida mediterráneo adaptado a las características locales de las poblaciones no mediterráneas es posible y puede ser parte de un estilo de vida saludable", dijo la investigadora principal del estudio, Mercedes Sotos-Prieto, de la Universidad Autónoma de Madrid, España, y la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard en Boston.

De manera que, así como la dieta mediterránea es una guía que te permite incorporar los alimentos de tu tierra, el estilo de vida que refuerza sus beneficios es uno que puedes replicar aunque vivas muy lejos del que los romanos nombraron Mar Medi Terraneum.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

_- Por qué el azúcar de la fruta es bueno para la salud y el de los procesados no



_- La fruta es un alimento vegetal que se incorpora en todas las dietas saludables. Se caracteriza, entre otras cosas, por su dulzura, sobre todo cuando ha madurado correctamente.

Ese sabor dulce de la fruta se debe a que contiene una gran cantidad de un tipo de azúcar que, adivinen por qué, ¡se denomina fructosa!

También contiene glucosa, pero en mucha menos cantidad. Pero hoy nos centraremos en la primera de ellas, la que podría ser más perjudicial para nuestra salud.

La fructosa es, además, junto a la glucosa, un integrante del azúcar blanco (o de mesa) y del jarabe de maíz. Ambos edulcorantes se utilizan como ingredientes habituales en la preparación de alimentos procesados, salsas y condimentos, dulces y bebidas refrescantes edulcoradas.

Y es aquí donde empieza el problema. Numerosos estudios asocian el incremento en el consumo de estos productos con la mayor incidencia de enfermedades metabólicas, como la obesidad, la diabetes, el hígado graso y los lípidos en sangre.

Cantidad y calidad, dos palabras clave
Cantidad: un mayor consumo de productos alimenticios que contienen edulcorantes azucarados implica un mayor consumo de calorías. Si estas no se queman, se acumulan en forma de grasa en el organismo y promueven el desarrollo de enfermedades metabólicas.

Por desgracia, el consumo de dietas hipercalóricas, pobres en frutas y vegetales y ricas en grasas y en este tipo de azúcares, se ha globalizado, facilitando el crecimiento epidémico de este tipo de patologías.

En cambio, si uno va al dietista o nutricionista o consulta cualquier guía dietética, siempre encontrará un mismo consejo: si quiere estar sano, consuma unas cinco raciones de fruta y verduras, repartidas en las diferentes comidas del día.

Un consumo diario moderado de un alimento natural, no procesado, como la fruta, es saludable. Y apliquemos el sentido común, ¡no estamos hablando de consumir dos kilos de peras y un melón al día!

Calidad: la fructosa se transforma en grasa con una gran facilidad en el hígado. Para una misma cantidad ingerida, por ejemplo, de fructosa y glucosa, la primera produce mayor cantidad de grasa en el hígado.

En este sentido, la fructosa en exceso tiene un mayor potencial para alterar el metabolismo y facilitar la aparición de enfermedades metabólicas que el resto de azúcares.

Pero entonces, ¿estas patologías también se dan con el consumo de fructosa de la fruta?

El envoltorio lo es todo
Todos sabemos que, al fin y al cabo, somos monos evolucionados. Durante millones de años, nuestros ancestros vivieron y se adaptaron al consumo de una dieta variada, rica en vegetales y frutas que recolectaban en el trascurso del día.

Si quieres estar sano, cinco raciones de fruta y verduras, repartidas durante el día, te ayudarán.

Cuando tomamos fructosa, no la ingerimos como tal, aislada, sino que está incorporada en su envoltorio natural (la propia fruta), con todos los demás componentes de la misma: fibra, minerales, vitaminas, etc.

Por eso debemos masticar adecuadamente cada pieza que tomemos. El objetivo es mezclar sus diversos componentes, entre ellos la abundante fibra, con nuestra saliva y los jugos digestivos. Esto hace que la fructosa que contiene la fruta se incorpore a nuestro organismo de forma lenta.

Así, las células intestinales consumen una gran mayoría de la fructosa que absorben, de forma que muy poca cantidad de la misma llega por la sangre al hígado para ser transformada en grasa.

Así actúa el azúcar industrial en el organismo
Cuando tomamos una gran cantidad de fructosa, presente en un dulce, una salsa, un helado o, sobre todo, en forma líquida, en una bebida azucarada, la situación es muy diferente.

Cuidado con las bebidas gaseosas azucaradas.

Inundamos nuestro tubo digestivo de fructosa, disuelta en agua, que es absorbida rápidamente por las células intestinales, pero hasta el punto de desbordarlas. Entonces llega al hígado, donde se transforma en grasa.

El hígado se encarga de repartir este exceso de grasa en todo nuestro organismo. Si esto sucede de forma aislada, no tiene mayor importancia. Pero si consumimos esos alimentos de forma abundante y frecuente, a la larga tendremos problemas de salud.

El exceso de grasa depositada en nuestro organismo nos podría producir obesidad, diabetes, hipercolesterolemia, etc.

Con el tiempo, los trastornos del metabolismo aumentarán el riesgo de que padezcamos un infarto o, incluso, un proceso canceroso. Por ejemplo, recientemente se ha publicado un estudio en el que se asocia una mayor incidencia de cáncer cuanto mayor es el consumo de azúcares.

Pero ¡atentos!, esta asociación solo se da con el consumo de azúcares en forma líquida, no en forma sólida. Además, cuando se estudia específicamente la asociación entre la aparición de cáncer y el consumo de jugos de frutas, esta también es positiva: se incrementa la incidencia de cáncer a mayor consumo de jugos.

El azúcar de la fruta ¿es bueno o es malo?
Entonces, el azúcar de la fruta ¿es bueno o es malo? Si ha leído lo anterior, podrá intuir la respuesta.

América Latina cuenta con una gran diversidad de frutas y verduras.

El consumo de fruta como tal en nuestra dieta es saludable. Eso implica que la mordemos, la masticamos, la mezclamos con el resto de alimentos, para facilitar su digestión. De esta forma, los componentes de la fruta, y entre ellos la fructosa, se incorporan lentamente a nuestro organismo.

Cuando tomamos un zumo de fruta, incluso si es natural, las cosas cambian. Tomamos mucha más cantidad de fruta que si la tuviéramos que pelar, morder y masticar. Además, como no tomamos la fructosa en su envoltorio natural, esta se absorbe de golpe, rápidamente, llega al hígado y una vez allí ya sabemos lo que pasa. Por tanto, la fruta se come como tal y los jugos son un placer que nos podemos permitir de tanto en tanto.

Y si decide tomar un zumo, por favor, ¡no quite la pulpa! La pulpa favorece que el azúcar de la fruta se incorpore lentamente a nuestro cuerpo, de forma más similar a lo que sucede cuando comemos directamente la fruta.

*Juan Carlos Laguna Egea es catedrático de Farmacología de la Universitat de Barcelona y Marta Alegret Jorda es investigadora en el Departamento de Farmacología y Química Terapéutica, Universitat de Barcelona.

Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-59801800



domingo, 12 de agosto de 2018

_- Ocho hábitos para tener un año saludable. Por TARA HAELL

_- La mayoría de los propósitos de Año Nuevo incluyen mejorar tu salud o ser más feliz. Una clave para lograr esos propósitos es elegir metas realistas, realizables y medibles. Pero más allá de eso, ¿qué es lo que hay que hacer de manera distinta? Después de todo, la idea de “vivir de manera más saludable” parece abrumadora.

No necesitas hacer las dietas de moda, tomar suplementos o incorporar sofisticadas rutinas de ejercicio ni invertir demasiado tiempo y dinero para mejorar tu salud. En lugar de eso, concéntrate en ocho conductas específicas que muy probablemente ya hayas escuchado pero que quizá has subestimado. Un año nuevo, y un nuevo comienzo, siempre son el momento perfecto para empezar.

“Ponerte metas relacionadas con conductas es mucho más sabio y útil que ‘quiero más o menos de eso’”, comentó Yoni Freedhoff, director médico del Instituto Médico Bariátrico y profesor adjunto de medicina familiar en la Universidad de Ottawa en Ontario.

Eso significa construir hábitos en lugar de preocuparte por la fuerza de voluntad, explicó R. Todd Hurst, director general de Salud Cardiovascular en el Instituto de Cardiología de Phoenix del Centro Médico de la Universidad de Banner en Arizona.

EXPLORA NYTIMES.COM/ES

“Cuando lo vuelves un hábito, dejas de pensar en ello”, afirmó Hurst. “Es como el interés compuesto; la magia del tiempo juega a tu favor”.

1. Haz un poco de actividad física a diario
Los expertos con los que conversamos no están de acuerdo con cuál va primero, pero todos coinciden en que la actividad física y el sueño son fundamentales para estar saludables.

“La actividad física tiene una capacidad casi mágica para mejorar la calidad de vida”, dijo Freedhoff; reduce el riesgo de padecer casi cualquier enfermedad física o mental. “Si tuvieras que elegir entre hacer dieta o ejercitarte, yo pondría ejercitarse en primer lugar”.

No es necesario que sea una rutina sofisticada o larga o aburrida. Con diez minutos seguidos de jugar con tus hijos, bailar o incluso subir escaleras, ya marcas la diferencia.

“Lo que socava el esfuerzo de las personas es que se comprometen a hacer más de lo que pueden, se dan cuenta de que es imposible mantener ese ritmo y renuncian”, dijo Freedhoff. “La mejor actividad es aquella que disfrutas más y que puedes imaginarte haciendo de forma continua”.

M. James Lenhard, director médico del Centro para la Diabetes y Enfermedades Metabólicas del Sistema de Atención Médica Christiana en Wilmington, Delaware, concuerda con que el que sea divertido es crucial.

“A algunas personas les gusta cortar leña, a otras caminar, a unas más pelar verduras”, dijo Lenhard. “No me importa lo que hagas, encuentra algo que te guste mucho para que puedas apegarte a ello”.

Y no te desalientes si algunas veces no cumples con la actividad.

“Tendrás semanas buenas y malas”, añadió Freedhoff. “Haz tanto como disfrutes. Hacer un poco es bueno, más es mejor y todo cuenta”.

2. Duerme lo suficiente
Es imposible exagerar la importancia que tiene el sueño para la salud. Influye en tu sistema inmunitario, en las hormonas, el apetito, el peso, el pensamiento, la energía, la concentración, el temperamento, el estado de ánimo… e incluso en la esperanza de vida. Por fortuna, siempre hay maneras de obtener un buen descanso por las noches.

Considera los efectos de un sueño deficiente en la salud mental: “Las personas que padecen sueño irregular o presentan síntomas de insomnio son más proclives a desarrollar depresión clínica”, señaló Britney Blair, psicóloga clínica con licencia y catedrática en la Universidad de Stanford. Si estás lidiando con la depresión y un sueño irregular, es mucho más probable que presentes pensamientos suicidas. De hecho, señaló que muchos estudios han demostrado cómo el atender los problemas de sueño que tienen personas con depresión mejora los síntomas depresivos también.

Las necesidades específicas de sueño varían en cada persona –“es tan único como las huellas digitales”, dijo Blair–, pero es de entre siete y nueve horas para la mayoría. La calidad también es importante. Si te sientes cansado o tienes un sueño irregular, averigua si padeces un trastorno y atiéndelo.

La apnea del sueño es una enfermedad que en muchos casos no se diagnostica y aumenta el riesgo de padecer obesidad, diabetes y muerte prematura. Responde el cuestionario STOP-BANG para determinar si tienes los síntomas. Para quienes padecen insomnio, el primer paso para el tratamiento es la terapia cognitiva conductual, ya que solo seguir buenos “hábitos de sueño” puede empeorar el insomnio en algunas personas, según Blair. Así que encuentra a un especialista.

3. No fumes
Esta es muy obvia y no solo porque fumar puede causar cáncer de pulmón, enfisema y enfermedades crónicas de obstrucción pulmonar.

“Fumar se asocia con complicaciones de casi todos los tipos de diabetes”, dijo Lenhard, y es la principal causa de enfermedades cardiacas. “Es casi seguro que los fumadores con diabetes padezcan enfermedades cardiovasculares. No se trata de si las desarrollarán o no; solo queda ver cuándo”.

La mayoría de los fumadores no necesita que se le recuerde estos datos.

“Cerca del 80 por ciento de los fumadores quieren dejarlo y prácticamente la mitad lo ha intentado en el último año, pero con poco éxito”, afirmó Hurst. “Si las personas utilizan parches de nicotina o medicamento junto con un plan conductual, aumentan sus posibilidades de dejar de fumar unas cinco o seis veces. Hay opciones de tratamiento más eficaces cuando recurres a todas las herramientas”.

¿Y los cigarrillos electrónicos o vaporizadores? Aún no contamos con evidencia de su toxicidad ni de su capacidad de ayudar a las personas a dejar de fumar.

“El conjunto de evidencias demuestra que son menos tóxicos que los cigarrillos, aunque el umbral está puesto demasiado bajo”, dijo Hurst. “Pero los efectos a largo plazo son menos conocidos”. La información acerca de si realmente ayudan a las personas a dejar de fumar es contradictoria. La evidencia anecdótica demuestra que en definitiva ayudan a las personas, pero no está claro a quiénes, por qué, cómo lo hacen o qué tan a menudo.

4. Fomenta tus relaciones
Los humanos son criaturas sociales, de modo que el apego hacia otras personas es “crucial para determinar quiénes somos como seres humanos”, dijo Blair. “Tenemos lazos muy fuertes que nos unen unos a otros”.

La forma en la que nutres esas relaciones interpersonales depende de ti. ¿Acaso significa que debas añadir a tu agenda un almuerzo semanal con un amigo? ¿Unirte a un club local o a un equipo deportivo? ¿Quizá planear una cita mensual con tu pareja? ¿Tomar los alimentos sentados a la mesa y sin celular a la mano con la familia más a menudo? ¿Pasar los sábados en familia sin distracciones?

Es tu decisión, pero no subestimes la importancia de dichas actividades para tener bienestar y buena salud. La necesidad del apego surge en la infancia y jamás desaparece.

“El apego cambia de los padres o cuidadores a nuestro cónyuge, nuestros hijos o amigos”, dijo Blair. “Fomentar el amor, el apego y las relaciones cercanas es lo más importante que puedes hacer para lograr la felicidad”.

5. Come más frutas y verduras
Las verduras ofrecen más beneficios que las frutas en cuanto a vitaminas y minerales con menos calorías, pero las frutas son un buen punto de inicio si nunca ingieres grandes cantidades de estos alimentos. La mejor forma de consumir más frutas y verduras es cocinar tus alimentos en casa sin recurrir a alimentos procesados. Hacerlo reduce la ingesta de sodio, azúcares y calorías, comentó Freedhoff. “Si te concentras en cocinar más con ingredientes frescos y crudos, eso aumentará tu consumo de frutas y verduras”, dijo.

Comienza por cocinar una comida más de las que te preparas a la semana en estos momentos. Si por cuestiones de tiempo, economía o alguna otra razón se te complica, agrega una verdura extra a tu cena diariamente o remplaza un refrigerio por una manzana o una naranja. De acuerdo con Freedhoff, en ocasiones las verduras congeladas ahorran tiempo y tienen los mismos beneficios que las frescas; de igual manera, no hay problema con las frutas enlatadas siempre que no estén envasadas con almíbar.

No ingieras las frutas en bebidas, ni dependas de los frutos secos. “Ningún concentrado de fructosa será benéfico”, dijo. “Ambos contienen muchas calorías y se acumulan rápidamente”.

Freedhoff agregó que cocinar en casa también ofrece beneficios más allá de una alimentación más saludable. Te ahorra dinero, te da una habilidad que puedes heredar a hijos o nietos y fomenta que haya comidas en compañía.

6. Vacúnate
Hace cien años, las diez causas principales de muerte en Estados Unidos eran casi todas las enfermedades infecciosas que hoy en día previenen las vacunas.

Una de las razones por las que el cáncer, las deficiencias cardiacas y otras enfermedades crónicas encabezan la lista en la actualidad es que las personas viven lo suficiente para desarrollarlas. Antes de las vacunas, miles de niños no lograban llegar a la adultez. Incluso hoy en día, hay miles de adultos que fallecen a causa de una gripe.

De este modo, el consejo es muy directo: las vacunas salvan vidas, así que mantente informado y sigue las recomendaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.

7. Toma algo de sol, pero no demasiado
No todos tienen la posibilidad de hacerlo durante todo el año, en especial en las latitudes del norte, pero aprovecha la oportunidad cuando se presente. La luz mejora tu sueño y estado de ánimo; estar expuesto al sol aumenta la probabilidad de practicar actividad física y la luz solar es la única forma natural de obtener vitamina D.

“La luz del día es absolutamente esencial para tener un sueño saludable”, dijo Blair. “Nuestro sistema del sueño evolucionó cuando dormíamos en el exterior”, de manera que el no obtener suficiente luz durante el día puede afectar el sueño. De nuevo, un sueño saludable contribuye a la salud mental.

No es coincidencia que aquellas personas en latitudes más altas presenten niveles menores de vitamina D, aunque qué tanta es necesaria, cómo podemos medir sus niveles y cómo afecta en la salud son preguntas para las que aún no hay respuesta. Sin embargo, es una vitamina esencial.

“Prácticamente no hay ninguna enfermedad que no se haya asociado con una deficiencia de vitamina D”, señaló Lenhard, “pero no se trata de una asociación de causa y efecto”. No sabemos la cantidad de vitamina D que influye en el desarrollo o la prevención de determinados problemas de salud, pero sabemos que mucha gente no recibe la cantidad suficiente, en especial si padecen de sobrepeso o diabetes, agregó Lenhard. Si tienes niveles bajos, aumentarlos con una mayor exposición a la luz solar o con la ingesta de suplementos tendrá pocos inconvenientes, siempre y cuando no te excedas.

Por supuesto, demasiado sol tampoco es bueno. Los rayos UV son la causa principal del cáncer de piel, así que protégete con un bloqueador solar, gorros y ropa adecuada.

8. Come y bebe menos azúcar
“La información acerca de cómo el consumo de azúcar afecta al cuerpo e influye en el desarrollo de la diabetes aún no está clara, pero implica una gran cantidad de calorías”, dijo Lenhard. Se desconoce si la causa es el azúcar o el alto contenido calórico, pero ambos niveles descienden cuando reduces el consumo adicional de azúcar. ¿Por dónde empezar? Las bebidas. Cambia la soda o las bebidas azucaradas por agua.

Mantenerse hidratado aumenta la energía y evita los dolores de cabeza y otros síntomas de deshidratación. Pero no exageres: no existe evidencia que sustente la premisa de “los ocho vasos de agua” diarios, según Freedhoff. “La idea de que hay una cantidad mágica que mejorará tu salud es un mito”, añadió. Pero sí existe evidencia que sustenta la elección del agua por encima de gaseosas, el alcohol y otras bebidas altas en calorías.

“Si bebes cuando estás sediento, y de preferencia bebes agua, estás en lo correcto”, dijo Freedhoff. “Se trata de limitar con conciencia las bebidas que te gustan. ¿Cuánto es lo menos que me dejará satisfecho?”.

9. Reducir la ingesta de alcohol no solo reduce las calorías, sino también los riesgos asociados con el abuso de alcohol.
Cualquier persona de cualquier edad, talla o género puede comenzar a trabajar estas conductas básicas. Concentrarse en ir añadiendo uno o dos hábitos a la rutina elimina la intimidación de lo que, de otra manera, serían propósitos inalcanzables. Si dejas de hacerlo un día, comienza desde cero al día siguiente. Todos fallamos algunas veces. Lo importante es no dar marcha atrás.

Tara Haelle (@tarahaelle) es periodista independiente de ciencias y salud, así como coautora de un libro sobre crianza, además de escribir libros de ciencia para niños y adolescentes.