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martes, 23 de abril de 2024

Las razones por la que los habitantes de la isla griega de Icaria viven hasta los 100 años

Icaria

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Icaria es una de las cinco "Zonas Azules" designadas del mundo.

La pequeña isla griega en el Egeo oriental tiene tasas más bajas de enfermedades crónicas que muchos otros lugares, y sus más de 8.000 residentes de tiempo completo tienen una de las esperanzas de vida más largas del mundo.

De hecho, un tercio de los icarianos viven más de 90 años, y se cree que factores como los fuertes vínculos sociales y familiares, el ejercicio integrado en la vida diaria y las siestas frecuentes son la razón por la que los habitantes de esta isla a menudo llegan a ser centenarios.

Otro factor importante que contribuye es lo que comen.

Al igual que la dieta mediterránea, la dieta de Icaria incluye grasas saludables, mucha fibra y alimentos integrales ricos en nutrientes.

Es altamente vegetal, con frutos secos, cereales, papas, legumbres, verduras y semillas, y el aceite de oliva es la principal fuente de grasa añadida.

El yogur y el queso, el pescado, las aves y el vino tinto se consumen con moderación, mientras que la carne roja se limita a unas pocas veces al mes.

Se ha demostrado que comer de esta manera reduce los factores de riesgo de enfermedades como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, diabetes, colesterol alto, obesidad y presión arterial alta.

En su nuevo libro de cocina, The Ikaria Way (La manera de Icaria), la chef greco-estadounidense Diane Kochilas ofrece un “plan” para las personas que desean incorporar en sus vidas aspectos de la dieta mediterránea, inspirados en la forma en que comen los residentes de la isla.

Para ella, el libro se centra en dos cuestiones: cómo ser bueno con tu cuerpo "sin ser malo con tu mente" y cómo cocinar" con el espíritu de una isla relajada y curativa donde el ritmo de la vida es lento y fácil y donde la gente se conecta a través de la comida alrededor de una mesa".

Destaca platos para comidas ligeras, meriendas, cenas para grupos más grandes o medianos, con recetas como sopa de yogur, pepino y nueces; melocotones asados y ensalada de rúcula con queso feta; habas picantes estofadas en vino tinto; y arroz pilaf con pistachos y grosellas, entre muchos otros.

"Creo que una de las cosas que siempre me sorprende es el nivel de estrés que acepta la gente", dice.

"En Estados Unidos, el estrés es muy perjudicial y la mayor parte está en nuestras propias cabezas y patrones de pensamiento".

Diane Kochilas

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Diane Kochilas ofrece un plan para las personas que desean incorporar aspectos de la dieta de la "Zona Azul" de Icaria en sus vidas

Su libro tiene como objetivo ayudar a las personas a ser más conscientes de cómo se cuidan a sí mismas, y Kochilas quiere mostrarles que "la comida también es amor".

El secreto de los frijoles

Además de escribir varios otros libros de cocina y presentar el programa de cocina My Greek Table (Mi mesa griega) en la cadena pública estadounidense PBS, Kochilas dirige una escuela de cocina en Icaria, de donde es originaria su familia y donde vive durante la mitad del año.

Fue durante una de sus clases de una semana que se inspiró para las 100 recetas a base de plantas que incluye en su nuevo libro de cocina.


Escribe: "Tuve dos invitados de Montana que se quedaron desconcertados en la encimera de la cocina el tercer día de clase y confesaron que no sólo comían carne tres veces al día en casa, sino que además nunca imaginaron que la cocina basada en plantas, que es principalmente (pero no todo) lo que hacemos durante nuestra semana juntos en la isla, podría ser muy satisfactorio, variado y real".

Icaria

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Un tercio de los icarianos viven más de 90 años

Los alimentos vegetarianos que se encuentran en Icaria no sólo son saludables y sustanciosos, sino también prácticos.

Por un lado, en la isla, como en otras partes de Grecia, algunas personas todavía siguen el calendario de ayuno de la Iglesia Ortodoxa Griega y, por tanto, no comen carne en determinadas épocas del año, como durante la Cuaresma.

Los ingredientes que se encuentran en el libro de cocina de Kochilas también abundan en Icaria, incluidos yogur, frutos secos, miel, sal marina, aceite de oliva, nueces, hierbas frescas, cereales, ajo y una variedad de legumbres, pero señala que deberían estar disponibles productos similares en la mayoría de los supermercados.

Los frijoles ocupan un lugar destacado en The Ikaria Way y Kochilas los convierte en protagonistas de platos como las habas frescas al limón con alcachofas, tahini y yogur; guiso de habas secas; frijoles rojos con hojuelas de pimiento picante y hierbas frescas; y frijoles gigantes caramelizados con cúrcuma, hinojo y lechuga romana, solo por nombrar algunos.

Dieta vegetal

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Los alimentos vegetarianos que se encuentran en Icaria no sólo son saludables y sustanciosos, sino también prácticos.

Según Kochilas, "el consumo de frijoles ayuda a la salud del corazón al reducir el colesterol porque los frijoles son ricos en fibra soluble, que se adhiere a las partículas de colesterol y las elimina del cuerpo".

También afirma que son “paliativos a la hora de controlar e incluso prevenir la diabetes tipo 2”.

Explica cómo "comer frijoles y vivir más tiempo" se ha convertido en un mantra para los defensores de comer como lo hace la gente en una Zona Azul, una frase acuñada originalmente por Dan Buettner, miembro de National Geographic y experto en longevidad, quien afirma que "comer una taza de frijoles cada día puede prolongar la vida de una persona cuatro años".

Kochilas también ofrece muchas recetas de frijoles en el libro, ya que son versátiles, se pueden usar en sopas, ensaladas o platos principales, y la gente puede "encontrar buenos frijoles en cualquier lugar", afirma.

De su receta de guiso de frijoles blancos con berenjena, tomate y queso feta, Kochilas escribe que "este plato sencillo es una de las muchas formas en que combinamos frijoles y legumbres con verduras en la cocina griega".

Un cocinero en casa puede utilizar frijoles enlatados para la receta, que debería proporcionar una comida sustanciosa, nutritiva y equilibrada para quienes decidan prepararla.

Kali orexi es como los griegos se desean mutuamente buen provecho, y quizás esta frase también se convierta en parte del habla de los comensales cuando preparen esta receta, así como otras que Kochilas ofrece en The Ikaria Way.

martes, 28 de noviembre de 2023

Sustituir el consumo de carne procesada por frutos secos reduce en un 27% los riesgos cardiovasculares

Un metaanálisis de 37 estudios pone cifras al coste que asumimos al abusar de productos de origen animal. El estudio es especialmente concluyente con la carne roja y la procesada

Si somos lo que comemos, más nos valdría ser un puñado de nueces y un aguacate. Consumir este tipo de productos, en lugar de otros de origen animal, reduce los riesgos de muerte y problemas de salud como enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2. Es la conclusión de una revisión sistemática, publicada este jueves en la revista BMC Medicine. La idea no es nueva, pero sí contundente, pues resume y armoniza la literatura científica anterior. Para hacerlo se han analizado los hallazgos de 37 publicaciones, subrayando la importancia de sustituir una dieta con más importancia de alimentos animales hacia una con más presencia vegetal. “Esto no significa necesariamente eliminar todos los productos animales de la dieta”, matiza Sabrina Schlesinger, autora del estudio y doctora en el DDC, el Centro Alemán de Diabetes. No se trata de hacerse vegano, sino de limitar el consumo animal, especialmente de carne roja y procesada.

El equipo de Schlesinger comprobó que la incidencia general de enfermedades cardiovasculares se redujo en un 27% cuando las personas sustituyeron 50 gramos de carne procesada (como embutidos, hamburguesas o salchichas) por entre 28 y 50 gramos de nueces al día. Cambiarla por legumbres también se asoció con una reducción de las enfermedades cardiovasculares, aunque en menor medida, en un 23%. En los últimos años, se ha puesto en entredicho el consumo de carnes procesadas. En 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideró que este tipo de alimentos era “carcinógeno para los humanos” y lo incluyó en el grupo de sustancias más peligrosas para la salud. La decisión fue muy controvertida, pero desde entonces la evidencia científica ha ido poniendo en entredicho el abuso del consumo de este tipo de productos.

El actual estudio habla, en general, de productos de origen animal, pero al bajar a la letra pequeña, se comprueba que no todos tienen los mismos efectos sobre la salud. Reemplazar las aves, el pescado o los mariscos con nueces o legumbres no demostró reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular de forma evidente. El estudio también quiso averiguar si sustituir lácteos por sucedáneos veganos de soja y similares tendría algún efecto. “Sin embargo, nuestros resultados carecieron de asociaciones claras, dada la escasa disponibilidad de estudios sobre esta cuestión específica”, lamenta la doctora Schlesinger.

Manuel Moñino, presidente del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas y ajeno al trabajo, señala que este “profundiza en lo que ya se sabía” y recuerda que reducir no significa eliminar. “La dieta mediterránea es el patrón que mejores resultados de salud ha demostrado, y es una dieta que es rica en alimentos frescos de origen vegetal y que, además, incluye en cantidades reducidas o moderadas otros de origen animal”, señala. Más que fijarse en el detalle sobre cómo impacta cada una de las sustituciones en la salud cardiovascular, el experto cree que “en nuestro contexto cultural y gastronómico, lo que hay que hacer es mejorar la adherencia a la dieta mediterránea”.

Hace unos años la Asociación Estadounidense del Corazón hizo una clasificación de las mejores dietas para este órgano y efectivamente, la mediterránea estaba en el podio, solo después de la dieta DASH (baja en sal y alta en frutas, vegetales, granos integrales, lácteos bajos en grasas y proteínas magras). Les seguían la pescetariana, en la que la proteína solo procede de pescados y mariscos, y la vegetariana, que admite huevos y lácteos. Todas estas dietas sanas tienen en común la abundancia de frutas y verduras y cereales integrales, aunque no sean estrictamente veganas. “Los patrones de alimentación ricos en carnes rojas y procesadas se asocian con un mayor consumo de grasas saturadas y sal”, explica Moñino, “dos elementos clave en el incremento de riesgo cardiovascular, en especial, la dislipemia [la alteración de los niveles de grasas, colesterol y triglicéridos, fundamentalmente, en sangre] y la hipertensión”.

La carne y la historia
En los últimos años, numerosos estudios científicos vienen avalando la idea de que hay que reducir el consumo de carne. Hace unos meses, una revisión de estudios de los últimos 40 años confirmó que las dietas vegetariana y vegana reducían las grasas en sangre, un metanálisis que encaja a la perfección con el actual en sus conclusiones. “Sin embargo, a nivel mundial, el consumo de carne no ha dejado de aumentar. Las razones pueden ser el crecimiento demográfico, el aumento de los ingresos y los cambios en la dieta en algunas partes del mundo”, apunta la doctora Schlesinger, “aunque en algunos lugares esté aumentando la concienciación”.

Especialmente en Occidente, apunta Francesc Xavier Medina Luque, catedrático del Centro de Antropología de la Alimentación de la Universitat Oberta de Catalunya. Medina valora el informe, aunque lamenta que se ponga el foco únicamente en lo sanitario y no se hayan buscado interpretaciones desde la parte social y cultural. Para entender por qué consumimos tanta carne en la actualidad, asegura, hay que comprender el recorrido histórico.

La carne siempre ha tenido presencia en la dieta mediterránea, primero por su ausencia y deseo y ahora por su presencia y abuso. “Siempre ha sido un alimento muy valorado y de difícil acceso a lo largo de la historia”, recuerda. Pero a partir de la revolución industrial alimentaria, en la segunda mitad del siglo XX, la carne baja de precio. “De repente, un alimento muy valorado e inaccesible se puso al alcance de la mayor parte de las personas”, cuenta. El resultado de este cambio está en nuestros platos todos los días y tiene forma de filete.

“Estamos comiendo carne a unos niveles que no se habían dado nunca a lo largo de la historia. Quizá por eso están surgiendo ciertas afecciones que tienen una relación directa con la alimentación”, destaca el antropólogo. Es consciente de que hay algo de identitario en el consumo de carne. Las reacciones desde ciertos sectores sociales ante las recomendaciones científicas han sido viscerales. Quizá porque toca algo que asociamos con la infancia, con lo festivo. Quizá porque las recomendaciones, en algo tan íntimo, escuecen más. “Pero la carne fue un alimento identitario también en el pasado”, recuerda. Entonces era una señal de clase, pues solo los más pudientes se la podían permitir. Y también entonces había enfermedades relacionadas. Tener gota era una enfermedad de clase alta, pero seguía siendo una enfermedad.

sábado, 30 de septiembre de 2023

Los otros secretos (aparte de la comida) de la dieta mediterránea, la más recomendada para la salud

Abuelo, padre e hijo comiendo

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Compartir, un ingrediente fundamental.


Verduras, hierbas y frutas gloriosas que llegan directo de la huerta a la mesa para acompañar una abundancia de peces y mariscos recién capturados asados o a la parrilla, que se sirven con sabrosos cereales y legumbres, pan casero crujiente, vino...

Ese menú fresco y vibrante, aderezado con aceite de oliva, y consumido con admirable moderación, ha sido por décadas un ideal que no sólo conjura momentos memorables compartidos con seres queridos sino que promete bienestar físico.

Eso porque contiene muchos de los ingredientes de la famosa dieta mediterránea, aquella que constantemente recibe las mejores calificaciones de los profesionales de la salud por ser uno de los planes de alimentación más saludables y prácticos que existen.

Y uno de sus componentes cruciales no tiene nada que ver con comida.

Su nombre fue acuñado hace casi seis décadas, y desde entonces ninguna otra dieta tiene tanta evidencia documentada respaldando sus efectos positivos.

La investigación continúa mostrando una gama cada vez mayor de beneficios, incluyendo una mejor salud cardiovascular, menos posibilidades de desarrollar diabetes tipo 2 y cáncer. El estudio más reciente muestra que esta forma de comer también puede proteger contra la demencia.

Pero la ciencia también muestra que aunque los alimentos del menú mediterráneo son imprescindibles, hay otros ingredientes no comestibles que son cruciales.

Y es que la mediterránea no es precisamente una dieta, es una forma de comer de manera que se extiende más allá de una lista de alimentos.

La comida es cultural y social, está cargada de historias personales, familiares y regionales.

Y dado que la dieta mediterránea no fue inventada de la nada sino basada en tradiciones desarrolladas con el tiempo por millones de personas, incluye componentes de estilo de vida.

Eso contribuye a que se logren los beneficios mencionados y varios otros, entre ellos la reducción del riesgo de depresión.

Prehistoria con 7 países

Niño recogiendo limónes
Un niño con una naranja

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Alimentos frescos, de temporada, preparados con cariño.

Cuando cesaron los combates de la Segunda Guerra Mundial, Haqvin Mamrol, un investigador de Suecia, demostró que la mortalidad por enfermedad coronaria disminuyó en los países del norte de Europa durante la guerra.

Su hipótesis fue que era el resultado de las restricciones impuestas durante la guerra a la leche, la mantequilla, los huevos y la carne.

Casi al mismo tiempo, un científico de Minnesota, Estados Unidos, llamado Ancel Keys, que había estado estudiando los efectos del hambre en un grupo de sujetos voluntarios, pasó a estudiar las dietas de los empresarios del Medio Oeste de su país.

Encontró que esos estadounidenses bien alimentados eran más propensos a las enfermedades cardíacas que los hombres privados de alimentos en el norte de Europa durante la guerra.

Keys sospechó que convenía reducir drásticamente las grasas saturadas.

Para comprobarlo, reclutó investigadores en varios lugares del mundo y se embarcó, a fines de la década de 1950, en un ambicioso proyecto que se conocería más tarde como el Estudio de los Siete Países o SCS, por sus siglas en inglés.

El equipo multinacional examinó las dietas y los estilos de vida de miles de hombres de mediana edad en EE.UU., Países Bajos, Finlandia, Yugoslavia, Japón, Italia y Grecia.

Al final de la década de 1970 se publicaron los primeros resultados confirmando asociaciones entre las grasas saturadas, los niveles de colesterol y la enfermedad coronaria.

Pero hubo otro resultado notable: los que vivían en el Mediterráneo y sus alrededores, en países como Italia, Grecia y Croacia, tenían tasas más bajas de enfermedad cardiovascular que los participantes de otros lugares.

Sus dietas, ricas en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos, semillas, proteínas magras y grasas saludables, parecían tener un efecto protector.

Keys, su esposa y sus colegas del estudio fueron fundamentales para el reconocimiento, la definición y la promoción del patrón de alimentación que se llamaría popularmente "dieta mediterránea".

Algo que, como dice incluso el sitio web del SCS, no existe.

"El mar Mediterráneo limita con 18 países que difieren notablemente en geografía, situación económica, salud, estilo de vida y dieta".

Pero no sólo es eso.

Diaita del Mar Medi Terraneum

Madre e hija cocinando
Madre e hija cocinando

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Desde comprar hasta cocinar y comer en compañía. Recetas que pasan de generación en generación.

En primer lugar, no es una dieta, en el sentido de que no hay reglas estrictas, abstenciones de grupos de alimentos, ni restricciones en los tamaños de las porciones ni recetas especiales a seguir.

Es más bien una diaita, la palabra griega para estilo o forma de vida, pues su magia no está sólo en sus nutritivos componentes sino en la manera de obtenerlos, y de crear y consumir platos coloridos y aromáticos, gustosos para el paladar y el espíritu.

Fue diseñada basada en la observación de comunidades en lugares como la isla de Creta hace unas seis décadas, cuando el quehacer cotidiano involucraba más actividad física.

Además, los únicos alimentos generalmente disponibles eran los que la naturaleza local proveía, así que tendían a ser frescos y de temporada.

De ahí una de las ventajas de la dieta: no se trata de comprar los alimentos que se producen en una región, sino de usar los de cualquiera al estilo mediterráneo.

Ni siquiera el aceite de oliva es indispensal; lo que importa es evitar grasas saturadas, así que pueden ser ciertos aceites de semillas (como canola, soya y linaza) y aceites de nueces (nueces, avellanas y almendras).

Pero quizás el ingrediente más mágico es que tanto cocinar como disfrutar lo cocinado es tradicionalmente un evento compartido, una celebración cotidiana con familiares y amigos sin más razón que el placer de hacerlo.

No se trata solo de qué comes, sino también de cómo y con quién lo haces.

Y sí, también hay estudios sobre los beneficios de esos otros factores para la salud.

En uno reciente, cuyos resultados fueron publicados en febrero de 2023, los investigadores se preguntaron cuál era la repercusión de acoger el enfoque de cenas relajadas y familiares, siestas por la tarde y fuertes lazos comunitarios en otras culturas.

Para ello, se alejaron 2.500 kilómetros del Mar Mediterráneo, y exploraron qué sucedería si adultos británicos adoptaran no solo la dieta, sino también el estilo de vida mediterráneo.

Los 110.799 participantes, de 40 a 75 años, no tenían cáncer ni enfermedades cardiovasculares cuando se inscribieron entre 2009 y 2012. Se les dio seguimiento hasta 2021.

Se examinaron cuestiones como si comían con familiares y amigos (convivencia); participan en actividades físicas con otros, por ejemplo, dando paseos juntos; con qué frecuencia se reunían con familiares y amigos (hábitos sociales); y cuánto dormían, tanto de noche como en siestas (descanso).

Y descubrieron que cuanto más se adherían a ese estilo de vida, menor era el riesgo de morir de cáncer, enfermedades cardiovasculares y otras afecciones de salud.

"Este estudio indica que adoptar un estilo de vida mediterráneo adaptado a las características locales de las poblaciones no mediterráneas es posible y puede ser parte de un estilo de vida saludable", dijo la investigadora principal del estudio, Mercedes Sotos-Prieto, de la Universidad Autónoma de Madrid, España, y la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard en Boston.

De manera que, así como la dieta mediterránea es una guía que te permite incorporar los alimentos de tu tierra, el estilo de vida que refuerza sus beneficios es uno que puedes replicar aunque vivas muy lejos del que los romanos nombraron Mar Medi Terraneum.

domingo, 28 de enero de 2018

_- ¿Cuáles son las bondades de las nueces y otros frutos secos?

_- Repletas de proteínas, fibras y grasas esenciales, los frutos secos son unos de los mejores ingredientes para consumir.

Una porción del tamaño de una bola de golf -unos 30 gramos- de ellos sin sal es un tentempié que da vigor y, a diferencia de la mayoría de las otras opciones, aporta una mezcla de vitaminas y minerales valiosos.

Cada tipo de fruto seco tiene credenciales nutricionales distintas y ofrece varios beneficios para la salud.

Encuentra tu fruto seco perfecto en este capítulo de nuestra serie sobre los beneficios de ingredientes populares de BBC GoodFood, con la nutricionista Kerry Torrens.

Almendras
Para quienes evitan consumir productos lácteos, las almendras son una buena alternativa pues son ricas en calcio, un mineral que sirve para reforzar los huesos.

Las almendras también tienen un alto contenido de vitamina E, un nutriente que ayuda a mejorar la condición y apariencia de la piel.

Cuando puedas, come almendras enteras con la piel intacta pues es ahí donde están los compuestos llamados flavonoides, que tienen un efecto tónico para el corazón.

Nueces de Brasil
Ideal para quienes sufren de hipotiroidismo o baja en la función tiroidea, pues estas nueces son una buena fuente del mineral selenio, que necesitamos para producir la hormona tiroidea activa.

El selenio también apoya al sistema inmunológico y ayuda a curar heridas.

Sólo tres o cuatro nueces de Brasil al día proveen el selenio requerido.

Anacardo, castaña de cajú, marañón o merey
Los marañones son una opción excelente si uno está siguiendo una dieta vegetariana pues proveen un buen nivel de proteína y son una fuente útil de minerales como hierro y zinc.

Además son ricos en el mineral magnesio, que se piensa ayuda con la memoria y retrasa su pérdida por razones de edad.

Échale un puñado a tus vegetales o úsalos triturados como mantequilla en galletas o pan.

Castañas
Las castañas son de lejos el fruto seco con menos grasa y calorías.

Además, son ricas en carbohidratos almidonados y fibra y, si se comen crudas, una buena fuente de vitamina C.

Tienen menos proteínas que otros frutos secos pero proporcionan vitaminas B, incluida la B6.

La harina de castañas molidas puede usarse para hacer pasteles y panes libres de gluten.

Se pueden comprar frescas y tostarlas para comérselas como un delicioso aperitivo.

Avellanas
Opta por avellanas si estás preocupado por niveles altos de homocisteína, el aminoácido que ha sido asociado con problemas del corazón así como enfermedades como la de Parkinson.

Las avellanas son una buena fuente de ácido fólico o folacina, que juega un rol crucial en mantener a la homocisteína en niveles normales.

Macadamias
Con uno de los contenidos de grasa más altos, las macadamias se usan a menudo para añadirle sabor y textura a los platos tanto dulces como salados.

A pesar de tener tanta grasa, proveen buenos niveles de la saludable variedad monoinsaturada.

Son una fuente rica de fibra y contribuyen con minerales como el magnesio, calcio y potasio.

Compra pocas y guárdalas con cuidado para evitar que se pongan rancias.

Pacana, nuez de la isla o nuez encarcelada
Las pacanas están repletas de fitoesteroles, unos valiosos compuestos que son efectivos para bajar los niveles de colesterol.

Además, son ricas en antioxidantes que previenen la formación de la placa que endurece las arterias.

Tienen un alto contenido de ácido oleico, la grasa saludable que se encuentra en las aceitunas y los aguacates.

Por ser una buena fuente de vitamina B3, son una opción perfecta si uno está luchando contra la fatiga, pues esa vitamina ayuda a acceder a la energía que está en los alimentos.

Pistachos
Los pistachos son especialmente ricos en vitamina B6, que es importante para mantener las hormonas balanceadas y saludables, de manera que son recomendables para las mujeres que sufren con sus períodos.

Son además los únicos frutos secos que contienen niveles razonables de luteína y zeaxatina, dos antioxidantes que juegan un rol importante en la protección de los ojos.

Los pistachos también contienen potasio y fibra: 30 gramos tienen más de tres veces que la misma cantidad de ciruelas, las cuales son recomendadas para aliviar el estreñimiento y problemas digestivos.

Nueces
Las nueces son útiles en la lucha contra el cáncer gracias a su contenido de antioxidantes.

También son una buena fuente de grasas monosaturadas, convenientes para el corazón.

Hay estudios que muestran que ayudan a reducir el "colesterol malo" o "colesterol LDL".

Finalmente, son ricas en omega-3, así que son una rica alternativa para quienes no comen pescados grasos.

¿Le preocupa el contenido de grasa?
Las nueces y frutos secos tienen alto contenido de grasa pero la mayoría es de la variedad que no es dañina para el corazón.
Las cantidades de grasa saturada, el tipo de grasa que debemos evitar, varía entre ellas.

Aquí, las agrupamos por color, de manera que las rojas tienen un contenido más alto de grasa saturada; las amarillas, medio y las verdes, bajo.

Trata de comer las amarillas y verdes la mayoría del tiempo y disfruta de las rojas de vez en cuando.



BBC.
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/10/141010_bondades_nueces_finde_dv