Pregunta. ¿Por qué le ha atraído contar estas historias de mentirosos?
Respuesta. Se nos ha dicho mucho que vivimos la época de la posverdad y las fake news, cuando la hemos vivido siempre. Adán y Eva con la serpiente o el caballo de Troya eran fake news, así que creo que era el momento de reivindicar a grandes impostores, que los ha habido muy divertidos.
P. ¿Qué criterio ha seguido para escogerlos?
R. Casi todos los elegidos me caían bien, por ser muy pícaros o brillantes o malvados, y quería también que no fueran muy modernos.
P. ¿Cuál es su favorito?
R. Me gustan mucho los impostores literarios, como William Henry Ireland, que falsificó una obra de Shakespeare para ganarse el amor de su padre. Sin embargo, quedó como el mayor fracaso del teatro inglés porque no llegó ni a terminarse la primera representación en Londres [abril de 1796] de lo mala que era, hasta el actor principal se reía.
P. ¿Por qué dice en su libro que la ficción es la mentira más hermosa?
R. Porque es la escapatoria para hacer la mentira respetable, tanto como autores o si somos lectores. Los mitos en los que están creadas las sociedades son grandes mentiras fundacionales, aunque seamos conscientes de que nos están mintiendo.
P. ¿Qué escritor ha sido especialmente mentiroso en sus obras?
R. Precisamente, Shakespeare es el mejor mentiroso. Además, era un plagiador consumado de sus contemporáneos, y la mentira está en el corazón de sus obras, con comedias de engaño, el travestismo…
P. ¿Ha llegado a alguna conclusión de por qué soltamos tantas bolas?
R. Hablando con [el paleontólogo] Juan Luis Arsuaga me dijo que sin la mentira no existiríamos como sociedad. Me interesaba saber por qué nos creemos historias rocambolescas, pero los mentirosos no existirían sin los crédulos. Creemos tantas cosas porque la vida es así más fácil, sería horrible dudar de todo desde que salimos de casa.
P. ¿Cómo debe ser una buena mentira?
R. Las que triunfan son las que parten de una semilla de verdad. Victor Lustig es el santo patrón de los estafadores, vendió la torre Eiffel a un empresario de la chatarra gracias al rumor en el París de los años veinte del pasado siglo de que el monumento se iba a desmontar porque era efímero.
P. ¿Hay muchas no verdades en la prensa?
R. Es la paradoja del periodista. Queremos descubrir dónde está la verdad, pero hay mentiras que llegan a los medios por nuestros propios errores. Por ejemplo, la historia de que la retransmisión de Orson Welles de La guerra de los mundos causó el pánico en todo EE UU no es verdad. Lo inventó la prensa porque quería desprestigiar a un medio nuevo y gratuito, la radio.
P. Hasta el célebre semanario alemán Stern publicó unos supuestos diarios de Hitler que eran falsos.
R. Fue un escándalo que obligó a intervenir al Gobierno alemán. Documentándome para ese capítulo, vi cómo habían sido las reuniones de redacción y te dabas cuenta de que algunos periodistas no intentaban descubrir la verdad. Querían tener la mayor exclusiva del siglo y la verdad no iba a estropeárselo.
P. ¿Y qué mentira gorda le han soltado y se la ha creído?
R. Por estar en paz con mi pasado, a veces prefiero olvidar la verdad y quedarme con la mentira que me contaron.
P. ¿Puede contar alguna mentirijilla suya?
R. Es habitual que cuando te encuentras con un compañero de la facultad que hace mucho que no ves le digas que está estupendo y que a ver si nos vemos para tomar unas cañas.
P. Hay caras de buena persona, ¿hay una fisonomía del embaucador?
R. Lo que es común a ellos es que saben escuchar muy bien. Son seductores porque conocen lo que quieres oír. Hay estudios que dicen que los niños que más mienten tienen de mayores más capacidades sociales.
P. La mayoría de casos que recoge son de EE UU y Reino Unido. ¿Se engaña más en el mundo anglosajón?
R. Había que deshacer eso de que los latinos somos especialmente mentirosos. Además, tengo afinidad por el mundo anglosajón y el acceso a fuentes documentales en bibliotecas públicas de esos países es más fácil.
P. Cita un estudio de la Universidad de Massachusetts según el cual dos extraños se pueden mentir hasta tres veces en 10 minutos. Nosotros llevamos casi 20 charlando…
R. [Risas] Ese estudio indicaba además que se mentía sin ninguna finalidad, aunque no fuera una entrevista de trabajo o una cita para seducir al otro. Basta encontrar a alguien con el que queramos agrandar nuestros logros.