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martes, 9 de febrero de 2021

_- Sánchez Albornoz, Lamana y Probst Solomon reviven su fuga de Cuelgamuros

_- En 1948, alentadas por Paco Benet -un antropólogo español que estudiaba en París-, dos jóvenes estadounidenses, Barbara Probst Salomon y Barbara Mailer -esta última hermana del autor de Los desnudos y los muertos-, deciden realizar un plan tan descabellado como eficaz: entrar en España y ayudar a dos estudiantes izquierdistas encarcelados, Manuel Lamana y Nicolás Sánchez Albornoz, a salir del campo de concentración franquista de Cuelgamuros, cuyos presos construían el Valle de los Caídos. Contra todo pronóstico, vivieron para contarlo y ayer recordaron su aventura en la madrileña Residencia de Estudiantes."Lo real es lo absurdo". Así describe la fuga el escritor Manuel Lamana, exiliado en Argentina, país en el que sigue viviendo. "Fue un plan ingenuo, pero eficaz", dice Barbara Probst Solomon, aquella joven que quiso poner su granito de arena en la defensa de los derechos humanos, sensibilizada por los horrores del fascismo y comprometida con la República española. "La fuga tuvo éxito porque no estuvo organizada" señala Nicolás Sánchez Albornoz, historiador y director del Instituto Cervantes. "Uno de los puntos fundamentales de nuestro éxito fue que nuestro grupo era tan pequeño que era imposible que hubiera infiltrados"; afirma Sánchez Albornoz.

El factor suerte
También la suerte jugó a su favor. "Pensaron que la policía jamás iba a sospechar de dos chicas tan jóvenes. Apenas teníamos 18 años. Recuerdo que Paco Benet nos envió a ver a un importante dirigente anarquista, Manuel Amit, que vivía en las afueras de Madrid para intentar sacarle también. Cuando nos vio, pensó que nuestra juventud hacía imposible la fuga. Es un recuerdo triste porque Amit fue capturado y murió en la cárcel", rememora Probst Solomon.El grupo eligió un domingo para escapar debido a que la distancia horaria entre recuento y recuento era más larga que en los días laborables. Lamana y Sánchez Albornoz burlaron la vigilancia y corrieron campo a través hacia el monasterio. Allí les esperaban Paco Benet y las mujeres en un coche. Tras 20 horas de viaje llegaron a Barcelona, donde ellas siguieron hacia Francia y los fugados cruzaron los Pirineos a pie hasta llegar al país vecino no sin antes sortear las dificultades producidas por la intensa lluvia y la falta de comida y brújula. Para aumentar las dificultades, Sánchez Albornoz sufrió la rotura de un tobillo.

La escritora Probst Solomon, de ascendencia judía, quien perdió a varios familiares en los campos nazis, vive ahora obsesionada con el color que están tomando algunos acontecimientos en Europa: "Después de toda la historia. Es horrible que esto vuelva a ocurrir en Europa. Antes fueron los judíos, los gitanos. Ahora son los musulmanes de Bosnia. No pido que la gente se juegue la vida, sino que luche por ella". 

* Este artículo apareció en la edición impresa de El País del 04 de febrero de 1993.

lunes, 28 de agosto de 2017

Un ‘picnic’ para la historia. Hungría y Austria conmemoran la huida de 600 alemanes del este a través de sus fronteras.

El Muro de Berlín comenzó a agrietarse a las 14.55 horas del 19 de agosto de 1989, hace 25 años, cuando el teniente coronel húngaro Arpad Bella vio cómo decenas de ciudadanos de la RDA se acercaban al puesto fronterizo de la localidad húngara de Sopron para cruzar a territorio austriaco.

El oficial tenía órdenes de utilizar su pistola en caso de agresión o violencia, pero cuando vio a cientos de hombres, mujeres y niños, tardó 10 segundos en tomar una decisión de trascendencia histórica. “No quería convertirme en un asesino”, relató Bella al justificar la orden que impartió a sus cuatro subalternos: “Mirad en dirección a Austria, controlad pasaportes en caso de que alguien los muestre y lo que pase detrás de nosotros no lo hemos visto”, les dijo. En menos de tres horas, más de 600 ciudadanos de la RDA pasaron a Austria, la primera gran huida masiva en la Europa de la Guerra Fría.

El picnic pudo ser organizado gracias a una rara concesión del presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, al primer ministro húngaro, Miklos Nemeth, ese mes de marzo. Gorbachov autorizó a Budapest a desmontar la vigilancia electrónica a lo largo de la frontera con Austria.

Ocho semanas después, los ministros de Asuntos Exteriores de Hungría y Austria, Gyula Horn y Alois Mock, armados con sendas tenazas, llegaron a Sopron para cortar simbólicamente un trozo de la valla. La foto conmocionó a la Alemania comunista. En pocos días, miles de germanos viajaron a Hungría bajo la excusa de las vacaciones y a la espera de un milagro.

Fue entonces cuando el líder reformista húngaro Imre Pozsgay y Otto von Habsburg, heredero de la desaparecida corona austro-húngara, organizaron una fiesta popular para celebrar la fraternidad entre los pueblos húngaro y austriaco. El lugar escogido para el picnic fue Sopron y se acordó que la frontera se abriría durante tres largas horas para que los austriacos asistieran. La noche del 18 de agosto, desconocidos repartieron miles de panfletos entre los alemanes de Budapest. El anuncio del festejo incluía un mapa para llegar a Sopron (a 210 kilómetros) e instrucciones para alcanzar el paso fronterizo, a dos kilómetros.

El ensayo general que significó esta merendola en la que 600 alemanes abandonaron el este fue un éxito; y el silencio de Moscú hizo posible que el ministro de Asuntos Exteriores húngaro anunciara el 10 de septiembre la apertura de sus fronteras con Occidente. La medida fue negociada, no entre Budapest y Moscú, sino entre Myklos Nemeth y su colega de la RFA, Helmut Kohl, durante una reunión secreta en el castillo de Gymnich, el 25 de agosto de 1989. El resultado fue inmediato: en dos meses más de 60.000 alemanes orientales abandonaron Hungría para llegar a la tierra prometida. Kohl reveló el precio que pagó su Gobierno para obtener la apertura de la frontera: un crédito de 500 millones de euros. Erich Honecker, en cambio, murió convencido de que quien acabó con su país fue Otto von Habsburg. “Repartió panfletos en los que invitaba a los alemanes a un picnic. Les dio regalos, comida y marcos, y, luego, les convenció de huir hacia Occidente”, dijo.

El picnic ocupa posiciones muy distintas en la historia oficial de sus protagonistas. Ayer fue recordado con una ceremonia presidida por el primer ministro húngaro Viktor Orban —veterano opositor al comunismo y china en el zapato de la Unión Europea por las posturas poco demócratas que ha desarrollado con los años— y en la que participó una amplia delegación austriaca. Alemania, sin embargo, estuvo representada sólo por la jefa del Gobierno regional de Turingia, Christine Lieberknecht.

https://elpais.com/internacional/2014/08/20/actualidad/1408529554_932738.html

sábado, 3 de enero de 2015

Los nueve del balandro. Un grupo de vascos se fabricó su propio bote en 1950 para escapar a México y huir de la represión franquista. Sus descendientes recuperan su memoria

"Jueves 24 de agosto 1950. Día 40. Amaneció, salvo en cine, nunca había visto un espectáculo como el que se me presentaba. Dicen que las islas del Pacífico son bonitas, pero esta era maravillosa, eso me parecía". Félix San Mamés Loizaga veía tierra y lo escribía en su diario. Un mes después de partir de Santurtzi (Bizkaia) en un balandro fabricado a escondidas, él y otros ocho vascos atracaban en Trinidad y Tobago. Todavía quedaban 51 días para alcanzar México, tierra prometida donde habían depositado todas sus esperanzas para escapar del franquismo.

El barco de vela de casco pequeño se llamaba Montserrat y acababa de cruzar el Atlántico. Los propios tripulantes lo habían construido encubierto en el taller de embarcaciones Alsa, al lado de un cuartel de la Guardia Civil. "¿Es ese su balandro?" preguntaron dos agentes una noche. San Mamés, pálido, contestó que sí. "Allí han olvidado un saco". Avisaron y se fueron. Nadie sospechó nada hasta que meses después notaron su ausencia.

El balandro fue desguazado hace décadas. 64 años después su espíritu regresa a casa a bordo de una réplica hecha por el propio Félix y donada por sus hijas y nietas al Museo Marítimo de Bilbao. Allí,  los descendientes han dedicado a la epopeya una exposición donde recopilan toda clase de objetos: el diario original (publicado en La Travesía del Montserrat), fotografías, una carta de compromiso firmada por los nueve antes de la partida y la misiva de Gobernación de México que concedía a Félix cobijo político y trabajo como técnico de marina en Veracruz son algunas de las joyas.

El grupo fue elegido con sumo cuidado por los hermanos Algorri. Como si prepararan un golpe cinematográfico. Los dueños de Alsa no buscaban amistades, sino trabajadores especializados. Los nueve del balandro eran profesionales del mar. San Mamés, con 24 años, era carpintero y remero. Manuel Barinagarrementería, modelista naval. Agustín Palacios, herrero. José Ramón Bilbatúa, mecánico y encargado del motor. Buscaban huir de la represión franquista. Trataban, en muchos casos, de evitar una cárcel segura.

Pero no todo salió como esperaban. La bobina ardió al llegar a Canarias y un mes de viaje se transformó en tres. Como Colón, hicieron su viaje sin radio, y los aparejos se les rompieron, además, tratando de pescar pesados bonitos oceánicos.

"Tenían suerte. Rodearon los siete huracanes con los que se cruzaron. Lo malo es que no me llevaron", bromea su sobrino Juan José San Mamés, que repitió décadas más tarde la travesía para huir del servicio militar español. Lleva txapela y la ikurriña en el pecho, pero su acento suena a mezcla de vasco e inglés. Se casó con su prima, hija de Félix, y con ella vive en San Francisco, donde produce vainilla ecológica. La exposición vuelve a poner en contacto a las nueve familias. Algunos visitan la tierra de sus ancestros por primera vez.

Félix regresó en 1974. Lo que más le sorprendió a su hija Carmen entonces fue que los vecinos todavía lo reconocieran al pasar. Su única pena: no haber visto a su madre, que murió en 1966, por última vez. Era vasco sin dejar de ser mexicano, y mexicano sin dejar de ser vasco, decía.

El balandro Montserrat desapareció, pero el nombre sigue vivo en su nieta, que, con su acento mexicano, vuelve a casa. Ha dominado el baile del aurresku, aprende euskera y se ha echado novio en Bilbao. Las aguas vuelven a traer a los San Mamés a su origen. Montserrat echa anclas en el puerto de salida. http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/11/11/paisvasco/1415734003_625967.html