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domingo, 17 de noviembre de 2019

¿Quiénes son los responsables del golpe en Bolivia?

Alfredo Serrano Mancilla
Rebelión

Un golpe de Estado jamás está constituido por un hecho aislado. No existe un momento puntual que pueda ser definido como el generador definitivo de una ruptura democrática. Cualquier golpe es un proceso acumulativo en el que el “marco” es fundamental para crear las condiciones necesarias y suficientes que garanticen su efectividad. La erosión de legitimidad del objetivo a derrocar se hace por múltiples vías que abonan un campo en el que luego las acciones destituyentes procuran ser presentadas como democráticas. Por el carácter multidimensional del proceso golpista, nunca podríamos afirmar que existe un único responsable. Siempre hay muchos actores que participan en esta tarea, desde quién acaba asumiendo la Presidencia pos golpe hasta aquel que inicia una campaña de desgaste con una fake news.

En Bolivia, el golpe de Estado contra la democracia, con el objetivo de deponer a Evo Morales como presidente, también contó con muchos partícipes, cada cual en su justa condición; unos como colaboradores y otros como cómplices; los hubo más pasivos o más activos; algunos planificaron desde el inicio y otros se fueron sumando a medida que se fueron desarrollando los acontecimientos.

He aquí un recuento breve, pero preciso, de quiénes fueron todos los corresponsables del golpe de Estado en Bolivia, con nombres y apellidos:

1. El fascismo de los comités cívicos, especialmente el de Santa Cruz. Este movimiento político, tan violento como racista, no es nuevo, sino que viene desde el principio de la gestión de Evo Morales, porque jamás aceptaron que un representante indígena y campesino fuera quien tuviera el mandato popular para gobernar el país. Lo intentaron muchas veces, con muchos representantes diferentes y, esta vez, el turno fue de Luis Fernando Camacho, quien no se presentó a elecciones, quien no tiene ningún voto, pero decidió que la violencia y el terror eran las armas para alcanzar el objetivo: derrocar a Evo y acabar con el Estado de Derecho y orden constitucional del país.

2. La oposición partidaria que sí se presentó a las elecciones. Fundamentalmente, Carlos Mesa, principal contrincante de Evo Morales, derrotado en las últimas elecciones, fue clave en todo este proceso golpista, desconociendo resultados por anticipado y declarando fraude mucho antes que se produjeran las elecciones. El mismo día de los comicios salió a anunciar que había segunda vuelta sin que se culminara el recuento de votos. Luego de las elecciones, mantuvo constantemente una postura silenciosa, cómplice, ante la violencia desatada por los comités cívicos, reacomodándose al nuevo eje político golpista sin exigir que se frenara.

4. La actual Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA). Siempre presente cada vez que existe un proceso de desestabilización antidemocrático. Esta vez lo hizo de forma directa, participando en el proceso electoral. Primero, fue con el informe preliminar de la misión electoral, que sin base alguna, anunció que era “recomendable una segunda vuelta”. Segundo, con un informe preliminar de la auditoría lleno de debilidades, sesgado y parcial, sin rigor, y centrado en su mayoría en criticar al sistema provisorio de transmisión de datos (no vinculante). Y es que a la hora de analizar las actas oficiales, las reales, únicamente logró demostrar irregularidades en 78 actas de un total de 34.555, lo que supone el 0,22%. De hecho, la muestra seleccionada, en sus propias palabras escritas en el informe, no obedece a criterios estadísticos sino que eligieron los casos allá donde el partido oficialista había obtenido muchos votos. El informe está plagado de adjetivos y adverbios con tono valorativo y discrecional (“comportamiento inusual”, “presumiblemente”) demostrando su incompetencia en cuanto a rigor e imparcialidad.

5. El Gobierno de los Estados Unidos. Otro infaltable: como siempre, tras cada golpe, reaparece precipitadamente reconociendo al nuevo presidente autoproclamado. Aunque esta vez, desde inicios de este año, diferentes autoridades del Departamento de Estado -por ejemplo, Kimberly Breier- ya habían declarado que el proceso electoral boliviano estaba repleto de irregularidades, usando incluso el término de “potencial fraude”; además, plantearon más de una vez que se debía de estudiar el desconocimiento de los resultados que de la cita electoral se desprendieran.

6. La policía. Es la segunda vez que lo hace. En el año 2008 se amotinó y desconoció al presidente Evo, provocando inseguridad ciudadana y desestabilización política y social. No prosperó en ese entonces, pero ahora lo repitió en un momento de gran caos y estado de terror provocado por el movimiento fascista en las calles. Fue un actor clave en la última fase del golpe de Estado.

7. Las Fuerzas Armadas. Seguramente este es el actor más difícil de descifrar en este golpe. Actuó en forma muy particular: hasta el último momento no se pronunció ante la grave situación. En primer lugar, cuando todo comenzaba a estar al límite, emitieron un comunicado escueto pero con un párrafo último muy ambiguo. Después, en uno de los momentos de mayor tensión, se mantuvieron en silencio hasta que, al final, salieron a pedir la renuncia del presidente Evo. Es muy probable que al interior hubiera división, y todavía la haya. Las Fuerzas Armadas tuvieron varias horas de desconcierto, sin querer aprovecharse del vacío institucional de poder existente, y en ningún momento asumieron el control de las riendas del país. Sin embargo, esto no les exime de responsabilidad porque se fueron acoplando al tsunami golpista. A partir de ahora veremos qué ocurre porque la partida aún no está cerrada en cuanto a su papel en los próximos días y semanas. Hasta el momento, la autoproclamada presidenta ha cambiado al comandante de las Fuerzas Armadas, lo cual quiere decir que no se fía del anterior ni de la ascendencia de éste sobre otros mandos intermedios.

8. Ciertos medios de comunicación. Jamás pueden faltar en cada golpe. Son claves para construir el marco de referencia antes, durante y después. Uno de los principales responsables en esta tarea en Bolivia es Página Siete. Un ejemplo es suficiente para demostrar cuál fue su forma de generar el máximo nivel de zozobra: desde la noche de las elecciones hasta 48 horas después, sostuvo en su portal como entrada principal el resultado de una encuestadora privada, Viaciencia, que daba sólo 4 puntos a favor de Evo para instalar la idea del fraude a pesar que ya había sido publicado oficialmente el cómputo preliminar y definitivo. Este medio siempre fue el máximo exponente del marco del fraude, antes y después, defendiendo el desconocimiento de los resultados desde el inicio y saliendo rápidamente a avalar la transición no democrática. Además, hay otros actores involucrados. No podemos obviar el rol del “periodista” Carlos Valverde, quién en la previa del referéndum del 2016, fue responsable de la campaña sucia en base al “caso Zapata”, orientada a erosionar la imagen de Evo Morales.

9. Los actores económicos. Los grandes empresarios del país se enriquecieron mucho en el ciclo largo de bonanza económica. Es por ello que esta vez no está tan claro que este golpe de Estado tenga su raíz en su posición en contra del modelo económico boliviano. El eje explicativo central de este golpe definitivamente reside en el racismo que posee una clase boliviana que no acepta a lo indígena, esencia de un Estado Plurinacional. Sin embargo, los grandes grupos económicos del país tampoco están ajenos a esta cuota de desprecio por todo lo que tenga que ver con lo indígena. Es por ello que, seguramente, buena parte de los grandes empresarios del país hayan estado dubitativos entre aceptar la dirección indígena que le garantiza un proyecto económico estable y altamente rentable para ellos, o participar en este golpe a favor de dirigentes que sólo saben ser violentos en las calles.

10. Los oportunistas de siempre. No falta el títere de turno que siempre quiere la foto como presidente, aunque sea en condición de autoproclamado. Esta vez este papel, a lo Guaidó, lo desempeña la opositora beniana Añez, que obtuvo algo menos de 50.000 votos para obtener su banca de senadora. De todas formas, lo que es seguro es que ella, a pesar que se auto promulgue y algunos otros lo repitan, jamás será la Presidenta del país.

Alfredo Serrano Mancilla, Director CELAG

miércoles, 19 de octubre de 2016

La noche que murió la Revolución Francesa

Guadi Calvo
Se cebaban con los más débiles, los que ya estaban ensangrentados, hasta matarles, yo lo vi. 
Saad Ouazen
Hace cincuenta y cinco años,
 el 17 de octubre de 1961, entre 300 y 400 argelinos, de unos treinta mil, que se manifestaban pacíficamente, contra las leyes racistas que el gobierno del presidente, Charles De Gaulle, había impuesto, específicamente contra los ciudadanos de ese origen, y por extensión, contra todo ciudadano proveniente del Magreb, fueron cazados y asesinados en pleno París por la policía del régimen. Si bien los herederos de la Revolución Francesa la habían herido de muerte en los arrozales de Indochina, en las cuevas de norte de Argelia y en los bosques y desiertos africanos, aquella noche, en pleno Paris, le pegaron el tiro de gracia.

El hecho más oscuro que se registra en la ciudad luz, hasta hoy, no ha sido debidamente aclarado, y ni siquiera hay una nómina comprobable y segura de muertos y mucho menos de la totalidad de sus responsables.

El Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino, dirigido por Mohamed Budiaf y Ahmed Ben Bella, desde 1954, que libraba una guerra contra la dominación francesa, que había invadió su territorio en 1830, llamó a los miles de argelinos que entonces vivían en París, a manifestarse pacíficamente contra el toque de queda impuesto a la población magrebí por el prefecto Maurice Papon, quién durante la Ocupación nazi había sido el responsable del traslado de ciudadanos judíos de Burdeos a París, con posterior destino a los campos de exterminio.

El toque de queda prohibía a los trabajadores argelinos permanecer en la calle entre 20:30 y 05:30 y las cafeterías de musulmanes deberían cerrar a las 19 horas. Cientos de miles de ciudadanos se vieron entonces obligados a permanecer encerrados en sus precarias viviendas de los bidonville de Nanterre, Bezons, Courbevoie, Puteaux y Colombes, aunque ya estaban acostumbrados al acoso permanente de las rattonades (razias policiales).

La orden del FLN fue clara y rotunda, los manifestantes no debían portar ningún tipo de armas, y se invitaba a que participaran mujeres y niños, como garantes de que no habría de parte de los organizadores intensiones de violentar las normas. Además las columnas deberían transitar por las veredas, para no perturbar en tránsito de avenidas y bulevares.

Apenas iniciada la protestas, la policía de Papon comenzó la cacería por portación de piel, todo “pardo” o moro, que se lo encuentre en la calle sería detenido.

Los siete mil efectivos de Papon, junto a la Policía Auxiliar (APF) mejor conocidos como los Harkis de París, argelinos reconvertidos en anti revolucionarios que operaban contra sus connacionales, se habían preparados desde días antes, con el beneplácito de sus superiores lo que incluía la explicita aprobación de De Gaulle.

Apenas aparecieron los primeros manifestantes comenzó la represión, que dejaría según cifras oficiales 11730 detenidos y 3 muertos.

Los cancerberos de Papon se dispersarían acechantes por calles del Barrio Latino, los Grandes Bulevares, y los alrededores de Champs Elisées. Esperaban a los argelinos en las bocas del metro, en las terminales de buses. Sus mítines fueron atacados con extremas violencia, sin perdonar ancianos, embarazadas, ni niños.

En pocas horas los detenidos alcanzaría a casi a los 12 mil, todo estaba milimétricamente calculado, buses de la policía y autobús de la compañía RATP, habían sido requisados. En ellos trasportaron los detenidos al Hospital Beaujon en Vincennes, a la sede de la policía, al estadio Pierre de Coubertin y al centro de exposiciones. Los detenidos debieron sufrir hacinados durante días las golpizas y todo tipo de abuso policial, en deprimentes condiciones higiénicas, sin agua ni alimento. Los detenidos ni siquiera se atrevían a ir a los baños, ya que la mayoría que había osado intentarlo, jamás volvieron. Allí mismo fueron torturados, violados y muchos asesinados.

Como para cubrir las evidencias, unos días después el ministro del Interior, Roger Frey, antes del reinicio de la Asamblea Nacional, anunció el retorno forzado a Argelia de muchos de los “indeseable”, sin listas, sin poderse despedir de sus familiares ni tan siquiera recoger algunas de sus pertenencias; fueron deportados, aunque muchos de ellos, nunca llegaron a Argelia.

Sin recato frente las cámaras, ni a los periodistas y transeúntes, las policía masacró la protesta, los manifestantes fueron golpeados salvajemente, mientras otros fueron asesinados con armas de fuego a bocajarro.

Las calles de París se llenaron de muertos, charcos de sangre y heridos: hombres mujeres y niños fueron asesinados a golpes por la policía, otros lanzados mal heridos al Sena, tampoco fueron pocos los cuerpos que aparecieron ahorcados en Champs Elisées.

Aquí se ahogan argelinos.
Algunos días después de la represión, en los muros que bordean el Sena comienzan a aparecer unas extrañas pintadas que dice “ici on noie les Algériens” y a los días comenzaron a flotar en el Sena decenas de cuerpos, algunos con disparos y otros con evidentes signos de tortura, era claro que la matanza pergeñada por el perfecto Papon y bendecida por De Gaulle, se había ejecutado con “estilo”, se estima que por los menos fueron 150 cadáveres de argelinos recogidos en las aguas entre París y Rouen.

El presidente declaró que la masacre era “un asunto secundario” y dio por terminado el asunto conforme con los tres muertos iniciales. Envalentonados por la complacencia oficial el 8 de febrero del 1962, otra manifestación en contra de la guerra de Argelia y de la organización paramilitar OAS, (Organisation de l'Armée Secrète) terminó con una nueva masacre, conocida como “masacre de Charonne" (nombre de la estación de metros parisina) donde otra vez los hombres de Maurice Papon asesinaron esta vez a nueve militantes del sindicato CGT, la mayoría pertenecientes al partido comunista.

Como para terminar su obra macabra el 17 de junio de 1966, De Gaulle aprueba una la ley de amnistía que incluía: “Los actos cometidos en el marco de operaciones policiales administrativas o judiciales”, por lo que se impide cualquier tipo de investigación sobre las matanzas del 17 de octubre y de la estación Charonne, entre otras muchas violaciones a los Derechos Humanos.

Los sucesos del 17 de octubre 1961 impactaron de tal manera en la política francesa, que aceleraron las negociaciones que terminaron con los acuerdos Evian el 18 de marzo 1962, con que se da por finalizada la guerra de Argelia.

La matanza de octubre fue silenciada durante las dos siguientes décadas, hasta como los ahogados del Sena, comenzaron a emerger las evidencias incontrastables contra el prefecto Maurice Papon.

En 1981, el periódico Le canard enchaîné consiguió una serie de documentos donde se revelaba la participación de Papon en el exterminio judío. En 1998 después de diecisiete años de investigaciones y juicios fue condenado a diez años de prisión, aunque nunca recibió condena por los crímenes de octubre de 1961. Fue liberado en 2002 a los 92 años, por su estado de salud, aunque moriría recién en 2007.

De Gaulle iba a morir en 1969, y recibirían un pomposo homenaje durante sus funerales a pesar de haber asesinado a la Revolución Francesa.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.