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sábado, 7 de noviembre de 2020

Comparecencia parlamentaria sobre educación

El día 22 del pasado septiembre viví una singular experiencia en el Parlamento de Andalucía. Fui invitado a comparecer ante el Grupo de Educación del Parlamento para dirigirme a los representantes de los partidos políticos que integran dicho grupo.

En la carta de invitación se nos decía que “el día 14 de noviembre de 2019 el Pleno del Parlamento de Andalucía acordó la creación de un Grupo de Trabajo, actualmente constituido en el seno de la Comisión de Educación y Deporte del Parlamento de Andalucía que tiene como objeto la consecución de un Pacto Social por la Educación en Andalucía”.

Se nos explicaba a los comparecientes que deberíamos dirigirnos al grupo durante 20 minutos. Luego seguiría un turno de preguntas de los miembros del Grupo que lo deseasen. A mí me gusta hablar de intervenciones más que de preguntas. Por dos motivos. En primer lugar porque si solo se trata de preguntas se da por supuesto que quienes escuchan solo tienen preguntas y el que habla solo tiene respuestas. Y no es cierto. En segundo lugar, porque quienes levantan la mano pueden hacer propuestas, poner ejemplos, ampliar lo expuesto, discrepar de lo dicho, expresar sentimientos. Como sucedió. También hubo preguntas. Pero hubo más riqueza en la parte que compartimos sobre la exposición.

Me gustaron algunas cosas de la experiencia y, otras, no tanto. Me gustó que los políticos (representantes del PP, de Adelante Andalucía, de Vox y de Ciudadanos, más el Presidente del Grupo) se preocupasen por esta relevante cuestión de la sociedad que es la educación, (para mí la más importante de todas). Les vi atentos, escuchando intensamente, tomando notas e interviniendo con aportaciones diversas en la segunda parte de la actividad. Procuré, dada lo hora y el amenazador cansancio, ya que comencé cerca de las dos de la tarde, hacer mi intervención rica y amena. El primer mandamiento de cualquier orador debería ser el siguiente: “No aburrirás ni a Dios sobre todas las cosas”. Está claro que si quienes escuchan se aburren, desconectarán por muy interesantes que sean los contenidos que se expresen.

Me gustó que invitasen, como es mi caso, a personas de distinto signo político que el del gobierno de la Autonomía. Creo que es necesario contrastar opiniones y conocer perspectivas diferentes a las que inspiran el gobierno de turno.

Me gustó que la sesión se retransmitiese en directo y se grabase para el público. De hecho, he recibido comentarios sobre la mía que me llegaron de personas que no habían asistido y que la pudieron ver posteriormente.

No me gustó que la elección del contenido dependiese únicamente del criterio de compareciente y no de un plan lógico elaborado previamente. Un plan que contemplase de forma rigurosa, secuencial y organizada el conjunto de cuestiones más relevantes para el fin que se busca. Al no ser así, como sucedió esa mañana, el colega que me precedió eligió como núcleo temático una investigación que había realizado sobre el Covid.19. Inmediatamente yo abordé una cuestión de carácter más genérico. Ignoro qué tema trabajó quien actuó a continuación. Ni los miembros del grupo lo sabían antes de empezar la intervención ya que nadie de la organización nos preguntó cuál era la cuestión elegida. Es decir, la secuencia de intervenciones no estaba marcada por la lógica sino por la iniciativa de cada uno de los comparecientes, de manera aislada.

No me gustó que faltase el representante de una fuerza política tan importante como el PSOE. Imagino que la causa de la ausencia estaría más que justificada, pero podría haber sido sustituido por un compañero de partido. Sé que podrá presenciar las intervenciones, pero su contribución resultaba indispensable en el debate.

No me gustó la presión del tiempo aunque, por suerte, de hecho, fue superado ampliamente en las dos intervenciones (la mía y la anterior) que presencié. Media hora es un tiempo excesivamente corto para abordar cualquier cuestión de envergadura en el campo de la educación.

Elegí la primera cuestión de las que se nos sugerían: ¿Cómo debe ser el alumnado al salir de nuestro sistema educativo? Centré mi intervención en dos asuntos cruciales respecto a la pregunta. Cómo debe ser el alumnado y qué hace falta, en primerísimo lugar, para alcanzarlo.

No puedo resumir aquí el contenido de mi intervención. Solo diré que la finalidad fundamental del sistema educativo es que, al terminar, hayan aprendido a pensar y a convivir. Que, al finalizar, hayan aprendido a ser ciudadanos, no súbditos respecto al poder ni clientes para el mercado. Porque si el conocimiento que se adquiere en las escuelas sirviera para dominar, explotar y engañar mejor al prójimo, más nos valdría cerrarlas. En cuando al segundo punto, defendí la idea de que la mejor forma de conseguirlo era seleccionar, formar y favorecer un buen desarrollo profesional de los docentes. Más que el presupuesto, más que la estructura, más que la legislación, más que el curriculum, la piedra angular de la calidad es el profesorado

Tuve muy en cuenta para la elección y el tratamiento del tema (ya que se me daba a elegir) la finalidad y el cometido de la constitución del Grupo. ¿Cuál es? La elaboración de un Pacto Social por la educación. Quise hacer hincapié en las cuestiones que permiten alcanzar ese Pacto Social. Es decir, hablé de las cuestiones esenciales en las que todos y todas podemos estar de acuerdo.

Considero necesario alcanzar un Pacto Social por la educación. Es decir, sentar las bases para que no dependa todo del color político del partido que gobierna. Para que no se sucedan las leyes, de manera que la última desmonte todo lo que han pretendido las anteriores.

“En la carta de invitación se nos decía: “Asimismo, resulta de interés para el Grupo de Trabajo contar con cualquier escrito o documentación que pueda servir para ampliar, completar o precisar el contenido de su intervención en loa comparecencia”. Por este motivo, hice entrega a los miembros del Grupo de un ejemplar de la 6ª edición de mi libro “La escuela que aprende”.

Los convocados como comparecientes éramos profesionales con experiencia y (que yo sepa) personas que están trabajando en primera fila de la acción. Pero eché de menos a maestros y maestras en ejercicio, alumnos y alumnas que viven de cerca la vicisitudes de la acción. Precisamente por eso terminé la intervención citando las últimas palabras del libro de Ezequiel Valen (2020) titulado “Crítica a la escuela media. Reflexiones de un recién egresado”, que debería ser de lectura obligatoria. Así termina la introducción el jovencísimo autor: “He aquí mi propósito: otorgarle al campo científico una perspectiva inédita e inaudita: la voz de un alumno. Infancia significa etimológicamente el que no habla, aquel que no tiene voz. El lenguaje otorga poder sobre las cosas; apropiárnoslo es fundamental para que la libertad sea una condición para y no un resultado de. Las reformas podrían consultar a aquellos que las padecen; la pregunta y la escucha son las vías para una virtual restitución de la voz”.

Si se trataba de reflexionar sobre cómo debería ser el alumnado al salir del sistema educativo, ¿qué mejor que escuchar las palabras de alguien que ha escrito un libro sobre su experiencia al finalizar su paso por el sistema? Por eso dejé a Ezequiel Vasen poner el punto final. Más bien unos puntos suspensivos.

Más:

Juan Miguel Ramírez Ramírez dice:
4 octubre, 2020 a las 12:45
Muchísimas gracias, querido amigo y maestro.

Me ha encantado verte ante el Grupo de trabajo del Parlamento andaluz. Ojalá se sienten las bases para un pacto educativo donde se dejen de lado los intereses políticos y se centren en las personas.

¡Muchas “felicidaddes”!

Con tu permiso, comparto el enlace (tú comienzas en el siguiente punto: 3 horas, 25 minutos y algunos segundos, tras la cual he visto también las intervenciones de los parlamentarios):


Recomiendo tu comparecencia a quienes disfrutan aprendiendo de tu sabiduría. 

Muchas gracias, una vez MÁS.

viernes, 22 de julio de 2016

Ken Robinson: “Pagamos un alto precio por sacar los sentimientos de la escuela”

Brillante orador y escritor superventas, asesora a Gobiernos e instituciones para promover un sistema educativo que no encorsete el talento y se tome en serio la creatividad.

HA SIDO asesor del ex primer ministro británico Tony Blair y de más de una decena de Gobiernos. Millones de personas siguen sus conferencias, gestionadas por la misma agencia que supervisa las apariciones del político George W. Bush o el Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Sir Ken Robinson –la reina Isabel II lo nombró caballero en 2003 por el fomento de las artes– es uno de los pensadores educativos más solicitados de las últimas dos décadas. Y predica un mensaje devastador para la escuela tradicional: los niños nacen con cualidades que, a menudo, el sistema entierra. Su colegio, al que llegó por casualidad, le cambió la vida.

Era un crío de rizos pelirrojos que perseguía un balón en el barrio de Walton, en Liverpool, cuando su padre sentenció: “Este niño jugará al fútbol en el Everton”. Pero la polio se cruzó en su camino. A Ken Robinson (Liverpool, 1950) lo enviaron a un centro de educación especial para los descartados del sistema, niños con problemas físicos o retrasos en el aprendizaje. En aquella clase, que él define como “un montón de individuos diferentes que recordaba a la cantina de La guerra de las galaxias”, sus profesores, Mr. Strafford y Mrs. York, fomentaron las aptitudes que lo han convertido en uno de los grandes referentes de la enseñanza y en un prolífico escritor de best sellers.

Ken Robinson llega sonriente a la cita en una oficina compartida a escasos metros del campus de la Universidad de California, en Los Ángeles. “Llevo muchos años aquí. Ya soy angelino”, comenta, aunque su piel pálida y su acento lo desmientan. El inglés se apoya en un bastón –tiene la pierna derecha más corta que la izquierda–, tiende una mirada brillante y enarbola un discurso rotundo: “Pagamos un precio muy alto por sacar los sentimientos de la escuela”.

Hace 15 años que vive en la megalópolis californiana. Tras dar clases en la Universidad de Warwick (Coventry, Inglaterra), recaló allí con su mujer, Terry, también de Liverpool y escritora, y con sus dos hijos, James y Kate.

El Elemento. Descubrir tu pasión lo cambia todo (Grijalbo, 2009), que se ha traducido a 21 idiomas, es su libro más conocido. Contiene las historias de éxito que desgrana en sus charlas. Habla, por ejemplo, de cómo Matt Groening, el creador de Los Simpson, encontró su camino cuando se enteró de que “había otras personas que no sabían dibujar pero vivían de ello”. O del economista Paul Samuelson, que siempre consideró los números “pura diversión”.

El éxito de Robinson está estrechamente ligado al crecimiento de las redes sociales. En febrero de 2006 protagonizó  una charla TED –organización pionera en proponer un formato de conferencias breves que se difunden por Internet–, que desde entonces suma una media de 10.000 visionados diarios y roza ya los 40 millones. En aquella ponencia de 19 minutos y 24 segundos, que tituló ¿Matan las escuelas la creatividad?, cuenta la anécdota de una niña retraída que siempre pintaba en clase. “¿Qué dibujas?”, le preguntó la maestra. “Estoy pintando a Dios”, respondió. Cuando su profesora le hace entender que nadie lo ha visto nunca, ella replica: “Mejor, en cinco minutos podrán saber cómo es”.

En sus charlas defiende que bailar es tan importante como sumar. Creo que la gente que piensa que bailar no es importante, probablemente ni baila ni nunca lo ha intentado. Y lo digo en serio. Los humanos tenemos un cuerpo, no somos programas, y nuestra relación con él es fundamental para nuestro bienestar. Muchos problemas del mundo civilizado tienen que ver con la obesidad, la diabetes o la depresión. En Estados Unidos hay una generación de jóvenes que, por primera vez, puede que vivan menos que sus padres debido a enfermedades cardiacas y otras dolencias vinculadas a una dieta pobre y poco ejercicio. El sistema educativo trata la vida humana como si solo importase lo que existe entre las dos orejas. La danza está relacionada con el resto de las artes y ciencias, y yo defiendo una concepción holística de la inteligencia. Además, resulta que hay un montón de matemáticas en la danza, pregunte a cualquiera que baile profesionalmente.

En 1997, el Gobierno británico le pidió formar una comisión nacional para asesorarle sobre cómo potenciar la creatividad en la escuela de los 5 a los 18 años. ¿Ha cambiado el sistema educativo desde su informe? El Gobierno actual avanza en sentido contrario, como ocurre en Estados Unidos. Pero el de entonces, con Tony Blair de primer ministro, llevaba tiempo planteando que hacían falta cambios. El mundo evoluciona rápida y profundamente, y los sistemas educativos que funcionaban en el siglo XIX no sirven para los retos actuales. Cuando Blair llegó al poder lideró una serie de reformas que tuvieron justo el efecto contrario: más estandarización, más pruebas, un currículo menos flexible. Así que unos cuantos le dijimos que, ya que lo pregonaba, debía tomarse en serio la creatividad. Si defiendes la alfabetización y te importa que la gente aprenda a leer y a escribir, no te limitas a dejar libros a su alrededor a ver si muestran interés. Si vas en serio con la creatividad, necesitas una estrategia para impulsarla, por eso reuní a 50 personas y creamos una comisión gubernamental para diseñarla.

Robinson forma parte de una corriente de pensadores que busca transformar el sistema con innovaciones, y que se enfrenta a otra, también muy relevante, que reclama reforzar la disciplina y evaluar de forma sistemática el modelo. Rechaza la proliferación de exámenes estandarizados que se da en Estados Unidos –donde los alumnos se enfrentan  a hasta un centenar de evaluaciones externas hasta un centenar de evaluaciones externas a lo largo de su vida escolar– y que está empezando a implantarse en España. Su modelo pasa por una escuela que promueva disciplinas como la danza o el teatro, y que experimente con técnicas novedosas como el aprendizaje basado en proyectos, consistente en enseñar a los alumnos a través de casos reales. Por ejemplo, montar una empresa de jabones para aprender química y economía.

Lo cierto es que han transcurrido casi dos décadas y sus ideas no han calado. Al menos no de forma mayoritaria. Bueno, es difícil saberlo. Pero llevo hablando de esto mucho más de 20 años. Empecé en 1972, cuando conseguí mi primer trabajo en educación. Y hay otros que comenzaron mucho antes: Maria Montessori, John Dewey y muchos más. Siempre ha habido expertos que han reclamado una aproximación más humana y personalizada y no un sistema que se asemeje a una cadena de producción industrial. La gente piensa que es una excentricidad decir que la escuela funciona como una fábrica, pero es cierto. Se divide en compartimentos separados, a los que la gente acude durante unas horas fijas; los días se distribuyen en bloques de tiempo y los alumnos son evaluados de forma periódica para saber si son aptos para seguir ahí. A los que no se adaptan se les responsabiliza de su fracaso, pese a que es el sistema el que les ha fallado. La gente entiende esto y cada vez hay más colegios que quieren aplicar otras teorías.

De ellos habla en su último libro, Escuelas creativas (Grijalbo). La educación es un sistema dinámico y complejo. Hablo con mucha gente y a menudo veo que han recibido una influencia positiva porque sienten que, de alguna forma, les estoy dando permiso para innovar. Trato de justificar por qué la creatividad no es un conjunto extravagante de actos expresivos, sino la forma más elevada de expresión intelectual. Así funcionan los grandes académicos. La ciencia se ha cimentado sobre un pensamiento rico, original y creativo unido al entendimiento crítico. Estas charlas han logrado abrir ese debate. Hay países enteros cambiando, como Finlandia, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y otras zonas de China, que ya empiezan a planteárselo.

¿Y Estados Unidos? Aún no. Al menos no a nivel nacional. Lo debaten, como hizo Inglaterra, pero luego hacen algo diferente. Afortunadamente, la educación va más allá de los discursos de los políticos. Yo trato de ayudar a la gente para que sean ellos los que modifiquen el sistema.

Usted proclama que los títulos universitarios ya no valen nada. No es que no valgan nada, es que valen menos. Cuando yo empecé en esto, si tenías un doctorado, formabas parte del 0,01% de la población mundial que lo había cursado, y ya no es así. Funciona como la inflación. Antes, una carrera era todo lo que necesitabas para conseguir un buen trabajo; ahora hace falta también un máster. ¿Dónde acaba? Supongo que dentro de unos años tendrás que ganar un Nobel para trabajar. “Ah, tienes un Nobel, qué bien. Pero ¿qué tal dominas el Excel?”. Las promesas de una buena educación superior comienzan a tambalearse. Algunos empiezan a pensar que tal vez no sea imprescindible ir a la universidad. Aunque, de momento, la pelota está en el campo de los titulados porque sus rentas son mayores que el promedio. Yo solo digo que eso está cambiando.

¿A quién perjudica el sistema actual? Cuando ves a niños a los que la escuela les da un mal servicio, que abandonan las aulas pensando que son estúpidos y acaban en las calles como pandilleros, en la cárcel, en trabajos precarios o que hunden su vida en antidepresivos y alcohol… No digo que la educación sea la respuesta a todo esto, pero creo que un mejor comienzo vital les brindaría la oportunidad de descubrir sus auténticas cualidades y elegir su camino. Esto ocurre a menudo en los buenos colegios. Hay profesores estupendos que son capaces de rescatar niños al borde del abismo y encauzarlos. Cuando digo que es una cuestión de derechos humanos no es una exageración: la gente tiene derecho a dirigir su propia vida.

En lo que Ken Robinson sí parece un auténtico angelino es en su aura de estrella. Sus charlas las gestiona la Washington Speakers Bureau, que pide un caché de entre 6.700 a 36.000 euros por conferencia. Además de figuras políticas estadounidenses, entre los representados de la agencia se encuentra el cocinero José Andrés o el expresidente José María Aznar. En 2015 le contrató Meridianos –que invitó a El País Semanal a Los Ángeles para entrevistar a Robinson–, la fundación española que busca opciones para menores marginados y que participa en la primera red europea de empleo para jóvenes exinfractores y en riesgo de exclusión social.

¿Cuál es el papel de los padres? Ahora trabajo en un libro dirigido a ellos, porque me preguntan mucho, y a veces las familias son parte del problema. Muchas de las presiones que llegan a los colegios provienen de padres angustiados por la educación de sus hijos. Otros muchos consideran que el sistema vigente está bien y piden más deberes y programas de refuerzo. Creo que les puedo ayudar porque solo conocen el modelo que vivieron ellos, y hay algunos mitos que me gustaría desterrar porque así presionarán para lograr un cambio. En Estados Unidos, los Estados están aprobando progresivamente el matrimonio homosexual, y eso hace 20 años era impensable. No estaba en la agenda, pero la gente transmitió que no tenía sentido y los gobernantes tuvieron que hacerles caso. El cambio llegó de abajo arriba, como ocurre siempre con los derechos civiles, y así es como debe transformarse el sistema.

¿Cómo educó usted a sus hijos? Me lo preguntan mucho y siempre respondo que cada niño es único. Mis chicos –el mayor, James, tiene ahora 31 años, y Kate ha cumplido 26– compartieron colegio en Inglaterra durante un tiempo. Para él era bueno, pero para ella no tanto. A James le interesa más la teoría, y a Kate, el diseño y la danza, y esa escuela era muy académica, así que decidimos cambiarla. Nos mudamos a Los Ángeles cuando ya eran adolescentes y la situación se repitió. Al final, sacamos a Kate del centro a los 16 años y la educamos en casa. Mi mujer se encargó de casi todo. Le diseñamos un programa y luego fue al colegio universitario [con titulaciones de dos años]. Lo curioso es que ahora le fascina la educación. No la hemos convencido nosotros, pero seguramente nuestra trayectoria le ha influido: dirige un proyecto del Gobierno finlandés, The HundrED, concebido para identificar los cien programas de enseñanza más innovadores del mundo.

http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/ken-robinson/

domingo, 30 de diciembre de 2012

No es lo mismo: esto es una chapuza

La reforma del sistema británico de salud será controlada, paso a paso, por organismos independientes


En 2015, todos los ciudadanos deberían poder valorar cómo funciona el sistema de salud a su nivel local, cómo proporciona los cuidados que está obligado a dar y cómo cumple con los estándares o normas de calidad fijadas públicamente. “La transparencia es un elemento decisivo tanto para mejorar la calidad de los servicios de asistencia así como para informar a los ciudadanos sobre lo que pueden esperar y exigir del Servicio Nacional de Salud”. “Es fundamental que exista una expectativa mensurable [es decir datos, cifras y comparaciones que se puedan medir] para poder valorar si el Gobierno está cumpliendo con sus afirmaciones sobre el rendimiento del sistema de salud”.

Lo que acaban de leer es parte del “mandato” firmado en noviembre pasado entre el Gobierno de Reino Unido y el Consejo de Dirección del Sistema Nacional de Salud (NHS), un organismo independiente que ha sido creado para asumir la responsabilidad del nuevo modelo de gestión del NHS a partir del 1 de abril del año próximo. El “mandato” fue negociado durante tres meses con asociaciones de ciudadanos, de médicos y de personal sanitario, y con otras organizaciones independientes relacionadas con la sanidad pública.

El Gobierno conservador británico puso en marcha una complicada reforma del Sistema Nacional de Salud, mediante la ley denominada Health and Social Care Bill, que fue objeto de centenares de enmiendas, se discutió durante horas en el Parlamento e incluso se pospuso y ralentizó su aplicación como consecuencia de la presión que ejercieron los afectados y la oposición. Cameron aceptó esperar a que un grupo independiente elaborara un informe, y esos expertos propusieron que la reforma se realizara paso a paso y que se pudiera ir valorando sus resultados.

La nueva ley acepta que hay que introducir más competencia en la sanidad pública, sin que eso sea un objetivo en sí mismo, sino una manera de mejorar la calidad, y abrir el abanico de proveedores privados. El recurso a proveedores privados ya fue aceptado por el Gobierno laborista de Tony Blair, pero manteniendo la gratuidad y la idea de que se trata de un servicio público universal.

El nuevo informe confirma esa presencia del sector privado en la sanidad pública, pero de manera equilibrada y controlada, de forma que se monitoricen permanentemente los resultados, al igual que se debe hacer con los servicios prestados directamente por el sistema gestionado de forma pública.

El King’s Fund, una fundación independiente para la mejora de la sanidad pública, que tiene sus raíces nada menos que en un hospital londinense de 1897, y que ahora funciona como un famoso think tank, advirtió sobre las dificultades que se plantean para cumplir con la exigencia del Gobierno de que el NHS ahorre un 5% anual de presupuesto en los próximos años. Sus expertos han empezado a analizar trimestralmente los datos que están obligados a proporcionar los centros sanitarios, de gestión pública o privada, y ejercen una considerable presión para lograr un máximo de información en términos que sean comparables.

Toda esta información viene a cuento del debate que se plantea en España sobre la gestión privada de hospitales y centros de salud públicos. Es lo mismo que se está haciendo en Reino Unido, advierten sus partidarios. No, no es lo mismo, porque en España ni se ha debatido sobre el asunto en el Parlamento, ni se ha consultado previamente a los expertos y a los interesados, pacientes y personal sanitario, ni se han establecido previamente las normas de control, ni se han fijado de manera formal y transparente los objetivos que deben cumplir esos centros (de gestión pública o privada), ni se garantiza la transparencia del gasto, ni la posibilidad de comparar unos centros y otros, ni nada de nada.

Lo de aquí, al margen de que se favorezca o no la presencia de proveedores privados en la sanidad pública, es una simple chapuza. Un trabajo poco profesional de unos políticos poco habituados al control, la exigencia, y la demanda de responsabilidades. Soledad Gallego-Díaz, El País.

domingo, 6 de mayo de 2012

Que los niños no paguen esta crisis. Es lo que debería ser si fuese justo el mundo, pero Soledad Gallego nos muestra los datos que parecen confirmar la injusticia.

Se aproxima un incendio Los niños y jóvenes de hoy van a ser quienes paguen el agujero que ha provocado una crisis puramente financiera “Árbol clavado en la tierra al que se aproxima un incendio”. La premio Nobel polaca Wislawa Szymborska supo crear imágenes poderosas, capaces de revelar la realidad, en pocas y sencillas palabras. Sus poemas hablan de las cuestiones más trascendentes, pero en un entorno cotidiano, “un entorno de paz vulnerable y amenazada”, como escribe Mercedes Monmany en la presentación de Instantes (Ediciones Igitur). La cita viene a cuento de la angustia que producen los recortes que se anuncian en los presupuestos de Educación de este país. No hace ni cinco meses que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en su discurso de investidura, aseguró solemnemente que “la España del futuro dependerá de nuestro sistema educativo”. Habló de lo mucho que había que cambiar para, entre otras cosas, reducir el abandono educativo temprano y elevar la formación de los alumnos. Cinco meses después, lo único que está realmente claro es que la educación en España va a sufrir un recorte inmediato de 3.623 millones de euros (más de medio billón de las antiguas pesetas) en solo un año. Las comunidades autónomas, que tienen transferidas las competencias, deberán rebajar 3.000 millones y el Gobierno central otros 623 millones (el 21,9% respecto a 2011), a la espera del recorte que haya que sumar en el presupuesto de 2013. El sistema educativo español está clavado en la tierra mientras se le aproxima el incendio. Ninguna de las medidas anunciadas pretende impedir el abandono escolar prematuro (el número de alumnos que fracasa en la secundaria es ya superior al 30%, una de las cifras más altas en la Unión Europea) ni mejorar la formación, sino, simple y directamente, rebajar el coste. No cubrir las bajas de docentes durante las dos primeras semanas, aumentar los alumnos por aula y subir el número de horas de clase que imparten los profesores perjudica la calidad de la enseñanza y solo desde el cinismo se puede decir que es posible llevar adelante un recorte presupuestario de estas proporciones sin acarrear graves consecuencias para todo el sistema.... Seguir leyendo aquí en EL País.

domingo, 19 de febrero de 2012

¿Nada que hacer? Esa es la impresión que tratan de dar ahora, una vez tienen el gobierno los del PP. Pero, evidentemente, ahora son ellos los responsables y deben tomar medidas.

El análisis que hace Soledad Gallego-Díaz va en esa dirección, es urgente tomar medidas contra el paro y evidentemente es el gobierno el responsable de tomarlas o de no tomarlas. Veamos.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunció a los españoles la semana pasada que el paro, que ya alcanza a cinco millones de personas, va a seguir aumentado. El ministro de Economía, Luis de Guindos, advirtió el jueves en el Parlamento que la situación económica va a empeorar. Ambos transmitían la impresión de que no está en sus manos impedir esos acontecimientos y que las medidas que están adoptando son, primero, inevitables, y segundo, destinadas a ayudar en algún momento del futuro, es decir, a medio plazo y no en el presente inmediato. Por supuesto, siempre y cuando la UE haya decidido para entonces impulsar un mayor crecimiento. Solo entonces se nos permitirá a los pobres PIG salir de la II Gran Depresión y solo entonces empezaremos a darnos cuenta de lo que se ha quedado en el camino.
Nada que hacer a corto plazo. ¿Nada que hacer aunque el paro llegue a los seis millones de personas? ¿A los seis y medio? ¿Nada que hacer aunque la mayoría de este país haya aceptado sin rechistar una bajada efectiva de sus salarios, un aumento de la edad de jubilación, y recortes en los presupuestos sociales? ¿Imposible hacer nada a corto plazo para impedir que más de la mitad de los jóvenes esté en paro? ¿Es eso todo lo que puede decirnos el Gobierno? Una cosa es que no pueda hacer milagros y pasar de cinco a cuatro millones de parados en un año y otra que su propuesta a los ciudadanos sea ver subir estoicamente un millón más.
¿Cuánto tiempo cree Rajoy que puede mantener ese mensaje? Al fin y al cabo, hasta Winston Churchill, cuando anunció a los suyos, al comienzo de la II Guerra Mundial, “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, les prometió también que lucharía en los campos y en las calles, en las colinas…
El manejo de la durísima situación económica española es cuando menos sorprendente. Cualquiera que conozca a un pequeño empresario sabe que lo que más reclama y necesita es crédito, la apertura del grifo de los bancos, cerrado desde hace ya cuatro años. Y cualquiera que maneje los datos de la economía española sabe que ese crédito no fluye, que los préstamos del Banco Central Europeo (BCE) a la banca española no están llegando a los pequeños empresarios y que el sistema sigue seco, asfixiando a pequeñas fábricas y empresas. Como contestó el muy circunspecto Mario Draghi a la pregunta de si estaba llegando el dinero del BCE a las empresas y a los particulares: “No tenemos evidencia de eso”.
Frente a ello, el Gobierno lanza casi al mismo tiempo una reforma del mercado financiero, que no parece garantizar a corto plazo esa ansiada liquidez, y una reforma laboral “agresiva”, que se ha convertido en su gran apuesta, que tendrá, ella sí, efectos inmediatos (aumentará el paro), pero cuyos beneficios no conoceremos hasta el gran día en que se revitalice la economía.
Pocos negaran la realidad: un país con cinco millones de parados necesita palmariamente cambiar muchas cosas y, entre ellas, el marco de sus relaciones laborales. La pregunta no es si hay que reformar y flexibilizar la legislación laboral, sino si esta es la mejor, la única, manera de hacerlo. Una lectura atenta del decreto ley deja claro que no se trata de una adaptación de las reglas, sino de un cambio radical en el sentido contractual, porque deja en manos del empresario, de manera unilateral, en función de sus intereses y conveniencia, la definición de las condiciones laborales.
El PP cree, y se diría que el Banco de España también, que la salida de la crisis en España pasa por la devaluación de los salarios, ya que no es posible otro tipo de devaluación. Es posible que la devaluación vía salario sea un camino obligado; pero lo que llama la atención del decreto ley no es que deje abierta esa puerta, sino que entregue la única llave al empresario y que haga casi desaparecer las reglas que, con grandes luchas y sufrimientos, han ido ordenando las relaciones laborales, como si los empleados y trabajadores fueran un elemento extraño al mundo de la empresa, algo irracional, que hay que disciplinar, y no un elemento fundamental,... leer todo aquí en El País.
Un video del diario USA "Washington Post" donde describe las causas que empeoran la crisis europea en nuestro país con ciudades "fantasmas" debido a la codicia e irracionalidad constructiva,...


Y otro video donde vemos qué se puede y se debe hacer y la pregunta es clara ¿por qué no lo hacen?

lunes, 5 de septiembre de 2011

La reforma constitucional

Asistimos a los primeros pasos de una innovación en el Derecho Constitucional europeo. Es una exigencia para la supervivencia de la Unión Europea, pero que nos sitúa ante una limitación de soberanía

Sin Dinero no hay Estado.
Esto ya nos lo enseñó Hamilton en El Federalista (Capítulo XXX): "El dinero ha sido considerado, con razón, como el principio vital del cuerpo político, como aquello que sostiene su vida y movimiento y le permite ejecutar sus funciones más vitales". Esta es una regla que, en términos absolutos, no admite excepción. De ahí que las relaciones entre el Estado y su moneda y su deuda sean un indicador de primera importancia para conocer el estado de salud tanto del primero como de las segundas. Y de ahí también que no haya tarea en la que el Estado ponga más empeño que en dar garantías respecto del valor de su moneda y del pago de su deuda.

Hasta la fecha ha sido muy infrecuente que el Estado haya recurrido a la Constitución en esta tarea. Pero en algunos casos sí ha ocurrido. En Estados Unidos, tras la guerra civil, se incluyó en la XIV Enmienda una garantía del pago de la deuda. A dicha garantía se ha hecho referencia en el reciente debate sobre la elevación del techo de la deuda, llegándose a sostener que el presidente podía no necesitar el concurso del Congreso para seguir haciendo frente al pago de la misma. Pero la opinión dominante en el país considera que la garantía de la XIV Enmienda está muy vinculada a la deuda contraída durante la guerra civil y no tiene alcance general. En consecuencia, se ha considerado que la decisión del Congreso era insoslayable.

El precedente más expresivo es, sin duda, el de la reforma constitucional de 1926 en la Francia de la Tercera República. Vale la pena recordarlo. "En 1926, en un momento en que la moneda francesa estaba próxima al hundimiento, especialmente porque la deuda pública era enorme y porque los ahorradores no tenían confianza en el Estado, en particular en su capacidad de pagarla en su integridad, el antiguo presidente de la República, Raymond Poincaré, volvió a formar un Gobierno que tenía ante todo como objetivo dar seguridad a los prestamistas del Estado, con la finalidad de salvar la moneda. Decidió, en consecuencia, proceder a una revisión constitucional instituyendo una Caja pública, la Caja Autónoma de Amortización, que estaría gestionada independientemente del Estado y que se alimentaría de recursos propios constitucionalmente garantizados: los derechos de sucesión, la tasa de la primera transmisión de inmuebles posterior a la entrada en vigor de la reforma y las rentas del monopolio del tabaco y de las cerillas. Esta Caja tenía como única tarea la de amortizar la deuda del Estado reembolsándola gracias a los recursos que le estaban afectados. Para hacer comprender a los ciudadanos que se trataba de un compromiso solemne del Estado y que los Gobiernos ulteriores no podrían modificar estas reglas sin encontrar obstáculos difícilmente superables, el Gobierno Poincaré solicitó y obtuvo del Parlamento una revisión constitucional inscribiendo estas reglas en la Constitución. Estas reglas, sin embargo, no conciernen a los órganos superiores del Estado: se trata, al contrario, de crear una institución secundaria, pero autónoma, cuyas funciones están excluidas de las competencias de los órganos superiores del Estado".

En estos términos comentaba 33 años más tarde el profesor Jacques Cadart (Institutions Politiques et Droit Constitutionnel, 2ª ed. LGDJ París 1979, T. I, p. 121) la reforma constitucional aprobada mediante la Ley Constitucional de 10 de agosto de 1926. Una norma que no es materialmente constitucional se había convertido en formalmente constitucional, con la finalidad de salvar la moneda y garantizar el pago de la deuda. En realidad, la reforma iba más lejos de lo que el propio profesor Cadart dice, ya que contenía una cláusula suplementaria para el caso de que no fueran suficientes los recursos expresamente mencionados, que consistía en la inclusión anualmente en los Presupuestos Generales del Estado de una cantidad adicional igual al montante de tales recursos. En ningún caso se admitiría el impago de la deuda. Este era el mensaje. La Constitución se incorporaba de manera inequívoca a una operación de salvamento de la moneda y de garantía de la deuda. El parecido entre la reforma francesa de 1926 y la que está en debate en España en este 2011 salta a la vista, aunque también lo hacen las diferencias entre una y otra.

En ambos casos hay una respuesta a una situación de emergencia. Pero en 1926 había solamente eso, mientras que en 2011 en España la respuesta va a ir mucho más allá de la emergencia, para incorporarse establemente a la Constitución.

La reforma constitucional que se está tramitando en España tiene su origen en la necesidad de dar respuesta a una emergencia, pero es en el fondo un episodio en el proceso de constitucionalización de la Unión Europea, que tiene un precedente en la reforma constitucional alemana de 2009 y que va a ser seguida por reformas constitucionales en, por lo menos, los países que comparten el euro como moneda, aunque previsiblemente se extenderá a los demás.

Estamos asistiendo a los primeros pasos de una innovación en el Derecho Constitucional Europeo de importancia extraordinaria, aunque dicha innovación no vaya a ser el resultado de una decisión constituyente europea, sino de la suma de decisiones constituyentes de los distintos países que integran la Unión. Alemania, como viene ocurriendo por lo demás en el Derecho Constitucional Europeo posterior a la II Guerra Mundial, ha empezado marcando el camino, pero después lo vamos a acabar recorriendo todos los demás. España es la que lo está haciendo en primer lugar, pero no va a ser la última en hacerlo.

Hacer de la necesidad virtud. De eso es de lo que se trata. Tenemos una moneda única y una política monetaria única, pero ni tenemos ni podemos tener en las circunstancias actuales y en el tiempo en que es posible hacer predicciones una política económica y una política fiscal única. Las tensiones entre esta unidad, por un lado, y ausencia de unidad, por otro, han sido manejables hasta que la crisis económica ha hecho acto de presencia con la intensidad con que lo ha hecho. Han dejado de serlo. Y si no se encuentra una fórmula, no para manejar las tensiones, sino para evitar que vuelvan a producirse, continuar avanzando en el proceso de construcción de la Unión Europea será sencillamente imposible.

La reforma de la Constitución para incluir el principio de estabilidad presupuestaria y fijar el límite del déficit de todas las administraciones públicas es la expresión de la voluntad del Estado de seguir avanzando en el proceso de construcción de la Unión Europea. Puesto que no es posible todavía una Constitución Europea, hay que homogeneizar al menos las Constituciones de los distintos países en un tema tan decisivo como este.

Lo que no ha formado parte del Derecho Constitucional de cada uno de los países que han constituido la Unión Europea, tiene que pasar a formar parte del mismo, al menos para aquellos que comparten el euro como moneda. Formalmente va a ocurrir como consecuencia de una decisión constituyente soberana de cada uno de los países a través de sus órganos constitucionales competentes para ello. Pero materialmente es una exigencia de la supervivencia de la Unión Europea...

JAVIER PÉREZ ROYO, El País, 05/09/2011