domingo, 22 de mayo de 2016

El médico de 29 años que decidió dedicarse a erradicar una enfermedad del planeta. Un documental narra la lucha de Oriol Mitjà contra una bacteria que borra los rostros

Cuando el joven médico español Oriol Mitjà aterrizó en la isla de Lihir, en medio del océano Pacífico, en Papúa Nueva Guinea, se topó con un paraíso paradójico. Allí se halla el cráter Luise, un volcán extinto que guarda uno de los mayores depósitos de oro del mundo. De sus entrañas han salido 280.000 kilogramos de oro en los últimos 15 años, pero la mayoría de los 18.000 habitantes de la isla, negros con el pelo rubio, viven en la miseria.

Mitjà llegó en 2010 para realizar una suplencia de un mes en el Centro Médico de Lihir y se encontró con enfermedades medievales, incluyendo una de la que no había oído hablar nunca: el pian, provocado por una bacteria que borra los rostros y deforma las piernas. Afecta a 500.000 personas, sobre todo niños, en 13 países de África, el sudeste asiático y el Pacífico occidental. Mitjà, que entonces tenía 29 años, decidió quedarse y buscar una estrategia para luchar contra esta enfermedad olvidada. Y la encontró. Bastaba una sola pastilla de un antibiótico barato, la azitromizina, que en los países ricos se emplea contra la otitis y la bronquitis. Con la idea de Mitjà, la Organización Mundial de la Salud ha lanzado una campaña para erradicar el pian de la faz de la Tierra en 2020. Si tiene éxito, puede ser la segunda enfermedad humana erradicada, tras la viruela.

El documental Donde acaban los caminos, dirigido por Noemí Cuní y presentado hoy en Barcelona, narra la inspiradora historia de Oriol Mitjà, investigador del Instituto de Salud Global. El título de la película es una frase habitual de los médicos que se han enfrentado a la enfermedad. El pian aparece donde terminan las carreteras y  comienza la pobreza extrema de las zonas más remotas del planeta, sin agua, sin luz y sin jabón. El caso de la isla de Lihir es más sangrante, al esconder un tesoro, explotado por la minera australiana Newcrest. “La empresa tiene a los locales trabajando a poco coste. El Gobierno de Papúa Nueva Guinea se queda un porcentaje, la minera se lleva el oro y los locales no ven nada”, lamenta Mitjà.

Sin embargo, Newcrest es una de las pocas organizaciones que ha financiado las investigaciones del médico español. En 2012, Mitjà publicó en la revista The Lancet los resultados de su primer ensayo clínico en Lihir, con 250 niños. A los seis meses de tomar una sola pastilla de  azitromizina, el 96% de los chicos estaban curados. Él mismo había comprado los medicamentos. El médico pidió entonces dinero para llevar a cabo una campaña de tratamiento masivo en la isla, para averiguar si podría ser una estrategia adecuada para erradicar la enfermedad en el mundo. Solicitó ayudas al Ministerio de Economía español, al Gobierno australiano, a la Comisión Europea y al Wellcome Trust británico. No consiguió ninguna. La minera Newcrest sí pone 25.000 euros al año, calderilla comparada con las 700.000 onzas de oro que extrae de Lihir al año. Y el plan de Mitjà está obteniendo resultados “espectaculares”, según la OMS.

El protagonista de Donde acaban los caminos es ahora asesor técnico de la campaña de erradicación del pian lanzada por la  OMS. Es optimista con la fecha de 2020, pero reconoce los obstáculos en el propio documental, realizado con la colaboración de Obra Social “la Caixa”. El principal escollo es el de siempre: el dinero. Implementar el plan costará unos 300 millones de euros, difíciles de encontrar en países en los que la enfermedad es endémica, como Costa de Marfil, República Democrática del Congo y Timor Oriental.

Además, la farmacéutica Pfizer, que tuvo un beneficio neto de 7.745 millones de dólares en 2015, ha rechazado hacer una donación de azitromizina contra el pian, según señala Mitjà. La multinacional estadounidense sí ha donado  500 millones de tratamientos con este antibiótico para la campaña internacional contra el tracoma, otra enfermedad causada por una bacteria que ha dejado ciegas a más de un millón de personas en el planeta.

“Cuando veo a un grupo de niños jugando, felices, saltando y corriendo, cuando solo unos meses antes estaban sufriendo el pian, llenos de úlceras, me siento muy satisfecho. Es lo que da sentido a mi vida y me hace seguir trabajando”, proclama en Donde acaban los caminos el joven médico que puede erradicar la segunda enfermedad humana del planeta.

http://elpais.com/elpais/2016/05/09/ciencia/1462816589_346648.html

sábado, 21 de mayo de 2016

Actualidad de Dalton Trumbo, de Gregorio Morán en La Vanguardia

La Vanguardia


El estreno en España de Trumbo (película a no perderse) no podía llegar en mejor ocasión; un momento en el que confirmar las opiniones personales se hace cada vez más arriesgado. Es verdad que la dirección de Jay Roach, siendo valiente, no va muy lejos. Pero la pena inevitable de este filme oportuno se reduce a que el guión no es de Dalton Trumbo.

En un mundo como el del cine es raro afrontar una figura como la de Trumbo. Por lo general debemos limitarnos a directores o actores. Pero que un guionista, el ­género menos atendido por los espectadores, se convierta en protagonista absoluto, se debe a la más llamativa de sus particu­laridades. El mejor guión cinematográfico de Dalton Trumbo es su propia vida. Lo tiene todo, y al usual gusto de Hollywood: acaba bien.

Si hay que ver este más que digno Trumbo de Jay Roach, quizá se reduzca a algo tan importante y tan vivo como la defensa de la conciencia en una época donde lo que cuenta es el valor de la conciencia en el mercado. Considerado como el guionista de Hollywood mejor pagado, lo primero que sobresale es su atadura de clase, su vinculación a los sindicatos, su pasión por los que se rebelan. No es extraño que él con­siguiera transformar un humilde best seller escrito en la cárcel –por rojo– de Howard Fast, otro comunista del complejo mundo intelectual norteamericano de la época. Espartaco, la historia de un esclavo que puso en un brete al imperio romano, hasta crear un ejército y sobre todo una ilusión de libertad.

Espartaco no es sólo una de las obras maestras de Stanley Kubrick, al que no agradaban demasiado algunas páginas que había escrito Dalton Trumbo. El impresionante final, por ejemplo. Pero como la película la pagaba Kirk Douglas, el protagonista, y ya había tenido conflictos sin fin, no era cuestión de añadir más. Es sabido que gracias primero a Kirk Douglas ( Espartaco) y luego a una más que mediocre película de exaltación del sionismo, Éxodo –basada también en una horrenda novela de ­Leon Uris, que no era capaz de defender ni el productor judío Otto Preminger–, y que Dalton Trumbo transformó en un filme digno, el guionista sale de la categoría de “no existente”, lo que los romanos llamaban damnatio memoriae.

No es una casualidad que el inquisitorial Comité de Actividades Antinorteameri­canas se creara en 1937, durante nuestra Guerra Civil, y que tuviera en él un papel destacado el futuro presidente Richard ­Nixon, el mentiroso. En el fondo y en la forma estaban a favor de un entendimiento con el fascismo arrollador pero Hitler les ganó la partida, invadió la URSS y Japón declaró la guerra a Estados Unidos. Soviéticos y norteamericanos tuvieron que hacerse amigos y luego socios, y por fin disolver la empresa. En 1942, siendo corresponsal de guerra en el frente, Trumbo se afilia al Partido Comunista de EE.UU., como lo hacen muchos millares de norteamericanos. Quizá lo más exitoso de la manipulación del Comité de Actividades Antinorteamericanas y de sus voceros, fue el de haber reducido lo que fue la represión sobre miles de ciudadanos a un asunto elitista y de casta, “los diez de Hollywood”.

Pero hubo más de diez en Hollywood y fuera de Hollywood que comenzada la implacable guerra fría (1947), que siguió a la victoria sobre el nazismo, renunciaron a sus propias creencias. El Estado y las instituciones creadas para la lucha con el comunismo tuvieron impunidad para intimidar, arruinar, detener, encarcelar –un año de cárcel pasó Trumbo– y se hizo a conciencia, porque les llevaron a cárceles lejanas para que su aislamiento fuera mayor. ¿Y su delito? Negarse no sólo a delatar a quienes pensaban como ellos, sino negarse a decir lo que pensaban. No tiene nada que ver con el terrorismo, ni las olas represivas que castigaron la Europa comunista, los campos de concentración –por cierto que hubo una propuesta que no prosperó de crear uno para rojos en EE.UU.–, pero eso nos retrotrae a épocas pasadas: ¿quién mató más, la Inquisición o el fanatismo de Calvino? De seguro que la Inquisición, pero eso no limpia otros crímenes.

¿Los diez de Hollywood se enfrentaron al Gobierno norteamericano? Curioso dilema muy apropiado para los letrados. Los encarcelaron sin juicio, o con parodias de interrogatorios y luego fueron encarcelando. ¿Lo hizo el Estado o lo hizo el Gobierno? ¿Dónde estaba la diferencia? Dalton Trumbo era un redactor magistral de diálogos pero ninguno de ellos alcanza la al­tura, la ironía, la arrogancia del que sostiene con el presidente del Comité de Actividades Antinorteamericanas, John Parnell, el 28 de octubre de 1947. Figuran en un librito goloso y brutal del propio Trumbo, titulado El tiempo del sapo, que se publicó en España por primera vez en el 2012 (Artefakte, Barcelona). Es una joya de la literatura sarcástico-panfletaria, a la altura de Jonathan Swift, que lamentaría estuviera ya descatalogado.

Trumbo entró en prisión el 21 de junio de 1950 rodeado del odio de la mayoría de sus ciudadanos. Un traidor. Mantuvo desde el primer momento que para él ser o no ser comunista no tenía nada que ver ni con la URSS ni con la violencia, sino con una manera de comportarse hacia los que son más pobres y más débiles que nosotros. Y que esto lo podría explicar a la gente pero no a unos tribunales que ya habían dictado ­sentencia.

Es una pena que al espectador español no le sea fácil distinguir algunas figuras empalidecidas por el director del filme, que sin embargo se recrea en los héroes positivos, como si estuviéramos ante un film de propaganda soviética. Sería muy ilustrativo hacer una comparación entre el esquema héroe-traidor en el cine norteamericano y el soviético, y probablemente nos sorprenderíamos de las coincidencias. Pero figuras tan importantes en aquellas denuncias como John Wayne –el estereotipo por excelencia del guerrero, que por cierto no participó para nada en la II Guerra Mundial, salvo para darle a la lengua– y sobre todo Edward G. Robinson, activo luchador por las libertades hasta que se dio cuenta que su fortuna –las piscinas, que hubiera dicho Orson Welles– se le fue secando y se portó como un confidente deslenguado, falaz y desmedido en su afán de volver a ser la estrella que fue.

Edward G. Robinson, que nosotros siempre conocimos con barbita, y que en el filme de Trumbo es difícilmente recono­cible, tenía el miedo tan metido en el cuerpo que cuando ejerció de jurado del Fes­tival de Cannes (1952), exigió que se re­tirara un plano de la pe­lícula de Berlanga Bien­venido Mr. Marshall. Exactamente el último: una banderita­ ­norteamericana, tras el ­fallido fes­tejo, cae arrastrada por la lluvia. Interpretaba que podía interpretarse como símbolo antinorteame­ricano, a pesar de lo cual fue premiada. El caso del delator Elia Kazan exigiría muchas líneas, imposibles en este artículo.

Pero si tiene especial valor Trumbo, dentro de su modestia fílmica, es la exhibición del protagonista. Su ímpetu, su capacidad para no romperse y sumirse en la depresión que llevó a la tumba a tantos otros. Sus singularidades de pluma –escribir en una bañera, rodeada de sus bártulos de trabajo, y sin admitir interrupción alguna–. O lo que es lo mismo, Dalton Trumbo escribía en la bañera del váter, cargado de whisky y anfetaminas, hasta reventar.

Lo que rompió todos los esquemas, cuando Dalton Trumbo recuperó los ­Oscar que le habían escamoteado – Vacaciones en Roma, El Bravo –, es que fuera capaz, apenas unos años antes de su muerte, de adaptar uno de sus viejos libros, el premiadísimo en 1939 Johnny cogió su fusil, y hacer de él un filme insólito. No es fácil que alguien sea capaz de ver esta obra ­maestra dos veces seguidas sin tomarse un tiempo de respiro. Es demasiado humana. Sólo una personalidad como la de Dalton Trumbo habría sido capaz de esta última osadía. Apenas después se murió.

El tiempo del sapo. Dalton Trumbo.

“El derecho a expresar ideas -buenas, malas,
perversas, disparatadas, imposibles- es el derecho
más preciado que puede tener un individuo.
Lo interesante es que, en el curso de
asegurárselo a sí mismo, debe inevitablemente
garantizárselo a su enemigo. De otro modo, no
habría libertad para ninguno de los dos.”
Dalton Trumbo


La joven editorial Artefakte ha tenido la audacia de traducir y publicar recientemente un título que era difícil de encontrar en lengua original: El tiempo del sapo (The Time of the Toad, 1949) de Dalton Trumbo*. Se trata, más que de un texto biográfico -aunque también lo es- de un alegato político por la libertad y, en concreto, en favor de la libertad de expresión. El tiempo del sapo se refiere a un período histórico preciso, el de la caza de brujas protagonizada por la comisión Mc Carthy contra la izquierda americana y, en el caso que afecta más directamente a Trumbo, a la que se encontraba ampliamente representada en la industria cinematográfica, el "Hollywood rojo". Dalton Trumbo era guionista de cine, autor de guiones de películas célebres como Éxodo o Espartaco, director también, en los años 70 de la impresionante película antimilitarista que es Johnny cogió su fusil. En 1948, comparece ante la comisión que lo interroga sobre su afiliación sindical y lo somete a la pregunta habitual: "¿Es o ha sido usted miembro del partido comunista o de alguna de sus organizaciones?" Trumbo se niega a responder en nombre del derecho a la confidencialidad de las afiliaciones políticas y sindicales y de la libertad de conciencia así como el derecho de asociación que reconocen la constitución y las leyes norteamericanas. Esta negativa a responder le costará muy cara. Después de un largo proceso con diversas apelaciones acaba condenado a un año de cárcel, a una multa y a la inhabilitación profesional como guionista cinematográfico. Tras salir de la cárcel le esperan años de exclusión y penalidades materiales, pero valiéndose de diversos ardides para ocultar su identidad, logra volver a trabajar como guionista en producciones que tuvieron gran éxito.

El tiempo del sapo es un largo panfleto político que Trumbo escribe como alegato contra una comisión Mc Carthy que -como se ve en el interrogatorio recogido como apéndice del libro- no le ha dejado ninguna posibilidad de defenderse de unas acusaciones anticonstitucionales y antijurídicas, propias de un proceso político. La línea defensiva de Trumbo es clara. Se inscribe en la línea de lo que el gran abogado francés, Jacques Vergès denominó "defensa de ruptura". De lo que se trata en esta táctica es de desacreditar a un tribunal que se presenta como un órgano imparcial y mostrar que es un instrumento de poder político. No era difícil en el caso particular de la comisión Mc Carthy. La comisión aparece en el panfleto de Trumbo como una nueva inquisición o un avatar transatlántico de los aparatos represivos del Tercer Reich. No es mera exageración retórica: Trumbo comparará las declaraciones de este tribunal represivo surgido de la democracia americana con las de los órganos y jerarcas del nacionalsocialismo que utilizan expresiones y doctrinas muy próximas. Estamos en los años del comienzo de la guerra fría: el enemigo ha dejado de ser el nazismo y el fascismo; ahora el enemigo por excelencia es el comunismo. A finales de los años 40, la administración norteamericana no tiene ya ningún empacho en colaborar con antiguos o nazis o con los regímenes del Eje que, como el de Franco en España, han sobrevivido al conflicto. Se acabó el antifascismo, se acabó también esa fase de la democracia norteamericana que, con Franklin Delano Roosevelt había intentado dar una base material a los derechos recogidos en la Constitución. La prioridad es ahora contener el comunismo, no actuando sobre sus causas, sino sobre los efectos de estas. La comisión, que supuestamente defiende a los Estados Unidos de las "actividades antinorteamericanas" se ve en el alegato de Trumbo como la más antinortemaericana de las instituciones, la más hostil a las libertades, a la Constitución, incluso al libre mercado en cuanto presiona directamente a las productoras cinematográficas para que no contraten a "comunistas".

Muchos ceden ante la presión de la propia comisión, pero también ante la presión social que esta había desencadenado mediante un contagio del miedo. Se crea una atmósfera de delación generalizada, una atmósfera en la que, para sobrevivir socialmente, muchos prefieren "desayunarse con sapos", "tragar sapos", como en el panfleto de Emile Zola en que se inspira el título de Trumbo. El espíritu de El tiempo del sapo es, por lo demás, muy cercano al del otro gran panfleto de Zola, J’accuse, en el que el gran novelista arremetió contra otra persecución, esta vez dirigida contra un oficial judío francés, el coronel Dreyfus y, por extensión, contra todos los judíos de Francia. La lógica del antisemitismo es hermana de la del anticomunismo o la del antiterrorismo. De lo que se trata es de perseguir a un grupo de personas, no ya por sus actuaciones supuestamente criminales, sino por lo que son. Tanto el judío, como el comunista o el terrorista son esencialmente peligrosos. El judío lo es, porque independientemente de lo que haga, el discurso antisemita lo verá como un conspirador nato, el comunista porque, en un extremo de idealismo, el anticomunista considera que sus ideas pueden ser peligrosas para el orden establecido, el terrorista, por último por ser la figura criminal más indefinida del mundo, pues ningún acto concreto es terrorista como tal, sino en cuanto ha sido realizado por alguien que el poder señala como "terrorista". Se perfila así una doctrina penal que hace primar la supuesta esencia del sujeto (esencia peligrosa) sobre sus actos y que castiga el hecho de "ser" una determinada cosa. Esta doctrina penal cuyos precedentes se encuentran en la la Inquisición y en el derecho penal "analógico" del Tercer Reich es la que denuncia Trumbo en su panfleto, muy cercano en su inspiración a Las leyes canallas, aquel alegato contra la legislación antiterrorista escrito por Émile Pouget y Léon Blum medio siglo antes.

Los Estados Unidos se han presentado ante el mundo como un modelo de libertad. Dalton Trumbo intentará tomarles la palabra a quienes defienden ese modelo y mostrar que la libertad no puede nunca existir en un sistema cerrado basado en un consenso sin fisuras. Trumbo suscribiría la idea de Rosa Luxemburg de que "la libertad es siempre la del que piensa de otra manera". Una libertad así implica desde el punto de vista jurídico la más exquisita distinción entre el pensamiento, que debe permanecer libre, y los actos. No puede haber un delito de pensamiento o un delito de esencia, sino que todo delito debe determinarse exclusivamente como un acto y como un acto bien definido según el principio "nullum crimen sine lege" (no hay delito sin ley). Negándose a responder ante la comisión Mc Carthy, Dalton Trumbo realizó un acto de resistencia contra el poder de excepción que es el rostro oscuro de todas las democracias y mostró que el régimen político "normal" de un capitalismùo democrático, nunca está muy lejos de sus formas de excepción.

El tiempo del sapo no se ha acabado: hoy se prolonga en las legislaciones antiterroristas y en sus consecuencias liberticidas, también en el antiislamismo, nuevo avatar del antisemitismo y en otras formas esencialistas de nombrar al enemigo y negar de ese modo la división y el antagonismo internos que caracterizan a nuestras sociedades de clase. Para conquistar una democracia real es necesario deshacerse de ese pesado lastre y abandonar el sueño totalitario de una sociedad sin fisuras ni antagonismos. Como la historia nos ha mostrado, este triste sueño, por desgracia, no es exclusivo del macarthismo ni de las derechas. Incluso una sociedad sin clases será una sociedad dividida y fisurada en la que existirán los que piensen "de otra manera".

* Dalton Trumbo, El tiempo del sapo. Un estudio sobre la Inquisición en América (traducción de Breixo Viejo Viñas), Artefakte, Barcelona, 2012

viernes, 20 de mayo de 2016

El economista australiano Bill Mitchell cree que los países europeos no están preparados para la unión monetaria y que España debe volver a la peseta. “España debería duplicar su déficit público para crear empleo”.


          El 6 de este mes de mayo, el profesor Mitchell dió una conferencia en el salón de actos de la facultad de Económicas de Badajoz, al presentar su libro La distopía del euro, a la que asistí. Fue interesantísima.

Pide más intervención estatal en la economía: “Si el sector privado es incapaz de crear empleos suficientes, debe hacerlo el sector público”

Profesor de Economía de la Universidad de Newcastle, en Nueva Gales del Sur (Australia), Bill Mitchell es uno de los economistas adscritos a la Teoría Monetaria Moderna, que aboga por la intervención directa del Estado en la economía, una herejía para la ortodoxia dominante en Bruselas y Berlín. De ahí que recomiende a España que aumente su déficit público si quiere crear empleo. Mariano Rajoy lo secundó este miércoles en la Ser cuando aseguró que le importa más acabar con el paro que obedecer a la Comisión Europea recortando ese 5,08% por el que le regaña Bruselas. Mitchell acaba de publicar en España La distopía del euro (Lola Books). Su tesis no es en absoluto tímida: los países del sur, como España, deben romper con la unión monetaria si saben lo que les conviene. Casi coincide en el tiempo de publicación con la obra de otro economista heterodoxo y educado en Australia, aunque griego de nacimiento, Yanis Varufakis, quien, por el contrario, defiende la permanencia de su país y de Reino Unido en la eurozona. Mitchell no parece uno de sus fans: “Lo que Yanis dice hoy puede ser muy distinto de lo que dijo ayer”.

PREGUNTA. ¿Cómo es que les interesan tanto desde Australia, al otro lado del planeta, nuestras instituciones comunitarias? ¿Es tan escandalosa o tan patética la crisis europea como para llamar la atención tan lejos?
RESPUESTA. Bueno, el mundo es muy pequeño ahora. Y la integración europea siempre ha sido uno de mis campos de investigación. Además, Australia es en realidad un país europeo… aunque esté en Asia, y una nación intelectualmente muy abierta. Quienes nos visitan de Europa o, especialmente, de Estados Unidos se sorprenden de cuánta información internacional tenemos. En los periódicos o en la televisión de EEUU apenas encuentras nada sobre el resto del mundo, y hasta cierto punto en los periódicos nacionales de Francia, Alemania, Italia, no sé si también de España, no se publican demasiadas noticias internacionales. En Australia, por el contrario, la televisión y los periódicos están llenos de noticias internacionales porque nos sentimos parte del mundo y porque históricamente hemos estado aislados por culpa de la distancia. Ya en el colegio aprendemos lo que es la “tiranía de la distancia”. Pero nuestras raíces son europeas, británicas. Así que he pasado mucho tiempo estudiando la integración europea y su camino hacia el desastre.

P. En su libro defiende la ruptura de la unión y el regreso a las monedas nacionales. Una tesis muy arriesgada y quizá no demasiado fácil de llevar a la realidad. ¿Por qué cree que sería mejor para España volver a la peseta?
R. Mi idea es que el diseño de la unión monetaria tiene muchísimos defectos y que el Tratado de Maastricht fue un desastre. Si volvemos a los primeros debates sobre la creación de la unión monetaria en los años 60, que dieron lugar al informe Werner en 1970 y en 1977 al informe MacDougall, dos estudios muy detallados sobre cómo podría organizarse y llevarse a cabo la unión monetaria para que fuera efectiva, vemos que incluían un diseño muy específico de los requisitos necesarios.

Uno de ellos era que los Estados miembros tenían que ceder su soberanía macroeconómica y la responsabilidad fiscal para crear un órgano federal europeo que asumiera la política fiscal y que tendría legitimidad democrática. Según el informe Werner, esa institución federal sólo funcionaría con una autoridad fiscal federal con legitimidad democrática y poderes extraordinarios. El informe MacDougall está de acuerdo con esos requisitos para una unión monetaria efectiva, pero dice que las circunstancias políticas son tales –y eso que entonces la UE incluía muchos menos países que ahora–, que no hay manera de que los Estados miembros puedan ceder su autoridad fiscal a un órgano federal. Por tanto, a su juicio, carecía de toda lógica pensar que fueran a darse las circunstancias para una unión monetaria europea eficaz en un futuro próximo. A mi entender, las diferencias culturales, históricas y lingüísticas entre los Estados son tan enormes que no es lógico pensar que pueden ponerse de acuerdo para cooperar a ese nivel. Desde luego, Alemania jamás estará de acuerdo en ceder su autoridad fiscal a una institución federal.

Al mismo tiempo que se publicó el informe Delors, en 1989, la política económica fue conquistada por el monetarismo emergente y lo que ahora llamamos neoliberalismo, de forma que la mayoría de las ideas de los primeros informes sobre la unión monetaria quedaron aparcadas. El neoliberalismo en auge se oponía a que los gobiernos intervinieran en la economía y Delors apareció con la solución para apaciguar a Alemania y unir a toda Europa bajo el proceso de Maastricht, limitando la capacidad y flexibilidad fiscal de los Estados miembros. Los Estados mantuvieron la autoridad fiscal y se pusieron, digamos, unas camisas de fuerza, por lo que, si llegaba una crisis grave no iban a tener la flexibilidad fiscal necesaria para responder.

Y eso fue lo que ocurrió en 2008. Los tecnócratas de Bruselas obligaron a los gobiernos a asumir las normas fiscales del Pacto de Estabilidad y a hacer políticas de austeridad, lo que los economistas llamamos políticas procíclicas. Los gobiernos responsables siempre han sostenido políticas fiscales anticíclicas, de manera que cuando el sector privado es débil, el sector público debe ser fuerte, y viceversa. Lo más irresponsable en teoría económica es dejar que, cuando el sector privado es débil, también lo sea el Gobierno. El problema lo habéis visto en España. Vuestro PIB aún no ha regresado al nivel previo a 2008.

Mi conclusión es, por tanto, que las dos únicas opciones para salvar la eurozona son: la primera, crear una verdadera autoridad federal fiscal y monetaria, a la que habría que dar legitimidad democrática con el mismo diseño que da legitimidad al Gobierno de los Estados Unidos, a través del voto. Pero no creo que pueda ser viable en un futuro próximo y ésa es mi conclusión en el libro y en muchos de mis trabajos: es imposible que los Estados miembros cooperen hasta el punto de llegar a ese sistema federal de política fiscal, no estáis preparados para que la eurozona funcione. La segunda opción es que el Banco Central Europeo (BCE) financie a los Estados miembros para que éstos puedan crear empleo suficiente.

P. En uno de los últimos posts de su blog habla del déficit público español. Sostiene que su aumento el último año ha sido la causa del crecimiento del PIB, no las políticas de austeridad de las que presume el Gobierno. Algunos de los comentarios de los lectores precisan que el incumplimiento del objetivo de déficit se ha debido sobre todo a que 2015 era año electoral… Además, ese aumento no se hubiera producido sin la tolerancia, al menos incial, de Bruselas. ¿Cambian esas circunstancias su primer análisis sobre el crecimiento económico español del último año?
R. Soy consciente de que el motivo de que aumentara el gasto público y se relajara el objetivo de déficit es claramente político: las elecciones. Los conservadores estaban muy preocupados por lo que ocurre en Cataluña y también por Podemos a escala nacional. Está muy claro también que Bruselas estaba de acuerdo y se lo permitió al Gobierno porque, si en España se repitiera la situación que hay ahora en Portugal [con un Ejecutivo de izquierdas que ha revertido las medidas de austeridad tomadas por el anterior]…, bueno, lo último que quiere la Comisión Europea es que un país grande como España, o Italia, elija un gobierno antieuro. Pueden manejar a Portugal porque es un país pequeño y relativamente pobre, y seguro que podrían manejar a Grecia, pero no a una nación grande como España o Italia. Por eso intentarán hacer todo lo posible para mantener allí un gobierno conservador pro Bruselas y pro Troika.

Pero la lección es que no importa que los motivos fueran políticos, el hecho es que el déficit estructural aumentó y creó las condiciones para que España volviera a crecer. Y está claro que si la austeridad entre 2010 y 2013 en España hubiera sido la tónica también en 2014 y 2015, tu país no habría vuelto a crecer en la forma en que lo ha hecho. El alza del déficit creó el crecimiento y eso debería convencer a la gente a la que se le dice todos los días que la austeridad es buena para crecer, porque no es verdad. Si el Gobierno español vuelve a imponer la austeridad, que es lo que Bruselas desde luego está intentando ahora porque las elecciones ya han pasado, vuestro crecimiento se ralentizará.

P. Otra de las razones por las cuales ha aumentado el déficit público en España es el déficit creciente de la Seguridad Social. Éste, a su vez, es el resultado de la debilidad del crecimiento económico y del empleo: la mayoría de los puestos de trabajo creados estos dos últimos años son temporales, a tiempo parcial y con bajos sueldos. Por tanto, las cotizaciones a la Seguridad Social no crecen al nivel previsto por el Gobierno en sus propios presupuestos. Tampoco pueden cubrir el gasto en pensiones y subsidios, que sigue aumentando a un ritmo superior. Más aún, el Gobierno, también por motivos electorales, ha multiplicado por cinco las subvenciones a la contratación [tarifa plana], lo que ha reducido los ingresos de la Seguridad Social en más de 2.000 millones de euros. En resumen, el crecimiento económico español, en las condiciones actuales, es un poco decepcionante…
R. Es verdad, pero el gasto en Seguridad Social forma parte de lo que llamamos estabilizadores fiscales automáticos y, como la economía está tan mal, se dispara aunque no cambie la política del Gobierno. Pero además de eso, los gobiernos regionales con la aprobación del Gobierno central, han aumentado también el gasto en infraestructuras [12.500 millones de euros, un 34% más que el año anterior], eso es gasto extraordinario.

P. Usted es un defensor de la Garantía de Empleo: que el Gobierno garantice un puesto de trabajo a todos los ciudadanos que quieran y puedan trabajar, con un sueldo que debería tener la consideración de salario mínimo. Pero, ¿y la calidad del empleo? ¿La única alternativa al paro va a ser a partir de ahora el empleo precario y mal pagado?
R. España tiene un modelo de crecimiento de muy baja productividad. Y los países con este modelo de desarrollo con baja productividad y bajos salarios como España terminan empobrecidos. Para tener un alto nivel de vida es necesario un modelo de salarios altos y alta productividad, donde el capital está obligado a invertir continuamente en alta tecnología para que la economía pueda mantener esos niveles elevados de productividad que son, a su vez, los que permiten pagar sueldos altos. España, Italia e Irlanda, en cambio, siguen el lento sendero de la baja productividad y los bajos salarios, que les conduce a un futuro empobrecido.

P. Uno de sus campos de estudio son las causas del desempleo. Así que tengo que preguntarle por las del caso español: nuestras cifras de paro baten récords. ¿Ha analizado por qué? ¿Sabe cómo solucionar nuestro problema más grave?
R. La solución se deduce directamente de la causa. Con un 21% de paro, la razón es fácil de entender: el gasto en actividad económica no es suficiente, y la actividad económica existente ha creado empleos con bajos salarios y de baja productividad. La falta de gasto es, a su vez, el resultado de años de austeridad. La solución al problema es estimular la creación de empleo y las empresas sólo crean empleos si suben las ventas. Cuando el crecimiento del gasto es insuficiente para seguir el ritmo de crecimiento de la población, crece el desempleo.

Así que la solución es clara: hace falta más gasto. Y si el sector privado es incapaz de gastar lo necesario para crear empleos suficientes, entonces el único sector que puede crear puestos de trabajo para vosotros es el sector público. Por supuesto, la capacidad de actuación del Gobierno está muy limitada al ser España miembro de la eurozona. El déficit fiscal español debería ser el doble del actual y el Gobierno debería dedicarse a la creación de empleos a gran escala. Deberían ser de diferentes tipos: desarrollo regional, protección medioambiental o en áreas de desarrollo comunitario que aumentarían el bienestar de la población pero también estimularían al sector privado porque crecería el gasto en general. Ése es el camino. Pero no podréis hacerlo si permanecéis en la eurozona. Por eso debéis abandonarla y volver a la peseta.

P. La polémica sobre el salario mínimo se extiende por todo el mundo. En España es muy bajo, 655,2 euros al mes. Aun así, surgen voces que reclaman su eliminación o la exclusión de jóvenes o empleados no cualificados. ¿Cree usted que el salario mínimo frena la contratación de trabajadores?
R. En Australia tenemos un salario mínimo más elevado en términos relativos que la mayoría de los países [en realidad, uno de los más altos del mundo, 1.742,34 euros al mes]. Es cierto que los economistas conservadores ortodoxos repiten continuamente que el salario mínimo causa desempleo, sobre todo en trabajadores de baja cualificación, pero la investigación ha sido incapaz de demostrarlo. Por el contrario, los estudios más razonables no muestran una relación clara entre salario mínimo y aumento del paro. En el Reino Unido el salario mínimo no ha dejado de crecer en los últimos 10 o 15 años y el empleo ha aumentado en las categorías más bajas. En Australia no tenemos ninguna prueba de que aumente el paro, nuestro SMI lo fija cada año un tribunal [Fair Work Commission]. Yo sigo la lógica de que los trabajadores con sueldos más bajos, los que cobran el salario mínimo, son también los que con mayor probabilidad van a gastarse cada nuevo dólar o euro que ingresen de más. Por eso, cada subida del salario mínimo añade más gasto antes que aumentar costes, incrementa el gasto total y, por tanto, el empleo.

Las pruebas empíricas parecen apoyar este punto de vista, por lo que una de las cosas que España, Portugal, Italia y Grecia deberían hacer es subir el salario mínimo para estimular el gasto.

P. ¿Y el paro de larga duración? Va a ser nuestro siguiente problema: más de tres millones de personas llevan más de un año sin trabajar. ¿Es un problema específico de España o una tendencia mundial?
R. No, no es un problema únicamente español, sino de toda Europa durante muchos años. En Australia también se está convirtiendo en un problema, y en el Reino Unido. En EEUU no lo era, pero está empezando a serlo. La eurozona lleva años imponiendo austeridad. Forma parte de los criterios de convergencia del Tratado de Maastricht; es decir, estamos hablando de 1996 a 2000, a 2001 en el caso de Grecia. Desde entonces estos países están recortando el gasto público de forma deliberada y provocando más paro del que habría en otras circunstancias. Y cuando llegó la crisis, la situación empeoró aún más.

El paro de larga duración no es un problema diferente del paro en general. Los trabajadores pierden su empleo por la austeridad impuesta a la economía, el tiempo pasa, empiezan a perder contacto con el mundo del trabajo, a perder su cualificación profesional y a sufrir problemas psicológicos, sus redes sociales se reducen. Esas consecuencias se pueden controlar si el Gobierno interviene tan pronto como sea posible. Pero en la UE el problema se ha agravado al crear deliberadamente más desempleo. Por eso, si en 2008 Bruselas hubiera permitido aumentar el déficit, no habría ahora tanto paro de largo duración.

P. En todo el mundo se están degradando las condiciones laborales. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya habla de “trabajadores pobres”, porque tener un empleo no garantiza que puedan llegar a fin de mes. ¿Se trata de una tendencia imposible de parar?
R. ¡Por supuesto que se puede parar! En los últimos 20 años, España y Australia han marcado la pauta con ataques legislativos contra los sindicatos. El Gobierno conservador australiano, por ejemplo, lleva 15 o 20 años aprobando medidas muy duras que atacan la capacidad de actuación de los sindicatos. Si se combinan con políticas fiscales que aumentan el desempleo y se elimina o reduce la protección a los trabajadores, entonces aparece este fenómeno de los trabajadores pobres, incluso entre quienes tienen jornada completa. Es una tendencia global, pero no inevitable. Si la legislación protege más a los trabajadores, no ataca a los sindicatos y hace más difíciles los despidos, se le complicará a las empresas crear las condiciones que han hecho surgir trabajadores pobres.

P. En su último libro habla sobre la “cultura neoliberal dominante”. ¿Cree que ese dominio está llegando a su final? ¿Es posible que haya alcanzado ya las últimas fases de su ciclo hegemónico o, por el contrario, va a seguir aún primando en las grandes instituciones internacionales durante mucho tiempo?
R. Ésa es una buena pregunta… Hace 30 años, cuando se produjo la crisis financiera global, pensé que iba a ser el final de este periodo particular, tanto en la economía como en la política. Resulta que me equivoqué, desgraciadamente. Estos paradigmas y escuelas de pensamiento tienen toda una maduración y evolucionan durante un largo periodo de tiempo. Así, el monetarismo, las teorías del libre mercado y el neoliberalismo han evolucionado desde los años 70 y no fue hasta el final de esa década que se convirtieron en el paradigma dominante. O sea que llevamos tres décadas con ello.

Creo que se tarda mucho tiempo en debilitar un paradigma dominante aunque se haya demostrado que está teórica y empíricamente equivocado. La crisis financiera global ha probado que creer en la eficiencia de los mercados es un error. También que las políticas fiscales son un instrumento extremadamente eficaz, porque la política monetaria no lo fue. La enorme resistencia a cambiar este poderoso pensamiento de grupo se basa en un comportamiento que niega la realidad, refuerza el sistema de creencias, sólo ve lo que quiere ver y vilipendia a quienes lo ponen en cuestión.

Yo diría que tarde o temprano se desmoronará, pero cuándo, no estoy seguro. En cualquier caso, si piensas en el momento político actual en el planeta, ¿quién habría podido imaginar que aparecería en EE- UU. alguien como Bernie Sanders y que podría convertirse en un paradigma político creíble? ¿Quién habría podido imaginar que en el Reino Unido aparecería Jeremy Corbyn como defensor de los movimientos de base y que lideraría uno de los principales partidos políticos?

Y si piensas en quién apoya a Sanders, a Corbyn, a Podemos en España, a la izquierda en Portugal, son los movimientos de base liderados por jóvenes. Creo que los jóvenes están reactivándose políticamente, vuelven a comprometerse políticamente después de que toda una generación anterior obviara el compromiso. Habrá un cambio político.

En los años 20 se produjo un auge de los sindicatos y la demanda de un Estado del Bienestar porque el sistema capitalista creó desigualdad, trabajos precarios, recortó salarios y permitió que se formara una élite muy rica. Como la gente no lo toleró, triunfaron los sindicatos, aumentó su influencia sobre los partidos políticos y, con el tiempo, surgieron Estados del Bienestar. Eso va a ocurrir de nuevo. No puedo decirte cuándo, pero ocurrirá en algún momento.

P. Usted no prevé otro crash como el de 2008, a diferencia de lo que auguran otros economistas y personajes como, por ejemplo, George Soros.
R. Dudo que se produzca. Los gobiernos fueron muy pragmáticos en 2008 y salvaron rápidamente al sistema bancario. Ningún gobierno, ningún banco central, ni el europeo, ni la Reserva Federal de EEUU, ni el japonés, el inglés o el australiano, van a permitir que quiebren los grandes bancos. No van a dejar que estalle otra gran crisis financiera, otro 1929 u otro 2008. Sencillamente, los bancos centrales nacionalizarán los principales bancos si surge un gran peligro. Lo que sí preveo es un estancamiento de la economía y elevados niveles de paro. Entonces los gobiernos tendrán que darse cuenta de que deben incurrir en mayores déficit. Eso llevará su tiempo.
Fuente:
http://www.infolibre.es/noticias/economia/2016/05/05/bill_mitchell_deficit_espanol_deberia_ser_doble_del_actual_para_crear_empleo_49275_1011.html

jueves, 19 de mayo de 2016

Si tienes más de 40 años tal vez deberías trabajar solo tres días a la semana. Un estudio de la universidad australiana de Melbourne sobre la productividad laboral demostró que el cerebro funciona mejor si trabaja, pero poco. Lo ideal para los autores sería tener una jornada de trabajo reducida a tres días por semana.

Si tienes más de 40 años tal vez deberías trabajar solo tres días a la semana.

Un estudio de la Universidad de Melbourne en Australia señaló que las personas de más de 40 años deberían trabajar sólo tres días a la semana. Para llegar a esta conclusión analizaron los hábitos de trabajo y las pruebas cognitivas de 6.500 personas en ese país.

Los expertos encontraron que tanto un exceso de trabajo como la ausencia total del mismo es supone un riesgo importante para la mente. Para ellos lo ideal sería encontrar un equilibrio entre el tiempo de trabajo y el de descanso, es decir trabajar a tiempo parcial sería la mejor manera de mantener estimulado el cerebro sin llegar a niveles altos de estrés o cansancio.

Para el trabajo pidieron a los participantes que leyeran palabras en voz alta, recitaran números hacia atrás y vincularan letras con números siguiendo un patrón particular.

Resultados
Como resultado encontraron que las personas que trabajaban cerca de 25 horas semanales obtenían los mejores resultados.

En contrapartida observaron quienes no trabajaban nunca obtuvieron resultados un 18% más bajos en la prueba de lectura, un 20% más bajos en la de los números y un 15% inferior en las de relacionar letras con números.

Mientras que aquellos que trabajaban 40 horas a la semana se vincularon con un déficit congnitivo inferior al de aquellos que no trabajaban. Y para quienes trabajaban 55 horas a la semana los resultados eran aún peores.

Así los autores de la investigación concluyeron que el trabajo puede estimular la actividad cerebral pero que las largas jornadas de trabajo fatigan la mente y dañan las funciones cognitivas.

Colin McKenzie, uno de los investigadores del estudio declaró: “Señalamos que las diferencias en las horas de trabajo son importantes para mantener el funcionamiento cognitivo en adultos de mediana edad y ancianos”.

Otros estudios ya han demostrado que jornadas laborales más cortas favorecen la productividad de los trabajadores mientras que también cuidan su salud ya que están más predispuestos, reducen los niveles de estrés y pueden descansar mejor y dedicar tiempo a su vida personal.

http://www.lr21.com.uy/salud/1287160-trabajar-tres-dias-semanas-adultos-cerebro?

miércoles, 18 de mayo de 2016

Achille Mbembe filósofo camerunés

Entrevista al filósofo camerunés Achille Mbembe
“Mi inspiración básica viene de las historias que escuché de niño alrededor del fuego del hogar”

Rafael Poch
La Vanguardia

Filósofo e historiador del postcolonialismo, el camerunés Achille Mbembe (1957) dedicó su primer libro a la figura de Ruben Um Nyobe, un héroe de la independencia de su país que fue asesinado en 1958. Formado académicamente en París, residente desde hace quince años en Sudáfrica y con experiencia docente en Estados Unidos, Mbembe se ha dedicado también a la comprensión del fenómeno religioso. A partir del año 2000 comenzó a centrarse en la crítica del poder postcolonial y en la comprensión de la dinámica de raza con su libro Crítica de la razón negra , que Gedisa acaba de publicar en español. Su último libro Politiques de l´inimitié se está presentando ahora en París (La Découverte). La entrevista, gracias a un aviso del corresponsal de La Vanguardia Xavier Aldekoa, coincide con la jornada, que Francia estableció en 2006, de conmemoración de la abolición de la esclavitud. “COLONIZAR ES UN PELIGRO PARA LA DEMOCRACIA”

P-Dice usted que “Francia descolonizó sin autodescolonizarse”.

R- Quiere decir que Francia otorgó la independencia formal y jurídica a sus colonias pero que mantuvo, en su manera de actuar y de percibir el mundo externo, la estructura cultural heredera de su pasado colonial. Hizo como si la relación colonial fuera algo que concernía a los colonizados entre ellos, ignorando que ella era parte integrante de esa relación…

P- ¿Cómo una enfermedad que deja cicatrices en el propio cuerpo del colonizador?
R- Exacto, es una enfermedad que ataca a los dos sujetos. Por eso no se puede descolonizar sin someterse uno mismo a un proceso de cura. Le daré un ejemplo: en la guerra de liberación de Argelia la tortura era una institución generalizada, con gente dedicada a ella. A fuerza de torturar esa gente brutalizaba en casa su relación con la mujer y los hijos. Esa transformación violenta respecto a sus propios familiares merecía ser tratada por un psiquiatra. Es una realidad que encontramos, por ejemplo, en los textos de Franz Fanon y que puede extenderse a los cambios jurídicos, simbólicos y culturales de un Estado.

P- …Consecuencias degradantes para la democracia…
R- Sí. Colonizar a alguien es un peligro para la democracia del colonizador. En Francia hubo que evitar que los generales que hacían la guerra sucia en Argelia tomaran el poder en la metrópoli. Tocqueville ya dijo que había que evitar que la gente que hace ese tipo de cosas en las colonias se pongan al frente de la nación, porque traerían toda esa suciedad a casa. El problema es que establecer ese cordón sanitario es imposible. Lo vemos con esas guerras de ocupación en Oriente Medio, sus bombardeos y sus Guantánamos…

P- Usted dice también, “creo que los africanos que buscan reinventar su futuro ganarían si olvidaran a Francia”.
R- Lo creo porque Francia ya no parece estar en posición de inventar nuevas ideas que permitan al mundo, y a África en concreto, cambiar a mejor, como fue el caso en el pasado…

“UN LAICISMO QUE ESTIGMATIZA A DESFAVORECIDOS”

P- ¿Ya no hay ninguna referencia ejemplar a extraer de Francia?
R- Hay una memoria intelectual que forma parte de la memoria universal del mundo y que es útil preservar, pero en términos de futuro no veo gran cosa…

P- Como dice con sorna Shlomo Sand (La fin de l´intellectuel français?); “de Zola a Houellebecq…”
R- Exacto, ¿qué quiere que haga con Houellebecq, Zemmour, Finkielkraut, Marine Le Pen o Sarkozy? ¿Para qué le sirven a un africano? Una inmersión narcisista en la que el país se muerde su propia cola…

P- ¿Cómo ve usted esa crítica agresiva al Islam que hay en Francia hoy?
R-La crítica de la religión es necesaria, forma parte de nuestra tradición crítica surgida de la Ilustración. La cosa se complica cuando no se trata de una crítica de la religión sino de una forma encubierta de estigmatización de un segmento, desfavorecido y surgido de la colonización, de la población francesa.

P-¿Cómo separar esa crítica necesaria de lo religioso de los elementos racistas que se cuelan en nombre del laicismo republicano?
R- Ahí está la dificultad. Los elemento, digamos, sucios, que encontramos incluso en la crítica feminista del Islam, es decir; posturas que en su origen estaban enfocadas a la liberación y en las que el arma de la emancipación se transforma en instrumento de sumisión y estigmatización…

P- ¿Qué hacer?
R- No lo se. Los tiempos son bastante oscuros. En cualquier caso, el racismo no conduce a la emancipación.

P- ¿Cómo interpreta usted el intento del gobierno socialista francés de retirar la nacionalidad a binacionales convictos de terrorismo, es decir a hijos de emigrantes, que pretendía introducir una diferenciación legal entre categorías y calidades de franceses…?
R- Cayeron en la trampa. Es sorprendente que una administración socialista se metiera en eso. No se si la derecha se habría atrevido… Estamos entrando en un ambiente de apostasía y herejías, un poco como en la guerra de religiones.

P- En ese ambiente se puede hablar de terrorismo haciendo constantes referencias al Islam, pero no a la política exterior belicista que ha eliminado a más de un millón de personas y destruido sociedades enteras en la región de la que parte ese terrorismo, ni de la alianza histórica de las grandes potencias occidentales con los regímenes más integristas y oscurantistas de la región…
R- Se sabe que no se puede brutalizar continuamente a la población en el exterior sin que en un momento dado todo eso se vuelva contra ti, sin que ello signifique justificar nada. En el fondo estamos ante dos modos de nihilismo; uno técnico digital que actúa con drones y alta tecnología militar, y otro que procede por decapitación y armas primitivas.
“LAS ELITES AFRICANAS SON UN PRODUCTO COLONIAL”

P-Cincuenta años después de las independencias africanas, casi todo lo que era actual entonces, lo sigue siendo ahora ¿Cuál sería la responsabilidad de las élites africanas en este balance?

P- Enorme. La mayor parte de esas elites es de origen colonial. Lo que ocurrió desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando comienzan a aparecer las demandas de independencia. Las élites coloniales se reprodujeron al mismo día siguiente de la descolonización y a partir de los años 70 y 80 lograron transnacionalizarse, es decir que sus intereses hoy ya no están limitados a sus respectivos países. Sus capitales están colocados en bancos extranjeros, cuando quieren tratarse acuden a hospitales suizos, franceses o americanos y sus hijos son educados en universidades extranjeras. Sus alianzas más sólidas, en materia militar o de servicios de información, son con potencias extranjeras. Esa es la transnacionalización de las elites de origen colonial que se reproducen y perpetúan en el poder. Tratan a sus países como si estuvieran ocupados por potencias extranjeras. Todo está organizado de tal forma que su relación sea como la del soberano con sus súbditos. Eso es lo que les permite acumular poder y riqueza y les da estatus simbólico.
P-¿Qué papel juega la Françafrique en este contexto?
R-Es como la escuela que educa a las elites africanas para que actúen de la forma que acabo de describir. Es la estructura de convivencialidad que permite a esas elites, socializarse, conocerse, tejer la red de sus intereses y garantizar que el sistema puesto en marcha después de la independencia se mantenga como está, con el comercio, las relaciones militares -muchos miembros de esas elites tienen pasaporte francés. Una estructura de complicidad mutua.

P- Hasta veteranos del antiimperialismo como Samir Amin han expresado cierta comprensión con la intervención militar francesa en Mali…
R- Es natural. Si África dispusiera de su propia capacidad militar de intervenir allí donde la paz está amenazada y las vidas en peligro, no habría cuestión. Lo ideal sería que África dispusiera de su propia fuerza. Mientras no disponga de ella, estas cosas continuarán; Francia intervendrá, Estados Unidos, etc, y la alternativa será siempre entre mal y peor. Hace poco hubo un ataque terrorista en Costa de Marfil, en la playa, como no había medios se llamó a las tropas francesas para impedir una repetición…

“LOS NEGROS DE EE.UU HAN PASADO DE LA PLANTACIÓN A LA CÁRCEL”

P- Usted vive en África del Sur, tiene una formación intelectual francófona y una sólida experiencia docente en universidades americanas, ¿Dónde es peor la situación de racismo, en Europa o en Estados Unidos?

R- Si se lo pregunta a alguien como (el escritor afroamericano) Na-Tehisi-Coates (The Beautiful Struggle) le dirá que es peor en Estados Unidos. Hay una cierta intelligentsia afro-americana que piensa que es peor en Estados Unidos y que Francia ha sido un país de acogida para los negros americanos. Creo que en el fondo es un mito que se ha inflado. Para una parte de los negros franceses que descubren América, es mejor ser negro en Estados Unidos en el plano de la movilidad, el reconocimiento profesional, etc. En el sentido de que muchos negros universitarios franceses que no encuentran trabajo en Francia, lo encuentran en Estados Unidos. Creo que hay algo real pero también que hay algo de mito. Porque las políticas son distintas; en Estados Unidos se reconoce el hecho del racismo y la necesidad de actuar contra él, mientras que aquí, apenas se reconoce. Se funciona a partir de un principio republicano, que es más un proyecto declarativo que una realidad, que es ciego a la diferencia y las discriminaciones en la vida cotidiana a las que están sometidos aquellos que no son reconocidos por completo como nuestros semejantes. Desde ese punto de vista hay un enorme problema que lleva a muchos negros a preferir los Estados Unidos, donde la situación es compleja. Allí no hay una semana sin que un policía dispare contra un negro sin que eso comporte ningún castigo. Hay una impunidad general: ningún policía que haya asesinado a un negro ha sido juzgado. La pena de muerte es administrada por la policía directamente sin pasar por la justicia. El 40% de la población carcelaria es negra, cuando los negros representan entre el 10% y el 12% de la población total. ¡Un 40% que ha pasado de la plantación a la cárcel, siendo la prisión un espacio, privatizado, de explotación económica! Hay un sistema demoniaco que tiene por objetivo a un grupo de la población minoritario y fragilizado al que se excluye en nombre de su raza. Hasta ahora eso era impensable en Francia. Respecto al futuro es difícil hacer previsiones porque se está importando y produciendo toda esta legislación de excepción por el terrorismo que ya veremos adonde nos lleva…

“LA RECONSTRUCCIÓN DE LOS AFROAMERICANOS HA SIDO EXTRAORDINARIA”

P- ¿Qué le ha aportado intelectualmente su contacto con el medio afroamericano de Estados Unidos?
R- Mucho. En el Camerún en el que crecí las cuestiones de raza no pintaban nada. Era un país negro independiente con algunos blancos… Nadie se preocupaba de eso. En Francia, igualmente, a principios de los ochenta, el racismo no era algo de lo que se hablara mucho. Es verdad que a mediados de la década comenzó el movimiento “Touche pas à mon pote”, pero era bastante lúdico. En Estados Unidos, cuando llego a mediados de los noventa, es donde encuentro la problemática del racismo y donde descubro una enorme parte de la historia del mundo de la que no era consciente. Hay algo extraordinario en la historia de los afroamericanos: millones de personas durante cuatro siglos, no uno, cuatro, fueron sometidos a condiciones de la máxima expropiación. Su mundo es arrasado, la memoria no existe, la familia destruida, los niños y las mujeres son vendidos al por mayor, un trabajo infernal no remunerado, ningún acceso a la educación, segregación total…. Cuatrocientos años. Y al mismo tiempo, una comunidad que por la resistencia consigue mantenerse, reconstruir una cultura y unos gestos a partir de la nada que se hacen universales; todo el mundo conoce el jazz, la cultura urbana juvenil viene determinada por la música afroamericana, toda una serie de deportes globales, una producción literaria absolutamente fantástica… así que yo descubrí todo eso y me di cuenta de que hay algo extraordinario en la cultura de los afroamericanos. Aprendí mucho de eso, de sus personalidades e intelectuales, de sus mujeres, todo eso me da mucha energía.

P- Una de las claves de las buenas relaciones que había, por ejemplo en el Uzbekistán soviético entre la población europea y los nativos del Asia Central, era la escasa distancia existente entre la condición del campesino ruso y el uzbeco. No había espacio para esa mirada altiva y distante del francés pied noir, aunque fuera pobre, y el argelino, o el británico y el indio….
R- Sí, esa distancia es fundamental. Se puede decir algo parecido sobre el colonialismo portugués, un colonialismo antiguo del XVI y XVII que comenzó bien antes de la del XIX de Francia e Inglaterra y que tenía una dimensión de convivencialidad que facilitó el mestizaje porque la distancia entre el colonizador portugués y el colonizado era reducida. Mozambique está lleno de regresados; hay 4000 en Maputo y en los últimos años, al calor de las dificultades económicas en Europa a Angola han llegado 18.000 portugueses… Hay una relación más convivencial que no puede menospreciarse y que produce efectos diferentes. En el comienzo del racismo, a finales del XVII y principios del XVIII, en Estados Unidos no había distancia entre los negros y los blancos pobres, los “pequeños blancos”. Vivían juntos, se casaban… Hubo que producir esa distancia y la manera fue hacer comprender al “pequeño blanco” que era peligroso mezclarse con las otras clases subalternas. El gran miedo de los hacendados era que los pequeños blancos y los negros se unieran en una revuelta de pobres. Así que la legislación, el sistema de castigos y privilegios, se comenzó a aplicar con criterios raciales.

“LA DESTRUCCIÓN DE LIBIA HA POTENCIADO A BOKO HARAM”

P- ¿Hay algo alternativo y beneficioso para África en la llegada de nuevos actores inversores, chinos, indios, que en su historia conocieron el colonialismo de forma muy cruda?
R- Es asunto de África el crear las condiciones para que esa llegada no sea simplemente la repetición de lo que conoció con Europa. Podría ser beneficioso si a nivel continental África se dotara de los medios para que así lo fuera. Que no aproveche como una nueva fuente de rentas y depredación a esas elites de las que hemos hablado. Para ello el objetivo debería ser que África se transformara en un amplio espacio de circulación sin fronteras internas. Mientras Europa levanta muros, nosotros deberíamos abrirnos, incluso a la implantación de poblaciones foráneas.

P- En ese contexto, cómo valora la eliminación de Gadafi, con sus ideas panafricanistas?
R- Ha creado un desorden terrible en África. La estabilidad del Estado libio ha saltado por los aires. Hoy es un país de milicias que propicia la propagación de todo tipo de violencias incontroladas. Desde el punto de vista de los intereses occidentales no ha sido positivo. El segundo aspecto es que con la eliminación de Gadafi comenzaron los pogroms de negros en Libia, algo de lo que nadie habla: ha habido masacres de negros, incluidos negros libios. Tercer aspecto: la destrucción de Libia ha potenciado la circulación de arma libias en beneficio del terrorismo en toda la región, Mali, saheliano y especialmente en Nigeria. En los últimos años, Boko Haram ha matado a decenas de miles de personas. No decenas, sino decenas de miles. Boko Haram ya existía antes pero la destrucción de Libia ha contribuido a intensificar ese y otros terrorismos. Así que desde todos los puntos de vista no veo en qué esa intervención exterior pudiera ser estabilizadora. Al lado de eso hay la siguiente cuestión: la Unión Europea, preocupada por los éxodos migratorios, subvenciona a los estados magrebíes con millones de euros para que hagan de guardafronteras e impidan la circulación, mediante detenciones, torturas y encarcelaciones… toda una serie de cosas horribles que generalizan la violencia y que son pagadas por Europa. Ese dinero dedicado a subvencionar el trabajo sucio podría ser empleado en otras cosas mucho más positivas, por ejemplo en los lugares de origen de ese éxodo, en inversiones agrícolas en el valle del Senegal.

“EN LA JUVENTUD AFRICANA HAY UNA DEMANDA DE RADICALISMO”

P- ¿Cómo valora la figura de Thomas Sankara?
R- En la línea de Lumumba, Mandela y tantos otros. En la juventud africana hay una demanda de radicalismo que forma parte del fenómeno que vemos un poco en todas partes, no solo en África y América Latina, sino también en Europa con Podemos y aquí con la Nuit Debout. La reivindicación de Sankara forma parte de ese fenómeno: la búsqueda de figuras que en el pasado encarnaron el sueño de un cambio radical.

P-Hace quince años que vive usted en África del Sur ¿Por qué decidió instalarse allí?
R- Quería tener una perspectiva africana y a la vez abierta al mundo y Sudáfrica es el país más propicio para esa triangulación, África del Sur, Estados Unidos, Europa, que huya del pensamiento provinciano.

P- ¿Qué autores le han inspirado intelectualmente, aparte de Fanon?
R- Hay muchos pero mi inspiración básica fueron dos cosas; las historias ancestrales de cuentos africanos que escuchaba de niño alrededor del fuego del hogar, todo ese mundo misterioso de la noche africana, porque en la época en la que yo crecía aún teníamos eso: la gente se reunía después de cenar para hablar y escuchar a los mayores explicar la mitología antigua… y también las interpretaciones que mi abuela hacia del Nuevo Testamento. Era cristiana, no sabía leer y me hacía sentar para que le leyera la Biblia en su lengua. Con nueve o diez años descubrías todo un imaginario. Esas son las influencias “fundacionales”, podríamos decir. Luego en la escuela leía mucho sobre la Grecia clásica. Esos son los tres pilares fundamentales y mitológicos que son como mi subsuelo. Más tarde me introduje en la literatura africana, con gente como Senghor, Aimé Césaire, Edouard Glissant… pero entre los teóricos mi influencia es bastante ecléctica; Foucault, particularmente, cuyo último curso en el College de France seguí, Castoriadis… Y conocía a Michel Certau y Paul Ricoeur. Ese sería mi paisaje.

Fuente: 

_- La física cuántica explicada con gatos. Un juego para móvil, inspirado en Angry Birds, acerca la ciencia abstracta a los usuarios.

_- Los conceptos de la física cuántica son confusos y poco intuitivos para la gran mayoría de las personas que no se han dedicado a estudiarla. Para ayudar a la gente a entender mejor algunas de las nociones básicas de esta ciencia, el Instituto de Computación Cuántica (ICC) y el Instituto de Juegos de la Universidad de Waterloo (Ontario, Canadá) han creado un juego para móvil inspirado en Angry Birds: Los gatos cuánticos.

El juego utiliza cuatro gatos diferentes para ejemplificar cada uno de los conceptos clave de la mecánica cuántica: los principios de superposición y de incertidumbre, el efecto túnel y el movimiento clásico. La dinámica es fácil: consiste en lanzar a los diferentes gatos desde una plataforma contra una estructura de cajas para liberar a otros gatitos que hay encerrados en ellas. La clave está en utilizar estratégicamente las características cuánticas de cada gato para conseguir la puntuación máxima.

El gato común, que representa el movimiento clásico, es predecible: sabes a qué dirección se dirige y de dónde ha salido. Schrö (en alusión al famoso gato de Shrödinger) tiene la capacidad de estar en varios sitios al mismo tiempo, pero solo uno de ellos derriba las cajas. Representa el principio de superposición.

El gato Digger, que ejemplifica el efecto túnel, puede aparecer de pronto al otro lado de una barrera, incluso cuando se supone que no tiene energía suficiente para atravesarla o romperla. Y por último está Fuzzy, representando el principio de incertidumbre. Es imposible acertar dónde está y adónde llegará: solo puedes lanzarlo y esperar. La información que se puede saber sobre él es muy limitada.

"Hemos encontrado una forma de que la gente se familiarice con los conceptos abstractos de la física cuántica", dijo Tobi Day-Hamilton, director asociado del ICC. Y añade: "Queríamos convertir en algo divertido la ciencia que la gente piensa que es difícil”. Se unieron al instituto de juegos y crearon un equipo multidisciplinario que ha diseñado una aplicación que explica algunas ideas complejas al mundo.

En el diseño, la idea y el desarrollo del juego colaboraron tanto los miembros de los institutos como los profesores y alumnos de la universidad. "El resultado demuestra la eficacia de los juegos divertidos como herramienta de enseñanza", asegura Neil Randall, director del Instituto de Juegos de Waterloo.

Los Gatos Cuánticos (Quantum Cats) se puede descargar desde la tienda Google Play para Android. También estará disponible próximamente en iTunes y BlackBerry World.

http://elpais.com/elpais/2015/10/06/ciencia/1444155452_439027.html?rel=lom

martes, 17 de mayo de 2016

Mapa de España y radiactividad

Entre 1945, cuando EEUU detonó la primera bomba atómica en Alamogordo, y 1996, cuando China llevó a cabo su último ensayo, el ser humano ha explosionado unas 2.000 bombas nucleares, casi de cualquier manera imaginable: colgando de globos aerostáticos, flotando sobre barcos, en el último piso de una torre, a 600 metros bajo el agua, en túneles, en agujeros a 2.400 metros bajo tierra, desde aviones, en la estratosfera. Y esta obscena traca atómica ha dejado su rastro radiactivo por todo el planeta, incluida España.

Un grupo de científicos ha elaborado ahora el primer mapa que muestra dónde está depositado el cesio-137 resultante de las explosiones. Las zonas más bañadas por este elemento radiactivo fueron regiones de Pontevedra, Ourense, Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa, pero no hay ningún riesgo. Los autores del mapa describen concentraciones de entre 251 y 6.073 becquerelios por metro cuadrado en España. Según los criterios del Comité Científico de Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Atómica, una región se considera contaminada cuando presenta niveles de cesio-137 por encima de 37.000 becquerelios por metro cuadrado.

“En España hay cantidades bajísimas”, subraya Ángela Caro, del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y principal autora del mapa. Su equipo ha medido la actividad del cesio-137 directamente en 34 puntos del suelo del país y ha revisado mediciones parciales anteriores. Además, los científicos han consultado las bases de datos de precipitaciones de 778 estaciones meteorológicas en las décadas de 1950, 1960 y 1970, ya que la lluvia desempeña un papel fundamental en la deposición del cesio-137 y otros elementos radiactivos. Este cóctel de datos se metió en dos programas informáticos diferentes para corroborar los resultados.

Freno en los Pirineos
“El conocimiento detallado de la cantidad de cesio-137 que hay depositado en el suelo nos permitiría, en caso de un accidente con fuga radiactiva, calcular mejor sus dimensiones y establecer medidas para remediar los efectos”, explica Caro. El Consejo de Seguridad Nuclear, guardián del sector atómico en España, ha financiado el mapa.

“Por otro lado, estos datos sirven para hacer estudios de la erosión del suelo, observando la evolución de la cantidad de cesio-137 a lo largo de los años”, detalla. Caro ya publicó en 2011 un avance de este mapa, mucho más básico.

El cesio-137 depositado en España procede fundamentalmente de las 500 bombas nucleares estalladas en la atmósfera por EEUU (200), la Unión Soviética (200), Francia (50), Gran Bretaña (20) y China (20). Muy poca cantidad es atribuible a la nube radiactiva formada en 1986 tras el desastre en la central nuclear de Chernóbil, que prácticamente se frenó en los Pirineos. Otros países tuvieron menos suerte con el régimen de viento y lluvias. En Noruega, 25 años después del accidente atómico de la URSS, las autoridades siguen descartando en los mataderos ovejas y renos demasiado radiactivos, al alimentarse de setas y líquenes contaminados por cesio-137. ¿De dónde procede la radiación que recibimos?

El 80% de la radiación que recibe una persona proviene de fuentes naturales, como los rayos cósmicos y el gas radón del subsuelo, segunda causa de cáncer de pulmón en muchos países. Casi el 20% restante procede de pruebas médicas, como radiografías, escáneres y exploraciones de medicina nuclear. Solamente un 0,2% estaría vinculado a las partículas radiactivas, como el cesio-137, liberadas por la explosión de bombas atómicas. Y un 0,1% se puede atribuir al accidente de Chernóbil. Finalmente, un 0,01% es achacable a la actividad de las centrales nucleares, siempre según las cifras del Comité Científico de Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Atómica.

En su estudio, publicado en Journal of Environmental Radioactivity, los autores del mapa del cesio-137 en España sostienen que es “interesante” medir la cantidad de este elemento en el suelo porque “ha sido ampliamente distribuido debido a la lluvia radiactiva y no debe ignorarse su contribución a la dosis de radiación que reciben las personas”.

http://esmateria.com/2012/08/13/un-mapa-muestra-la-huella-de-las-bombas-atomicas-en-espana/?rel=mas#prettyPhoto

lunes, 16 de mayo de 2016

Neoliberalismo: la raíz ideológica de todos nuestros problemas. Desde el colapso económico hasta el desastre ambiental, pasando por el ascenso de Donald Trump: el neoliberalismo ha desempeñado un papel en todos ellos. ¿Cómo es posible que la izquierda no haya planteado una alternativa?

The Guardian,
George Monbiot

Imaginen que los ciudadanos de la Unión Soviética no hubieran oído hablar del comunismo. Pues bien, la mayoría de la población desconoce el nombre de la ideología que domina nuestras vidas. Si la mencionan en una conversación, se ganarán un encogimiento de hombros; y, aunque su interlocutor haya oído el término con anterioridad, tendrá problemas para definirlo. ¿Saben qué es el neoliberalismo?

Su anonimato es causa y efecto de su poder. Ha sido protagonista en crisis de lo más variadas: el colapso financiero de los años 2007 y 2008, la externalización de dinero y poder a los paraísos fiscales (los "papeles de Panamá" son solo la punta del iceberg), la lenta destrucción de la educación y la sanidad públicas, el resurgimiento de la pobreza infantil, la epidemia de soledad, el colapso de los ecosistemas y hasta el ascenso de Donald Trump. Sin embargo, esas crisis nos parecen elementos aislados, que no guardan relación. No somos conscientes de que todas ellas son producto directo o indirecto del mismo factor: una filosofía que tiene un nombre; o, más bien, que lo tenía. ¿Y qué da más poder que actuar de incógnito?

El neoliberalismo es tan ubicuo que ni siquiera lo reconocemos como ideología. Aparentemente, hemos asumido el ideal de su fe milenaria como si fuera una fuerza natural; una especie de ley biológica, como la teoría de la evolución de Darwin. Pero nació con la intención deliberada de remodelar la vida humana y cambiar el centro del poder.

Para el neoliberalismo, la competencia es la característica fundamental de las relaciones sociales. Afirma que "el mercado" produce beneficios que no se podrían conseguir mediante la planificación, y convierte a los ciudadanos en consumidores cuyas opciones democráticas se reducen como mucho a comprar y vender, proceso que supuestamente premia el mérito y castiga la ineficacia. Todo lo que limite la competencia es, desde su punto de vista, contrario a la libertad. Hay que bajar los impuestos, reducir los controles y privatizar los servicios públicos. Las organizaciones obreras y la negociación colectiva no son más que distorsiones del mercado que dificultan la creación de una jerarquía natural de triunfadores y perdedores. La desigualdad es una virtud: una recompensa al esfuerzo y un generador de riqueza que beneficia a todos. La pretensión de crear una sociedad más equitativa es contraproducente y moralmente corrosiva. El mercado se asegura de que todos reciban lo que merecen.

Asumimos y reproducimos su credo. Los ricos se convencen de que son ricos por méritos propios, sin que sus privilegios (educativos, patrimoniales, de clase) hayan tenido nada que ver. Los pobres se culpan de su fracaso, aunque no puedan hacer gran cosa por cambiar las circunstancias que determinan su existencia. ¿Desempleo estructural? Si usted no tiene empleo, es porque carece de iniciativa. ¿Viviendas de precios desorbitados? Si su cuenta está en números rojos, es por su incompetencia y falta de previsión. ¿Qué es eso de que el colegio de sus hijos ya no tiene instalaciones de educación física? Si engordan, es culpa suya. En un mundo gobernado por la competencia, los que caen pasan a ser perdedores ante la sociedad y ante sí mismos.

La epidemia de autolesiones, desórdenes alimentarios, depresión, incomunicación, ansiedad y fobia social es una de las consecuencias de ese proceso, que Paul Verhaeghe documenta en su libro What About Me?. No es sorprendente que Gran Bretaña, el país donde la ideología neoliberal se ha aplicado con más rigor, sea la capital europea de la soledad. Ahora, todos somos neoliberales.

No es sorprendente que Gran Bretaña, el país donde la ideología neoliberal se ha aplicado con más rigor, sea la capital europea de la soledad.

El término neoliberalismo se acuñó en París, en una reunión celebrada en 1938. Su definición ideológica es hija de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, dos exiliados austríacos que rechazaban la democracia social (representada por el New Deal de Franklin Roosevelt y el desarrollo gradual del Estado del bienestar británico) porque la consideraban una expresión colectivista a la altura del comunismo y del movimiento nazi.

En Camino de servidumbre (1944), Hayek afirma que la planificación estatal aplasta el individualismo y conduce inevitablemente al totalitarismo. Su libro, que tuvo tanto éxito como La burocracia de Mises, llegó a ojos de determinados ricos que vieron en su ideología una oportunidad de librarse de los impuestos y las regulaciones. En 1947, cuando Hayek fundó la primera organización encargada de extender su doctrina (la Mont Perelin Society), obtuvo apoyo económico de muchos millonarios y de sus fundaciones.

Gracias a ellos, Hayek empezó a crear lo que Daniel Stedman Jones describe en Amos del universo como "una especie de Internacional Neoliberal", una red interatlántica de académicos, empresarios, periodistas y activistas. Además, sus ricos promotores financiaron una serie de comités de expertos cuya labor consistía en perfeccionar y promover el credo; entre ellas, el American Enterprise Institute, la Heritage Foundation, el Cato Institute, el Institute of Economic Affairs, el Centre for Policy Studies y el Adam Smith Institute. También financiaron departamentos y puestos académicos en muchas universidades, sobre todo de Chicago y Virginia.

Cuanto más crecía el neoliberalismo, más estridente era. La idea de Hayek de que los Gobiernos debían regular la competencia para impedir monopolios dio paso entre sus apóstoles estadounidenses −como Milton Friedman− a la idea de que los monopolios venían a ser un premio a la eficacia. Pero aquella evolución tuvo otra consecuencia: que el movimiento perdió el nombre. En 1951, Friedman se definía neoliberal sin tapujo alguno. Poco después, el término empezó a desaparecer. Y por si eso no fuera suficientemente extraño en una ideología cada vez más tajante y en un movimiento cada vez más coherente, no buscaron sustituto para el nombre perdido.

Ideología en la sombra
A pesar de su dadivosa financiación, el neoliberalismo permaneció al principio en la sombra. El consenso de posguerra era prácticamente universal: las recetas económicas de John Maynard Keynes se aplicaban en muchos lugares del planeta; el pleno empleo y la reducción de la pobreza eran objetivos comunes de los Estados Unidos y de casi toda Europa occidental; los impuestos al capital eran altos y los Gobiernos no se avergonzaban de buscar objetivos sociales mediante servicios públicos nuevos y nuevas redes de apoyo.

Pero, en la década de 1970, cuando la crisis económica sacudió las dos orillas del Atlántico y el keynesianismo se empezó a derrumbar, los principios neoliberales se empezaron a abrir paso en la cultura dominante. En palabras de Friedman, "se necesitaba un cambio (...) y ya había una alternativa preparada". Con ayuda de periodistas y consejeros políticos adeptos a la causa, consiguieron que los Gobiernos de Jimmy Carter y Jim Callaghan aplicaran elementos del neoliberalismo (sobre todo en materia de política monetaria) en los Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente.

El resto del paquete llegó enseguida, tras los triunfos electorales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan: reducciones masivas de los impuestos de los ricos, destrucción del sindicalismo, desregulación, privatización y tercerización y subcontratación de los servicios públicos. La doctrina neoliberal se impuso en casi todo el mundo −y, frecuentemente, sin consenso democrático de ninguna clase− a través del FMI, el Banco Mundial, el Tratado de Maastricht y la Organización Mundial del Comercio. Hasta partidos que habían pertenecido a la izquierda adoptaron sus principios; por ejemplo, el Laborista y el Demócrata. Como afirma Stedman Jones, "cuesta encontrar otra utopía que se haya hecho realidad de un modo tan absoluto".

"Me siento más cerca de una dictadura neoliberal que de un gobierno democrático sin liberalismo", dijo Hayek en una visita al Chile de Pinochet

Puede parecer extraño que un credo que prometía libertad y capacidad de decisión se promoviera con este lema: "No hay alternativa". Pero, como dijo Hayek durante una visita al Chile de Pinochet (uno de los primeros países que aplicaron el programa de forma exhaustiva), "me siento más cerca de una dictadura neoliberal que de un gobierno democrático sin liberalismo".

La libertad de los neoliberales, que suena tan bien cuando se expresa en términos generales, es libertad para el pez grande, no para el pequeño. Liberarse de los sindicatos y la negociación colectiva significa libertad para reducir los salarios. Liberarse de las regulaciones estatales significa libertad para contaminar los ríos, poner en peligro a los trabajadores, imponer tipos de interés inicuos y diseñar exóticos instrumentos financieros. Liberarse de los impuestos significa liberarse de las políticas redistributivas que sacan a la gente de la pobreza.

En La doctrina del shock, Naomi Klein demuestra que los teóricos neoliberales propugnan el uso de las crisis para imponer políticas impopulares, aprovechando el desconcierto de la gente; por ejemplo, tras el golpe de Pinochet, la guerra de Irak y el huracán Katrina, que Friedman describió como "una oportunidad para reformar radicalmente el sistema educativo" de Nueva Orleans. Cuando no pueden imponer sus principios en un país, los imponen a través de tratados de carácter internacional que incluyen "instrumentos de arbitraje entre inversores y Estados", es decir, tribunales externos donde las corporaciones pueden presionar para que se eliminen las protecciones sociales y medioambientales. Cada vez que un Parlamento vota a favor de congelar el precio de la luz, de impedir que las farmacéuticas estafen al Estado, de proteger acuíferos en peligro por culpa de explotaciones mineras o de restringir la venta de tabaco, las corporaciones lo denuncian y, con frecuencia, ganan. Así, la democracia queda reducida a teatro.

La afirmación de que la competencia universal depende de un proceso de cuantificación y comparación universales es otra de las paradojas del neoliberalismo. Provoca que los trabajadores, las personas que buscan empleo y los propios servicios públicos se vean sometidos a un régimen opresivo de evaluación y seguimiento, pensado para identificar a los triunfadores y castigar a los perdedores. Según Von Mises, su doctrina nos iba a liberar de la pesadilla burocrática de la planificación central; y, en lugar de liberarnos de una pesadilla, creó otra.

Menos sindicalismo y más privatizaciones
Los padres del neoliberalismo no lo concibieron como chanchullo de unos pocos, pero se convirtió rápidamente en eso. El crecimiento económico de la era neoliberal (desde 1980 en GB y EEUU) es notablemente más bajo que el de las décadas anteriores; salvo en lo tocante a los más ricos. Las desigualdades de riqueza e ingresos, que se habían reducido a lo largo de 60 años, se dispararon gracias a la demolición del sindicalismo, las reducciones de impuestos, el aumento de los precios de vivienda y alquiler, las privatizaciones y las desregularizaciones.

La privatización total o parcial de los servicios públicos de energía, agua, trenes, salud, educación, carreteras y prisiones permitió que las grandes empresas establecieran peajes en recursos básicos y cobraran rentas por su uso a los ciudadanos o a los Gobiernos. El término renta también se refiere a los ingresos que no son fruto del trabajo. Cuando alguien paga un precio exagerado por un billete de tren, sólo una parte de dicho precio se destina a compensar a los operadores por el dinero gastado en combustible, salarios y materiales, entre otras partidas; el resto es la constatación de que las corporaciones tienen a los ciudadanos contra la pared.

Los dueños y directivos de los servicios públicos privatizados o semiprivatizados de Gran Bretaña ganan fortunas gigantescas mediante el procedimiento de invertir poco y cobrar mucho. En Rusia y la India, los oligarcas adquieren bienes estatales en liquidaciones por incendios. En México, Carlos Slim obtuvo el control de casi toda la red de telefonía fija y móvil y se convirtió en el hombre más rico del mundo.

Andrew Sayer afirma en Why We Can't Afford the Rich que la financiarización ha tenido consecuencias parecidas: "Como sucede con la renta, los intereses son (...) un ingreso acumulativo que no exige de esfuerzo alguno". Cuanto más se empobrecen los pobres y más se enriquecen los ricos, más control tienen los segundos sobre otro bien crucial: el dinero. Los intereses son, sobre todo, una transferencia de dinero de los pobres a los ricos. Los precios de las propiedades y la negativa de los Estados a ofrecer financiación condenan a la gente a cargarse de deudas (piensen en lo que pasó en Gran Bretaña cuando se cambiaron las becas escolares por créditos escolares), y los bancos y sus ejecutivos hacen el agosto.

Sayer sostiene que las cuatro últimas décadas se han caracterizado por una transferencia de riqueza que no es sólo de pobres a ricos, sino también de unos ricos a otros: de los que ganan dinero produciendo bienes o servicios a los que ganan dinero controlando los activos existentes y recogiendo beneficios de renta, intereses o capital. Los ingresos fruto del trabajo se han visto sustituidos por ingresos que no dependen de este.

El hundimiento de los mercados ha puesto al neoliberalismo en una situación difícil. Por si no fuera suficiente con los bancos demasiado grandes para dejarlos caer, las corporaciones se ven ahora en la tesitura de ofrecer servicios públicos. Como observó Tony Judt en Ill Fares the Land, Hayek olvidó que no se puede permitir que los servicios nacionales de carácter esencial se hundan, lo cual implica que la competencia queda anulada. Las empresas se llevan los beneficios y el Estado corre con los gastos.

A mayor fracaso de una ideología, mayor extremismo en su aplicación. Los Gobiernos utilizan las crisis neoliberales como excusa y oportunidad para reducir impuestos, privatizar los servicios públicos que aún no se habían privatizado, abrir agujeros en la red de protección social, desregularizar a las corporaciones y volver a regular a los ciudadanos. El Estado que se odia a sí mismo se dedica a hundir sus dientes en todos los órganos del sector público.

De la crisis económica a la crisis política
Es posible que la consecuencia más peligrosa del neoliberalismo no sea la crisis económica que ha causado, sino la crisis política. A medida que se reduce el poder del Estado, también se reduce nuestra capacidad para cambiar las cosas mediante el voto. Según la teoría neoliberal, la gente ejerce su libertad a través del gasto; pero algunos pueden gastar más que otros y, en la gran democracia de consumidores o accionistas, los votos no se distribuyen de forma equitativa. El resultado es una pérdida de poder de las clases baja y media. Y, como los partidos de la derecha y de la antigua izquierda adoptan políticas neoliberales parecidas, la pérdida de poder se transforma en pérdida de derechos. Cada vez hay más gente que se ve expulsada de la política.

Chris Hedges puntualiza que "los movimientos fascistas no encontraron su base en las personas políticamente activas, sino en las inactivas; en los 'perdedores' que tenían la sensación, frecuentemente correcta, de que carecían de voz y espacio en el sistema político". Cuando la política deja de dirigirse a los ciudadanos, hay gente que la cambia por consignas, símbolos y sentimientos. Por poner un ejemplo, los admiradores de Trump parecen creer que los hechos y los argumentos son irrelevantes.

Judt explicó que, si la tupida malla de interacciones entre el Estado y los ciudadanos queda reducida a poco más que autoridad y obediencia, sólo quedará una fuerza que nos una: el poder del propio Estado. Normalmente, el totalitarismo que temía Hayek surge cuando los gobiernos pierden la autoridad ética derivada de la prestación de servicios públicos y se limitan a "engatusar, amenazar y, finalmente, a coaccionar a la gente para que obedezca".

El neoliberalismo es un dios que fracasó, como el socialismo real; pero, a diferencia de este, su doctrina se ha convertido en un zombie que sigue adelante, tambaleándose. Y uno de los motivos es su anonimato. O, más exactamente, un racimo de anonimatos.

La doctrina invisible de la mano invisible tiene promotores invisibles. Poco a poco, lentamente, hemos empezado a descubrir los nombres de algunos. Supimos que el Institute of Economic Affairs, que se manifestó rotundamente en los medios contra el aumento de las regulaciones de la industria del tabaco, recibía fondos de British American Tobacco desde 1963. Supimos que Charles y David Koch, dos de los hombres más ricos del mundo, fundaron el instituto del que surgió el Tea Party. Supimos lo que dijo Charles Kock al crear uno de sus laboratorios de ideas: "para evitar críticas indeseables, debemos abstenernos de hacer demasiada publicidad del funcionamiento y sistema directivo de nuestra organización".

Las palabras que usa el neoliberalismo tienden más a ocultar que a esclarecer. "El mercado" suena a sistema natural que se nos impone de forma igualitaria, como la gravedad o la presión atmosférica, pero está cargado de relaciones de poder. "Lo que el mercado quiere" suele ser lo que las corporaciones y sus dueños quieren. La palabra inversión significa dos cosas muy diferentes, como observa Sayer: una es la financiación de actividades productivas y socialmente útiles; otra, la compra de servicios existentes para exprimirlos y obtener rentas, intereses, dividendos y plusvalías. Usar la misma palabra para dos actividades tan distintas sirve para "camuflar las fuentes de riqueza" y empujarnos a confundir su extracción con su creación.

Franquicias, paraísos fiscales y desgravaciones
Hace un siglo, los ricos que habían heredado sus fortunas despreciaban a los nouveau riche; hasta el punto de que los empresarios buscaban aceptación social mediante el procedimiento de hacerse pasar por rentistas. En la actualidad, la relación se ha invertido: los rentistas y herederos se hacen pasar por emprendedores y afirman que sus riquezas son fruto del trabajo.

El anonimato y las confusiones del neoliberalismo se mezclan con la ausencia de nombre y la deslocalización del capitalismo moderno: Modelos de franquicias que aseguran que los trabajadores no sepan para quién trabajan; empresas registradas en redes de paraísos fiscales tan complejas y secretas que ni la policía puede encontrar a sus propietarios; sistemas de desgravación fiscal que confunden a los propios Gobiernos y productos financieros que no entiende nadie.

El neoliberalismo guarda celosamente su anonimato. Los seguidores de Hayek, Mises y Friedman tienden a rechazar el término con el argumento, no exento de razón, de que en la actualidad sólo se usa de forma peyorativa. Algunos se describen como liberales clásicos o incluso libertarios, pero son descripciones tan engañosas como curiosamente modestas, porque implican que no hay nada innovador en Camino de servidumbre, La burocracia o Capitalismo y libertad, el clásico de Friedman.

Cuando las políticas económicas de laissez-faire llevaron a la catástrofe de 1929, Keynes desarrolló una teoría económica completa para sustituirlas. En el año 2008, cuando el neoliberalismo fracasó, no había nada.

A pesar de todo, el proyecto neoliberal tuvo algo admirable; al menos, en su primera época: fue un conjunto de ideas novedosas promovido por una red coherente de pensadores y activistas con una estrategia clara. Fue paciente y persistente. El Camino de servidumbre se convirtió en camino al poder.

El triunfo del neoliberalismo también es un reflejo del fracaso de la izquierda. Cuando las políticas económicas de laissez-faire llevaron a la catástrofe de 1929, Keynes desarrolló una teoría económica completa para sustituirlas. Cuando el keynesianismo encalló en la década de 1970, ya había una alternativa preparada. Pero, en el año 2008, cuando el neoliberalismo fracasó, no había nada. Ese es el motivo de que el zombie siga adelante. La izquierda no ha producido ningún marco económico nuevo de carácter general desde hace ochenta años.

Toda apelación a lord Keynes es un reconocimiento implícito de fracaso. Proponer soluciones keynesianas para crisis del siglo XXI es hacer caso omiso de tres problemas obvios: que movilizar a la gente con ideas viejas es muy difícil; que los defectos que salieron a la luz en la década de 1970 no han desaparecido y, sobre todo, que no tienen nada que decir sobre el peor de nuestros aprietos, la crisis ecológica. El keynesianismo funciona estimulando el consumo y promoviendo el crecimiento económico, pero el consumo y el crecimiento económico son los motores de la destrucción ambiental.

La historia del keynesianismo y el neoliberalismo demuestra que no basta con oponerse a un sistema roto. Hay que proponer una alternativa congruente. Los laboristas, los demócratas y el conjunto de la izquierda se deberían concentrar en el desarrollo de un programa económico Apollo; un intento consciente de diseñar un sistema nuevo, a medida de las exigencias del siglo XXI.

Traducción de Jesús Gómez