viernes, 1 de noviembre de 2024

Otro No-Premio Nobel de Economía que patina

Un año más, los medios de comunicación anuncian que la Academia Sueca ha concedido el Premio Nobel de Economía, en esta ocasión a Daron Acemoglu, Simon Johnson, ambos profesores del Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Estados Unidos, y a James A. Robinson, de la Universidad de Chicago.

Los tres son extraordinarios académicos, de gran prestigio, y autores de obras de gran influencia, pero eso no quita que ese premio sea un fraude y que el modo en que se concede confunda a la gente, dando a entender que sus autores defienden tesis que deben considerarse científicas y fuera de duda.

Es un fraude porque no puede hacerse mención a Alfred Nobel. Como expliqué en mi libro Econofakes. Las 10 grandes mentiras económicas de nuestro tiempo y cómo condicionan nuestra vida, Nobel conocía perfectamente el desarrollo de la economía de su tiempo y no quiso que esa disciplina fuera honrada con el premio que instituyó. Con toda seguridad, porque era consciente de que se trataba de una rama del saber incapaz de proporcionar verdades científicas como las otras a las que quiso premiar legando para ello su gran fortuna.

El premio lo instauró el Banco de Suecia en 1968, precisamente cuando enfrentaba sus tesis neoliberales a las socialdemócratas del gobierno sueco, tal y como comenzaba a suceder en todos los demás países. Haciendo creer que se trataba de un Premio Nobel, lo que se buscaba era que la gente creyera que las tesis económicas en ascenso que se irían premiando eran verdades científicas que había que acatar como tales, y frente a las cuales, por tanto, no había alternativa.

Es cierto, no podía ser de otro modo si se quería tener algo de credibilidad, que también se ha concedido en varias ocasiones a economistas enfrentados con más o menos matices al paradigma neoliberal. Pero la inmensa mayoría de los premiados son economistas (muy en masculino, por cierto) que defienden las teorías y políticas que han beneficiado a las grandes corporaciones y a las finanzas, produciendo la mayor concentración de riqueza y poder en pocas manos de la historia humana.

El premio de este año se ha concedido a los tres economistas mencionados, según el Banco de Suecia, por sus estudios sobre cómo se forman las instituciones, por haber demostrado su importancia para la prosperidad de los países, y cómo «las sociedades con un Estado de derecho deficiente e instituciones que explotan a la población no generan crecimiento ni cambios para mejor».

En sus diversas obras, estos tres economistas sostienen la idea de que hay instituciones buenas que son las que motivan a las personas a volverse productivas: la protección de sus derechos de propiedad privada, la aplicación predecible de sus contratos, las oportunidades de invertir y mantener el control de su dinero, el control de la inflación y el intercambio abierto de divisas. Aunque, sin embargo, afirman que no son esas instituciones económicas las fundamentales para determinar si un país es pobre o próspero, puesto que su existencia depende y viene determinada por la política y las instituciones políticas.

La tesis es, sin duda, fundamental, aunque no muy novedosa en realidad, puesto que ya fue intuida o incluso desarrollada por los grandes economistas clásicos, incluso del siglo XVIII, como Adam Smith. Y, desde luego, muy importante a la hora de formular políticas económicas.

¿Por qué dije al principio, entonces, que se trata de un premio que nuevamente vuelve a confundir a la gente, haciéndole creer que la Economía es una ciencia y que los economistas premiados defienden verdades indiscutibles?

Sencillamente, porque las principales tesis que han sostenido Acemoglu, Johnson y Robinson, así como sus resultados y conclusiones de política económica han sido ampliamente criticadas y puestas en duda por otros muchos economistas. Y galardonar a una sola de las interpretaciones da a entender que esa es la versión científica y, por tanto, la que se debería poner en práctica.

Cualquier persona que tenga interés en conocer esas críticas puede encontrarlas fácilmente en internet y yo no puedo dedicar este comentario, necesariamente breve y de actualidad, a desarrollarlas con detenimiento.

Me limitaré, pues, a señalar de la forma más sencilla posible las más importantes que se le han hecho, para que cualquier persona entienda que, efectivamente, las tesis de estos tres economistas no son, ni mucho menos, verdades absolutas.

Ha sido criticado que sus estudios se han centrado en las instituciones formales, dejando a un lado expresamente a las informales que tienen que ver con la cultura. De hecho, fue precisamente otro premiado por el Banco de Suecia, Douglas North, quien subrayó que estas últimas (“encarnadas en costumbres, tradiciones y códigos de conducta”) tienen un papel tanto o más importante que las formales para generar desarrollo económico.

Se critica también que estos tres autores establecen una relación de causa-efecto (buenas instituciones producen crecimiento y desarrollo económico) que no demuestran que se dé siempre en el mismo sentido. Se les critica que no presentan ningún argumento concluyente que permita sostener que los resultados finales se lograron porque los Estados establecieron primero derechos de propiedad estables y buena gobernanza, de los que luego brotó el desarrollo. Se les argumenta que las mismas evidencias que aportan podrían usarse para sostener que primero se dispuso de recursos y de ahí pudieron nacer las instituciones. Se ha dicho, por eso que Acemoglu, Johnson y Robinson elaboran su teoría como si las instituciones aparecieran al azar o de la nada.

Por el contrario, muchos economistas han mostrado que es más realista sostener que la relación entre las instituciones políticas y económicas es, en realidad, bidireccional.

También se pone en cuestión su tesis según la cual las instituciones son el resultado de la elección colectiva. Algún economista ha señalado que es difícil aceptar la suposición de que el orden institucional en los regímenes autoritarios, y especialmente en los totalitarios, lo sea.

Se critica también que los economistas premiados este año se hayan centrado casi exclusivamente en subrayar el fuerte impacto beneficioso de las instituciones del capitalismo, soslayando el papel de los fallos del mercado o el papel del sector público para resolverlos y promover el desarrollo, tergiversando en algún caso la historia de algunas economías. Se les ha criticado que sistemáticamente minimizan el papel de la política industrial y de un Estado activo como factor de despegue y progreso económico.

Las derivaciones de política económica de las tesis de estos recién galardonados también han sido cuestionadas. Y, sobre todo, no tener en cuenta que la trasposición de instituciones capitalistas a muchas economías atrasadas (como suelen recomendar el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial) no ha generado precisamente progreso, sino atraso, sufrimiento y miles de muertes innecesarias.

Para no extenderme en este aspecto, me referiré tan solo a la crítica del economista colombiano Guillermo Maya a las propuestas que el recién premiado James Robinson hizo para su país: mantener la propiedad latifundista de la tierra, renunciar a su reparto entre el campesinado para generar producción agraria y, en su lugar, promover su migración a las ciudades para educarse.

La supuesta defensa de las buenas instituciones, como la educación, se traduce en realidad, dice Maya, en mantener el gran latifundio, «la peor institución excluyente en Colombia, cuyos dueños se apropian de los recursos fiscales regionales, mientras pagan ínfimos impuestos, y se apropian de la plusvalía social que generan las obras de infraestructura, al mismo tiempo que “derraman” el costo social del latifundio, en forma de violencia, exclusión social y democracia limitada, sobre la sociedad toda».

No quiero decir, en ningún caso, que el reconocimiento a los tres galardonados sea inmerecido por su trabajo y su obra. Simplemente quiero señalar que, una vez más, el Banco de Suecia se comporta como una institución parcial, ideologizada y al servicio del poder dominante que tiene al mundo en la situación de gran inestabilidad y riesgo en la que está.

jueves, 31 de octubre de 2024

James A. Robinson, ganador del Nobel de Economía: “La pobreza y la desigualdad en América Latina están profundamente arraigadas en el colonialismo y la explotación de los indígenas"

James A. Robinson

Fuente de la imagen,University of Chicago

Pie de foto,El economista y politólogo británico James A. Robinson fue uno de los tres galardonados con el premio Nobel de Economía 2024.

“Estoy un poco en shock honestamente, no lo esperaba”, dice James A. Robinson, uno de los economistas que ganó este lunes el premio Nobel de Economía, junto a Daron Acemoglu y Simon Johnson.

Robinson y sus colegas recibieron el reconocimiento este jueves por sus estudios empíricos y teóricos que exploran las diferencias en la prosperidad de las naciones y su análisis sobre la desigualdad.

Profesor de Estudios de Conflictos Globales y director del Instituto Pearson para el Estudio y la Resolución de Conflictos Globales de la Universidad de Chicago, se ha destacado por sus influyentes investigaciones sobre la relación entre el poder político, las instituciones y la prosperidad.

El economista de 64 años ha desarrollado un interés particular en el estudio de África Subsahariana y América Latina.

Eso lo llevó a impartir cursos en la Universidad de los Andes en Bogotá entre 1994 y 2022 y a realizar trabajo de campo en países como Bolivia, Colombia y Haití, entre muchos otros.

Junto a Daron Acemoglu, Robinson ha publicado aclamados libros como “Orígenes económicos de la dictadura y la democracia”, “Por qué fracasan las naciones: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”, y “El corredor angosto: Estados, sociedad y el destino de la libertad”.

Robinson conversó con BBC Mundo sobre América Latina y los desafíos que enfrenta la región.

La Fundación Nobel en Suecia le entregó el galardón a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson. Foto ceremonia.Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

La Fundación Nobel en Suecia le entregó el galardón a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson. Felicitaciones por el galardón. Usted lleva tres décadas investigando el tema de la desigualdad en la esfera económica, pero también la social y la política. ¿Cuál ha sido la principal contribución de sus investigaciones?

La mayor parte nuestro trabajo ha estado enfocado en tratar de entender la desigualdad, en intentar entender por qué el mundo está dividido entre países que son prósperos y otros que son pobres.

Nos hemos preguntado cómo surgió históricamente esta diferencia y cómo se ha mantenido pese a las enormes consecuencias en el bienestar humano.

Ese ha sido el tema principal de nuestras investigaciones durante los últimos 30 años.

Específicamente hemos tratado de entender cómo las instituciones establecen las reglas que en diferentes sociedades influyen en la prosperidad y la pobreza.

Y en las últimas décadas, ¿ha mejorado la situación de desigualdad?, ¿hemos avanzado o seguimos estancados?

Hemos visto enormes mejoras en los niveles de pobreza en algunas partes del mundo, como por ejemplo China, pero no ha sido así en otras regiones como África Subsahariana y América Latina.

Y en países como Estados Unidos, vemos amenazas a la inclusión social y la prosperidad.

Aún hay enormes desafíos para crear sociedades más inclusivas, prósperas y democráticas en el mundo.
 
James A. Robinson

Fuente de la imagen,University of Chicago

Pie de foto,Robinson ha realizado investigaciones sobre Latinoamérica, en países como Colombia, Chile y Bolivia.

Usted mencionaba Latinoamérica, ¿cuáles son los principales desafíos que actualmente enfrenta la región?

He trabajado mucho en Latinoamérica, en países como Colombia, Chile y Bolivia.

Me parece bastante apropiado que el premio se entregue en estos días en que se recuerda la llegada de Cristóbal Colón y su encuentro con los pueblos indígenas latinoamericanos.

Nuestra investigación muestra que la pobreza y la desigualdad en América Latina están profundamente arraigadas en el colonialismo, la explotación de los indígenas y la existencia de la esclavitud.

Esas desigualdades se autoreproducen de muchas maneras en la actualidad.

Latinoamérica tiene grandes problemas de inclusión, marginalización, explotación. Por eso es pobre y aún sigue tratando de encontrar una salida.

Por otro lado, gran parte de nuestro trabajo analiza cómo Estados Unidos difiere históricamente de esos patrones.

¿Ha habido algún progreso en la región en relación a los temas de inclusión social?

Ha habido progreso en países como Chile en las últimas décadas, desde el colapso de la dictadura. Podemos pensar en Costa Rica o en países como Bolivia en el sentido del ascenso de los pueblos indígenas.

Pero otras partes de Latinoamérica han ido en la dirección opuesta. Pensemos en países como Venezuela o Argentina, que siguen patrones complicados, o Nicaragua y la consolidación de una autocracia en el país.

Tapa libro “El corredor angosto: Estados, sociedad y el destino de la libertad”. 

Tpaa libro “El corredor angosto: Estados, sociedad y el destino de la libertad”.
Pie de foto,
“El corredor angosto: Estados, sociedad y el destino de la libertad”, es uno de los últimos libros de Robinson y Acemoglu. 

¿Ve usted una gran amenaza a la democracia en Latinoamérica a partir de la profunda desigualdad que existe en la región? Hay encuestas que han revelado que la gente está dispuesta a sacrificar la democracia a favor de líderes considerados populistas

La democracia es un sistema bastante nuevo en América Latina. Piense en Centroamérica que solo desde la década de los 90 se ha logrado crear sistemas más democráticos.

Uno de los problemas es que a las personas en América Latina les hicieron muchas promesas sobre la democracia, les prometieron que sus problemas se acabarían, y obviamente eso no era verdad.

La democracia ha sido decepcionante en América Latina, la gente se desespera y busca otras soluciones.

Es que toma tiempo crear instituciones democráticas que funcionen para cambiar la vida de la gente.

Mire lo que está pasando en El Salvador con el presidente Nayib Bukele. Hay una razón que explica por qué la gente vota por él. Votan por él porque hay mucha inseguridad.

Piense en el presidente Andrés Manuel López Obrador, son tiempos difíciles. Pero, por otro lado, se puede decir que hay una democracia genuina en México.

Esa ha sido la decisión popular y debemos reconocer que toma tiempo para que la democracia funcione y cambie la vida de las personas.

Colombia probablemente tuvo una de sus elecciones más democráticas cuando el presidente Gustavo Petro llegó al poder, pero no es fácil, hay muchos desafíos por delante.

James A. Robinson

James A. Robinson

Fuente de la imagen,Univeristy of Chicago

Pie de foto,
"A las personas en América Latina les hicieron muchas promesas sobre la democracia", dice Robinson. 

Usted publicó hace más de una década el aclamado libro “Por qué fracasan las naciones”. ¿Qué ha cambiado en los últimos años desde que hicieron ese análisis?

Veo el mundo de la misma manera. Sin embargo, en el prólogo del libro hablábamos de la “Primavera Árabe” y su potencial para crear más inclusión en el Medio Oriente.

Pero hemos visto que eso fracasó completamente. Ese es un ejemplo interesante de lo difícil que es cambiar el mundo hacia la creación de instituciones más inclusivas.

Como usted dice, es muy difícil construir un mundo más inclusivo y reducir la desigualdad, ¿cuál es el mejor camino para avanzar hacia ese objetivo?

Se trata de construir instituciones políticas y económicas más inclusivas. Ese es el problema en América Latina, en África Subsahariana, en Estados Unidos, y en muchos otros lugares.

Aún hay muchos elementos de lo que llamamos instituciones extractivas, en vez de instituciones inclusivas.

En Estados Unidos persisten altos niveles de pobreza, un gran aumento en la desigualdad y una disminución en la movilidad social.

Yo vivo en Chicago y eso se ve todos los días. Entonces, se trata de incluir a la gente y darle oportunidades en la esfera política y económica.

Mirando los desafíos que nos trae este siglo a nivel global, ¿qué se viene?

La desigualdad lo desafía todo, desafía el contrato fundamental de las sociedades. Es muy difícil tener una sociedad culturalmente democrática cuando existen enormes niveles de desigualdad.

miércoles, 30 de octubre de 2024

La dramática vida de los hibakusha, los sobrevivientes de las bombas atómicas que vivieron con miedo y culpa y ganaron el premio Nobel de la Paz

6 Hibakusha en fotos en blanco y negro

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,Los hibakusha son el testimonio vivo de la devastación y la tragedia que causaron las bombas atómicas


Las bombas de Hiroshima y Nagasaki terminaron con la vida de miles de personas en un instante. Para los sobrevivientes fue solo el comienzo de años de dolorosas heridas, enfermedades, miedo, sentimiento de culpa y discriminación. 

La organización Nihon Hidankyo, que agrupa a los hibakusha o sobrevivientes de las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre las ciudades japonesas en 1945, ganó el Premio Nobel de la Paz este año. 

El movimiento representa a los 174.080 sobrevivientes de los bombardeos atómicos que residen en Japón, Corea y otras partes del mundo.

No existen cifras definitivas de cuántas personas murieron a causa de los bombardeos del 6 y el 9 de agosto de 1945.

Los cálculos más conservadores estiman que cinco meses después de los ataques unas 110.000 personas habían muerto en ambas ciudades.

Otros estudios afirman que la cifra total de víctimas, a finales de ese año, pudo ser más de 210.000.

Escombros de edificios en Hiroshima.
Escombros de edificios en Hiroshima.

Fuente de la imagen,Getty Images


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Hiroshima quedó arrasada tras la explosión de la bomba.

El mundo ha conocido el relato del horror gracias a los sobrevivientes, a quienes se les conoce como hibakusha, que en japonés significa “persona afectada por la bomba atómica”.

Sus testimonios no solo dan cuenta de lo que vieron, sino de los traumas que aún llevan dentro.

“Hay muchos hibakusha que son narradores sociales, pero no son capaces de contarle su propia historia a sus hijos”, le dice a BBC Mundo Yuka Kamite, profesora de Psicología en la Universidad de Hiroshima, quien ha estudiado la salud mental de los hibakusha.

Una dura batalla

Se calcula que hoy aún viven unos 140.000 hibakusha, que rondan los 80 años de edad.

¿Cómo ha sido la vida de los hibakusha y por qué sobrevivir a la bomba fue solo una parte de la dura batalla que han dado para llevar una vida digna?

Miedo

Los hibakusha que recibieron el impacto de la bomba sufrieron quemaduras y heridas que marcaron sus cuerpos y sus rostros.

Una sobreviviente con quemaduras en la cara
Una sobreviviente con quemaduras en la cara

Fuente de la imagen,Getty Images


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Muchos sobrevivientes sufrieron quemaduras y de los efectos de la radiación.

Aquellos que estuvieron expuestos a mayores dosis de radiación, aunque a primera vista parecían ilesos, luego mostraron síntomas como pérdida del pelo, sangrado y diarrea.

Luego se reportó un aumento en enfermedades como el cáncer y la leucemia.

"Todavía siento miedo de que se me puedan manifestar las consecuencias de la radioactividad y morir en cualquier momento", le dice a BBC Mundo Yasuaki Yamashita, un sobreviviente de Nagasaki que tenía 6 años el día de la explosión y hoy vive en México.

Ese miedo los llevó a una vida de estrés, confusión, incertidumbre y ansiedad. Incluso vivían con temor de pasarle los efectos de la radiación a sus hijos.

“Los efectos de la radiación son invisibles, eso los hizo sentirse inestables e intranquilos, sin saber qué iba a pasar con su futuro”, le dice a BBC Mundo Hibiki Yamaguchi, investigador en el Centro para la Abolición de Armas Nucleares de la Universidad de Nagasaki.

Dos sobrevivientes con heridas

Dos sobrevivientes con heridas

Fuente de la imagen,Getty Images


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Las bombas causaron heridas físicas y psicológicas.

El miedo marcó para siempre la salud mental y emocional de muchos hibakusha.

Luli van der Does, profesora en el Centro para la paz de la Universidad de Hiroshima que ha estudiado los efectos de la bomba en los sobrevivientes, menciona algunos ejemplos de cómo el miedo se quedó grabado en sus mentes.

“Algunos no pueden comer pescado seco porque les recuerda el olor de los cuerpos quemados”, le dice van der Does a BBC Mundo.

“Otros se tuvieron que ir de Hiroshima y nunca volvieron a visitar su ciudad, otros dicen que no pueden comer pepinos, porque ante la falta de medicinas tras la bomba era lo único que podían usar para curar sus heridas”.

Yasuaki Yamashita en una foto de cuando era pequeño a la izquierda y una foto reciente
Yasuaki Yamashita en una foto de cuando era pequeño a la izquierda y una foto reciente

Fuente de la imagen,Cortesía/Marcos González


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Yasuaki Yamashita tenía 6 años cuando explotó la bomba en Nagasaki. Hoy, a sus 81 años, vive en México.

“En casos más severos, dicen que no pueden cruzar puentes ni ver ríos, porque comienzan a recordar los cadáveres que veían flotando tras la explosión”.

El miedo les afectó su salud emocional pero, además, los lanzó a una realidad que hizo aún más difícil su lucha por llevar una vida soportable después de la bomba.

Discriminación

Las heridas físicas, el temor a que los efectos de la radiación pudieran ser contagiosos y los traumas psicológicos de los hibakusha llevaron a que muchos comenzaran a ser discriminados por su condición.

“La gente temía que los sobrevivientes tuvieran una enfermedad contagiosa”, recuerda Yamashita.

“Decían: ‘Hay que separarlos, no hay que casarse con ellos, no hay que tener amistad con ellos’”.

El temor a la discriminación llevó a que muchos ocultaran su condición de hibakusha o se negaran a hablar de ello.

“Aquellos que tenían queloides [crecimiento excesivo del tejido de una cicatriz] en el cuerpo usaban mangas largas para cubrir sus cicatrices, incluso en pleno verano”, dice la profesora Kamite.

Una persona muestra sus cicatrices abultadas
Una persona muestra sus cicatrices abultadas

Fuente de la imagen,Getty Images


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Los sobrevivientes ocultaban sus cicatrices queloides por miedo a la discriminación.

También se les hacía difícil conseguir y conservar sus trabajos. Así lo recuerda Yasuaki Yamashita:

“Cuando salí de la preparatoria comencé a trabajar y casi al mismo tiempo comencé a sufrir los efectos de la radiación.

Empecé a perder la sangre, evacuaba sangre, vomitaba sangre, entonces no podía trabajar.

Si conseguía un trabajo, venía esa enfermedad y tenía que renunciar, así duré como dos años.

Mucha gente me decía que yo era un flojo, que no quería trabajar, pero no era eso, era que simplemente no podía trabajar. Yo necesitaba trabajar, pero no podía”
.

Para las mujeres la situación muchas veces era aún más difícil.

En esa época casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

Setsuko Thurlow

Setsuko Thurlow

Fuente de la imagen,Getty Images


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Setsuko Thurlow recuerda que cuando era joven, poder casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

“Era casi la única cosa que una mujer esperaba”, recuerda Setsuko Thurlow, sobreviviente de Hiroshima, quien en julio compartió sus recuerdos durante un evento en línea para conmemorar el 75 aniversario de las bombas.

“Con esas cicatrices queloides, esas mujeres perdían la fe y la esperanza en la vida”, dijo Thurlow, quien en 2017 recibió en nombre de los sobrevivientes el Premio Nobel de Paz que se le otorgó a la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por su sigla en inglés).

Keiko Ogura, otra sobreviviente de Hiroshima, recuerda que vivió esa discriminación en carne propia. Así lo contó en conversación con BBC Mundo:

“Tenía 8 años, era solo una niña pequeña en la escuela elemental, pero sabíamos que no debíamos decir que habíamos estado en la ciudad ese día. Si decíamos algo relacionado con la radiación, no nos podríamos casar.

No decíamos que éramos sobrevivientes. Teníamos un certificado de sobrevivientes y al mostrarlo en el hospital podíamos recibir tratamiento médico que ayudaba a pagar el gobierno. Sin embargo, la gente nos decía ‘no muestres eso’
.

Keiko Ogura 
Keiko Ogura

Fuente de la imagen,Getty Images


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A Keiko Ogura le enseñaban que no debía decir que era una sobreviviente de la bomba.

Al principio yo no le prestaba atención, sentíamos que todos compartíamos el mismo destino, pero cuando ya era una mujer en edad de casarme, a los 18 o 20 años, los hombres jóvenes de fuera de la ciudad me preguntaban "Keiko, ¿dónde estabas al momento de la bomba?Por mi parte no hay problema, pero a mis padres les preocupa".

Sé que muchas otras personas también tuvieron esa experiencia
”.

La profesora Van der Does cuenta que cuando llegaba el momento de casarse, algunas personas contrataban detectives para investigar si la pareja había estado en Hiroshima al momento de la bomba.

Otros, por su parte, sintieron esa discriminación de una manera más sutil o indirecta, y los puso en una posición vulnerable ante la sociedad. Una "discriminación silenciosa", como la llama la profesora Van der Does.

Yoshiro Yamawaki con una camisa a cuadros.
Yoshiro Yamawaki con una camisa a cuadros.

Fuente de la imagen,Cortesía Yoshiro Yamawaki


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Yoshiro Yamawaki lamenta no haber podido estudiar una carrera porque tras la muerte de su padre tuvo que dedicarse a trabajar. 

“No sabes exactamente qué tipo de discriminación estás sufriendo, pero simplemente la sientes en tus interacciones sociales, o al darte cuenta de que a lo largo de tu vida has recibido un trato injusto”, explica.

Yoshiro Yamawaki, sobreviviente de Nagasaki, es uno de esos casos de discriminación silenciosa.

"La bomba mató a mi padre, mi madre tenía siete hijos y no podía hacerse cargo de ellos. Por eso, tuve que dedicarme a trabajar, sin poder ir a la universidad, creo que eso fue una forma de discriminación", dice Yamawaki en conversación con BBC Mundo.

Según explica Van der Does, es difícil conocer el daño psicológico y emocional que sufrieron los hibakusha porque muchos murieron sin ser capaces de hablar de ello.

Keiko Ogura con 8 años.

Keiko Ogura con 8 años.

Fuente de la imagen,Cortesía Keiko Ogura


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Keiko Ogura tenía 8 años cuando estalló la bomba en Hiroshima.

"Hay muchos que no han admitido ser hibakusha por el miedo a la discriminación", dice la investigadora.

En una reciente encuesta que Van der Does realizó entre 1.652 hibakusha de Hiroshima y Nagasaki, encontró que el 31% de ellos ha sufrido varios tipos de trato discriminatorio a lo largo de su vida.

Esa discriminación en ocasiones se dio entre los mismos hibakusha.

“Los hibakusha conocían mejor que nadie lo que les ocurría, por eso muchas veces se discriminaban entre ellos”, dice Hibiki Yamaguchi, de la Universidad de Nagasaki.

Setsuko Thurlow hablando desde la tribuna de los premios Nobel

Setsuko Thurlow hablando desde la tribuna de los premios Nobel

Fuente de la imagen,Getty Images


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En 2017 Thurlow asistió a la ceremonia del Premio Nobel representando a las víctimas de los bombardeos.

Según Van der Does, esa discriminación era fruto del miedo y de la desesperación por vivir. “Estaban luchando por sobrevivir, tenían que competir entre ellos por lograr algún tipo de ayuda”, dice la profesora.

Culpa

Al miedo y a la discriminación con que cargaban los hibakusha muchas veces se les sumó un sentimiento de culpa por haber escapado con vida o haber sido incapaces de ayudar a quienes pedían auxilio.

Ese sentimiento de culpa de los sobrevivientes les causó sufrimiento a largo plazo, explica la psicóloga Kamite.

Hiroshima destruida tras la bomba
Hiroshima destruida tras la bomba

Fuente de la imagen,Getty Images


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Muchos hibakusha desarrollaron un sentimiento de culpa por no haber podido ayudar a las personas heridas. Así lo recuerda la sobreviviente Keiko Ogura:

“Yo, al igual que el 90% de los sobrevivientes, tuve un sentimiento de culpa porque vi morir a familiares y amigos. Después de la explosión vimos gente bajo los edificios derrumbados pidiendo ayuda, pero no podíamos ayudarlos, estaban atrapados. Las madres trataban de sacarlos pero era muy difícil.

Luego, el fuego se esparció tan rápido que no tuvieron más opción que irse del lugar.

Eso los hizo preguntarse: ¿por qué no pude cumplir con el deber de ayudar a mis hijos hasta el último momento?

Tras la explosión, dos personas muy heridas se me acercaron y solo decían 'agua, agua'. Yo les di de beber y luego murieron frente a mí. En ese momento no lo entendía, era solo una niña de 8 años, pero comencé a culparme porque sentía que los había matado. Sentía que si no les hubiera dado agua, ellos no estarían muertos. Me sentí así durante más de 10 años"
.

Yasuaki Yamashita hablando en un foro
Yasuaki Yamashita hablando en un foro

Fuente de la imagen,Getty Images


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Algunos hibakusha cuentan su historia en eventos públicos, pero otros prefieren permanecer en silencio. Según los expertos, la dificultad que muchos sobrevivientes tienen para hablar de su experiencia les ha afectado sus vidas.

“El velo de silencio sobre estos temas funcionó para ocultar las transgresiones ocasionadas por las secuelas atómicas”, dice Kamite.

Contra el silencio

Algunos hibakusha, sin embargo, han combatido ese silencio y comparten sus historias con los medios o como parte de campañas en contra de la proliferación de armas nucleares.

“Algunos están motivados por la ira, otros por un sentido de misión social, y otros pueden estar motivados por la respuesta al trauma”, dice Kamite.

Takashi Morita sostiene unas flores en la mano

Takashi Morita sostiene unas flores en la mano

Fuente de la imagen,Getty Images


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Algunos hibakusha se convirtieron en activistas en contra de las armas nucleares.

La profesora, sin embargo, advierte que son solo unos pocos quienes participan en estas actividades sociales y que es probable que muchos hibakusha hayan sido una “mayoría silenciosa”.

Van der Does, por su parte, explica que con el tiempo los hibakusha lograron construir un sentido de comunidad que los ayudó a ganar aceptación en la sociedad.

“Se convirtieron en líderes en la lucha por el desarme nuclear”, dice la profesora. "Pasaron de ser víctimas a creadores de un mundo nuevo".
 
 *Este artículo fue publicado originalmente en 2020, a propósito del 75 aniversario de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. 


"Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos": quién fue Robert Oppenheimer, el arrepentido padre de la bomba atómica

martes, 29 de octubre de 2024

Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson ganan el Premio Nobel de Economía por sus estudios sobre la desigualdad de las naciones

Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson

Fuente de la imagen,Ilustración de Niklas Elmehed, Premio Nobel

  • Autor
Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson ganaron el Premio Nobel de Economía, el último galardón del año que se entrega en reconocimiento a destacadas contibuciones a la humanidad, según la Fundación Nobel en Suecia.

El premio fue otorgado a los tres economistas por sus estudios empíricos y teóricos que exploran las diferencias en la prosperidad de las naciones.


La Real Academia de las Ciencias de Suecia resaltó que los galardonados plantean nuevas estrategias para entender la desigualdad.

Acemoglu, académico estadounidense de origen turco, y Johnson, de origen británico, trabajan en el MIT Cambridge USA (Instituto Tecnológico de Massachusetts), mientras que Robinson, también británico, es profesor de la Universidad de Chicago.

La academia sueca destacó que "el 20% de los países más ricos del mundo son 30 veces más ricos que el 20% más pobre. La brecha de ingresos entre los más ricos y los más pobres también es persistente; aunque los países pobres han ganado en riqueza, no están alcanzando a los más prósperos”.

Instituciones "inclusivas" y "extractivas"

El Comité del Nobel reconoció que el tema no es nuevo, pero que los galardonados habían encontrado nueva y convincente evidencia de una explicación de esa brecha: las diferencias en las instituciones de una sociedad.

El comité elogió el trabajo de los tres economistas por sus explicaciones de cómo “las sociedades con principios de derecho débiles e instituciones que explotan a la población no generan crecimiento ni cambios para bien”.

Según el trabajo de los galardonados, “una explicación de las diferencias en la prosperidad de los países es por las instituciones sociales que fueron establecidas durante la colonización”.

El comité indicó que cuando los europeos colonizaron grandes partes del mundo, las instituciones en esas sociedades cambiaron. Mientras que en unos lugares las instituciones establecieron los fundamentos para sistemas políticos y económicos inclusivos, en muchos otros tuvieron el objetivo de explotar a la población indígena.

El análisis entonces divide a las instituciones en “inclusivas” y “extractivas”. 

 El Comité del Nobel anuncia a los tres ganadores del Nobel de Economía 2024 y proyecta sus fotos

El Comité del Nobel anuncia a los tres ganadores del Nobel de Economía 2024 y proyecta sus fotos

Fuente de la imagen,Getty Images

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Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson analizaron cómo las instituciones afectan la prosperidad de las naciones.

El ejemplo de Nogales

El jurado resaltó el trabajo de los galardonados en torno a la ciudad de Nogales que está dividida por la frontera entre México y Estados Unidos, donde el lado estadounidense es más próspero.

El sistema económico en EE.UU. ofrece a los residentes al norte de la frontera mayores oportunidades para escoger su educación y profesión, al tiempo que forman parte del sistema político de EE.UU., lo que les otorga amplios derechos políticos.

En contraste, al sur de la frontera, los residentes viven bajo otras condiciones económicas, y el sistema político allí limita su potencial para influir en la legislación.

“De manera que la diferencia decisiva no es geografía ni cultura, sino las instituciones”, explicó la academia.

“La introducción de instituciones inclusivas crearían beneficios a largo plazo para todos, pero las instituciones extractivas son las que proveen ganancias a corto plazo para los que están en el poder”, declaró el jurado.

Daron Acemoglu

Daron Acemoglu

Fuente de la imagen,Reuters

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Daron Acemoglu es coautor con James A. Robinson del libro "Por qué fracasan los países".

Al ser contactado por teléfono, Daron Acemoglu dijo estar “encantado” con el premio y señaló que el trabajo que han hecho favorece a la democracia.

“Los países que se democratizan, a partir de un régimen no democrático, al final crecen unos ocho, nueve años más rápido que los regímenes no democráticos. Ese es un crecimiento sustancial”.

Reconoció, sin embargo, que “la democracia no es una panacea” y que “implantar la democracia es muy difícil”.

Los tres economistas galardonados compartirán el premio que incluye una cifra de US$1 millón.

El Nobel de Economía fue establecido en 1968 por el Sveriges Riksbank (Banco Central de Suecia) y la Real Academia de las Ciencias de Suecia está encargada de seleccionar a la persona, grupo de personas o institución ganadoras.


lunes, 28 de octubre de 2024

Qué son los microARN por los que Victor Ambros y Gary Ruvkun ganaron el Premio Nobel de Medicina

Victor Ambros y Gary Ruvkun, los ganadores del Premio Nobel de Medicina

Fuente de la imagen,Premio Nobel

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Victor Ambros y Gary Ruvkun ganaron este lunes el Premio Nobel de Medicina.

Los dos científicos estadounidenses descubrieron los microARN, una nueva clase de diminutas moléculas de ARN que desempeñan un papel crucial en la regulación de los genes.


Su revolucionario descubrimiento en el pequeño gusano C. elegans reveló un principio completamente nuevo de regulación genética, que resultó ser esencial para los organismos pluricelulares, incluido el ser humano.

Durante décadas, la comunidad científica prestó poca atención a este descubrimiento. Según la Fundación Nobel, se pensaba que este mecanismo era "una peculiaridad" de un gusano, algo "probablemente irrelevante para los humanos y otros animales más complejos". Pero no.

El trabajo de Ambros y Ruvkun ayudó a explicar cómo funcionan nuestros genes dentro del cuerpo humano y cómo eso da lugar al desarrollo de los distintos tejidos en nuestro organismo.

De hecho, "ahora se sabe que el genoma humano codifica más de 1.000 microARN", explica la Fundación Nobel.

Los ganadores se repartirán un premio de 11 millones de coronas suecas (aproximadamente US$1 millón).

Particularidades genéticas
Todas las células del cuerpo humano contienen la misma información genética en bruto, encerrada en nuestro ADN.

Pero, a pesar de partir de la misma información genética, las células del cuerpo humano son muy diferentes en forma y función.

Los impulsos eléctricos de las células nerviosas son distintos de los latidos rítmicos de las células cardíacas. La central metabólica que es una célula hepática es distinta de una célula renal que filtra la urea de la sangre. La capacidad de detección de la luz de las células de la retina es distinta de la de los glóbulos blancos que producen anticuerpos para combatir las infecciones.

Toda esta variedad puede surgir del mismo material de partida gracias a la expresión genética.

Los científicos estadounidenses fueron los primeros en descubrir los microARN y cómo estos ejercen un control sobre la forma en que los genes se expresan de manera diferente en los distintos tejidos.

Anuncio del Nobel de Medicina

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Fuente de la imagen,Getty Images

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Los ganadores compartirán un premio de cerca de US$1 millón.

Sin la capacidad de controlar la expresión génica, cada célula de un organismo sería idéntica, por lo que los microARN ayudaron a posibilitar la evolución de formas de vida complejas.

La regulación anómala de los microARN puede contribuir al cáncer y a algunas enfermedades como la pérdida de audición congénita y los trastornos óseos.

Un ejemplo es el síndrome DICER1, que provoca cáncer en diversos tejidos y está causado por mutaciones que afectan a los microARN.

Cómo funciona
Ambros y Ruvkun investigaron sobre el gusano nematodo C. elegans.

"Vieron unos gusanos que parecían un poco raros y decidieron entender por qué", cuenta Olle Kämpe, miembro del Comité Nobel.

Experimentaron con una forma mutante del gusano que no desarrollaba algunos tipos de células.

Y finalmente dieron con pequeños fragmentos de material genético o microARN que eran esenciales para el desarrollo de los gusanos.

Así es como funciona:
Nuestro ADN contiene un gen o instrucción genética.

Nuestras células hacen una copia, llamada ARN mensajero o simplemente ARNm (lo recordarás de las vacunas covid).

Este ARN sale del núcleo de la célula y ordena a las fábricas de proteínas de la célula que empiecen a producir una proteína específica. Pero los microARN se interponen en el camino adhiriéndose al ARN mensajero y detienen su funcionamiento.

En esencia, el mircoARN ha impedido que el gen se exprese en la célula.

Otros trabajos demostraron que no se trata de un proceso exclusivo de los gusanos, sino de un componente esencial de la vida en la Tierra.

Cuerpo humano

Cuerpo humano

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"Su trabajo pionero sobre la regulación genética por microARN allanó el camino a investigaciones sobre terapias novedosas para enfermedades devastadoras como la epilepsia, pero también nos abrieron los ojos a la maravillosa maquinaria que controla estrechamente lo que ocurre en nuestras células", dijo a la BBC Janosch Heller de la Universidad de la Ciudad de Dublín.

Los ganadores de los premios de Medicina y Fisiología son elegidos por la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Suecia.

El Premio Nobel de Fisiología o Medicina se ha concedido 115 veces a 227 galardonados entre 1901 y 2023.

El año pasado, el premio fue otorgado a Katalin Karikó y Drew Weissman por la vacuna de la covid basada en ARN mensajero.