sábado, 25 de enero de 2025

"¡Sobre mi cadáver!": Moon River, la canción que la actriz Audrey Hepburn defendió con vehemencia (y que ganó dos premios Oscar)

Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,En el film, Audrey Hepburn exude glamour, clase e independencia. Pero es una mujer rural del medio oeste de EE.UU. cuya elegancia de la alta sociedad es un elaborado disfraz que la ayuda a escapar de su triste vida.


El vestido negro, las perlas, las gafas de sol enormes, la boquilla absurdamente larga... y esa canción.

La película de 1961 "Breakfast at Tiffany's", que en Hispanoamérica se llamó "Diamantes para el desayuno" y en España, "Desayuno con diamantes", se hizo famosa quizás tanto por su estética que por su trama.

Basada en la novela corta de Truman Capote de 1958, cuenta la historia de Holly Golightly, encarnada por Audrey Hepburn.

La elección de la carismática e icónica actriz para ese rol, que hoy parece incontrovertible, al escritor le pareció terrible.

"Fue la película con un reparto más desacertado que he visto", le dijo Capote a un periodista años después. "Nos dieron ganas de vomitar".

Holly es un personaje cautivador: una chica de sociedad seductora, excéntrica, coqueta y revoloteante.

Es una "criatura salvaje" incognoscible e indomable que huyó a Nueva York de una problemática infancia en Texas para reinventarse.

A pesar de beber cócteles y dar fiestas, es propensa a sufrir ataques de miedo paralizante (sus famosos "días rojos") y solo puede permitirse su vida aparentemente glamurosa rodeándose de "ratas", hombres malos que le dan propinas en el tocador.

Es descrita como una "verdadera farsante", porque realmente cree en su propia versión de cuento de hadas de la vida.

Capote quería a Marilyn Monroe para el papel, pensando que ella encarnaría a esa "verdadera farsante", maestra de la reinvención y vendedora de sueños más auténticamente que Hepburn, la ingenua aristocrática.

Pero es que la Holly Golightly del libro y la de la película, aunque ambas brillantes, no son identicas.

Dos Hollys
Paul Varjak, interpretado por George Peppard, y Holly Golightly, se besan bajo la lluvia en la película de 1961.

Fuente de la imagen,Getty Images

Henry Mancini y Audrey Hepburn con  guitarras practicando "Moon River" en 1961.

Fuente de la imagen,Getty Images


En la novela, Holly no solo está arruinada sino que además la ropa que usa es deliberadamente simple.

"Había un buen gusto consecuente en la sencillez de su indumentaria, los azules y grises y la falta de brillo que la hacían brillar tanto".

Los atuendos de la Holly de la película también podrían describirse como sencillos, pero más bien como sencillamente exquisitos: Hepburn recorre con elegancia las calles de la ciudad con su vestido negro corto o su gabardina Burberry, dos prendas clásicas de la moda.

Paul Varjak, interpretado por George Peppard, y Holly Golightly, se besan bajo la lluvia en la película de 1961.

Pie de foto,
Un final diferente: Paul Varjak, interpretado por George Peppard, y Holly Golightly, se besan bajo la lluvia en la película de 1961.

Y aunque esa encantadora Holly acepta el dinero que le dan las ratas, no les entrega su cuerpo; no es ese tipo de chica.

La de la novela de Capote sí lo es.

Es una historia más cruda, en la que Holly no es solo una jovencita provocativa y etérea, sino que gana dinero de esa manera que dicen es la más antigua.

Además está el gran cambio del final.

El libro está narrado por un escritor anónimo, y presenta una mirada melancólica a una chica cautivadora que conoció una vez, que huyó de Nueva York después de verse implicada en una redada de drogas.

La película lo convierte en un protagonista romántico que finalmente convence a la joven rebelde de que se rinda ante el amor.

En una situación clásica de comedia romántica, se besan en la escena final bajo la lluvia torrencial.

En su libro, Capote deja un sabor más amargo: Holly se va corriendo en un taxi y nunca más se la vuelve a ver.

Sin embargo, por distintas que sean, Moon River (Río de Luna), la melancólica canción compuesta para la película, resuena con las dos Hollys.

Doquiera que vayas, contigo iré

El tema fue compuesto por uno de los más grandes compositores de música para cine de todos los tiempos, Henry Mancini.

Nació hace 100 años en Cleveland, Ohio, en el seno de una familia de inmigrantes italianos.

Pie de foto,
Henry Mancini y Audrey Hepburn practicando "Moon River" en 1961. 

La primera vez que Mancini vio una película en la que se fijó en la música, pensó que había una orquesta detrás de la pantalla.

Su padre le regaló una flauta y luego estudió música en la prestigiosa escuela Juilliard de Estados Unidos.

Tras tocar en la era de las big bands de la década de 1940, y acumular conocimiento de primera mano del jazz, trabajó para Universal Pictures en la década de 1950 componiendo obras como la banda sonora para la serie policial "Peter Gunn".

A principios de la siguente década, el director Blake Edwards le pidió que compusiera la banda sonora de una nueva película.

En el guion de "Diamantes para el desayuno", había una escena en la que Holly, sentada en las escaleras de emergencia que están fuera de su ventana, canta una canción de su pasado.

Mancini había oído cantar a Hepburn en la película Funny Face ("La cenicienta en París", "Una cara con ángel", 1957), por lo que creó específicamente una canción en su registro.

Luego le pidió al letrista Johnny Mercer que escribiera algunas palabras que hicieran alusión al misterioso pasado de Holly Golightly.

La letra

Las palabras que escribió Mercer fueron...

"Río de Luna, más ancho que una milla, te cruzaré con estilo algún día.

"Oh, creador de sueños, rompecorazones, donde quiera que vayas, contigo iré.

"Dos vagabundos viajando para ver el mundo... ¡hay tanto mundo que ver!

"Estamos tras el mismo extremo del arco iris, esperando a la vuelta de la curva, mi amigo Huckleberry, Río de Luna y yo".


“La primera vez que leí esa letra, me pareció hermosa”, expresó Mancini.

Contó además que él pasó un mes pensando en la melodía, pero cuando finalmente se le ocurrió, solo le llevó media hora escribir la música.

Al son de Moon River se creó una de las escenas más memorables de la historia del cine.

Audrey Hepburn con guitarra, cantando en la ventana 
Audrey Hepburn con guitarra, cantando en la ventana

Fuente de la imagen,Getty Images


Pie de f
Una escena memorable. 

Audrey Hepburn le escribió a Mancini:

"Querido Henry,

"Acabo de ver nuestra película, esta vez con tu composición.

"Una película sin música es un poco como un avión sin combustible. Por muy bien que se haga el trabajo, seguimos estando en tierra y en un mundo de realidad.

"Tu música nos ha elevado a todos y nos ha hecho volar. Todo lo que no podemos decir con palabras ni mostrar con acciones, tú lo has expresado para nosotros. Lo has hecho con tanta imaginación, diversión y belleza.
"¡Eres el gato más moderno y el compositor más sensible!
"Gracias, querido Hank.
"Mucho amor,
"Audrey".

"Maldita canción"

Cuando llegó el momento de que el estudio hiciera un preestreno de la película, todo el mundo estaba extasiado.

Hepburn estaba con Mancini y el director del estudio.

De pie junto a la chimenea, el director del estudio declaró: "La película es genial, ¡pero la maldita canción tiene que desaparecer!".

Fue entonces cuando Audrey furiosamente se puso de pie y le respondió: "¡Sobre mi cadáver!".

En la 34ª ceremonia de los Premios Óscar de la Academia, celebrada en 1962, Moon River ganó dos premios Oscar: Mejor banda sonora de una película dramática o de comedia y Mejor canción.

Un año después, Mancini ganaría un tercer Oscar por su banda sonora para "Días de vino y rosas", con letra de Mercer, y un cuarto en 1982 por "Victor/Victoria", ambas películas también dirigidas por Blake Edwards.

https://www.bbc.com/mundo/articles/c1408jny51vo



viernes, 24 de enero de 2025

_- El bibliocausto extremeño: quema y destrucción de libros en Extremadura durante la Guerra Civil (1936-1939)

_- Fuentes: El Salto [Foto: Hoguera de libros en el patio de la Universidad Central de Madrid, abril de 1939]



La destrucción de libros y la censura fueron dos características esenciales del franquismo. En Extremadura, bibliotecas y kioscos de prensa fueron arrasados por una hueste brutal interesada en borrar cualquier vestigio cultural de la República.

¿Adónde iría a parar el maletín cargado de papeles y libros que Antonio Machado tuvo que abandonar en su huida desde Barcelona hacia la frontera francesa de Port Bou? Tal vez algún refugiado lo encontró e hizo con él, con su contenido, una fogata con la que calentarse en aquellos fríos y lluviosos días de febrero de 1939, o tal vez los papeles y libros de aquel poeta que habría de morir apenas unos días más tarde, lejos de su tierra, ligero de equipaje, estuvieran tan mojados que ni siquiera sirvieran ya para arder. Sea como fuere, siguieron el mismo curso que muchos otros documentos y libros durante la Guerra Civil: la destrucción y el olvido.

Es sabido el interés del franquismo por acabar con cualquier vestigio de memoria de la República española. A partir del 18 de julio de 1936, mientras las tropas sublevadas avanzaban o los grupos fascistas se hacían con el control de pueblos y ciudades, el asesinato de personas se simultaneaba con la eliminación de una profusa obra cultural escrita, mediante el expolio y la destrucción a través de diversos medios, preferentemente el fuego, con tal de no dejar rastro de la huella cultural del régimen democrático. Intelectuales y personas amantes de la cultura que lograron huir antes de caer en manos de esta hueste brutal y sanguinaria supieron desde el exilio del incendio o expolio que sufrieron sus queridos libros, como fue el caso de Juan Ramón Jiménez, quien denunció el saqueo de la biblioteca de su casa en la calle Padilla, número 38, de Madrid, donde había vivido junto a su esposa Zenobia Camprubí.

Un día de abril de 1939, recién ocupada la capital por los fascistas, tres falangistas se presentaron con una furgoneta a las puertas de la casa abandonada de Juan Ramón y cargaron con sus libros, repartiéndoselos entre ellos y con otros de su misma camada. Se autotitulaban intelectuales de Falange Española, y a la cabeza estaba Carlos Sentís, quien después fuera diputado con la UCD durante el Gobierno de Adolfo Suárez. Los otros dos falangistas eran Carlos Martínez Barbeito y Félix Ros. Juan Ramón denunció hasta su muerte este expolio y reclamó el botín a través de intermediarios como José María Pemán y Rafael Sánchez Mazas, sin que jamás recuperara nada de lo robado. Como producto del saqueo desapareció, también, el retrato que el pintor Daniel Vázquez-Díaz hizo de la cabeza del poeta en 1916, hoy día todavía en paradero desconocido.

El expolio de libros, el saqueo de las bibliotecas públicas y particulares, la condena al fuego de miles de volúmenes durante la guerra civil y la larga noche del franquismo gozan de pocos estudios en comparación con los destinados a la represión generalizada durante ese período de nuestro tiempo reciente que podríamos definir, parafraseando a Chaplin en El Gran Dictador, como un disparate de la Historia. Poco a poco se abre camino el estudio documental de este aspecto de la represión franquista, en el que destaca la revista Represura. Revista de Historia Contemporánea española en torno a la represión y la censura aplicadas al libro, editada por el Área de Literatura Española de la Universidad de Alcalá desde el año 2006. En esas fuentes bebe, en gran medida, el trabajo del historiador Francesc Tur El bibliocausto en la España de Franco (1936-1939), disponible en el portal de divulgación Ser Histórico y editado de modo gráfico por la editorial Piedra Papel Libros.

Extremadura no fue una excepción a ese bibliocausto. Pocos días después de entrar las tropas de Yagüe en Badajoz, el 14 de agosto de 1936, se generalizó el saqueo de librerías y bibliotecas. Así informaba el Jefe de la Biblioteca Provincial de Badajoz (JBP) a Javier Lasso de la Vega, encargado de la Jefatura de Archivos y Bibliotecas, organismo del Ministerio de Educación Nacional creado por los rebeldes a finales de 1938, en circular telegráfica de 28/03/1938 cursada sobre “la recogida de libros contrarios al movimiento nacional”.

El informe de la JBP de Badajoz decía, textualmente, “pocos días después de conquistada esta capital por las tropas nacionales, se realizó, por elementos hetereogéneos afectos al movimiento, una visita de inspección y requisa por todas las librerías y kioscos en los que se recogieron cuantos libros de carácter extremista y pornográfico fueron hallados y se reunieron en la Oficina de Censura Militar donde una vez comprobada su tendencia perniciosa fueron condenados al fuego” (citado en José Andrés de Blas, La Guerra Civil española y el mundo del libro, Madrid, 2004).

La información de la requisa y posterior destrucción mediante quema de la literatura “pornográfica” recogida en Badajoz, respondía a una Orden de 23/12/1936. Sin embargo, ya mucho antes, desde el inicio del golpe militar, se sucedieron diversas órdenes y circulares en este mismo sentido. En el periódico La Falange de Cáceres (órgano en Extremadura de Falange Española de las J.O.N.S.), del 3 de octubre de 1936, dirigido por Antonio Floriano Cumbreño, se publica la primera, la Orden del 4 de septiembre de 1936 (por un error tipográfico aparece 1636), en la que se da noticia de la “incautación y destrucción de obras socialistas y comunistas”.

Dicha destrucción se justificaba por la gestión durante los últimos años del Ministerio de Instrucción Pública, y especialmente de la Dirección General de Primera Enseñanza (órganos republicanos), la cual se califica como “perturbadora para la infancia”. Textualmente se dice de esa gestión republicana que “cubriéndola con un falso amor a la cultura, ha apoyado la publicación de obras de carácter marxista o comunista, con las que ha organizado bibliotecas ambulantes y de las que ha inundado las escuelas a costa del Tesoro público, constituyendo una labor funesta para la educación de la niñez”.

En la orden dictada se define como “un caso de salud pública hacer desaparecer todas esas publicaciones”, para lo cual y siempre siguiendo lo determinado por la Junta de Defensa Nacional, se acuerda que los gobernadores civiles, alcaldes y delegados gubernativos procedan de modo urgente y riguroso a la incautación “de cuantas obras de matiz socialista o comunista se hallen en bibliotecas ambulantes y escuelas”.

Muchas de esas obras acabarían alimentando, por los pueblos de la geografía española, las fogatas con los que se abrían o cerraban los actos de exaltación de Falange o algunas celebraciones religiosas.

Apenas unos días después, en la edición de La Falange de Cáceres del 6 de octubre de 1936, Rafael Sánchez Mazas publicaba un artículo en su primera página que, bajo el título de “Lo universitario y lo popular”, decía: “En línea de máxima necesitamos arrasar la cultura burguesa y volver a crear una cultura jerárquica y a la vez popular”.

Este periódico, La Falange de Cáceres, donde se publicaban artículos y poesías de intelectuales como Manuel Machado, da a conocer en su edición de 23 de octubre de 1936 una circular del Gobernador Civil, Fernando Vázquez, del 16 del mismo mes, “contra la pornografía y la blasfemia”, en la que se anuncia que la autoridad “no omitirá ninguno de los medios que tenga a su alcance, imponiendo sanciones a cuantos tengan en su poder libros o folletos que, sobre atentar al buen gusto, puedan servir como estrago de inteligencias que empiezan a formarse”, y llama a los alcaldes y agentes a sus órdenes, entre quienes se encontraban los maestros, “a reprimir de una manera enérgica y constante la tenencia de folletos o grabados a que hago referencia”.

Por último, en la cuarta página del número 77 de La Falange de Cáceres del 27 de noviembre de 1936, el SEU (Sindicato Español Universitario, de carácter fascista), envía un mensaje al camarada obrero: “En estos días habrás oído hablar de purificación de bibliotecas, de selección de lecturas; eso, camarada obrero, no lo necesitábamos nosotros, sino tú”.

Como afirma Ana Martínez Rus en Expolios, hogueras, infiernos, La represión del libro (1936-1951), “había que limpiar, purificar el país de las ideas subversivas que habían adulterado las esencias españolas. Se trataba de suprimir el pensamiento de los vencidos e imponer el de los vencedores” (revista Represura, Nº 8, febrero de 2013).

En Herrera de Alcántara (Cáceres) también se quemaron libros de la Biblioteca municipal durante los primeros días de la guerra. Francesc Tur (El bibliocausto en la España de Franco, 1936-1939), da noticia de la cita referida en el artículo de José Andrés de Blas ya mencionado. En un informe remitido el 29 de abril de 1938 por el Ayuntamiento de Herrera de Alcántara a la jefatura de Archivos y Bibliotecas, se dice textualmente: “Adjunto me complazco en remitirle relación nominal de las obras que hoy figuran en esta Biblioteca Municipal, después de una expurga (sic) verificada en los primeros días del Movimiento Glorioso, que se inutilizaron quemándolos”.

Andrés de Blas también deja constancia del expurgo de la Biblioteca de Alcántara (Cáceres), que contaba con fondos enviados por el Patronato de las Misiones Pedagógicas. En Informe remitido por la Comandancia de la Guardia Civil el 13 de diciembre de 1938, se dice de dicha Biblioteca que “al principio del Glorioso Movimiento Salvador de España se practicó una minuciosa revisión por orden de la autoridad local y fueron retirados e inutilizados algunos libros que procedían del mencionado patronato”.

Como práctica acostumbrada, cuando las tropas rebeldes entraban en una localidad prendían a su paso fuego a los kioscos, ayudados por falangistas y otros paramilitares. Los kioscos se habían convertido en lugar habitual de reunión de obreros y gente humilde, donde en corrillo se discutían las noticias que traían las primeras planas de los periódicos y revistas, expuestas al aire libre, a disposición del público. Aparte de ello, ofrecían a la venta una literatura más asequible a la clase obrera, de carácter revolucionario, tal y como expresó en su libro sobre este tipo de establecimientos Gonzalo Santoja, La novela revolucionaria de kiosco (1905-1939), Ediciones Sial, 2000.

En Montijo (Badajoz), nada más tomar el pueblo los fascistas el 13 de agosto de 1936, destruyeron el kiosco de Juan Rodríguez Pérez, que estaba en la Plaza de la República (hoy de España) y cuya foto acompaña a este artículo, tomada junto a los datos del libro de Juan Carlos Molano Gragera, Introducción a la historia del movimiento obrero en Montijo, editado por la Agrupación del Partido Comunista de España en 1982.
 
kiosko Montijo
Foto: Kiosko de Juan Rodríguez en la Plaza de la República de Montijo.
En la fotografía, entre las revistas colgadas se pueden ver las de Democracia, La verdad social, Claridad, El socialista y otras publicaciones de izquierda. En torno a este establecimiento se juntaban los obreros del pueblo “a echá un rato”, a comentar sus cosas mientras se instruían leyendo las primeras páginas de los periódicos y revistas colgadas.

Juan Rodríguez Pérez, el dueño del kiosco, se había significado políticamente como elemento de izquierdas. Fue detenido durante la huelga de campesinos de 1934, en cuyas movilizaciones Montijo destacó. El periódico Hoy del 3 de junio de ese año daba la noticia de la detención de Pedro Izquierdo y de Juan Rodríguez, ambos de Montijo. El primero, que era impresor, por haber hecho imprimir los manifiestos en sus talleres; el segundo, que era corresponsal de los periódicos de izquierdas, por recoger tales manifiestos “y guardarlos con intención, sin duda, de hacerlos repartir” (extraído de Juan Carlos Molano Gragera, Miguel Merino Rodríguez, dirigente obrero y alcalde de Montijo, 1893-1936, Diputación de Badajoz, 2002).

Juan Rodríguez Pérez, después de haber sido destruido su kiosco, fue asesinado a raíz de la represión que se sucedió en Montijo a partir de finales de agosto de 1936 y que dio comienzo con la festividad de su patrona. Echados sus restos en una fosa común, aún no han sido identificados.

En Montijo no solo se destruyó este kiosco. También se ejerció el expolio, expurgo y destrucción de bibliotecas. En un artículo publicado por Antonia Gómez Quintana (actualmente archivera municipal y anteriormente bibliotecaria) en la Revista de Ferias del año 2003, editada por el Ayuntamiento de Montijo, con el título “Caute legendo. La censura en la Biblioteca del Círculo de Artesanos El Progreso durante los años de la represión franquista”, se da constancia de la relación de libros de tendencias socialistas y comunistas, disponibles en los fondos bibliotecarios de los grupos escolares Giner de los Ríos y 14 de abril (hoy día aún con los nombres dados por el franquismo, Colegio Público Padre Manjón y CP Virgen de Barbaño), enviada al ayuntamiento por el Consejo Local de Primera Enseñanza en atención a la Orden del 4 de septiembre de 1936.

Durante los últimos meses de ese año se recogen en el libro de registro del Ayuntamiento la entrada de tales libros “para su destrucción”, procedentes de los grupos escolares y del Círculo de Artesanos El Progreso. Cabe decir que este Círculo de Artesanos había sido creado siguiendo el espíritu liberal de principios del siglo XX, por artesanos del pueblo, entre quienes se encontraban muchos republicanos y masones. En los primeros días de la guerra este Círculo (hoy día El Casino de la plaza), fue ocupado por los falangistas y utilizado como cuartel general. En él se elaboraban las listas negras que determinaban quiénes debían morir asesinados en las tapias del cementerio.

Según lo expresado en el artículo de Gómez Quintana, en un escrito enviado con fecha de 30 de septiembre de 1936 por el alcalde de Montijo al nuevo presidente del Círculo de Artesanos, le comunica que de la relación de obras de dicho Círculo El Progreso han sido inutilizadas las siguientes: El capital, de Carlos Marx; El derecho de asociación en España, anónimo; Raíz y decoro de España, de Gregorio Marañón; Amor, conveniencia y eugenesia, también de Gregorio Marañón; La persona social, de Giner de los Ríos; Constitución de la República española, de Fernández de Asúa; El Tratado social, de Juan Jacobo Rousseau. Posteriormente, en noviembre, se destruirán también las obras Viaje en vuelo España-América, de Miguel España, y El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca.

La destrucción de los libros mediante el fuego iba más allá del acto como ejercicio de purificación: cualquiera que los poseyera o hubiera poseído y leído era sospechoso y, por tanto, candidato a morir asesinado en una cuneta. Fue lo que le pasó al maestro de Jaraíz de la Vera Severiano Núñez García.

Según relatan Mariano Boza Puerta y Miguel Ángel Sánchez Herrador en El martirio de los libros: una aproximación a la destrucción bibliográfica durante la Guerra Civil, publicado en Boletín de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios, Nº 86-87, 2007, este maestro de Jaraíz de la Vera (Cáceres) contaba con una pequeña biblioteca de carácter liberal y progresista que fue incautada por la Guardia Civil cuando la CEDA ganó las elecciones en 1934. Posteriormente, cuando el Frente Popular ganó las de febrero de 1936, el maestro reclamó sus libros, que le fueron devueltos, pero con motivo del golpe de estado de julio de ese año él mismo los destruyó, junto a revistas comprometedoras. Sin embargo, ya era demasiado tarde pues se había significado políticamente al reclamar la devolución de los libros, por lo que fue apresado por falangistas y guardias civiles y asesinado el 16 de septiembre de 1936 frente a las tapias del cementerio de Plasencia. Su cuerpo, en el que se encontraron 20 impactos de bala, fue echado en una fosa común donde se descubrieron evidencias de 85 cadáveres. Hoy día Severiano Núñez García, maestro amante de los libros, cuenta a modo de homenaje con su nombre dado a una calle en su pueblo natal, Barrado.

La destrucción de libros y bibliotecas enteras continuó durante toda la guerra civil, como signo de un régimen totalitario que reducía a cenizas todo pasado comprometedor. El colofón lo puso el bibliocausto del domingo 30 de abril de 1939, apenas un mes después de terminada la guerra, organizado por el SEU de Falange Española en el patio de la Universidad Central de Madrid para celebrar el Día del libro del primer año de La Victoria. Allí el catedrático de Derecho Antonio de Luna abrió un acto donde ardieron, en una inmensa hoguera, cientos de libros, revistas y periódicos. Antonio de Luna, según la información publicada por diversos diarios el 2 de mayo, leyó pasajes de El Quijote mientras los libros ardían, recitando el índice de los autores herejes condenados a la hoguera: Sabino Arana, Juan Jacobo Rousseau, Carlos Marx, Voltaire, Lamartine, Maximo Gorki, Remarque, Freud, Heraldo de Madrid…

Manuel Rivas escribió una excelente novela (Los libros arden mal) que parte del hecho real de la quema de libros en A Coruña, a principios de la guerra. En este relato se narra las vicisitudes que corrieron diversas bibliotecas a partir del golpe de estado, entre ellas el expolio de la que fuera del presidente del Consejo de Ministros de la República, Santiago Casares Quiroga, o de las bibliotecas libertarias de los ateneos populares. Hacia el final de la obra, uno de los personajes que asistió a la hoguera de aquel 19 de agosto de 1936 frente al Club Náutico, orquestada por los falangistas de la ciudad, afirma que los libros ardieron durante dos días enteros. Preguntado por aquella hecatombe cultural, el personaje responde:

-Los restos. Los despojos de los libros. Desprendían un olor a carne muerta.

Fuente:

jueves, 23 de enero de 2025

_- No glorifiquemos a Jimmy Carter

_- Una vez fuera de su cargo [de presidente de EE.UU.], Jimmy Carter tuvo el valor de denunciar la “abominable opresión y persecución” y la “estricta segregación” del pueblo palestino en Cisjordania y Gaza en su libro de 2006 “Palestina: Paz, no apartheid”.

Dedicó su tiempo a supervisar elecciones, entre ellas hizo una polémica defensa de la elección de Hugo Chávez en Venezuela en 2006, y a defender los derechos humanos por todo el planeta. Arremetió contra el proceso político estadounidense, calificándolo de ser una “oligarquía” en la que el “soborno político ilimitado” crea “una subversión completa de nuestro sistema político como pago a los grandes contribuyentes”.

Pero los años de Carter como expresidente no deben ocultar su tenaz servicio al imperio, su afición a fomentar desastrosas guerras por delegación, su traición a los palestinos, su adopción de nefastas políticas neoliberales y su servilismo a las grandes empresas cuando era presidente.

Carter desempeñó un significativo papel en el desmantelamiento de las leyes del New Deal con la desregulación de las grandes industrias, incluyendo las aerolíneas, la banca, el transporte por carretera, las telecomunicaciones, el gas natural y los ferrocarriles. Puso a Paul Vocker a cargo de la Reserva Federal, quien, en un intento por combatir la inflación, subió las tasas de interés y llevó a EE.UU. a la mayor recesión desde la Gran Depresión, lo que dio inicio a un periodo de austeridad y rigurosos recortes. Carter es el padrino del expolio conocido como neoliberalismo, un saqueo que su compañero, el demócrata Bill Clinton, pondría en modo turbo.

Carter cayó bajo la desastrosa influencia de su asesor de seguridad nacional, Zbigniew Brzezinski, un polaco exiliado que objetaba la confianza de Nixon y Kissinger en la distensión con la Unión Soviética. La misión vital de Brzezinski, que veía el mundo en blanco y negro, era enfrentarse a la Unión Soviética y destruirla, al igual que a cualquier gobierno o movimiento que considerara bajo influencia comunista o simpatizante de ésta.

Bajo la influencia de Brzezinski, Carter abandonó las Conversaciones sobre Limitación de Armas Estratégicas (Acuerdo SALT II) con la Unión Soviética, que pretendía frenar el despliegue de armas nucleares. Aumentó el gasto militar. Envió ayuda militar al gobierno indonesio del Nuevo Orden durante la invasión y ocupación indonesia de Timor Oriental, que muchos han calificado de genocidio. Apoyó, junto con el Estado sudafricano del apartheid, al sanguinario grupo contrarrevolucionario Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), dirigido por Jonas Savimbi. Proporcionó ayuda al brutal dictador zaireño Mobutu Sese Seko. Apoyó a los Jemeres Rojos.

Dio instrucciones a la CIA para apoyar a los grupos y partidos políticos opositores que intentaban derribar al gobierno sandinista de Nicaragua cuando tomó el poder en 1979, lo que posteriormente, con la Administración Reagan, dio lugar a la formación de los Contras y a una insurrección sangrienta e insensata respaldada por EE.UU. Proporcionó ayuda militar a la dictadura de El Salvador, ignorando el llamamiento del arzobispo Oscar Romero –asesinado posteriormente– a interrumpir los envíos de armas.

Envenenó las relaciones de EE.UU. con Irán al dar respaldo al régimen represivo del Shah Mohammad Reza Palaví hasta el último minuto y permitir luego, una vez depuesto, que buscara tratamiento médico en Nueva York, lo que desencadenó la ocupación de la embajada estadounidense en Teherán y la “crisis de los rehenes”, que se prolongó durante 444 días. La beligerancia de Carter –que congeló los activos iraníes, dejó de importar su petróleo y expulsó a 183 diplomáticos iraníes de Estados Unidos– contribuyó a la demonización de Estados Unidos por parte del ayatolá Jomeini y a sus llamamientos a un gobierno islámico. Destruyó la credibilidad de la oposición iraní laica.

Carter concedió al presidente filipino Ferdinand Marcos miles de millones en asistencia militar, a pesar de que gobernaba bajo la ley marcial. Armó a los muyahidines en Afganistán tras la intervención soviética en 1979, una decisión que costó a Estados Unidos 3.000 millones de dólares, supuso la muerte de un millón y medio de afganos y dio lugar al nacimiento de los talibanes y de Al Qaeda. Las consecuencias de esta política exterior de Carter han sido catastróficas.

Asimismo, apoyó al ejército surcoreano en 1980 cuando sitió la ciudad de Gwangju, donde los manifestantes habían formado una milicia, lo que provocó la masacre de unas 2.000 personas.

Por último, traicionó a los palestinos cuando en 1979 negoció un tratado de paz entre el presidente egipcio Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menájem Begín, conocido como los Acuerdos de Camp David. Dicho acuerdo excluía de las conversaciones a la Organización para la Liberación de Palestina. A pesar de lo prometido a Carter, Israel nunca intentó resolver la cuestión palestina con la participación de Jordania y Egipto. No permitió el autogobierno palestino en Cisjordania y Gaza en un plazo de cinco años. No puso fin a los asentamientos israelíes, una negativa que llevó a Carter a afirmar más tarde que Begín le había mentido. Pero como el acuerdo no incluía ningún mecanismo para su aplicación, y como Carter no estaba dispuesto a desafiar al lobby israelí para imponer sanciones a Israel, los palestinos se encontraron, una vez más, impotentes y abandonados.

En su haber, Carter tiene haber nombrado a la activista por los derechos civiles Patricia Derian como Subsecretaria de Estado para Derechos Humanos y Asuntos Humanitarios, lo que condujo al bloqueo de préstamos y a la reducción de la ayuda a la junta militar en Argentina durante la Guerra Sucia, restricciones que la administración Reagan eliminó. El compromiso de Derian con los derechos humanos era auténtico. Apoyó al líder filipino Benigno S. Aquino Jr. y al disidente y ex presidente surcoreano Kim Dae-jung. Carter le permitió enfadar a algunos de nuestros aliados más represivos. Pero su política de derechos humanos estaba destinada principalmente a respaldar a los disidentes democráticos y a los movimientos obreros de Europa Central y Oriental, especialmente Polonia, en un esfuerzo por debilitar a la Unión Soviética.

Carter tenía una decencia de la que carecen la mayoría de los políticos, pero da la impresión de que las cruzadas morales que emprendió una vez fuera de la presidencia fueran una forma de penitencia. Su historial como presidente es sangriento y funesto, aunque no tan sangriento y funesto como el de los presidentes que le sucedieron. Eso es lo mejor que podemos decir de él.

Fuente: 



Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

miércoles, 22 de enero de 2025

_- Donald Trump: entre mayoría electoral y minoría social

_- El presidente de los Estados Unidos es elegido por alrededor del 30% de los ciudadanos, dado el considerable volumen de la abstención

— Trump inaugura su presidencia indultando a los asaltantes del Capitolio y con medidas contra la migración y el colectivo LGTBI

En prácticamente todos los estados democráticamente constituidos la mayoría electoral es casi siempre simultáneamente minoría social. Siempre son más los miembros del cuerpo electoral que no han votado al partido que forma gobierno que los que lo han votado.

En la historia electoral de la democracia española únicamente en 1982 la mayoría electoral se aproximó a la condición de mayoría social. El PSOE liderado por Felipe González obtuvo el 48% de los votos válidamente emitidos. En ninguna de las elecciones posteriores ha llegado algún partido a aproximarse al resultado del 82.

Si a los votos válidamente emitidos le añadimos los votos de la abstención, la distancia entre la mayoría electoral y la mayoría social aumenta de manera notable.

Lo que ocurre en España no es una excepción. En el Reino Unido el partido laborista con un 33% del voto válidamente emitido tiene una enorme mayoría parlamentaria absoluta. En Francia desde 1965 no ha habido ningún candidato que haya conseguido la presidencia en la primera vuelta. Y lo mismo ocurre con la mayor parte de los candidatos a la Asamblea Nacional. Y en los países con un sistema electora proporcional son rarísimos los Gobierno de un solo partido, sino que los gobiernos de coalición son la norma.

En Estados Unidos parece ser distinto, pero no lo es. El presidente de los Estados Unidos es elegido por alrededor del 30% de los ciudadanos, dado el considerable volumen de la abstención.

La distancia entre la mayoría electoral y la mayoría social es la razón principal que explica la supervivencia de una democracia auténtica. Dado el enorme poder que concentra el Estado, una coincidencia entre mayoría electoral y social tendería de manera inevitable hacia un autoritarismo no democrático. Las democracias sobreviven porque siempre son más los que está fuera que los que están dentro de la mayoría de Gobierno.

De ahí que los resultados electorales tengan que ser analizados detenidamente, para saber qué es lo que ha querido el cuerpo electoral, qué tipo de mandato es el que ha recibido el presidente del Gobierno o de los Estados Unidos.

Todo lo que acabo de decir viene a cuento de las recientes elecciones estadounidenses en las que Donald Trump ha sido elegido por segunda vez presidente. Ezra Klein lo expresó muy certeramente en su artículo del 19 de enero en The New York Times: “Trump apenas ganó las elecciones, pero no se ha percibido de esta manera”. La ventaja de Donald Trump de 1,5 puntos sobre Kamala Harris es inferior a la de Biden en 2020 (4,5 puntos), a la de Clinton en 2016 (2,1) a las dos de Obama 2008 y 2012 (7,2 y 3,9) y a las de Bush Jr. en 2004. Habría que remontarse al año 2000 para que un candidato fuera proclamado presidente con el porcentaje de votos de Donald Trump en este 2024. Sin embargo, la sensación es la de que ha conseguido una victoria aplastante.

No cabe duda que las sensaciones tienen una gran importancia en la política, especialmente si se consigue que sean muy ampliamente compartidas, como está ocurriendo hasta este momento con la victoria de Donald Trump.

Pero los hechos son testarudos y dicen lo que dicen. Es no solamente posible, sino bastante probable que las sensaciones prevalezcan sobre la evidencia empírica en la fase inicial de este segundo mandato de Donald Trump. Pero la fase inicial es eso: una fase inicial. A medida que pase el tiempo, las sensaciones se difuminan y la evidencia empírica va recobrando protagonismo.

Está claro que Donald Trump ha explotado al máximo las sensaciones de su victoria arrolladora en el discurso inaugural de su mandato, que fue un alegato acerca de la unificación del pueblo americano en torno a su figura durante el proceso electoral, lo que, según él, le permitirá pasar a la historia como un presidente “de paz y unificador”.

Donald Trump cree que no ha ganado unas elecciones sin más, sino que ha ganado las elecciones más importantes en la historia de los Estados Unidos. Y que lo ha hecho de manera apabullante. De ahí que considere que ha recibido “un mandato” para reconfigurar política, social y económicamente a la sociedad americana y para redefinir las relaciones con los demás países, hayan sido hasta ahora aliados o enemigos.

Los primeros pasos que dio el mismo día 20 de enero van en esa dirección. En esto se ve la diferencia entre el Donald Trump que llegó a la presidencia en 2016 el que lo acaba de hacer en 2024. Hay ideas, hay equipos y hay proyectos donde antes no los había. Pero también hay bastante prisa. Entre otras cosas porque sabe que hay elecciones en 2026 y que tiene que intentar que estas sensaciones que se han impuesto en este momento inicial a los datos electorales, se mantengan hasta esa fecha. Si es así, podrá extender esta política inicial hasta el final del mandato. Si no lo consigue, Donald Trump puede acabar siendo el “pato más cojo” o uno de los dos o tres más cojos de la historia constitucional de los Estados Unidos.

Trump inaugura su presidencia indultando a los asaltantes del Capitolio y con medidas contra la migración y el colectivo LGTBI La interpretación de los resultados electorales como un “mandato” de enorme alcance me parece un error de cálculo, que le va a empezar a pasar factura desde muy pronto. Donald Trump no ha recibido un mandato como el que recibió Franklin Delano Roosevelt o Ronald Reagan. Cuanto más tiempo tarde en entenderlo, más veces tropezará con riesgo de caída, que, como sin duda alguna le habrán dicho sus médicos, es el peor peligro para las personas de su edad. En todas las esferas de la vida.

martes, 21 de enero de 2025

El fascismo tan cuqui y tan moderno.

La ‘influencer’ alemana Naomi Seibt, identificada en plataformas de nacionalismo xenófobo como una joven promesa, mantiene activa la red fascista global en su país.

¿Quiere activar el piloto automático? Es un servicio nocturno de Uber y el vehículo es un Tesla. Sí, quiere. La calle está colapsada, se ve la enorme pantalla táctil que se divide en tres, el volante gira hacia la izquierda sin que nadie dé una sola orden. Ciencia ficción. Luego esta influencer alemana, popular desde hace unos cinco años, se filma describiendo la experiencia. “Surrealista en el mejor sentido” y “profundamente futurista”. Tan moderno y tan maquinal. Al final, añade un fragmento de 10 segundos de la escena grabada desde la parte de atrás del coche. Lo colgará en sus redes hablando de la revolución en el modelo de negocio del transporte. Etiqueta a Elon Musk. Y el hombre más rico del mundo (243.700 millones de dólares, según Forbes) reacciona con un escueto “Yup”. Ella le responde con una confesión: “Me alegro de que nunca te rindieras. Me inspiraste a perseverar incluso en tiempos difíciles en vez de tomar el camino seguro”. El tuit es del pasado 24 de septiembre, pero en el tono de Naomi Seibt (Münster, Alemania, 2000) se escucha la retórica del poema Manchmal Schweige Ich (”A veces estoy en silencio”) con el que se dio a conocer en 2019.

Fue entonces cuando Alternativa para Alemania (AfD) organizó el congreso Las chicas valientes hacen la política (de las mujeres) del futuro. La llamada iba a la contra del consenso moral que parecía ortodoxo: “No todas las mujeres jóvenes se unen a Greta, ni quieren más información sobre el aborto, ni sueñan con Parlamentos paritarios ni están contentas con las regulaciones de cuotas y los baños para el llamado tercer género”. Se había organizado un premio de poesía. Los versos de Seibt eran angustia posadolescente, pero la causa de su malestar no era el aprendizaje de la decepción, sino el relato sobre la identidad y el modelo de comunidad impuesto por el Estado. “¡Edúcame, Gran Gobierno!”, proclamaba rebelándose porque su verdad debía callarla negándose a sí misma. “Si yo no salgo de la espiral del silencio / nadie lo hará”. Aunque el texto fue identificado como un paradigma de la radicalización en el extremismo de derechas, el vídeo de ella recitándolo se hizo viral. Seibt ya había sido identificada en plataformas de nacionalismo xenófobo como una joven promesa. El think tank libertario Heartland Institute, que niega el cambio climático y los efectos negativos del tabaco, la promocionó y los medios compraron el producto: era la Anti-Greta.

“¿Qué es más romántico / que el sol de mediados de diciembre en Texas / la primera cita con un arma?”. Versos cuquis de Seibt de hace un par de semanas. Se la ve recibiendo lecciones para usar un rifle, dispara bajo una carpa en el desierto. Repasar su timeline en X muestra su interacción creciente con Musk. A propósito del atropello en el mercado navideño de Magdeburgo, por ejemplo. El 19 de diciembre, la activista colgó otro vídeo en el que protesta porque el candidato moderado de la CDU había anunciado su rechazo a pactar con AfD y también que se negaría a aplicar las políticas de Javier Milei y Elon Musk si es nombrado canciller. El propietario de Tesla retuiteó el mensaje de Seibt con una profecía de resonancias trumpistas: “Solo AfD puede salvar Alemania”. La candidata del partido de extrema derecha no desaprovechó la oportunidad para dialogar con Musk a través de la red y colocar su mensaje: elogios a Trump, defensa de la remigración, la descripción de la ruina alemana por culpa de las políticas de Merkel y la descripción del proyecto comunitario como la Unión Europea Soviética. La red fascista global, sincronizado con el espíritu de nuestro tiempo, está activada en Alemania.


lunes, 20 de enero de 2025

Tiempo de mandarinas.

Negocios 05/05/24 Nadorcotts tangerine

Mientras te sientas joven pensarás que la muerte solo les sucede a los demás; en cambio, ser viejo consiste en creer en que solo tú vas a morir. 

 Si no hubiera calendarios nadie cumpliría años. Si no hubiera espejos solo se envejecería en el rostro destruido de los demás. El tiempo sería una fuerza invisible que te iba empujando por la espalda hacia el futuro y en lugar de años cumpliríamos amaneceres y puestas de sol. El oficio de vivir se desarrollaría en consonancia con el ciclo de las frutas de temporada; tiempo de mandarinas, tiempo de cerezas, tiempo de fresas, de melocotones, de uvas, de manzanas. La vida consistiría en atravesar la naturaleza con sus ríos, mares y montañas, con sus lluvias y vientos, nieves, tormentas, cielos azules, brisas placenteras, catástrofes, cataclismos y soles radiantes. Y al final el cuerpo caería del árbol como una fruta madura sobre un lecho de hojas amarillas. Ser joven consiste en hacerse preguntas; ser viejo consiste en creer que se tienen ya todas las respuestas. La edad no cuenta. Durante esa travesía, el joven se pregunta por qué está vivo, qué sentido tiene levantarse de la cama cada mañana, qué hay más allá de los sueños. El viejo sabe de qué se trata. Fuera de la cama está la historia con los triunfos, las derrotas, los honores y todas las infamias humanas. El futuro es todo lo que sucede mientras lo soñabas. El mundo no es más que esa bola de estiércol que arrastra el escarabajo guiándose por la Vía Láctea. Ya que el tiempo está en poder de los relojes y calendarios se sabe que va empezar el año 2025. Para un joven será un año más; para un viejo será un año menos, pero la vida es como el acordeón que puede tocar la misma bella melodía cuando el fuelle se expande y cuando se contrae. Mientras te sientas joven tendrás la sensación de que la muerte es algo que solo les sucede a los demás; en cambio, ser viejo consiste en creer en que solo tú vas a morir y que a partir de ese momento va a comenzar una gran fiesta en el planeta, de modo que después de una larga vida resulta que te vas a perder lo mejor, puesto que al cielo solo van a ir los tontos.

domingo, 19 de enero de 2025

El cuento de Virtudes Choique

En la cultura neoliberal que nos invade, hay un precepto inquebrantable: ganar a los otros, competir con los demás, ser el primero… Precepto que viene acompañado de otros dos no menos importantes. 

El segundo precepto es que lo que importa son los resultados, no el esfuerzo, no la satisfacción del trabajo bien hecho, no el cumplimiento del deber. 

El tercero es que para ganar a los otros vale todo. ¿Quieres dinero? Vale todo, ¿Quieres poder? Vale todo, ¿Quieres fama? Vale todo. ¿Quieres ganar a los otros? Vale todo.

La competición está en todos los lugares y afecta a todas las personas. Y a todas las instituciones. En todos los momentos y circunstancias. Somos víctimas de la rankingmanía. No se trata de divertirse jugando o viendo jugar al fútbol sino de ganar la competición. No se trata de participar en Eurovisión sino de conseguir el primer puesto en el concurso. No importa tener el mejor sistema educativo que se puede tener con los medios con los que se cuenta, hay que estar en los primeros puestos de la prueba PISA.

En estas fechas de Navidad tenemos un ejemplo singular. Las ciudades se llenan de luces y adornos. Y ahí tenemos a los alcaldes alardeando de que su árbol es el más alto y de que sus luces son más numerosas, más brillantes y más bonitas que las de todas las ciudades el mundo.

El problema de competir es que nunca se parte de las mismas condiciones. De esa forma, las comparaciones siempre son injustas. Y lo son aunque (o precisamente porque) los instrumentos de evaluación estén elegidos y aplicados rigurosamente.

Por eso lo que cuenta son los resultados. Cuando los alumnos van a sus casas con los informes de las evaluaciones, los padres no les preguntan si el conocimiento adquirido les ha hecho mejores personas, si han disfrutado aprendiendo, si han agradecido lo que les han enseñado, no. Le preguntan por los resultados. Lo que importa es aprobar, no aprender, no ser mejores.

Este triple precepto neoliberal se practica en la escuela. No basta sacar buenas notas, hay que sacar mejores notas que los demás. Y para obtener buenas notas basta empollar el día anterior al examen e, incluso, hacerse unas chuletas para garantizar el resultado. También en la familia: he visto competir a hermanos, espoleados por las observaciones de los padres: ¡mira qué notas saca tu hermano!

Conozco un hermoso cuento escrito por Joaquín Durán que fue publicado en el libro «Cuentos para curar el empacho», Editora Patria Grande, Buenos Aires. 1986.Dice así:

Había una vez una escuela en medio de las montañas. Los chicos llegaban hasta allí a caballo, en burro y a pie. Como suele suceder en esta clase de escuelitas, tenía una sola maestra, una solita, que hacía sonar la campana y también hacía la limpieza; encima era una maestra llena de inventos, cuentos y expediciones.

Se llamaba Virtudes Choique. Vivía en la escuela. Cantaba con la guitarra.

Los chicos no se perdían un solo día de clase. Porque la señorita Virtudes tenía tiempo para ellos, sabía hacer mimos, y de vez en cuando jugaba con ellos.

La cuestión es que un día Apolinario Sosa volvió al rancho y dijo a sus padres:

–¡Miren lo que me ha puesto la maestra en el cuaderno!

El padre y la madre miraron, y vieron unas letras coloradas. Como no sabían leer, pidieron al hijo que lo hiciera:

–Señores padres: les informo de que su hijo Apolinario es el mejor alumno.

Sus padres abrazaron al hijo, porque si la maestra había escrito aquello, ellos se sentían bendecidos por Dios.

Sin embargo, al día siguiente, Juanita González llevó a su casa algo parecido:

–Señores padres: les informo de que su hija Juanita es la mejor alumna.

Así los 56 alumnos de la escuela llevaron una nota que aseguraba: «Su hijo es el mejor alumno». Y así hubiera quedado todo, si el hijo del farmacéutico no hubiera llevado su felicitación. Porque, el farmacéutico don Pantaleón Pérez, apenas se enteró de que su hijo era el mejor alumno, escribió una carta a la profesora Virtudes:

–Mi estimadísima, distinguidísima y hermosísima maestra: El sábado que viene voy a dar un asado en honor de mi hijo. Usted es la primera invitada. Le pido que avise a los demás alumnos, para que vengan con sus padres. Muchas gracias. Pantaleón Pérez.

Ese día, cada chico se fue corriendo a su casa para avisar del convite.

Todo el mundo bajó hasta la casa del farmacéutico. Ya estaba el asador y varias fuentes con pastelitos. Mientras la señorita Virtudes cantaba, el mate iba de mano en mano, y la carne se iba dorando.

Don Pantaleón dio unas palmadas y pidió silencio. Hizo ejem, ejem, y dijo:

–Señoras, señores, vecinos, niños. Los he reunido para festejar una noticia que me llena de orgullo: Mi hijo acaba de ser nombrado por la maestra, doña Virtudes Choique, el mejor alumno. Por eso, los invito a levantar la copa y brindar por este hijo que ha honrado a su padre, a su apellido, y a su país.

Contra lo esperado, nadie levantó el vaso. Nadie aplaudió. Nadie dijo ni mu.

Padres y madres empezaron a mirarse unos a otros. El primero en protestar fue el papá de Apolinario:

–Yo no brindo nada. Acá el único mejor es mi chico, Apolinario.

Pero ya empezaban los gritos de los demás, porque cada cual desmentía al otro diciendo que el mejor alumno era su hijo, cuando pudo oírse la voz firme de la señorita Virtudes:

–¡Cuidado con lo que están por hacer… !

Todos miraban fiero a la maestra. Por fin, uno dijo:

–Maestra, usted ha dicho mentiras. Usted ha dicho a todos lo mismo.

Virtudes dijo:

–Yo no he mentido. He dicho una verdad que pocos ven, y por eso no creen. Voy a darles ejemplos:

Cuando digo que Melchor es el mejor, no miento. Melchorcito no sabrá las tablas de multiplicar, pero es el mejor arquero de la escuela.

Y cuando digo que Apolinario Sosa es mi mejor alumno, tampoco miento. Y Dios es testigo que aunque es desprolijo, es el más dispuesto para ayudar en lo que sea…

¿Debo seguir explicando? Soy la maestra y debo construir el mundo con estos chicos. ¿Con qué levantaré la patria? ¿Con lo mejor o con lo peor?

Todos habían ido bajando la mirada. Entendieron que cada defecto tiene una virtud que le hace contrapeso. Y que es cuestión de subrayar, estimular y premiar lo mejor.

Ese día, comieron más felices que nunca.

Hasta aquí el cuento de Virtudes Choique. La maestra argentina quiso animar, motivar y estimular a los padres y a las madres de ese grupo de alumnos y ellos se pusieron a hacer lo que más y mejor sabían hacer: competir, compararse, celebrar que tenían en su casa al mejor. Lo que realmente importaba no es que su hijo fuera bueno sino que fuera el mejor.

Lo viví en mi adolescencia. La filosofía que imperaba en el aula era la de la competitividad. La clase se dividía en dos grupos que competían todo el mes para ganar una tarde libre de jueves. Los alumnos competíamos de dos en dos y, necesariamente, uno ganaba y otro perdía. La estrategia era competir, el objetivo era ganar.

Cuando pienso en la historia de Virtudes Choique se me viene a la mente la leyenda africana que, en lugar de la competitividad, pone el énfasis en la cooperación. Dice así:

Un antropólogo propuso un juego a los niños de una tribu africana. Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que aquel que llegara primero ganaría todas las frutas.

Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron a disfrutar del premio. Cuando el antropólogo les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía ganar todas las frutas, un niño respondió:

– UBUNTU, ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?

El antropólogo quedó impresionado por la sabia respuesta del pequeño. UBUNTU, en la cultura zulú y xhosa, significa: «yo soy porque nosotros somos”. Es una filosofía de vida, que consiste en creer que cooperando se consigue la armonía ya que se logra la felicidad de todos.

Esta es la pretensión. Avanzar hacia una cultura en la que cueste ser felices cuando hay tantas personas desgraciadas. Una cultura en la que resulte más lógico y más hermoso comerse la canasta de fruta entre todos y no en la que uno se harta de fruta mientas los demás se mueren de hambre.


sábado, 18 de enero de 2025

_- Los colibríes prosperan con un estilo de vida extremo. He aquí cómo lo hacen.

_- Animación suspendida nocturna, una dieta (casi) exclusivamente a base de azúcar, la habilidad de volar hacia atrás y largas migraciones: todo ello demuestra que estas diminutas aves son poderosas

Un colibrí en su vuelo mágico. Está presente en varios países de América del Sur.

A todo el mundo le gusta observar a los colibríes, pequeños seres de colores brillantes que revolotean alrededor de las flores y defienden a capa y espada el dominio sobre un comedero.

Pero para los científicos que los estudian, colibríes son mucho más que un espectáculo entretenido. Su pequeño tamaño y su ardiente metabolismo hacen que vivan al filo de la navaja, a veces necesitando apagar su cuerpo casi por completo solo para conservar la energía suficiente para sobrevivir la noche —o para migrar miles de kilómetros, a veces a través del océano.

Su dieta rica en néctar provoca niveles de azúcar en sangre que pondrían a una persona en coma. Y su vuelo en zigzag a veces genera fuerzas g tan altas que harían perder el conocimiento a un piloto de combate. Cuanto más miran los investigadores, más sorpresas esconden sus diminutos cuerpos, los más pequeños del mundo aviar.

“Son el único pájaro del mundo que puede volar boca abajo y al revés” dice Holly Ernest, ecologista conservacionista de la Universidad de Wyoming. “Beben azúcar puro y no mueren de diabetes”.

Ernest es una de los pocos investigadores que estudian cómo los colibríes hacen frente a las exigencias extremas de su estilo de vida. Esto es lo que los científicos han aprendido sobre las singulares adaptaciones de los colibríes.

Poner manos a la obra
Durante años, la mayoría de los investigadores habían supuesto que los colibríes pasaban solo un 30% del día dedicados a la intensa actividad energética de revolotear de flor en flor y engullir néctar, mientras descansaban la mayor parte del tiempo restante. Pero cuando la ecóloga fisiológica Anusha Shankar se fijó con más detalle, descubrió que a menudo trabajan mucho más que eso.

Shankar, que ahora trabaja en el Instituto Tata de Investigación Fundamental de Hyderabad (India), intentó averiguar cómo pasan el día los colibríes de pico ancho del sur de Arizona. Utilizando una combinación de métodos experimentales, midió la tasa metabólica de las aves durante diversas actividades y calculó su gasto energético diario total. Añadiendo datos publicados anteriormente, Shankar pudo calcular el costo energético por minuto de posarse, volar y revolotear —básicamente, las tres opciones que tiene un ave para pasar el tiempo.

Luego dedujo cuánto tiempo debían pasar las aves alimentándose y cuánto posándose a lo largo del día.

“Acabamos descubriendo que es muy variable”, afirma Shankar. Al principio del verano, cuando abundan las flores, las aves pueden satisfacer sus necesidades energéticas diarias con unas pocas horas de alimentación y pasar hasta el 70% del día posadas. Pero cuando las flores empezaron a escasear, tras la llegada de las lluvias monzónicas estivales, las aves de un lugar solo se posaban el 20% del tiempo y dedicaban el resto del día a alimentarse.

“¡Eso son 13 horas al día!”, dice Shankar. “Es imposible que yo pueda pasarme 13 horas al día corriendo. No sé cómo lo hacen”.

Bajar la temperatura

Los colibríes tienen un truco que les ayuda a agotar sus reservas de energía: cuando un ave está en peligro de quedarse sin energía, puede volverse letárgica o tórpida por la noche, bajando su temperatura corporal casi hasta la del aire circundante —a veces solo unos pocos grados por encima del punto de congelación. Mientras está en torpor, el ave parece casi comatosa, incapaz de responder rápidamente a los estímulos y respirando solo de forma intermitente. Shankar ha calculado que esta estrategia puede ahorrar hasta un 95 % de los costos metabólicos por hora durante las noches frías. Eso puede ser esencial tras días en los que un ave se ha alimentado menos de lo habitual, como después de una tormenta. También ayuda a las aves a ahorrar energía para engordar antes de la migración.

Este es el secreto de los colibríes para encontrar comida y refugio

Shankar está estudiando ahora qué partes de su fisiología priorizan los colibríes durante el letargo, observando de qué productos genéticos no pueden prescindir. “Si eres un colibrí que funciona al 10% de su metabolismo normal, ¿qué es ese 10% que te mantiene vivo?”, se pregunta.

Un conjunto de genes que las aves parecen dejar intactos son los responsables de su reloj interno. “Es importante que hagan las cosas en el momento adecuado cuando están en letargo”, afirma Shankar. Por ejemplo, para estar preparadas para afrontar el día, las aves empiezan a despertar de su letargo una hora antes del amanecer, mucho antes de las señales luminosas visibles.

Lidiar con el azúcar

Para alimentar su altísimo metabolismo, los colibríes ingieren cada día alrededor del 80% de su peso corporal en néctar. Eso equivale a que una persona de 68 kilos beba casi 100 Coca-Colas de 600 mililitros al día —y el néctar suele ser mucho más dulce que un refresco.

El intestino humano es incapaz de absorber el azúcar con tanta rapidez, razón por la cual consumir demasiados refrescos o polvorones altera el estómago, explica Ken Welch, fisiólogo comparativo de la Universidad de Toronto, en Scarborough. Los colibríes hacen frente a la embestida con intestinos permeables, de modo que los azúcares pueden entrar en el torrente sanguíneo entre las células intestinales en lugar de solo a través de ellas. De este modo, el azúcar sale del intestino rápidamente, antes de que pueda causar trastornos. Este transporte rápido, y probablemente otras adaptaciones, permite a los colibríes alcanzar niveles de azúcar en sangre hasta seis veces superiores a los de las personas, afirma Welch.

Tanta azúcar en la sangre provoca graves problemas fisiológicos en las personas. Provoca que más moléculas de azúcar se adhieran a las proteínas corporales, un proceso conocido como glicación; a largo plazo, el exceso de glicación causa muchas de las complicaciones de la diabetes, como daños en los nervios. Según Welch, aún no está claro cómo evitan los colibríes los problemas de la glicación, pero empiezan a surgir pistas. Un estudio, por ejemplo, descubrió que las proteínas de las aves contienen menos aminoácidos propensos a la glicación que las proteínas de los mamíferos, y los que quedan suelen estar escondidos en el interior de la proteína, donde están menos expuestos a los azúcares circulantes.

Otras estrategias aún desconocidas para hacer frente a los niveles elevados de azúcar en sangre podrían algún día reportar beneficios prácticos para el control de la diabetes en las personas. “Podría haber una mina de oro en el genoma del colibrí”, afirma Welch.

Cambio metabólico

Al final de su ayuno nocturno, un colibrí casi ha agotado sus reservas de azúcar —lo que plantea un desafío metabólico opuesto. “¿Cómo se despierta y vuela?”, pregunta Welch. “No hay nada más que grasa disponible para quemar”.

Según él ha descubierto, los colibríes han evolucionado para cambiar su metabolismo de la quema de azúcar a la quema de grasa. “Esto requiere un enorme cambio en las vías bioquímicas implicadas”, afirma Welch, y ocurre en cuestión de minutos, mucho más rápido de lo que pueden hacerlo otros organismos. “Si pudiéramos tener ese tipo de control sobre nuestro uso del combustible, nos encantaría”.

Ahorrar agua, ¿o no hacerlo?

El azúcar no es el único reto que plantea una dieta rica en néctar. Al fin y al cabo, el néctar es sobre todo agua —y las aves que beben tanto líquido deben deshacerse de la mayor parte, sin perder electrolitos. Por ello, los riñones de los colibríes están muy adaptados para recapturar los electrolitos antes de excretarlos. “Orinan casi agua destilada”, afirma Carlos Martínez del Río, ecofisiólogo ya jubilado de la Universidad de Wyoming.

Pero eso conlleva otro problema: si un colibrí siguiera produciendo orina diluida durante la noche, moriría de deshidratación antes de la mañana. Para evitarlo, los colibríes apagan sus riñones cada noche. “Entran en lo que, en un humano, se consideraría insuficiencia renal aguda” dice Martínez del Río. “Los colibríes tienen que hacer esto, o morirían meados”.

Volar alto (gradualmente)

Las exigencias metabólicas de un colibrí son suficientemente duras a nivel del mar. Pero muchas especies viven a gran altitud, donde el aire contiene menos oxígeno y ofrece menos resistencia al planear. Por ejemplo, el colibrí gigante, el más grande del mundo, puede vivir en la cordillera de los Andes a más de 4.000 metros de altura, más de lo que pueden volar muchos helicópteros. Para hacer frente a estas condiciones, las aves han desarrollado una sangre más rica en hemoglobina, dice Jessie Williamson, ornitóloga de la Universidad de Cornell.

Pero algunas aves se enfrentan a un reto aún mayor, como descubrió Williamson. Los colibríes gigantes son lo bastante grandes como para que los investigadores puedan colocarles etiquetas de seguimiento satelital, así como geolocalizadores más pequeños. Así que Williamson y sus colegas decidieron colocarles rastreadores. Tras miles de horas intentando capturarlos con redes, los investigadores consiguieron colocar rastreadores a 57 aves con arneses hechos a medida con cuerda elástica de joyería.

Este colibrí gigante se adapta gradualmente a la altitud, el ave ascendió en una serie de subidas cortas seguidas de pausas para adaptarse a las condiciones a mayor altitud.

El colibrí gigante ascendió en una serie de subidas cortas seguidas de pausas para adaptarse a las condiciones a mayor altitud. J.L. WILLIAMSON ET AL / PNAS 2024

Aunque solo recuperaron datos de seguimiento de ocho aves, incluso esa pequeña muestra deparó una gran sorpresa: algunas de las aves vivían en las alturas de los Andes durante todo el año, mientras que otras —que resultaron ser una especie distinta, hasta ahora no conocida— migraban anualmente a los Andes desde las zonas de cría a lo largo de la costa de Chile. Esto significa que no solo se enfrentan a los retos obvios de una larga migración —un viaje de ida y vuelta de unos 8.000 kilómetros—, sino también a la necesidad de adaptarse a un aire menos denso durante el trayecto.

¿Su secreto? Hacerlo gradualmente. “Se parece mucho a cómo los alpinistas humanos logran llegar a la cumbre del Everest, con ráfagas de escalada y pausas para aclimatarse”, dice Williamson. “El viaje dura meses”. A medida que la tecnología de seguimiento se hace más ligera y barata, investigadores como Williamson esperan poder seguir también a especies de colibríes más pequeñas. Ello, junto con otros avances en la tecnología de investigación, puede deparar muchas nuevas sorpresas sobre la biología de estos diminutos y asombrosos pájaros.

Artículo traducido por Debbie Ponchner. 

viernes, 17 de enero de 2025

_- El gobierno de los millonarios. Por vez primera, los dueños de inmensos monopolios, digitales o no, han llegado directamente al poder político para defender sus intereses

_- Uno. Hace muchos años, a mediados del siglo XIX, el multifacético pensador de Tréveris, un tal Karl Marx, llevado de su acendrado espíritu crítico, sostuvo que los gobiernos eran los consejos de administración de los intereses de la burguesía en su conjunto. Quizá cuando fue escrita esa frase respondía o reflejaba buena parte de la realidad, pero con el paso del tiempo y la evolución de las luchas sociales y políticas acabó perdiendo virtualidad. Sólo tenemos que pensar que a mediados del XIX no existía el sufragio universal —las mujeres tenían vetado el derecho al voto y para los hombres todavía funcionaba el voto censitario, esto es el de los pudientes—. Los partidos obreros no habían nacido y las formaciones conservadoras y/o liberales únicamente representaban a las clases propietarias, por lo que aquel dicho o reflexión pudo tener sentido. Luego, con la extensión del sufragio a partir de la II Guerra Mundial, y la aparición de los partidos de izquierda a finales del siglo XIX, la situación empezó a cambiar, y, con el tiempo, estos partidos alcanzaron los gobiernos y ya no se podía sostener que representasen los intereses de la burguesía.

Dos. A partir de entonces, los partidos políticos, aunque encarnasen diferentes intereses económicos en función de las clases y sectores en que está dividida la sociedad, no eran una simple nomenclatura mimética de esas clases o sectores, pues las personas no piensan y actúan sólo por apetencias económicas. Por el contrario, les motiva una mayor variedad de causas e impulsos: creencias religiosas y actitudes morales; concepciones ideológicas; sentimientos identitarios; estructuras culturales o costumbres ancestrales. De ahí que, como señala nuestra Constitución en su artículo 6, “los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política”. Tan fundamental que sin ellos no existe democracia ni nada que se le parezca. Por eso vengo insistiendo desde hace muchos años en que el ataque sistemático, venga o no a cuento, a los partidos, a los políticos, a la política no son más que acometidas contra la democracia. Desde luego, supone una actitud bien diferente la crítica concreta y razonada sobre decisiones políticas o comportamientos individuales a la genérica descalificación de partidos o políticos como si fuesen una “clase” o “casta” con intereses propios, versión que se ha ido extendiendo como la lepra con gran daño a la democracia.

Tres. Ahora bien, una vez superada la representación estamental, propia del Antiguo Régimen, de base material agraria, y constituidas las naciones a partir de la Revolución Francesa, los partidos políticos se fueron erigiendo en la representación esencial de las democracias como cuerpo intermedio entre la ciudadanía y el poder político. Al tiempo, se fueron creando nuevas instituciones, como las que conforman los diferentes poderes del Estado, los propios medios de comunicación y, al calor de la revolución industrial, las organizaciones sindicales y patronales. Todas ellas con la finalidad, entre otras, de evitar la excesiva concentración del poder en sus diferentes formas y de ir logrando un sano equilibrio en el funcionamiento del sistema. Un proceso que ha venido desarrollándose en las democracias, más o menos avanzadas, que hemos conocido hasta el presente. Unas democracias, por cierto, cuya base material o física, mueble o inmueble, han sido en esencia los objetos, las manufacturas propias de esa revolución industrial con su correspondiente “propiedad de los medios de producción”, adecuada al capitalismo. Sin embargo, lo anterior está empezando a cambiar de forma acelerada como consecuencia de los efectos de la revolución digital si, por ejemplo, somos conscientes de que dicha mutación —inteligencia artificial y otras— todavía está en su más tierna infancia. Y, sin embargo, ya está teniendo consecuencias notables en el funcionamiento de nuestra vida política, ya que su materia prima no son los objetos, sino nosotros mismos y la rapiña de nuestros datos.

Cuatro. Uno de estos efectos, que golpea en el corazón de la democracia, consiste en que fuerzas muy poderosas entienden, en virtud del control que tienen de esas tecnologías, que sus instituciones —partidos, sindicatos, elementos del propio Estado o medios de comunicación— son un estorbo, lo que vengo calificando de jibarización de la democracia. Un ejemplo de lo que expongo está sucediendo en EE UU, a partir del triunfo de Trump/Musk. Una primera manifestación ha consistido en el hecho de que, por vez primera de una manera tan obscena, grandes propietarios o gestores de inmensos monopolios, digitales o no, han accedido directamente al poder político y desde él han expresado, nítidamente, sus intereses particulares. Si uno observa los nombramientos de Trump podrá certificar que no pocos de ellos han recaído en millonarios que pertenecen a los mismos sectores económicos de los que se tienen que hacer cargo políticamente, empezando por Musk. En efecto, las líneas maestras que se desprenden de las intenciones de estos poderosos millonarios se podrían resumir en los siguientes epígrafes: de entrada, estamos ante una Administración de Trump/Musk y no del Partido Republicano, que ha quedado abducido por el magnate y sus amiguetes y familiares, sin necesidad de partidos ni de Consejos de Ministros, pues ellos son la fusión, ósmosis o acoplamiento de la economía y la política. Una deriva harto peligrosa cuyo antecedente europeo, a mucho menor escala, fue la Italia de Berlusconi y ya vemos cómo ha terminado. Luego, en la misma línea, ese eslogan que lanzó Musk, o míster X, el día que ganaron las elecciones, dirigiéndose al público: “Ahora vosotros sois los medios de comunicación”; es decir, yo soy la opinión, pues sobran todos los medios tradicionales —periódicos, radios o televisiones—, porque las redes sociales y algoritmos que yo y mis compinches controlamos somos el pueblo y nos sobra todo lo demás. Si cunde el ejemplo, vamos a pasar de la propiedad privada de los medios de producción a la propiedad privada de las conciencias y opiniones, a través de X, Google o TikTok. De ahí que también se pretenda reducir el Estado a su mínima expresión, labor a la que se dedicarán en el futuro Musk y otro millonario cuando declaran que sobran millones de funcionarios y todas las agencias estatales que se dedican a las pocas labores sociales que hay en EE UU. Si estuviesen en Europa se pondrían las botas. En el fondo, un alarde de anarco-liberalismo-nihilismo, que permita de paso una bajada radical de impuestos que acabe con lo que quede de Estado de bienestar, artefacto que, a juicio de sus más eximios teóricos como Milei y compañía es un robo. Para terminar la faena una pasada por el negacionismo medioambiental, pues no hay que preocuparse si nuestro planeta se va al carajo, ya que según la tesis creacionista de Mayor Oreja y otros algún Creador benefactor nos lo repondrá o incluso nos proporcionara uno nuevo. La conclusión final de todo ello no es otra que, si estas teorías y políticas triunfasen, supondría la evaporación de la democracia social que conocemos y, desde luego, no convendría tentar la suerte y creerse esos estrambotes del creacionismo, no vaya a ser que sean un camelo y sólo se salven los que puedan irse a Marte con Musk y sus conmilitones.