sábado, 10 de mayo de 2025

Faustino Cordón, un genio olvidado de la ciencia: “Fui un bolchevique tuerto, manco y con pistola”

Faustino Cordón


Una biografía recupera la asombrosa vida del farmacéutico, que fue artista en París, jefe de armamento en la Guerra Civil, exiliado interior y uno de los mejores pensadores darwinistas de España.

Madrid, julio de 1936. Un joven llamado Faustino Cordón, recién llegado a la ciudad, asiste a una de las primeras reuniones organizativas del Quinto Regimiento. Vittorio Vidali, militante comunista apodado comandante Carlos, pregunta a la concurrencia:

-¿Quién de vosotros es experto en explosivos o químico?

Nadie responde, así que Cordón se lanza:

-No soy químico, pero sí farmacéutico.

Hay una oleada de carcajadas, pero Vidali insiste:

-¿Sabes envenenar aguas, hacer bombas, obuses, fabricar gases?

Cordón replica: “¿Aquí sabe alguien?" Y, como la respuesta fue negativa, continuó: “Pues yo sé hacer trinitrotolueno”. Y así fue nombrado jefe de armamento del incipiente Quinto Regimiento. Tenía veintisiete años.

La escena se relata en el reciente libro Faustino Cordón, el biólogo insumiso (Garaje), en el que una de sus hijas, Elena, y la periodista Elvira de Miguel recopilan el ingente material escrito y sonoro dejado por uno de los científicos más atípicos y desconocidos de la historia de España. Tuerto y casi manco por accidentes de guerra, Cordón quiso ser artista, se volcó en el dibujo, vivió en París como un bohemio y conoció a Picasso. Un buen día decidió irse a Madrid para estudiar Farmacia y servir a la causa comunista, que acababa de abrazar. Salvado casi milagrosamente de ser fusilado, sobrevivió haciendo ciencia como un exiliado interior durante la dictadura franquista, se aprendió de memoria la teoría de la evolución de Darwin y se lanzó a edificar su propio edificio teórico para explicar el origen de la vida en todos sus estratos, lo que compuso una obra monumental de filosofía evolutiva única en su especie en la España de aquella época.

Cordón, hijo de una familia liberal extremeña donde tenían una gran finca que su padre regaló a los campesinos en el 36, renegó pronto del comunismo estalinista, pero encabezó la primera visita científica española a la URSS tras la muerte de Franco. En la Transición, fue un referente de ideas muy claras sobre quiénes somos y de dónde venimos, que expuso en su libro de divulgación más famoso, Cocinar hizo al hombre, y en sus artículos periodísticos, muchos de ellos en EL PAÍS, donde dijo cosas como que los humanos de hoy somos iguales a los que pintaron los bisontes de Altamira hace miles de años, porque nos unen la tecnología y el lenguaje.

Poco después de aceptar su puesto de jefe de armamento, un antiguo compañero del colegio El Pilar le pidió a Faustino que salvase su casa —un chalé en pleno barrio de Salamanca— del “furor popular”. El farmacéutico le dijo que no se preocupase: la tomaría él mismo para instalar el laboratorio de fabricación de explosivos. Allí trabajó con sus colaboradores sin descanso, castigados por horribles dolores de cabeza producidos por la dinamita, que es un vasodilatador. Un día hubo un sabotaje y todo el arsenal saltó por los aires. La terrible explosión se llevó por delante a un hermano de Cordón y a dos de sus más estrechos colaboradores, León Meabe y Leo Fleischman, e hirió a dos de sus hermanas. Una esquirla de metralla atravesó el ojo de Cordón y se detuvo a pocos milímetros de su cerebro, dejándole tuerto de por vida, pero salvando milagrosamente su vida.
Faustino Cordón, en los laboratorios Zeltia de Porriño (Galicia), en 1944.
 

En los últimos días de la Guerra Civil, en el puerto de Alicante, Cordón tira al agua una maleta de cartón repleta de documentos sobre el Quinto Regimiento que iban dirigidos a Antonio Machado, quien debía escribir una loa sobre el cuerpo. El proyecto nunca pudo ser, pues Machado murió en febrero de 1939. A cambio, Cordón salvó la vida por segunda vez, pues los soldados nacionales nunca supieron que era el cerebro armamentístico de los militares comunistas. A pesar de ello, estuvo más de un año en campos de concentración y cárceles, donde a pesar del hambre se empeñó en seguir estudiando lo que fuese, empezando por una gramática inglesa que había encontrado tirada en el puerto de Alicante, del que ya no salían barcos y donde presenció tres suicidios el mismo día. Un año después, en septiembre de 1940, gracias a que su familia sobornó al juez, Cordón salió libre e inició su atípica carrera científica.

El farmacéutico consiguió un trabajo en los laboratorios Zeltia, en Porriño, Galicia. Al llegar se da cuenta de que esta empresa está llena de científicos republicanos represaliados que sobreviven en el exilio interior y constituyen una útil mano de obra barata a las órdenes del catedrático Fernando Calvet. Zeltia se especializa en la producción de compuestos sacados de las glándulas de animales. En plena posguerra, el primer trabajo científico de Cordón consiste en entender por qué las partidas de insulina llegadas de Suiza se echan a perder a los pocos días. Tiempo después, consiguió aislar la molécula responsable, que llamó insulinasa. Gracias a su trabajo y el de sus compañeros, Zeltia patenta varias especialidades farmacéuticas como la efedrina, la digitalina, los extractos hepáticos, la foliculina, el purpuripán, y varias vitaminas. La empresa fue luego absorbida por su filial, la actual PharmaMar.
Faustino Cordón el día de su boda con María Vergara, en 1948.
 

Faustino Cordón el día de su boda con María Vergara, en 1948. Archivo familiar

En esos años, Cordón sufre un revés que determinará su carrera como científico al margen del sistema académico. A pesar de haber conseguido una prestigiosa beca Fulbright para irse a formar a Estados Unidos, sin saber por qué se le niega la posibilidad de viajar. Cordón protesta y llega hasta el despacho de José María Albareda, farmacéutico vinculado al Opus Dei, y secretario general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), fundado por Franco en 1939 para “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias”. “Se trataba de una suerte de fraile vestido de paisano que era quien decidía las purgas. Me recibió glacial en su despacho tras una mesa monacal, con un cristo encima de una calavera. Escuchó con atención mis razones, sin decir una palabra, pero todo resultó inútil; fui el único al que no le dieron el pasaporte”, explicó Cordón a su hija Inés en 1994.

El científico pasó a trabajar en Madrid en el Instituto de Biología y Sueroterapia, una de las principales fábricas de vacunas y moléculas biológicas médicas de la época. Aparte de seguir trabajando como científico experimental, Cordón emplea en las instalaciones a presos políticos una vez cumplida su condena.

“Era una persona alegre, cargada de energía física que volcaba en su trabajo, y con una pasmosa confianza en su teoría biológica, curiosamente unida a mucha humildad”, resume su hija Elena. La palabra que mejor describe su actividad científica es “frenética”, según la periodista Elvira de Miguel.
Burro y Campesino, dibujo de Faustino Cordón de 1955.

Burro y Campesino, dibujo de Faustino Cordón de 1955. Colección familiar

Cordón tradujo en aquellos años importantes obras científicas del alemán al español, pero su gran objetivo fue elaborar su propio tratado sobre el origen de la vida. Según su biografía, en los años 50 Cordón descubrió la capacidad de determinadas proteínas de multiplicarse por sí mismas, lo que le llevaría a considerarlas las unidades fundamentales básicas de la vida, bautizándolas basibiones. La idea, aún hoy heterodoxa, fue ignorada hasta que en 1995 el neurólogo Stanley Prusiner descubrió los priones, proteínas capaces de multiplicarse y evolucionar por sí solas, y que causan enfermedades cerebrales como el mal de las vacas locas, un hallazgo que le valió el Nobel Medicina dos años después.

A pesar de su aislamiento, Cordón recibió apoyos inesperados, como el de Juan Huarte Beaumont, dueño de una importante constructora que acabó siendo la H de OHL, quien le contrató para que se dedicase a redactar su gran obra: Tratado evolucionista de biología. En los años 60 se acaba esta colaboración, pero a Cordón acude entonces Ernestina González, bibliotecaria burgalesa y pareja de Leo Fleischman, considerado el primer voluntario estadounidense caído en la Guerra Civil, que venía de una familia adinerada de Nueva York y murió precisamente en la explosión de la fábrica de bombas que dirigía Cordón durante la Guerra.
Faustino Cordón en una imagen de archivo de 1941.

Faustino Cordón en una imagen de archivo de 1941. Picasa

“Con Faustino siempre parecía que estabas hablando con alguien de tu edad, aunque nos llevábamos 60 años”, recuerda el neuropatólogo Alberto Rábano, de la fundación CIEN, quien fue discípulo de Cordón en la década de los años 80. “Estaba muy al margen de la ciencia oficial, y bastante despreciado por la universidad franquista y posfranquista”, recuerda.

Rábano recopiló la bibliografía para el segundo tomo de la obra evolucionista de Cordón, relacionada con los animales. “Tenía su vida medida y mucha prisa por acabar su obra. Nosotros, que éramos jóvenes, le proponíamos hacer experimentos, pero él, aunque había sido un gran científico experimental, ya no quería salir del plano teórico”, recuerda.

Cordón logró acabar la segunda parte de su obra, que presentó en 1990 en el edificio de la Antigua Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol de Madrid, donde había estado alguna vez detenido, y que albergaba ya el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Murió en diciembre de 1999 a punto de cumplir los 91 sin terminar la tercera parte, dedicada a los humanos. “No hay ningún otro autor a la altura de Cordón en este campo en España. Merece la pena recuperarlo”, opina Rábano, quien también recuerda a su maestro por su sentido del humor. Uno de sus golpes favoritos era decir: “Ahora me ves muy civilizado, pero yo fui un bolchevique tuerto, manco y con pistola”.
Faustino Cordón junto al periodista de 'EL PAÍS' Vicente Verdú, en 1978.
Faustino Cordón junto al periodista de 'EL PAÍS' Vicente Verdú, en 1978. Colección familiar

El biólogo Arcadi Navarro, investigador ICREA y director de la Fundación Pasqual Maragall, leyó la obra de Cordón cuando estaba estudiando la carrera, y nunca la olvidó. “Manejaba conceptos rompedores que no eran apreciados porque los lectores no estaban preparados”, explica. Una vez fallecido, todos los fondos de la fundación que había creado Cordón gracias a Ernestina González fueron a parar a la Fundación Pasqual Maragall, quien había sido amigo de Cordón y su mujer, María Vergara. “Son tres generaciones de ciudadanos concienciados —Fleischman, Cordón, Maragall— que donaron todo al proyecto colectivo de la ciencia”, destaca Navarro.

El archivo personal de Cordón, con cientos de cartas, fotografías y miles de sus notas, se conserva en la Biblioteca Nacional desde 2018. Buena parte de su obra científica, periodística y autobiográfica puede consultarse gratis en la web faustinocordon.org creada por sus hijas.

viernes, 9 de mayo de 2025

Trump, guerras, ultras: el fin de II Guerra Mundial en Europa adquiere otro significado 80 años después

Aniversario del fin de la II Guerra Mundial
Los conflictos actuales atraviesan el aniversario de la capitulación de Alemania, que lo conmemora en pleno debate sobre los límites de su modelo de memoria histórica

Del búnker donde el 30 de abril de 1945 Adolf Hitler se suicidó, no queda nada. Un aparcamiento, edificios feos germanorientales de los años ochenta, un restaurante asiático, una tetería, un panel informativo donde se detienen grupos de turistas. El búnker, como Hitler, está y no está. Físicamente, enterrado entre ruinas, inaccesible; simbólicamente, una presencia constante, obsesiva. “Nunca hubo tanto Hitler”, escribía hace unos años el historiador Norbert Frei, en alusión a la presencia mediática del hombre que llevó su país y Europa a la destrucción y al Holocausto de los judíos. Ocho días después de la muerte de Hitler, la Alemania nazi capitulaba incondicionalmente ante los aliados soviéticos y occidentales. Era el fin de la II Guerra Mundial en Europa. Para la URSS de Stalin, el triunfo en la “Gran Guerra Patriótica”. Para EE UU, realmente la última victoria bélica (después vendrían Corea y Vietnam, y más adelante, Irak y Afganistán), la de la heroica greatest generation, la generación de los mejores. Para Alemania fue la derrota, el hundimiento, la hora cero que acabaría percibiéndose no solo como una derrota, sino una liberación.

Ochenta años después, quedan cada vez menos testimonios y supervivientes. La memoria viva deja paso a los memoriales, los libros, los museos, las conmemoraciones: la historia. Y la (geo)política.

La Europa que este jueves conmemora el 80º aniversario —fue el 8 de mayo de 1945— es una Europa fracturada por nuevas guerras. Una Europa que teme a Rusia que, a su vez, ha esgrimido una imaginaria amenaza “nazi” para invadir Ucrania. En Alemania, al mismo tiempo, algunos son reacios a armar a Ucrania debido a la mala conciencia por la devastación que la Alemania nazi dejó en la URSS (aunque Ucrania pertenecía a la URSS y fue uno de los escenarios de los crímenes nazis). Este es un mundo en el que las democracias están al borde del divorcio. El hombre a quien se conocía como “líder del mundo libre” es Donald Trump, un presidente estadounidense que amaga con abandonar a los europeos y acercarse al ruso Vladímir Putin. La fecha de 1945 siempre fue objeto de disputa, pero también de unidad; hoy adquiere significados inesperados.

“La perspectiva de los acontecimientos históricos cambia con el tiempo”, explica el historiador Frei, en su libro 1945 und wir (1945 y nosotros). “Hace 20 años”, recuerda, “las potencias vencedoras en la II Guerra Mundial celebraron este día junto a los alemanes. Hoy esto sería impensable, por las razones políticas conocidas”. Alemania ha negado la invitación de los embajadores de Rusia y Bielorrusia a la ceremonia en el Bundestag, y al desfile del 9 de mayo en Moscú —la fecha en que Rusia celebra la capitulación— prevén asistir los líderes europeos prorrusos de Eslovaquia y Serbia, Robert Fico y Aleksandar Vucic. “Desde hace tiempo, el recuerdo de los horrores de la historia forma parte de los conflictos del presente, cargados de historia”, observa el Süddeutsche Zeitung.

Alemania se ha visto desde fuera a menudo como un modelo a la ahora afrontar el pasado criminal, pero es un modelo que suscita dudas y debates intensos. Este no es el mismo país de hace justo 40 años, cuando el presidente federal, Richard von Weizsäcker, proclamó: “El 8 de mayo fue un día de liberación”. Este es hoy el país que cinco años después, en 1990, integró a la Alemania Oriental, que se definía como “estado antifascista”: otra cultura de la memoria. Un país diverso, con hijos de la inmigración que no pueden rendir cuentas por lo que hicieron o dejaron de hacer los abuelos alemanes de sus compatriotas.

Susan Neiman, filósofa estadounidense y judía afincada en Berlín, comenta: “Los alemanes están petrificados en su propia culpa”. Y añade: “Están a la merced del Gobierno de Israel”. Neiman formulaba este diagnóstico en abril, después de que su colega israelí Omri Boehm suspendiese, por presiones de la embajada de Israel, un discurso en la ceremonia oficial en el campo de concentración de Buchenwald. Ambos critican que las autoridades alemanas —lógicamente atentas a las señales de aumento del antisemitismo en Europa y obligadas por la responsabilidad histórica hacia Israel— apoyen, con las mínimas objeciones, las políticas de los Gobiernos israelíes. La guerra en Gaza ha exacerbado las discusiones sobre un principio de la política alemana: Israel como “razón de Estado”

El historiador y novelista Per Leo, autor del ensayo Tränen ohne Trauer (Lágrimas sin dolor), distingue, de un lado, entre el trabajo histórico y la obligación de recordar, que se ejemplifica en la labor de los memoriales y museos en campos de concentración y en el trabajo de los historiadores. Y, del otro, lo que se ha llamado la cultura del recuerdo, o de la memoria, que es otra cosa, “una narrativa nacional promovida por los poderes públicos”. “Para que sea eficaz, tiene que ser sencilla”, explica. Leo y otros autores señalan la paradoja de que se haya acabado engendrado una forma de narcisismo: el sentimiento de que nadie lo hace mejor en esta materia y Alemania es el “campeón mundial de la memoria”. Como ha escrito otro historiador, Frank Trentmann, “el largo y amargo conflicto en entorno a la culpa y la memoria dieron a los alemanes una nueva identidad y una seguridad en sí mismos, y les proporcionaron una sensación de orgullo de no estar orgullosos”. El Memorial del Holocausto en Berlín, inaugurado en 2005, podría ejemplificar esta tendencia: ninguna nación ha erigido un monumento a las víctimas de este país en el centro de su capital.

Cuando vuelve la mirada a los últimos años, Norbert Frei concluye que la gran novedad es el ascenso de Alternativa para Alemania (AfD), partido de extrema derecha cuyos líderes critican “el culto a la culpa”, o sostienen que “Hitler y los nazis no son más que un parpadeo [literalmente, en alemán una cagada de pájaro] en más de mil años de exitosa historia alemana”. Algo ha cambiado cuando una formación que cuestiona la identidad forjada tras la guerra saca 10 millones de votos. ¿Un fracaso de la memoria histórica, la evidencia de que el modelo alemán ha fracasado, de que este ya un país como cualquier otro? ¿O sacar esta conclusión sería precipitado porque, como afirma Per Leo, supone “depositar determinadas expectativas en la cultura de la memoria, es decir, creer que esta nos inmunizará contra el autoritarismo, el racismo, el antisemitismo”?

Cada conmemoración se refiere al pasado, pero habla del presente y de un mundo que ha cambiado. En Moscú, el 9 de mayo, estarán el chino Xi Jinping y el brasileño Lula da Silva; en 2005 asistieron, entre otros, George W. Bush y Gerhard Schröder, Jacques Chirac... En Berlín, el día antes, el Bundestag ofrecerá otra foto de 2025. Una AfD con 152 escaños. Un nuevo canciller, el muy atlantista y proisraelí Friedrich Merz, incómodo ante una Administración de EE UU que califica a su país de “tiranía”. Una tribuna de autoridades sin Rusia. Una geografía urbana que lo dice todo este momento. A ocho kilómetros del Bundestag y del cercano búnker de Hitler, se eleva el imponente Memorial Soviético del parque de Treptow. Una Omaha Beach roja. A sus pies reposan los restos de unos 7.000 soldados que liberaron la ciudad; ahí pueden leerse, en varios paneles, frases del otro gran tirano europeo del siglo XX: Josef Stalin. Este es un monumento a las paradojas de la historia y la memoria, y a sus límites. A una fecha, 1945, que está lejos de haber agotado todos sus significados. 

La hazaña soviética y la ignorancia de Trump

Fuentes: Rebelión [Imagen: soldados rusos durante la batalla de Stalingrado en febrero de 1943. Wikimedia Commons / RIA Novosti archive, CC BY-SA]



La ignorancia histórico-cultural del mandatario Donald Trump es tan enorme que no conoce las opiniones del expresidente Franklin D. Roosevelt referentes a la heroicidad del ejército y pueblo de la antigua Unión Soviética para derrotar a las fuerzas del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial (SGM).

Con su acostumbrada grandilocuencia Trump escribió en su cuenta Truth Social, «muchos de nuestros aliados y amigos celebran el 8 de mayo como el Día de la Victoria, pero nosotros hicimos más que cualquier otro país, con diferencia, para producir un resultado victorioso en la Segunda Guerra Mundial. Por ello, renombro el 8 de mayo como Día de la Victoria de la Segunda Guerra Mundial y el 11 de noviembre como Día de la Victoria de la Primera Guerra Mundial”.

Y agregó, “ganamos ambas guerras; nadie se nos acercaba en fuerza, valentía o brillantez militar, pero nunca celebramos nada. ¡Eso es porque ya no tenemos líderes que sepan cómo hacerlo!”

María Zajárova, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia citó nada menos que al 32 presidente de Estados Unidos (de 1933 a 1945), Franklin Roosevelt para desmentirlo. La primera fue una declaración del 28 de abril de 1942 cuando dijo: “En el frente europeo, el acontecimiento más importante fue el aplastante contraataque del gran Ejército ruso contra el poderoso grupo alemán. Las tropas rusas han destruido, y siguen destruyendo, más efectivos, aviones, tanques y cañones de nuestro enemigo común que todas las demás Naciones Aliadas juntas”.

El 4 de febrero de 1943, en carta a I.V. Stalin, afirmó: “Como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, le felicito por la brillante victoria de sus tropas en Stalingrado, lograda bajo su alto mando. Los 162 días de lucha épica por la ciudad, una lucha que ha inmortalizado su nombre, así como el resultado decisivo que todos los estadounidenses celebran hoy, constituirán uno de los capítulos más gloriosos de esta guerra de los pueblos unidos contra el nazismo y sus imitadores”.

En otra carta a Stalin, del 22 de febrero de 1943, Roosevelt enfatizó: «Estos logros solo pueden ser alcanzados por un ejército con un liderazgo competente, una organización sólida, entrenamiento adecuado y, sobre todo, la determinación de derrotar al enemigo sin importar los sacrificios…El ejército rojo y el pueblo ruso sin duda han puesto a las fuerzas de Hitler en el camino de la derrota final y han ganado la admiración duradera del pueblo de Estados Unidos”.

En una ocasión anterior, el actual presidente de la Casa Blanca declaró que Rusia “ayudó” a Washington a ganar la guerra.

Preguntémonos entonces: ¿Habrá leído Trump o le habrán hablado sus asesores sobre las memorias de Roosevelt? ¿Habrá estudiado algún documento o libro sobre esos conflictos bélicos? La respuesta como es lógico es No.

Datos oficiales indican que las pérdidas de la URSS en la SGM fueron de 27 millones de personas y los daños materiales incalculables, lo cual refleja la enorme contribución soviética a la victoria sobre la Alemania nazi. Estados Unidos perdió a 418.000 personas durante el conflicto y no sufrió daños materiales en su territorio.

Fueron muchas las batallas decisivas en la derrota de las fuerzas alemanas dentro del territorio soviético como la resistencia al asedio de Leningrado (hoy San Petersburgo) que duró del 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944, o sea, 872 días donde familias enteras fallecieron de hambre y frío, pero los nazis no pudieron tomarla.

Se destacan en esas heroicidades y amor por la Patria, las Batallas de Moscú (1941-1942), la de Stalingrado, hoy Volvogrado (1942-1943) y la del Arco de Kursk (1943), solo por citar algunas.

Recordemos que en junio de 1944, después que los soviéticos le habían propinado los mayores golpes a las hordas hitlerianas, y les quitaron la iniciativa estratégica a los invasores, los aliados decidieron abrir un segundo frente con el desembarco en Normandía.

Esto permitió al Ejército soviético comenzar la operación Bagration, dirigirse a Berlín y pasar la frontera alemana en enero de 1945. En tres semanas, recorrieron el extenso territorio entre los ríos Vístula y Óder, y llegaron a unos 65 kilómetros de la capital alemana. No obstante, detuvieron su avance ante la operación Solsticio de los nazis en febrero, también conocida como la batalla de tanques de Stargardt, que aplazó la batalla de Berlín.

Hitler convirtió a Berlín en una enorme fortaleza. Alrededor de la capital se levantaron tres líneas defensivas con todos los accesos minados. La protegían tres torres antiaéreas gigantescas, fortalezas, barricadas, túneles y búnkeres. Disponía para la defensa de 460.000 hombres; 1.500 tanques y 3.300 aviones.

Tras una ofensiva aérea y de artillería de largo alcance, el Ejército Rojo atacó por primera vez el Reichstag. En la tarde del 30 de abril, Hitler se suicidó y a las 9,30 de la noche las tropas soviéticas tomaron el Reichstag e izaron en su cúpula la bandera de la Victoria.

En esa sola batalla que culminó con la derrota del fascismo alemán, los soviéticos tuvieron 45.000 muertos y 172.000 heridos.

La hazaña del pueblo soviético no se puede equiparar con ningún otro país. Después de este breve resumen, solo se puede esperar que algún día Trump aprenda un poco de historia universal. Tarea que al parecer será difícil.

Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano, especialista en política internacional. 

Memoria selectiva: el papel olvidado de la Unión Soviética en la liberación de Europa

Fuentes: Rebelión [Foto: 2 de mayo de 1945: La bandera roja ondea sobre el Reichstag. Una semana después, la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin. En algunos países, esta foto está prohibida (TASS / Yevgeny Khaldei)]



Los días 8 y 9 de mayo se cumplen 80 años del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Sin embargo, el papel principal de la Unión Soviética en esa victoria —y el terrible precio que pagó por ella— está siendo cada vez más olvidado o minimizado en Occidente debido a una memoria selectiva y al oportunismo geopolítico.

El Ejército Rojo: motor de la liberación de Europa
En mayo de 1945 el Ejército Rojo marchó hacia la capital alemana. El 2 de mayo Berlín fue tomada. Sobre el edificio del Reichstag se izó la bandera roja, un símbolo de la destrucción del Tercer Reich de Hitler.

La lucha que precedió fue de una magnitud y una brutalidad sin precedentes. Desde 1941 la Unión Soviética libró una guerra de aniquilación contra la Alemania nazi. Más de 26 millones de ciudadanas y ciudadanos soviéticos perdieron la vida, tanto soldados como civiles. Ningún otro país pagó un precio tan alto.

Las batallas decisivas de la guerra se libraron en el Frente Oriental: Moscú, Leningrado, Stalingrado, Kursk, campos de muerte que cambiaron el rumbo del conflicto. Los historiadores coinciden en que, sin los esfuerzos y sacrificios del Ejército Rojo y la heroica resistencia de la población de la Unión Soviética, la maquinaria de guerra nazi nunca habría sido detenida.

El papel de EE. UU.
Sin embargo, este papel crucial a menudo se subestima en los países occidentales. ¿La razón? La historia de la guerra no encaja en la imagen simplista de «la buena guerra» en la que EE. UU. fue la luz moral y venció al fascismo por altruismo.

El papel de EE. UU. fue muy ambiguo. Como describe el historiador Jacques Pauwels, las empresas estadounidenses continuaron comerciando con el régimen nazi hasta bien entrada la década de 1930. Grandes corporaciones como IBM, Standard Oil y Ford obtuvieron enormes ganancias del rearme y la producción alemanes. Hasta diciembre de 1941 las empresas estadounidenses suministraron productos petroleros a la Alemania nazi.

Dentro del establishment había una simpatía abierta por la Alemania nazi y otros regímenes fascistas. Henry Ford, por ejemplo, fue un gran admirador de Adolf Hitler. Un amplio movimiento dentro de EE. UU., llamado «America First», se oponía firmemente a la intervención estadounidense en los conflictos europeos.

Ni siquiera después de que Alemania invadiera Polonia en septiembre de 1939 hubo apoyo financiero inmediato de EE. UU. ni se suministraron armas. Todo eso cambió después del ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. En otras palabras, EE. UU. esperó dos años antes de unirse a los aliados.

Nacido del gran capital
A menudo se olvida o se oculta, pero el fascismo, tanto en Italia como en Alemania, nació del capitalismo. Fue una herramienta para reprimir el movimiento obrero y las fuerzas de izquierda. Sin el apoyo del gran capital, Hitler nunca habría podido desarrollar su partido fascista ni habría sido elegido. Lo mismo ocurre con Mussolini.

Foto: fotomontaje de John Heartfield para la revista AIZ Berlín, 16 de octubre de 1932, «El significado del saludo hitleriano. Hay millones detrás de mí».

Después de la guerra se encubrieron cuidadosamente estas relaciones. Los industriales con vínculos nazis a menudo recibieron penas leves o fueron completamente absueltos en los juicios de Núremberg. La élite alemana de banqueros y propietarios de fábricas que habían ayudado a Hitler a llegar al poder quedó en gran parte impune gracias a la protección de la fuerza de ocupación estadounidense.

Las heroínas y héroes silenciados
No solo el ejército soviético, sino también millones de personas civiles, partisanas y partisanos contribuyeron a la derrota del fascismo. La resistencia tuvo mucha fuerza en Yugoslavia, Francia, Italia, Grecia y otros países europeos.

Comunistas, sindicalistas, obreros y estudiantes arriesgaron sus vidas en actos de sabotaje, huelgas, redes clandestinas y resistencia armada. Las y los combatientes de la resistencia hacían contrabando de alimentos, escondían fugitivos y ofrecían resistencia en un momento en que resistir significaba tortura o muerte.

Esa resistencia contó con un amplio apoyo popular. La famosa huelga de mayo de 1941 en Bélgica (del 10 al 18 de mayo), en la que cientos de miles de personas trabajadoras dejaron de trabajar en protesta contra los nazis, fue uno de los mayores actos de resistencia en la Europa ocupada.

Sin embargo, estos actos a menudo han desaparecido de la historiografía oficial, al igual que se silencia sistemáticamente o se niega el papel de las personas comunistas en la resistencia.

Para honrar a esos héroes y heroínas de la resistencia y mantener viva su memoria, en Bélgica existe la iniciativa Héroes de la Resistencia, fundada por el historiador Dany Neudt y el escritor Tim Van Steendam. Desde agosto de 2022 la organización publica diariamente breves biografías de combatientes de la resistencia en su sitio web y redes sociales para dar a conocer así sus historias.

La importancia de la memoria
Las lecciones de entonces son más actuales que nunca hoy en día. El avance de la extrema derecha en Europa, la normalización del discurso del odio y de los líderes autoritarios constituyen una amenaza para las libertades conquistadas por las que tantos y tantas dieron la vida.

Además, la guerra en Ucrania ha llevado a una peligrosa forma de reescritura histórica. En nombre de la lucha contra Putin, cualquier referencia al pasado soviético se vuelve sospechosa, de modo que conmemorar la victoria soviética sobre la Alemania nazi de pronto se considera una «glorificación de Rusia».

De este modo, el homenaje a los libertadores de Europa corre el riesgo de ser reemplazado por una amnesia selectiva y una distorsión que alimenta el extremismo en lugar de combatirlo. La verdad histórica no debe ser víctima de enemistades geopolíticas.

La Segunda Guerra Mundial no fue un choque de naciones, sino un enfrentamiento frontal entre ideologías. De un lado: fascismo, racismo, colonialismo y genocidio. Del otro: resistencia antifascista, solidaridad internacional y justicia social.

Por eso, conmemorar no es un ritual opcional, sino un acto político. Si olvidamos quién venció realmente al fascismo, también olvidamos quiénes están amenazados hoy. Y quiénes vuelven a beneficiarse del odio, la opresión y la división.

Por eso, en varios países europeos se escucha un clamor cada vez mayor para declarar nuevamente el 8 de mayo (Día de la Victoria) como día festivo legal y remunerado; no como un día de folclore, sino como un día de memoria, reflexión y vigilancia.

No solo se conmemora la caída de Hitler, sino también la fuerza de la resistencia popular, de la solidaridad entre los pueblos y las lecciones del experimento socialista que logró derrotar al fascismo.

Lo que nos enseña el 8 de mayo es que la libertad no es algo obvio, sino el resultado de la lucha. Fue la Unión Soviética la que hizo los mayores sacrificios. Fueron los comunistas y los trabajadores quienes encabezaron la resistencia. Fue la solidaridad internacional la que derrotó al fascismo.

Esa historia no debemos olvidarla. No por nostalgia, sino por necesidad.

Marc Vandepitte es miembro de La Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales En Defensa de la Humanidad (REDH). 

Segunda Guerra Mundial Opinión. Ochenta aniversario del final de la II Guerra Mundial: ¿por qué un país cae en el abismo del odio?

Aniversario del final de la II Guerra Mundial
Todavía quedan demasiadas preguntas sin respuestas, muchos aspectos por estudiar, profundos tabúes que rodean al conflicto

El final de la Segunda Guerra Mundial en Europa el 8 de mayo de 1945 con la rendición incondicional de la Alemania nazi —aunque en Rusia se conmemora el 9—, del que se cumplen este jueves 80 años, dejó un continente devastado en el que, como explica el historiador Keith Lowe en Continente Salvaje (Galaxia Gutenberg), “no había moralidad, solo supervivencia”. En las ruinas todavía humeantes de Europa, mientras se iba a descubriendo la dimensión de los campos de exterminio y concentración nazis, con millones de refugiados y de personas sin techo y tras millones de muertos, un interrogante se imponía sobre todos los demás: ¿cómo pudo ocurrir? ¿Cómo se pudo llegar a esto?

Los primeros libros de investigación sobre el conflicto tardaron muy poco en aparecer. Hugh Trevor-Roper, un agente de inteligencia británico enviado a Berlín para reconstruir cómo fue el final del dictador nazi, publicó en 1947 Los últimos días de Hitler, que se convirtió en un éxito de ventas. Mucho de lo que damos por sabido sobre aquellos momentos finales en el búnker —y que reconstruye con brillantez la película El hundimiento (Filmin)— fue revelado entonces por primera vez. Aunque Hugh Trevor-Roper sufrió un tremendo revés en su prestigio cuando se equivocó al autentificar unos falsos diarios de Hitler —Robert Harris, el autor de Cónclave, cuenta aquel episodio magistralmente en Vender a Hitler (Pop Ediciones)—.

Desde entonces no es una exageración decir que se han publicado cientos de miles de libros en todos los idiomas que cubren todos los aspectos del conflicto. Dos de los grandes historiadores militares contemporáneos, Antony Beevor con La Segunda Guerra Mundial (Pasado y Presente) y Max Hastings con Se desataron todos los demonios (Crítica), se encuentran entre los investigadores que se han atrevido a redactar historias globales, a los que ahora se suma Olivier Wieviorka con Historia total de la Segunda Guerra Mundial (Crítica). La lista de libros recomendables es, sencillamente, interminable.

Sin embargo, quedan demasiadas preguntas sin respuestas, muchos aspectos por estudiar, profundos tabúes no del todo explorados. Muchos países que fueron víctimas del nazismo o del estalinismo o de los dos, como Polonia, Francia, Ucrania o los Bálticos, tuvieron a la vez una enorme responsabilidad en la Shoah. El antisemitismo no fue un invento de Hitler y muchos ciudadanos de los países ocupados se sumaron con entusiasmo al exterminio. Wieviorka dedica un capítulo a este asunto titulado ‘¿Una guerra racial?’.

En una de las últimas entrevistas que concedió, en el verano de 2017 en su casa de Budapest, la filósofa húngara Agnes Heller, superviviente del Holocausto, luego perseguida por el régimen comunista húngaro, respondía así a la pregunta de si cree que algún día podrá entender cómo fue posible la Shoah: “Se me escapa completamente. Quería entender ante todo dos cosas: ¿cómo es posible que las personas se sintiesen moralmente capaces de hacer eso? y ¿cómo las instituciones sociales y políticas se pueden deteriorar de tal forma que dejen que ocurra algo así? Nunca he logrado una respuesta”. Preguntada sobre la colaboración húngara en el exterminio —del millón de judíos exterminados en Auschwitz, 400.000 era húngaros—, respondía: “Adolf Eichmann vino aquí con 300 personas. Los nazis no pudieron matar a cientos de miles de ciudadanos sin la ayuda de los húngaros. Hubo una complicidad enorme”. Y eso es aplicable a demasiados países.

¿Cómo fue posible ese odio? ¿Cómo fue posible que se normalizase la idea de que unos ciudadanos eran inferiores a otros? ¿Cómo fue tolerado e implantado el racismo institucional? ¿Cómo una parte muy significativa de la sociedad —y es algo que Raul Hilberg ha demostrado en el clásico de los clásicos sobre la Shoah, La destrucción de los judíos europeos (Akal)— pudo participar en el exterminio, desde aquellos que elaboraban los horarios de trenes dando prioridad a los convoyes que viajaban hacia el Este llenos y volvían siempre vacíos hasta los funcionarios que identificaban por su origen a cada ciudadano?

En estos tiempos en los que la ultraderecha vuelve a campar a sus anchas por Europa y se trata de blanquear a regímenes fascistas como el franquismo o directamente al nazismo, la pregunta es más relevante que nunca. También lo es otra cuestión tremendamente incómoda: ¿qué hizo el mundo, aparte de cerrar las fronteras a los judíos que trataban de huir? Cuando se celebraron los Juegos Olímpicos en Berlín en 1936, con una nutrida presencia internacional, era imposible ignorar lo que pretendía el nazismo, porque ya había aprobado las leyes racistas de Núremberg. La persecución de los judíos era ya entonces una política de Estado.

Un artículo de Amanda Taub la semana pasada en The New York Times titulado ‘El terrorífico precedente del abismo legal de Trump’ recordaba un libro que está siendo muy citado últimamente en EE UU: El Estado dual. Contribución a la teoría de la dictadura (Trota), de Ernst Fraenkel. Su autor fue un judío alemán que logró ejercer el derecho hasta 1938, cuando huyó de su país porque tenía la certeza de que iba a ser detenido. Su libro, un clásico del derecho, plantea que en las dictaduras muchas personas viven como si nada pasase a su alrededor, mientras que otras se precipitan en un mundo de terror y muerte. “La observación crucial de Fraenkel”, escribe Taub, “fue que, en un Estado dual, el autoritarismo llega mucho antes para unas personas que para otras. Los que tuvieran la mala suerte de caer en el abismo legal se encontrarían sometidos a una violencia estatal incontrolada, mientras que la vida continuaría en gran medida con normalidad para los demás”.

Y prosigue en su análisis: “Episodios pasados de la historia estadounidense sugieren que Estados Unidos —a pesar de sus tradiciones democráticas— es vulnerable a la creación de zonas de autoritarismo. Pero la historia también demuestra que la zona de legalidad puede contraatacar. Cuando se fundó el país, el orden jurídico liberal se aplicaba a los colonos europeos, mientras que los nativos americanos y los esclavizados estaban sometidos a un sistema más autoritario y violento. Durante la época de Jim Crow, los estados del Sur funcionaban como regímenes autoritarios de partido único, que permitían o incluso fomentaban la violencia extralegal, como los linchamientos, mientras participaban en la democracia a nivel federal”.

En el fondo es una reinterpretación del famoso poema del pastor luterano Martin Niemöller —falsamente atribuido a Bertolt Brecht—: “Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista / Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista / Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío / Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre”. En la película Vencedores o vencidos (Filmin), el clásico de Stanley Kramer sobre el juicio de Nuremberg, existe una reflexión similar. Burt Lancaster interpreta a Ernst Janing, un jurista ficticio de enorme prestigio que, sin embargo, se dejó seducir por el nazismo—algunos piensan que estaba inspirado por el filósofo Martin Heidegger—. Se muestra totalmente arrepentido y cuando es condenado le dice al juez, Spencer Tracy: “Aquella pobre gente, aquellos millones de personas. Jamás supuse que llegaríamos a eso”. A lo que el juez replica: “Señor Janing. Se llegó a eso la primera vez que usted condenó a un hombre sabiendo que era inocente”.

¿Puede Estados Unidos, como algunos países europeos, estar en el principio de un proceso que desemboque en algo peor? ¿Vivimos en Estados duales? El Gobierno de Trump está saltándose cada día el habeas corpus, el derecho básico de todo detenido de comparecer hasta un juez, y personas están siendo arrestadas en la calle para luego desaparecer, pero, como en el poema, por ahora ninguno tiene pasaporte estadounidense. ¿Vivimos en Europa en Estados duales por la forma en que tratamos a los migrantes que carecen de papeles? La película, recién estrenada, La historia de Souleymane, que relata 48 horas en la vida de un migrante irregular en París, muestra muy bien lo que es vivir sin derechos en el corazón de los derechos y garantías que es la UE.

Tal vez la primera lección de la Segunda Guerra Mundial es que ninguna forma de racismo es aceptable y que, cuando nos damos cuenta de que hemos perdido la libertad, ya es demasiado tarde. Cuando los servicios secretos de Alemania sostuvieron la semana pasada que el partido ultra AFD era incompatible con la democracia trazaron una línea roja sobre la que muchos otros países europeos deberían reflexionar este 8 de mayo: “Para nuestra valoración es decisiva la idea del pueblo de la AfD, basada en los orígenes étnicos, que devalúa grupos de población enteros en Alemania y viola su dignidad humana”, sostenía un comunicado de los servicios secretos recogido en la crónica de Marc Bassets. “Su objetivo”, precisa, “es excluir a determinados grupos de población de una participación social igual a los demás, someterlos a un trato no igualitario que no es conforme con la Constitución y asignarles un estatus legal devaluado”. Los ultras de la Afd no están, ni mucho menos, solos en eso. Pero todavía no han venido por nosotros.

jueves, 8 de mayo de 2025

_- Segunda Guerra Mundial. Varias empresas alemanas reconocen que contribuyeron a consolidar el dominio nazi

El ministro de Armamento y Producción de Guerra del Tercer Reich, Albert Speer, y Adolf Hitler en una reunión en la casa de este último en Obersalzberg.

Un total de 49 firmas asumen su responsabilidad histórica en el 80 aniversario del final de la II Guerra Mundial

Medio centenar de empresas alemanas contribuyeron a consolidar el dominio de los nazis durante el Tercer Reich y, en las primeras décadas tras la II Guerra Mundial, evitaron enfrentarse con su responsabilidad como lo hizo gran parte de la sociedad en Alemania. Sin embargo, ahora reconocen su papel en los crímenes nazis. Un total de 49 empresas alemanas, entre ellas: Bayer, BASF, Bosch, Evonik, Siemens, Deutsche Bahn, Volkswagen, Lufthansa y Rheinmetall, asumen actualmente su responsabilidad histórica en los delitos perpetrados y muestran su rechazo al antisemitismo.

Esta alianza de líderes empresariales ha hecho este jueves 8 de mayo —ochenta aniversario del final de la II Guerra Mundial— un llamamiento a asumir responsabilidad juntos, preservar las lecciones de la historia y fortalecer los valores fundamentales de la democracia. “Hoy asumimos la responsabilidad como empresas alemanas de hacer visible el recuerdo de los crímenes en la época nazi porque estos crímenes nos recuerdan reconocer continuamente la fragilidad de la democracia”, según la declaración que firman los consejeros delegados de 49 grandes empresas alemanas.

Además, los máximos ejecutivos de Alemania invitan a otras compañías a unirse a esta declaración de responsabilidad. Juntas se posicionan contra el odio, la exclusión y el antisemitismo con motivo de la celebración del fin del conflicto. Varios medios de comunicación alemanes como los diarios Frankfurter Allgemeine Zeitung, Süddeutsche Zeitung, Zeit y prensa local publican este jueves la declaración conjunta.

Muchas empresas han publicado también en sus páginas web la declaración en la que reconocen su responsabilidad en los trabajos forzados a los judíos y otros crímenes de guerra de los nazis durante el Tercer Reich.

“La toma de poder de los nacionalsocialistas en 1933 hubiera sido impensable sin el error de los que entonces tomaron decisiones en la política, el ejército, la justicia y la economía”, reza la declaración. “Las empresas alemanas contribuyeron a consolidar el dominio de los nacionalsocialistas. Teniendo su propio beneficio en mente, muchas empresas y sus actores en aquel entonces estuvieron involucradas”, añade el documento.

Ahora hacen hincapié en que “la democracia necesita actitud y coraje”. “En 1933 y posteriormente, demasiados guardaron silencio y miraron hacia otro lado”, aceptan ahora los máximos responsables de las mayores empresas de Alemania.

Indemnizaciones a trabajadores forzados
El Gobierno de socialdemócratas y verdes creó en el año 2000 la fundación EVZ, siglas de Erinnerung, Verantwortung und Zukunft (recuerdo, responsabilidad y futuro), para indemnizar a los trabajadores forzados y otras víctimas de la injusticia nacionalsocialista. La fundación ha pagado a unos 1,7 millones de trabajadores forzados durante el Tercer Reich en casi 100 países, alrededor de 4.400 millones de euros en indemnizaciones, financiadas por Alemania y las empresas alemanas.

Alemania estableció una fecha límite de solicitud de la indemnización hasta el 31 de diciembre de 2001 y en algunos casos aceptó solicitudes hasta el 31 de diciembre de 2002. La mayor parte de las indemnizaciones fueron para trabajadores forzados en Polonia, Rusia, Bielorrusia y Ucrania.

Además, mediante el “proceso de arianización”, Alemania despojó durante el Tercer Reich a los judíos de sus propiedades, mediante la compra de sus propiedades, incluidas empresas, a precios ridículos o mediante el robo. Entre otras medidas de resarcimiento, Alemania no cobra impuestos a la jubilación de las víctimas de la persecución nacionalsocialista, entre ellos los trabajadores forzados.

Algunas empresas investigaron su colaboración con los nazis 
Algunas empresas, como Volkswagen, Mercedes-Benz y la reaseguradora muniquesa Münchener Rück, han investigado de forma independiente y exhaustiva su implicación con los nazis, pero otras no lo han hecho.

El fabricante automovilístico Volkswagen (cuya traducción literal es el coche del pueblo), fundado en 1937 para producir el escarabajo, es una de las empresas que más ha hecho y da acceso público a su archivo histórico. Ferdinand Porsche presentó en 1936 el prototipo del escarabajo, el primer coche de masas, que le había encargado Hitler, quien decidió crear la fábrica en Wolfsburgo para producirlos. Por su parte, Mercedes-Benz investigó en los años ochenta del siglo pasado su colaboración con los nazis con una comisión de expertos independientes.

miércoles, 7 de mayo de 2025

5 cosas que necesitas para superar un corte de energía como el que hubo esta semana en España y Portugal

Dos personas se iluminan con velas luego del apagón en españa y portugal

Fuente de la imagen,EPA

Pie de foto,

No hay electricidad y nada funciona. ¿Cómo voy a sobrevivir hoy?

Esa fue la pregunta que se hicieron millones de personas el lunes en España y Portugal durante el peor apagón eléctrico de su historia.

El incidente, que ya ha sido solucionado, provocó caos en el transporte e interrumpió gran parte de la actividad laboral en la península.

Durante el suceso, pedimos a las personas que pasaron el día sin electricidad que nos contaran qué las ayudó a seguir adelante con sus vidas y qué elementos esenciales echaron en falta durante el corte de energía

1. Dinero en efectivo

Efectuar pagos con teléfono y tarjeta se ha convertido en la norma.

Una vez las personas se quedaron sin energía, en ciudades de España y Portugal se formaron colas en los cajeros automáticos (al menos en los que todavía funcionaban) porque no había otra forma de pagar en los comercios que no fuera con efectivo.

"Logramos comprar nuestros cafés con tarjeta cuando empezó el apagón, [pero luego] no teníamos efectivo así que no pudimos comprar nada", dijo a la BBC Ed Rowe, de Madrid.

"En todos los restaurantes que estaban abiertos solo se aceptaba pago en efectivo", agregó.

Grace O'Leary, de 32 años, que también vive en la capital de España, dijo que en cierto momento ella y su madre se vieron contando monedas para ver si tenían suficiente dinero para comprar vino en la tienda de la esquina.

"El efectivo, aparentemente, es el rey", sostuvo.

Un cartel en una tienda muestra la lista de cosas y pide pago solo en efectivo.

Un cartel en una tienda muestra la lista de cosas y pide pago solo en efectivo.

Fuente de la imagen,Getty Images


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Las personas comenzaron a hacer colas en los cajeros automáticos que aún funcionaban en un intento de retirar dinero físico para poder efectuar compras.

Jaime Giorgio, de 28 años, tuvo la suerte de llevar algo de efectivo consigo, lo que le permitió comprar comida y otros artículos esenciales.

"En Madrid era bastante caótico, no había metro y no se podía sacar dinero en efectivo. Yo tenía dinero en metálico, pero mi compañero de piso no, así que tuve que prestarle para que pudiera comprar cosas", contó.

2. Radio

El corte de electricidad también provocó un apagón informativo. Internet, aplicaciones como WhatsApp, las llamadas y televisión dejaron de funcionar.

"La pérdida total de comunicación fue lo más confuso y preocupante... solo nos quedó especular sobre la causa y reconstruir las noticias con la gente del barrio", dijo Daniel Clegg desde Barcelona.

El hombre de 42 años afirmó que la ausencia de información lo llevó a mirar el cielo para ver si los aviones seguían volando.

A Siegfried y Christine Buschschlüter una vieja radio de transistores a cuerda los ayudó a sintonizar estaciones locales. De esta forma descubrieron qué había sucedido, después de que sus teléfonos dejaran de funcionar y de que se fuera la luz en su casa rural en las afueras de la capital de España.

Christine, de 82 años, explicó: "Tuvimos que comenzar a dar vueltas. Fue una situación extraña. Nací en Berlín durante la guerra y me recordó aquellos días en que mis padres intentaban conseguir noticias. Me transportó al pasado".

Una mujer en la calle sintoniza una radio.

Una mujer en la calle sintoniza una radio.

Fuente de la imagen,Getty Images


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El suministro de electricidad se reestableció por completo el martes tanto en España como en Portugal. La pareja estima que el apagón provocará un auge en la demanda de radios que funcionan con baterías.

Daniel dice que también lo incluirá en su lista de compras de cara a que suceda un próximo apagón.

"Un kit esencial para volver a la comunicación básica y mantenerse informado que había olvidado por completo", dijo.

3. Comida enlatada

Los microondas, freidoras de aire, así como algunas placas de cocina y hornos solo funcionan con electricidad.

Por eso el lunes hubo demanda de alimentos que no requieren energía para calentarse o prepararse.

En los supermercados, los compradores formaron largas colas y realizaron compras de productos básicos presos del pánico, evocando escenas de la pandemia de Covid-19.

"Compramos mucha comida que no se iba a echar a perder, como atún en latas, por si acaso", dice Jaime.

"El apagón solo duró un día y ahora tenemos muchísima comida, pero la mayor parte no se va a echar a perder, ya que se conserva fácilmente", añadió.

Estantería en un supermercado con decenas de latas de comida de todos los colores.

Estantería en un supermercado con decenas de latas de comida de todos los colores.

Fuente de la imagen,Getty Images


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La falta de energía provocó que muchas personas realizaran compras desesperadas de alimentos no perecederos.

Lesley Elder, de la ciudad de Fortuna, en el sureste de España, dijo: "Intentar encontrar alimentos que no necesiten calentarse fue más difícil de lo que pensábamos".

"Así que terminamos cenando jamón y queso", detalló.

Y añade que una pequeña estufa de gas para calentar la comida en una sartén habría sido útil.

4. Velas y antorchas

La gente recurrió a las velas para iluminar sus hogares.

Richard, que vive en la ciudad española de Alcalá de Henares, comentó que no había ni una sola luz en la calle cuando cayó la noche.

"La gente se orientaba con linternas. Fue bastante surrealista ver la vista desde mi ventana totalmente negra, sobre todo porque vivo junto a una autovía", dijo.

"En mi tiempo libre hago velas y por suerte me sobraron algunas para poder ver en la oscuridad", indicó.

Sarah Baxter, de Barcelona, dijo que incluso utilizó una estufa con velas para calentar la comida.

"Podíamos calentar frijoles y arroz, y poner a hervir agua para preparar papas instantáneas", dijo.

Un hombre vende en su tienda ilumindo por una vela en el mostrador.

Un hombre vende en su tienda ilumindo por una vela en el mostrador.

Fuente de la imagen,Getty Images

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El apagón del lunes obligó a cerrar comercios en España y Portugal. 

"Era mucho más seguro que una estufa de propano para acampar dentro del apartamento".

Aunque las velas y las llamas desnudas pueden ser un riesgo de incendio.

5. Baterías portátiles

En Madrid, la gente hacía cola a las puertas de las tiendas de tecnología para conseguir baterias portátiles.

Afortunadamente, Sarah tenía un cargador solar que mantuvo su teléfono energizado durante diez horas de apagón y ayudó a su vecino anciano a hacer lo mismo.

Lesley dice que su Kindle se quedó sin batería. "No tengo televisión ni Scrabble en el teléfono. Así que tener un par de libros me habría venido bien", mencionó.

Pero para otros, no tener acceso a Internet y a sus dispositivos fue un alivio.

"Todos dependemos tanto de la tecnología que es un buen recordatorio de que podemos ser más independientes", afirmó Ed.

"No tienes que estar conectado con todo el mundo todo el tiempo", dijo su compañera de piso Hannah Steiner, de 23 años. "Me lo pasé muy bien con mis compañeros de piso", añadió.

Sara Francisco, de 24 años, de Leiria, en el centro de Portugal, comentó: "Creo que esto nos hará tomar más conciencia de nuestros hábitos".

martes, 6 de mayo de 2025

No olvidar la Comuna de París

Comuna de París, Fuentes:Rebelión


En este mes de abril, pero de 1871, se llevó a cabo un importante suceso que los trabajadores no debemos olvidar. Es necesario tener presente el acontecimiento conocido como La Comuna de París, que nos permita comprender las lecciones para quienes buscamos hoy una verdadera transformación social.

Si lo medimos por su duración histórica, del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, fueron 72 días, prácticamente un tiempo insignificante, entonces ¿por qué se le ha prestado tanta atención? Porque se trata de un acontecimiento denso, infinitamente más complejo de lo que uno puede pensar que ocurra en un proceso que solo duraría 72 días.

Este acontecimiento histórico se enmarca a mediados de 1870. Tanto el Imperio francés, entonces liderado por Napoleón III (el mismo que invadió a México en 1861), como el Imperio prusiano, liderado por el káiser Guillermo I, se encontraban en una etapa de expansión por razones económicas y políticas. Su enfrentamiento se le conoce como la guerra franco-prusiana. En julio de 1870 se declaró la guerra y en septiembre de 1870 los ejércitos napoleónicos fueron derrotados en la Batalla de Sedán; el resultado fue la captura del emperador Napoleón III y más de 100 mil tropas francesas.

En medio de la ofensiva de las tropas prusianas que estaban apoderándose de territorio francés y que se acercaban a París, se convocó a la formación de un proceso electoral para elegir la Asamblea Nacional y un gobierno provisional de salvación o defensa. En estas elecciones fue electo Adolph Thiers el 17 de febrero de 1871, pero ello no generó ningún remedio, en marzo del mismo año los dirigentes de las tropas francesas ofrecieron una rendición en condiciones humillantes que implicaba la entrega de París.

En este contexto entró en escena el pueblo parisino. La población francesa estaba dispuesta a defender París. Infinitamente superior a lo que habían hecho los juristas y militares de la burguesía, en marzo de 1871 se generó un salto de conciencia, un salto en la disposición a reconocerse con otros para formar un solo cuerpo, una unidad superior a la plasmada en el papel. El pueblo francés, y en particular el pueblo parisino, ya venía con una gran tradición de lucha y de reconocimiento de sus verdaderos enemigos. Dado que existía una gran reserva de conocimiento de lo que significa luchar, de lo que significa enfrentarse al enemigo, el pueblo francés se enfrentó a su propio gobierno, a la cúpula del gobierno comandada por Thiers.

La Guardia Nacional, organismo auxiliar del ejército francés en ese momento inexistente, se unió al levantamiento popular para formar junto con los trabajadores, artesanos e inmigrantes desempleados, una organización miliciana popular. El gobierno mendaz de Thiers por su parte incitó a los militares a disparar contra la población, sin embargo, las fuerzas militares no dispararon.

El pueblo parisino, encabezado por los trabajadores, dentro de sus primeras acciones llamó a participar a los diferentes distritos de París y a las distintas comunas para elegir al máximo órgano político, el Consejo Comunal. Mediante sufragio universal directo, fueron elegidas las autoridades del Consejo Comunal, compuesto por concejales de los diferentes distritos y municipios de París.

Los miembros electos de este nuevo gobierno podían ser revocados si se comprobaba que no estaban cumpliendo con los mandatos que la población les había otorgado al elegirlos, y que funcionarían exclusivamente con ingresos equivalentes al salario de un trabajador promedio en París de aquellos años. Ser miembro del gobierno no significaba entonces obtener prebendas y privilegios, sino una tarea que exigía cumplir cabalmente con su responsabilidad y mantenerse siempre, hombro con hombro, al servicio de su pueblo.

Muchos de los dueños de las empresas huyeron de París, de modo que una gran cantidad de empresas fueron abandonadas y cerradas, por lo que la Comuna de París declaró que estas empresas debían ser confiscadas y, por tanto, pasarían a la administración y autogestión de los propios trabajadores, comenzó así su reactivación y funcionamiento regular para beneficio de la población parisina.

Se suspendió el pago de alquileres. Se devolvieron las prendas de las casas de empeño. Se eliminaron los turnos de noche en las panaderías. Se asumió el compromiso de que la educación debía ser fundamental y un derecho que debía cumplirse. Por limitaciones de espacio no es posible describir en toda su amplitud la gran obra del pueblo parisino como gobierno. El Consejo Comunal se convirtió pues en un gobierno del pueblo y para el pueblo.

En paralelo a este proceso, Thiers, apostado en Versalles, cerca de París, negoció un rearme con el gobierno del emperador Guillermo I y junto a las fuerzas del ejército prusiano se dispusieron erradicar a la Comuna; el peligro ya no era la invasión de Francia por tropas prusianas, ahora la amenaza fundamental residía en la fuerza del pueblo parisino que, dirigido por los trabajadores, comenzaba a gobernar con éxito. Del 21 al 28 de mayo de 1871 se realizó el implacable castigo contra el París obrero de la Comuna: fueron asesinados más 35 mil hombres, mujeres, niños y ancianos, una salvaje y sangrienta carnicería para retomar el control de la ciudad de París. Había que impedir a toda costa que los trabajadores de Francia, Alemania y el mundo, aspiraran a construir una sociedad nueva dirigida por ellos mismos.

Karl Marx, de este acontecimiento diría más tarde: la clase obrera no puede simplemente tomar el viejo aparato estatal y usarlo para avanzar en su tarea de emancipación económica y política. Como corolario de esto, deben crear su propio Estado, sus propios gobiernos, sus propias formas de hacer política.

La Comuna de París fue la forma política descubierta, en un momento histórico determinado, para la emancipación política y económica de la clase obrera. La Comuna fue la forma de Estado o el Estado que surge como consecuencia de la revolución proletaria. ¿Qué será capaz de edificar ahora el pueblo mexicano si se organiza y lucha?

lunes, 5 de mayo de 2025

_- Hace 200 años Francia impuso una deuda inhumana para aplastar la Revolución Haitiana


_- Fuentes:Instituto Tricontinental - Imagen: Jean-Claude Sévère (Haití), L’ennemi attaqué chacun de sa propre volonté se tient debout pour défendre sa patrie [Cuando el enemigo ataca, cada quien se levanta por su propia voluntad para defender su patria], 1970.






Desde su revolución en 1804, Haití ha sido castigado por su libertad: asfixiado por deudas, golpes e injerencias extranjeras. No olvidemos que fue la primera revolución antiimperialista triunfante.

Queridas amigas y amigos,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

En una noche tormentosa de agosto de 1791, Dutty Boukman (1767–1791) y Cécile Fatiman (1771–1883) dirigieron una ceremonia de vudú en Bois Caïman, en la parte norte de Saint-Domingue, la parte de la isla La Española bajo dominio francés. Boukman había sido capturado en Senegambia (actualmente Senegal y Gambia), mientras que Fatiman era hija de una mujer del Congo (como escribió Aimé Césaire) y un hombre de Córcega. Su ceremonia, realizada ante más de 200 africanxs esclavizadxs, fue el catalizador de un levantamiento masivo en las plantaciones francesas. Boukman pronunció en kreyòl palabras que se transmitieron de generación en generación y finalmente quedaron registradas en los libros de historia (incluido el clásico de 1938 de C. L. R. James, Los jacobinos negros):

El dios que creó el sol que nos alumbra, que levanta las olas y gobierna la tormenta, aunque escondido entre las nubes, nos observa. Ve todo lo que hace el blanco. El dios del blanco lo inspira con el crimen, pero nuestro dios nos llama a hacer buenas obras. El dios que es bueno para nosotros nos ordena que venguemos nuestros agravios. Dirigirá nuestros brazos y nos ayudará. Boten el símbolo del dios de los blancos que tanto nos ha hecho llorar, y escuchen la voz de la libertad, que nos habla en el corazón de todos nosotros.

La resonancia de la Revolución Francesa de 1789 se sentía en el ambiente de la ceremonia convocada por Boukman y Fatiman. Pero para ellxs, aún más poderosas eran sus propias tradiciones de humanidad, nutridas por un abanico de creencias africanas e islámicas, ambas parte de su herencia. Lxs esclavxs africanxs se alzaron. Quemaron las plantaciones y mataron a quienes decían ser sus dueñxs. Su venganza fue brutal, aunque ni siquiera comenzaba a reflejar el trato al que habían sido sometidxs. Para tener una idea de la mentalidad de quienes poseían plantaciones, basta leer estas reflexiones sobre cómo sacar el mejor provecho de una esclava o esclavo africano, relatadas por un propietario inglés en Antigua al capitán John Newton, comerciante de esclavxs convertido en abolicionista, quien recogió este y otros ejemplos en su panfleto de 1787 Thoughts Upon the African Slave Trade [Reflexiones sobre el comercio de personas esclavizadas africanas]:

¿Qué es mejor? ¿Asignarles trabajo moderado, provisiones abundantes y un trato que les permita alargar sus vidas hasta la vejez? ¿O exigir al máximo su fuerza, con poco descanso, comida escasa y maltrato, para agotarlos antes de que se vuelvan inútiles e incapaces de servir, y entonces comprar nuevos esclavos para ocupar sus lugares?

Pierre-Louis Riche (Haití), The Handshake and Hopeful Suitors, [El apretón de manos y los pretendientes esperanzados], s.f. Aquella noche comenzó la rebelión que finalmente sería liderada por Toussaint L’Ouverture (1743–1803). En 1791, L’Ouverture —quien había aprendido a leer gracias a su padrino— era mayordomo de una plantación (cargo que le daba acceso a muchos libros, incluidos los Comentarios sobre la Guerra de las Galias de Julio César, que le introdujeron en la ciencia militar). L’Ouverture y lxs demás líderes rebeldes se aliaron brevemente con los españoles para derrotar a los franceses, quienes luego recurrieron al apoyo de los británicos. Los europeos tendrían que dejar de lado sus propias enemistades para enfrentar la verdadera amenaza común: la rebelión de lxs esclavxs africanxs. El equilibrio se alteró aún más con el ascenso de los jacobinos en París, liderados por Maximilien Robespierre. En febrero de 1794, Robespierre y los jacobinos respaldaron un decreto de la Convención Nacional para abolir la esclavitud en las colonias francesas, lo que llevó a una alianza entre el ejército francés y las fuerzas de L’Ouverture contra los españoles y británicos. ¡A las armas, ciudadanos!, cantaban en kreyòl lxs africanxs antes esclavizadxs que marchaban detrás de L’Ouverture.

Robespierre fue finalmente derrocado. En 1799, Napoleón Bonaparte llegó al poder como Primer Cónsul y rompió todos los acuerdos entre Francia y las fuerzas revolucionarias africanas, incluido el decreto de abolición de la esclavitud. Entre 1802 y 1803, el vizconde de Rochambeau encabezó un reinado del terror en el norte de Saint-Domingue para restaurar el control francés sobre la colonia. Entre sus métodos se incluía el uso de 1.500 mastines cubanos para cazar personas africanas. Se reporta que quemaba azufre en las bodegas de los barcos para asfixiar a prisionerxs rebeldes. Rochambeau les decía a los soldados franceses: “Ya no quiero valentía de ustedes. Quiero furia”. Arrojaron tantos cuerpos al mar cerca de Le Cap (hoy Cap-Haïtien) que, durante mucho tiempo, la gente se negó a comer pescado de esa zona. L’Ouverture fue arrestado por el ejército francés en 1802 y murió al año siguiente en una prisión en las montañas del Jura, cerca de la frontera con Suiza. Sin embargo, su ejército —ahora bajo el mando de Jean-Jacques Dessalines— continuó luchando. El 1º de enero de 1804, las fuerzas de Dessalines declararon la independencia de Francia y renombraron su país Hayti (hoy Haití, palabra taína que significa “tierra de montañas”).

El pueblo haitiano llevó a cabo la primera revolución triunfante del Tercer Mundo. Durante los últimos meses de lucha, Dessalines le pidió a su ahijada, Catherine Flon, que retirara la franja blanca de la bandera francesa, cosiera juntas la roja y la azul, y bordara en su nueva bandera de independencia: La liberté ou la mort [Libertad o muerte]. Cuando conquistaron su libertad, retiraron esas palabras de la bandera.

Prosper Pierre-Louis (Haití), Génesis, 1985. Pero la libertad no es tan fácil de alcanzar.

Los recién creados Estados Unidos, construidos sobre los cimientos de la esclavitud, temían que la Revolución Haitiana pudiera extenderse a su propio territorio. En 1792, el presidente George Washington instruyó a su secretario de Estado, Thomas Jefferson, para que enviara tres cuartos de millón de dólares en ayuda a lxs propietarixs de plantaciones para reprimir las revueltas. En julio de 1802, Thomas Jefferson, ya como presidente de los Estados Unidos, escribió al embajador británico en ese país, Rufus King: “El curso de los acontecimientos en las islas vecinas de las Indias Occidentales parece haber dado un impulso considerable a las mentes de los esclavizados en diferentes partes de los Estados Unidos. Se ha manifestado una gran disposición a la insurrección entre ellos”. Por eso, Jefferson y su gabinete se propusieron encontrar cualquier medio para sofocar la Revolución haitiana. El 21 de febrero de 1806, Jefferson prohibió el comercio con “ciertas partes de la isla de Santo Domingo, Haití”. En 1824, el senador de Carolina del Sur, Robert Hayne, lo dijo sin rodeos: “Nuestra política con respecto a Haití es clara. Nunca podremos reconocer su independencia. La paz y la seguridad de una gran parte de nuestra Unión nos impiden siquiera discutirla”. La libertad de Haití era un desafío al sistema esclavista estadounidense.

En 1825, en un acto de diplomacia de cañoneras, el rey Carlos X de Francia envió una flota de buques de guerra a las aguas haitianas y exigió que la joven nación pagara 150 millones de francos como “compensación” por la pérdida de su colonia y de su mano de obra esclavizada. La suma equivalía a diez veces el presupuesto anual de Haití y al mismo monto que Estados Unidos había pagado por el territorio de Luisiana. Haití pidió préstamos a bancos franceses para pagar esa suma y, con ello, cayó en una trampa de deuda de la que nunca ha podido salir. Entre 1825 y 1947, cuando Haití terminó de pagar la deuda, el 80 % de su riqueza, unos 21 mil millones de dólares, se había destinado a ese pago, lo que dejó al país en un estado de caos total (se estima que lxs haitianxs terminaron pagando más del doble del valor original de la indemnización). Este pago es odioso. Ni Francia ni Citibank, que compró la deuda, han pedido disculpas por este saqueo.

Prefete Duffaut (Haití), Ville imaginaire [Ciudad imaginaria], 1994. Cada vez que Haití ha intentado levantarse, ha sido derribado.

En 1915, cuando el nuevo gobierno de Haití intentó afirmar su soberanía tras el asesinato del presidente Jean Vilbrun Guillaume Sam, afín a los intereses de Estados Unidos, las fuerzas armadas estadounidenses intervinieron y ocuparon la isla durante 19 años, hasta 1934. Luego impusieron el brutal régimen dictatorial de los Duvalier, que gobernó en su nombre desde 1957 hasta 1986. En diciembre de 1990, una lavalas [inundación repentina] de energía popular, con raíces claras en el campesinado haitiano, llevó a la presidencia al ex sacerdote Jean-Bertrand Aristide con el 70% de los votos. Ningún haitiano había recibido antes un mandato semejante. Era como si L’Ouverture volviera a la escena, o como si se reviviera la rebelión de Piquet de 1844 y su Armée souffrante [Ejército de los que sufren]. El liderazgo de Aristide y su compromiso con el campesinado resultaban tan amenazantes como aquellos episodios del pasado.

Ocho meses después, el 30 de septiembre de 1991, el ejército y la policía —respaldados por Estados Unidos— derrocaron a Aristide. Eventualmente, y bajo presión internacional, se le permitió completar su mandato entre 1994 y 1996, aunque bajo severas restricciones.

En el año 2000, Aristide obtuvo un mandato aún mayor, con el 90% de los votos. El golpe de Estado y la camisa de fuerza impuesta por Estados Unidos para permitirle terminar su primer mandato lo habían radicalizado. Exigió que Francia pagara 22 mil millones de dólares como concepto de reparación por la indemnización. Francia respondió que el asunto había sido resuelto mediante tratados en el siglo XIX y que no se pagarían tales reparaciones. En 2004, Aristide fue derrocado en un golpe respaldado por Francia y Estados Unidos. Fue reemplazado por una junta militar que renunció a la demanda haitiana de reparación. El tema de la indemnización quedó sepultado bajo huracanes, terremotos, la invasión posterior al golpe por parte de los cascos azules de la ONU, que dejaron a su paso un brote de cólera y abusos sexuales generalizados, la plaga de la deuda externa, el peso de la deflación, la deforestación masiva, el colapso de la agricultura haitiana provocado por el ingreso de productos estadounidenses subvencionados, el rechazo de un proyecto de ley sobre salario mínimo, el asesinato de un presidente no elegido y, más recientemente, el control del país por parte de bandas armadas.

Todo esto se remonta a la negativa del imperialismo a permitir que Haití respire. Jamás perdonaron que el pueblo haitiano fuera el primero en liderar con éxito una revolución contra el imperialismo.

Frankétienne (Haití), Silhouettes [Siluetas], 1996.
El 20 de febrero de 2025, el poeta y pintor haitiano Frankétienne murió en Delma, Puerto Príncipe, a los 88 años. A lo largo de su vida, reflexionó sobre el hecho de haber nacido en 1936, hijo de una mujer haitiana violada por un hombre de Estados Unidos. Frankétienne permaneció en su país a pesar de las adversidades, dando voz a un pueblo desesperado por un futuro. En su extraordinario Flores de insomnio, 1986, escrito al final de la pesadilla duvalierista, Frankétienne escribió:

El sueño es sin lugar a dudas el primero de los caminos que conducen a la libertad. Soñar, es ya ser libre.​

Cordialmente,

Vijay