Todos sabemos que el hambre es una sensación que nos alerta sobre la necesidad de ingerir alimentos, que nos permitan sostener no solo nuestra existencia física sino también espiritual, porque el deseo de comer es tan prioritario que ante él desaparecen todos los valores morales y su persistencia puede inducir a violar toda norma y a cometer hasta el más luctuoso de los delitos. ...
No he encontrado reflexión más sensata sobre las causas que originan en vastos sectores de población ese hambre colectiva que la de uno de los pensadores más lúcidos del siglo XVIII, el anglo-usamericano Thomas Paine...
Sin embargo las consecuencias de ese avance tecnológico y los que han venido sucediéndose hasta nuestros días no han redundado en beneficio del género humano sino solamente del privilegiado sector que primero se adueñó de las tierras y luego, como alguien dijo atinadamente, redactó el Código Civil. Ese monopolio territorial en suma ha desposeído a la mayor parte de los habitantes del planeta de su herencia natural, generando en gran medida la pobreza, la miseria y ese incalificable flagelo del hambre que debiera avergonzar como mínimo a cada uno de los seres humanos que casi sin inmutarnos y sin hacer nada para que se convierta en la preocupación básica de la sociedad, convivimos con él. Deberíamos pensar con Eduardo Galeano si nos "¿Obliga el sentido común a aceptar estos dolores evitables? ¿Aceptarlos, cruzados de brazos, como si fueran la inevitable obra del tiempo o de la muerte?...(seguir leyendo Susana Merino)
sábado, 12 de septiembre de 2009
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