Han sido muy pocos días, insuficiente para conocer tantas maravillas de la isla. Lo poco que hemos conocido nos ha conquistado como para volver con más tiempo para disfrutar de su naturaleza y sus gentes. Entiendo ahora por qué acuden tantos millones de turistas. De los pocos lugares que hemos podido visitar, el viaje en tren a Soller ha sido magnífico. Sale el tren (desde 1912 funcionando a vapor y desde 1929 eléctrificado por Siemens) de Palma y después de recorrer más de 27 km a través de llanuras y cruzar la Sierra de la Tramontana llega al valle donde se encuentra Soller. En la ciudad se toma un tranvía que desde 1913 recorre los 4,5 km que llevan al puerto de Soller. El bello puerto está en una bahía que forma un puerto natural. Allí se pueden degustar las famosas gambas de Soller. Nosotros la tomamos a la Mallorquina, hechas en la sartén con cebollas, ajos, guindilla y vino blanco; deliciosas. Continuamos con un mero a la mallorquina; con un fondo de patatas y cebollas, el mero al horno con verduras y piñones. Un vino de Mallorca, Blanc de Blanc completó la degustación.
Si te acompaña una bella mujer es el camino a la gloría que, sin duda, está aquí en la Tierra. Para completar el paraíso no debemos demorarnos mucho, el atardecer se adelanta respecto a la península y más con respecto al oeste peninsular, donde vivimos. Contemplar el atardecer es sentirse en el mismo Edén. (Plato de gambas a la Mallorquina)
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