¡Paradoja chocante! El neoliberalismo expone cada día su quiebra: la sobreacumulación de las riquezas se acompaña de un número creciente de pobres y de parados; la especulación provoca la crisis más grave desde el 1929; la lógica del beneficio amenaza hasta la supervivencia de la especie. Y sin embargo el sistema resiste
Esta contradicción se explica - después de Thatcher, Reagan y Mitterrand ... – por el hecho que, hace más de veinte años, conmocionó al curso de la historia: la caída del Muro de Berlín. La victoria de Occidente durante la Guerra Fría aceleró el final del campo socialista, entre ellos la Unión Soviética, que con su crucial papel en el aplastamiento del nazismo, había ampliado significativamente el imperio. Pero también dio un duro golpe, quizás fatal, al ideal comunista, pervertido por el apparatchiks del partido que pretendía defender.
Algunos esperaban que la desaparición del comunismo soviético levantaría una hipoteca. Desde 1917, todos los proyectos de oposición socialista miraban al “socialismo real”...la caída del comunismo “permitiría repensar el socialismo en libertad”. Eso, lejos de anunciar el final de la historia y la marginación de cualquier espíritu revolucionario, posibilitaría liberar la utopía completa.
Tenemos que reconocer que hasta ahora no ha sido así. En el Sur, las luchas por la soberanía política y económica han perdido el punto de apoyo representado por el campo socialista. En el norte, las luchas sociales no pueden utilizar la competencia de su presión ejercida sobre las potencias occidentales. Y, sobre todo, en todas partes, la gente parece haber perdido el ideal.
Ahora después de las dos décadas pasadas han demostrado que sin un ideal en el horizonte, la lucha social carece de alma... Porque el gran capital y los hombres que le sirven están utilizando la crisis de la que ellos son responsables para intentar desmantelar las conquistas sociales acumulados a lo largo del siglo XX.
El académico Jean-Denis Bredin había previsto, cuatro meses antes de que la bandera roja desapareciera de las torres del Kremlin, “¿Es posible argumentar que el socialismo habría sido, tal vez, con nosotros no más que un radicalismo, llamado de otra manera, si no hubiera sido por el comunismo que le impedía la deriva demasiado rápido o demasiado fuertes? ¿Nos está permitido argumentar que, a veces inquietante, a veces asumiendo el resto de la izquierda, el comunismo francés, extraño tutor de un catecismo universal, teniendo una legitimidad terrible, ayudó a los socialistas franceses a tomar su camino, que sin él, el Frente Popular no había sido un frente popular, la unión de la izquierda, probablemente habría sido un centro común, o un sueño, y que muchas leyes sociales estarían aún pendientes? ¿Es posible argumentar que a todos estos rebeldes, esos sectarios, esos huelguistas incansable, esos invasores de nuestras fábricas y nuestras calles que creaban el desorden, esos obstinados rebeldes que nunca dejaron de reclamar reformas soñando con la revolución, a esos marxistas, a contra corriente de la historia que impidieron al capitalismo dormir bien, todos les debemos mucho (1)? "
Veinte años más tarde, el movimiento social adolece de la falta de alternativas. ¿El Sr. Benjamin Netanyahu, se habría lanzado a su huida guerrera hacia adelante si un polo a la vez social y pacífista ofreciera otra alternativa a los israelíes? La guerra de Chechenia ¿habría durado tanto tiempo si el señor Vladimir Putin se hubiese enfrentado a un rival que representara una opción popular para Rusia? Y el señor Nicolas Sarkozy, ¿habría sido elegido presidente si su rival supusiera otra opción para Francia? Por último, si un cambio se estuviera gestando ... lograrían los gobiernos después de distribuir miles de millones de euros a los bancos imponer tantos sacrificios? Por no hablar del retraso de la jubilación, el trabajar los domingos, la privatización de los servicios públicos, la salud y la educación superior de pago ...
Por qué se caracteriza esta mortal crisis de falta de alternativa? Ella se basa, por supuesto, en la debilidad de las fuerzas del cambio, en la pobreza de sus propuestas, en lo tívio de sus programas. Sin embargo, nace sobre todo, de su incapacidad para encarnar una utopía...
Sí, es una utopía lo que el mundo necesita. El gran escritor uruguayo Eduardo Galeano lo describió, como no se puede decir mejor (2): “Ella está en el horizonte”, dijo Fernando Birri. “Me acerco dos pasos y se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se aleja diez pasos más. Por más que ande, nunca lo alcanzo. ¿Qué es la utopía? Ella sirve para eso: para caminar”. (Le temps des utopies en "Manière de voir", publicación de Le Monde Diplomatique, agosto-septiembre)
miércoles, 14 de julio de 2010
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