sábado, 23 de julio de 2011

Alianza de ultraliberales y ultracasposos

Llegan, en ejército común, a hacerse con la piel de toro. Tienen ánimo de revancha, quieren acabar con la solidaridad y buscan retrotraernos a la España de charanga y pandereta, la que les gusta imponer.
Cuánta dificultad entraña tomar la decisión justa y oportuna ante las complejas disyuntivas económicas! ¿Habrá acertado Jean-Claude Trichet en subir del 1,25% al 1,50% el precio del dinero? ¿Hizo bien Rodrigo Rato en rebajar hasta 3,75 euros la acción de Bankia, e incluso salir a Bolsa para que todos, oh, maravilla, seamos, por fin, banqueros? ¿Y Yorgos Papandreu en sumar 23.000 millones más a los miles y miles de millones que ya ha recortado?
La mantilla y la peineta de Dolores de Cospedal anuncia al mundo el regreso de los castizos.
Sus fieros ángeles corneteros exudan ánimos vengativos en los medios de comunicación.
Así que José K. se debate en un piélago de dudas. Dada la actual situación de miseria a la que nos vemos abocados, ¿qué repercusiones tendrá el desembolso del coste del café, y además cortado, en mi establecimiento habitual? ¿Será mejor que ponga en marcha la cafetera italiana de aluminio en mi cocinilla de gas butano? ¿Pero, y si no hago el gasto, el dueño del establecimiento tendrá que despedir al camarero, a quien llevo al ominoso paro? ¿Incluso haré bien no haciendo nada, petrificado en la inacción, marmolizado en posición sedente, quieto, estático, paralizado? Apagaré la luz y prescindiré del ventilador. Y dada la provecta edad, el consumo de oxígeno será mínimo. Haré cualquier cosa, se dice a sí mismo José K., para que no se enfade la prima de riesgo o se acalore el diferencial, palabras de ese plattdüütch que hablan los fundamentalistas de los mercados, tan fanáticos como los menonitas, pero infinitamente más peligrosos.
¿Y pensar? ¿Se puede pensar o acaso también consume demasiada energía? José K., mientras no esté a pleno rendimiento la distópica policía contra la cavilación, no puede dejar de dar vueltas, atemorizado, primero, despavorido, después, y finalmente aterrorizado, al futuro que nos aguarda. Es más. ¿Hay futuro?... Leer todo el artículo de JOSÉ MARÍA IZQUIERDO El País aquí. (fotos del autor)

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