Los indignados son los más leales a la democracia, quieren frenar su deterioro institucional
Que con motivo del primer aniversario del 15-M la extrema derecha mediática se despachase a gusto tildándolo de antisistema, anarquistoide o radical, era de esperar: de donde no hay no se puede sacar. Que también lo hiciera en los mismos o similares términos Cristina Cifuentes, la delegada del Gobierno en Madrid, ya no es tan irrelevante. Se diría que ansiase ser admitida de pleno derecho en el bien nutrido grupo de lideresasdel PP, siempre dispuestas a desentrañar cualquier asunto expeditivamente, de un par de dentelladas.
El caso es que a la hora de abordar este movimiento popular creo que le sería recomendable a la señora Cifuentes hacer algo ya casi arcaico: leerse un libro; en concreto, un breve clásico de la moderna economía política: la obra de Albert O. Hirschman Salida, voz y lealtad. Seguro que ella y todos saldríamos ganando.
En su obra, Hirschman se plantea las relaciones entre las opciones que les quedan a los usuarios/ clientes / miembros de una organización ante el deterioro en la calidad de su funcionamiento o de los servicios que presta. Las opciones son solo dos. Por un lado, pueden optar por la salida, por la huida hacia otra organización cuya calidad estimen superior. Es esta la respuesta que suele predominar en los mercados competitivos, de modo que cuando se produce una disminución en la calidad relativa de los bienes y servicios que una empresa ofrece o vende, sus clientes pueden irse a la competencia. Es la de la salida una opción privada y, por lo general, poco costosa.
Pero, junto con la opción de la salida, a los miembros o clientes de una organización en decadencia les queda otra opción: la de la voz. Si la opción de la salida es la opción típica de la economía, la opción de la voz, la de la queja, es la opción característica de la política. Al ejercer la voz, los miembros o clientes de una organización disconformes con la deriva hacia peor de la misma en cuanto al cumplimiento de sus objetivos transmiten a los responsables de su gestión su malestar y alternativas estimulándoles a tomar las medidas o políticas compensatorias que enderecen el rumbo de la organización...
De otro lado está la opción de la voz, la de los que, como hacen los del 15-M, se quejan indignados ante el manifiesto deterioro en la calidad institucional de nuestros sistemas democráticos. No son antisistema, todo lo contrario; son, quizá, la esperanza del “sistema” por ser precisamente los más leales al mismo. Esperanza débil dado su escaso número y las dificultades de concreción y articulación de sus propuestas, pero esperanza al fin y al cabo.
Por eso cuando la señora Cifuentes y tantos otros denuestan al 15-M, se felicitan por su irrelevancia numérica y defienden su represión en nombre de la democracia, solo cabe extrañarse de su autocomplaciente actitud. ¿No son acaso conscientes de que el acallamiento de la voz de los indignados no redundará a la larga sino en el fortalecimiento de la otra opción, la de la salida, la de los auténticos antisistema? Porque no quiero creer que, en el fondo, esa sea su opción.
Fernando Esteve Mora es profesor titular de Teoría Económica de la Universidad Autónoma de Madrid. El País, leer más aquí.
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