En el desbarajuste que rodea a la eurocrisis, el alemán Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, ocupa un lugar central. Es el más joven presidente que ha tenido nunca esa institución. Nacido en 1968, con 38 años se convirtió en el principal asesor económico de la canciller Angela Merkel y en el 2011 esta le designó para dirigir, con 43 años, el Bundesbank con un sueldo de 400.000 euros anuales.
“Separarme de él se me hace duro, tanto en el terreno profesional como desde el punto de vista personal”, comentó la canciller en febrero del 2011, cuando su asesor fue designado para presidir el Bundesbank. Casi dos años después, Weidmann y su institución se están quedando solos en los debates que acompañan el desbarajuste europeo. ¿Por qué? ¿Quién es y qué tiene este brillante jovencito de fulgurante carrera y aspecto tímido y frágil?
Nació en Solingen (Renania del Norte-Westfalia), en el seno de una familia de clase media. La madre de Weidmann era maestra, y el padre, ingeniero. Al presidente del Bundesbank no le gusta hablar de su vida privada, no existen libros sobre su persona, no pisa los platós de la tele, y la prensa alemana no está particularmente interesada en el cotilleo, así que se sabe poco de su vida personal, de sus aficiones, nada no profesional; sólo que está casado y tiene dos hijos, lo que obliga a conocer su perfil desde su faceta profesional.
Desde que empezó a trabajar en Berlín, en el 2006, alquiló un piso discreto en la plaza Postdam, cerca de la oficina. Cuando podía, no todas las semanas, se iba a ver a la familia, que continuó viviendo en Frankfurt. Cuando uno de sus hijos hizo la primera comunión, Weidmann llegó tarde. Parece que llevó como pudo la relación con la familia durante esa separación por motivos profesionales, que duró hasta su nombramiento en el Bundesbank, que tiene su sede en Frankfurt.
El presidente del Bundesbank es un hombre entregado al trabajo. Discreto, porque en su cargo una palabra de más puede desencadenar terremotos económicos. Afable en el trato con la prensa, carente de vanidad, dicen quienes le conocen, pero al mismo tiempo se muestra como un negociador duro e inflexible.
Estudió Economía en París y Bonn y tuvo dos mentores y un padrino. Sus directores de tesis fueron los profesores Roland Vaubel y Manfred Neumann. Primera sorpresa: cuando fue nombrado presidente del Bundesbank y se preguntó a Vaubel si su discípulo era la persona apropiada para el cargo, respondió con una tajante negativa: “Temo que no está a la altura de la tarea”, dijo. Cuando le pidieron que describiera a su pupilo, añadió: “Es un tecnócrata gris”. Muchos se quedaron pasmados. En cambio, su otro mentor salió en su defensa: “No hay nadie mejor que él”, dijo.
El padrino de Weidmann fue Axel Weber, un profesor de la Universidad de Bonn que fue nombrado presidente del Bundesbank en el 2002. Weber se llevó a Weidmann como director del departamento de política monetaria. Más tarde le hizo vicedirector económico. De allí, recomendado por Weber, pasó a la cancillería, donde Merkel le encargó la dirección de la preparación de sus encuentros con el G-8 y el G-20 en los complicados años del inicio de la crisis.
Aunque el Banco Central Europeo (BCE) se diseñó a imagen y semejanza del Bundesbank, es decir, como guardián independiente de la estabilidad de precios, el BCE se encuentra con que la eurocrisis y el sentido común le empujan a salirse un poco de ese guión. Al frente del Bundesbank, Weber denunció tal sacrilegio y acabó dimitiendo de su cargo por ese motivo. Pero Weidmann sigue estrictamente los pasos de Weber y se ha convertido en un adversario del presidente del BCE, Mario Draghi, especialmente desde que este dio a conocer en septiembre su programa de compra “ilimitada y condicional” de deuda de países en dificultades.
La moneda europea está en crisis por los altos costes que dejó la crisis financiera, los defectos de nacimiento del euro y toda una serie de problemas nacionales de los países de la eurozona; desde el dumping salarial y el desequilibrio en competitividad entre socios, hasta los embellecidos presupuestos griegos, la corrupción y el clientelismo mediterráneos... Ignorando esos motivos y la interrelación nacional que toda crisis sistémica tiene, la eurocrisis prefirió explicarse a sí misma como un problema de deuda de países meridionales mal administrados. Y Weidmann encaja muy bien con ese esquema que el economista Heiner Ganssmann denomina “Merkelantismus” –o, en latín, furiosa Teutonicorum insania– y que define como “una específica doctrina alemana contemporánea con fuertes connotaciones morales”.
El Bundesbank y su presidente son los máximos representantes de esa doctrina, así que no era casualidad que Weidmann se opusiera a Draghi. Weidmann defiende el papel clásico del BCE con la intransigencia de un Thomas Becket ante Enrique II de Inglaterra, ha reconocido quien fue su mentor, Manfred Neumann.
¿Cuales son las raíces del empecinamiento de Weidmann y su banco? La respuesta obliga a explorar el mundo académico alemán de los años 60, cuando se forjó la ortodoxia económica alemana. El economista alemán más influyente de la posguerra, Herbert Giersch, renegó de la teoría de la demanda de Keynes en la que el Estado tenía mayor credibilidad que el mercado y que había dominado el pensamiento económico desde la crisis del 29, para abrazar un dogmatismo neoliberal. Su centro fue el Instituto de Economía Mundial de Kiel.
“El Instituto de Kiel, el consejo de sabios que asesora al gobierno y el Bundesbank crearon la santísima trinidad que durante casi 40 años dominó el debate económico alemán”, dice el periodista económico Robert von Heusinger, autor de un ensayo sobre Weidmann titulado El impasible. Keynes fue demonizado, y se estableció un particular dogmatismo monetarista. “Quien quisiera llegar a ser algo como economista en Alemania debía adaptarse a las instituciones y ser un poco dogmático”, explica Von Heusinger.
Mientras los esquemas neoliberales eran puestos a prueba por la práctica y daban lugar a las desastrosas experiencias mundiales de los 80 y 90 que aún se pagan hoy en algunos países, en Alemania, la reunificación nacional de 1990 impuso una experiencia completamente diferente, lo que el execonomista jefe del Deutsche Bank Norbert Walter describe como “el mayor programa keynesiano de la historia”: dos billones de euros (un 8% del PIB alemán a lo largo de 25 años, desde 1995 hasta el 2015) gastados en la anexión y absorción de la RDA. Aquello generó cierta alergia al gasto público y al endeudamiento y es mucho más significativo que la siempre citada memoria de la inflación de la República de Weimar. En la época de Weimar, no ya Weidmann, que nació casi 40 años después, ni siquiera su padre había nacido.
En cualquier caso, esa mezcla alemana de dogmatismo académico y alergia empírica al gasto público y las cuentas desmadradas que Weidmann y su institución encarnan, está de capa caída. En el contexto de la crisis, hasta algunos prominentes discípulos del fallecido profesor Giersch han cambiado un poco el chip y apoyan las compras de deuda decididas por el BCE. La santísima trinidad alemana se tambalea, pero Weidmann se mantiene impertérrito.
“Dos de los cinco miembros del consejo de sabios y el director del Instituto de Kiel se han pronunciado a favor de la compra de deuda a corto plazo”, explica Von Heusinger. También la canciller Merkel ha tenido que flexibilizar su postura. Sólo el Bundesbank de Weidmann se opone. Weidmann dice que comprar deuda es una “droga peligrosa”, un factor de inflación y una manera de destruir la disciplina de los países “culpables”. ¿Y el público alemán? Como dijo en cierta ocasión Jacques Delors, “no todos los alemanes creen en Dios, pero todos creen en el Bundesbank”. “Weidmann contra todos”, podría ser el título de la película de la que el jovial presidente del Bundesbank es protagonista.
Rafael Poch. magazinedigital.com
Fuente: http://www.magazinedigital.com/reportajes/los_reportajes_de_la_semana/reportaje/cnt_id/8503
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