Dos años de investigación sobre un tema espinoso, una escasa subvención pública de 16.000 euros exprimida al máximo y con poca experiencia en el séptimo arte más allá de la coordinación de un pequeño cineclub en Santiago de Compostela. Así han rodado su primera película los directores gallegos Pablo Cayuela y Xan Gómez, debutantes de 28 y 30 años, el documental Fóra (Fuera), sobre la vida en un hospital psiquiátrico gallego durante los últimos días del franquismo. Los pocos que, hasta ahora, habían oído hablar de la película seguramente compartían apellidos con sus impulsores. Desde esta semana, serán algunos más: el Festival Internacional de Documental de Copenhague (CPH:DOX), convertido en referencia ineludible en el circuito europeo, la acaba de proyectar entre aplausos en el marco de su exquisita programación.
“Estás para que te metan en Conxo”, se escucha decir a veces en Galicia a los propietarios de una salud mental tirando a frágil. La expresión se refiere al barrio compostelano donde se ubicó el primer manicomio gallego, inaugurado en 1885 en los contornos del monasterio local. Casi un siglo después, a mediados de los años setenta, se adentró en una profunda etapa de reforma del tratamiento psiquiátrico al paciente, conducida por un grupo de médicos asturianos poco partidarios de la camisa de fuerza y el cóctel de químicos como metodología obligatoria. Aplicaron una política activa para promover las altas y mejorar su alimentación. Experimentaron con una convivencia mixta entre hombres y mujeres. Y hasta permitieron que los enfermos se expresaran a través del arte y la música, como revelan las imágenes reproducidas en el documental, donde los internos aparecen bailando muñeiras como si fueran himnos punk
Hasta que el régimen, moribundo pero todavía implacable, descubrió el desbarajuste y decidió despedir en bloque a sus responsables. “Lo curioso es que la reforma fuera promovida por las autoridades franquistas para practicar un lavado de cara del centro, que acarreaba muy mala fama por la manera en que trataban a sus pacientes. Pero se les acabó escapando de las manos”, explica Cayuela. Pese a la purga, la reforma de Conxo sentaría las bases de la renovación de la psiquiatría en España. No es casualidad que algunos de los médicos del centro firmaran el capítulo relativo al tratamiento psiquiátrico de la Ley de Sanidad de 1986, que estableció un cambio definitivo en sus usos y costumbres.
Fóra no es un simple documental de bustos parlantes. Se retroalimenta de una extensa variedad de fuentes —de recortes de diario a películas en ocho milímetros, pasando por los testimonios de antiguos médicos y trabajadores del centro, así como del diario personal de uno de los internos, digno de los escritos de un poeta beat— que configuran una narración sugerente y fragmentada, en la que transparenta la voluntad de reflexionar sobre la memoria histórica. “Si nos interesó ese lugar, supuestamente incomunicado de su entorno, es porque su contexto acabó penetrando en él. En el resto de la sociedad se percibía la misma voluntad de cambio”, dice Cayuela. “Conxo demuestra que no existe ningún espacio ajeno a las transformaciones sociales, a los procesos históricos y a la lucha de clases”, le secunda Gómez.
Víctimas del desamparo institucional, los directores decidieron mandar la cinta a Copenhague, conscientes del prestigio adquirido por el certamen en sus diez años de existencia. “Nos interesó enseguida por su búsqueda formal, su inteligencia y su madurez, impropia de un par de debutantes”, explica el programador del festival, Niklas Engstrøm. La cita cierra hoy su décima edición en pleno crecimiento y con un descubrimiento mayúsculo: The Act of Killing, ganadora del premio principal de esta edición, en la que antiguos asesinos de comunistas a cuenta del gobierno indonesio deciden rodar una película para recrear sus crímenes, con una falta de rubor escalofriante.
“Existe una mirada paternalista respecto al espectador, que se decidan sus gustos por él. ¿Quién ha decidido que una película como la nuestra no puede encontrar su público?”, explica Gómez sobre su estreno en el exilio danés. Otro cineasta gallego con proyección internacional, Oliver Laxe, también ha acudido a Copenhague para buscar financiación para Las mimosas, su segundo largometraje tras Todos vós sodes capitáns, que ganó el premio de la crítica en Cannes. Dos años más tarde, se encuentra en punto muerto. “No hay que caer en el lamento. Pero pensaba que todo iba a ser más fácil, que las instituciones serían más lúcidas. El problema no es de talento, sino de olfato”, opina Laxe, de 30 años. “Están consiguiendo poner en peligro el relevo”. A ratos, se diría que la cordura abunda más en Conxo que en otros lugares.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/11/10/actualidad/1352570256_069093.html
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