El futuro de las concesionarias, tras entrar en concurso, pasa por el rescate estatal
Las empresas españolas son líderes mundiales en las concesiones de peaje. Triunfan en Canadá, Estados Unidos, México o Brasil; pero en casa, más concretamente en Madrid, han pinchado en hueso. Por la crisis, pero también porque la caída del tráfico no ha hecho si no exacerbar sus errores de desarrollo, las radiales que circunvalan la ciudad han acabado siendo un rotundo fiasco. La última en asumir el fracaso ha sido la R-2 a Guadalajara, que ha solicitado el concurso de acreedores en plena semana europea de la movilidad. Atrás quedan ayudas públicas por miles de millones y años de pérdidas para las compañías. Sin embargo, la red vial que forjó Rafael Arias-Salgado y ejecutó Francisco Álvarez Cascos cuando eran ministro de Fomento, también ha dejado una ciudad hipertrofiada de asfalto y polución que, pese a la sucesión de kilómetros y kilómetros de calzada, no escapa al atasco.
Uno de los puntos más conflictivos para la circulación en Madrid es la M-40, autopista de circunvalación libre de peaje. Es jueves, 19 de septiembre, a las ocho de la mañana y, aunque hay un número elevado de vehículos, se avanza por el tramo sur hacia la R-5. Precisamente el polémico proyecto de Eurovegas quedará junto a esta carretera en el caso de que se convierta en realidad. La tranquilidad de la R-5 no tiene nada que ver con la nacional, atestada de tráfico, como todos los días.
Las radiales se pusieron en marcha en el primer mandato de José María Aznar como una herramienta para dinamizar la edificación de la periferia, ya que hizo realidad aquello de “a 20 minutos del centro de Madrid” sin importar la distancia. Este eslogan inmobiliario hizo furor en Arroyomolinos, a 29 kilómetros de la capital. Este municipio, que antes de inaugurarse la R-5, en 2004, tenía 3.800 habitantes, ahora acoge a 22.500 personas en los miles de chalés apareados que se agolpan a los bordes de sus carreteras.
Arroyomolinos es la ciudad que más ha crecido de España en lo que va de siglo. Como cada mañana, muchos de sus vecinos eligen para ir al trabajo la radial, que entra directa en el municipio. Sin embargo, el incesante goteo de coches desde sus calles hacia las casetas del peaje no dura mucho. Una vez que pasan las nueve de la mañana y los niños ya están en el colegio, desaparece... Más aquí en El País.
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