Naveena Kottoor BBC
El momento en que un asesino sale de la cárcel puede ser traumático para la familia de la víctima. Sin embargo, para el estadounidense Bill Pelke la liberación de la asesina de su abuela este año fue diferente. No sólo la ha perdonado, sino que quiere ayudarla a empezar una nueva vida. ¿Cómo son las personas capaces de perdonar un crimen como ese?
Caía la tarde en mayo, 1985. Bill Pelke estaba en casa de su novia cuando recibió una llamada telefónica de su cuñado.
"Habían apuñalado a Nana hasta matarla", recuerda Pelke ante los micrófonos de la BBC.
"La casa había sido saqueada. Mi padre encontró el cuerpo".
Su abuela, Ruth Pelke, una maestra de la Biblia de 78 años de edad, había sido asesinada en su casa por cuatro adolescentes.
Al día siguiente Pelke estaba en la peluquería, preparándose para el funeral, cuando se enteró de que las arrestaron.
"Me sorprendió que cuatro niñas tan jóvenes pudieran estar involucradas", dice. "Tenía hijos de la misma edad".
Tres de las chicas recibieron largas penas de prisión, de 25 a 60 años. Una de ellas, Paula Cooper, considerada como la líder del grupo, fue condenada a muerte el 11 de julio de 1986.
Pelke asistió al juicio y la condena de Paula Cooper, y en ese momento le pareció que la pena de muerte era una sentencia adecuada.
Sin embargo, 18 meses después de la muerte de su abuela, empezó a reconsiderarlo.
"Profundo alivio"
Bill Pelke
"La ejecución no es la solución", es el lema de Bill Pelke.
"Me imaginaba a Nana masacrada en el suelo del comedor, ese comedor en el que mi familia solía reunirse en Pascua, Acción de Gracias y Navidad... no soportaba pensar en eso", recuerda.
Pero Pelke comenzó a preguntarse qué impacto iba a tener en la familia de la adolescente la pena de muerte, particularmente en el abuelo de Cooper, que asistió al juicio y a quien Pelke había visto estallar en llanto cuando la sentencia fue dictada.
"Mi abuela no habría querido que este anciano presenciara la muerte de su nieta", asegura. "Todos en el noroeste de Indiana querían que Paula Cooper muriera. A mi Nana le habría horrorizado tanta ira".
Pelke estaba cada vez más convencido de que su abuela -una cristiana devota- habría sentido amor y compasión por Cooper y hubiera querido que alguien de la familia sintiera lo mismo.
"Cuando me dejé conmover por la compasión y el perdón, dejé de imaginarme a Nana muerta, la recordaba viva. Algo formidable había sucedido dentro de mí".
Pelke dice que su decisión de perdonar le hizo sentir "profundamente aliviado".
Perdón por perdonar
La familia Pelke
Sin embargo, para algunos miembros de su familia fue difícil aceptar su decisión, particularmente para el padre de Pelke, quien había encontrado el cuerpo sin vida de su madre y había testificado en la corte.
"No le gustó para nada", dice. "Tuvimos una relación tensa durante años, pero después mi padre me perdonó por perdonar a Paula Cooper".
Pelke decidió reunirse con Cooper en la cárcel, pero pasaron ocho años antes de que las autoridades se lo permitieran: el día de Acción de Gracias de 1994.
"Entré y le di un abrazo", relata Pelke. Luego miró a Cooper a los ojos y le dijo que la había perdonado.
A pesar de que se escribieron cartas semanales y de que la visitó 15 veces en la prisión, Pelke nunca le ha preguntado a Cooper sobre el crimen.
"Sé que no hay respuesta buena", declara.
"¿Cómo pudiste hacerme esto?"
Juntar a los autores de un crimen con las víctimas puede traer beneficios para ambas partes, le dice a la BBC Howard Zehr, profesor de Justicia Restaurativa de la Universidad Menonita del Este en Harrisonburg, Virginia, que ha facilitado cientos de este tipo de reuniones.
Además de que el delincuente ve el impacto en las personas que fueron afectadas, las reuniones a menudo reducen el trauma y las víctimas de la violencia severa reportan regularmente un alto nivel de satisfacción, revela.
"Las víctimas están a menudo atrapadas en su experiencia", explica Zehr. "Las reuniones les permitan obtener respuestas y dejar lo ocurrido atrás".
Uno de los encuentros más memorables para Zehr fue cuando un hombre que había cometido 14 agresiones sexuales a mujeres menores de 18 años, conoció a su última víctima.
"Ella lo confrontó con la pregunta: '¿Cómo pudiste hacerme esto? ¡Me robaste la infancia!'", recuerda Zehr.
"El pederasta dijo que por primera vez comprendió qué había hecho. La mujer no lo perdonó, pero esa experiencia dejó de ser la dominante en su vida".
No obstante, Zehr insta encarecidamente a las víctimas que quieran reunirse con el delincuente a buscar el apoyo de un facilitador, que puede actuar como un "guardián".
"El éxito depende del nivel de preparación de ambos lados, y a veces puede tardar hasta un año", advierte.
"Como facilitador, hablo con ambas partes antes de la reunión, trato de que sean conscientes de la dinámica del trauma, así como de la posibilidad de que su expectativa no se cumpla. El autor puede no ser capaz de responder a las preguntas".
"El mundo al revés"
Familia White
Cathy White estaba embarazada cuando la secuestraron, la violaron y la mataron.
Veintisiete años después de la muerte brutal de su hija, la tejana Linda White todavía tiene interrogantes sobre el día en que fue asesinada.
En noviembre de 1986, Cathy White, una madre de 26 años de edad que estaba embarazada de su segundo hijo, fue secuestrada, violada y asesinada por dos chicos adolescentes.
Como Pelke, White finalmente encontró y perdonó a uno de los asesinos de su hija, pero el proceso tomó mucho más tiempo: casi 15 años.
"Para un padre, la pérdida de un hijo se siente como la cosa más injusta. Es el mundo al revés. El mundo ya no era tan agradable y me sentía impotente", le dice a la BBC.
Se unió a grupos de apoyo a las víctimas, pero encontró escaso consuelo en ellos.
"Nadie superaba nada -explica-. Seguían enojados y yo no quería seguir llena de amargura, no quería estar de duelo por el resto de mi vida".
White, quien tenía otros dos hijos, quedó a cargo de la hija de su hija asesinada, su nieta de cinco años de edad, a quien llevaba a terapia por la muerte de su madre.
Fue esa experiencia que la llevó a estudiar psicología, y más tarde a convertirse en una terapeuta de duelo.
Lo que sucedió y cómo
Linda White
Linda White tardó 15 años en perdonar al asesino de su hija.
Al ayudar a otras personas a lidiar con la pérdida y el dolor, White empezó a recuperar algo de control en su vida. En enero de 1997, decidió empezar a enseñar en la cárcel, una experiencia valiosa que la "curó", dice.
"Creo que la gente es más que lo peor que ha hecho".
Su experiencia de trabajo con los delincuentes en la cárcel dio lugar a una decisión aún más radical: reunirse con uno de los asesinos de su hija, Gary Brown.
"Nunca había visto ni una foto de él", cuenta.
Quería ver si era capaz de sentir compasión por él.
"Quería que la persona en la que yo me había convertido se reuniera con la persona en la que él se había convertido".
White y Ami, su nieta que para entonces tenía 18 años de edad, se reunieron con Brown en la cárcel en 2001 y conversaron durante todo el día.
"Me quedé asombrada por lo joven y vulnerable que parecía. Fue muy emocional", dice.
Para White uno de los momentos más difíciles fue escuchar el relato de lo que le sucedió a su hija antes de morir.
"Gary nos dijo exactamente lo que sucedió, cómo sucedió, la progresión de lo ocurrido. Fue difícil de escuchar, pero yo estaba preparada para ello".
Brown también le contó a White y su nieta que las últimas palabras de Cathy antes de que él la matara a tiros fueron: "Te perdono, y Dios también lo hará".
"Me quedé impresionada al oírlo", dice White.
"Estoy muy feliz de que esté libre"
Paula Cooper
Pelke quiere ayudarle en su nueva vida.
White se ha mantenido en contacto con Brown, que ahora está fuera de la cárcel y en libertad condicional. Planean usar su experiencia para guiar a "niños y adolescentes que van por el camino equivocado".
Además hay cosas que todavía quiere preguntarle a Brown acerca de esa noche en la que su hija fue asesinada.
"Todavía me pregunto cómo la noche descendió en la violencia. ¿Por qué la violaron? Los chicos no tenían un historial de violencia anterior", señala. "Cuando esté preparada para hacerlo quiero preguntárselo cara a cara".
A pesar de que le queden dudas pendientes, White piensa que haber conocido a Brown la ha mantenido cuerda.
"Si uno deja que el dolor se apodere de la vida, es como si el delito ocurriera una y otra vez. Uno termina enojado y amargado. Es como si la única relación que le queda con su ser querido es a través de la amargura", dice White.
"A veces la gente siente que el paso hacia la resolución de su dolor -o la curación de cualquier manera- es una deslealtad a la persona que fue asesinada, pero no lo es".
Al igual que Linda White, Bill Pelke quiere seguir en contacto con Paula Cooper, que fue liberada en junio, después de que su sentencia de muerte fuera anulada y su condena reducida gracias a su buen comportamiento en prisión.
Mientras estaba en la cárcel, Pelke hizo campaña para que la liberaran.
"Estoy muy feliz de que esté libre", dice.
Pelke sabe que hay un montón de gente que no lo entiende. Pero para él la decisión de perdonar le cambió la vida, y nunca se ha arrepentido.
"Si te aferras a la ira y el deseo de venganza, con el tiempo se convierte en un cáncer y te destruye", opina. "Hice lo correcto".
Fuente: BBC
lunes, 30 de septiembre de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario