_- El Adarve
El blog de Miguel Ángel Santos Guerra
El cielo azul de la celebración del Día Internacional contra la violencia de género en España ha tenido una fea nube negra. Esa nube que solo genera tristeza, rabia y dolor ha sido la postura cerril del partido ultraderechista Vox.
Resulta incomprensible que un partido (y sus votantes) estén tan ciegos y se muestren tan insensibles ante realidades tan horrendas. ¿Cómo puede negarse la violencia de género a estas alturas del siglo XXI? Hay que ser estúpidos. Hay que padecer una profunda discapacidad ética. Luchar contra la violencia de género, no supone dejar de hacerlo contra otros tipos de violencia. Esa miserable reacción que consiste, cuando alguien señala un desastre, en decir que en otro lugar también existe otro problema, es la forma perfecta de no atender ninguno. Porque estoy seguro de que quienes defienden la necesidad de combatir la violencia de género son más sensibles que los militantes de Vox para solucionar también esos otros problemas de violencia que a ellos tanto dicen preocuparles. La de Vox es una estrategia perversa para ocultar un problema, o para desvirtuarlo y aminorarlo.
He visto muchas veces ese perverso mecanismo. Por ejemplo, en los que dicen que, habiendo problemas tan grandes en el sexismo, no merece la pena preocuparse por los problemas del lenguaje sexista. Estoy seguro de que quienes se ocupan del sexismo en el lenguaje se preocupan también por las demás causas y efectos del mismo. Quien desprecia un problema por considerarlo pequeño tampoco se ocupa de los grandes.
Negar que existe la violencia de género es hoy una estupidez. Llevamos en España, a estas alturas del año, 52 cadáveres de mujeres en sobre la mesa de las argumentaciones. Un dato bruto y brutal. Sin nombres ni apellidos, sin rostros, sin edades. Una aterradora estadística. Detrás de cada uno de esos números hay una historia de dolor irreparable, ¿Cómo se ha producido su muerte? A manos de sus parejas. ¿Por qué han muerto? Por el hecho de ser mujeres. ¿Qué diría Vox si el independentismo catalán o la izquierda radical (como llaman a la izquierda, sin tener en cuenta lo radicales que ellos son) hubiera causado una sola de esas muertes?
¿Qué decir de las mujeres que están enterradas en vida, sin valor para la denuncia, para la rebelión, para la liberación? ¿Qué decir de las mujeres violadas, objeto de abusos, de acoso indecente, de bromas soeces…? (No hay manadas de mujeres violando a los varones. ¿Por qué será?). ¿Qué decir de las mujeres discriminadas, ninguneadas, despreciadas, sojuzgadas, minusvaloradas?
Oponerse a las acciones del Día Internacional contra la violencia de género es una perversidad. Es incomprensible que, ante todo este cúmulo de dolor, de discriminación y de maldad, a Vox lo que le importe sea mirar para otro lado. Si las matan, que las maten, vendrían a decir con un descaro inadmisible. Lo malo es que algún hombre, algún niño o algún anciano también muera por violencia, vendrían a decir.
Un hecho ha resultado paradigmático en ese día singular contra la violencia de género. Lo han protagonizado dos personas. Hablaré de ellas.
Francisco Javier Ortega Smith es un abogado y político hispanoargentino (tiene la doble nacionalidad, su padre es español y su madre argentina). Es secretario general de Vox, portavoz de su partido en el Ayuntamiento de Madrid y diputado en la última legislatura. Es también presidente ejecutivo de la Fundación Francisco Franco.
Nadia Otmani es una mujer musulmana, migrante, que utiliza silla de ruedas como consecuencia del ataque machista sufrido por una hermana suya y del que resultó herida. La hirieron los disparos de su cuñado cuando trataba de defender a su hermana, que murió.
Pues bien, en un acto institucional celebrado en el Ayuntamiento de Madrid, el pasado 25 de noviembre, pronunció un discurso machista desplegando el ideario miserable que es propio de su partido sobre la violencia de género. Al terminar su discurso, Nadia Otmani se le acercó para exigirle respeto a las mujeres. El señor Ortega Smith no se dignó ni a mirarla. Luego ha dicho que ella “le montó el numerito en una acción orquestada por la izquierda”. Cuando el dedo señala la luna, el necio mira la mano.
He escuchado las palabras vehementes, indignadas, casi desesperadas de esta mujer. Y he visto la impasibilidad del señor Smith, que ni siquiera se digna mirarla. Se gira un par de veces hacia ella para indicarle que se calle y que preste atención al desarrollo del acto.
Le dice Nadia Otmani con palabras entrecortadas y vibrantes: “Llevo 20 años luchando contra la violencia de género. Veinte años en una silla de ruedas. Soy inmigrante. Y yo de este país no he cobrado ni un duro. Le pido respeto para todas las muertas y respeto para todas las mujeres víctimas de la violencia. Respeto, por favor”
Ortega Smith y Nadia Otmani. Dos caras de la misma moneda. La moneda de la cruda realidad. La cara (el cara) y la cruz (el dolor). El verdugo y la víctima. El hombre y la mujer. El político y la ciudadana. El nativo y la inmigrante. La ceguera y la lucidez. La dureza y la sensibilidad. El error y la verdad. El mal y el bien. La noche y el día. La nube negra y el cielo azul.
Las explicaciones que ha dado el señor Smith, a quien no le gusta hablar de violencia de género sino de violencia intrafamiliar, consisten en decir que la derecha cobarde no se atreve a enfrentarse a la izquierda, que le pasa la mano por el hombro porque no tiene el valor necesario para decir lo que hay que decir sobre esta cuestión. Todos están equivocados en el mundo menos Vox. El Día Internacional contra la violencia de género es una invención de los partidos de izquierda, al parecer. No, señor Ortega Smith, abra su mente a la razón, abra su corazón al dolor de tantas mujeres.
Hablamos del Día Internacional contra la violencia de género. Es el mundo entero. Solo Vox está al margen o en contra. Vox es como aquel abuelo que fue a ver desfilar a su nieto al ejército y dijo: Todos marcan mal el paso menos mi nieto.
Me pregunto lo que piensan los varones de Vox sobre lo que les puede suceder a sus hijas si no se lucha contra esta lacra. No es cualquier violencia de lo que hablamos, hablamos de sexismo, hablamos machismo, de androcentrismo. Tienen que leer un poco más, señores y señoras de Vox. Un mucho más. Porque ya hay mucha teoría sobre estas cuestiones. Tienen que leer los trabajos de mujeres feministas, los textos de Celia Amorós, Amelia Valcárcel, Amparo Tomé, Soledad Murillo, Nuria Varela, Lucía Asué Mbomio, Marta Sanz, Montserrat Boix, Lucía Etxebarría, Mercedes Oliveira…
Me pregunto también lo que piensan las mujeres de Vox de sus hijas. Porque no podemos olvidar que en Vox hay hombres y mujeres. A las mujeres de Vox que no reconocen la violencia de género quiero les digo que no hay mayor opresión que aquella en la que el oprimido (la oprimida en este caso) mete en su cabeza los esquemas del opresor.
Libertad de expresión no puede ser sinónimo de libertad de agresión. Negar la violencia de género, además de torpeza, supone una agresión a las futuras víctimas y una falta de respeto a las que ya lo han sido o lo están siendo. No hay derecho a que, desde las instituciones, se frene esta causa que produce tanto dolor, tantas muertes, tanta discriminación, tanto odio.
Me preocupa sobremanera el auge que ha tenido Vox en España. En Andalucía, mi comunidad, apoya el gobierno de los partidos de derechas. Para aprobar los presupuestos exigió que se modificase la expresión violencia de género por violencia intrafamiliar. La misma trampa. La misma indecencia que han mostrado en este día. Me preocupa que se extienda esa ideología xenófoba, homófoba, sexista, autoritaria y fascista. Me alarman estos salvapatrias que tienen un tufo franquista que apesta.
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2019/11/30/discapacidad-etica/
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