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miércoles, 15 de abril de 2020

Cuarenteneando. El conteo constante de infectados y muertos enerva y hace mella en el espíritu. Y crece mi impaciencia, mi impotencia y mi cabreo

1. Clásicos
En cierta ocasión Borges le contó a Bioy Casares una fábula que les resumo: el rey David llamó a un joyero y le pidió que le hiciera un anillo que le recordara que en momentos de júbilo no debía ensoberbecerse, y, en momentos de tristeza no debía abatirse; abrumado por la responsabilidad, el joyero no supo cómo afrontar el difícil encargo hasta que un joven al que le contó sus cuitas (y que resultó ser Salomón) le dio la clave: “Fabrica un anillo de oro con la inscripción: ‘Esto también pasará”. Fin de la fábula. Me agarro estos días, cuando siento que me vence el muermo, a la sabiduría que encierra su conseja: no hay mal (ni, ay, bien) que dure eternamente. Lo hago con esperanza, pero sin convencimiento. El conteo constante (y sonante: no se escucha otra cosa) de infectados y muertos, aunque menor que al principio, acongoja, enerva y hace mella en el espíritu.

Algo ha cambiado, también en mi ánimo, a medida que proceso las informaciones, declaraciones, errores y mixtificaciones de autoridades y “expertos” (los hodiernos intelectuales orgánicos); lo noto en los entretenimientos que elijo para pasar los cada vez más largos días de confinamiento: he pasado de la resignada lectura de los estoicos —me devoré Sobre la serenidad (Guillermo Escolar), de Séneca, en media mañana— a enfrascarme con Hijos de Caín (Ariel), de Peter Vronsky, una muy ilustrativa historia de los asesinos en serie; y de revisitar pelis más o menos positivas e “inspiradoras”, como la inevitable Arsénico por compasión (Frank Capra, 1944), a sumergirme en las sórdidas oscuridades morales y ambientales de El estrangulador de Rillington Place (Richard Fleischer, 1971), o en el mediocre pero angustioso confinamiento sadomaso de Saw (James Wan, 2004). Y es que crece mi impaciencia, mi impotencia y mi cabreo.

Sigo buscando ayuda en los libros, sin embargo, y miren por dónde: “Una epidemia tan grande y un aniquilamiento de hombres [vidas humanas] como éste no se recordaba que hubiera tenido lugar en ningún sitio; pues al principio los médicos, por ignorancia, no tenían éxito en la curación, sino que precisamente ellos morían en mayor número porque eran los que más se acercaban a los enfermos (…); y fue inútil suplicar en los templos”. El que describe esa epidemia, su proceso y sus efectos (también sociales) de modo memorable, es Tucídides en el segundo libro (46-54) de su Historia de la guerra del Peloponeso (utilizo la traducción de Rodríguez Adrados, en Crítica). La peste acabó entonces (429 antes de Cristo) con la vida de más de 100.000 personas, un tercio de la población del Ática. Los atenienses, agotados por la guerra y la enfermedad, se revolvieron contra Pericles, que pronunció entonces uno de los discursos más emocionantes y patrióticos de toda la historia política (59-64). Tomo mi lámpara, como Diógenes, para buscar a uno semejante entre nosotros, pero no lo encuentro: si acaso lo hay son muchos, no uno, y se están jugando la vida en silencio mientras los demás cuarenteneamos, enfrentándose al único superpoder que nos amenaza; a lo mejor ellos forman parte, ahora, del intelectual colectivo del que hablaba Gramsci. Engaño mi angustia frotando imaginariamente el anillo y pronunciando su mensaje —esto también pasará— como si se tratara de una jaculatoria.

2. Libros
Todos los datos apuntan a un pronunciado descenso general de ventas de libros tradicionales y a un aumento muy apreciable de la lectura digital durante el confinamiento. Las librerías más dinámicas o mejor dotadas venden libros electrónicos, de acuerdo, pero esto no sirve para salvar un sector que lo está pasando muy mal. En Francia, que casi siempre ha gozado de Gobiernos particularmente atentos al tejido librero, ya se están planteando fuertes ayudas para el día después. Si se prolonga el confinamiento, o cuando llegue la recuperación, las librerías siguen siendo consideradas negocios no esenciales, me pregunto cómo sobrevivirán las independientes.

Y lo mismo vale también para los pequeños y algunos medianos editores, obligados en el mejor de los casos a ERTE de los que se ve la entrada, pero no la salida. Un Ministerio de Cultura sensible al sector —algo que, últimamente, no se ve mucho, quizás por la ridiculez de su presupuesto— es hoy más necesario que nunca. Por lo demás, en todas partes cuecen habas víricas: en Estados Unidos, las big five (Penguin Random House, HarperCollins, MacMillan, Simon & Schuster y Hachette) despiden o licencian a numerosos trabajadores; las grandes librerías de cadena (Barnes & Noble, especialmente) cierran docenas de tiendas y proceden también a “aligerar la nómina”. Toda la gran cadena del libro se encuentra en situación de peligro.

Cuarenteneando
Y, cuando nos suelten de nuevo (si es que algún día), es necesario conseguir que los neolectores de esta cuarentena no identifiquen lectura con confinamiento: es preciso estimular la lectura de modo eficaz e ingenioso, adoptando en gran escala técnicas y reclamos que están empleando con éxito los pequeños y grandes editores. En todo caso, y parafraseando otra vez a Brecht, también se sigue publicando en (estos) tiempos sombríos: ahí tienen, por ejemplo, los dos primeros e importantes libros de la nueva editorial Nola: Imperios; la lógica del dominio del mundo desde la antigua Roma a Estados Unidos, del politólogo Herfried Münkler, y La invención de la cultura, de Roy Wagner, un influyente tratado de antropología cultural publicado originalmente en 1975, e inédito entre nosotros. Termino con una frase extraída de una estupenda entrevista de Livres Hebdo al patrón Antoine Gallimard, y que resume muy bien el desconcierto de los editores: “Estamos en un estado de suspensión, sin saber demasiado cómo vamos a salir de él. Es preciso tomar medidas para preservar y preparar el porvenir y, al mismo tiempo, gestionar lo cotidiano”. Crucemos los dedos.

https://elpais.com/cultura/2020/04/07/babelia/1586278767_899694.html

domingo, 5 de abril de 2020

La Historia de dos ranas

Para reflexionar, un breve cuento que he leído estos días...

Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo.
Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo.

Cuando vieron cuan hondo era el hoyo, las ranas de arriba le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas.
Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas.
Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió.
Luego se desplomó y murió.
La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible.
Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no era racional seguir luchando.
Pero la rana saltó cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo.
Cuando salió, las otras ranas le dijeron: "nos alegramos que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritábamos".
La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más y salir del hoyo.

*Moraleja*

1. La palabra tiene poder de vida o muerte. Una palabra de aliento a alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarlo y seguir su camino, seguir adelante y finalizar el día.
2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede ser lo que lo acabe por destruir. Tengamos cuidado con lo que decimos.
3. Una persona especial es la que tiene tiempo para animar a otros.

Una referencia relacionada:
En los Estados Unidos de Norteamérica, en la NASA, hay un poster muy lindo de una abeja, el cual dice:
"Aerodinámicamente, el cuerpo de una abeja no está hecho para volar; lo bueno es que la abeja no lo sabe"

¿Qué te parece si hacemos oídos sordos a las cosas negativas y comenzamos a animarnos y a hacer algo todos para que este tiempo que nos toca vivir, sea mucho mejor para todos...?

domingo, 26 de enero de 2020

_- El león que creía ser oveja

_- Tomado del blog de Miguel Ángel Santos Guerra.
21 diciembre, 2019

Cuando me preguntan lo que pienso sobre el peso que tiene en la vida la genética y la cultura (incluida la educación) suele decir que ambas tienen una enorme influencia. Y, cuando me fuerzan a dar porcentajes, digo que en un 100% tiene influencia la genética y en un 100% la cultura. Como es lógico, la respuesta no responde a la inquietud del que pregunta, pero refleja muy bien mi posición al respecto.

La carga genética que influye en el fenotipo de un organismo individual, o de una especie o población, puede ser modificada por las condiciones del medio ambiente y de la cultura.

Somos lo que creemos que somos. Y en la configuración de esa creencia influyen la imagen que nos formamos de nosotros mismos y la que los demás proyectan sobre nosotros. Importa lo que esperamos de nuestras posibilidades y lo que esperan los demás de ellas.

En un libro que pronto publicará Francisco Menchén y que conozco porque ha tenido la amabilidad de pedirme que escriba el prólogo, he encontrado una fábula que ya conocía y que, por las extrañas leyes que rigen la memoria, había olvidado. Se titula “El león que creía ser oveja”. El libro, que puedo recomendar antes de que vea la luz, se titulará “Redescubrir la creatividad como experiencia de vida. El ADN del aprendizaje creativo”.

Vamos a la historia.
Cuenta una antigua leyenda hindú que un leoncito cachorro abandonado por su madre fue acogido cariñosamente por un rebaño de ovejas y se crió entre ellas en las cercanías de un hermoso lago. Creciendo allí llegó a creer que él también era una oveja.

Cuando llegó a la edad adulta, y siendo un enorme león, se comportaba como cualquiera de las demás ovejas. Un día se acercó hasta allí otro león adulto y hambriento y se asombró mucho de observar que ese león, mucho más grande y fuerte que él, huyera como hacían las ovejas, brincando y balando con el resto de los miembros del rebaño.

Después de mucho esfuerzo logró arrinconarle. Inútilmente intentó explicarle que no debía huir porque era un poderoso león. Finalmente, con un gran esfuerzo le arrastró hasta el lago cercano. Allí le obligó a mirar su reflejo en la superficie del agua. Cuando el león observó su rostro, su cuerpo y su melena, reflejados nítidamente en la superficie del agua sintió un estremecimiento de pies a cabeza y desde lo profundo de sus entrañas se elevó la más intensa emoción interna y brotó el más fuerte y poderoso rugido que se había escuchado jamás haciendo eco a través de todas las montañas y valles del mundo

A partir de entonces el león juró defender a aquellas ovejas con su poder y su fuerza. Y así lo hizo hasta el fin de sus días.

No solo es importante saber quién se es, aceptarse como tal. Desarrollar al máximo las potencialidades genéticas. La oveja no es un león defectuoso. Una oveja es una oveja. Un león es un león. Es importante que esa identidad y esas cualidades se pongan al servicio de los demás y que no se utilicen para amedrentarlos, dominarlos y destruirlos.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2019/12/21/el-leon-que-creia-ser-oveja/