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viernes, 17 de noviembre de 2023

PSICOLOGÍA. Psicópatas al poder: por qué personas tóxicas llegan con facilidad a puestos de mando.

Dos libros exploran los rasgos psicopáticos comunes de algunos líderes exitosos.


Se ha traducido recientemente al español el ensayo DesConectados, donde Steve Taylor habla de cómo en los centros de poder —político, empresarial o de otro tipo— abundan las personas narcisistas o psicópatas. El libro de este profesor de Psicología de la Leeds Beckett University utiliza el término patocracia para describir a personas trastornadas que están al mando de países o de organizaciones, con poca o ninguna empatía por el sufrimiento que provocan sus decisiones.

Taylor considera su crueldad como resultado de su desconexión de la humanidad, en el polo opuesto de la compasión que nos permite conectarnos con el sufrimiento de los demás. Esta clase de líderes mandan de forma patriarcal y jerárquica, además de responder con belicosidad contra quienes no piensan igual. A todo el mundo se le ocurrirá más de un ejemplo —alguno de dolorosa actualidad— que encaja con este modelo.

En su libro La sabiduría de los psicópatas, publicado hace tres años en España, el doctor en psicología Kevin Dutton sostiene que los rasgos psicopáticos son muy comunes en los líderes exitosos, ya que su propio trastorno les ayuda a medrar.

Veamos, según este investigador de Oxford y Cambridge, ocho características de quienes ejercen su poder desde la patocracia:

Influencia social. El narcisista y la mayoría de psicópatas aman los focos. Se manejan bien frente al público, que los percibe como seres carismáticos.

Intrepidez. Lo que el ciudadano de a pie no se atrevería a decir, el líder trastornado lo expresará con naturalidad, y lo mismo sucede con sus acciones, motivo por el que esta clase de líderes suelen emprender aventuras arriesgadas.

Inmunidad al estrés. Las dificultades, las protestas e incluso la bronca le ponen, le gusta nadar contra corriente. En medio del conflicto se siente en casa. Una ventaja competitiva frente a oponentes más blandos.

Egocentrismo maquiavélico. Quien dirige desde la patocracia busca su lugar en la historia, sin importar el precio que tengan que pagar las víctimas, que serán consideradas efectos colaterales de un bien mayor.

Inconformidad rebelde. Como el protagonista de la biografía Limónov, donde Emmanuel Carrère describe su peligrosa despreocupación con respecto al resultado de sus acciones. El intento de invasión de Rusia por parte de Napoleón o de Hitler serían otros dos ejemplos sobradamente conocidos.

Frialdad. Steve Taylor lo llama desconexión para explicar la falta de sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno, algo que también experimenta en su piel quien es víctima de acoso laboral.

Curiosamente, muchas personas tienden a relacionar los perfiles empáticos con la ineficacia. Tal vez por eso, las encuestas en EE UU valoran negativamente la labor de presidentes considerados “discretos” como Jimmy Carter o Gerald Ford, mientras que quienes poseen los atributos que hemos visto previamente son percibidos con autoridad para resolver problemas.

Volviendo a los psicópatas, Taylor señala que muchos de ellos tuvieron una infancia traumática, fuera por desatención de los padres o por ser testigos o víctimas de episodios de violencia. Una vez han desarrollado un comportamiento psicopático, muchos terapeutas consideran que es casi imposible sanarlos, justamente porque no creen que estén equivocados, y mucho menos enfermos. El autor de DesConectados recomienda la meditación como posible remedio para sanar. Sin embargo, la persona debe ser capaz de hacer una pausa, olvidar al enemigo exterior y dirigir la mirada hacia uno mucho más difícil y terrible: el que vive en su interior.

Otra vía a la transformación es el contacto directo con quien ha sufrido sus actos, como ha sucedido en encuentros entre terroristas y familiares de víctimas. En estos casos, la parte agresora ya no puede escudarse en una idea, porque tiene ante sí a un ser humano que podría ser su hermano, su hija o uno mismo, lo que facilita el milagro de la conexión.

Las cartas de Gandhi a Hitler
—¿Se puede conmover el corazón de un representante de la patocracia? La historia parece negarlo. Una prueba de ello fue lo sucedido en 1939, cuando Gandhi decidió escribir a Hitler tras saber de la invasión de Checoslovaquia. Encabezaba la carta con un empático: “Querido amigo”, y le decía: “¿Tendrá a bien escuchar la petición de alguien que ha evitado de forma deliberada el método de la guerra alcanzando un considerable éxito?”.

—No sabemos si la carta llegó a manos de Hitler, que nunca contestó, pero un año más tarde Gandhi lo intentó de nuevo con una segunda carta, en la que suplicaba que “detuviese la guerra” apelando a su sentido de la humanidad.

—Ambas tentativas fueron un fracaso, lo cual confirma que no es fácil intentar hacer reflexionar a esta clase de perfil.

Francesc Miralles es escritor y periodista experto en psicología.


DesConectados, de Steve Taylor.
La sabiduría de los psicópatas, de  Kevin Dutton

martes, 11 de enero de 2022

Las vacas no dan leche

Es propio de los niños protestar porque la tarta que se han comido ya no siga allí. Los adolescentes creen que alguien les pondrá la tarta delante sin hacer el menor esfuerzo para conseguirla. No solo esperan que aparezca como por arte de magia, sino que lo exigen con vehemencia, como si fuera un derecho. El adulto sabe que tiene que trabajar por conseguir la tarta y que, si la come, desaparecerá de su mesa.

Me preocupa la actitud de algunos jóvenes que han convertido su vida en una plataforma de exigencia y de demandas apremiantes. Quiero esto y lo quiero ya. La frase se repite con machacona insistentica: tengo derecho, tengo derecho, tengo derecho… Claro que tenemos derechos. Y hay que exigirlos.

Pero hay quien vive como si no hubiera obligaciones, como si no hubiera que hacer esfuerzos para conseguir las cosas, como si por “la cara bonita”, todo lo que se necesita debería entregárselo la vida de forma gratuita y sin demora alguna.

Hace poco he leído, en uno de los whatsapps anónimos que te llegan en aluvión, una sencilla y simpática anécdota que me llamó la atención por el título: Las vacas no dan leche. Esta es la historia.

Un campesino, que tenía una importante vaquería, acostumbraba a decirles a sus hijos cuando eran pequeños:

– Al cumplir los 12 años os contaré el secreto de la vida.

Los niños estaban intrigados. ¿Cuál será ese gran secreto? ¿Por qué no lo podemos conocer ya si es tan importante? ¿Quién más lo conoce? ¿Y qué pasa cuando no se sabe ese secreto?

Cuando el mayor cumplió los 12 años, le preguntó ansiosamente a su padre cuál era el secreto de la vida. El padre le respondió que se lo iba a decir, pero que no debía revelárselo a sus hermanos.

– El secreto de la vida es este: Las vacas no dan leche.

– ¿Qué dices, padre?, preguntó incrédulo el muchacho. ¿Cómo que no dan leche? Pues entonces, ¿Qué dan?

– Tal cual lo escuchas, hijo: Las vacas no dan leche, hay que ordeñarlas. Tienes que levantarte a las 4 de la mañana, ir al campo, caminar por el corral lleno de excrementos, ponerles un brazado de cebada y de millo, coger el sacho y raspar el estiércol hasta dejar limpio el alpende, luego atar la cola y la pata de las vacas, sentarte en el banquito, colocar el balde y hacer los movimientos adecuados para ordeñar al animal hasta sacarle toda la leche, si no, no hay leche. Ese es el secreto de la vida, las vacas no dan leche. O las ordeñas o no tienes leche.

Hay una generación que piensa que las vacas DAN leche a todas horas y que esta cae en el cartón que sale del supermercado. Que las cosas son automáticas y gratis: deseo, pido, y obtengo. O ni siquiera pido. Hay quien piensa que las vacas dan la leche. Que las cosas son automáticas y gratuitas. No, la vida no es cuestión de desear, pedir y obtener. Las cosas que uno recibe son el resultado del esfuerzo que uno hace. La felicidad es el resultado del esfuerzo. La ausencia de esfuerzo genera frustración. Es bueno compartir con los hijos, desde pequeños, este secreto de la vida. Para que no crean que el gobierno, o sus padres, o los dioses, por sus lindas caritas van a darles todo cual vaca lechera. No. Las vacas no dan leche. Hay que trabajar por ella.

Además de lo dicho, es preciso alimentar a las vacas, cuidarlas, protegerlas de las inclemencias del tiempo, curarlas cuando están enfermas, cepillarlas para que estén limpias…

A mediados del siglo XX, el compositor español Fernando García Morcillo compuso una canción que todos conocemos y que se titula “Tengo una vaca lechera”. El estribillo se ha hecho muy popular: “Tengo una vaca lechera, no es una vaca cualquiera, me da leche merengada, ay que vaca tan salada, tolón, tolón”. Aquí añadimos al regalo gratuito, un complemento singular: no es que la vaca de leche, es que, además, da leche merengada. Nos encontramos con un error un error más grave. Porque para tener leche merengada hay que hervir la leche con azúcar, canela y corteza de limón y, una vez enfriado en el congelador, hay que añadir claras de huevo batidas a punto de nieve. Así que la vaca no da leche y, menos, leche merengada. Hay que currárselo.

La canción “Señora vaca” enuncia más donativos generosos de la vaca, pero silenciando todo lo que tenemos que hacer para disponer de ellos: “Señora vaca, señora vaca/ yo le doy gracias por todo lo que nos da/ nos da la leche, el dulce de leche/ y la manteca que siempre le pongo al pan./ También el queso que es tan sano, y un yogour para mi hermano/ señora vaca, usted sabe trabajar”.

Tenemos que esforzarnos para conseguir lo que queremos. Lo mismo digo de los logros sociales. Los trabajadores estamos forzados a defender nuestros derechos laborales, de lo contrario nos quedaremos sin ellos. Y no basta que uno los pida o los defienda. Es preciso que haya unidad y perseverancia para alcanzar lo que se pretende. Un héroe no consigue o mantiene los derechos de forma aislada, aunque arriesgue la vida. Solo la suma de los esfuerzos de todos es eficaz. Recuerdo la película “La ley del silencio”, de Elia Kazan. En un duro conflicto de los trabajadores del puerto de Nueva York soluciona el problema la actitud heroica de un héroe, que interpreta el actor Marlon Brando. Elia Kazan era un director que denunciaba a sus compañeros en la caza de brujas. No iba a filmar una película rica en contenidos sociales. Hace una película tramposa. Presenta a los trabajadores como personas insolidarias, cobardes, miedosas. Nos ofrece una solución falsa.

Nuestros jóvenes no saben valorar algunas veces el esfuerzo que tienen que realizar sus padres para que ellos puedan vivir mientas estudian e, incluso, después de estudiar, ya que no es fácil encontrar trabajo. El porcentaje de paro juvenil en España, roza el cuarenta por ciento, un porcentaje insoportable y vergonzoso.

Decía Sófocles que el éxito depende del esfuerzo. Y el esfuerzo está en nuestras manos, no en las manos de los demás. “Las personas se hacen más fuertes, dice Sidney J. Phillips, al darse cuenta de que la mano ayudante que necesitan está al final de su propio brazo”.

Se necesita esfuerzo perseverante para tener éxito en el estudio, para encontrar un trabajo, para hacer próspero un negocio, para mantener el cuerpo sano, para cultivar las amistades, para superar un fracaso, para alcanzar las metas. No suele llegar el éxito con solo pedirlo, envuelto en papel de regalo. La naturaleza ofrece comida a los pájaros para que alimenten a sus crías, pero no se la echa en el nido.

No se trata de esforzarse por esforzarse. Se trata, a mi juicio, de que el esfuerzo esté bien orientado hacia fines saludables, hacia la consecución de objetivos posibles y exigentes. Quiero decir que no es igual estar motivado para hacer el esfuerzo que ser obligado de manera violenta e irracional a realizarlo. En el interesante libro de Daniel Kahneman “Pensar rápido, pensar despacio acabo de leer: “El placer que encontrábamos en trabajar juntos nos hizo excepcionalmente pacientes; es mucho más fácil esforzarse por encontrar la perfección cuando nunca se está aburrido”.

El presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt pronunció esta frase lapidaria: “¡Suda y te salvarás!”. Te salvarás de la molicie, de la pereza, del aburrimiento, de la inacción, de la abulia, de la irresponsabilidad y del fracaso. Porque, como decía Gandhi: “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado; un esfuerzo total es una victoria completa”.

lunes, 21 de diciembre de 2020

La relevancia de Gandhi en tiempos de crisis globales

Cuando llega el 2 de octubre los líderes políticos, religiosos y de los negocios en India y otros lugares recuerdan al Mahatma Gandhi, cantan sus alabanzas y juran vivir según los ideales que él apoyaba. Un día después, o quizás esa misma noche, se le deja atrás tan rápidamente como fue recordado esa mañana. Peor aún, vuelven a asesinarlo a él y a los ideales de no violencia, autodependencia y bienestar universal por los que vivió y murió. Y sin embargo, vale la pena preguntarse: ¿en este mes de su 151 aniversario, sigue teniendo relevancia en un mundo cada vez más desgarrado por conflictos y crisis de todo tipo?

De manera interesante, en los últimos años parece haberse reavivado la atención por su vida, ideas y acciones. Varios movimientos locales y globales están aplicando principios como la desobediencia civil y la no violencia, con el reconocimiento explícito e implícito de su inspiración en Gandhi. Otros recuerdan su visión clarividente sobre los impactos ecológicos del ‘desarrollo’ sin restricciones. Pero está también la atención adversa sobre él por algunos de los movimientos antiracistas que recuerdan los puntos de vista racistas que parecía haber apoyado en sus primeros años como activista en Sudáfrica. Y en India se ha convertido en un símbolo cínicamente conveniente de los programas preferidos del gobierno sobre limpieza y, más recientemente, autodependencia; ¡aunque algunas personas animadas implícitamente por el actual régimen hipernacionalista celebran incluso a su asesino Nathuram Godse como un patriota!

Sea lo que sea lo que uno piense sobre la naturaleza en contraste del interés recientemente revivido por su figura, no hay duda de la relevancia de Gandhi en las luchas e iniciativas diarias de gentes de todo el mundo. Directa o indirectamente, sus ideas de swaraj, satyagraha, sarvodaya y ahimsa están vivas, y se han vuelto aún más importantes en un mundo desgarrado por desigualdades crecientes, devastación ecológica y formas antiguas y nuevas de privación de las necesidades básicas para más de dos miles de millones de personas.

Satyagraha: decirle la verdad al poder
Múltiples crisis globales preexistentes se han exacerbado con la pandemia del covid 19 y todavía más por las respuestas de los estados ante ella. En muchos países, el gobierno la ha utilizado como excusa para incrementar las tendencias autoritarias, entre las que se incluye la vigilancia de los ciudadanos en nombre de la seguridad. Además, se ha utilizado como una oportunidad para la toma de decisiones que van abiertamente contra los trabajadores y contra el medio ambiente, sabiendo que la capacidad de disentir se ha reducido mucho entre poblaciones que se supone no deben aventurarse en las calles. Es aquí donde la idea gandhiana de satyagraha, de decir la verdad al poder de forma no violenta, es tan importante.

De muchas maneras diferentes, Gandhi practicaba satyagraha, resistiéndose al poder colonial o a la marginación de los musulmanes en una sociedad con mayoría hindú. Es también interesante que lo usó como un medio para conseguir una base ética para la transformación. Por ejemplo, cuando desconvocó el movimiento nacional de no cooperación contra el dominio colonial como señal de expiación por un incidente en el que miembros del movimiento quemaron una comisaría y mataron a varios policías. Esto está estrechamente relacionado con su constante insistencia en la ahimsa o no violencia, especialmente relevante tanto en la resistencia a las fuerzas de opresión como a no albergar sentimientos de venganza violenta.

Nelson Mandela estuvo inspirado por este llamamiento a un proceso de ‘verdad y reconciliación’ que permitió una transición pacífica para salir del apartheid en Sudáfrica, en lugar de un periodo de actos de venganza sangrienta contra los colonos blancos (que hubiera sido totalmente comprensible dados los horrores del apartheid). Otro discípulo de este enfoque, Martin Luther King, es uno de los predecesores del actual movimiento antiracista en los EEUU, incluida la última rebelión por George Floyd, que es explícitamente no violenta. (Como comentario al margen es interesante que la conexión más explícita con Gandhi parece ser la demanda entre algunos elementos del movimiento antiracista de derribar sus estatuas para protestar por lo que es visto como una actitud racista por su parte cuando estuvo en Sudáfrica, un punto de vista que ha sido matizado por diversos especialistas en Gandhi, incluso profundizando en el periodismo del movimiento negro de ese periodo).

Entre otros que han recogido el enfoque de satyagraha se incluye Extinction Rebellion, un movimiento global de ruptura no violenta que llama la atención sobre la devastación masiva del planeta y de la vida humana por la crisis climática causada por el sistema político y económico dominante. En India, jóvenes de todo el país convocaron una satyagraha el 25 de agosto para protestar por el intento descarado por parte del gobierno de debilitar la legislación que obliga a una valoración del impacto medioambiental de los proyectos de desarrollo. Muchos movimientos de base de resistencia en India han tenido una inspiración similar. El Movimiento Chipko en el Himalaya, organizado por antiguos gandhianos, intentó salvar los bosques de la tala por parte de la industria en los años 70. Como uno de los movimientos medioambientales y de protección de los medios de vida más icónico del mundo, ha inspirado iniciativas similares para salvar bosques en los EEUU y otros lugares. El Narmada Bachao Andolan contra megapantanos en India central ha sido explícitamente no violento, y ha inspirado a movimientos similares en otras partes del mundo. El movimiento global por la paz, la desnuclearización y el desarmeo tiene un legado similar. Esto incluye la Carta de las Naciones Unidas y el multilateralismo, en el que negociadores indios influenciados directamente por Gandhi tuvieron un papel importante.

Sarvodaya: elevar el bienestar colectivo de todos
Para Gandhi, sin embargo, la satyagraha era solo una caja de herramientas de enfoques para conseguir justicia. Viajando a lo largo y ancho del país, comprendió que los niveles abismales de privación y marginación, nacidos de una historia intensamente colonial y feudal, debían ser abordados. No solo se tenía que decir la verdad al poder, sino también dirigirse hacia una acción fundamentada hacia la sarvodaya, la elevación de todos de una manera justa, o como dijo Gandhi en Young India, no «la fórmula utilitaria del mayor bien para el mayor número (sino) … el mayor bien para todos». Esto se podía conseguir mediante nirman, o reconstrucción. Él mismo, y alguno se sus seguidores o consejeros, como el economista JC Kumarappa, inspiraron varios experimentos en generación de medios de vida locales dignos y autodependencia, siendo el hilado de tejido khadi un símbolo crucial.

En la actualidad, diversas iniciativas para conseguir medios de vida dignos y la autodependencia se han inspirado en enfoques gandhianos de una ‘economía no violenta’. El trabajador gandhiano (y conocida personalidad teatral) Prasanna, inició Charaka, una cooperativa de khadi gestionada por mujeres que ha proporcionado medios de vida dignos a 200 mujeres a la vez que promocionaba el trabajo a mano, la autodependencia, y la producción con sensibilidad medioambiental. Ha aparecido recientemente en las noticias (septiembre-octubre de 2020) al ejercer la satyagraha denunciando el impago de cuotas por parte del gobierno, por lo que tuvieron que cerrar durante un mes. No lo han hecho mediante la típica protesta callejera, sino limpiando públicamente las oficinas de la administración local, distribuyendo ropa a los pobres y otros métodos para ‘cambiar el corazón’ de aquellos en el poder.

Elango R., un sarpanch [jefe de la administración local] dalit cerca de Chennai, combina explícitamente los principios gandhianos y marxistas y el anticastismo del icono dalit Babasaheb Ambedkar (quien encabezó el comité para la redacción de la Constitución de India) en su intento de transformar la aldea de Kuthambakkam, donde vive, para dar más dignidad y seguridad de medios de vida a familias dalit. Él ha abogado por una ‘economía en red’ en la que grupos de unas 20 aldeas puedan ser autosuficientes respecto a sus necesidades básicas. Una idea puesta en marcha de una manera algo diferente por otra trabajadora social de inspiración gandhiana, Ela Bhatt, con su idea de una autodependencia ‘en un radio de 100 millas‘. Todas estas ideas son cada vez más discutidas en una India afectada por el covid, mientras las historias de respuesta comunitaria durante el periodo de confinamiento muestran que donde hay comida y autodependencia de medios de vida, hay la máxima resiliencia.

Por todo el mundo hay ejemplos extraordinarios de alternativas constructivas al actual sistema dominante: agricultura sostenible y holística, soberanía comunitaria sobre agua/energía/alimentación y conservación de la naturaleza, solidaridad y economía del compartir, ocupación obrera de instalaciones productivas, recursos y conocimientos comunes, gobernanza local, salud comunitaria y aprendizaje alternativo, fomento de la paz intercomunitaria, reafirmación de la diversidad cultural, pluralismo sexual y de género, y muchas más (véase por ejemplo Vikalp Sangam para cientos de ejemplos de India; para otros lugares, véase Democracia Ecológica Radical. La mayor parte de ellos no tienen necesariamente una inspiración directa en Gandhi, pero el clima de sus ideas y prácticas es probable que haya influido en muchas de ellas, como por ejemplo en los movimientos campesinos de anna swaraj (soberanía alimentaria).

El principio de sarvodaya, y el concepto relacionado de fideicomiso (trusteeship) que defendía Gandhi, puede llevarnos a un cambio radical de foco sobre lo común en lugar de sobre la propiedad privada. En 2013, el gram sabha (asamblea de aldea) de Mendha-Lekha (distrito de Gadchiroli, Maharashtra), tomó la decisión histórica de convertir toda su tierra agrícola privada en tierras comunes de la aldea. Para darle respaldo legal usaron la prácticamente olvidada Ley Gramdan [literalmente ‘donación de tierra’], que fue inspirada por el discípulo de Gandhi Vinoba Bhave.

Gandhi ha sido criticado (quizá de manera justa) por no ser explícitamente anticapitalista, como por ejemplo con sus súplicas a los empresarios industriales para que adoptasen la idea de fideicomiso. Pero también dijo:

«Todo el mundo debería poder conseguir trabajo suficiente como para permitirle llegar a fin de mes. Y este ideal solo se puede conseguir de manera universal si los medios de producción de las necesidades elementales de la vida permanecen bajo control de las masas. Deberían estar disponibles libremente para todos, como deberían estarlo el aire y el agua de Dios. No deberían convertirse en un vehículo de tráfico para la explotación de otros. Su monopolización por cualquier país, nación o grupo de personas sería injusta.»

Esto indica que estaba claramente en contra de que un puñado de individuos (o incluso el estado) poseyese o controlase los medios de producción, como también contra la concentración de riqueza en las manos de unos pocos. Defendía también un enfoque más oriental para conseguir «un socialismo más verdadero y un comunismo más verdadero que el que el mundo haya soñado hasta ahora». Recientemente se han presentado una serie de propuestas para la distribución radical de la riqueza desde la horriblemente perversa concentración a la que se enfrenta hoy el mundo mediante los impuestos, la abolición de la herencia e incluso de la propiedad privada, y otros medios. Estos se pueden ver como medios para conseguir la sarvodaya.

También en el sector de la salud se ven ecos del foco fuertemente articulado de Gandhi sobre la autocuración, sobre facilitar los poderes naturales del cuerpo, sobre el uso de tratamientos con hierbas, etc. en los numerosísimos centros ayurvédicos y de naturopatía por toda India. El Instituto Nacional de Naturopatía radicado en Pune ha construido su extenso programa y alcance según el enfoque de Gandhi sobre la salud. En tiempos de covid, la necesidad de tener cuerpos sanos para estimular la inmunidad usando estos enfoques, para una recuperación más rápida y más plena ha sido ampliamente demostrada. Como también la necesidad de ser autodependiente para las necesidades personales en lugar de la debilitante dependencia de hoy de los ‘profesionales’. Un enfoque defendido con fuerza por el brillante académico Ivan Illich, quien estuvo influenciado por el economista gandhiano JC Kumarappa.

Swaraj: verdadera democracia
Para Gandhi, la máxima expresión de autodependencia era swaraj, traducido de manera bastante inadecuada como autogobierno. Swaraj tiene en realidad un enfoque profundamente democrático y ético que avergüenza a las democracias liberales de hoy, incorporando la libertad y la autonomía pero con responsabilidad hacia la libertad y autonomía de otros, posible únicamente si uno también vive la ética de la autocontención en lugar del loco consumismo promovido por la economía de hoy.

Esta idea de una democracia directa, radical, tiene que ser un eje central de la respuesta a las crisis globales. La mayor parte de los movimientos progresistas políticos y sociales se han orientado a la ‘toma del estado’, a intentar reemplazar los partidos políticos retrógrados por progresistas y hacer que el estado sea responsable. Aunque esto es necesario mientras el estado exista, no supone en lo fundamental un desafío a la naturaleza del estado, o, de hecho, a si es necesario que exista un estado centralizado o no. Ni se ha planteado un desafío adecuado a la centralidad del estado-nación en nuestras vidas, a pesar de los enormes fracasos de esta estructura al abordar tanto problemas internos de su población como asuntos globales (siendo el clima un ejemplo espectacularmente escalofriante). Diversas formas de anarquía, marxistas o gandhianas, han sido básicamente relegadas a los márgenes.

En India, el gobierno solo ha dado algunos pasos titubeantes hacia la democracia directa, y se ha movido muy lejos del ideal de autodependencia para las comunidades (o el país en su conjunto). Las enmiendas constitucionales 73 y 74 prometieron la descentralización del poder de toma de decisiones a aldeas y centros urbanos, pero lo restringieron gravemente al no proporcionar financiación y traspaso de competencias legales. En cualquier caso, su aplicación ha sido, en el mejor de los casos, vacilante. El proceso de Kerala de planificación a nivel de aldea y la iniciativa de comunalización de Nagaland en la que una parte de los fondos del estado (para educación, salud, electricidad, carreteras) van directamente a los consejos de aldea, son ejemplos de estados que se han acercado a las intenciones de la Enmienda 73. Pero incluso ellas han tenido fallos o no es han mantenido el tiempo suficiente.

Para Gandhi swaraj se tiene que construir de abajo arriba, desde la aldea hacia afuera a lo largo del paisaje en lo que él denominaba ‘círculos oceánicos’. Por toda India, diversos individuos que formaron parte del movimiento juvenil del activista gandhiano Jayaprakash Narayan, Chhatra Yuva Sangharsh Vahini, han trabajado con comunidades de aldea para crear autodependencia local en áreas como el agua y la alimentación, y para luchar por la toma de decisiones basada en los gram sabha (asambleas de aldea). En la India central y del este, adivasis y otras comunidades locales han intentado diversos grados de autogobierno. Como declaró hace tres décadas Mendha Lekha (citado más arriba) ‘nosotros elegimos el gobierno en Delhi, pero en nuestra aldea nosotros somos el gobierno’. Unas 90 aldeas en esa misma parte de India han formado una Maha Gramsabha (federación de asambleas de aldea) con una orientación similar.

Paralelos cercanos a estos son las luchas por la autodeterminación de pueblos indígenas y otras comunidades locales en muchas partes del mundo, incluido el derecho a aceptar o rechazar cualquier propuesta externa para un proyecto en sus territorios. Los zapatistas en México y el movimiento kurdo en Asia occidental han conseguido una democracia radical de este tipo a una escala relativamente grande. Muchos otros pueblos en América Latina han proclamado y conseguido el reconocimiento de una plena autodeterminación, y movimientos que reclaman soberanía territorial para las Primeras Naciones en la Isla Tortuga (Canadá / EEUU) y Australia tienen una base similar. Muchas de ellas emanan de cosmologías indígenas que están próximas (aunque la mayoría de manera inconsciente) con los principios gandhianos de swaraj, sarvodaya y satyagraha… y pueden incluso ir más allá en su inmersión completa en la naturaleza.

Se puede plantear por tanto una extensión de swaraj y sarvodaya para abarcar toda la vida, una ‘eco-swaraj‘ o ‘prakritik (natural) swaraj‘, o una democracia ecológica radical. Una avalancha de resoluciones judiciales y legales y demandas de ciudadanos y comunidades en muchas partes del mundo han proclamado que la naturaleza (o algunos de sus elementos, como ríos y montañas) tienen un derecho intrínseco, similar al de una ‘persona jurídica’. Aunque formuladas a menudo dentro del discurso formal occidental y por tanto con tendencia a tener serias limitaciones, estas pueden estar alineadas con visiones del mundo indígenas que reconocen que todos los aspectos de la naturaleza tienen su propio espíritu, que merece tanto respeto como el de los humanos. Viene a la mente el comentario de Gandhi de que el valor de una civilización se puede medir por cómo trata a los animales.

Estas perspectivas han surgido también desde dentro del ‘vientre de la bestia’, por así decir. Movimientos basados en enfoques ecofeministas, por ejemplo, destacan con fuerza la necesidad de acabar con un dominio milenario de una mitad de la humanidad sobre la otra mitad, sanando simultáneamente la ‘brecha metabólica’ entre los humanos y el resto de la naturaleza. Los retos a patrones insostenibles de producción y consumo, incluida la creciente demanda de decrecimiento radical de las economías llamadas ‘desarrolladas’, tendrían una clara relación con la perspectiva gandhiana de autocontención inherente a swaraj, y su crítica mordaz al industrialismo como explotador tanto de la naturaleza como de los humanos.

Es importante destacar que los movimientos de base de resistencia y las alternativas no están atrapados necesariamente en un campo ideológico u otro. Esto es más la preocupación de académicos y activistas profesionales. Más bien, estos movimientos consciente o inconscientemente toman prestado de diversas figuras inspiradoras de la historia, incluidos aquellos en su propio pasado que lucharon por la justicia. Ni habría que presionarlos para una única ‘alternativa’ homogénea para todo el mundo. Una integración continua de tales legados diversos, y el entretejido de un pluriverso de visiones del mundo y prácticas, es lo que nos guiará para dejar atrás un mundo desgarrado por las crisis. 

Traductor: Carlos Valmaseda

Fuente:

sábado, 30 de mayo de 2020

El sabio y la mariposa

Miguel Ángel Santos Guerra

Estamos en plena desescalada. Parece que ya se ve alguna claridad al final del túnel, aunque todavía quede mucho camino por recorrer hasta salir a plena luz . Un camino lleno de miedo y de muertes que solo podremos recorrer con esfuerzo, disciplina y esperanza. Hemos avanzado en la buena dirección. Del 35% de contagio hemos pasado a 0,2% y de 900 muertos diarios hemos pasado a menos de 50. Como decía Winston Churchill tras El Alamein, “esto no es el fin, ni el principio del fin, pero sí es el fin del principio”. Para que sigamos avanzando tenemos que poner cada uno nuestro mayor esfuerzo. Ahora todo depende de nosotros y nosotras. Es la hora de la gente.

En los primeros compases de la crisis fue la hora de los políticos. Tuvieron que tomar medidas rápidas, improvisadas, duras, arriesgadas, difíciles. Tuvieron que sostener la economía con decisiones novedosas, urgentes y solidarias para que nadie quedase en el camino por no poder satisfacer las necesidades básicas.

Luego fue la hora de los sanitarios y las sanitarias, que tuvieron que hacer frente a una avalancha de enfermos y enfermas que necesitaban camas, cuidados y remedios. Se vieron obligados a trabajar con un altísimo riesgo y con escasos medios, bordeando siempre el abismo del colapso.

Llegó también la hora de los militares y de los policías que pusieron su actividad al servicio de la desinfección, la vigilancia, la seguridad y el orden, arriesgando sus vidas y luchando contra el miedo a un posible contagio.

Y luego les llegó la hora a aquellos servicios y comercios que proveían de artículos de primera necesidad con el fin de que pudiéramos satisfacer las necesidades más apremiantes: supermercados, farmacias, panaderías…

Luego llegó la hora del profesorado que tuvo que hacer frente a unos compromisos docentes y evaluadores llenos de exigencia que necesitaron de esfuerzo, ingenio y coraje suplementarios. Porque nunca había tenido que trabajar en esas circunstancias. Porque lo hacía desde sus casas, con tareas domésticas e hijos a los que cuidar.

No es tan diacrónica la lista, ya lo sé. Tiene, más bien, carácter sincrónico, pero era necesaria la enumeración para hacer patente su relevancia en la crisis. No es que haya desaparecido o disminuido la necesidad de la acción de todos estos agentes, pero creo que este es el momento de cada ciudadano. Es la hora de la responsabilidad. Sé que no es fácil. Una cosa es esconderse del virus en la casa y otra luchar contra él en la calle. Aun queriéndolo hacer bien no es nada fácil. Pero hay que querer hacerlo bien.

Ha llegado la hora de la gente, como decía. La hora de la responsabilidad ciudadana. Ahora somos nosotros, todos y cada uno, quienes debemos dar muestras de seriedad, exigencia y compromiso con el bien común.

Tenemos la obligación de conocer al dedillo la normativa vigente. Tenemos que saber cuándo, cómo, a dónde y durante cuánto tiempo se puede salir. Y qué se puede hacer en esas salidas. Y que desde el jueves pasado es obligatorio el uso de mascarillas. Tenemos que cumplir escrupulosamente cada una de las normas, tanto las de higiene como las de distancia o movilidad.

Y tenemos que ayudar a que otras personas cumplan las normas, especialmente aquellos y aquellas que dependen de nosotros. No podemos ser testigos impasibles de cómo nuestros hijos e hijas, por ejemplo, se saltan las normas y nos exponen a todos al contagio.

No es la hora de la crítica. Es la hora de la acción. No es la hora del individualismo sino la hora de la solidaridad. No es la hora de la inconsciencia sino del comportamiento responsable. No podemos traicionar el esfuerzo de todos y todas quienes han trabajado y siguen trabajando denodadamente. No podemos echar por la borda, a través de comportamientos irresponsables, aquellos logros ya conseguidos.

“Es incorrecto e inmoral tratar de escapar de las consecuencias de los propios actos”, decía Gandhi. Da la impresión de que algunas personas no son conscientes de los efectos de sus acciones. Pareciera que fuesen niños sin uso de razón o enajenados que no tienen capacidad de discernimiento.

He visto en la televisión (y en la calle) aglomeraciones estúpidas, contactos irresponsables, desplazamientos inadmisibles a segundas residencias, encuentros prohibidos, comportamientos inconscientes, rupturas injustificadas del confinamiento…

Nadie puede declararse a sí mismo una excepción. Nadie tiene derecho a convertirse en una fuente de contagio. Nadie debe pensar que es lo mismo hacer las cosas bien que hacerlas mal. Esta es una llamada a la sensatez, al sentido común y al sentido de lo común. Nos estamos jugando el presente y el futuro. Es la hora de pensar lo que sucedería si todos actuasen como nosotros.

No tienen que ser las multas el principal elemento disuasorio, sino el sentido del deber ciudadano. La responsabilidad de ser respetuosos y solidarios. Me pregunto en este momento por la educación que hemos recibido en las escuelas. ¿Qué tipo de ciudadanos somos hoy? ¿Hemos aprendido a pensar en la escuela y en a universidad? ¿Hemos aprendido que las causas producen unos efectos de manera inexorable? ¿Hemos aprendido a ser solidarios, responsables, compasivos? ¿Qué hemos aprendido si no? “La libertad significa responsabilidad. Por eso la mayoría de las personas la temen”, decía George Bernard Shaw.

He contado alguna vez la siguiente historia, de autor anónimo, que ahora quiero compartir con el lector o lectora para avivar estas reflexiones sobre la responsabilidad y la libertad. Sobre los diversos determinismos que, a veces, nos atan al enajenamiento.

Había un viudo que vivía con sus dos hijas, curiosas e inteligentes. Las niñas siempre hacían muchas preguntas. Él sabía responder algunas, otras no.

Como pretendía ofrecerles la mejor educación, mandó a las niñas de vacaciones con un sabio que vivía en lo alto de una colina. El sabio siempre respondía a las preguntas sin la menor vacilación. Impacientes con el sabio, las niñas decidieron inventar una pregunta que él no sabría responder.

Una de ellas apareció con una hermosa mariposa azul que utilizaría para engañar al sabio.

– ¿Qué vas a hacer?, preguntó la hermana.

Voy a esconder la mariposa en mis manos y voy a preguntar al sabio si está viva o muerta. Si él dijese que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que está viva, la apretaré y la aplastaré. Y así, cualquiera que sea su respuesta, será una respuesta equivocada.

Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio, que estaba meditando.

– Tengo aquí una mariposa azul, dijo una de las hermanas. Dígame, sabio, ¿está viva o está muerta?

Con mucha calma, el sabio sonrió y respondió:

– Depende de ti… Ella está en tus manos.

Así es nuestra vida, nuestro presente y nuestro futuro. No debemos culpar a nadie cuando algo falle porque somos nosotros los responsables por aquello que conquistamos (o no conquistamos). Nuestra vida está en nuestras manos como la mariposa azul. Nos toca a nosotros escoger qué hacer con ella. Depende de nosotros mismos el hacerla respetable o indecente, salvífica o destructiva. Muchas veces la hacemos depender del pensamiento de otros, de las actitudes de los otros, de las decisiones de los otros, de las condiciones que nos rodean. El determinismo nos entrega al conformismo, al desaliento y a la irresponsabilidad. Pero en realidad somos nosotros quienes podemos salvarnos o hundirnos.

Dice Stephen Covey: “La clave es tomar la responsabilidad y la iniciativa, decidir de qué trata tu vida y priorizarla alrededor de las cosas más importantes”. Y ya sabemos que las cosas más importantes de la vida no son las cosas. Son las personas, que tienen por el hecho de serlo, una dignidad consustancial y unos derechos inalienables.

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