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lunes, 29 de abril de 2024

De aquellos fascistas estos nacionalistas.

Quienes abrazaban el fascismo no tenían reparos en imponer su tiranía a otros, no creían en la paz, sino en la victoria, y aborrecían la democracia. Que no nos extrañe lo que hagan hoy algunos de sus herederos políticos, como Modi o Netanyahu

En 1928, Abba Ahimeir, un periodista del periódico Doar Hayom, editado en Palestina por el movimiento sionista revisionista, publicó un artículo llamado Sobre la llegada de nuestro Duce. Se refería a la visita inminente de Zeev Jabotinsky, líder indiscutible del sionismo de derechas. El artículo apareció en su columna habitual en ese rotativo titulada Del cuaderno de un fascista. Cuatro años después, este mismo periodista fue arrestado por interrumpir una conferencia en la Universidad Hebrea de Jerusalén. En el juicio que siguió, su abogado defensor, en respuesta al discurso del fiscal comparando la acción de su representado con los disturbios causados por los nazis en Alemania, dijo: “Los comentarios sobre los nazis van demasiado lejos. Si no fuese por el antisemitismo de Hitler, no nos opondríamos a su ideología. Hitler salvó a Alemania”. Hay muchos más ejemplos de la admiración por el fascismo —empezando por el propio Jabotinsky, un declarado entusiasta de Benito Mussolini— entre la derecha sionista de antes de la Segunda Guerra Mundial. Esta fascinante historia la cuenta (en inglés) el excelente libro del israelí Tom Segev El séptimo millón: los israelíes y el Holocausto.

Hoy tendemos a mirar al fascismo como un fenómeno de, sobre todo, Europa, felizmente derrotado por las armas en 1945. Es una lectura tan optimista como eurocéntrica y autocompasiva. El fascismo fue un movimiento político con orígenes europeos, y fue en este continente donde cometió sus peores crímenes. Fue también un movimiento imperialista. Como lo veían los fascistas, lo que ellos hiciesen en África, los Balcanes o en el Este de Europa no era sino una versión tardía, pero igualmente justificable, de lo que otros europeos habían hecho antes en todo el mundo. Hitler, por ejemplo, admiraba la conquista del Oeste americano y la práctica eliminación de los nativos. También tenía en mente como modelo administrativo para su imperio futuro el de los británicos en la India, esto es: una pequeña élite extractora controlando las vidas de millones de personas. En vez de indios, eso sí, sus vasallos e inferiores raciales serían los eslavos. Esto se sabe bastante bien, lo que ya no se tiene siempre tan presente es que dentro de los imperios europeos hubo movimientos independentistas de corte fascista, y que sus herederos políticos gobiernan hoy, como lo hacen los de Mussolini en Italia —y quizás pronto los de Philippe Pétain en Francia—, naciones ya libres.

Volviendo a Palestina, la relación entre el sionismo y el Imperio británico fue muy complicada. Ya desde la Primera Guerra Mundial el sector mayoritario de aquel, de corte más o menos socialista, se alineó con este. El sector derechista, también llamado revisionista, tuvo en cambio una actitud muy beligerante. Quería manos libres para colonizar el territorio, desalojar a los árabes y quitarse de encima el control de Londres. Este antiimperialismo fascista adoptó el terrorismo como estrategia política. Mientras que la milicia armada oficial del sionismo, la Haganá, colaboró con los británicos en reprimir la gran revuelta árabe-palestina de 1936-1939 y en la Segunda Guerra Mundial, las mucho más pequeñas milicias fascistas como el Irgún, fundada por Jabotinsky, y Lehi se enfrentarían a ellos. Dos líderes revisionistas y futuros primeros ministros de Israel, Menachem Beguín e Isaac Shamir, estuvieron en busca y captura por sus acciones armadas. No era para menos. En 1946, el Irgún voló el hotel King David de Jerusalén, sede de la Administración colonial británica, matando a 91 personas. En 1947 su cruel ahorcamiento de dos sargentos previamente secuestrados provocó la histeria entre la opinión pública británica y el último pogromo antisemita en ese país, en Mánchester. Un año después el Irgún masacraría a unos cien civiles árabes en el poblado de Deir Yassim.

Por su parte, Shamir, dirigente de Lehi, incluso durante la Guerra Mundial buscó una alianza con Alemania e Italia. Entre sus hazañas se incluyen el asesinato en El Cairo del ministro residente británico, Lord Moyne, en 1944; la coparticipación en la matanza de Deir Yassim; y la muerte en 1948 de Folke Bernadotte, mediador para Palestina de las Naciones Unidas. Del movimiento revisionista unificado surgiría el partido Likud, que ganó las elecciones generales de 1977 que permitirían a Beguín primero y luego a Shamir gobernar Israel. Este es el partido de Benjamín Netanyahu. Además de la supervivencia política personal, su acción de gobierno ha tenido dos objetivos básicos: asentar a más colonos israelíes en Cisjordania y Jerusalén, y evitar el nacimiento de un Estado palestino.

Israel no es ni mucho menos el único país antes colonizado que ahora está gobernado por un partido creado por antiguos fascistas. En Occidente tenemos la visión de la lucha pacífica de Mohandas Gandhi y Pandit Nehru como la de la historia de la liberación de la India, pero en esta narrativa placentera olvida el papel de los ultraderechistas antimperiales como Subhash Chandra Bosse, un antiguo líder del Congreso Nacional Indio. Antiguo procomunista convertido luego al fascismo, Bosse vivió la Segunda Guerra Mundial entre Roma, Berlín (por donde estuvo también el palestino, rabioso antisemita y reclutador de musulmanes para las SS, Gran Muftí de Jerusalén, Amín al-Husayni; instigador, entre otras, de la matanza de judíos de Hebrón en 1929) y Tokio. En 1943, usando a prisioneros de guerra indios, Bosse creó en Birmania un ejército de liberación para invadir el subcontinente junto a los japoneses. Fracasó, pero desde su muerte en 1945 es considerado por muchos indios como el principal patriota de la lucha por la independencia de su país.

También se ignora a menudo que los orígenes del partido gobernarte hoy en la India, el Bharatiya Janata, y su primer ministro, Narendra Modi, están en la milicia ultraderechista y antimusulmana RSS (Organización Nacional Voluntaria), creada en 1925 y que desde el principio imitó las fórmulas y los rituales fascistas. Fue uno de sus militantes quien en 1948 asesinó al “traidor” Gandhi. En 2002, cuando Modi era ministro principal de Gujarat, permitió, y fue acusado de fomentar, los disturbios interétnicos que causaron la muerte a entre mil y dos mil personas, en su mayoría musulmanas. Este hecho propulsó su figura a nivel nacional entre los sectores más duros partidarios de la Hindutva, la ideología del supremacismo hindú.

Los fascistas y pronazis de los años veinte y treinta tuvieron que reinventarse después de 1945. Como Francisco Franco entendió muy bien, la nueva capa de respetabilidad sería ahora el anticomunismo, pero también la protección de la religión y la identidad nacional supuestamente amenazadas. En Europa, el continente americano y Sudáfrica esto se tradujo en un discurso de defensa de la civilización cristiana occidental (un invento de la propaganda de Joseph Goebbels cuando los nazis veían la guerra perdida); en Israel, en la preservación de un Estado judío étnicamente excluyente; y, en el caso de la recién descolonizada India, del hinduismo frente a la amenaza del islam. Los antiguos fascistas lucharon por la independencia de sus países, pero no por la de todos los países; abogaban por la libertad de sus pueblos, pero no tenían reparos en imponer su tiranía a otros; no creían en la paz, sino en la victoria; eran ultranacionalistas, no humanistas, y aborrecían la democracia. Que no nos extrañe lo que hagan hoy sus herederos políticos.

Antonio Cazorla Sánchez es catedrático de Historia Contemporánea de Europa en la Trent University, Canadá.

lunes, 8 de marzo de 2021

_- “Amenaza transnacional”, según las Naciones Unidas. Racismo y neonazis, flagelos mundiales crecientes.


_- Grupos ideológicos de extrema derecha con concepciones neonazis y supremacistas que se refuerzan en unos y otros países.

El racismo cada vez más anclado en instituciones, grupos de poder y en el funcionamiento cotidiano en diversas sociedades. Una radiografía que preocupa particularmente a las Naciones Unidas que acaba de iniciar la última semana de febrero y hasta el 23 de marzo, en Ginebra, la sesión 46 del Consejo de Derechos Humanos.

La pandemia refuerza los “ismos”
“Aprovechando la pandemia del coronavirus hay otra epidemia que se esparce rápidamente entre países y se incrusta en nuestras sociedades: la de los movimientos racistas, supremacistas y neonazis”, subrayó António Guterres, secretario general de la ONU, al inaugurar este evento.

Explicó que los grupos que promueven estas ideologías han aprovechado la aparición de la pandemia para aumentar su propio poder mediante la “polarización social y la manipulación política y cultural”. Afirmó, además, que representan la mayor amenaza a la seguridad interna en muchos países.

En algunos países también se da el caso de autoridades que han usado “políticas de mano dura” en cuestiones de seguridad y adoptado medidas de emergencia para “aplastar la disidencia, criminalizar las libertades básicas, silenciar la información independiente y restringir las actividades de las organizaciones no gubernamentales”. Es esencial “una acción mundial coordinada para acabar con este grave y creciente peligro”, enfatizó.

España en la mira
En paralelo, los últimos días de febrero, la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI, en inglés), agencia dependiente del Consejo de Europa, criticó a España por no haber hecho nada con respecto a dos de las recomendaciones que le había presentado tres años atrás: el problema del abandono escolar entre los niños gitanos y la necesidad de crear un organismo independiente para la promoción de la igualdad ( https://rm.coe.int/fifth-report-on-spain-spanish-translation-/16808b56cb ) .

El periódico El País, de España, cuestionó recientemente la abstención ibérica relativa a dos resoluciones clave votadas en Naciones Unidas. En su análisis titulado Es el momento de actuar contra el racismo en España (https://elpais.com/planeta-futuro/2021-02-10/es-momento-de-actuar-contra-el-racismo-en-espana.html), dicho periódico se refiere primero a la resolución del 31 de diciembre pasado sobre la adopción de medidas concretas para la eliminación total de la discriminación racial, el racismo, la xenofobia y formas conexas de intolerancia.

España, junto con otros 43 países occidentales, se abstuvo. A pesar de dicha abstención y de varios votos en contra (entre otros, los de Estados Unidos, Canadá, Israel, Australia, Alemania, Francia, Reino Unido, Hungría y la República Checa) la propuesta contó con el apoyo de más de un centenar de países https://www.un.org/press/en/2020/ga12307.doc.htm).

El análisis de El País recuerda que, en 2019, España también se abstuvo al momento de votarse otra resolución significativa; en esa ocasión, contra la glorificación del nazismo y el neonazismo y otras formas políticas que contribuyen a exacerbar las formas contemporáneas de racismo. “Ambas abstenciones manifiestan una falta clara de voluntad política a la hora de abordar el racismo en nuestro país, que no podemos permitirnos”, subraya este análisis elaborado por Jesús Migallón y Sergio Barciela, ambos expertos en el tema de la migración.

“España está siendo apremiada para desarrollar un marco normativo que combata el racismo de forma decidida, en forma de una Ley Integral contra el racismo y la xenofobia”, sostienen. Y recuerdan que tanto el Consejo de Derechos Humanos como el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial –ambos de Naciones Unidas–, así como la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia, han incluido en varios de sus informes sobre el país ibérico la recomendación de aprobar esta ley.

Los analistas identifican una tendencia preocupante y en aumento: aunque la sociedad española se ha caracterizado por su tolerancia, su país está experimentando, en los últimos años, un auge de la xenofobia al calor de discursos de partidos populistas que agitan los fantasmas y miedos de la inseguridad ciudadana, el paro, o la pérdida de soberanía, igual que sucede en otros estados europeos.

La expresión española de estas fuerzas políticas de extrema derecha -con presencia parlamentarias en muchos de los países europeos- es VOX, fundada en 2013. Con casi el 15 % del electorado en los últimos comicios, estructurada en torno a un discurso antiinmigración y xenofóbico, resume su proyecto “en la defensa de España, de la familia y de la vida… Un movimiento de extrema necesidad que nace para poner a las instituciones al servicio de los españoles, en contraste con el actual modelo que pone a los españoles al servicio de los políticos”, declama.

Más violaciones que denuncias
El último informe del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica (CEDRE), adscrito a la secretaria española de Estado para la Igualdad y Contra la Violencia de Género, sirve como termómetro de la realidad española en cuestiones de segregación durante 2020.

Publicado a fines de enero del 2021, dicho documento (Percepción de la discriminación por origen racial o étnico por parte de sus potenciales víctimas en 2020) señala que, a la luz de «hechos documentados», el nivel de discriminación ha variado de forma sustancial con respecto al que se documentó en su informe anterior, en 2013. Los sectores donde los individuos experimentan la mayor discriminación debido a su origen étnico son el acceso a la vivienda (31%), los establecimientos o espacios abiertos al público (30%), y el ámbito laboral (26%). Las comunidades que se perciben como más discriminadas por el color de su piel u otros rasgos físicos proceden de África no mediterránea (82%) y del pueblo gitano (71%).

La discriminación por motivos religiosos, incluso indumentarias o vestimentas peculiares, ha aumentado considerablemente y se concentra especialmente en la comunidad magrebí (56%) y entre la población indo-pakistaní (45%). Según este informe, esto último podría deberse «a una creciente estigmatización de dichos grupos, asociados a conductas terroristas y a la islamofobia». Por otro lado, cabe destacar una creciente percepción de afrofobia, o racismo contra personas negras.

Uno de los datos más destacados del informe es la “infra” denuncia, ya que solamente el 18,2% de las personas que el último año han experimentado una situación discriminatoria ha presentado una queja, reclamación o denuncia. En cuanto a este porcentaje tan reducido, los motivos son varios: inutilidad de la utilidad de la misma (22%), minimización y/o justificación de la situación de discriminación (25%), desconocimiento de cómo hacerlo o por problemas de idioma (11%), o miedo a generarse problemas legales de residencia, documentación y regularización (10%).

El racismo “a la suiza”
Los electores helvéticos deberán decidir el 7 de marzo sobre una iniciativa que, de ser aceptada, impedirá llevar el rostro oculto en lugares públicos. Conocida como «la prohibición del burka», y promovida, fundamentalmente, por grupos de derecha y activistas conservadores, incluye también la prohibición del nicab, así como de otras formas no religiosas para ocultar los rasgos faciales. Paradójico en época de pandemia y del uso generalizado y obligatorio de los barbijos.

Los partidarios de la iniciativa argumentan que la prohibición de cubrir el rostro contribuye a prevenir ataques terroristas y otras formas de violencia. Al mismo tiempo, con un sesgo oportunista y para canalizar el apoyo de ciertos sectores feministas minoritarios, los promotores consideran la prohibición como una forma de promover la igualdad entre mujeres y hombres musulmanes.

Los miembros del comité que ha promovido esta iniciativa han señalado que el islam se está extendiendo en Europa y que supone una amenaza para la cultura cristiana. Una de las consignas más extendidas de la campaña se expresa en afiches murales con el eslogan “Frenar el extremismo”.

Los promotores de esta campaña anti burka, entre los cuales figuran las fuerzas más xenofóbicas del país, buscan definir la agenda política nacional con temas de sociedad de gran simbología, aunque de escaso significado cuantitativo. Diferentes estudios muestran que las mujeres que usan regularmente el burka en Suiza no llegan a medio centenar.

Los que empujan la iniciativa son el mismo sector que logró presentar en noviembre de 2009 otra iniciativa popular que logró el apoyo de la mayoría del electorado: la prohibición de construir minaretes –torres externas en las mezquitas musulmanas– en el territorio helvético. A pesar de que el sector que en Suiza se identifica con el islam apenas llega al 5% de la población, durante meses el debate público giró en torno a los riesgos que conlleva ese pensamiento, las *amenazas externas al sistema de valores occidentales y cristianos*, y la necesidad de reforzar la mano dura del Estado contra eventuales agresiones inspiradas en esa concepción.

Definiendo un debate sobre temas que no son esenciales ni prioritarios -como el del uso de burkas-, la derecha racista impacta notablemente hoy la agenda mediática nacional. Moviliza el instinto más conservador, aun de los sectores populares. Genera miedos de lo que es el contacto con lo extranjero y lo diferente. Y, sobre todo, desplaza el escenario político nacional hacia la derecha, marcando la cancha con reglas de juego cada día más retrógradas y represivas. Aguas tibias donde se bañan, cómodamente, neonazis, xenófobos y racistas.

viernes, 6 de julio de 2018

Crear dos, tres, muchos Brexit! Cuando una cumbre fracasa y se alejan los resultados, aumentan los ciudadanos desafectos con la UE

Primero se dice que la cumbre de la Unión Europea (UE) es histórica, por los asuntos que tiene que resolver y por el tiempo en que llega; cuando esa reunión fracasa no ocurre nada, siguen los mismos mandatarios comunitarios, su único aspecto retórico positivo suele ser que no se ha roto nada, sino que ha aparecido otro alambicado consenso para dar otra patada hacia adelante. Todo sigue igual excepto que un número indeterminado de ciudadanos europeos, cada vez mayor, se separa de esa lógica y deja de votar o vota a fuerzas eurofóbicas. Después de la que se ha celebrado la pasada semana en Bruselas, en la casi absoluta inanidad por la total división entre los países (migraciones, reforma del euro, Brexit, proteccionismo económico) ahora se ponen los ojos en la de septiembre, que ya se celebrará bajo la presidencia de turno de Austria (después va Rumanía).

Austria ha anunciado que centrará su semestre en la seguridad europea, esto es, en el fortalecimiento de las fronteras. La fortaleza europea. Es coherente con el tipo de Gobierno de coalición de que dispone: democristianos y extrema derecha (el FPÖ, Partido de la Libertad). En el momento en que se formó ese Gobierno no se produjo la escandalera de 18 años antes, cuando ese mismo partido extremista irrumpió en el Ejecutivo austriaco. En 2000, el Europarlamento clamó contra esa presencia, contraria a los valores europeos, y se impusieron por primera vez sanciones diplomáticas contra un Estado miembro de la Unión. Ahora no ha sucedido nada parecido.

Siendo importante el crecimiento de partidos de extrema derecha en muchos países europeos (el último ejemplo es Italia), más significativo es el contagio que sus ideas están teniendo en las formaciones del centro del sistema. Esto se ve con mucha claridad en el tratamiento de la inmigración. El intelectual holandés Rob Riemen, en su libro Para combatir esta era (editorial Taurus) sostiene que el concepto de “fascismo” es tabú en Europa a la hora de analizar la política contemporánea. Se habla de extrema derecha, populismo de derechas, conservadurismo radical,… pero nada de fascismo. Poco después de acabar la Segunda Guerra Mundial, en 1947, Albert Camus y Thomas Mann comprendieron algo que aún nos cuesta admitir: la guerra había terminado, pero el fascismo no había sido vencido y aunque tardaría algunas décadas en recomponerse, volvería.

Este es el momento. No se reconoce al fascismo por sus ideas sino por sus acciones, por su política de resentimiento, el miedo y la ira. Por su incitación a la violencia, egoísmo, nacionalismo asfixiante, necesidad de señalar chivos expiatorios, feroz resistencia al cosmopolitismo, etcétera. Fue Mann precisamente el que hizo una definición de democracia que conviene recordar en estos tiempos de efectos migratorios: “aquella forma de Gobierno y de sociedad que se inspira, por encima de cualquier otra consideración, en la conciencia y el sentimiento de la dignidad del hombre”.

La evolución de la UE hacia la ineficacia crea una casta de ciudadanos desafectos hacia Europa. Sabemos que algunos de los fascistas de hoy son antiguos izquierdistas conversos. Ellos están dispuestos a transformar el eslogan que envió Che Guevara a la Tricontinental (conferencia de solidaridad de los pueblos de América Latina, Asia y África), reunida en La Habana en 1967 (“¡Crear dos, tres, muchos Vietnam!”) por el de “¡Crear dos, tres, muchos Brexit!”.

https://elpais.com/economia/2018/07/01/actualidad/1530458963_361775.html?rel=lom


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martes, 2 de enero de 2018

_- La muestra sobre Auschwitz reivindica el deber de recordar. La mayor exposición sobre el campo nazi se inaugura en Madrid

_- Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz y premio Nobel de La Paz, mantenía que el Holocausto no se podía describir a través de la ficción, que solo era posible transmitir lo que ocurrió a través de los testimonios de los que estuvieron allí. La exposición sobre Auschwitz, que se abre hoy al público en Madrid, parte de ese principio para tratar de recrear toda la dimensión del horror del exterminio de los judíos de Europa.

Bajo el título; Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos, la muestra ofrece 2.500 metros cuadrados de muestra que se recorren en una hora media (como mínimo). Se trata de la mayor exposición que se ha organizado nunca en el extranjero sobre el campo de concentración y exterminio que los nazis construyeron en la Polonia ocupada entre 1940 y 1945 y en el que murieron 1,1 millones de personas, lo que le convierte en el mayor centro de asesinato de la historia.

Organizada por Musealia, una pequeña empresa con sede en San Sebastián, la muestra se puede ver hasta junio en la sala Arte Canal antes de recorrer diferentes ciudades del mundo en siete años. Ofrece unas mil piezas procedentes, en su mayoría, del Museo Estatal Auschwitz Birkenau, que gestiona el antiguo campo de exterminio alemán situado hoy en la ciudad polaca de Oswiecim. También han participado los museos del Holocausto de Jerusalén —el Yad Vashem— y de Washington, entre otras instituciones.

Incluso para los que conocen Auschwitz-Birkenau, la exposición es una experiencia sobrecogedora y difícilmente olvidable. Además de objetos originales que reflejan el horror de lo que ocurrió allí —el zapato rojo de una víctima, una alambrada, un látigo, un traje a rayas de los presos, maletas de los deportados que desconocían su suerte inminente, las botas de un oficial nazi— ofrece un discurso narrativo que nos demuestra cómo fue posible construir la espiral del odio que desembocó en la barbarie nazi.

La mesa de Mengele
Luego describe el funcionamiento de la máquina de asesinato masivo de Auschwitz, basada en la crueldad y la anulación de la humanidad, pero también en la mentira para engañar a aquellos que eran conducidos a las cámaras de gas. Entre las piezas más impresionantes están un vagón y un segmento de un barracón de madera. La pieza más atroz es la mesa de operaciones que probablemente usó el doctor Josef Mengele, el sádico médico nazi que realizó experimentos con seres humanos.

La exposición no habla solo del pasado, sino del presente, no solo de lo que ocurrió, sino de lo que puede ocurrir. De hecho, cuando se anunció su apertura, los organizadores se enfrentaron a decenas de mensajes de odio y antisemitas en las redes sociales.

En la presentación, el director del Museo Auschwitz Birkenau, Piotr M. A. Cywinski, señaló:
“Ahora estamos viviendo con una presencia creciente del racismo, de la xenofobia, del antisemitismo en nuestra vida cotidiana, con grupos de neonazis multiplicándose.
El recuerdo no es solo una manera de ver el pasado. Es una forma de ver el presente e imaginar el futuro. Eso nos obliga a recordar y tener responsabilidad”.

https://elpais.com/cultura/2017/11/30/actualidad/1512070781_890141.html


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