Pedro Páez Pérez es Superintendente de Control del Poder de Mercado en Ecuador. En 2007 fue nombrado ministro de Política Económica de Ecuador en el Gobierno de Rafael Correa y ha sido presidente de la Comisión Técnica Presidencial Ecuatoriana para el diseño de la Nueva Arquitectura Financiera Regional-Banco del Sur. Páez fue uno de los impulsores de la reforma de la Ley de Hidrocarburos de la República de Ecuador, que aumentó la participación del Estado en la renta petrolera de las compañías internacionales
Eres uno de los impulsores de la arquitectura financiera en latinoamérica, ¿en qué consiste?
La propuesta de la nueva arquitectura regional es parte de un esfuerzo que se hace desde América Latina desde condiciones precarias, pero que ha resultado muy exitoso a nivel mundial. Replanteamos la relación entre finanzas y producción. Partimos de la idea de que hay que someter la finanza a los intereses de la sociedad y es en ese sentido por donde ha tomado cuerpo, de forma desigual y a pesar del poco acompañamiento de la academia.
Se plantean tres pilares fundamentales que han sido firmados ya por siete presidentes, los de Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Esta arquitectura se basa en la creación del Banco del Sur, en la construcción de una red de seguridad financiera alternativa al FMI (el Fondo del Sur) y una moneda común. No única como la locura del euro, pero sí unitaria, que permita uniformizar el proceso de integración social. Es necesario movilizar monedas nacionales y generar monedas regionales, como el SUCRE y hay que establecer redes de seguridad financiera que rompan con la trampa de la necesidad de acumular reservas financieras internacionales.
¿Qué diferencia hay entre esta nueva arquitectura financiera y la vieja?
La vieja arquitectura financiera provoca políticas de austeridad y niega recursos a la gente que quiere trabajar, que quiere cultura o desarrollo, porque se lo da a bancos que, a su vez, encuentran contraproducente hacer inversiones productivas porque asistimos a una crisis de sobreproducción.
A estas alturas de desarrollo, en las que incluso se paga a agricultores para que no siembren, hay más de mil millones de personas, concentradas sobre todo en África, muriendo de hambre. Esta situación es solucionable a corto plazo si se destinase a su resolución una mínima parte de lo que se ha pagado a los bancos más importantes del mundo.
Los dirigentes económicos suelen recurrir a eso de que "no hay dinero para todo"...
Es un cuento ese asunto de que no hay plata, aunque no se sabe a ciencia cierta cuánto se ha entregado a los bancos. ¿En qué se ha mejorado? Esa entrega de dinero ha servido para empeorar la situación de especulación y para distorsionar precios fundamentales (por ejemplo, el del petróleo). Todo está basado en las manipulaciones de los grandes bolsillos, que son los mismos círculos que desde la incompetencia, la inoperancia y la corrupción han llevado al mundo a esta crisis y que, aun así, siguen recibiendo cantidades ilimitadas de recursos
¿Cómo se plantean estas medidas alternativas al FMI?
El Banco del Sur nace como alternativa al Banco Mundial, tratando de hacer una crítica constructiva que nos permita trabajar conjuntamente. Es necesaria una nueva banca de desarrollo, pero que sea también una banca para nuevo tipo de desarrollo.
El despliegue y la recuperación de la banca de desarrollo local, provincial, regional y nacional tiene que ser replanteada en términos de grandes proyectos que sometan la lógica del capital especulativo a las necesidades de la sociedad y no sacrifique las soberanías nacionales, sino que las fortalezca.
Planteamos la soberanía continental en alimentación, salud, energía, conocimiento, recursos naturales e infraestructura para la construcción de mercados domésticos y la implantación de otras lógicas productivas al margen del capital. Por ejemplo, con la economía popular y solidaria, el autoempleo, las empresas recuperadas... que no respondan a la eficiencia, pero sí a las necesidades y al trabajo digno.
¿Es posible adaptar este modelo al funcionamiento de la Unión Europea?
No estamos inventando el agua tibia. Hay elementos nuevos, pero se recuperan algunos que forman parte de la experiencia europea anterior a la locura del Tratado de Maastrich. La Revolución científico-tecnológica en la que estamos inmersos se puede adaptar peligrosamente fácil a este nuevo sistema, pero las innovaciones son suprimidas por el interés de una oligarquía especulativa. Es un modelo perfectamente adaptable en cualquier sitio o lugar, no hablamos de nada de otro mundo. Gurús de la economía y facultades no discuten estos temas, que ya se han planteado en los más altos foros internacionales -Asamblea de las Naciones Unidas-. Se suprime el debate. Nadie tiene el monopolio de la verdad ni de las soluciones, pero tiene que existir un debate que plantee opciones a problemáticas ya definidas.
En esta soberanía de la que hablo, la posibilidad de alianzas entre Europa y América Latina -que replantee las relaciones norte-sur- se puede hacer desde una perspectiva pragmática que favorezca a las dos partes, el ganar-ganar.
Es posible evitar la desestabilización social abriendo puertas que faciliten un despliegue productivo en tecnología e innovación que ahora está bajo siete candados por la mezquindad de una oligarquía cada vez más minúscula y la miopía de unas élites políticas cada vez más inservibles. Vivimos una situación anómala con respecto a la propia historia del capitalismo: es el esfuerzo en frenar la difusión de nuevas tecnologías a través de leyes de propiedad intelectual o de patentes de copyright en perjuicio de la sociedad.
En América Latina hay vientos frescos, lo digo sin ningún tipo de dogmatismo, no venimos a dar lecciones a nadie. Pero es en este momento de crisis de sobreproducción cuando se hace necesario que los pueblos empiecen a dialogar. Hay que poner el debate encima de la mesa y superar ciertos callos mentales que podrían evitar que Europa caiga en una depresión como la de Japón.
Este modelo económico, sin embargo, es criticado por algunos sectores de la sociedad europea y medios de comunicación, que tratan de descalificarlo...
Estas descalificaciones evidencian la decadencia política en buena parte del mundo occidental, que les está llevando a un suicidio histórico, porque todo lo que Europa ha logrado desde que venció al fascismo ha sido gracias a la lucha de los pueblos. Y es ahora la ciudadanía quien tiene que ver que lo conquistado no es gratis.
Estamos a las puertas de una degradación civilizatoria de larga duración si la agenda sigue basada en la especulación y en el expediente fácil, pero muy rentable, de provocar conflictos o guerras y jugar en el casino con los dados cargados, endeudando a los puntos en conflicto para luego obligarles a vender armas y adjudicarse después los contratos de reconstrucción. La gente tiene que reaccionar ante esto y ver que la solución la tenemos aquí y ahora y que existe un horizonte de posibilidades más allá de las ideologías.
¿Qué crees que podemos aprender de esta crisis?
La crisis aún no ha terminado. Es ineludible el compromiso y la movilización de los pueblos del mundo para ejercer un control ciudadano sobre el poder que las grandes empresas tienen sobre los mercados. Hay que sacudirse imposibilidades que nos hemos autoimpuesto y definir las prioridades de la sociedad.
En Ecuador se auditó la deuda externa y en España se empieza a plantear esta opción desde movimientos ciudadanos y algunos partidos políticos, ¿es necesaria?
¿Quién puede oponerse a esto?, más allá de cualquier ideología, esto no es un tema de izquierda o derecha...¿quién está opuesto a que se transparenten los contratos públicos que generan deudas públicas?, ¿quién se opone a que se sepa dónde va el dinero que han recibido los bancos centrales? Que los políticos pongan la cara y digan por qué están a favor de ocultar. Que algunos economistas digan por qué están en contra de la auditoría.
Primero estudiemos los términos de esa auditoría, transparentemos ante quién responden los bancos centrales...en Europa hay muchos bancos centrales que son privados, ¿cómo es esto posible? Discutamos si esto debería seguir así y el rol que FMI, Banco Mundial, Banco Central Europeo, transnacionales y gobiernos deben adoptar y discutamos si se puede forzar a un país a priorizar el pago de deuda por encima, por ejemplo, de la defensa de la salud nacional
¿Qué ocurre si no se paga esta deuda?
En la historia han sido frecuentes los episodios de no pago. Una de las necesidades de la modernidad capitalista ha sido la de eliminar la prisión por deudas, porque es necesario el reciclaje del cliente y constituye parte de la vitalidad del sistema.
Asistimos al abandono de la primacía del capital productivo en favor del capital especulativo y de la usura. Es el retorno a prácticas rentistas y tributarias y ese predominio de una lógica parasitaria implica el fomento de la guerra de clases y la asfixia del capital productivo. La Europa continental tendría que reflexionar en torno a esto, más allá de cualquier ideología. Europa tiene un sitio en el mundo en base a la producción de tecnología punta, pero es irrelevante en un escenario definido desde la especulación y la deuda externa, el ajuste, la deslocalización, la reducción de salarios y el desmantelamiento del Estado del Bienestar. En el marco de esta crisis de sobreproducción, asfixiar los mercados no será nunca una solución
¿Cuál es el peso de la Economía Social y Solidaria en Ecuador y cómo se fomenta desde el Gobierno?
Es un tema muy complejo. La economía popular, a través un gigantesco trabajo no reconocido en el mercado, está alcanzado altas cotas de resiliencia como forma de supervivencia. Se trata de una fuerza de trabajo que ha sido expulsada de la lógica del mercado -basada en la eficiencia- y que busca la forma de ganarse la vida porque no tiene forma de entrar en el llamado “capital formal”. Ir contra la dinámica del gran capital y la globalización es ser un salmón contracorriente y desde el Gobierno se hacen grandes esfuerzos, pero no deja de ser ir contracorriente.
En Ecuador funciona la Agencia de Regulación Antimonopólica, que acaba de emitir un manual de uso obligatorio para los supermercados que los obliga, entre otras cosas, a destinar el 15% de sus estanterías a productos procedentes de la economía popular y solidaria, para que también tengan presencia los pequeños y medianos productores del país y no sólo las grandes marcas.
Es, sin embargo, un reto enorme que tiene una doble vertiente. Por un lado, hay que huir del paternalismo y trabajar colectivamente para que esos productores afronten los retos de calidad y cantidad para facilitar la entrada de los productores en el mercado. Por otro, es necesario que la población adopte la conciencia de consumidor responsable. Que entendamos que comprar por moda lo que viene importado genera un problema de puestos de trabajo. Que entendamos que consumir comida chatarra no sólo nos cuesta un problema de salud a nivel individual, sino un problema de salud pública, igual que sucede con el consumo de determinados alimentos prefabricados.
A la hora de consumir, hay que saber que una decisión tomada con conciencia y responsabilidad social puede definir un nuevo horizonte de posibilidades. Que no nos dejemos manipular, no somos autómatas al servicio de las grandes multinacionales. Seamos soberanos de nuestra decisiones, más allá de cualquier ideología o de cálculos electorales.
¿Qué más puedes contarnos acerca de ese Manual de Buenas Prácticas?
Es parte de un proceso que nos involucra a todos. Además, estamos muy optimistas con la posibilidad de ir más allá y firmar con grandes cadenas y proveedores un código de ética.
Rompiendo con determinados esquemas establecidos se pueden conseguir cosas, defendiendo y exigiendo al consumidor. Defendiendo a los proveedores, que se quejaban de que se les pagaba tarde, mal y nunca y de que eran víctimas de prácticas casi mafiosas por parte de cadenas de supermercados. La situación se ha ido transformando, hemos encontrado una excelente apertura por parte de las cadenas, que parecen haberse dado cuenta de que hay que establecer ciertas líneas rojas.
Tratamos de proteger a los proveedores, crear conciencia en el consumidor y abrir las puertas a productores que nunca tuvieron oportunidad de colocar sus productos en grandes superficies. Hablamos de cómo ser mejores seres humanos y decidir el tipo de sociedad que queremos.
Para finalizar, recomiéndanos un libro
Estoy leyendo ahora mismo el último de Jean Luc Mélenchon, “L’Ere du peuple”. Habla del principio de incertidumbre y trata temas filosóficos muy importantes... Es formidable, hay que leerlo despacio porque está lleno de reflexiones. Es muy refrescante el hecho de que el debate en sectores progresistas tenga ese nivel. Plantea ejercicio de la política con sólidos fundamentos y un proceso de cambio con rigor y responsabilidad. Lo que se esta viviendo en Europa, aunque aquí tengan una visión pesimista, está lleno de posibilidades y arma una cuestión muy esperanzadora. Demuestra que vivimos un tiempo que no admite pretextos.
Ana Encinas
Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Discutamos-si-se-puede-forzar-a-un