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viernes, 15 de noviembre de 2013

El coste humano de las políticas de recorte. Por qué la austeridad mata.

"La política no es más que medicina a gran escala" Rudolph Virchow, 1848

Interesante libro de David Stuckler y Sanjay Basu, editado por Taurus en 2013. D. Stuckler es investigador en la Universidad de Oxford en Inglaterra y S. Basu es epidemiólogo y trabaja en la Universidad de Stanford en California.

Es el primer libro que aborda el debate político y económico sobre la llamada "crisis" desde una nueva y muy necesaria perspectiva: su coste humano. La recesión económica global ha tenido un impacto brutal sobre la riqueza de los países pero todavía ignoramos cómo afecta a un elemento esencial; el bienestar humano y mental de sus ciudadanos.

¿Por qué tras enfrentarse a la crisis la salud de unos países (como Grecia) se ha deteriorado mientras en otros (como Islandia) ha mejorado? Tras una década de investigaciones los autores nos demuestran que incluso ante las peores catástrofes económicas los efectos negativos de la salud pública no son inevitables. Es la mala gestión de los gobiernos la que puede conducir a un desastroso saldo de tragedias humanas.

El libro presenta una conclusión demoledora; los recortes son seriamente perjudiciales para su salud. Son las recetas de austeridad, las que agravan fatalmente las consecuencias de la crisis, mutilando programas sociales claves justo en el momento en el que más se necesitan, empeorando el desempleo y obstaculizando la recuperación.

En el se defiende que las decisiones económicas no son únicamente una cuestión de ideologías, de tasas de crecimiento y de déficit presupuestarios, sino también una cuestión de vida o muerte. Solo un sistema más justo e igualitario, acompañado de políticas inteligentes que refuercen las redes públicas de protección, garantizará el bienestar de nuestras sociedades.

Y ¿qué propone?
Curar el cuerpo económico.
Ante todo "No hacer daño".
En segundo lugar, ayudar a la gente a volver a trabajar.
Tercero, invertir en salud pública.

miércoles, 29 de agosto de 2012

"Los industriales ponen deliberadamente en peligro a los obreros". Entrevista con Annie Thébaud-Mony, especialista en cánceres profesionales

Un investigador que rechaza la Legión de Honor es raro. Es el caso de Annie Thébaud-Mony especialista en cánceres profesionales. Ella alerta desde hace treinta años de las epidemias de cánceres de los obreros. En vano.

Annie Thébaud-Mony, de 68 años, es directoria honoraria de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y de Investigación en Medicina. A finales de julio ha rechazado la Legión de Honor que Cécile Duflot, ministra de Igualdad de los territorios y de Vivienda quería concederle. En una carta dirigida a la ministra, la investigadora en cuestiones de salud ha publicado que es especialista en enfermedades profesionales y ha explicado que con su rechazo quiere denunciar “la indiferencia” de la que, según ella, es objeto la salud laboral y la “impunidad” de los “crímenes industriales”. Y ha añadido aún más.

Terra eco: Se le ha propuesto la Legión de honor para coronar su carrera. Usted la ha rechazado, ¿por qué?
 Annie Thébaud-Mony: Habría, desde mi punto de visto, una cierta indecencia al ser condecorada después de llevar treinta años trabajando sobre la muerte laboral, en la que he dado la señal de alarma sobre la situación en la que trabajan los obreros, los peligros que corren para su salud, los peligros industriales a los que son expuestos, sin que se hayan producido mejoras reales en sus condiciones laborales. Las recomendaciones que yo había hecho no han sido tomadas en cuenta por los poderes públicos.

 Y en tantos años, ¿no ha habido avances?
 Hace quince años que el amianto ha sido prohibido en Francia. Se pensaba que se sumaría la prohibición de otros productos industriales cancerígenos, pero no ha sido así. Por lo tanto, los industriales saben que ciertos productos que obligan a sus empleados a utilizar son peligrosos y que las condiciones de trabajo son patógenas. Es una exposición peligrosa deliberada de la vida ajena. Por tanto, las modificaciones del derecho del trabajo protegen más a los industriales y a los empleadores que a los asalariados.

 ¿Tiene algunos ejemplos?
 El cuadro 57 de enfermedades profesionales del régimen general de la Seguridad Social enumera la mayor parte de los problemas músculo-esqueléticos (PME). En el año 2009, una revisión del cuadro ha endurecido los criterios de reconocimiento de los PME y por lo tanto también la indemnización de los asalariados.

 ¿Deben trabajar hasta que queden impedidos?
En lo concerniente a la exposición de los asalariados a los cancerígenos, ninguna medida se ha llevado a cabo a pesar de las alertas. En Montluçon (Allier) por ejemplo, la fábrica Adisseo que produce la vitamina A de síntesis para la alimentación animal, utiliza desde los años noventa un cancerígeno potente, el cloracetal C5 (leer la encuesta del Instituto Nacional de Inspección Sanitaria (INVS). Hace menos de diez años que la introducción de esta molécula aparece en la cadena de producción, y varios asalariados han desarrollado cáncer de riñón. A pesar de que existen productos alternativos que permiten crear la vitamina A sin usar el cloracetal C5, la empresa no quiere ni hablar de ello porque estos cambios en su línea de producción serían costosos. Y los trabajadores están siempre expuestos. Esto es un crimen industrial.

 En su conjunto, ¿los asalariados franceses trabajan en buenas condiciones?
 No. En los sectores de la química, la petroquímica, el automóvil, de la metalurgia o de las nucleares, las condiciones de trabajo son a menudo muy nocivas. No tanto en la fase de producción, porque las medidas de confinamiento son sobre todo eficaces y muchos procesos son automatizados, como en la fase de mantenimiento, en la que la limpieza y la gestión de residuos. En estas fases, los asalariados son directamente expuestos a productos cancerígenos. La encuesta Sumer de 2009 del Ministerio del Trabajo sobre la exposición a los riesgos profesionales ha evaluado a 2,4 millones de asalariados (es decir el 13,5% de los asalariados, de los que el 70% son obreros, nota de la redacción) los que habían sido expuestos, la semana precedente a la encuesta, a al menos 25 cancerígenos listados. Pero esta evaluación es mínima porque existen varios centenares de cancerígenos que no han sido tenidos en cuenta en la encuesta. De igual manera que no se han tenido nunca en cuenta los productos utilizados en la degradación de un proceso industrial: los humos de combustión, los polvos, los disolventes de pinturas que se convierten volátiles cuando se limpian los aviones, por ejemplo.

 Entonces, la directiva europea Reach ¿no sirve para nada?
 No, está vacía de sentido porque ha introducido un principio: los industriales tienen que hacer pruebas de no toxicidad del producto que vayan a utilizar. Pero hay un retardo abismal. Sólo algunas decenas de productos son examinados y ninguno ha sido prohibido en esta etapa.

 ¿Hay una epidemia de cáncer entre los trabajadores?
 Sí, hay un agravamiento de las desigualdades frente al cáncer. En 1980, un obrero tenía cuatro veces más riesgo de morir de un cáncer antes de los 65 años que un mando superior. En el año 2000 ¡hay diez veces más! Y estos cánceres están unidos a la exposición, en el lugar de trabajo y sobre un largo periodo de tiempo, a múltiples cancerígenos, y no a especificidades biológicas.

 Entonces, los riesgos aumentan a pesar de que también aumenta el conocimiento sobre estos riesgos. ¿Esto no es una paradoja?
 Sí. Y también tiene lugar el hecho de que los obreros no tienen elección. En numerosos sectores, el modo de funcionamiento dominante es la subcontrata del trabajo, con subcontrata de los riesgos. En la industria nuclear, el 90% del trabajo de mantenimiento se hace por empresas subcontratadas en las que los empleados soportan del 80% al 90% de exposición a las radiaciones ionizantes en unas condiciones de trabajo catastróficas. Se les exige una gran flexibilidad, una movilidad geográfica forzada. Sus condiciones de intervención se agravan, su trabajo se intensifica. Para respetar los plazos cada vez más cortos, pueden encadenar hasta 20 horas dentro de un edificio reactor nuclear. No solo se pone en peligro su salud sino también la seguridad de las instalaciones nucleares. Cuando se piensa en las nucleares se habla de riesgos de accidentes -presentes por este modo de funcionamiento- pero no se piensa nunca en las decenas de millares de asalariados sacrificados de este sector, de los que un cierto número de ellos en edades comprendidas entre los 45 y los 55 padecen de cáncer.

 ¿Los poderes públicos han abdicado?
 Los industriales se burlan de ellos, pues a pesar de las preconizaciones de los científicos, ponen constantemente en duda los peligros que sus empleados corren. Y tienden a presentar estos peligros profesionales como inevitables y normales. Lo cual es falso. Cuando hay un accidente de trabajo, se indemniza -muy mal, por otra parte- sin examinar la causa del peligro industrial responsable del accidente... (Traducido por Carmen García Flores). Fuente: http://www.terraeco.net/Les-industriels-mettent,45726.html

jueves, 10 de mayo de 2012

Los 7 hábitos para un corazón sano que muy pocos practican

Las autoridades sanitarias en todo el mundo nos dicen que si seguimos siete conductas podremos tener una buena salud cardiovascular y vivir más, evitando eventos como infartos, enfermedad del corazón o enfermedad cerebrovascular.

Sólo 1,2% de la población sigue las siete recomendaciones para un corazón sano.




Estos "siete hábitos para un corazón sano" son:

1. no fumar,
2. hacer ejercicio,
3. controlar cuatro factores que son la presión arterial,
4. el nivel de glucosa
5. colesterol
6. el peso corporal,
7. y consumir una dieta sana.

Sin embargo, una nueva investigación en Estados Unidos que siguió a 45.000 adultos encontró que sólo 1,2% de los participantes seguía estas conductas.

Como era de esperarse, fue este grupo el que mostró el menor riesgo de morir por enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares o del corazón, señalan los investigadores en Journal of the American Medical Association (Revista de la Asociación Médica Estadounidense).

También se ha demostrado que reducir estos siete factores de riesgo está asociado a un menor riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer y diabetes tipo 2.

Las enfermedades cardiovasculares se han convertido ya en la primera causa de muerte en todo el mundo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año mueren más de 17 millones de personas a causa de estos trastornos, principalmente (80%) en países de medianos y bajos ingresos.

A pesar de que estos trastornos pueden prevenirse con cambios en el estilo de vida, los resultados del estudio, llevado a cabo en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, la Universidad de Emory y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), muestran que muy poca gente está llevando a cabo estos cambios.

Conductas "adversas"
Los investigadores utilizaron datos del Sondeo Nacional de Salud y Nutrición que siguió a 44.959 individuos de 20 años o más de 1988 a 1994, 1999 a 2004 y de 2005 a 2010.

Durante los tres períodos de la investigación los científicos encontraron en promedio que sólo 1,2% había cumplido con todos los siete hábitos del corazón sano.

Entre 1988 y 1994, 7.2% de los participantes habían seguido más de una de las recomendaciones y de 2005 y 2010, esa cifra aumentó ligeramente a 8,8%.

Los resultados mostraron que durante el estudio la prevalencia de tabaquismo se redujo de 28% a 23% desde 1988, pero no se notaron cambios para lograr niveles "deseables" de presión arterial, colesterol o índice de masa corporal (IMC) de los participantes.

Cuando se analizaron las tasas de mortalidad, se encontró que los que habían seguido seis o más hábitos mostraron 51% menos riesgo de morir por cualquier causa, 76% menos riesgo de morir por trastornos cardiovasculares y 70% menos riesgo de morir por cardiopatía isquémica (varios trastornos del corazón) que aquéllos que siguieron sólo uno o ningún hábito.

Asimismo, los investigadores observaron que los participantes más jóvenes, las mujeres, los individuos blancos no hispanos, y aquéllos con los niveles más altos de educación fueron los que siguieron el mayor número de hábitos para un corazón sano.

Salud y nivel educativo
En un comentario sobre el estudio, el doctor Donald Lloyd-Jones, experto de la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, pregunta "¿por qué hay tan pocos estadounidenses con una salud cardiovascular ideal?".

"La respuesta es clara. Los datos de todos los estudios recientes indican que el rostro de la salud cardiovascular ideal es el de una mujer joven, educada y blanca".

La salud cardiovascular ideal, agrega el experto, "se pierde rápidamente durante la infancia, adolescencia y juventud debido a la adopción de conductas adversas de salud vinculadas a la dieta, peso y estilo de vida sedentario, particularmente en las poblaciones de niveles socioeconómicos más bajos".

El experto expresa que el problema "trasciende los servicios y sistemas de salud pública y la solución debe surgir también con la mejora en el medio ambiente que rodea al individuo y el mejor acceso a alimentos sanos y actividad física".

"Un buen comienzo -agrega el doctor Lloyd-Jones- es que cada persona se pregunte si está cuidando su salud cardiovascular".

BBC Salud.