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Alguien pregunta: ¿todavía eres marxista? Nunca antes ha sido tan extensa como hoy la devastación ocasionada por la búsqueda de la ganancia, según la define el capitalismo. Casi todo mundo lo sabe. Cómo entonces es posible no hacerle caso a Marx, quien profetizó y analizó tal devastación. La respuesta sería que la gente, mucha gente, ha perdido sus coordenadas políticas. Sin mapa alguno, no saben a dónde se dirigen.
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Todos los días, la gente sigue señales que apuntan a algún sitio que no es su hogar, sino a un destino elegido. Señales carreteras, señales de embarque en algún aeropuerto, avisos en las terminales. Algunos hacen sus viajes por placer, otros por negocios, muchos motivados por la pérdida o la desesperación. Al llegar, terminan por darse cuenta que no están en el sitio indicado por la señales que siguieron. Donde se encuentran tiene la latitud, la longitud, el tiempo local y la moneda correctos, y no obstante no tiene la gravedad específica del destino que escogieron.
Se hallan junto al lugar al que escogieron llegar. La distancia que los separa de éste es incalculable. Puede ser únicamente la anchura de un vía pública, puede estar a un mundo de distancia. El sitio ha perdido lo que lo convertía en un destino. Ha perdido su territorio de experiencia.
Algunas veces algunos cuantos de estos viajeros emprenden un viaje privado y hallan el lugar que anhelaban alcanzar, que a veces es más rudo de lo que imaginaban, aunque lo descubren con alivio sin límites. Muchos nunca lo logran. Aceptan los signos que siguieron y es como si no viajaran, como si se quedaran siempre donde ya estaban.
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9
A un kilómetro de distancia de donde escribo, hay un campo donde pastan cuatro burros, dos hembras y dos burritos. Son de una especie particularmente pequeña. Cuando las madres aguzan sus orejas ribeteadas de negro, me llegan a la altura del mentón. Los burritos, de unas cuantas semanas de edad, son del tamaño de unos perros terrier grandes, con la diferencia de que sus cabezas son casi tan grandes como sus costados.
Me brinco la barda y me siento en el campo apoyando la espalda en el tronco de un manzano. Ya tienen sus rutas propias por todo el campo y pasan por debajo de ramas tan bajas que yo tendría que ir a gatas. Me observan. Hay dos áreas en donde no hay pasto alguno, sólo tierra rojiza, y es en uno de estos anillos a donde vienen varias veces en el día a rodarse sobre su lomo. Primero las madres, luego los burritos. Éstos tienen ya una franja negra en los lomos.
Ahora se aproximan. El olor de los burros y el salvado --no el de los caballos, que es más discreto. Las madres rozan mi cabeza con sus quijadas. Son blancos sus hocicos. Alrededor de sus ojos hay moscas, mucho más agitadas que sus propias miradas interrogantes.
Cuando se quedan a la sombra, en el lindero del bosque, las moscas se marchan y pueden quedarse casi inmóviles por media hora. En la sombra del medio día, el tiempo se alenta. Cuando uno de los burritos mama (la leche de burra es la más semejante a la humana), las orejas de la madre se echan hacia atrás y apuntan a la cola.
Rodeado de los cuatro burros en la luz del día, mi atención se fija en sus patas, dieciséis de ellas. Son esbeltas, contundentes, contienen concentración, seguridad. (Las patas de los caballos parecen histéricas en comparación.). Estas son patas para cruzar montañas que ningún caballo se atrevería, patas para soportar cargas inimaginables si se consideran tan sólo las rodillas, las espinillas, las cernejas, los jarretes, las canillas, los cuartos, las pezuñas. Patas de burro.
Deambulan, con la cabeza baja, pastando, mientras sus orejas no se pierden de nada; los observo, con sus ojos cubiertos de piel. En nuestros intercambios, tal como ocurren, en la compañía de mediodía que nos ofrecemos ellos y yo, hay un sustrato de algo que sólo puedo describir como gratitud. Cuatro burros en un campo, mes de junio, año 2005.
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Si, entre otras muchas cosas sigo siendo marxista.
John Berger
Fuente y leer más
http://www.sinpermiso.info/textos/dnde-hallar-nuestro-lugar-diez-comunicados
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lunes, 16 de enero de 2017
John Berger. Dónde hallar nuestro lugar. Diez comunicados
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domingo, 6 de noviembre de 2016
Por qué aprender a tirar cosas te puede hacer más feliz.
La teoría del Dan-sha-ri anima a tirar todos esos objetos que no son necesarios y que acumulamos sin sentido, como una nueva forma de mejorar nuestro estado de ánimo.
Elouise Casserly no se gusta cuando se mira al espejo. Tampoco le gusta su trabajo y casi todas sus relaciones interpersonales son un tanto tóxicas. Un día lee un artículo que le impulsa a hacer limpieza general en su casa y en su vida. El resultado es que cada vez que tira la basura se siente más ligera, segura y poderosa, lo que le hace descubrir que organizar su casa, está acabando con el caos de su vida. Ese es el argumento de la nueva edición de la novela Al llegar la primavera de Milly Johnson, pero lo cierto es que es una historia que ya ha traspasado la ficción.
Gracias a Marie Kondo son muchas las personas que han descubierto que ordenar su casa puede ser el primer paso para ordenar su vida. Sin embargo, la conocida japonesa se inspiró para crear su método en la llamada teoría DAN-SHA-RI, que ya llevaba años practicándose en territorio asiático. Ahora, la precursora de esta filosofía de vida, Hideko Yamashita, publica en España su ya ‘best seller’ Ordena tu vida. Quédate solo con lo necesario, ¡y encuentra la felicidad! (Planeta), que pretende no ser solo un modelo de decoración, sino sobre todo un revolucionario método autoayuda.
Esta idea se basa en tres principios básicos. El DAN, que supone cerrar el paso a las cosas innecesarias que tratan de entrar en nuestra vida, es decir, adquirir solo cosas que de verdad sean necesarias; el SHA, que significa tirar todo aquello que es inservible y que inunda nuestras casas y por último el RI, que es convertirse en una persona despegada de las cosas, consiguiendo un entorno más relajado y por lo tanto un mejor humor.
Personas que no saben tirar
Tras 8 años impartiendo seminarios de Dan-sha-ri, Hideko Yamashita ha elaborado una lista de los tres tipos de personas que “acumulan trastos”, teniendo en cuenta que las distinciones a veces no son del todo claras y que hay quién comparte varias características. Así, la autora define las siguientes:
Tipo huida de la realidad:
Se trata de un tipo de persona incapaz de ponerse a ordenar las cosas al estar muy ocupada y apenas pasar tiempo en casa. En muchos casos, el hecho de no estar en casa, se debe a su descontento con la familia o se busca excusas para estar cada vez más ocupado. Es fácil caer en el círculo vicioso de no querer estar en casa, precisamente porque está desordenada y no es un lugar en el que nos sintamos cómodos.
Tipo apego por el pasado:
Serían las personas que guardan cosas del pasado, que en la actualidad ya no utilizan. Por ejemplo, guardan álbumes y trofeos como si fueran algo de suma importancia. Detrás de eso se suele ocultar un aferrarse a épocas felices del pasado. En ocasiones, tiene cierta relación con el tipo anterior, en el sentido de que no quiere enfrentarse a la realidad.
Tipo inquietud hacia el futuro:
Las personas que se corresponden con este tipo comparten una gran inquietud por las cosas que podrían suceder en el futuro. Una característica es la de almacenar un exceso de objetos cotidianos, como por ejemplo cajas de pañuelos de papel. Suelen justificarlo por el hecho de que quedarse sin estos elementos, sería un problema que les haría sentirse intranquilos. De los tres tipos descritos, este último sería el más abundante.
¿Por qué ordenar tu casa ordena tu vida?
El libro explica no solo los orígenes y metodología del DAN-SHA-RI, sino sobre todo cuáles pueden ser sus efectos positivos, de una forma muy práctica y cercana. Si te has sentido identificado con alguno de los tres tipos de personas “que no saben tirar”, el practicar Dan-sha-ri te puede ayudar a reflexionar sobre algunas de las siguientes cuestiones:
1. La elección de las cosas implica tomar conciencia:
Las cosas que elegimos también hablan de nosotros. De esta forma, al practicar Dan-sha-ri “comienza a activarse un mecanismo psicológico que nos permite usar cosas de calidad y cambia nuestra percepción de nosotros mismos”. Por ejemplo, reservar ciertos utensilios para ocasiones especiales porque “es una lástima usar algo tan bueno”, se traduce en que “no es apropiado para mí”. Por ello, la autora recuerda que “las cosas que usamos ofrecen tanto una imagen de sí mismas, como de las personas que las utilizan”.
2. Recuperar la energía y el espacio de los que se habían apoderado las cosas:
Cuando uno empieza a pensar en tirar cosas, se da cuenta de que el espacio en el que vive, tiene más trastos de los que pensaba. Por ejemplo, “guardar los cubiertos de plástico que vienen con la comida precocinada, por si acaso nos vamos de picnic”, ¿pero los hemos usado realmente alguna vez para irnos de picnic como para seguir guardándolos? ¿Podemos usar ese espacio para algo más útil?
3. Redefinirse a uno mismo empieza por los cajones:
¿Cuánta ropa vieja de esa de “a ver si me la puedo volver a poner” guardamos en el armario? Hay que distinguir entre lo que es necesario y lo que guardamos por apego. Pero según la autora “no es el cariño lo que nos lleva a guardar tanta ropa, es un apego mal entendido, casi obsesivo”.
4. La relación con las cosas cambia la relación con la gente:
Elegir las cosas que queremos en nuestra vida, también ayuda a elegir mejor a las personas que queremos en ella. Según Yamashita “alguien que se conforma con cualquier cosa, recibe un trato equivalente de los demás”. Si parece que cualquier cosa nos vale, repararán menos en nosotros, por ejemplo, para tener más mimo en un regalo.
5. Tirar basura ayuda a pulir el sensor de inteligencia inherente:
Según la autora “tirar las cosas que podemos calificar de basura, equivale a pulir nuestra inteligencia inherente. Es un acción simple”. Eso es así, porque al hacerlo es nuestro propio juicio el que debe de encargarse de mantener un ambiente cómodo y apropiado, lo que supone un trabajo constante de pulir y pulir, prolongado en el tiempo, que supone establecer una forma diferente de pensar.
6. Las cosas tienen valor cuando se utilizan:
Muchos de nuestros problemas de estrés o ansiedad derivan de pensar demasiado en pasado o en futuro. También por eso acumulamos cosas, pensando en el cariño de un momento pasado o en una posible utilidad en el futuro. Sin embargo, Yamashita deja claro que las cosas “deben cumplir su función en el momento del presente. Son bellas cuando están donde deben estar”.
7. Cambiar el planteamiento de restar por el de sumar:
El hecho de sentirnos activos y de tomar la iniciativa en nuestra casa y en nuestra vida, también cambia la orientación de nuestros pensamientos. “Si no confiamos en nosotros mismos es porque restamos al pensar”, por ejemplo con ideas del tipo “tampoco hoy he hecho esto…”. En cambio, proponernos eliminar lo que sobra de nuestra vida es un trabajo continuo que ayuda con pensamiento del tipo “hoy he hecho esto y he cumplido mi promesa”, que nos hace sentir mejor con nosotros mismos.
http://smoda.elpais.com/belleza/bienestar/aprender-tirar-cosas-te-puede-mas-feliz/
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