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miércoles, 19 de junio de 2013

¿Qué hay detrás de la falta de deseo sexual en la mujer? La viagra femenina podría estar lista para 2016. Hablamos con expertos para saber qué ocurre cuando no tenemos ganas de acostarnos con nuestra pareja.

La industria farmacéutica parece estar cerca de cumplir uno de sus mayores –y más rentables– sueños: la creación de una pastilla que consiga que la libido de las mujeres esté siempre en forma y que acabe con el deseo sexual hipoactivo (DSH), un problema que aqueja al 80% de las pacientes que acuden a una consulta sexológica. Si los experimentos van por buen camino, y eso parece según dicen los expertos, Lybrido estaría en el mercado en 2016 y muchos ya pronostican que las consecuencias de este fármaco en la vida sexual de las mujeres y de sus parejas estarían a la altura de las que acarreó la invención de la píldora anticonceptiva en 1960. ¿Se imaginan poder disponer de un interruptor que encienda nuestra libido cuando más nos convenga? ¿Seguir sintiendo el mismo deseo por la pareja, aún después de años de relación? ¿Conseguir que el estrés no venga a la cama y se acueste con nosotras? ¿Demasiado bonito para ser verdad?

Hasta ahora los intentos por crear una “Viagra femenina” –mal llamada así porque lo que entendemos por Viagra no aumenta el deseo en los hombres, sino que les permite la erección– no habían sido demasiado exitosos y los profesionales combatían el DSH con derivados de la testosterona, como los parches Intrinsa. El pasado año Tefina irrumpió en el mercado. Se trataba de un gel intranasal basado también en esta hormona que, inhalado dos horas antes de la actividad sexual, aumentaba la libido y, al mismo tiempo, mejoraba el riego sanguíneo en los órganos genitales, lo que facilitaba el orgasmo. Lo novedoso de este fármaco no era tanto su composición sino su aplicación, solo cuando la situación lo requería, como ocurre con la Viagra.

“Activar el mecanismo del deseo en las mujeres es tarea difícil cuando no se debe a causas orgánicas, lo que también ocurre a veces”, apunta la doctora Mª Fernanda Peraza, especialista en andrología y salud sexual del Centro de Urología, Andrología y Salud Sexual de Palma de Mallorca. "Puede haber factores físicos que bajen la libido, como la menopausia natural o quirúrgica, hipo o híperfunción de las glándulas tiroides o adrenales y alteraciones estructurales uroginecológicas que produzcan dolor como vulvovaginitis infecciosas o defectos del suelo pélvico", añade.

Pero en la mayoría de los casos, el origen de la falta de ganas está en nuestra cabeza. El urólogo Juan Ignacio Martínez, en declaraciones a El País, comparaba la sexualidad masculina con un interruptor y la femenina con el cuadro eléctrico de un avión, con muchas funciones, pero también más difícil de arreglar.

"El deseo en la mujer es muy complejo", comenta el médico sexólogo Santiago Frago, codirector de Amaltea, una asesoría de sexo para mayores, "y depende del ambiente amoroso, de la relación de pareja, de la situación en la que está inmersa. La libido femenina es más vulnerable que la del hombre. Lo que ocurre también en la mujer es que, con la edad, va perdiendo parte de ese romanticismo y volviéndose, digamos, más práctica, por lo que es muy probable que el deseo en una mujer sin problemas de este tipo aumente con los años. Ellas viven su apogeo sexual alrededor de los 45 años".

¿Qué aporta entonces Lybrido a la larga lista de intentos de poder controlar ese sofisticado cuadro de mandos? Su creador, el doctor holandés Adriaan Tuiten, se decidió a desarrollar una píldora que activase el deseo sexual femenino después de que su novia, con la que llevaba más de diez años, le abandonara. De una cosa estaba seguro cuando empezó con sus investigaciones: solo sería efectiva si actuaba a nivel cerebral, no físico.

Parece evidente que hay neurotransmisores que juegan papeles decisivos en el desarrollo del deseo sexual, pero hay dos especialmente importantes: la testosterona, que provoca la segregación de dopamina, y la serotonina, que hace que su presencia disminuya. Las píldoras del doctor Tuiten –ha diseñado dos versiones hermanas–, elevan temporalmente los niveles de dopamina, logrando así que aumente la excitación. Ambas tienen testosterona, pero su composición es distinta. Lybrido contiene un elemento similar al de la Viagra que aumenta el flujo sanguíneo en los genitales, algo que ayudaría a la testosterona a aumentar el deseo. Lybridos, por su parte, incluye un compuesto llamado buspirone usado para combatir la ansiedad. Si se toma a diario, aumenta los niveles de serotonina, pero al tomarlo en un primer momento, su efecto es el contrario: suprime los niveles de serotonina en el cuerpo, lo que conlleva un aumento de la dopamina.

Un dato importante que debemos tener en cuenta en el estudio del doctor Tuiten con sus pastillas es el hecho de que las mujeres que participan en él son todas casadas, ya que parece que este colectivo, el de las que tienen pareja estable, es el que más acusa la falta de deseo. El psicólogo Dietrich Klusmann, de la Universidad de Hamburgo-Eppendorf (Alemania), realizó un estudio con la participación de 1865 estudiantes entre los 19 y los 32 años, todos ellos con pareja estable, que tituló: Sexual Motivation and the duration of partnership ( Motivación sexual y duración de la pareja) y del que se derivaban tres conclusiones: 1. La actividad y la satisfacción sexual disminuyen en hombres y mujeres con pareja estable con el paso del tiempo; 2. El deseo sexual solo baja en las mujeres; 3. La necesidad de cariño aumenta en mujeres y disminuye en hombres conforme avanza la relación. La teoría de que la monogamia puede ser la mejor arma para destruir el deseo femenino la sustentan también los sexólogos Sarah Murray y Robin Milhausen, de la Universidad de Guelph, en Ontario (Canadá), en otro trabajo al respecto publicado en la revista Sex & Marital Therapy, en el que básicamente mantienen que cuanto más tiempo pasa una mujer en una relación, menos deseo sexual siente.

Si esta idea fuera cierta, sería contraria al tópico con el que hemos crecido y que dice que los hombres son por naturaleza más promiscuos –su semen debe cubrir al mayor número de hembras posible, para asegurar la supervivencia de la especie–; mientras que la mujer encaja más en la monogamia, el entorno ideal para formar una familia y criar a sus hijos.

El periodista norteamericano, Daniel Bergner en su reciente libro What Do Women Want? Adventures in the Science of Female Desire (¿Qué quieren las mujeres? Aventuras en la ciencia del deseo femenino, Ecco) acaba con los tópicos trasmitidos de generación en generación sobre el deseo femenino. Lo iguala en poder y fuerza al del hombre, niega que la mujer haya sido diseñada para la monogamia y que el deseo en ella deba ir acompañado de una cierta idea de romanticismo. En un artículo que escribía recientemente para The New York Times Magazine y en el que analizaba los vericuetos de uno de los mayores retos de la industria farmacéutica actual –la búsqueda de la “Viagra femenina”– se planteaba si el problema de estas nuevas píldoras no será tal vez el de que funcionan demasiado bien, y barajaba la posibilidad de que la Food and Drug Administration (FDA), el organismo que en EEUU da el visto bueno a los medicamentos para su posterior comercialización, las rechace ante el temor de una nueva raza de mujeres con el poder de controlar y aumentar su voracidad sexual.

El sexólogo Santiago Frago se muestra algo escéptico ante los posibles resultados milagrosos de este fármaco, reconoce que el problema de falta de deseo se acusa casi siempre cuando se tiene pareja y reivindica: "Tenemos que poder permitirnos no tener deseo. Es perfectamente normal pasar por épocas en las que la libido esté más baja”. Y continúa: “La testosterona solo es recomendable cuando los análisis determinan que hay unos niveles bajos de esta hormona. Mi experiencia en la consulta es que el 90% de las mujeres que tienen DSH muestran niveles de testosterona perfectamente normales y, si se les administra más, pueden aparecer efectos secundarios muy poco deseables, como agresividad, crecimiento del vello, insomnio o aumento de peso”.

¿Conseguirá una píldora excitar a las mujeres y, si lo hace, ¿significa eso lo mismo qué sentir deseo?

¿Y si realmente funciona esta pastilla, habrá que inventar otra para que, consiga desengancharnos del sexo?

jueves, 8 de marzo de 2012

El ministro que no amaba a las mujeres

El ministro Gallardón denuncia una suerte de velada conspiración, de la que no teníamos noticia, según la cual se obliga a las mujeres a abortar. Se le ocurre, por tanto, que la mejor manera de asegurar las libertades de las mujeres es recortar su derecho a interrumpir su embarazo.

El eliminar derechos por el bien del confundido pueblo es un sorprendente proceder en un señor tan ilustrado como el ministro, pues es característico de gobernantes y de regímenes a los que le creíamos muy ajeno. Pareciera que, en realidad, al ministro Gallardón no le parezca mal el aborto, sino el hecho de que las mujeres no sepan manejarse en asuntos tan trascendentes. Se desprende además de sus palabras que durante estos años las mujeres han sido incapaces de denunciar tal situación de “violencia de género estructural”, un término confuso que, en cualquier caso, las ha forzado a permanecer calladas, incapaces de entender su situación o, quizá, de articular con eficacia una denuncia en un juzgado.

El ministro da a entender, por tanto, que ha tenido que ser él quien alzara el velo y nos descubriera esta conjuración. Que lo hiciera en vísperas del Día Internacional de la Mujer Trabajadora supongo que ha sido una desafortunada casualidad y no fruto de ninguna confabulación. Como padre de una mujer (de 10 meses) pediría al ministro que considerara su decisión y su discurso con respecto a las mujeres. Sería propio de él. Rectificar es de sabios.— José María de la Torre López. El País.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Mujeres trabajadoras contra un Walmart que ha cobrado una extraña vida propia

¿Qué es Walmart , en un sentido estrictamente taxonómico? Atendiendo sólo a sus dimensiones, sería fácil tomarla por una nación: en 2001, sus ingresos anuales montaban tanto o más que los de 22 Estado nacionales. Si reuniéramos a todos sus empleados –sólo en los EEUU, 1,4 millones—, diríase que es una gran ciudad. Pero también cabe la posibilidad de ver a Walmart y a otras empresas de alcance planetario, no como conjuntos agregados de personas, sino como formas independientes de vida, como especies de superorganismos.

Tal parece ser la conclusión de la decisión los decisión de Ciudadanos Unidos 2010, en la que la Corte Suprema de los EEUU, incurriendo en delirante antropomorfismo, resolvió que las grandes corporaciones empresariales son realmente personas y que, por lo mismo, gozan de libertad de expresión y del derecho de hacer contribuciones financieras ilimitadas a las campañas electorales. Dirán ustedes que la noción de personalidad ya se había visto degradada al punto de resultar irreconocible por lo actvistas "pro-vida" que la extendieron a células individuales como los zigotos. Pero la Corte debió pensar que sería discriminatorio atender a razones de volumen: si una célula microscópica puede ser una persona, ¿por qué no un brontosaurio, un tsunami o una empresa transnacional?

Pero la defensa de Walmart ante una demanda colectiva que acusaba a la compañía de prácticas discriminatorias contra sus mujeres trabajadoras – Dukes v Walmart – arroja nueva luz sobre la biologíaa de las megaempresas privadas. La compañía arguye que con "siete divisiones, 41 regiones, 3.400 tiendas comeciales y más de un millón de empleados", las experiencias de los empleados individuales son demasiado distintas como para permitir jurídicamente una demanda "colectiva". Walmart, en otras palabras, es demasiado grande, demasiado multifacética y demasiado diversa como para poder ser jurídicamente demandada.

Así pues, si Walmart es realmente una persona, es una persona sin sistema nervioso central, o al menos sin control central de las distintas partes de su cierpo. Existen personas así, lo admito de grado, pero –la cosa no ofrece duda— cuando la Corte Suprema declaró que las corporaciones empresariales eran personas, no se refería a "personas con enfermedades neuromusculares degenerativas agudas".

Para quienes nunca han visitado un establecimiento de Walmart, diré que la empresa no es un conglomerado de boutiques gobernadas por divas egoístas. Todos y cada uno de los detalles, desde las políticas de personal hasta el equipo de útiles de cada planta, están dictados por el cuartel general de la empresa en Bentonville. Un ejemplo: en 2000, trabajé durante tres semanas en el departamento de ropa femenina de un Walmart. (Entre paréntesis: eso me permite ser ahora parte en la demanda colectiva contra Walmart por discriminación de género, aunque la posibilidad de una indemnización con una cifra de varios dígitos, creo, no ha influido en el juicio que de este asunto me he formado.) En el curso de mi trabajo, tuve ocasión de hacerle varias sugerencias a mi supervisor. Por ejemplo: que los pantalones vaqueros de talla extragrande no se exhibieran a ras de suelo, porque las mujeres de talla extragrande no podrían hacerse con ellos sin precisar ayuda para volver a levantarse. Buena idea, me dijo, pero corresponde a Betonville decidir dónde se ponen los vaqueros, y cualquier otro producto.

Muchas cosas han cambiado desde que yo trabajé en Walmart. La compañía ha luchado por mejorar su tradicional imagen de empresa explotadora. Se ha empeñado en decir que promoverá a más mujeres. Pero una cosa que seguro que no ha hecho es reestructurarse como un colectivo anarquista. Betonville sigue imperando absolutamente tanto sobre los directores de los establecimientos como sobre los "asociados", el eufemístico término empleado por Walmart para referirse a sus siempre mal retribuidos trabajadores.

De manera, pues, que si Walmart es una forma viva, es de una especie inclasificable. Come, devorando ciudad tras ciudad, a veces mutando el nombre: Walmex en México, Asda en el Reino Unido. Sin embargo, en la defensa presentada en el pleito Dukes vs. Walmart, Walmart alega no tener idea de lo que está haciendo. Eso podría ser una metáfora del capitalismo, o un indicio de que está en curso una invasión alienígena exitosa. Lo único seguro es que, si la Corte Suprema resuelve a favor de Walmart, experimentaremos una proliferación de esas criaturas: "personas" monstruosamente sobredimensionadas que insisten en su incapacidad para controlar sus acciones.

Barbara Ehrenreich
Sin Permiso. Traducción de Casiopea Altisench

Barbara Ehrenreich es la presidente de la "United Professionals" y autora, recientemente, de This Land Is Their Land: Reports From a Divided Nation.

martes, 22 de marzo de 2011

La gran feminista y laicista egipcia Nawal El Saadawi electrifica a su auditorio en Nueva York vinculando feminismo, democracia e igualdad económica

Tiene cerca de 80 años, peinado hacia atrás su blanco pelo, descubriendo un rostro tan radiante como seductor.

Ha sido censurada, perseguida, amenazada, transterrada, sometida a fatwah y encarcelada.
Su clítoris le fue sajado a la edad de 6 años, y escribió sus memorias sobre un rollo de papel higiénico mientras estaba en la cárcel por atreverse a escribir abiertamente sobre sexualidad femenina.

Estas últimas semanas se plantó día tras día en la Plaza Tahrir durante el levantamiento popular egipcio, animando la protesta y albergando en su propia casa a los manifestantes.

Ayer por la noche, en el lado occidental de la ciudad de Nueva York, la leyenda feminista Gloria Steinem organizó una recepción para una mujer cuya obra ha dejado una enorme impronta en el anhelo global de libertad e igualdad. Nawal El Saadawi, la homenajeada, es la indomable escritora, activista, médica y psiquiatra feminista que ha centrado su trabajo en las relaciones entre hombres y mujeres y el Islam: una relación complicada, por decirlo con moderación. "El feminismo islámico vive y goza de buena salud", anunció en medio de un gran aplauso en una sala atestada de periodistas y activistas reunidos para rendir homenaje a una figura de dimensiones mundiales. Vivaz y rebosante de humor, la Dra. Saadawi electrizó la sala con la energía y el carisma que comunicaron coraje a la protesta democrática egipcia.

Oí hablar por vez primera de la Dra. Saadawi a fines de los 90, cuando preparaba un reportaje sobre la asombrosamente difundida mutilación genital femenina. Aprendí que a centenares de millones de mujeres del Norte de África y el Próximo Oriente se les habían rebanado los órganos genitales, mutiladas y estragadas mediante una variedad de prácticas que resultan en horribles problemas de salud, por no hablar de traumas psicológicos, y aun la muerte. Es un problema cultural y es, también, un problema económico. Las mujeres que llevan la carga del grueso de las labores agrícolas en muchas zonas en las que se practica la clitrictomía están tan debilitadas por las complicaciones de salud resultantes, que no puede desarrollar el trabajo necesario para producir y cultivar las cosechas que precisa la supervivencia de la comunidad. A lo largo de su dilatada carrera, la Dra. Saadawi ha trabajado sin desmayo para explicar la devastación económica resultante de la subyugación de las mujeres.

En la reunión de Nueva York, la Dra. Saadawi contó el trabajo histórico de las feministas islámicas en todo el planeta, sorprendiéndome con el hecho de que las mujeres tunecinas consiguieron el derecho al aborto 8 años antes de que las norteamericanas lograran la sentencia Roe vs. Wade. Nos recordó que no se puede tener una democracia en un país islámico sin la plena participación de las mujeres, como no se puede tener una democracia en una sociedad capitalista en la que hay un abismo que separa a ricos y pobres. Nos dejó meridianamente claro que los vínculos entre el feminismo y la política y la economía globales resultan cruciales para entender las vías por las que podría progresar la especie humana. Combativa tras décadas de desafiar a algunos de los peores defensores del patriarcado en los distintos lugares del planeta, diríase que, con la edad, se ha hecho aún más radical.

Nawal el-Saadawi es una veterana escritora, ensayista y luchadora feminista egipcia, mundialmente reconocida. Lynn Parramore es coeditora del diario electrónico de economía New Deal 2.0.

sábado, 25 de abril de 2009