El juez Baltasar Garzón ha sido condenado a 11 años de inhabilitación por las escuchas en prisión a los corruptos del caso Gürtel, trama vinculada al PP, lo que implica su expulsión de la carrera judicial. La condena añade además el pago de una multa y las costas. En una sentencia durísima, los jueces del Supremo acusan a Garzón de haber utilizado “prácticas de regímenes totalitarios” utilizando los mismos argumentos que el juez instructor, Alberto Jorge Barreiro. Garzón, según su abogado, Francisco Baena Bocanegra, está "desolado" y estudia ya si recurre ante el Constitucional.
Para sus jueces, Garzón causó “una drástica e injustificada reducción del derecho de defensa y demás derechos afectados anejos al mismo”. La sentencia homenajea al instructor Alberto Jorge Barreiro, al utilizar sus palabras y tildar de “laminación” de esos derechos la disposición de las escuchas. Incluso utiliza sus mismos razonamientos en el sentido de que Garzón habría “colocado a todo el proceso penal español, teóricamente dotado de las garantías constitucionales y legales propias de un Estado de Derecho contemporáneo, al nivel de sistemas políticos y procesales característicos de tiempos ya superados”.
También le atribuye prácticas que en los tiempos actuales solo se encuentran en los regímenes totalitarios en los que todo se considera válido para obtener la información que interesa, o se supone que interesa, al Estado, prescindiendo de las mínimas garantías efectivas para los ciudadanos y convirtiendo de esta forma las previsiones constitucionales y legales sobre el particular en meras proclamaciones vacías de contenido”.
Según la sentencia, de la que ha sido ponente el magistrado Miguel Colmenero, “ninguno de los métodos de interpretación del derecho usualmente admitidos que hubiera podido seguir el acusado respecto de esos preceptos, le habría conducido a concluir de forma razonada que es posible restringir sustancialmente el derecho de defensa, con los devastadores efectos que ocasiona en el núcleo de la estructura del proceso penal, en las condiciones en que lo hizo”,...
Leer todo aquí en El País.
Opiniones de algunos juristas extranjeros; Henrik Janbell y Caroline Edelstam, aquí.
jueves, 9 de febrero de 2012
miércoles, 8 de febrero de 2012
Más allá de la crisis
De lo que quisiera hablarles [1] no es tanto de la crisis actual como de lo que está ocurriendo más allá de la crisis: de algo que se nos oculta tras su apariencia. Para explicarlo necesitaré empezar un tanto atrás en el tiempo.
Nos educamos con una visión de la historia que hacía del progreso la base de una explicación global de la evolución humana. Primero en el terreno de la producción de bienes y riquezas: la humanidad había avanzado hasta la abundancia de los tiempos modernos a través de las etapas de la revolución neolítica y la revolución industrial. Después había venido la lucha por las libertades y por los derechos sociales, desde la Revolución francesa hasta la victoria sobre el fascismo en la Segunda guerra mundial, que permitió el asentamiento del estado de bienestar. No me estoy refiriendo a una visión sectaria de la izquierda, ni menos aun marxista, sino a algo tan respetable como lo que los anglosajones llaman la visión whig de la historia, según la cual, cito por la wikipedia, “se representa el pasado como una progresión inevitable hacia cada vez más libertad y más ilustración”.
Hasta cierto punto esto era verdad, pero no era, como se nos decía, el fruto de una regla interna de la evolución humana que implicaba que el avance del progreso fuese inevitable –la ilusión de que teníamos la historia de nuestro lado, lo que nos consolaba de cada fracaso-, sino la consecuencia de unos equilibrios de fuerzas en que las victorias alcanzadas eran menos el fruto de revoluciones triunfantes, que el resultado de pactos y concesiones obtenidos de las clases dominantes, con frecuencia a través de los sindicatos, a cambio de evitar una auténtica revolución que transformase por completo las cosas.
Para decirlo simplemente, desde la Revolución francesa hasta los años setenta del siglo pasado las clases dominantes de nuestra sociedad vivieron atemorizadas por fantasmas que perturbaban su sueño, llevándoles a temer que podían perderlo todo a manos de un enemigo revolucionario: primero fueron los jacobinos, después los carbonarios, los masones, más adelante los anarquistas y finalmente los comunistas. Eran en realidad amenazas fantasmales, que no tenían posibilidad alguna de convertirse en realidad; pero ello no impide que el miedo que despertaban fuese auténtico.
En un articulo sobre la situación actual de Italia publicado en La Vanguardia el pasado mes de octubre se podía leer: “los beneficios sociales fueron el fruto de un pacto político durante la guerra fría”. No sólo durante la guerra fría, a no ser que hablemos de una “guerra” de doscientos años, desde la revolución francesa para acá. Lo que este reconocimiento significa, por otra parte, es que ahora no tienen ya inconveniente en confesar que nos engañaron: que no se trataba de establecer un sistema que nos garantizase un futuro indefinido de mejora para todos, sino que sólo les interesaba neutralizar a los disidentes mientras eliminaban cualquier riesgo de subversión.
Los miedos que perturbaron los sueños de la burguesía a lo largo de cerca de doscientos años se acabaron en los setenta del siglo pasado. Cada vez estaba más claro que ni los comunistas estaban por hacer revoluciones –en 1968 se habían desentendido de la de París y habían aplastado la de Praga-, ni tenían la fuerza suficiente para imponerse en el escenario de la guerra fría. Fue a partir de entonces cuando, habiendo perdido el miedo a la revolución, los burgueses decidieron que no necesitaban seguir haciendo concesiones. Y así siguen hoy.
Déjenme examinar esta cuestión en su última etapa. El período de 1945 a 1975 había sido en el conjunto de los países desarrollados una época en que un reparto más equitativo de los ingresos había permitido mejorar la suerte de la mayoría. Los salarios crecían al mismo ritmo a que aumentaba la productividad, y con ellos crecía la demanda de bienes de consumo por parte de los asalariados, lo cual conducía a un aumento de la producción. Es lo que Robert Reich, que fue secretario de Trabajo con Clinton, describe como el acuerdo tácito por el que “los patronos pagaban a sus trabajadores lo suficiente para que éstos comprasen lo que sus patronos vendían”. Era, se ha dicho, “una democracia de clase media” que implicaba “un contrato social no escrito entre el trabajo, los negocios y el gobierno, entre las élites y las masas”, que garantizaba un reparto equitativo de los aumentos en la riqueza.
Esta tendencia se invirtió en los años setenta, después de la crisis del petróleo, que sirvió de pretexto para iniciar el cambio. La primera consecuencia de la crisis económica había sido que la producción industrial del mundo disminuyera en un diez por ciento y que millones de trabajadores quedaran en paro, tanto en Europa occidental como en los Estados Unidos. Estos fueron, por esta razón, años de conmoción social, con los sindicatos movilizados en Europa en defensa de los intereses de los trabajadores, lo que permitió retrasar aquí unas décadas los cambios que se estaban produciendo ya en los Estados Unidos y en Gran Bretaña, donde los empresarios, bajo el patrocinio de Ronald Reagan y de la señora Thatcher, decidieron que éste era el momento para iniciar una política de lucha contra los sindicatos, de desguace del estado de bienestar y de liberalización de la actividad empresarial.
La lucha contra los sindicatos se completó con una serie de acuerdos de libertad de comercio que permitieron deslocalizar la producción a otros países, donde los salarios eran más bajos y los controles sindicales más débiles, e importar sus productos, con lo que los empresarios no sólo hacían mayores beneficios, al disminuir sus costes de producción, sino que debilitaban la capacidad de los obreros de su país para luchar por la mejora de sus condiciones de trabajo y de su remuneración: los salarios reales bajaron en un 7 por ciento de 1976 a 2007 en los Estados Unidos, y lo han seguido haciendo después de la crisis.
Así se inició lo que Paul Krugman ha llamado “la gran divergencia”, el proceso por el cual se produjo un enriquecimiento considerable del 1 por ciento de los más ricos y el empobrecimiento de todos los demás. En los Estados Unidos, que citaré con frecuencia por dos razones –porque disponemos de buenas estadísticas sobre su evolución y porque lo que sucede allí es el anuncio de lo que va a pasar aquí más adelante-, se pudo ver en vísperas de la crisis de 2008 que este 1 por ciento de los más ricos recibía el 53 por ciento de todos los ingresos (esto es más que el 99 por ciento restante),...
seguir aquí el artículo de Josep Fontana.
Y una crítica a algunas afirmaciones vertidas al final de la conferencia, aquí.
Nos educamos con una visión de la historia que hacía del progreso la base de una explicación global de la evolución humana. Primero en el terreno de la producción de bienes y riquezas: la humanidad había avanzado hasta la abundancia de los tiempos modernos a través de las etapas de la revolución neolítica y la revolución industrial. Después había venido la lucha por las libertades y por los derechos sociales, desde la Revolución francesa hasta la victoria sobre el fascismo en la Segunda guerra mundial, que permitió el asentamiento del estado de bienestar. No me estoy refiriendo a una visión sectaria de la izquierda, ni menos aun marxista, sino a algo tan respetable como lo que los anglosajones llaman la visión whig de la historia, según la cual, cito por la wikipedia, “se representa el pasado como una progresión inevitable hacia cada vez más libertad y más ilustración”.
Hasta cierto punto esto era verdad, pero no era, como se nos decía, el fruto de una regla interna de la evolución humana que implicaba que el avance del progreso fuese inevitable –la ilusión de que teníamos la historia de nuestro lado, lo que nos consolaba de cada fracaso-, sino la consecuencia de unos equilibrios de fuerzas en que las victorias alcanzadas eran menos el fruto de revoluciones triunfantes, que el resultado de pactos y concesiones obtenidos de las clases dominantes, con frecuencia a través de los sindicatos, a cambio de evitar una auténtica revolución que transformase por completo las cosas.
Para decirlo simplemente, desde la Revolución francesa hasta los años setenta del siglo pasado las clases dominantes de nuestra sociedad vivieron atemorizadas por fantasmas que perturbaban su sueño, llevándoles a temer que podían perderlo todo a manos de un enemigo revolucionario: primero fueron los jacobinos, después los carbonarios, los masones, más adelante los anarquistas y finalmente los comunistas. Eran en realidad amenazas fantasmales, que no tenían posibilidad alguna de convertirse en realidad; pero ello no impide que el miedo que despertaban fuese auténtico.
En un articulo sobre la situación actual de Italia publicado en La Vanguardia el pasado mes de octubre se podía leer: “los beneficios sociales fueron el fruto de un pacto político durante la guerra fría”. No sólo durante la guerra fría, a no ser que hablemos de una “guerra” de doscientos años, desde la revolución francesa para acá. Lo que este reconocimiento significa, por otra parte, es que ahora no tienen ya inconveniente en confesar que nos engañaron: que no se trataba de establecer un sistema que nos garantizase un futuro indefinido de mejora para todos, sino que sólo les interesaba neutralizar a los disidentes mientras eliminaban cualquier riesgo de subversión.
Los miedos que perturbaron los sueños de la burguesía a lo largo de cerca de doscientos años se acabaron en los setenta del siglo pasado. Cada vez estaba más claro que ni los comunistas estaban por hacer revoluciones –en 1968 se habían desentendido de la de París y habían aplastado la de Praga-, ni tenían la fuerza suficiente para imponerse en el escenario de la guerra fría. Fue a partir de entonces cuando, habiendo perdido el miedo a la revolución, los burgueses decidieron que no necesitaban seguir haciendo concesiones. Y así siguen hoy.
Déjenme examinar esta cuestión en su última etapa. El período de 1945 a 1975 había sido en el conjunto de los países desarrollados una época en que un reparto más equitativo de los ingresos había permitido mejorar la suerte de la mayoría. Los salarios crecían al mismo ritmo a que aumentaba la productividad, y con ellos crecía la demanda de bienes de consumo por parte de los asalariados, lo cual conducía a un aumento de la producción. Es lo que Robert Reich, que fue secretario de Trabajo con Clinton, describe como el acuerdo tácito por el que “los patronos pagaban a sus trabajadores lo suficiente para que éstos comprasen lo que sus patronos vendían”. Era, se ha dicho, “una democracia de clase media” que implicaba “un contrato social no escrito entre el trabajo, los negocios y el gobierno, entre las élites y las masas”, que garantizaba un reparto equitativo de los aumentos en la riqueza.
Esta tendencia se invirtió en los años setenta, después de la crisis del petróleo, que sirvió de pretexto para iniciar el cambio. La primera consecuencia de la crisis económica había sido que la producción industrial del mundo disminuyera en un diez por ciento y que millones de trabajadores quedaran en paro, tanto en Europa occidental como en los Estados Unidos. Estos fueron, por esta razón, años de conmoción social, con los sindicatos movilizados en Europa en defensa de los intereses de los trabajadores, lo que permitió retrasar aquí unas décadas los cambios que se estaban produciendo ya en los Estados Unidos y en Gran Bretaña, donde los empresarios, bajo el patrocinio de Ronald Reagan y de la señora Thatcher, decidieron que éste era el momento para iniciar una política de lucha contra los sindicatos, de desguace del estado de bienestar y de liberalización de la actividad empresarial.
La lucha contra los sindicatos se completó con una serie de acuerdos de libertad de comercio que permitieron deslocalizar la producción a otros países, donde los salarios eran más bajos y los controles sindicales más débiles, e importar sus productos, con lo que los empresarios no sólo hacían mayores beneficios, al disminuir sus costes de producción, sino que debilitaban la capacidad de los obreros de su país para luchar por la mejora de sus condiciones de trabajo y de su remuneración: los salarios reales bajaron en un 7 por ciento de 1976 a 2007 en los Estados Unidos, y lo han seguido haciendo después de la crisis.
Así se inició lo que Paul Krugman ha llamado “la gran divergencia”, el proceso por el cual se produjo un enriquecimiento considerable del 1 por ciento de los más ricos y el empobrecimiento de todos los demás. En los Estados Unidos, que citaré con frecuencia por dos razones –porque disponemos de buenas estadísticas sobre su evolución y porque lo que sucede allí es el anuncio de lo que va a pasar aquí más adelante-, se pudo ver en vísperas de la crisis de 2008 que este 1 por ciento de los más ricos recibía el 53 por ciento de todos los ingresos (esto es más que el 99 por ciento restante),...
seguir aquí el artículo de Josep Fontana.
Y una crítica a algunas afirmaciones vertidas al final de la conferencia, aquí.
martes, 7 de febrero de 2012
Del pub a la prisión, el Londres de Dickens
Hoy se celebra el bicentenario del nacimiento de Charles Dickens, uno de los escritores más famosos del mundo.
Muchas de las novelas de Dickens fueron inspiradas en observaciones y experiencias propias, como las vividas en el Southwark, sureste de Londres.
Su padre estuvo preso en la cárcel de Marshalsea para deudores, edificio que se encontraba junto a la Iglesia de San Jorge en la calle Borough High.
La cárcel y la iglesia aparecen muchas veces en una de sus novelas: La pequeña Dorrit.
En este video de BBC Mundo, el actor Edward Petherbridge y Tony Williams, de la Asociación Dickens nos llevan de paseo por esos lugares. Charles Dickens y una pobreza que genera millones
Hoy 7 de febrero de 2012 se celebra el bicentenario del nacimiento de Charles Dickens. Fue un famoso novelista inglés y uno de los más conocidos de la literatura universal.
Supo manejar la narración, el humor, la descripción de lugares verdaderos e imaginarios y creo muchos personajes que los describía tan bien que parecían reales.
Escribió muchos libros. En sus novelas, Dickens denunció a menudo los abusos y la miseria social de su tiempo.
-¿Cuándo naciste?
Nací el 7 de febrero de 1812
-¿Dónde naciste?
-Nací en Portsmouth, Gran Bretaña.
-¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?
-Mi infancia fue desagradable. Detuvieron a mi padre por deudas y por eso tuve que dejar la escuela a los doce años e ir a trabajar a una fábrica de tintes y calzados. Me sentí humillado, aunque luego pude dejar la fábrica y volver a la escuela gracias a la herencia de mi abuela.
-¿Dónde estudiabas para ser escritor?
-Mi formación la hice de forma autodidacta.
-¿Cuál fue una de tus principales aficiones?
-Una de mis grandes aficiones fue la lectura. Era un apasionado de las novelas picarescas. Mis escritores favoritos eran Henry Fielding y Tobias Smollett y mis libros favoritos eran Robinson Crusoe y Don Quijote de la Mancha.
-¿Trabajaste en algún otro lugar?
-Si, en 1827 trabajé de abogado y después de reportero.
-¿Te casaste con alguien?
-Sí, con Catherine Hogarth y tuve 10 hijos.
-¿Te ganabas la vida como escritor?
-Sí, además de reportero escribía, bajo el seudónimo de Boz, artículos sobre la vida en Londres.
-¿Cuál fue tu peor época?
-Mi peor época fue en 1850 porque tuve problemas de salud. También se murió mi hija, mi padre y mi hermana.
-¿Cuándo falleciste?
-Fallecí en 9 de junio de 1870 en Gad’s Hill y fui enterrado en la abadía de Westminster (gran monumento de Londres donde se entierran grandes personajes y reyes).
Lorenzo, Julia y Lucía. (del blog Aula de desarrollo de capacidades)
Más sobre Charles Dickens.
Muchas de las novelas de Dickens fueron inspiradas en observaciones y experiencias propias, como las vividas en el Southwark, sureste de Londres.
Su padre estuvo preso en la cárcel de Marshalsea para deudores, edificio que se encontraba junto a la Iglesia de San Jorge en la calle Borough High.
La cárcel y la iglesia aparecen muchas veces en una de sus novelas: La pequeña Dorrit.
En este video de BBC Mundo, el actor Edward Petherbridge y Tony Williams, de la Asociación Dickens nos llevan de paseo por esos lugares. Charles Dickens y una pobreza que genera millones
Hoy 7 de febrero de 2012 se celebra el bicentenario del nacimiento de Charles Dickens. Fue un famoso novelista inglés y uno de los más conocidos de la literatura universal.
Supo manejar la narración, el humor, la descripción de lugares verdaderos e imaginarios y creo muchos personajes que los describía tan bien que parecían reales.
Escribió muchos libros. En sus novelas, Dickens denunció a menudo los abusos y la miseria social de su tiempo.
-¿Cuándo naciste?
Nací el 7 de febrero de 1812
-¿Dónde naciste?
-Nací en Portsmouth, Gran Bretaña.
-¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?
-Mi infancia fue desagradable. Detuvieron a mi padre por deudas y por eso tuve que dejar la escuela a los doce años e ir a trabajar a una fábrica de tintes y calzados. Me sentí humillado, aunque luego pude dejar la fábrica y volver a la escuela gracias a la herencia de mi abuela.
-¿Dónde estudiabas para ser escritor?
-Mi formación la hice de forma autodidacta.
-¿Cuál fue una de tus principales aficiones?
-Una de mis grandes aficiones fue la lectura. Era un apasionado de las novelas picarescas. Mis escritores favoritos eran Henry Fielding y Tobias Smollett y mis libros favoritos eran Robinson Crusoe y Don Quijote de la Mancha.
-¿Trabajaste en algún otro lugar?
-Si, en 1827 trabajé de abogado y después de reportero.
-¿Te casaste con alguien?
-Sí, con Catherine Hogarth y tuve 10 hijos.
-¿Te ganabas la vida como escritor?
-Sí, además de reportero escribía, bajo el seudónimo de Boz, artículos sobre la vida en Londres.
-¿Cuál fue tu peor época?
-Mi peor época fue en 1850 porque tuve problemas de salud. También se murió mi hija, mi padre y mi hermana.
-¿Cuándo falleciste?
-Fallecí en 9 de junio de 1870 en Gad’s Hill y fui enterrado en la abadía de Westminster (gran monumento de Londres donde se entierran grandes personajes y reyes).
Lorenzo, Julia y Lucía. (del blog Aula de desarrollo de capacidades)
Más sobre Charles Dickens.
lunes, 6 de febrero de 2012
Hoy en el "New York Times": "Procesar a Garzón es una ofensa a la justicia y a la historia"
Parece que por fin a la derecha no democrática, dogmática, totalitaria y dictatorial se ha metido en un callejón sin salida de desprestigio internacional. En una editorial del día 5 del NYT (Ya colgada en este blog ese día), el diario de más prestigio de los EE.UU., y también mundial, lanza una desautorización hacia el tribunal que juzga a Garzón por haber intentado atender las demandas de los familiares de asesinados en la guerra civil y después de la guerra y que continúan en fosas perdidas por campos y cunetas.
El recurso al universal derecho de amparo, al que todo tribunal tiene obligación de atender, aquí se ha ignorado sistemáticamente y lo que es más chocante e injusto, cuando un juez pretende abrir una investigación para procurar ese amparo, se ve increíblemente sometido a juicio y retirado de su función de juez. Ya la justicia europea había condenado los hechos como injustos y que no prescriben por su propia naturaleza.
El país lo comenta:
"La verdad a juicio en España". Así se titula el editorial que el prestigioso diario estadounidense The New York Times publica hoy en defensa del juez Baltasar Garzón. "España es ahora una democracia viva, pero el juicio contra Baltasar Garzón iniciado la pasada semana [el de la memoria histórica] es un preocupante eco del pensamiento totalitario de la era de Franco", asegura la cabecera para quien el juez estaba amparado por el derecho internacional cuando estableció que ante crímenes contra la humanidad no podían aplicarse leyes de amnistía.
"Miles de fosas siguen cerradas", recuerda el diario NYT.
...el Tribunal Supremo "nunca debió haber aceptado este caso", abierto, recuerdan, tras la denuncia de "dos grupos de extrema derecha".
El diario llama también la atención sobre el hecho de que en España, "donde los procesos contra magistrados son poco frecuentes", un solo juez tenga tres causas abiertas, lo que "podría frenar la independencia judicial"... "El juez Garzón es a veces innegablemente ambicioso, pero procesarle por investigar en los crímenes de la era franquista es una ofensa a la justicia y a la historia. El Tribunal Supremo debe absolverle", concluye el periódico...
Leer más aquí en El País.
Leer más sobre el juicio.
El recurso al universal derecho de amparo, al que todo tribunal tiene obligación de atender, aquí se ha ignorado sistemáticamente y lo que es más chocante e injusto, cuando un juez pretende abrir una investigación para procurar ese amparo, se ve increíblemente sometido a juicio y retirado de su función de juez. Ya la justicia europea había condenado los hechos como injustos y que no prescriben por su propia naturaleza.
El país lo comenta:
"La verdad a juicio en España". Así se titula el editorial que el prestigioso diario estadounidense The New York Times publica hoy en defensa del juez Baltasar Garzón. "España es ahora una democracia viva, pero el juicio contra Baltasar Garzón iniciado la pasada semana [el de la memoria histórica] es un preocupante eco del pensamiento totalitario de la era de Franco", asegura la cabecera para quien el juez estaba amparado por el derecho internacional cuando estableció que ante crímenes contra la humanidad no podían aplicarse leyes de amnistía.
"Miles de fosas siguen cerradas", recuerda el diario NYT.
...el Tribunal Supremo "nunca debió haber aceptado este caso", abierto, recuerdan, tras la denuncia de "dos grupos de extrema derecha".
El diario llama también la atención sobre el hecho de que en España, "donde los procesos contra magistrados son poco frecuentes", un solo juez tenga tres causas abiertas, lo que "podría frenar la independencia judicial"... "El juez Garzón es a veces innegablemente ambicioso, pero procesarle por investigar en los crímenes de la era franquista es una ofensa a la justicia y a la historia. El Tribunal Supremo debe absolverle", concluye el periódico...
Leer más aquí en El País.
Leer más sobre el juicio.
En 'La economía del miedo', de Joaquín Estefanía, hay política e ideología, economía, números y pinceladas de sociología, pero también un libro cargado de historias
La historia de Florence Owens Thompson. Sin saber nada de economía, Florence Owens Thompson es probablemente quien mejor ha explicado la Gran Depresión, la feroz crisis de los años treinta del siglo pasado. Y sin malgastar una sola palabra: acababa de vender las llantas de su coche para alimentar a su famélica prole cuando quedó inmortalizada en una fotografía que se ha convertido en la imagen icónica de aquella crisis. La imagen del miedo: una mujer de 32 años junto a sus hijos, con la mirada perdida y ese gesto de desaliento e incertidumbre en sus ojos claros. Ahí hay un pedazo de historia. La economía del miedo, del exdirector de este periódico -El País- Joaquín Estefanía, arranca con esa foto. "Este es un libro de política económica", escribe Estefanía a la que uno se arranca con las primeras páginas. Sí y no: hay política e ideología, economía, números y pinceladas de sociología, pero también un libro cargado de historias.
"Para contar cualquier historia se necesitan los impulsos de ordenar y dar forma, propios de la ficción, aunque la historia tenga la misma profunda improbabilidad que la vida", dice el novelista John Lanchester para justificar por qué dejó de lado la ficción durante un tiempo para acabar firmando uno de los mejores libros de esta crisis (¡Huy!, Anagrama). En el caso de la Gran Recesión actual, esa improbabilidad era tan grande que los modelos estadísticos del todopoderoso Goldman Sachs demostraban que era prácticamente imposible que algo así ocurriera. La Gran Recesión ha sido una crisis con mil caras distintas. La miopía de los financieros y de esos científicos sociales llamados economistas, "encerrados en un onanismo experimental durante años", forma parte del material del que está hecho el ensayo de Estefanía. Pero el hilo conductor de la crónica del último lustro, por encima de todos, es el miedo.
"El miedo ha sido siempre fiel aliado del poder. Nos han inoculado el miedo a la inseguridad económica, al paro, al otro, al que viene a disputar los pocos empleos que se crean… Y ese miedo, que adopta rostros inéditos, da paso al cabreo y a la indignación: estamos entrando con lentitud en esa segunda fase", avisaba Estefanía en una entrevista. La idea viene de lejos: Naomi Klein la apuntó en La doctrina del shock, y el propio autor ya escribió una columna premonitoria, meses después del atentado a las Torres Gemelas. Entonces la raíz de ese miedo era diferente. Pero la narrativa que ese temor instala en las sociedades es la misma.
nuestros representantes, aquellos a quienes la sociedad ha elegido para resolver los problemas, no pueden hacerlo porque las decisiones ya no se toman en los parlamentos, sino en territorios más alejados: los espectrales mercados.
... Estefanía castiga a derecha e izquierda, por los efectos devastadores de la revolución conservadora y del Consenso de Washington, pero también por "el debilitamiento de la socialdemocracia, incapaz de elaborar un relato alternativo al económico". Al cabo, fueron los Bill Clinton, los Toni Blair, los Gerhard Schröder y alguno más quienes no se alejaron del discurso economicista instaurado en los años de Reagan y Thatcher. Estefanía señala que en lo peor de la Gran Recesión, cuando la peor de las pesadillas pudo convertirse en realidad, sí hubo una vuelta al keynesianismo. Pero ese movimiento pendular ha durado poco: el retroceso pacífico de la economía a favor del mercado es evidente. El autor reivindica a Keynes, a Hyman Minsky y a los pepito grillo contemporáneos: Paul Krugman y Joseph Stiglitz. Y reclama la vuelta de la política (como Xosé Carlos Arias y Antón Costas en La torre de la arrogancia): "La autorregulación es una farsa: la enfermedad infantil del capitalismo. Ya nadie se atreve a decir que el Estado es el problema y el mercado es la solución". (Error: después del triunfo del PP en las elecciones, esa era la tesis de la patronal en un acto organizado por FAES)...
En fin: vuelta a Florence Owens Thompson para cerrar esta historia. Por esa serie de fotografías —que dieron fama a Dorothea Lange—, un comprador pagó casi 300.000 dólares en una subasta de Sotheby’s. Eso era en octubre de 2005, cuando casi nadie ponía reparos a la exuberancia irracional del dios mercado, cuando los más brillantes economistas y políticos hablaban del fin de los ciclos económicos, de una era —la Gran Moderación—. La crisis es una bofetada de realidad que obliga a despertar. Pero los despertares no son iguales para todo el mundo. Leer más en El País.La economía del miedo, Joaquín Estefanía. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2011. 348 páginas. 21 euros
"Para contar cualquier historia se necesitan los impulsos de ordenar y dar forma, propios de la ficción, aunque la historia tenga la misma profunda improbabilidad que la vida", dice el novelista John Lanchester para justificar por qué dejó de lado la ficción durante un tiempo para acabar firmando uno de los mejores libros de esta crisis (¡Huy!, Anagrama). En el caso de la Gran Recesión actual, esa improbabilidad era tan grande que los modelos estadísticos del todopoderoso Goldman Sachs demostraban que era prácticamente imposible que algo así ocurriera. La Gran Recesión ha sido una crisis con mil caras distintas. La miopía de los financieros y de esos científicos sociales llamados economistas, "encerrados en un onanismo experimental durante años", forma parte del material del que está hecho el ensayo de Estefanía. Pero el hilo conductor de la crónica del último lustro, por encima de todos, es el miedo.
"El miedo ha sido siempre fiel aliado del poder. Nos han inoculado el miedo a la inseguridad económica, al paro, al otro, al que viene a disputar los pocos empleos que se crean… Y ese miedo, que adopta rostros inéditos, da paso al cabreo y a la indignación: estamos entrando con lentitud en esa segunda fase", avisaba Estefanía en una entrevista. La idea viene de lejos: Naomi Klein la apuntó en La doctrina del shock, y el propio autor ya escribió una columna premonitoria, meses después del atentado a las Torres Gemelas. Entonces la raíz de ese miedo era diferente. Pero la narrativa que ese temor instala en las sociedades es la misma.
nuestros representantes, aquellos a quienes la sociedad ha elegido para resolver los problemas, no pueden hacerlo porque las decisiones ya no se toman en los parlamentos, sino en territorios más alejados: los espectrales mercados.
... Estefanía castiga a derecha e izquierda, por los efectos devastadores de la revolución conservadora y del Consenso de Washington, pero también por "el debilitamiento de la socialdemocracia, incapaz de elaborar un relato alternativo al económico". Al cabo, fueron los Bill Clinton, los Toni Blair, los Gerhard Schröder y alguno más quienes no se alejaron del discurso economicista instaurado en los años de Reagan y Thatcher. Estefanía señala que en lo peor de la Gran Recesión, cuando la peor de las pesadillas pudo convertirse en realidad, sí hubo una vuelta al keynesianismo. Pero ese movimiento pendular ha durado poco: el retroceso pacífico de la economía a favor del mercado es evidente. El autor reivindica a Keynes, a Hyman Minsky y a los pepito grillo contemporáneos: Paul Krugman y Joseph Stiglitz. Y reclama la vuelta de la política (como Xosé Carlos Arias y Antón Costas en La torre de la arrogancia): "La autorregulación es una farsa: la enfermedad infantil del capitalismo. Ya nadie se atreve a decir que el Estado es el problema y el mercado es la solución". (Error: después del triunfo del PP en las elecciones, esa era la tesis de la patronal en un acto organizado por FAES)...
En fin: vuelta a Florence Owens Thompson para cerrar esta historia. Por esa serie de fotografías —que dieron fama a Dorothea Lange—, un comprador pagó casi 300.000 dólares en una subasta de Sotheby’s. Eso era en octubre de 2005, cuando casi nadie ponía reparos a la exuberancia irracional del dios mercado, cuando los más brillantes economistas y políticos hablaban del fin de los ciclos económicos, de una era —la Gran Moderación—. La crisis es una bofetada de realidad que obliga a despertar. Pero los despertares no son iguales para todo el mundo. Leer más en El País.La economía del miedo, Joaquín Estefanía. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2011. 348 páginas. 21 euros
La "otra" historia del mundo
Josep Fontana compone una historia total desde 1945 con la guerra fría como hilo conductor
El profesor Fontana en la fase más madura y fecunda de su capacidad como historiador ha acometido el proyecto más extenso, descomunal de manejo bibliográfico, casi infinito de sugerencias, apuntes e incluso revelaciones de toda su obra. Son de esperar en el futuro nuevas e importantes aportaciones del autor catalán, pero su historia del mundo desde 1945 marca un punto y aparte en su ya abundante producción.
l propósito del profesor Fontana ha sido el de equilibrar, contrarrestar o producir una narrativa que se oponga a las versiones dominantes, estándar, sobre el suceder de las últimas décadas. Es esta también una historia total en la que, inevitablemente, predomina lo político, el hecho superestructural, pero que está admirablemente fundido en lo que es también una historia económica, sociológica, de las mentalidades y de la cultura. Lo primero que probablemente ha de decidir el historiador al plantearse una obra de esta envergadura es dónde hacer el corte: cuánto entra, dónde y cómo del acontecer político, y cómo se hace la fusión con las grandes fuerzas en juego, el contexto en el que se desarrollan, y todo ello valorado con un permanente news analysis de los porqués de un pasado que sigue tan presente.
Ese vasto propósito tiene un hilo conductor -el grand récit- que es la llamada guerra fría, el enfrentamiento por actores interpuestos de las dos superpotencias que nacieron de la derrota de Alemania en 1945. Y el veredicto es inapelable: no hubo fuerzas que inexorablemente condujeran a ese enfrentamiento, sino una serie de errores, incomprensiones, y, sobre todo, planes disfuncionales, muy mayoritariamente del lado norteamericano, que condujeron al secular enfrentamiento por poderes. En esa narrativa, el presidente Truman y su secretario de Estado Dean Acheson -el que estuvo 'presente en la creación'- y, en menor medida, George F. Kennan, se mostraron claramente inferiores a su tarea. Y, aunque Josep Fontana no lo diga explícitamente, podría inferirse de ello que la guerra fría no hizo sino consolidar entre miedos e insuficiencias al bloque soviético, alargando, quizás, medio siglo la división de Europa y la supervivencia del estalinismo, así como imponer una hegemonía del mundo anglosajón raramente ejercida con prudencia.
No estamos ante un ensayo histórico, a la manera de la espléndida Europa ante el espejo, sino más bien ante una historia con ensayo, que se sostiene sobre una permanente tensión revisionista de tantas versiones homologadas solo por su repetición. Y en esa fusión de niveles de lectura,...
...el profesor Fontana ha completado un más difícil todavía con esta su otra historia del mundo: el libro de referencia en castellano sobre la materia seguramente para varias generaciones.
Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945. Josep Fontana. Pasado y Presente. Barcelona, 2011. 1.230 páginas. 39 euros. (De M. A. BASTENIER 28/01/2012 El País, Babelia)
El profesor Fontana en la fase más madura y fecunda de su capacidad como historiador ha acometido el proyecto más extenso, descomunal de manejo bibliográfico, casi infinito de sugerencias, apuntes e incluso revelaciones de toda su obra. Son de esperar en el futuro nuevas e importantes aportaciones del autor catalán, pero su historia del mundo desde 1945 marca un punto y aparte en su ya abundante producción.
l propósito del profesor Fontana ha sido el de equilibrar, contrarrestar o producir una narrativa que se oponga a las versiones dominantes, estándar, sobre el suceder de las últimas décadas. Es esta también una historia total en la que, inevitablemente, predomina lo político, el hecho superestructural, pero que está admirablemente fundido en lo que es también una historia económica, sociológica, de las mentalidades y de la cultura. Lo primero que probablemente ha de decidir el historiador al plantearse una obra de esta envergadura es dónde hacer el corte: cuánto entra, dónde y cómo del acontecer político, y cómo se hace la fusión con las grandes fuerzas en juego, el contexto en el que se desarrollan, y todo ello valorado con un permanente news analysis de los porqués de un pasado que sigue tan presente.
Ese vasto propósito tiene un hilo conductor -el grand récit- que es la llamada guerra fría, el enfrentamiento por actores interpuestos de las dos superpotencias que nacieron de la derrota de Alemania en 1945. Y el veredicto es inapelable: no hubo fuerzas que inexorablemente condujeran a ese enfrentamiento, sino una serie de errores, incomprensiones, y, sobre todo, planes disfuncionales, muy mayoritariamente del lado norteamericano, que condujeron al secular enfrentamiento por poderes. En esa narrativa, el presidente Truman y su secretario de Estado Dean Acheson -el que estuvo 'presente en la creación'- y, en menor medida, George F. Kennan, se mostraron claramente inferiores a su tarea. Y, aunque Josep Fontana no lo diga explícitamente, podría inferirse de ello que la guerra fría no hizo sino consolidar entre miedos e insuficiencias al bloque soviético, alargando, quizás, medio siglo la división de Europa y la supervivencia del estalinismo, así como imponer una hegemonía del mundo anglosajón raramente ejercida con prudencia.
No estamos ante un ensayo histórico, a la manera de la espléndida Europa ante el espejo, sino más bien ante una historia con ensayo, que se sostiene sobre una permanente tensión revisionista de tantas versiones homologadas solo por su repetición. Y en esa fusión de niveles de lectura,...
...el profesor Fontana ha completado un más difícil todavía con esta su otra historia del mundo: el libro de referencia en castellano sobre la materia seguramente para varias generaciones.
Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945. Josep Fontana. Pasado y Presente. Barcelona, 2011. 1.230 páginas. 39 euros. (De M. A. BASTENIER 28/01/2012 El País, Babelia)
domingo, 5 de febrero de 2012
Truth on Trial in Spain. La verdad a juicio en España.
Inglés.
Terrible crimes were committed during and after Spain’s 1936-39 civil war that no court has yet examined or judged. No one knows how many people were taken away, tortured and murdered. Now, one of Spain’s top investigating magistrates, Baltasar Garzón, is on trial for daring to open an inquiry into those atrocities.Spain is now a vibrant democracy, but Judge Garzón’s trial, which opened last week, is a disturbing echo of the Franco era’s totalitarian thinking. He faces criminal charges that could suspend him from the bench for 20 years for defying an amnesty enacted in 1977 to smooth the transition to democracy. He rightly counters that under international law, there can be no amnesty for crimes against humanity and that unsolved disappearances — thousands of mass graves are unopened — constitute a continuing crime.
In 2008, Judge Garzón briefly began an official inquiry, ordering the opening of 19 mass graves and symbolically indicting Gen. Francisco Franco and several former officials, none still alive, for the disappearance of more than 100,000 people. An appellate court shut the inquiry down. The next year, two far-right groups brought criminal charges against the judge for defying the amnesty law. The government’s prosecutor argued that no crime had been committed, but the Supreme Court accepted the case.
Separately, Judge Garzón faces criminal charges for rulings in two other politically charged cases. We cannot judge the merits of these. But criminal prosecution of magistrates for their rulings is rare in Spain, and could chill judicial independence.
Judge Garzón became famous for his prosecutions of Basque terrorists, Argentine torturers, Chile’s former dictator, Gen. Augusto Pinochet, and Spanish politicians. His powerful enemies now see a chance to end his career.
Judge Garzón is undeniably flamboyant and at times overreaches, but prosecuting him for digging into Franco-era crimes is an offense against justice and history. The Spanish Supreme Court never should have accepted this case. Now it must acquit him.
Español.
Crímenes terribles fueron cometidos durante y después de guerra civil de 1936-39 de España que ningún tribunal ha examinado o juzgado. Nadie sabe a cuántas personas se llevaron, torturaron y asesinaron. Ahora, uno de los jueces de instrucción, más importantes de España, Baltasar Garzón, está siendo juzgado por haberse atrevido a abrir una investigación sobre esas atrocidades.
España es ahora una democracia brillante, pero el juicio del juez Garzón, que abrió sus puertas la semana pasada, es un inquietante eco del pensamiento totalitario de la era de Franco. Se enfrenta a cargos penales que le podría suspender durante 20 años por desafiar a una amnistía promulgada en 1977 para facilitar la transición a la democracia. Con razón, los relatores dicen que, en virtud del derecho internacional, no puede haber amnistía para los crímenes de lesa humanidad y que las desapariciones no resueltas - miles de fosas comunes han sido abiertas - constituyen un delito continuado.
En 2008, el juez Garzón inició una breve investigación oficial, ordenando la apertura de 19 fosas comunes y acusando simbólicamente al general Francisco Franco, y varios ex funcionarios, ninguno ya con vida, por la desaparición de más de 100.000 personas. Un tribunal de apelaciones cerró la investigación. Al año siguiente, dos grupos de extrema derecha se querellaron contra el juez por desafiar la ley de amnistía. El Fiscal del gobierno argumentó que ningún crimen se había cometido, pero el Tribunal Supremo aceptó el caso.
Por otra parte, el juez Garzón se enfrenta a cargos penales por fallos en otros dos casos políticamente cargadas. No podemos juzgar los méritos de los mismos. Pero la persecución penal de los magistrados a sus resoluciones es poco frecuente en España, y podría dañar la independencia judicial.
El juez Garzón se hizo famoso por sus juicios contra terroristas vascos, torturadores argentinos, el ex dictador de Chile, general Augusto Pinochet, y los políticos españoles. Sus poderosos enemigos ahora ven una oportunidad para poner fin a su carrera.
El juez Garzón es sin duda llamativo y se extralimita a veces, pero perseguirlo por cavar en los crímenes del franquismo es un delito contra la justicia y la historia. El Tribunal Supremo español no debería haber aceptado este caso. Ahora bien, debe absolverlo.
España es ahora una democracia brillante, pero el juicio del juez Garzón, que abrió sus puertas la semana pasada, es un inquietante eco del pensamiento totalitario de la era de Franco. Se enfrenta a cargos penales que le podría suspender durante 20 años por desafiar a una amnistía promulgada en 1977 para facilitar la transición a la democracia. Con razón, los relatores dicen que, en virtud del derecho internacional, no puede haber amnistía para los crímenes de lesa humanidad y que las desapariciones no resueltas - miles de fosas comunes han sido abiertas - constituyen un delito continuado.
En 2008, el juez Garzón inició una breve investigación oficial, ordenando la apertura de 19 fosas comunes y acusando simbólicamente al general Francisco Franco, y varios ex funcionarios, ninguno ya con vida, por la desaparición de más de 100.000 personas. Un tribunal de apelaciones cerró la investigación. Al año siguiente, dos grupos de extrema derecha se querellaron contra el juez por desafiar la ley de amnistía. El Fiscal del gobierno argumentó que ningún crimen se había cometido, pero el Tribunal Supremo aceptó el caso.
Por otra parte, el juez Garzón se enfrenta a cargos penales por fallos en otros dos casos políticamente cargadas. No podemos juzgar los méritos de los mismos. Pero la persecución penal de los magistrados a sus resoluciones es poco frecuente en España, y podría dañar la independencia judicial.
El juez Garzón se hizo famoso por sus juicios contra terroristas vascos, torturadores argentinos, el ex dictador de Chile, general Augusto Pinochet, y los políticos españoles. Sus poderosos enemigos ahora ven una oportunidad para poner fin a su carrera.
El juez Garzón es sin duda llamativo y se extralimita a veces, pero perseguirlo por cavar en los crímenes del franquismo es un delito contra la justicia y la historia. El Tribunal Supremo español no debería haber aceptado este caso. Ahora bien, debe absolverlo.
NYT
Un debate bien vivo
Poco a poco, en una parte de la izquierda europea se ha abierto paso el gran tema de discusión: la necesidad de regular la libertad económica, tan necesitada de normas como la libertad política. Para ese sector, lo que ha llevado a la actual crisis ha sido la extraordinaria desregularización del mundo financiero que se promovió, casi sin critica, desde los años de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y la evidencia de que fueron Gobiernos progresistas, como los de Bill Clinton y Tony Blair, los que le dieron el empujón definitivo, aceptando la cada vez mayor ausencia de reglas y la progresiva desaparición del papel del Estado como garante de esas reglas.
Leer más a Soledad Gallego en El País.
Leer más a Soledad Gallego en El País.
Un debate bien vivo
Poco a poco, en una parte de la izquierda europea se ha abierto paso el gran tema de discusión: la necesidad de regular la libertad económica, tan necesitada de normas como la libertad política. Para ese sector, lo que ha llevado a la actual crisis ha sido la extraordinaria desregularización del mundo financiero que se promovió, casi sin critica, desde los años de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y la evidencia de que fueron Gobiernos progresistas, como los de Bill Clinton y Tony Blair, los que le dieron el empujón definitivo, aceptando la cada vez mayor ausencia de reglas y la progresiva desaparición del papel del Estado como garante de esas reglas.
En Reino Unido, donde la famosa tercera vía laborista tuvo, y tiene, un mayor arraigo, el debate está muy vivo, con nuevos enfrentamientos. El artículo In praise of social democracy, del octogenario Roy Hattersley (una clásica defensa del Estado como el mejor vehículo de expresión de los principios socialdemócratas y una dura crítica de los cambios de los noventa), acaba de encontrar respuesta en el joven David Miliband, que pide que el laborismo "piense más y se reafirme menos" (http://www.newstatesman.com/uk-politics/2012/02/labour-social-government-party), convencido de que la defensa del papel del Estado no ayudará a los laboristas a ganar las elecciones, sino su compromiso de reformarlo. David Miliband (hermano del actual líder de los laboristas, Ed Miliband) reivindica a Blair y advierte de que "principios sin poder es la esencia de una sociedad de debates, no de un partido político".
Los ciudadanos deben ver que las cosas no han sucedido inevitablemente, sino que existen responsabilidades
Pase lo que pase en el congreso de los socialistas españoles, se elija la dirección que se elija, el mismo o parecido debate debería llegar lo antes posible a sus filas y, a ser posible, a sus simpatizantes. Seguramente Miliband tiene razón cuando asegura que lo primero es entender en profundidad por qué perdieron las elecciones (una derrota muy dura, casi equiparable a la del PSOE), y lo segundo, aclarar qué clase de futuro buscan y los medios que se pueden emplear para ello. Pero ese enunciado tiene muy probablemente respuestas muy distintas, según se analice el periodo Thatcher-Blair y su influencia en toda la socialdemocracia europea.
Lo importante es que los ciudadanos se den cuenta de que las cosas no han sucedido inevitablemente, sino que existen responsabilidades. "De la misma manera que el futuro no está determinado para lo bueno, tampoco lo está para lo malo, y tan funestos resultados puede provocar una creencia como la otra", escribió José María Ridao en su libro La elección de la barbarie (2002), de muy recomendable lectura diez años más tarde. "La barbarie no sobreviene, se elige", afirmaba el escritor, lo que sucede no está a merced de una hipotética ley universal de la destrucción, y quienes pregonan ese fatalismo lo que reclaman es que nos sintamos insignificantes y renunciemos de antemano a la resistencia. Que dejemos de preguntarnos que detrás de cada acción hay una responsabilidad, y detrás de cada responsabilidad, un responsable.
Lo que sucede en Grecia, lo que sucede en España, en Reino Unido o en Portugal tiene responsables: en el mundo financiero, en el mundo de la política, de la comunicación o de la Universidad. No se trata tanto de exigir cuentas individuales por ellas (aunque en ciertos casos sea conveniente), sino de comprender que se pudo haber hecho otras cosas. Y sobre todo, que se puede hacer en el futuro otras distintas, tener otros objetivos y plantearse otros medios. No es inevitable que haya que repartir vales de comida entre los niños griegos para atajar la desnutrición incipiente, ni, desde luego, que nos vayamos acostumbrando a esas palabras "como si fueran dosis pequeñas de arsénico, que uno traga sin darse cuenta, que parecen no surtir efecto alguno y, al cabo de un tiempo, se produce el efecto tóxico" (Victor Klemperer, en La lengua del III Reich).
En Reino Unido, donde la famosa tercera vía laborista tuvo, y tiene, un mayor arraigo, el debate está muy vivo, con nuevos enfrentamientos. El artículo In praise of social democracy, del octogenario Roy Hattersley (una clásica defensa del Estado como el mejor vehículo de expresión de los principios socialdemócratas y una dura crítica de los cambios de los noventa), acaba de encontrar respuesta en el joven David Miliband, que pide que el laborismo "piense más y se reafirme menos" (http://www.newstatesman.com/uk-politics/2012/02/labour-social-government-party), convencido de que la defensa del papel del Estado no ayudará a los laboristas a ganar las elecciones, sino su compromiso de reformarlo. David Miliband (hermano del actual líder de los laboristas, Ed Miliband) reivindica a Blair y advierte de que "principios sin poder es la esencia de una sociedad de debates, no de un partido político".
Los ciudadanos deben ver que las cosas no han sucedido inevitablemente, sino que existen responsabilidades
Pase lo que pase en el congreso de los socialistas españoles, se elija la dirección que se elija, el mismo o parecido debate debería llegar lo antes posible a sus filas y, a ser posible, a sus simpatizantes. Seguramente Miliband tiene razón cuando asegura que lo primero es entender en profundidad por qué perdieron las elecciones (una derrota muy dura, casi equiparable a la del PSOE), y lo segundo, aclarar qué clase de futuro buscan y los medios que se pueden emplear para ello. Pero ese enunciado tiene muy probablemente respuestas muy distintas, según se analice el periodo Thatcher-Blair y su influencia en toda la socialdemocracia europea.
Lo importante es que los ciudadanos se den cuenta de que las cosas no han sucedido inevitablemente, sino que existen responsabilidades. "De la misma manera que el futuro no está determinado para lo bueno, tampoco lo está para lo malo, y tan funestos resultados puede provocar una creencia como la otra", escribió José María Ridao en su libro La elección de la barbarie (2002), de muy recomendable lectura diez años más tarde. "La barbarie no sobreviene, se elige", afirmaba el escritor, lo que sucede no está a merced de una hipotética ley universal de la destrucción, y quienes pregonan ese fatalismo lo que reclaman es que nos sintamos insignificantes y renunciemos de antemano a la resistencia. Que dejemos de preguntarnos que detrás de cada acción hay una responsabilidad, y detrás de cada responsabilidad, un responsable.
Lo que sucede en Grecia, lo que sucede en España, en Reino Unido o en Portugal tiene responsables: en el mundo financiero, en el mundo de la política, de la comunicación o de la Universidad. No se trata tanto de exigir cuentas individuales por ellas (aunque en ciertos casos sea conveniente), sino de comprender que se pudo haber hecho otras cosas. Y sobre todo, que se puede hacer en el futuro otras distintas, tener otros objetivos y plantearse otros medios. No es inevitable que haya que repartir vales de comida entre los niños griegos para atajar la desnutrición incipiente, ni, desde luego, que nos vayamos acostumbrando a esas palabras "como si fueran dosis pequeñas de arsénico, que uno traga sin darse cuenta, que parecen no surtir efecto alguno y, al cabo de un tiempo, se produce el efecto tóxico" (Victor Klemperer, en La lengua del III Reich).
sábado, 4 de febrero de 2012
Tesla, un visionario
Todos los genios incomprendidos, con perdón por la redundancia, merecerían la segunda oportunidad que el ángel concedió a James Stewart en Qué bello es vivir: mostrarle cómo sería el mundo si él no hubiera existido. No para impedir que se tiren por un puente, como en la película de Frank Capra, sino para que se mueran sabiendo que tenían razón. Después de una vida entera aguantando a los beocios, esa tiene que ser la mejor versión para genios del descanse en paz al que todos aspiramos.
El ángel de Capra tuvo que hilar fino con el personaje de Stewart, que al fin y al cabo era un banquero y había arruinado a medio pueblo, con perdón otra vez por la redundancia. Su trabajo habría sido mucho más fácil con los genios de verdad. Cervantes y Shakespeare, Galileo y Newton, Van Gogh y Picasso nunca destacaron por su modestia, ciertamente, pero hasta ellos se quedarían boquiabiertos si pudieran ver lo que significan para nosotros, si pudieran saber que sin ellos la literatura, la ciencia y el arte no solo serían muy distintos, sino también mucho peores.
Con ninguno, sin embargo, lo habría tenido el ángel más fácil que con Nikola Tesla, inventor de la bobina de inducción que inauguró la era de la radio, artífice del sistema de transmisión que nos lleva la energía eléctrica a casa, descubridor de un principio extraordinariamente simple, eficaz y versátil -como todas las grandes ideas- en el que se basan nuestros motores eléctricos y casi cualquier otra cosa que lleve un enchufe. No hace falta un ángel para imaginar un mundo sin Tesla. Basta un apagón...
El ángel de Capra tuvo que hilar fino con el personaje de Stewart, que al fin y al cabo era un banquero y había arruinado a medio pueblo, con perdón otra vez por la redundancia. Su trabajo habría sido mucho más fácil con los genios de verdad. Cervantes y Shakespeare, Galileo y Newton, Van Gogh y Picasso nunca destacaron por su modestia, ciertamente, pero hasta ellos se quedarían boquiabiertos si pudieran ver lo que significan para nosotros, si pudieran saber que sin ellos la literatura, la ciencia y el arte no solo serían muy distintos, sino también mucho peores.
Con ninguno, sin embargo, lo habría tenido el ángel más fácil que con Nikola Tesla, inventor de la bobina de inducción que inauguró la era de la radio, artífice del sistema de transmisión que nos lleva la energía eléctrica a casa, descubridor de un principio extraordinariamente simple, eficaz y versátil -como todas las grandes ideas- en el que se basan nuestros motores eléctricos y casi cualquier otra cosa que lleve un enchufe. No hace falta un ángel para imaginar un mundo sin Tesla. Basta un apagón...
Leer todo aquí en El País
viernes, 3 de febrero de 2012
Artículos de interés de Juan Torres López.
1. Las mentiras de Botín.
2. Frustrante Izquierda Unida
Una rectificación y corrección importante a la noticia anterior aquí.
2. Frustrante Izquierda Unida
Una rectificación y corrección importante a la noticia anterior aquí.
miércoles, 1 de febrero de 2012
Un testigo evoca la manipulación con la que el gobierno alemán fabricó el consenso belicista para intervenir en Kosovo. La amargura del policía alemán Hensch
Henning Hensch, un policía alemán retirado con carnet del SPD, se declara aun dolido por lo que vivió en 1999, pero, ¿a quien le interesa hoy la guerra de Kosovo, si ya nos hemos olvidado de la de Libia y preparamos la de Irán? Este jubilado de la localidad de Lütjenburg, en el extremo norte de Alemania, continúa dándole vueltas.
En 1998 fue uno de los seleccionados por el ministerio de exteriores para engrosar los equipos de observadores de la OSCE en Kosovo. En esa calidad actuó como perito en Rachak y Rugovo, dos localidades albanesas en las que su gobierno, socialdemócrata, engañó a la opinión pública escenificando dos masacres que no lo fueron. La primera guerra con participación de Alemania desde Hitler, comenzó con esas mentiras.
"Este era un país opuesto a la guerra y consiguieron que, por primera vez en más de cincuenta años, se metiera en una", explica por teléfono Hensch, que confiesa que, "antes de esa experiencias nunca imaginé que en mi país pudiera pasar algo así, es decir que el gobierno y la prensa mintieran al unísono y engañaran a la población".
Todavía hoy, trece años después, se confiesa "amargado" por ello. El día 15 Hensch explicó su historia en un documental de la televisión NRD. En 1999 habría sido una bomba, pero ¿hoy?
La masacre que no fue
Rachak y Rugovo son dos pueblos del noroeste de Kosovo, al sur de la capital de distrito de Pec. Con la frontera albanesa muy cerca, en 1998 la región era zona de acción de la guerrilla albanesa UCK, sostenida y financiada por la OTAN, la CIA y el servicio secreto británico.
Aquel año la UCK cometió tantos desmanes con civiles serbios, gitanos y albaneses "colaboracionistas" que su jefe local, Ramush Haradinaj, luego primer ministro de Kosovo, hasta llegó a ser juzgado en La Haya por crímenes de guerra por un tribunal que era comparsa de la OTAN.
Haradinaj fue absuelto, entre otras cosas porque diez de los nueve testigos que debían declarar contra él fueron eliminados antes de que pudieran hacerlo, unos en "accidentes de tráfico", otros en "peleas de bar", otros en atentados. Así hasta nueve.
En cualquier caso, a principios de 1999 el ejército yugoslavo respondió con gran fuerza a aquella ofensiva de la UCK teledirigida por la OTAN, con una contraofensiva.
Cerca de Rachak y de Rugova varias decenas de guerrilleros albaneses cayeron en emboscadas ante el ejército. Hensch estuvo allí. Vio a los guerrilleros muertos con sus armas, carnets y emblemas de la UCK cosidos en sus guerreras. En Rugovo, los yugoslavos juntaron los cadáveres en el pueblo y los observadores de la OSCE hicieron fotos.
"Esas fotos, convenientemente filtradas de todo rastro de armas y emblemas de la UCK, hicieron pasar lo que fue un enfrentamiento militar con grupos armados, por pruebas de una masacre de civiles", dice Hensch. "Ambos bandos cometían exactamente los mismos crímenes, pero había que poner toda la responsabilidad sólo sobre uno de ellos", dice el policía jubilado.
El 27 de abril el entonces ministro socialdemócrata de defensa alemán, Rudolf Scharping, presentó en rueda de prensa aquellas fotos en las que se veía los cadáveres de los guerrilleros amontonados en el papel de civiles inocentes masacrados.
Al día siguiente, el diario Bild publicaba una de ellas en portada con el titular: "Por esto hacemos la guerra".
Cambiar un consenso pacifista
La generación de Hensch estaba cansada de guerras. Hasta los años ochenta en la sociedad había un enorme consenso pacifista, algo que atravesaba incluso a los partidos de la derecha y por supuesto al SPD, el partido de Hensch.
"Teníamos una guerra terrible a nuestras espaldas y decíamos "nunca más", así fuimos socializados", recuerda Albrecht Müller, antiguo funcionario de la administración de Willy Brandt, que desempolva el programa de su partido de diciembre de 1989:
"Nuestra meta es disolver los bloques militares mediante un orden de paz europeo". El hundimiento del bloque del Este reduce el sentido de las alianzas militares e incrementa el de las alianzas políticas (...) se abre la perspectiva para un fin del estacionamiento de las fuerzas armadas americanas y soviéticas fuera de su territorio en Europa".
"El Bundeswehr tiene que limitarse exclusivamente a la defensa del país". Desde la guerra contra Yugoslavia ese estado de ánimo se ha cambiado por un nuevo catálogo: El uso del ejercito es posible sin haber agotado los escenarios de negociación, la OTAN puede ser utilizada fuera de su área, el Bundeswehr ya no limita su función a la defensa del país, sino que puede usarse en Kosovo o en el Hindukush, y el ejercito puede utilizarse para proteger las rutas comerciales, el abastecimiento de materias primas, explica.
Para cambiar ese consenso nacional la OTAN, el gobierno de socialdemócratas y verdes (1998-2005) y los medios de comunicación, se tuvieron que emplear a fondo.
El "Media Operation Center" de la OTAN dirigido por el infame Jamie Shea, fue una fábrica de mentiras, que los periodistas retransmitían. Shea, un hombre deshonesto, decía que el truco era, "mantener a los periodistas lo más ocupados posible, alimentándoles constantemente con briefings, de tal manera que no tengan tiempo para buscar información por si mismos".
Años después Shea dijo que, "si hubiéramos perdido la opinión pública alemana, la habríamos perdido en toda Europa".
Fabricar la versión del conflicto
El relato del conjunto de la guerra en los Balcanes se basó en una fenomenal sarta de mentiras, amnesias y omisiones. Primero los croatas, luego los bosnios y finalmente el UCK, utilizaron los servicios de la misma empresa de relaciones públicas norteamericana, Ruder Finn, que entre los años sesenta y los noventa había sido contratada por Philip Morris para enturbiar la evidencia de los nocivos efectos del tabaquismo. La opinión pública europea fue intoxicada.
Como hoy se conoce perfectamente, antes de la intervención de la OTAN no había en el conflicto de Kosovo la "catástrofe humanitaria" que las potencias se inventaron para intervenir, sino una violencia que en 1998 partió de la UCK y a la que el ejército yugoslavo respondió con la misma violencia, explicaron miembros del equipo de la OSCE como el general alemán retirado Heinz Loquai y la diplomática estadounidense Norma Brown en el documental de la cadena de televisión alemana "Es began mit einer Lüge" (comenzó con una mentira).
Los medios alemanes ignoraron tres datos fundamentales: la tradicional hostilidad de su país hacia Yugoslavia, que medios como el Frankfurter Allgemeine Zeitung, Der Spiegel y Die Welt consideraban una "creación artificial".
El hecho de tanto croatas como bosnios musulmanes, liderados en los noventa por dirigentes de la misma calaña que Milosevic, habían sido aliados de la Alemania nazi en la segunda guerra mundial y partícipes, junto con los alemanes, del genocidio de un millón de serbios desencadenado entonces por los nazis.
Y en tercer lugar, la naturaleza ilegal de las acciones militares de la OTAN desde el punto de vista de la ley internacional. El ministro de exteriores verde Josef Fischer comparó a "los serbios" con los nazis y al conflicto de Kosovo con Auschwitz, comparaciones que el General Loquai califica de monstruosas, "espacialmente en boca de un alemán". Algunas de las mentiras concretas y puntuales fueron las siguientes:
Mecanismo con futuro
El ministro de defensa Rudolf Scharping dijo antes de la intervención que los serbios habían matado a 100.000 albaneses en Kosovo. La realidad es que se contabilizaron entre cinco mil y siete mil, entre muertos y desaparecidos, todos los bandos juntos e incluidas las víctimas de bombas de la OTAN.
-Scharping suscribió la leyenda del "plan herradura" de Milosevic: rodear a la población albanesa y deportarla antes del inicio de los bombardeos. Mencionó la "expulsión de millones" y "400.000 refugiados" albaneses antes del inicio de la operación de la OTAN.
La realidad fue que para verano de 1999, a las pocas semanas de la ocupación de Kosovo por la OTAN, 230.000 serbios, montenegrinos, gitanos y albaneses "colaboracionistas" fueron expulsados de Kosovo mientras en la región había 46.000 soldados de la OTAN, es decir uno por cada cuatro expulsados.
-Pueblos que habían sido destruidos después de iniciada la guerra por la OTAN se presentaron como destruidos antes, como incentivo para iniciarla.
-Se ocultó que la miseria de los refugiados albaneses y su estampida también era consecuencia de los ataques de la OTAN.
-Scharping informó del inexistente "campo de concentración" de Milosevic en el estadio de Pristina con "varios miles de internados". Diez años después, el ministro dijo que sólo eran "sospechas".
-Se informó falsamente de "cinco dirigentes albaneses" ejecutados y de "veinte profesores" albaneses fusilados antes sus alumnos.
Todo ello se hizo para justificar más de 6000 ataques de la OTAN sin mandato de la ONU cuyo sentido era demostrar que la OTAN tenía razón de ser y aprovechar las violencias –agravadas por la intervención de las potencias – para disolver Yugoslavia, un estado anómalo en el nuevo orden europeo posterior al fin de la guerra fría. Ningún político y medio de comunicación se ha disculpado y la misma constelación actúa, y está preparada para actuar, en los conflictos del presente y el futuro. Rafael Poch (en la foto). La Vanguardia.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20120131/54247835488/la-amargura-del-policia-aleman-hensch.html
En 1998 fue uno de los seleccionados por el ministerio de exteriores para engrosar los equipos de observadores de la OSCE en Kosovo. En esa calidad actuó como perito en Rachak y Rugovo, dos localidades albanesas en las que su gobierno, socialdemócrata, engañó a la opinión pública escenificando dos masacres que no lo fueron. La primera guerra con participación de Alemania desde Hitler, comenzó con esas mentiras.
"Este era un país opuesto a la guerra y consiguieron que, por primera vez en más de cincuenta años, se metiera en una", explica por teléfono Hensch, que confiesa que, "antes de esa experiencias nunca imaginé que en mi país pudiera pasar algo así, es decir que el gobierno y la prensa mintieran al unísono y engañaran a la población".
Todavía hoy, trece años después, se confiesa "amargado" por ello. El día 15 Hensch explicó su historia en un documental de la televisión NRD. En 1999 habría sido una bomba, pero ¿hoy?
La masacre que no fue
Rachak y Rugovo son dos pueblos del noroeste de Kosovo, al sur de la capital de distrito de Pec. Con la frontera albanesa muy cerca, en 1998 la región era zona de acción de la guerrilla albanesa UCK, sostenida y financiada por la OTAN, la CIA y el servicio secreto británico.
Aquel año la UCK cometió tantos desmanes con civiles serbios, gitanos y albaneses "colaboracionistas" que su jefe local, Ramush Haradinaj, luego primer ministro de Kosovo, hasta llegó a ser juzgado en La Haya por crímenes de guerra por un tribunal que era comparsa de la OTAN.
Haradinaj fue absuelto, entre otras cosas porque diez de los nueve testigos que debían declarar contra él fueron eliminados antes de que pudieran hacerlo, unos en "accidentes de tráfico", otros en "peleas de bar", otros en atentados. Así hasta nueve.
En cualquier caso, a principios de 1999 el ejército yugoslavo respondió con gran fuerza a aquella ofensiva de la UCK teledirigida por la OTAN, con una contraofensiva.
Cerca de Rachak y de Rugova varias decenas de guerrilleros albaneses cayeron en emboscadas ante el ejército. Hensch estuvo allí. Vio a los guerrilleros muertos con sus armas, carnets y emblemas de la UCK cosidos en sus guerreras. En Rugovo, los yugoslavos juntaron los cadáveres en el pueblo y los observadores de la OSCE hicieron fotos.
"Esas fotos, convenientemente filtradas de todo rastro de armas y emblemas de la UCK, hicieron pasar lo que fue un enfrentamiento militar con grupos armados, por pruebas de una masacre de civiles", dice Hensch. "Ambos bandos cometían exactamente los mismos crímenes, pero había que poner toda la responsabilidad sólo sobre uno de ellos", dice el policía jubilado.
El 27 de abril el entonces ministro socialdemócrata de defensa alemán, Rudolf Scharping, presentó en rueda de prensa aquellas fotos en las que se veía los cadáveres de los guerrilleros amontonados en el papel de civiles inocentes masacrados.
Al día siguiente, el diario Bild publicaba una de ellas en portada con el titular: "Por esto hacemos la guerra".
Cambiar un consenso pacifista
La generación de Hensch estaba cansada de guerras. Hasta los años ochenta en la sociedad había un enorme consenso pacifista, algo que atravesaba incluso a los partidos de la derecha y por supuesto al SPD, el partido de Hensch.
"Teníamos una guerra terrible a nuestras espaldas y decíamos "nunca más", así fuimos socializados", recuerda Albrecht Müller, antiguo funcionario de la administración de Willy Brandt, que desempolva el programa de su partido de diciembre de 1989:
"Nuestra meta es disolver los bloques militares mediante un orden de paz europeo". El hundimiento del bloque del Este reduce el sentido de las alianzas militares e incrementa el de las alianzas políticas (...) se abre la perspectiva para un fin del estacionamiento de las fuerzas armadas americanas y soviéticas fuera de su territorio en Europa".
"El Bundeswehr tiene que limitarse exclusivamente a la defensa del país". Desde la guerra contra Yugoslavia ese estado de ánimo se ha cambiado por un nuevo catálogo: El uso del ejercito es posible sin haber agotado los escenarios de negociación, la OTAN puede ser utilizada fuera de su área, el Bundeswehr ya no limita su función a la defensa del país, sino que puede usarse en Kosovo o en el Hindukush, y el ejercito puede utilizarse para proteger las rutas comerciales, el abastecimiento de materias primas, explica.
Para cambiar ese consenso nacional la OTAN, el gobierno de socialdemócratas y verdes (1998-2005) y los medios de comunicación, se tuvieron que emplear a fondo.
El "Media Operation Center" de la OTAN dirigido por el infame Jamie Shea, fue una fábrica de mentiras, que los periodistas retransmitían. Shea, un hombre deshonesto, decía que el truco era, "mantener a los periodistas lo más ocupados posible, alimentándoles constantemente con briefings, de tal manera que no tengan tiempo para buscar información por si mismos".
Años después Shea dijo que, "si hubiéramos perdido la opinión pública alemana, la habríamos perdido en toda Europa".
Fabricar la versión del conflicto
El relato del conjunto de la guerra en los Balcanes se basó en una fenomenal sarta de mentiras, amnesias y omisiones. Primero los croatas, luego los bosnios y finalmente el UCK, utilizaron los servicios de la misma empresa de relaciones públicas norteamericana, Ruder Finn, que entre los años sesenta y los noventa había sido contratada por Philip Morris para enturbiar la evidencia de los nocivos efectos del tabaquismo. La opinión pública europea fue intoxicada.
Como hoy se conoce perfectamente, antes de la intervención de la OTAN no había en el conflicto de Kosovo la "catástrofe humanitaria" que las potencias se inventaron para intervenir, sino una violencia que en 1998 partió de la UCK y a la que el ejército yugoslavo respondió con la misma violencia, explicaron miembros del equipo de la OSCE como el general alemán retirado Heinz Loquai y la diplomática estadounidense Norma Brown en el documental de la cadena de televisión alemana "Es began mit einer Lüge" (comenzó con una mentira).
Los medios alemanes ignoraron tres datos fundamentales: la tradicional hostilidad de su país hacia Yugoslavia, que medios como el Frankfurter Allgemeine Zeitung, Der Spiegel y Die Welt consideraban una "creación artificial".
El hecho de tanto croatas como bosnios musulmanes, liderados en los noventa por dirigentes de la misma calaña que Milosevic, habían sido aliados de la Alemania nazi en la segunda guerra mundial y partícipes, junto con los alemanes, del genocidio de un millón de serbios desencadenado entonces por los nazis.
Y en tercer lugar, la naturaleza ilegal de las acciones militares de la OTAN desde el punto de vista de la ley internacional. El ministro de exteriores verde Josef Fischer comparó a "los serbios" con los nazis y al conflicto de Kosovo con Auschwitz, comparaciones que el General Loquai califica de monstruosas, "espacialmente en boca de un alemán". Algunas de las mentiras concretas y puntuales fueron las siguientes:
Mecanismo con futuro
El ministro de defensa Rudolf Scharping dijo antes de la intervención que los serbios habían matado a 100.000 albaneses en Kosovo. La realidad es que se contabilizaron entre cinco mil y siete mil, entre muertos y desaparecidos, todos los bandos juntos e incluidas las víctimas de bombas de la OTAN.
-Scharping suscribió la leyenda del "plan herradura" de Milosevic: rodear a la población albanesa y deportarla antes del inicio de los bombardeos. Mencionó la "expulsión de millones" y "400.000 refugiados" albaneses antes del inicio de la operación de la OTAN.
La realidad fue que para verano de 1999, a las pocas semanas de la ocupación de Kosovo por la OTAN, 230.000 serbios, montenegrinos, gitanos y albaneses "colaboracionistas" fueron expulsados de Kosovo mientras en la región había 46.000 soldados de la OTAN, es decir uno por cada cuatro expulsados.
-Pueblos que habían sido destruidos después de iniciada la guerra por la OTAN se presentaron como destruidos antes, como incentivo para iniciarla.
-Se ocultó que la miseria de los refugiados albaneses y su estampida también era consecuencia de los ataques de la OTAN.
-Scharping informó del inexistente "campo de concentración" de Milosevic en el estadio de Pristina con "varios miles de internados". Diez años después, el ministro dijo que sólo eran "sospechas".
-Se informó falsamente de "cinco dirigentes albaneses" ejecutados y de "veinte profesores" albaneses fusilados antes sus alumnos.
Todo ello se hizo para justificar más de 6000 ataques de la OTAN sin mandato de la ONU cuyo sentido era demostrar que la OTAN tenía razón de ser y aprovechar las violencias –agravadas por la intervención de las potencias – para disolver Yugoslavia, un estado anómalo en el nuevo orden europeo posterior al fin de la guerra fría. Ningún político y medio de comunicación se ha disculpado y la misma constelación actúa, y está preparada para actuar, en los conflictos del presente y el futuro. Rafael Poch (en la foto). La Vanguardia.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20120131/54247835488/la-amargura-del-policia-aleman-hensch.html
martes, 31 de enero de 2012
El desastre de la austeridad. Paul Krugman
La semana pasada, el Instituto Nacional de Investigación Económica y Social, una fundación británica, publicó un gráfico alarmante que comparaba la depresión actual con recesiones y recuperaciones anteriores. Resulta que según un indicador importante -los cambios en el Producto Interior Bruto (PIB) desde que empezó la recesión- a Reino Unido le está yendo peor esta vez de lo que le fue durante la Gran Depresión. Tras cuatro años de depresión, el PIB británico había vuelto a alcanzar su máximo anterior; cuatro años después de que empezara la Gran Recesión, Reino Unido no está ni mucho menos cerca de recuperar el terreno perdido.
Reino Unido tampoco es la única. A Italia también le está yendo peor que durante la década de 1930, y con España dirigiéndose claramente hacia una doble recesión, tenemos a tres de las cinco grandes economías europeas como miembros del club de los "peores que". Sí, existen algunas salvedades y complicaciones, pero esto constituye, no obstante, un asombroso fracaso de la política.
Y es un fracaso, concretamente, de la doctrina de austeridad que ha predominado en el debate político de las élites tanto en Europa como, en gran medida, en Estados Unidos durante los dos últimos años.
Y bien, en cuanto a esas salvedades: por una parte, el paro en Reino Unido era mucho más elevado en la década de 1930 de lo que lo es ahora, porque la economía británica estaba deprimida -principalmente por culpa de un regreso desacertado al patrón oro- incluso antes de que estallara la depresión. Y por otra parte, Reino Unido sufrió una depresión muy llevadera en comparación con la de Estados Unidos. Seguir leyendo en El País.
Reino Unido tampoco es la única. A Italia también le está yendo peor que durante la década de 1930, y con España dirigiéndose claramente hacia una doble recesión, tenemos a tres de las cinco grandes economías europeas como miembros del club de los "peores que". Sí, existen algunas salvedades y complicaciones, pero esto constituye, no obstante, un asombroso fracaso de la política.
Y es un fracaso, concretamente, de la doctrina de austeridad que ha predominado en el debate político de las élites tanto en Europa como, en gran medida, en Estados Unidos durante los dos últimos años.
Y bien, en cuanto a esas salvedades: por una parte, el paro en Reino Unido era mucho más elevado en la década de 1930 de lo que lo es ahora, porque la economía británica estaba deprimida -principalmente por culpa de un regreso desacertado al patrón oro- incluso antes de que estallara la depresión. Y por otra parte, Reino Unido sufrió una depresión muy llevadera en comparación con la de Estados Unidos. Seguir leyendo en El País.
lunes, 30 de enero de 2012
La privatización de la enseñanza. Margaret Thatcher revivida
La paulatina privatización de los servicios públicos por la vía de incrementar su costo es uno de tantos agravantes en contra de la sociedad en su conjunto, pero básicamente de aquellos que se encuentran en los escalones más bajos de ingreso y, por supuesto, de los desempleados. El comentario viene al caso por dos hechos aparentemente disímbolos: el marco de la campaña por la candidatura republicana y el estreno de la película La dama de hierro, en la que Meryl Streep realiza una espléndida personificación de Margaret Thatcher. Es una lástima que la película haya desperdiciado la oportunidad para dar cuenta de algunas de las razones de fondo del cómo la señora Thatcher sentó las bases para que el Estado abdicara en su obligación de promover el estado de bienestar. Ella en Inglaterra y Reagan en Estados Unidos fueron artífices en la creación de una generación de políticos, economistas y sociólogos cuya misión fundamental ha sido eliminar la asistencia pública a la sociedad. Su expresión no hay tal cosa como la sociedad, podría ser uno de los enunciados de campaña de cualquiera de los precandidatos a la Presidencia por el Partido Republicano. Es más, ella misma se mostraría sorprendida por la desnaturalización conceptual de la sociedad en el discurso de esta generación de políticos conservadores.
Habría que escudriñar cuidadosamente las intervenciones de los precandidatos republicanos durante los 18 debates que han celebrado para encontrar alguna referencia a la cuestión social o la asistencia pública. En un país donde es cada vez más palpable el crecimiento de la desigualdad, sería lógico que quienes pretenden llegar a la Presidencia debieran expresar alguna idea de cómo atenuarla. Contrario a ello se habla de encarecer aún más los servicios que el Estado presta, reducir el déficit parece ser la única meta. No parece importar que se incrementa el nivel de desigualdad por la vía de suprimir servicios públicos o encarecerlos.
Entre los servicios a los que cada vez menos personas tienen acceso es la educación pública. El país que se preciaba de tener uno de los mejores sistemas de educación, de investigación e infraestructura en el mundo ha experimentado una estrepitosa caída en el gasto en esos rubros, de 12 por ciento del producto interno en 1970 a menos de 3 por ciento en 2011, de acuerdo con un artículo reciente de Robert Reich, ex secretario del Trabajo y actualmente profesor de la Univesidad de Berkely, en California. Una de las consecuencias directas de tal restricción es que en un estado como California las matrículas de las universidades públicas han sufrido un incremento de 30 por ciento en tan sólo tres años, cuestión que no es muy diferente en la mayoría de los estados de Estados Unidos. El resultado es que cada vez menos jóvenes tienen acceso a la educación superior y a un mejor empleo y nivel salarial. No obstante lo pernicioso de las evidencias, todavía hay quienes insisten en tomar a Reagan y Thatcher como los modelos a seguir. Arturo Balderas. La Jornada. http://www.jornada.unam.mx/2012/01/30/opinion/018a1pol
Habría que escudriñar cuidadosamente las intervenciones de los precandidatos republicanos durante los 18 debates que han celebrado para encontrar alguna referencia a la cuestión social o la asistencia pública. En un país donde es cada vez más palpable el crecimiento de la desigualdad, sería lógico que quienes pretenden llegar a la Presidencia debieran expresar alguna idea de cómo atenuarla. Contrario a ello se habla de encarecer aún más los servicios que el Estado presta, reducir el déficit parece ser la única meta. No parece importar que se incrementa el nivel de desigualdad por la vía de suprimir servicios públicos o encarecerlos.
Entre los servicios a los que cada vez menos personas tienen acceso es la educación pública. El país que se preciaba de tener uno de los mejores sistemas de educación, de investigación e infraestructura en el mundo ha experimentado una estrepitosa caída en el gasto en esos rubros, de 12 por ciento del producto interno en 1970 a menos de 3 por ciento en 2011, de acuerdo con un artículo reciente de Robert Reich, ex secretario del Trabajo y actualmente profesor de la Univesidad de Berkely, en California. Una de las consecuencias directas de tal restricción es que en un estado como California las matrículas de las universidades públicas han sufrido un incremento de 30 por ciento en tan sólo tres años, cuestión que no es muy diferente en la mayoría de los estados de Estados Unidos. El resultado es que cada vez menos jóvenes tienen acceso a la educación superior y a un mejor empleo y nivel salarial. No obstante lo pernicioso de las evidencias, todavía hay quienes insisten en tomar a Reagan y Thatcher como los modelos a seguir. Arturo Balderas. La Jornada. http://www.jornada.unam.mx/2012/01/30/opinion/018a1pol
domingo, 29 de enero de 2012
Qué sabe Google sobre mí y cómo puedo hacer que se le olvide
El martes 24 de enero Google anunció un controvertido cambio en su política de privacidad, por el que la gran mayoría de sus servicios pasan a estar integrados en una misma normativa. Con motivo del Día de la Protección de Datos en Europa, nos preguntamos hasta dónde llega el conocimiento que Google tiene de nosotros, qué recuerda y cómo podemos hacer que deje de hacerlo. Para ello nos ponemos en la piel de un usuario medio de los servicios de la compañía.
Andrés es un usuario medio de los servicios de Google. Bueno, tal vez está algo sobreexpuesto en relación con la mayoría de nosotros, pero seguro que nos identificamos con una buena parte de las cosas que Andrés hace cada día.
Nuestro conejillo de indias tiene un ordenador portátil (que utiliza a modo de sobremesa), una 'tablet' y un 'smartphone', ambos de última generación y con Android como sistema operativo. Su navegador favorito es Chrome.
Como casi todos nosotros, hace años que Andrés abrió una cuenta de Google. Al principio sólo pensaba utilizar el correo electrónico de GMail (le parecía más serio que tener una dirección en Hotmail), pero con el tiempo descubrió otras muchas aplicaciones. Y ahora se pregunta hasta qué punto Google está enterado de todo lo que hace.
Por la publicidad que le muestran los bloques de AdWords en numerosas páginas web, ya se ha dado cuenta de que no es precisamente poco. Se mete en las 'Preferencias de Anuncios' de su cuenta de Google, pincha en "eliminar y editar" y descubre las categorías en las que se encuentra etiquetado: aficiones, edad, género...
Esta información se encuentra almacenada en su propio ordenador (en una 'cookie') y a ella acceden los anuncios contextuales repartidos por media 'world wide web'.
De acuerdo con esto, Google piensa que es un varón de unos 25 años al que le gusta la tecnología, el cine y los deportes. No va mal encaminado. Pero así, a simple vista, no da la impresión de que la información en manos de la compañía sea tanta y de carácter tan reservado como dicen. Sospecha en voz alta: "Seguro que esto no es ni la mitad de lo que Google sabe sobre mí".
Poco después se entera de que es posible llegar fácilmente al fondo del asunto, con sólo seguir un puñado de enlaces. Y entonces toma una decisión: va a hacer caso a los consejos de la Agencia de Protección de Datos y a tomarse en serio su privacidad de ahora en adelante.
En su 'Dashboard', Andrés comprueba la cantidad de sitios a los que, a lo largo del tiempo, ha dado permiso para acceder a su cuenta de Google: Facebook, LinkedIn, About.me... Lo que no sabía es que existe la opción de revocar esos permisos, por si se arrepiente de haberlos otorgado, e incluso la posibilidad de crear una contraseña específica para el acceso desde cada uno de ellos. Es lo que se llama la "verificación en dos pasos".
Cuando se puso de moda, Andrés se abrió un perfil en la red social Google+ , donde publica sus fotos, vídeos, enlaces... Ahora es consciente de que ha puesto parte de su día a día (sus fotos, sus vídeos, sus círculos de amistades...) en manos de Google, y de que el grueso de ello está accesible para cualquiera con una conexión a internet.
Afortunadamente, existe otra función de Google que es desconocida para muchos (Andrés era uno de ellos hasta hace poco), y que permite modular la información sobre uno mismo que los demás pueden ver en internet. Gracias a "Me on the Web", nuestro amigo ha creado una alerta que le avisa cada vez que su información personal se hace pública en la Red. Después puede pinchar aquí y pedirle al buscador que haga desaparecer sus huellas.
Desde que sabe hacer todo esto, Andrés cuida mucho más su identidad digital. Puede controlar al detalle, a través de su 'Profile' lo que la gente puede saber de él a través de Google. Pero todavía le preocupa lo que la propia Google puede estar averiguando sin que se dé cuenta.
Lo siguiente que revisa es su perfil y sus bitácoras en Blogger. Allí creó dos blogs: 'El rincón de Andrés', donde cuenta sus pequeñas aventuras cotidianas, y un segundo blog sobre cine y series de televisión. Con esto empiezan a perfilarse sus gustos y, además, se suma una gran cantidad de detalles sobre su vida a todos esos que antes había aprendido a controlar.
Pero abrir un blog personal es lo que tiene, y no le puede echar la culpa a Google de lo que él decida publicar. La política de privacidad es clara y, desde luego, parece claro que sus datos personales no se filtran a no ser que él mismo se vaya de la lengua en lo que escribe.
Además, Andrés utiliza Calendars para acordarse de las fechas importantes, de los eventos a los que piensa acudir y de las citas con sus amigos y familiares. En las bases de datos de Google, piensa Andrés, ya no solo está lo que ha hecho cada día, sino también lo que tiene pensado hacer en los días futuros. "Incluso mi lista de cosas pendientes en Tasks ".
A través de las huellas que va dejando en Google News (y de las búsquedas que, todavía, de vez en cuando realiza) también saben en Mountain View lo que Andrés lee. Por los 'feeds' que almacena en Google Reader conocen a la perfección los temas que le interesan y dónde se conecta para acceder a información sobre ellos. Y gracias a Youtube pueden descubrir también el tipo de vídeos que le emocionan, le hacen reír o le sirven para estar al día.
Por si fuera poco, en Google Docs están algunos de sus documentos más reveladores. Su currículum (donde aparecen completos sus datos de contacto), sus trabajos de cuando iba a la universidad, las tablas estadísticas de su pequeña 'start-up' innovadora, las diapositivas con la idea revolucionaria que piensa presentar en la reunión con un inversor potente.
Todo esto es privado. Sólo él (y las personas con que elija compartirlo) tienen acceso. Pero se encuentra almacenado en los servidores de Google y el buscador se reserva el derecho a facilitar el acceso a estos datos a terceros en ciertos supuestos, tal como se especifica en el apartado "Qué datos personales compartimos" de su nueva Política de Privacidad.
Nada más leerlo, sorprendido por la cantidad de cosas que no sabía sobre la forma en que se utilizan sus datos, se conecta a GTalk para contárselo a su mejor amigo. El contenido de su chat quedará almacenado en los servidores de Google, a no ser que especifique lo contrario y marque la conversación como privada.
Y todo esto sin que Andrés hubiera pensado todavía en su teléfono móvil...
Como Andrés utiliza las aplicaciones de GMail, Blogger, Reader y Google+ la empresa ya hacía tiempo que tenía su número de teléfono, asociado a muchos de estos servicios cuando se usa el servicio SMS. No obstante, el hecho de tener un móvil con Android ha desnudado otros aspectos de su personalidad que él creía ocultos a los ojos del gigante.
Para empezar, Andrés se encuentra constantemente localizado . Google revisa su ubicación, gracias a la conexión móvil, para ofrecerle búsquedas y otras funciones adaptadas al lugar en que se encuentra, así como para guiarle a través de Maps y Navigation , que le dicen como llegar a donde, de antemano, él ha confesado que tiene pensado ir.
Además, casi por inercia y, desde luego, por comodidad, sincronizó todos sus contactos (los del móvil, los de gmail, los de facebook, los de tuenti...) con su cuenta de Google, para acceder a ellos desde cualquier terminal.
Ahora los datos personales, números de teléfono, emails, direcciones físicas y un largo etcétera de datos de sus amigos y conocidos están también en los servidores de Google. Por culpa de Andrés y sin que ellos lo sepan.
"Madre mía como se enteren...", piensa. Y accede al gestor de contactos para eliminar algunos, los más comprometidos.
David G. Ortiz. La Información.
Fuente: http://noticias.lainformacion.com/arte-cultura-y-espectaculos/internet/que-sabe-google-sobre-mi-y-como-puedo-hacer-que-se-le-olvide_QZrwGe6bTCAw2DnhFpnFg7/
Andrés es un usuario medio de los servicios de Google. Bueno, tal vez está algo sobreexpuesto en relación con la mayoría de nosotros, pero seguro que nos identificamos con una buena parte de las cosas que Andrés hace cada día.
Nuestro conejillo de indias tiene un ordenador portátil (que utiliza a modo de sobremesa), una 'tablet' y un 'smartphone', ambos de última generación y con Android como sistema operativo. Su navegador favorito es Chrome.
Como casi todos nosotros, hace años que Andrés abrió una cuenta de Google. Al principio sólo pensaba utilizar el correo electrónico de GMail (le parecía más serio que tener una dirección en Hotmail), pero con el tiempo descubrió otras muchas aplicaciones. Y ahora se pregunta hasta qué punto Google está enterado de todo lo que hace.
Por la publicidad que le muestran los bloques de AdWords en numerosas páginas web, ya se ha dado cuenta de que no es precisamente poco. Se mete en las 'Preferencias de Anuncios' de su cuenta de Google, pincha en "eliminar y editar" y descubre las categorías en las que se encuentra etiquetado: aficiones, edad, género...
Esta información se encuentra almacenada en su propio ordenador (en una 'cookie') y a ella acceden los anuncios contextuales repartidos por media 'world wide web'.
De acuerdo con esto, Google piensa que es un varón de unos 25 años al que le gusta la tecnología, el cine y los deportes. No va mal encaminado. Pero así, a simple vista, no da la impresión de que la información en manos de la compañía sea tanta y de carácter tan reservado como dicen. Sospecha en voz alta: "Seguro que esto no es ni la mitad de lo que Google sabe sobre mí".
Poco después se entera de que es posible llegar fácilmente al fondo del asunto, con sólo seguir un puñado de enlaces. Y entonces toma una decisión: va a hacer caso a los consejos de la Agencia de Protección de Datos y a tomarse en serio su privacidad de ahora en adelante.
En su 'Dashboard', Andrés comprueba la cantidad de sitios a los que, a lo largo del tiempo, ha dado permiso para acceder a su cuenta de Google: Facebook, LinkedIn, About.me... Lo que no sabía es que existe la opción de revocar esos permisos, por si se arrepiente de haberlos otorgado, e incluso la posibilidad de crear una contraseña específica para el acceso desde cada uno de ellos. Es lo que se llama la "verificación en dos pasos".
Cuando se puso de moda, Andrés se abrió un perfil en la red social Google+ , donde publica sus fotos, vídeos, enlaces... Ahora es consciente de que ha puesto parte de su día a día (sus fotos, sus vídeos, sus círculos de amistades...) en manos de Google, y de que el grueso de ello está accesible para cualquiera con una conexión a internet.
Afortunadamente, existe otra función de Google que es desconocida para muchos (Andrés era uno de ellos hasta hace poco), y que permite modular la información sobre uno mismo que los demás pueden ver en internet. Gracias a "Me on the Web", nuestro amigo ha creado una alerta que le avisa cada vez que su información personal se hace pública en la Red. Después puede pinchar aquí y pedirle al buscador que haga desaparecer sus huellas.
Desde que sabe hacer todo esto, Andrés cuida mucho más su identidad digital. Puede controlar al detalle, a través de su 'Profile' lo que la gente puede saber de él a través de Google. Pero todavía le preocupa lo que la propia Google puede estar averiguando sin que se dé cuenta.
Lo siguiente que revisa es su perfil y sus bitácoras en Blogger. Allí creó dos blogs: 'El rincón de Andrés', donde cuenta sus pequeñas aventuras cotidianas, y un segundo blog sobre cine y series de televisión. Con esto empiezan a perfilarse sus gustos y, además, se suma una gran cantidad de detalles sobre su vida a todos esos que antes había aprendido a controlar.
Pero abrir un blog personal es lo que tiene, y no le puede echar la culpa a Google de lo que él decida publicar. La política de privacidad es clara y, desde luego, parece claro que sus datos personales no se filtran a no ser que él mismo se vaya de la lengua en lo que escribe.
Además, Andrés utiliza Calendars para acordarse de las fechas importantes, de los eventos a los que piensa acudir y de las citas con sus amigos y familiares. En las bases de datos de Google, piensa Andrés, ya no solo está lo que ha hecho cada día, sino también lo que tiene pensado hacer en los días futuros. "Incluso mi lista de cosas pendientes en Tasks ".
A través de las huellas que va dejando en Google News (y de las búsquedas que, todavía, de vez en cuando realiza) también saben en Mountain View lo que Andrés lee. Por los 'feeds' que almacena en Google Reader conocen a la perfección los temas que le interesan y dónde se conecta para acceder a información sobre ellos. Y gracias a Youtube pueden descubrir también el tipo de vídeos que le emocionan, le hacen reír o le sirven para estar al día.
Por si fuera poco, en Google Docs están algunos de sus documentos más reveladores. Su currículum (donde aparecen completos sus datos de contacto), sus trabajos de cuando iba a la universidad, las tablas estadísticas de su pequeña 'start-up' innovadora, las diapositivas con la idea revolucionaria que piensa presentar en la reunión con un inversor potente.
Todo esto es privado. Sólo él (y las personas con que elija compartirlo) tienen acceso. Pero se encuentra almacenado en los servidores de Google y el buscador se reserva el derecho a facilitar el acceso a estos datos a terceros en ciertos supuestos, tal como se especifica en el apartado "Qué datos personales compartimos" de su nueva Política de Privacidad.
Nada más leerlo, sorprendido por la cantidad de cosas que no sabía sobre la forma en que se utilizan sus datos, se conecta a GTalk para contárselo a su mejor amigo. El contenido de su chat quedará almacenado en los servidores de Google, a no ser que especifique lo contrario y marque la conversación como privada.
Y todo esto sin que Andrés hubiera pensado todavía en su teléfono móvil...
Como Andrés utiliza las aplicaciones de GMail, Blogger, Reader y Google+ la empresa ya hacía tiempo que tenía su número de teléfono, asociado a muchos de estos servicios cuando se usa el servicio SMS. No obstante, el hecho de tener un móvil con Android ha desnudado otros aspectos de su personalidad que él creía ocultos a los ojos del gigante.
Para empezar, Andrés se encuentra constantemente localizado . Google revisa su ubicación, gracias a la conexión móvil, para ofrecerle búsquedas y otras funciones adaptadas al lugar en que se encuentra, así como para guiarle a través de Maps y Navigation , que le dicen como llegar a donde, de antemano, él ha confesado que tiene pensado ir.
Además, casi por inercia y, desde luego, por comodidad, sincronizó todos sus contactos (los del móvil, los de gmail, los de facebook, los de tuenti...) con su cuenta de Google, para acceder a ellos desde cualquier terminal.
Ahora los datos personales, números de teléfono, emails, direcciones físicas y un largo etcétera de datos de sus amigos y conocidos están también en los servidores de Google. Por culpa de Andrés y sin que ellos lo sepan.
"Madre mía como se enteren...", piensa. Y accede al gestor de contactos para eliminar algunos, los más comprometidos.
David G. Ortiz. La Información.
Fuente: http://noticias.lainformacion.com/arte-cultura-y-espectaculos/internet/que-sabe-google-sobre-mi-y-como-puedo-hacer-que-se-le-olvide_QZrwGe6bTCAw2DnhFpnFg7/
sábado, 28 de enero de 2012
viernes, 27 de enero de 2012
Recordando a Howard Zinn. El historiador y activista dedicó su vida a las “innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas”
Nota del editor: Hoy, 27 de enero, es el segundo aniversario de la muerte de Howard Zinn. Activo participante en el movimiento en favor de los derechos civiles, fue despedido en 1963 de su puesto como profesor titular en el Spelman College de Atlanta después de ponerse de lado de los estudiantes negros en su lucha en contra de la segregación. En 1967 escribió el primer y más influyente de los libros que pedía acabar con la guerra de Vietnam. Veterano de las fuerzas aéreas estadounidenses, editó The Pentagon Papers, filtrado desde dentro de esta organización por Daniel Ellsberg y más tarde fue considerado por el FBI un “riego extremo para la seguridad”.
Su éxito de ventas, La otra historia de Estados Unidos*, generó un nuevo campo de estudio histórico: las historias de las personas. Este enfoque contrarrestaba el examen triunfalista tradicional de la “historia escrita por los vencedores” y se concentraba en cambio en las personas pobres y aparentemente sin poder, aquellas que resistieron a la hegemonía imperialista, cultural y corporativa. Zinn fue un activista social, escritor e historiador laureado con varios premios, por consiguiente, ¿quién mejor para compartir su recuerdo que su buen amigo e intelectual de enorme talla como él, Noam Chomsky?
Cambridge, Mass – No me resulta fácil escribir sobre Howard Zinn, el gran activista e historiador estadounidense. Fue un amigo muy cercano durante 45 años. Nuestras familias también fueron muy cercanas. Su mujer Roz, que había muerto de cáncer no mucho antes, fue una persona maravillosa y una gran amiga. También resulta sombrío darse cuenta de que toda una generación parece estar desapareciendo, incluyendo varios viejos amigos: Edward Said, Eqbal Ahmed y otros, que fueron no solo perspicaces y productivos estudiosos sino también militantes entregados y valientes, siempre dispuestos cuando se les necesitaba, lo que era constante. Una combinación que es esencial si se espera una supervivencia decente.
Las notables vida y obra de Howard se resumen mejor en sus propias palabras. Explicaba que su preocupación fundamental era “las innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas” que están en el origen de “aquellos grandes momentos” que entran en el registro histórico, un registro que será profundamente engañoso y carecerá gravemente de poder si se le separa de estas raíces mientras pasa por los filtros de la doctrina y el dogma. Su vida siempre estuvo estrechamente entrelazada con sus escritos y con innumerables charlas y entrevistas. Estaba entregado desinteresadamente a otorgar poder a las personas desconocidas que provocaron grandes momentos. Esto era cierto cuando era un trabajador industrial y activista obrero, y desde los días, hace 50 años, en que era profesor del Spelman College en Atlanta, Georgia, un facultad negra que en gran parte estaba abierto a la pequeña elite blanca.
Cuando enseñaba en Spelman, Howard apoyó a los alumnos y alumnas que estaba a la vanguardia del movimiento en favor de los derechos civiles en sus primeros y más peligrosos días, muchos de los cuales llegaron a ser muy conocidos años después (Alice Walker, Julian Bond y otros) y que le querían y veneraban, como le ocurría a cualquier persona que le conociera bien. Y, como siempre, no se limitó a apoyarlos, lo cual ya era bastante raro, sino que también participó directamente con ellos y ellas en las campañas más arriesgadas, que no eran fáciles de emprender en aquella época, antes de que hubiera ningún movimiento popular organizado y ante la hostilidad del gobierno durante varios años. Finalmente, se inflamó el apoyo popular, en gran parte gracias a las valientes acciones de los jóvenes que hacían sentadas ante los mostradores de lugares donde se servían comidas, conducían autobuses de la libertad, organizaban manifestaciones, se enfrentaban al amargo racismo y a la brutalidad, y a veces a la muerte**.
Para principios de la década de 1960 estaba tomando forma un movimiento popular de masas, con Martin Luther King en un papel de dirigente, y el gobierno tuvo que responder. Como recompensa a su valor y honestidad, Howard fue expulsado inmediatamente del college en el que enseñaba. Unos pocos años más tarde escribió de forma regular en el Comité de Coordinación de los Estudiantes No Violentos SNCC (por sus siglas en inglés), la principal organización de aquellas “personas desconocidas” cuyas “innumerables pequeñas acciones” desempeñaron un papel tan importante en la creación de la corriente de opinión que permitió a Martin Luther King ganar una influencia significativa (como estoy seguro que él habría sido el primero en decir) y llevar al país a cumplir las enmiendas constitucionales de un siglo antes que teóricamente concedían derechos civiles elementales a los antiguos esclavos; al menos hacerlo parcialmente, pues no hay ni que insistir en que queda mucho camino por hacer.
Una influencia civilizadora
En el ámbito personal, llegué a conocer bien a Howard cuando fuimos juntos a una manifestación en favor de los derechos civiles en Jackson Mississippi (creo que) en 1964, que incluso en una fecha tan tardía fue una escena de un violento antagonismo público, de brutalidad policial e indiferencia, o incluso cooperación, con las fuerzas de seguridad por parte de las autoridades federales, a veces de un modo un tanto chocante.
Después de ser expulsado del college de Atlanta en el que enseñaba, Howard vino a Boston y pasó el resto de su carrera académica en la universidad de Boston, donde fue, estoy seguro, el miembro del campus universitario más admirado y querido, y el blanco de un amargo antagonismo y de una crueldad mezquina por parte de la administración. Sin embargo, en los últimos años, después de su jubilación, obtuvo el honor y el respeto públicos, que siempre habían sido abrumadores entre los alumnos, el personal de la universidad, gran parte de la facultad y la comunidad en general. Mientras estuvo ahí, Howard escribió los libros que le dieron una bien merecida fama. Su libro Logic of Withdrawal, de 1967, fue el primero que expresó clara y firmemente lo que muchos apenas empezaban a contemplar: que Estados Unidos no tenía derecho siquiera a pedir un acuerdo negociado en Vietnam, lo que dejaría a Watshington con el poder y un control sustancial del país que había invadido y que para entonces ya había destruido en gran parte.
En vez de ello Estados Unidos tenía que hacer lo que todo agresor debería hacer, retirarse y permitir que en cierto modo la población reconstruyera como pudiera a partir de las ruina y si fuera posible llegar a un mínimo de honestidad, pagar unas reparaciones masivas por los crímenes que habían cometido los ejércitos invasores, unos vastos crímenes en este caso. El libro tuvo una enorme influencia entre el público aunque a día de hoy los círculos cultivados apenas pueden comprender siquiera su mensaje, lo que indica el trabajo tan necesario que tenemos ante nosotros.
Es muy significativo que entre el público general de la época del final de la guerra, un 70% considerara la guerra “fundamentalmente equivocada e inmoral”, no un “error”, lo cual es una cifra notable considerando el hecho de que apenas se podía expresar una insinuación de este pensamiento en la opinión dominante. Los escritos de Howard (y, como siempre, su destacada presencia en protestas y en la resistencia directa) fueron un factor fundamental en la educación de gran parte del país.
En aquellos mismos años Howard también se convirtió en uno de los más destacados partidarios del movimiento de resistencia que se estaba desarrollando. Fue uno de los primeros signatarios del Llamamiento a Resistir a la Autoridad Ilegítima (Call to Resist Illegitimate Authority) y estuvo tan cercano de las actividades de [la organización] Resistir que fue prácticamente uno de los organizadores. También participó enseguida en las acciones de asilo que tuvieron un notable impacto para impulsar la protesta en contra de la guerra. Howard siempre estaba ahí donde se le necesitara (charlas, participación en desobediencia civil, apoyo a personas resistentes, dar testimonio en juicios).
“La historia desde abajo”
Aún más influyente a largo plazo que los escritos y acciones de Howard en contra de la guerra fue su imperecedera obra de arte, La otra historia de Estados Unidos, un libro que literalmente cambió la conciencia de una generación. En ella desarrolló con cuidado, lucidez y de forma exhaustiva su mensaje fundamental acerca del papel crucial de personas que siguen siendo desconocidas en llevar adelante la interminable lucha por la paz y la justicia, y acerca de las víctimas del sistema de poder que crea su propia versión de la historia y trata de imponerla. Posteriormente, sus “Voces” de la Historia del Pueblo, ahora una aclamada producción teatral y de televisión, ha llevado a muchas personas la palabras reales de aquellas personas olvidadas o ignoradas que desempeñaron un papel tan valioso en crear un mundo mejor.
El logro único de Howard en sacar las acciones y voces de personas desconocidas de las profundidades a las que habían sido confinadas mayoritariamente ha generado una enorme investigación histórica que sigue un camino similar, centrada en periodos críticos de la historia de Estados Unidos y que se vuelve también a otros países, lo que es muy bienvenido. No es algo completamente novedoso (anteriormente hubo investigaciones eruditas sobre temas particulares) pero no son en absoluto comparables a la amplia e incisiva evocación que hace Howard de la “historia desde abajo”, que compensa las omisiones críticas en cómo se ha interpretado y transmitido la historia de Estados Unidos.
El entregado activismo de Howard siguió, literalmente sin descanso, hasta el mismo final, incluso en sus últimos años, cuando padecía graves dolencias y una pérdida personal (aunque a duras penas se supiera cuando uno se encontraba con él o lo veía hablar incansable ante audiencias cautivadas por todo el país). Ahí donde había una lucha por la paz y la justicia, Howard estaba ahí, en primera línea, inagotable en su entusiasmo e inspirador en su integridad, compromiso, elocuencia y decencia pura. Resulta difícil calcular cuántas vidas de personas jóvenes y en qué grado se vieron afectadas por sus logros, tanto en su trabajo como en su vida.
Hay lugares en los que la vida y obra de Howard tuvieron una resonancia especial. Uno de ellos, que debería ser mucho más conocido, es Turquía. No conozco otro país en el que destacados escritores, artistas, periodistas, académicos y otros intelectuales hayan reunido un récord tan impresionante de valor e integridad en condenar crímenes de Estado e ir más allá para emprender la desobediencia civil para acabar con la opresión y la violencia, haciendo frente a una fuerte represión y a veces padeciéndola, para volver enseguida a la tarea.
Es un récord honroso, único que yo sepa, un récord del que el país debería estar orgulloso. Y uno que debería ser un modelo para otros, del mismo modo que la vida y obra de Howard Zinn son un modelo inolvidable, que con toda seguridad deja una huella permanente en la forma de entender la historia y en cómo se debería vivir una vida decente y honorable.
* A People's History of the United States, traducción al castellano de Toni Strubel, La otra historia de Estados Unidos, Hondarribia, Hiru, 2005, edición revisada y corregida por el autor.
** Howard Zinn habla de estos años y estas luchas en su libro Nadie es neutral en un tren en marcha, Hondarribia, Hiru, 2001
Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Es autor de varios libros políticos de gran éxito, incluyendo 9-11: Was There an Alternative? (Seven Stories Press), una versión actualizada de este clásico, que se acaba de publicar esta semana con un nuevo ensayo (del que este artículo es una adaptación) en conmemoración del décimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre.
Noam Chomsky. Una versión de este artículo se publicó originariamente en TomDispatch.com.
Su éxito de ventas, La otra historia de Estados Unidos*, generó un nuevo campo de estudio histórico: las historias de las personas. Este enfoque contrarrestaba el examen triunfalista tradicional de la “historia escrita por los vencedores” y se concentraba en cambio en las personas pobres y aparentemente sin poder, aquellas que resistieron a la hegemonía imperialista, cultural y corporativa. Zinn fue un activista social, escritor e historiador laureado con varios premios, por consiguiente, ¿quién mejor para compartir su recuerdo que su buen amigo e intelectual de enorme talla como él, Noam Chomsky?
Cambridge, Mass – No me resulta fácil escribir sobre Howard Zinn, el gran activista e historiador estadounidense. Fue un amigo muy cercano durante 45 años. Nuestras familias también fueron muy cercanas. Su mujer Roz, que había muerto de cáncer no mucho antes, fue una persona maravillosa y una gran amiga. También resulta sombrío darse cuenta de que toda una generación parece estar desapareciendo, incluyendo varios viejos amigos: Edward Said, Eqbal Ahmed y otros, que fueron no solo perspicaces y productivos estudiosos sino también militantes entregados y valientes, siempre dispuestos cuando se les necesitaba, lo que era constante. Una combinación que es esencial si se espera una supervivencia decente.
Las notables vida y obra de Howard se resumen mejor en sus propias palabras. Explicaba que su preocupación fundamental era “las innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas” que están en el origen de “aquellos grandes momentos” que entran en el registro histórico, un registro que será profundamente engañoso y carecerá gravemente de poder si se le separa de estas raíces mientras pasa por los filtros de la doctrina y el dogma. Su vida siempre estuvo estrechamente entrelazada con sus escritos y con innumerables charlas y entrevistas. Estaba entregado desinteresadamente a otorgar poder a las personas desconocidas que provocaron grandes momentos. Esto era cierto cuando era un trabajador industrial y activista obrero, y desde los días, hace 50 años, en que era profesor del Spelman College en Atlanta, Georgia, un facultad negra que en gran parte estaba abierto a la pequeña elite blanca.
Cuando enseñaba en Spelman, Howard apoyó a los alumnos y alumnas que estaba a la vanguardia del movimiento en favor de los derechos civiles en sus primeros y más peligrosos días, muchos de los cuales llegaron a ser muy conocidos años después (Alice Walker, Julian Bond y otros) y que le querían y veneraban, como le ocurría a cualquier persona que le conociera bien. Y, como siempre, no se limitó a apoyarlos, lo cual ya era bastante raro, sino que también participó directamente con ellos y ellas en las campañas más arriesgadas, que no eran fáciles de emprender en aquella época, antes de que hubiera ningún movimiento popular organizado y ante la hostilidad del gobierno durante varios años. Finalmente, se inflamó el apoyo popular, en gran parte gracias a las valientes acciones de los jóvenes que hacían sentadas ante los mostradores de lugares donde se servían comidas, conducían autobuses de la libertad, organizaban manifestaciones, se enfrentaban al amargo racismo y a la brutalidad, y a veces a la muerte**.
Para principios de la década de 1960 estaba tomando forma un movimiento popular de masas, con Martin Luther King en un papel de dirigente, y el gobierno tuvo que responder. Como recompensa a su valor y honestidad, Howard fue expulsado inmediatamente del college en el que enseñaba. Unos pocos años más tarde escribió de forma regular en el Comité de Coordinación de los Estudiantes No Violentos SNCC (por sus siglas en inglés), la principal organización de aquellas “personas desconocidas” cuyas “innumerables pequeñas acciones” desempeñaron un papel tan importante en la creación de la corriente de opinión que permitió a Martin Luther King ganar una influencia significativa (como estoy seguro que él habría sido el primero en decir) y llevar al país a cumplir las enmiendas constitucionales de un siglo antes que teóricamente concedían derechos civiles elementales a los antiguos esclavos; al menos hacerlo parcialmente, pues no hay ni que insistir en que queda mucho camino por hacer.
Una influencia civilizadora
En el ámbito personal, llegué a conocer bien a Howard cuando fuimos juntos a una manifestación en favor de los derechos civiles en Jackson Mississippi (creo que) en 1964, que incluso en una fecha tan tardía fue una escena de un violento antagonismo público, de brutalidad policial e indiferencia, o incluso cooperación, con las fuerzas de seguridad por parte de las autoridades federales, a veces de un modo un tanto chocante.
Después de ser expulsado del college de Atlanta en el que enseñaba, Howard vino a Boston y pasó el resto de su carrera académica en la universidad de Boston, donde fue, estoy seguro, el miembro del campus universitario más admirado y querido, y el blanco de un amargo antagonismo y de una crueldad mezquina por parte de la administración. Sin embargo, en los últimos años, después de su jubilación, obtuvo el honor y el respeto públicos, que siempre habían sido abrumadores entre los alumnos, el personal de la universidad, gran parte de la facultad y la comunidad en general. Mientras estuvo ahí, Howard escribió los libros que le dieron una bien merecida fama. Su libro Logic of Withdrawal, de 1967, fue el primero que expresó clara y firmemente lo que muchos apenas empezaban a contemplar: que Estados Unidos no tenía derecho siquiera a pedir un acuerdo negociado en Vietnam, lo que dejaría a Watshington con el poder y un control sustancial del país que había invadido y que para entonces ya había destruido en gran parte.
En vez de ello Estados Unidos tenía que hacer lo que todo agresor debería hacer, retirarse y permitir que en cierto modo la población reconstruyera como pudiera a partir de las ruina y si fuera posible llegar a un mínimo de honestidad, pagar unas reparaciones masivas por los crímenes que habían cometido los ejércitos invasores, unos vastos crímenes en este caso. El libro tuvo una enorme influencia entre el público aunque a día de hoy los círculos cultivados apenas pueden comprender siquiera su mensaje, lo que indica el trabajo tan necesario que tenemos ante nosotros.
Es muy significativo que entre el público general de la época del final de la guerra, un 70% considerara la guerra “fundamentalmente equivocada e inmoral”, no un “error”, lo cual es una cifra notable considerando el hecho de que apenas se podía expresar una insinuación de este pensamiento en la opinión dominante. Los escritos de Howard (y, como siempre, su destacada presencia en protestas y en la resistencia directa) fueron un factor fundamental en la educación de gran parte del país.
En aquellos mismos años Howard también se convirtió en uno de los más destacados partidarios del movimiento de resistencia que se estaba desarrollando. Fue uno de los primeros signatarios del Llamamiento a Resistir a la Autoridad Ilegítima (Call to Resist Illegitimate Authority) y estuvo tan cercano de las actividades de [la organización] Resistir que fue prácticamente uno de los organizadores. También participó enseguida en las acciones de asilo que tuvieron un notable impacto para impulsar la protesta en contra de la guerra. Howard siempre estaba ahí donde se le necesitara (charlas, participación en desobediencia civil, apoyo a personas resistentes, dar testimonio en juicios).
“La historia desde abajo”
Aún más influyente a largo plazo que los escritos y acciones de Howard en contra de la guerra fue su imperecedera obra de arte, La otra historia de Estados Unidos, un libro que literalmente cambió la conciencia de una generación. En ella desarrolló con cuidado, lucidez y de forma exhaustiva su mensaje fundamental acerca del papel crucial de personas que siguen siendo desconocidas en llevar adelante la interminable lucha por la paz y la justicia, y acerca de las víctimas del sistema de poder que crea su propia versión de la historia y trata de imponerla. Posteriormente, sus “Voces” de la Historia del Pueblo, ahora una aclamada producción teatral y de televisión, ha llevado a muchas personas la palabras reales de aquellas personas olvidadas o ignoradas que desempeñaron un papel tan valioso en crear un mundo mejor.
El logro único de Howard en sacar las acciones y voces de personas desconocidas de las profundidades a las que habían sido confinadas mayoritariamente ha generado una enorme investigación histórica que sigue un camino similar, centrada en periodos críticos de la historia de Estados Unidos y que se vuelve también a otros países, lo que es muy bienvenido. No es algo completamente novedoso (anteriormente hubo investigaciones eruditas sobre temas particulares) pero no son en absoluto comparables a la amplia e incisiva evocación que hace Howard de la “historia desde abajo”, que compensa las omisiones críticas en cómo se ha interpretado y transmitido la historia de Estados Unidos.
El entregado activismo de Howard siguió, literalmente sin descanso, hasta el mismo final, incluso en sus últimos años, cuando padecía graves dolencias y una pérdida personal (aunque a duras penas se supiera cuando uno se encontraba con él o lo veía hablar incansable ante audiencias cautivadas por todo el país). Ahí donde había una lucha por la paz y la justicia, Howard estaba ahí, en primera línea, inagotable en su entusiasmo e inspirador en su integridad, compromiso, elocuencia y decencia pura. Resulta difícil calcular cuántas vidas de personas jóvenes y en qué grado se vieron afectadas por sus logros, tanto en su trabajo como en su vida.
Hay lugares en los que la vida y obra de Howard tuvieron una resonancia especial. Uno de ellos, que debería ser mucho más conocido, es Turquía. No conozco otro país en el que destacados escritores, artistas, periodistas, académicos y otros intelectuales hayan reunido un récord tan impresionante de valor e integridad en condenar crímenes de Estado e ir más allá para emprender la desobediencia civil para acabar con la opresión y la violencia, haciendo frente a una fuerte represión y a veces padeciéndola, para volver enseguida a la tarea.
Es un récord honroso, único que yo sepa, un récord del que el país debería estar orgulloso. Y uno que debería ser un modelo para otros, del mismo modo que la vida y obra de Howard Zinn son un modelo inolvidable, que con toda seguridad deja una huella permanente en la forma de entender la historia y en cómo se debería vivir una vida decente y honorable.
* A People's History of the United States, traducción al castellano de Toni Strubel, La otra historia de Estados Unidos, Hondarribia, Hiru, 2005, edición revisada y corregida por el autor.
** Howard Zinn habla de estos años y estas luchas en su libro Nadie es neutral en un tren en marcha, Hondarribia, Hiru, 2001
Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Es autor de varios libros políticos de gran éxito, incluyendo 9-11: Was There an Alternative? (Seven Stories Press), una versión actualizada de este clásico, que se acaba de publicar esta semana con un nuevo ensayo (del que este artículo es una adaptación) en conmemoración del décimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre.
Noam Chomsky. Una versión de este artículo se publicó originariamente en TomDispatch.com.
El dilema de Heinz
Kohlberg presentaba dilemas morales para estudiar e investigar el estadio evolutivo de las personas, de acuerdo con su teoría de que tanto las ideas como los comportamientos morales evolucionan en el hombre siguiendo unos estadios. Estos estadios van desde el "egoismo" y el "ojo por ojo", hasta una moral de valor universal en la que se respetan los derechos de los demás y la igualdad ante la ley de todos los humanos. Una ley construida y fundamentada sobre la justicia fraternal, lejos de la venganza. En las respuestas obtenidas y en su argumentación se manifiesta, según Kohlberg, claramente el estadio de desarrollo moral de las personas preguntadas. Uno de los ejemplos más conocidos es el «dilema de Heinz».
Es este:
«Una mujer se está muriendo de un extraño cáncer. Hay un fármaco que, al parecer de los médicos, puede salvarla, una forma de radio que un farmacéutico de la ciudad ha descubierto recientemente. Pero el farmacéutico cobra cuatrocientas cincuenta mil pesetas por una pequeña dosis, un precio muchas veces superior al coste del fármaco. El marido de la enferma, Heinz, pide dinero a amigos y familiares, pero no consigue sino la mitad del precio de la medicina. Heinz suplica al farmacéutico que le venda a precio más bajo o que le deje pagar más adelante. El farmacéutico se niega recordando que con mucho esfuerzo ha descubierto el fármaco y ahora quiere sacar beneficio. Finalmente, Heinz, en un ataque de desesperación, entra a la fuerza en la farmacia y roba la medicina que su señora necesitaba».
Heinz ha robado la medicina. Pero, ¿debía o no robarla? Se te ofrecen diferentes respuestas a este dilema. Señala a qué estadio de desarrollo moral corresponde cada una de ellas. (Para contestar al cuestionario automatizado y saber más sobre los estadios de desarrollo moral visita la página aquí)
Respuestas:
a) No, porque la ley es para todo el mundo; las leyes nos dicen qué está bien y qué no, la ley puede dar más importancia a la propiedad que a la vida.
b) No, porque se convertirá en un ladrón y, si le detienen, irá a prisión.
c) No, porque sus amigos no esperan de él un comportamiento de esta naturaleza.
d) No, porque los quebraderos de cabeza que tendrá no le convienen de ninguna manera.
e) No, porque hay unos acuerdos sociales y aunque ella tenga derecho a la vida, el farmacéutico tiene derecho a la libertad.
f) Sí, porque todo ser racional acepta que hay derechos que están por encima de todo: el derecho a la vida es más valioso que el derecho a la propiedad.
Ver la página original aquí. Y responde al cuestionario para conocer, de forma inmediata, tu estadio de evolución moral, según Kohlberg.
Es este:
«Una mujer se está muriendo de un extraño cáncer. Hay un fármaco que, al parecer de los médicos, puede salvarla, una forma de radio que un farmacéutico de la ciudad ha descubierto recientemente. Pero el farmacéutico cobra cuatrocientas cincuenta mil pesetas por una pequeña dosis, un precio muchas veces superior al coste del fármaco. El marido de la enferma, Heinz, pide dinero a amigos y familiares, pero no consigue sino la mitad del precio de la medicina. Heinz suplica al farmacéutico que le venda a precio más bajo o que le deje pagar más adelante. El farmacéutico se niega recordando que con mucho esfuerzo ha descubierto el fármaco y ahora quiere sacar beneficio. Finalmente, Heinz, en un ataque de desesperación, entra a la fuerza en la farmacia y roba la medicina que su señora necesitaba».
Heinz ha robado la medicina. Pero, ¿debía o no robarla? Se te ofrecen diferentes respuestas a este dilema. Señala a qué estadio de desarrollo moral corresponde cada una de ellas. (Para contestar al cuestionario automatizado y saber más sobre los estadios de desarrollo moral visita la página aquí)
Respuestas:
a) No, porque la ley es para todo el mundo; las leyes nos dicen qué está bien y qué no, la ley puede dar más importancia a la propiedad que a la vida.
b) No, porque se convertirá en un ladrón y, si le detienen, irá a prisión.
c) No, porque sus amigos no esperan de él un comportamiento de esta naturaleza.
d) No, porque los quebraderos de cabeza que tendrá no le convienen de ninguna manera.
e) No, porque hay unos acuerdos sociales y aunque ella tenga derecho a la vida, el farmacéutico tiene derecho a la libertad.
f) Sí, porque todo ser racional acepta que hay derechos que están por encima de todo: el derecho a la vida es más valioso que el derecho a la propiedad.
Ver la página original aquí. Y responde al cuestionario para conocer, de forma inmediata, tu estadio de evolución moral, según Kohlberg.
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