martes, 9 de abril de 2019

Aniversario Ucraniano: I) El cuaderno de Kíev

(Del 19 al 24 de febrero de 2014)

Hace cinco años culminaba, aupada por una revuelta popular apoyada por la OTAN, la operación occidental de cambio de régimen en Ucrania. Publicamos el relato periodístico de aquellas jornadas desde Kíev (I) y Odesa (II).

Tras casi tres meses de protesta en la plaza de Kíev (Maidán)y después de doce años de no haber pisado esta entrañable tierra, aterrizo en la capital de Ucrania el segundo día con tiros y muertos. Desde Berlín el asunto se veía así; ahora se trata de contemplarlo de cerca y en caliente. Este es el resultado

Miércoles 19 – Ucrania ha cruzado el límite de la sangre, algo que de por sí es una tragedia, porque desde la disolución de la URSS este país había demostrado una rara capacidad de resolver con pactos y consensos los pulsos y tensiones más agudos. 25 muertos, nueve de ellos policías, según los informes preliminares contienen una clara advertencia del potencial de violencia de esta enorme nación europea a la deriva entre dos imperios. Pero estos muertos no son desenlace de nada y más bien anuncian más muertos. Entre el aeropuerto y el centro la policía detiene a los camiones por si traen armas, pero el tráfico de coches es relativamente fluido. El taxista me pone a caldo a Viktor Yanukovich, el presidente del país.

Todo sigue abierto, la plaza sigue ahí en pie de guerra. En sus momentos más masivos ha congregado a unas 70.000 personas en esta ciudad de cuatro millones de habitantes. Entre ellos hay una minoría de varios miles, quizá cuatro o cinco mil, equipados con cascos, barras, escudos y bates para enfrentarse a la policía. Y dentro de ese colectivo hay un núcleo duro de quizás 1.000 o 1.500 personas puramente paramilitar, dispuestos a morir y matar lo que representa otra categoría. Este núcleo duro ha hecho uso de armas de fuego.

Las barricadas formadas con sacos llenos de nieve de diciembre se han deshinchado tras el brusco descenso de las temperaturas registrado en las últimas horas. Con la batalla de ayer, cuya responsabilidad imputa cada bando al otro, el gobierno ha avanzado algunas posiciones en las calles que conducen a las sedes del poder (Parlamento, Consejo de ministros, ministerios, sede de la presidencia…) algunos edificios están desastradas por la ocupación, o calcinados.

Fuera de la zona de los enfrentamientos la situación es de normalidad, aunque el metro está cerrado y los accesos a la ciudad sometidos a control para evitar la llegada de los autobuses con ciudadanos, sobre todo del oeste del país, que quieren unirse a la revuelta. En algunas carreteras se ha visto a centenares de esos voluntarios caminando hacia Kíev después de que la policía los hiciera bajar de los autobuses.

En ese contexto, los ministros europeos no vienen a mediar –son parte en este conflicto- sino a presionar; Frank-Walter Steinmeier, Laurent Fabius y Radoslav Sikorski (Alemania, Francia y Polonia), junto con la errática jefa de la política exterior europea, Lady Ashton, le apretarán los tornillos a Yanukovich, horas antes de que la UE examine su insensata propuesta de sancionar a los dirigentes ucranianos que no sirve más que para colocarlos contra las cuerdas y radicalizar sus decisiones. Esta mezcla de revuelta popular y de intento euro-atlántico de cambio de régimen a lo Milosevic, es una insensatez que juega con fuego.

La jornada del martes en Kíev fue una especie de 4 de octubre de 1993 moscovita. Aquel día Boris Yeltsin aplastó a su oposición tras un golpe de estado presidencialista que dejó más de un centenar de muertos, con el apoyo y aplauso de Occidente. Aquello fue una tragedia y al mismo tiempo un desenlace: tras la masacre la situación se estabilizó con el nacimiento del nuevo régimen autocrático ruso, que hoy administra el denostado Vladimir Putin. El 18 de febrero de Kíev con sus 25 muertos no promete estabilidad, sino todo lo contrario: nuevas turbulencias y violencias. El motivo es la general debilidad, tanto del poder como de la oposición.

El presidente Yanukovich está muy desprestigiado, sobre todo por el deterioro socio-económico y la corrupción que vive el país. Desde ese punto de vista no hay gran diferencia de fondo (sí de escala) entre el EuroMaidan y el 15-M o las huelgas generales griegas, de las que Bruselas abomina. Pero la oposición también es débil. Sus líderes, con el protegido de Merkel y boxeador Vitali Klichkó en primer lugar, son unos perfectos inútiles sin apenas control del movimiento popular, cuyo sector “radical” es una mezcla de ultraderechistas, gente valerosa y, probablemente, provocadores al servicio de poder y también del enigma. No tienen más programa que el “que se vaya Yanukovich”, cuyo programa, a su vez, es mantenerse en el poder. Más allá del más que comprensible cabreo hacia el gobierno, ¿cuál es el programa social y económico? Arseni Yatseniuk, otro de los líderes de la oposición es un hombre que cree en las recetas del FMI, universalmente fallidas desde América Latina hasta Europa y Rinat Ajmedov, el hombre más rico de Ucrania (propietario del apartamento más caro de Londres: 155 millones de euros), y otros magnates apoyan de una u otra forma, por acción u omisión, “la justa lucha ciudadana”. Hay que recordar que esta oposición ya estuvo en el poder, tras la “revolución naranja” del 2004 y que las cosas cambiaron muy poco. La deriva de Ucrania es un panorama de oligarcas y magnates al servicio de uno u otro imperio.

El país, como Rusia (y a otro nivel, la propia UE, por cierto), debe encontrar una vía no oligárquica de desarrollo sostenible. Si no lo hace hay un gran potencial de disgregación e incluso de guerra civil: este es un país bicéfalo que contiene dos civilizaciones, con diferentes religiones, identidades y lenguas. Ucrania necesita urgentemente una mediación bienintencionada, pero sus vecinos imperiales, el Imperio del Oeste, la UE, y el del Este, Rusia, son más problema que solución.

Al Oeste hay una torpe Alemania con ínfulas de liderazgo que está estrenando apenas su soberanía exterior. Horas antes de que en Kíev se escenificara la tragedia, Merkel recibía en Berlín el lunes a dos de los tres líderes de la oposición (el tercero es un antisemita ultraderechista que no es presentable). En lugar de desplegar un “soft power” benévolo y mediador, la UE baraja sanciones que solo servirán para arrinconar más al gobierno ucraniano (el siguiente paso nefasto sería amenazar con la siempre selectiva “justicia internacional).

Al Este, una Rusia que también presiona fuertemente porque ve en Ucrania una condición importante para su consolidación geopolítica, algo que Washington quiere impedir como sea. Pero así como Moscú está de acuerdo en solucionar el vínculo “comercial y económico” (lo que se llama la “integración”) en un foro tripartito, con los europeos y Ucrania (el gobierno de Kíev está por ello), Bruselas/Berlín no quieren hablar del tema. Es decir, todas las fuerzas exteriores actúan aquí negativamente, convirtiendo una situación difícil pero solucionable en un barril de pólvora. En Kíev se necesita urgentemente un mediador.

Jueves 20 – ¿Representa el Maidán a toda la nación?. La respuesta es no. ¿A toda la capital?, tampoco pero sí a una mayoría de su población. Hay mucha gente harta de la violencia. La jornada de tregua de hoy ha comenzado con disparos de ambos bandos que han dado lugar a una carnicería con varias decenas de muertos. Francotiradores han matado desde los tejados tanto a activistas de la oposición como a policías. Se ha visto una veintena de cadáveres de civiles. Los informes que se recogen al pie de las barricadas son confusos. A primera hora gana la sensación de que el poder está al caer, porque los manifestantes han avanzado las posiciones perdidas el miércoles, pero la jornada concluye con la sospecha de que una acción de fuerza de ese mismo poder tambaleante podría ser inminente. Entre una y otra percepción, varias docenas de muertos entre primera hora de la mañana y el mediodía. No hay mejor ilustración de la volatilidad de la situación y del polvorín en el que se ha convertido esta revuelta bendecida desde Occidente.

Converso con cuatro personajes de este drama en la esquina de la calle Institutska con Shokóvichna. Conforme me he ido acercando al epicentro de la batalla, disminuye el número de gente por la calle. A apenas diez minutos de aquí, el pulso de la ciudad fluye con completa normalidad, tráfico, comercios, peatones… Un detalle, los guardias de tráfico llevan fusil, por primera vez. Algo más abajo, varios miles de personas mantienen el frente en la plaza (Maidán). Maidán no es palabra eslava, sino turca. Recuerda que tres imperios se disputaron esta tierra históricamente; austro-húngaros, rusos y otomanos. Hoy el juego es entre dos, rusos y euro-atlánticos.

Desde que se cruzó la frontera de la sangre, hay mucha gente harta del desorden y harta del presidente, unos por considerarlo un calzonazos que no ha puesto orden, otros por considerarlo encarnación de todo lo que se ha deteriorado en el país en los últimos años, la corrupción, el nepotismo, sus negocios familiares, toda una manera de funcionar. Pero por antipático que sea, este presidente no es Mobutu: fue elegido en 2010 en unas elecciones limpias (según la OSCE) cuyo mandato concluye antes de un año. ¿Vale la pena toda esta sangre y la tragedia que contiene, por echar a Yanukovich un año antes? Los líderes de la oposición, sostenidos por Estados Unidos y la UE, creen que sí. Moscú, que sostiene y al mismo tiempo maltrata a sus socios ucranianos y no confía en Yanukovich porque le chantajeó con una venta a Occidente, apuesta por el no. Respecto al Maidán, parece un objeto incontrolado en el que los más brutos mandan cada vez más sin que los líderes de la oposición puedan imponerse.

Marina, funcionaria de uno de los museos del barrio gubernamental es muy crítica con Yanukovich, pero aún más con la violencia. “Es una cuestión de principio, cuando se empieza a matar, se acaban las razones”, dice. Tatiana, que tiembla tanto por el frío como por la tensión quiere que la autoridad corte de una vez con esta anarquía. Su marido es policía, dice que han disparado contra ellos y que ya no se puede aguantar, aunque hay muchos más civiles que uniformados muertos. Slava, joven historiador votante de “Svoboda” un partido nacionalista con conexiones ultraderechistas, dice que todo se solucionaría si Yanukovich se fuera y se convocaran elecciones anticipadas. Dice que no existe el peligro de que las regiones del Este y del Sur del país no aceptaran un nuevo poder y se abriera un proceso degenerativo para la integridad de este país bicéfalo, con identidades, religiones y lenguas diversas. Es el más optimista de los que encuentro y, desde luego, el más representativo, de la opinión de la buena gente que hay en la plaza.

En el país hay adversarios y partidarios del Maidán, la diferencia es que los segundos demuestran una “pasionarnost” (una pasión y una febril voluntad para realizarla) de la que los primeros carecen por completo. La gran mayoría de Ucrania que no quiere esto no se moviliza y contempla la situación desde la barrera. Las manifestaciones de apoyo al presidente que se han visto son asuntos de empresa organizados y subvencionados, una figura familiar y bien conocida en la ex URSS: Protestas sin alma.

Una conversación agradable y plural, la que mantengo con Tatiana, Marina, Slava y Viktor, éste último un veterano, si no fuera por su contexto. Bajo ruido de ráfagas de fuego real y junto a una barricada con camiones “Kamaz” completamente calcinados que han quedado fuera de la zona de combate. Detrás nuestro un Mercedes nuevo de trinca incendiado y más allá un grupo de ambulancias esperando intervenir en las muchas emergencias del día. Un agente de los cuerpos especiales explica que les han ametrallado desde la protesta. “Han matado a cincuenta de los nuestros”, dice, algo completamente exagerado pero que ilustra las ganas de la policía por cargar de una vez. El enfermero de la ambulancia confirma haber retirado a un herido de bala en la zona, pero no era policía, sino civil.

En Maidán y sus alrededores el adoquinado ha sido arrancado para aprovisionarse de proyectiles. Debajo aparece la tierra y el barro. En el vecino monasterio Mijailovski hay una especie de cuartel general que incluye una iglesia, la de San Juan Bautista, que ejerce de hospital de campaña. Un médico que sale a fumar explica que practican operaciones. Son las cuatro de la tarde y dice que le han traído diez heridos de bala, pero ningún muerto. Algunos heridos, cuya condición no es crítica, prefieren no ir a hospitales por miedo a que los fichen o cosas peores. Después de casi tres meses de protesta, que desde el 19 de enero es muy violenta en respuesta a la también violenta carga policial de aquel día, el verdadero milagro es que no haya habido mucha más sangre.

A las cinco de la tarde me repongo en una cafetería, ya fuera de la “zona cero”. La camarera me dice que van a cerrar excepcionalmente. Esperan medidas de fuerza para esta noche. Le pregunto qué le parece la situación y me dice que “no se puede disparar contra la policía”. “La gente está harta de todo esto”, dice. El gran peligro es la general debilidad. También las soluciones de fuerza se pueden volver contra el gobierno. Este país es sustancia inflamable. La jornada que comienza con la idea de que cae el gobierno, se cierra con la sospecha de una inminente acción de fuerza.

– Recapitulo: En el día de la tregua y del duelo por los muertos del martes, con las banderas a media asta en luto por las víctimas de las violencias de la víspera, es cuando más muertos se han registrado. Y cada vez hay más armas. La jornada empezó sobre las nueve de la mañana con una agresiva ofensiva de los grupos paramilitares de la plaza que rompió todo propósito de paz. “Los hemos echado hacia allá”, explicaba a medio día un activista de esa escena armado de casco y barra de hierro. Es verdad, los echaron, los arrollaron recuperando algunas de las posiciones y edificios perdidos en la jornada anterior. Por el camino tomaron más de sesenta policías “prisioneros”. La situación se hizo tan tensa que la sede del parlamento fue evacuada. Parecía que Maidán iba a tomar el poder. Entonces aparecieron los francotiradores.

El ministerio del Interior fue el primero en denunciar el hecho, diciendo que tiraban contra los policías. La oposición dijo que los baleados fueron ellos y un diario local ofreció un informe detallado cuya tesis era que los tiradores eran una docena de miembros de una unidad de élite con domicilio en la sede del consejo de ministros. El informe es una noticia en sí mismo, tanto si es cierta como si es una intoxicación, una “utka” como dicen aquí, que proviene de la cocina de los servicios secretos. Hay motivos para dudar de todo lo que se publica, y hay que observar los resultados: estamos sobre los 67 muertos, según cifras oficiales, entre ellos 13 policías desde el martes.

La policía, ahora sí, está recibiendo armas de combate. Hay muchos heridos de bala y los hospitales están llenos, dice la defensora del pueblo, Valeria Lutkovskaya. En trenes y vehículos se han confiscado alijos con destino a Kíev. Todos se acusan de todo. En círculos próximos al gobierno se constata que la plaza no quiere acuerdos, solo que se vaya el Presidente. En la plaza se acusa al Presidente, e incluso a Rusia, de estar detrás de los francotiradores. La plaza es un sujeto autónomo y sin aparentes problemas de dinero, se dice sugiriendo una fluida financiación, pero en el campo del gobierno hay brechas, diputados que se van del partido del presidente, y deserciones tan significativas como la del alcalde de Kíev. El poder está en el suelo y parece tan fácil tomarlo que nadie parece preguntarse por el siguiente paso: qué pasará después. Después de un hipotético cambio de gobierno, o después de un “restablecimiento del orden”.

Los tres ministros de la UE, Fabius, Steinmeier y Sikorski han mantenido consultas con el Presidente Yanukovich. Lo que debía durar hora y media, duró cinco horas e incluyó contactos con la oposición. Los ministros llegaron con una amenaza de sanciones en su cartera y se encontraron con decenas de muertos y con que el Presidente iba a declarar el estado de excepción. La reunión evolucionó en una dirección más constructiva. Una “hoja de ruta para salir de la crisis”, señalan fuentes diplomáticas occidentales. En el aire una propuesta de elecciones anticipadas este año que Yanukovich acepta, se dice. No todos están contentos con tal “concesión”. “Soy pesimista” (en el sentido de que Yanukovich no sea destronado para siempre jamás), nos dice el influyente eurodiputado alemán Elmar Broch, un halcón de la CDU de Merkel.

La UE no tiene plan ni programa. Lo único que ha hecho hasta el día de hoy ha sido pasear a más de veinte de sus políticos por el Maidán en solidaridad con una protesta que en cualquiera de sus países habría dado lugar a un estado de excepción “antiterrorista” de tomo y lomo hace muchas semanas. Desde que en 2008 se ideó el esquema para arrebatarle a Moscú nuevas influencias en la región, la UE actúa en el Este como un imperio. El acuerdo de integración ofrecido es, manifiestamente, una antesala para el ingreso del país en la OTAN. La UE actúa como un imperio ineficaz y torpe. Su credibilidad mediadora vale poco. Carl Bild, el ministro sueco neocón que está en el origen del plan de “integración” y que dice que el presidente ucraniano es el único responsable de todo lo que ha pasado aquí, fue acusado ayer por un conocido intelectual progubernamental de “tener las manos manchadas de sangre ucraniana”. Moscú, que ha enviado a uno de sus diplomáticos más capaces, el defensor del pueblo Vladimir Lukín, tampoco tiene credibilidad. No se trata tanto de Rusia (aunque en el Oeste de Ucrania también se trata de eso por claras razones históricas), sino de su régimen, del carácter siempre “sumergido” y elitario de las relaciones que el Kremlin mantiene con los políticos ucranianos. Hace falta una figura independiente y con autoridad que reúna a todas las partes y detenga esta peligrosa espiral de violencia.

Una diplomacia desmarcada del “o todo, o nada” (la practicada hasta ahora con enorme torpeza e irresponsabilidad por el eje Bruselas/Berlín/Varsovia, sobre un agresivo guión más americano que europeo) y que integrara a Rusia, contribuiría a disminuir muchas tensiones. Ucrania es un país clave para Rusia, en gran parte forma parte de la Rusia histórica, que nació en Kíev en el siglo IX, y el intento de hacerla elegir entre uno y otro imperio contiene serios riesgos de violencia y desintegración territorial, por la sencilla razón de que la mayoría de los ucranianos se sienten vinculados a Rusia, algo que está mucho más allá de la política. Ignorar ese dato es criminal. Mientras en Moscú hay plena conciencia de ese factor, en Bruselas y Berlín se prefiere jugar a la ruleta rusa con el espectro de una nueva Yugoslavia.

Viernes 21 – El poder se descompone en Ucrania, donde se está incubando desde hace semanas el conflicto Este/Oeste más grave y peligroso desde el fin de la guerra fría. La Unión Europea ha forzado un frágil acuerdo nacional que supone la capitulación del Presidente Yanukovich, que en noviembre se negó a firmar un acuerdo de integración en la órbita de Berlín y Bruselas. Esta capitulación tiene como única virtud la de que, por lo menos, dibuja un respiro en la trágica espiral de violencia de los últimos días: Por primera vez desde el martes, hoy no ha habido muertos en Kiev.

Arbitrado por los tres ministros de exteriores de Alemania, Francia y Polonia, el acuerdo contempla el regreso a la constitución de 2004, medida que el Parlamento aprobó inmediatamente casi por unanimidad y que significa una importante reducción de los poderes del presidente, así como el compromiso de formar en un plazo de diez días un “gobierno de unidad nacional” en el que dominarán las fuerzas pro-occidentales. Para antes de septiembre se completará una reforma constitucional y no más tarde de diciembre deberán celebrarse elecciones presidenciales.

El Presidente, que contaba con el apoyo de Moscú, y sus adversarios, los tres líderes de la oposición apadrinados por la Unión Europea y Estados Unidos, apelan a acabar con la violencia, exigen una “entrega de armas” en 24 horas y se comprometen a investigar las violencias de los últimos días en los que han muerto unas setenta personas, incluidos trece policías. Una amnistía entrará en vigor, pero solo hasta hechos anteriores a esas muertes. No habrá estado de excepción.

Paralelamente, en una serie de votaciones meteóricas, el Parlamento destituyó al ministro del interior, Vitali Zajarchenko, “por violación de la Constitución con el resultado de muerte de personas”.

El acuerdo no ha sido rubricado por el diplomático enviado por Moscú, Vladimir Lukín, un especialista en firmar derrotas. En 1996 Lukín participó en la firma de la paz de Jasavyurt, que puso fin a la primera guerra chechena con un acuerdo que humilló a Rusia y abrió la puerta a la segunda guerra en el Cáucaso del Norte. Lukín hizo ayer una declaración errática, calificando el acuerdo ucraniano de “incompleto pero útil”. En realidad es una derrota de la pésima política de Moscú en esta jugada que afecta a su entorno geopolítico más delicado y vital.

La capitulación de Yanukovich, que ayer parecía preparar un más que incierto estado de excepción, ha sido resultado de la doble pinza entre la calle y las potencias occidentales. Amenazado con sanciones por los ministros europeos, el presidente pudo recibir ciertas garantías de que no se le aplicará la habitual segunda vuelta de tuerca contra los adversarios de Occidente más reticentes: la persecución penal a cargo de los selectivos “tribunales internacionales”.

La intervención, el jueves, de misteriosos francotiradores que tirotearon a la gente en el centro de la ciudad, uno de los habituales capítulos de la serie negra que suele acompañar este tipo de crisis extremas, es una espada de Damocles para Yanukovich. En Rumanía aún se discute quienes eran y por encargo de quien actuaban los francotiradores que hace más de veinte años mataron a la gente en Bucarest durante el derrocamiento de Nicolae Ceaucescu. Algo parecido pasa en Moscú a propósito de los tiroteos de manifestantes durante el golpe de Estado de Boris Yeltsin de octubre de 1993. En Kíev ese mismo misterio se pretende haber resuelto en pocas horas y hasta se presentan fotos y grabaciones. Habrá que ver…

Ucrania, un país que, a diferencia de vecinos como Bielorrusia y Rusia, se caracterizaba por su capacidad de consenso y equilibrio, y por haber evitado siempre la violencia, ha entrado en una nueva etapa. El acuerdo de ayer no es punto final. Su fragilidad estriba en que por un lado las autoridades, “han perdido el control del país”, en palabras del ex vice jefe de la seguridad del Estado, Aleksandr Skipalki, y que por el otro los líderes de la oposición han perdido el control de la revuelta popular. Cuando esos líderes anunciaron ayer tarde el acuerdo en la plaza central de Kiev, fueron silbados y abucheados y con suerte tienen detrás suyo a la tercera parte de la población de Ucrania. Miembros del grupo fascistoide “Pravy Sektor” irrumpieron en el escenario cuando esos líderes explicaron el acuerdo alcanzado. La plaza pide la destitución inmediata del Presidente y su castigo. “No es por venganza, sino por justicia”, nos dijo un activista en la plaza. Muchos creen que el acuerdo es una traición a los muertos de los últimos días. En cualquier caso, el cambio de figuras ya ha comenzado.

Es la hora de gente como la ex primera ministra, Yulia Timoshenko, encarcelada por corrupción, millonaria y líder del partido que más apoyos encuentra en Washington y en Europa. El parlamento abrió ayer la puerta de su celda por el procedimiento de anular los artículos que contemplan su delito. Ahora solo falta una decisión judicial para sacarla de la cárcel, explicó su abogado, Sergei Vlasenko.

Otra figura en alza es la del magnate Piotr Paroshenko, el quinto hombre más rico de Ucrania. Paroshenko patrocinó la “revolución naranja” que llevó al poder a Timoshenko, fue ministro de exteriores en 2009 y abogó por un ingreso de Ucrania en la OTAN “en uno o dos años”. “Con voluntad política, es posible”, dice. Propietario del quinto canal de televisión, uno de los muchos medios de descarada propaganda en sintonía con el Imperio del Oeste (ofrece informativos preparados por La Voz de América, mientras la televisión rusa –muy vista en el Este y el Sur hace lo mismo pero con signo contrario), Paroshenko mantuvo conversaciones el pasado enero con el estado mayor euroatlántico en la Conferencia de Seguridad de Munich, máximo cónclave anual del complejo político-militar occidental.

En varias regiones las guarniciones militares han llegado a acuerdos con la población local para que ésta impida cualquier movimiento de tropas bloqueando trenes, como pasó en ayer en Dniepropetrovsk. El aparato de Estado está descompuesto. Hay sedes del gobierno ocupadas y asaltadas en Jmelnitski, Uzhgorod, Ternopol, Ivano-frankovsk y Lvov. Se han asaltado depósitos de armas y unidades policiales se han pasado al bando de enfrente. Policías de Lvov llegaron ayer tarde de por libre a la plaza de Kíev. El pacto de ayer ha sido un bendito respiro para detener la masacre, pero el futuro inmediato es una incógnita. Respecto a su contexto más amplio, es inequívoco: aquí se está incubando el conflicto europeo más grave y peligroso desde el fin de la guerra fría. Confundirlo con una película de Hollywood de buenos y malos es perder de vista lo esencial.

– La victoria del Narod.Maidán huele el principio de la capitulación de su adversario. Hoy ha hecho sol en Kíev. En la plaza la jornada olía al principio de la capitulación del adversario: el gobierno y su presidente. El sujeto de Maidán es el pueblo, narod en ucraniano. En ruso pueblo también se dice narod, pero el término contiene caracteres y rasgos de una cultura política indudablemente emparentada pero muy diferente de la rusa. No hay contradicción. Ocurre en las familias, donde hermanos físicamente parecidos pueden presentar caracteres muy diferentes. “Parece mentira que sean hermanos”, se dice.

Mientras los héroes de la historia secular rusa son zares, generales y políticos, gente de Estado e Imperio, como Pedro el Grande, Catalina II o el general Kutúzov, en Ucrania aparecen personajes de una épica completamente diferente; atamanes cosacos, hombres libres “republicanos” cargados de ideales y actitudes libertarias, vinculados a la lucha por una vida libre en proto-estados y territorios de los límites de una estepa infinita (Ucrania significa, precisamente, algo así como “en el límite”, “junto a la frontera”) y en quijotesca lucha contra adversarios mucho más poderosos. Figuras como el Cosaco Mamai, que luchó contra la Orda de Oro en el siglo XIV, Bogdan Jmelnitski, caudillo enfrentado sucesivamente a turcos, polacos y rusos.

En la Galería Tetriakov de Moscú hay un cuadro del gran pintor ruso Iliá Repin, “Los cosacos de Zaporozhia escriben al Sultán”, se titula, que expresa ese desafío libertario al poder instituido, lleno de desparpajo y fraternidad. No es historia, es presente. En Maidán, en medio de esa enorme expresión de autoorganización y autonomía social, se ven carteles con la figura del Cosaco Mamai, retratos de Jmelnitski y hasta un grupo de tipos rapados al cero y con coletas ataviados al uso cosaco del siglo XVII que son el vivo retrato de los personajes del cuadro de Repin.

Hoy es el día del merecido homenaje a este narod, a todo él con sus diversos rostros, actitudes y posiciones políticas; la estudiante ingenua, el ama de casa madura, el paramilitar de extrema derecha, el señor normal y corriente del montón harto de un sistema degradado e injusto. Ha hablado con decenas de ellos. ¿Cómo resumir sus opiniones, sus historias personales, sus esperanzas? Si hubiera que establecer algún denominador común, sin duda sería el de cierto sentido de la dignidad.

Durante tres meses, decenas de miles de ciudadanos han dicho “basta” y han aguantado el tipo aquí, demostrando una voluntad y un tesón ejemplar. Los brutos de diversa ideología, con predominio del nacionalismo ultra, que aportan el músculo a la revuelta popular no son particularmente simpáticos, pero sin ellos el Maidán, simplemente, no habría sido posible, porque habría sido barrida por la policía en diez minutos. Estos grupos han ejercido una tremenda e ilegal violencia (entre los 70 muertos de los últimos días hay 13 policías, dato central que no puede perderse de vista), que en cualquier país europeo habría sido inmediatamente declarada “terrorista” y aplastada. Europa y América han bendecido, financiado y teledirigido todo esto, que no comenzó el pasado noviembre, sino hace más de veinte años con la disolución de la URSS. Desde entonces Estados Unidos se ha gastado en Ucrania más de 5.000 millones de dólares en promover el “cambio de régimen” vía organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación y compras de lealtades, explicó hace poco la vicesecretaria de Estado de EE.UU. Victoria Nuland.

Todo eso, que es fundamental para comprender lo que pasa aquí, apenas cambia la esencia del impulso ético de este narod contra la corrupción, la injusticia y la oligarquía, perfectamente equiparable a la de los movimientos sociales del resto de la Europa en crisis. Este narod, sus brigadas de choque, han disparado, matado e incendiado. Tal es la legitimidad de las revueltas y revoluciones populares. Nadie está vacunado contra esto en el resto de Europa. La violencia no es una figura del pasado, es la fiebre de las luchas de la historia.

Ucrania no está saliendo de una crisis, está entrando en ella. El resultado de esta mezcla de revuelta popular y golpe de Estado es incierto y dibuja enormes peligros. Al final, como ya sucedió en la última “revolución naranja” de 2004, todo puede acabar en un mero cambio de figuras oligárquicas; las que se orientan a Moscú son relevadas por las que lo hacen hacia la OTAN.

“En cualquier caso, los oligarcas que tomen el relevo, tendrán que temer al narod, replica Olga una jurista con casco de sanitario, la única oriunda de Kíev de todo un corro de defensores de la plaza dominado por “Galichany” de Ucrania Occidental. Suena bien, pero si la próxima vez el narod se levanta y en lugar de padrinos exteriores tiene adversarios en Europa y en la OTAN, será aplastado en nombre de la “defensa de la democracia”. Ocurrió en Moscú en octubre de 1993, con más de un centenar de muertos.

Sábado 22- Asoma el cisma de Ucrania. Kíev destituye al Presidente con el que se acababa de pactar bajo presión europea, cambia la Constitución y convoca elecciones. El Presidente habla de “golpe de estado nazi” desde el Este del país, donde se reúne un congreso alternativo de adversarios del cambio. “Me han presionado, pero no pienso dimitir”, dice Yanukovich. En el país asoma el fantasma de un doble poder con diversos centros y legitimidades enfrentadas que todos dicen querer evitar.

En Járkov, la segunda ciudad de Ucrania, en el Este, 3.477 diputados de todos los niveles de la Ucrania más rusófila han declarado ilegítimas las decisiones de Kíev, adoptadas, dicen, “en condiciones de terror, amenazas, violencia y muerte”. El espíritu conciliador del acuerdo de capitulación de Yanukovich, firmado el viernes por gobierno y oposición, y garantizado por la Unión Europea -pero no por Rusia que eludió firmarlo- se ha convertido en papel mojado en menos de 24 horas.

La asamblea de diputados de Jarkov ha llamado a los ciudadanos a que se organicen para resistir al cambio de régimen de Kíev y “cooperen con las fuerzas del orden locales”. A la reunión de Jarkov asistieron observadores de la Duma de Rusia así como varios gobernadores de regiones rusas limítrofes, que se mostraron discretos y contenidos. Varios observadores consultados en Kíev y Moscú no excluyen en absoluto que esta situación se pudra y degenere en violencias.

Tanto la sesión de Kíev como la de Jarkov, comenzaron con declaraciones de ambos bandos alertando contra la división del país, una figura familiar y dramática en la historia de Ucrania, cuyas guerras civiles siempre tuvieron diversas capitales enfrentadas. Todos parecen ser conscientes de la peligrosidad de la situación y de lo que está en juego: la integridad territorial del país. Tanto en Moscú como en Washington los “expertos” hacen quiméricas quinielas con propuestas de “federalización” de Ucrania, que separen a quienes quieren vivir mirando hacia el Este de los que prefieren mirar al Oeste, sin que se sepa muy bien por donde debería discurrir la línea geográfica divisoria. Tanto en el Este de Ucrania como en el Oeste, hay importantes minorías de partidarios y adversarios del cambio efectuado. Esas minorías se activarían inmediatamente en caso de “federalización”. Estoy pensando en los tártaros de Crimea (furibundos adversarios de Rusia) en el Este, o en los rutenos que forman parte de la Galitzia, en el Este, pero hay muchos más.

En Kíev las brigadas paramilitares de la revuelta, con un gran componente de partidos de extrema derecha, han tomado el control del barrio gubernamental donde se encuentran las sedes del parlamento, del gobierno y de la presidencia. Los policías han desaparecido por completo del centro de la ciudad, donde por segundo día consecutivo no se ha derramado sangre, aunque sí hubo intentos de linchamiento de diputados adversarios. El presidente Yanukovich ha huido de Kíev.

En manos de la oposición y en ausencia de muchos diputados del antiguo partido gubernamental, el parlamento cambió sus fichas después de cambiar de constitución; nombró como presidente de la cámara a Aleksandr Túrchikov, mano derecha de la ex primera ministra Yulia Timoshenko, y como nuevo ministro del Interior a Arsen Avakov, también miembro del partido de Timoshenko, Batkivshina. A continuación se aprobaron en batería la destitución de Yanukovich (“autodestituido por sus formas anticonstitucionales”, se dice), la convocatoria de elecciones para el 25 de mayo y la puesta en libertad de Timoshenko, que salió del hospital penitenciario de Jarkov en silla de ruedas por la tarde y llegó a Kíeven avión privado a las 19,30.


Insisto: El movimiento que acaba de tomar el poder representa solo a una parte del país. Faltaba solo un año para que Yanukovich concluyera su mandato, pero la degradación económica del país, el escandaloso exceso de corrupción y nepotismo, el inesperado y mal explicado rechazo de un económicamente catastrófico acuerdo de integración con la Unión Europea y el decidido apoyo político internacional de Berlín, Washington y Bruselas, que vieron en la coyuntura una posibilidad de cambio de régimen para instalar en Kíev un gobierno a su medida, azuzaron el movimiento popular de noviembre, que se fue radicalizando y haciendo cada vez más violento conforme el poder titubeaba entre la represión y las concesiones, ofreciendo una desastrosa imagen de debilidad. El episodio de los francotiradores ha sido decisivo.

La violencia de esta semana, iniciada pocas horas después de que la canciller Angela Merkel recibiera en Berlín a los líderes de la oposición, reiteradamente bendecidos por el establishment político-militar euroatlántico al completo en la reciente Conferencia de Seguridad de Munich, supone una trágica frontera para Ucrania, donde el consenso siempre había hasta ahora superado sin sangre todas las desavenencias políticas de este país de civilización bicéfala y obligado por su propia identidad a mantener complicados equilibrios entre Rusia y Occidente. Que este cuadro, con la inquietante perspectiva que contiene, fuera definido hoy como “momento histórico” y “situación fluida” por el alemán Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, dice mucho sobre la actual política europea.

Yulia Timoshenko, que ya anuncia su candidatura a las presidenciales convocadas para mayo, pronunció su primer discurso en libertad al filo de las nueve y media de la noche ante varias decenas de miles de personas en la gran plaza de Kiev. “Nuestros héroes no han muerto”, dijo sentada en una silla de ruedas y anunciando que se levantará un monumento a su memoria. “Lloré y recé por vosotros”, dijo en un tono apasionado, pero no suscitó el menor entusiasmo en la masa. Consciente de que el movimiento se niega a abandonar la plaza, dijo, “no abandonéis éste lugar, vosotros sois la garantía de que se cumpla lo acordado”. “Con vuestro valor, sangre y heroísmo, os habéis ganado el derecho a gobernar Ucrania”, añadió.

La ex primera ministro prometió que se castigará a los responsables de las violencias “con todo el rigor de la ley y en un juicio severo”. “Por otro lado”, añadió, “no podemos vivir con odio y agresividad en el corazón. Necesitamos curar las heridas y encontrar el coraje, el amor y la responsabilidad para restablecer el país y devolver a la gente la paz y la tranquilidad”.

-Judíos asustados. El festival de grupos de extrema derecha violentos de la plaza asusta a la comunidad judía de Kíev. Moshe Reuven Azman, uno de los rabinos de Ucrania, ha aconsejado a la comunidad judía local a abandonar la capital e incluso el país. “No quiero tentar al destino”. Citado por la prensa de Israel. Desde Berlín me dicen que los medios germanos han pasado sobre este informe con gran discreción. Sin relacionarlo con nada. Ucrania fue uno de los principales escenarios del escenario del holocausto hitleriano.

– ¿Por qué Rusia pierde siempre?. La batalla por Ucrania viene de lejos. En su último capítulo histórico comenzó en el mismo momento en el que se disolvió la URSS, en 1991. Más de dos décadas después, aquellas fracturas tectónicas aún se están asentando. En ese periodo, en el espacio potsoviético ha habido guerras, convulsiones y revoluciones coloreadas en las que, en mayor o menor medida, se han vivido pulsos entre Occidente y Rusia. En el Báltico, en Asia Central y en Transcaucasia, Moscú ha ido perdiendo posiciones, una tras otra. Sus “victorias”, en Abjazia y Osetia del Sur, por ejemplo, han sido defensivas. Preservar algunos jirones ¿Por qué pierde siempre Rusia?

La pregunta es pertinente ahora, cuando lo que se dibuja en el firmamento es una derrota que marca una línea roja decisiva e inadmisible para Moscú: correr la frontera de la OTAN hasta territorio ruso.

Más allá del propósito general de echar al adversario de sus patios y ampliar su propio corral, la política occidental no tiene calidad ni visión. Hay en ella mucha chapuza y aún más irresponsabilidad, pero entonces, ¿por qué gana? No es la agresividad occidental, sino la debilidad rusa la que explica la situación. Y la clave de esa debilidad reside en el propio sistema ruso de poder.

Mantener unas buenas relaciones con las ex repúblicas de la URSS era, y es, la gran prioridad de Moscú pero no funciona. Con algunas no es fácil por “razones históricas”, podría decirse -el caso de las repúblicas bálticas. Con otras se podrían mencionar “diferencias culturales”, el caso de los países de Asia Central, pero ¿cómo explicar los continuos malentendidos y recelos del Kremlin con bielorrusos y ucranianos? El poder autocrático ruso, el samovlastie, aunque sea mucho más suave que el de los zares o el de la URSS, es incapaz de desarrollar relaciones de confianza incluso con aquellos de sus vecinos más directamente emparentados con quienes comparte historia, cultura y destino común. El caso de Ucrania es ejemplar.

La gran mayoría de los ucranianos se sienten próximos a Rusia por ese parentesco, pero el poder ruso no interactúa con las sociedades sino con grupos locales elitarios. Moscú no ofrece un modelo amable y atractivo a sus hermanos. El Kremlin no reconoce la autonomía social y ni siquiera la entiende. Sin eso no hay acción social ni intervención política posible en una sociedad moderna. Los interlocutores de Rusia en Ucrania son un puñado de magnates. Sus partidos, el “Partido de las Regiones” de Yanukovich, por ejemplo, son infraestructuras artificiales sin alma construidas desde arriba. Los anhelos e intereses de la clara mayoría de la sociedad ucraniana vinculada hacia Rusia y que tiende hacia ella, apenas aparecen en el radar del Kremlin. Eso explica que esa mayoría pueda ser ninguneada y arrollada tan fácilmente por una minoría cargada de “pasionarnost” y mucho más organizada que tiene sus bastiones en el Oeste del país.

También en el bando ucraniano más nacionalista y pro Otan hay magnates corruptos, pero a diferencia del Kremlin, esos magnates y los padrinos euroatlánticos que los sostienen interactúan con la sociedad. Su propaganda y su acción política es mucho más dinámica y eficaz. Y venden un “sueño europeo”. ¿Cuál es el sueño del Kremlin? Sin reconocer y entender la autonomía social, Moscú está condenado a perder siempre.

Esa es la gran debilidad del poder ruso y actúa también de puertas adentro. Cuidado con Rusia porque comienza a lanzar señales de Maidán. Algún día habrá una revuelta social en Rusia en la que la ciudadanía exigirá otro tipo de relaciones, otro tipo de sistema socio-económico y otro tipo de poder, y el Kremlin no sabrá qué hacer porque no entenderá nada: un poder ciego y anticuado, casi patrimonial en sus relaciones internas, no sabrá cómo reaccionar. Solo la sociedad rusa puede cambiar eso. Esperemos que pacíficamente.

Domingo 23- En la Laura de Kíev. El movimiento de la Plaza de la Independencia de Kíev, el Maidán, tiene un gran apoyo popular en la capital ucraniana de cuatro millones de habitantes. La gente de la plaza y diversos expertos dicen que el movimiento cuenta con un apoyo de hasta el 70% en la ciudad. Lejos de la plaza la temperatura de ese apoyo baja manifiestamente en el termómetro popular. Frente a las opiniones del Maidán, las de la gente que circula este domingo por la Laura de Kíev, uno de los lugares santos de la religión ortodoxa, son mucho más matizadas. Tampoco representan al conjunto de la ciudad, de la misma forma en que Kíev no representa al conjunto de Ucrania, pero dan una idea de una realidad mucho más compleja, matizada y diversa de lo que se sugiere. Declarado patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el monasterio se adscribe al Patriarcado de Moscú. Es muy significativo que incluso aquí se recojan opiniones favorables al movimiento, aunque no sean mayoritarias.

Todo empezó en este lugar, sobre este meandro del Dniepr, en el siglo IX. La Rus de Kíev fue el primer estado ruso, patrimonio común de rusos, bielorrusos y ucranianos. Históricamente Rusia comenzó en Ucrania. Abordamos a la gente; opinión sobre el Maidán, responsabilidades por la sangre derramada y expectativas:

(Igor, unos 45 años. No declara profesión) “Estoy en contra del Maidán pero (el presidente) Yanukovich ha sido el responsable de permitir que la situación llegara a estos extremos. Detrás de todo esto están los magnates. Hay que unir a todos los eslavos porque de lo contrario se derramará aún más sangre y los resultados serán nefastos. Rusos, bielorrusos y ucranianos somos pueblos hermanos y eso está muy por encima de la política. No se trata de Putin y Lukashenko, se trata del pueblo, de todo lo que nos une por los siglos. “Me asombra la actitud de los políticos occidentales. Apoyaron a gente criminal como (el presidente georgiano) Shakashvili que bombardeó con sistemas de artillería en salvas a la población civil de Tsjinvali (Osetia del Sur) sin decir ni pío. Con Timoshenko no cambiará nada, es la peor posibilidad, los magnates de siempre vuelven a repartirse el poder. El pueblo no tendrá nada qué ver. Se cambia unos magnates por otros. Estoy por el renacimiento nacional de Ucrania y por su unidad, pero las tendencias de las regiones del Oeste son muy peligrosas, un nacionalismo de tipo fascista”.

(Larisa, pedagoga unos 35 años) “Apoyo el Maidán, pero lo que ha pasado ha sido muy malo. Ha muerto gente. El pueblo necesita paz y tranquilidad. ¿Quién es responsable de las muertes? Todos son culpables. Vemos el futuro con pesimismo, porque no hay unidad, todos se acusan entre sí. Ayer hubo jornada de duelo, rezamos porque Dios nos dé buenos dirigentes que se ocupen de la población. Nadie quiere una guerra”.

(Gregori y Tatiana, madre e hijo, ella contable, él masajista) “Estamos en contra del Maidán, por eso hemos venido hoy a rezar”, dice la madre. ¿Quién tiene la culpa?, “Occidente, especialmente América”, dice el hijo. “Y la Unión Europea”, añade la madre. El futuro: “hay un mandamiento bíblico que dice que no matarás a tu hermano”. “El país se va a dividir”.

(Valentina y Sergei, jubilados)

“Naturalmente que estamos a favor del Maidán. Hace tiempo que había que hacer algo. El responsable por el derramamiento de sangre es aquel que tenía posibilidades e instrumentos para evitarlo: el gobierno corrupto. ¿Hacia donde va el país?, esperemos que a Europa, dice ella. “Hacia un mayor estado de derecho, por lo menos hay una gran esperanza en que se vaya hacia algo mejor”, dice él.

(Pareja joven, Vladimir y Vika. Él profesor de educación física, ella esteticien)

“La valoración es ambigua. En Maidán hay cosas positivas y negativas. La violencia ha sido muy negativa y los responsables por el derramamiento de sangre no están claros. ¿Quién está detrás de los francotiradores? Es algo sobre lo que no hay manera de aclararse. La división del país sería un desastre, esperemos que se evite”.

(Aleksandr, paleta, unos 25 años)

“Estoy a favor del Maidán, pero no necesitamos ninguna Europa, ni tampoco a Rusia; nosotros solos. Los culpables de la violencia son quienes estaban detrás de ella. Nadie lo sabe con exactitud, pero el pueblo lo aclarará.”

– Peregrinaje dominical a Mezhigorie, residencia del presidente huido de Ucrania en los alrededores de Kíev. La víspera, la televisión del magnate atlantista Piotr Paroshenko (su nombre suena como primer ministro) ha mostrado imágenes de la casa. Se busca una narrativa a la Ceaucescu, pero no se ha encontrado ni el retrete de oro de este dictador que ganó en 2010 unas elecciones limpias cuando era el político más popular del país, ni el armario de los zapatos de Imelda Marcos.

La casa no tiene nada de particular más allá del habitual mal gusto de los nuevos ricos de Eurasia; mucho dorado de Valencia, unas jaulas con animales en el recinto, estanques, una botella de champagne (ni siquiera francés) en el mueble bar de la sala de sesiones y otras banalidades. El lugar ni siquiera era propiedad de Yanukovich. Forma parte del patrimonio del Estado y el Presidente, que es un millonario, se lo acondicionó. Pero las imágenes de la tele son demoledoras: esta riqueza habla de un desenfreno choricero para el que no hay pan ni en el granero de Europa que es Ucrania. Lo poco que le podía quedar de prestigio a Yanukovich tras las violencias de esta semana se ha ido definitivamente al garete con estas imágenes. La noticia de que el recinto estaba abierto ha excitado el morbo popular: la gente ha venido de excursión en masa a fisgar desde la capital y provincias. En los accesos al lugar se forman enormes atascos de tráfico.

La obligada escenificación mediática de estas ambiguas revoluciones tampoco fue redonda anteanoche en la plaza. En lugar de a un Nelson Mandela la “revolución” ucraniana tiene a…Yulia Timoshenko en silla de ruedas (¿la necesita, o es comedia?) y con trenzas. Timoshenko llegó en avión privado desde el hospital penitenciario de Jarkov en el que estaba encerrada por corrupción. Justo para el telediario. Su presencia y su discurso atraen a unas 50.000 personas, pero en la plaza no hay ni rastro de pasión. No es aclamada. En su entorno y en su partido, ya hay claros codazos de rivalidad. Viene de dos años de cárcel pero ya gobernó este país. Y la gente se acuerda. Timoshenko quiere entrar en la OTAN y se lleva bien con Putin, interesante combinación. Al día siguiente, junto al edificio del Parlamento, se organiza un piquete de protesta con carteles, con las fotos de Timoshenko y su adversario, el presidente huido, unidas por el signo de igual y unas flechas que ilustran el intercambio de figuras. “La gente no ha muerto por esto”. “Transparencia”, se pide. La escenificación habitual de una revolución diáfana ha pinchado manifiestamente en Ucrania.

– En Crimea algunos incidentes menores junto al ayuntamiento de Kerch, con colocación de la bandera rusa en el ayuntamiento. Más de 20.000 manifestantes anti Maidán en un mitin en Sebastopol, ciudad de todas las glorias militares rusas que forma parte de Crimea y por extensión de Ucrania. Luto en el entierro de dos de los muchos policías que han muerto a tiros en Kíev. Gran manifestación en Odesa (varias decenas de miles) al grito de “Odesa, ciudad heroica” (por su resistencia contra los nazis) y “El fascismo no pasará”.

La península “forma parte de las regiones del país que no están de acuerdo con lo ocurrido en la capital y que contienen un conflicto que puede llegar a ser muy peligroso”, me dice Ievgen Kurmashov, uno de los expertos del Instituto Gorshenin de Kiev. En la península conquistada por Catalina II al turco que Nikita Jrushov regaló caprichosamente a Ucrania en los años sesenta, el “escenario de Abjazia” (Georgia) es posible, dice Kurmashov: las autoridades locales piden a Rusia que anexione el territorio. “No hace falta ni una intervención militar: la flota rusa del Mar Negro ya está allá (en régimen de alquiler)”, señala el experto. En el peor escenario, una escisión del ejército ucraniano sería catastrófica, “la decisión sobre a qué bando apoyar recaería sobre los mandos locales, lo que podría crear una situación peligrosísima”, dice Kurmashov que está francamente alarmado.

– Revancha contra la lengua rusa. El parlamento ucraniano anula la ley que regula la cooficialidad de la lengua rusa, vigente desde hace dos años en la mitad oriental del país y que fue clave en la victoria electoral del huido y depuesto presidente saliente, Viktor Yanukovich, en las elecciones de 2010. La decisión, sumamente desestabilizadora, afecta a los derechos básicos de millones de ucranianos de habla rusa, y contribuirá a los preocupantes procesos de cisma y división que los cambios políticos han abierto en el país.

El 26,6% de los más de 45 millones de ucranianos declaran el ruso como lengua materna en el último censo disponible. En zonas históricamente rusas y de gran población rusa ese porcentaje es mayoritario, por encima del 60% en Crimea. Ucrania contiene además minorías que hablan otras 17 lenguas, entre ellas las más importantes el rumano y el húngaro.

La ley que se ha derogado permitió a los gobiernos locales y regionales dar estatuto de cooficialidad a todas esas lenguas allí donde fueran usadas por más del 10% de la población. Había entrado en vigor en agosto de 2012 y desde entonces ha sido aplicada con gran éxito a favor de la lengua rusa en cinco regiones y nueve grandes ciudades del país, y en otras ciudades y localidades en beneficio del rumano (moldavo) y el magiar. Ha sido anulada por 232 votos sobre los 334 diputados registrados en la sesión, es decir por un margen mucho menos mayoritario que las otras decisiones votadas en la cámara al amparo del cambio político que ha desarbolado al Partido de las Regiones, que era el más numeroso de la cámara y representaba mayoritariamente a la mayoría ucraniana más vinculada a Rusia. La Casa Blanca aplaudió ayer el “trabajo constructivo” del nuevo parlamento de Kíev.

La cámara, que ha cambiado de constitución y anteayer destituyó al Presidente Yanukovich, ha elegido como “presidente en funciones” al nuevo jefe del parlamento, Aleksandr Túrchikov, brazo derecho de la rival de Yanukovich, Yulia Timoshenko.

En su primera declaración Túrchikov describió como “catastrófica” la situación económica de Ucrania, cuyo PIB (113 millardos de dólares) está por debajo del nivel de 1992 y su reparto per cápita muy por debajo del de 1989 y con un extremo nivel de desigualdad.

En ese contexto, desde Bruselas, el FMI, Estados Unidos y diversos gobiernos europeos, se habló ayer de “ayudas económicas” para Ucrania. Tanto el comisario europeo Olli Rehn, como el secretario del tesoro estadounidense, Jack Lew mencionaron “condiciones” y “reformas necesarias” que el país debería emprender a cambio de tales ayudas, que no tienen cifra. La última vez que se barajó una cifra para Ucrania fue en boca de la canciller Angela Merkel, el martes pasado en Berlín. Merkel mencionó “600 millones de euros”. Ucrania destinará este año 7.900 millones de dólares al pago de su deuda.

Una masiva ayuda económica europea estabilizaría muchos problemas de Ucrania, pero la Unión Europea, que no ha sido capaz de movilizar un Plan Marshall para los miembros de su zona euro en el sur de Europa, aún lo hará menos con Ucrania. Moscú, que aprobó un paquete de 15.000 millones de dólares, además de una rebaja en el precio del gas equivalente a 2.000 millones anuales, ha puesto la medida en suspenso hasta que se aclare la situación. El país se enfrenta un delicado e imprevisible periodo de turbulencias.

Mientras en diversas regiones y ciudades del Este de Ucrania se registraron incidentes y enfrentamientos de poca envergadura, en Kíev la jornada dominical ha sido tranquila. Decenas de miles de ciudadanos circularon por la Plaza de la Independencia, el Maidán, poniendo flores en memoria de las más de 80 personas muertas en la semana. La policía sigue ausente del centro de la ciudad. Las sedes del gobierno, el parlamento y la presidencia están vigiladas por las fuerzas paramilitares de la oposición triunfante. En lo que en esta parte del mundo se conoce como “narodnoye gulianie” (paseo popular), centenares de familias, parejas y grupos informales se fotografiaban en los escenarios de las batallas campales de los últimos días. El singular centro de esta bella y amable ciudad, está lleno de edificios calcinados, barricadas, adoquines extraídos de la calzada y de montañas de basura y neumáticos para alimentar los incendios que han hecho posible esta mezcla de revuelta popular y golpe de estado apadrinado por Occidente.

Lunes 24 – El poder cambia de manos, como en la novela de ese título del premio Nóbel polaco Czesław Miłosz: El ganador se queda con todo y hay que ver cómo queda en eso la independencia e integridad de Ucrania, aprisionada entre dos imperios igual que aquella Armia Krajowa aplastada en Varsovia entre alemanes y soviéticos. Cambia de manos con carácter rotundo y radical. El viernes se firma un acuerdo, el sábado es papel mojado. El sábado hay un presidente legítimo con quien hay que negociar un “gobierno de unidad” (Unión Europea dixit), el lunes es un prófugo de la justicia con orden de busca y captura por “crímenes”, cuya detención se espera de un momento a otro. No hay duda: el poder ha cambiado de manos.

Un movimiento que nunca habría ganado sin contar con el apoyo de Occidente y que representa quizá a un tercio del sentir de este país, se ha impuesto rotundamente sobre otro tercio que no se identifica con él, ante la neutral angustia del resto de la población de una nación de más de 45 millones de habitantes. Quien quiera ver aquí una “fiesta europeísta”, es un irresponsable.

Viktor Yanukovich, hasta hace pocas semanas el político más popular del país, es un paria en busca y captura. El viernes se fue de Kíeva Járkov, segunda ciudad del país, en el Este. Allí debía participar el sábado en un congreso de más de 3.700 diputados disconformes con el cambio de poder. Bien por sentido de la responsabilidad (consagrar con su presencia el establecimiento de una duplicidad de poder antesala de una posible guerra civil), bien por sentir que Rusia no le apoyaba en eso, bien por ambas cosas, el caso es que Yanukovich no participó en aquello. Intentó tomar un avión para salir del país pero la guardia de fronteras se lo impidió. Entonces se fue en coche a Donetsk, su patria chica. Desde allí, ya sin acompañamiento de guardias de tráfico, solo con su escolta, se fue de noche a Crimea, donde llegó el domingo. Allí se despidió de algunos de sus guardaespaldas, a los que eludió de su compromiso. Se le ha visto en las inmediaciones del aeropuerto de Belbek, precisamente el mismo escenario en el que se decidió el cautiverio de Mijail Gorbachov, aquel increíble agosto de 1991.

A Yanukovich se le acusa de estar tras la orden de matar manifestantes usando francotiradores. La acusación es “matanza masiva de civiles”. La orden, si existió, podía referirse solo a abatir a los manifestantes que empuñaban armas de fuego y que a su vez habían matado a una buena docena de policías. Pudo también convertirse en un tiroteo indiscriminado a cargo de provocadores o de profesionales del ramo subidos de anfetaminas, porque, efectivamente, los manifestantes cayeron como conejos (“fue un safari”, me dice un observador) y eran personas equipadas para el combate, pero sin armas. La pregunta sobre si hubo un exceso criminal a cargo de los ejecutores de la presunta orden en tal oscuro episodio, ya no es relevante cuando el poder ha cambiado de manos. En estas condiciones se aplica una expeditiva justicia de vencedor.

Estos días se homenajea, en Kíev al centenar de caídos en este tumulto, sin que nadie mencione que entre esos nuevos “héroes de Ucrania” hay un montón de policías, quizá el 10% de los muertos lo son. “Esos no cuentan”, me dice una taxista manifiestamente adversaria del cambio de poder. Lo dice en voz baja, como si tuviera vergüenza de no estar de acuerdo con lo que ha pasado. El estado de ánimo de esta mujer es crucial para comprender la desmoralización y pasividad de los adversarios del Maidán, no ya en Kíevsino en el conjunto del país.

Yanukovich, presidente desde 2010, que encarceló por corrupción a su adversaria Timoshenko, que ahora pide su piel y un “castigo ejemplar”, será la próxima víctima de la lucha política en su genuina y bestia modalidad local. “Una lucha por el derecho a gobernar una pirámide corrupta”, apunta con fatalismo un observador nativo en un despacho bien decorado que no se sabe quien paga. Si Timoshenko, la Mandela con trenzas de pacotilla que fue primera ministra, dirigió esa pirámide, Yanukovich la monopolizó. La fortuna de su familia (en el sentido facineroso que este término tiene aquí) se multiplicó. Eso ocurrió en una época de crisis general –hasta en Alemania se nota esa crisis- que el pueblo sentía. Pero lo que tuvo mayores consecuencias no fue solo ese deterioro popular, sino su combinación con la ruptura de cierto equilibrio elitario.

Nada ilustra mejor la situación que la casa del Fiscal General de Ucrania (ahora ex), Viktor Pshonka. El hogar de quien velaba por la justicia en el país es una mansión de mafioso, con una profusión de lujo que haría sonrojar a los peores chorizos de Marbella. Pshonka y su colega Alksandr Klimenko, el ministro de los impuestos (ahora ex), ha sido detenido en la frontera con Rusia. Moscú no quiere saber nada de estos “refugiados políticos”.

Quien quiera atribuir todo esto al “salvajismo eslavo”, o a la “herencia soviética”, es libre de hacerlo. En realidad es versión local de algo mucho más general y profundo: el capitalismo depredador ha enloquecido en todas partes. En lugares como Ucrania y Rusia de una forma particularmente bestia, pero observen a su alrededor, en Madrid, Atenas o Berlín, y analicen la evolución de las sociedades estos últimos veinte años. La ex URSS simplemente asumió el capitalismo en sus particulares condiciones locales… Por lo demás, ese salvajismo preside las relaciones internacionales. Las grandes potencias también actúan criminalmente. Hacen a sus adversarios más débiles, “propuestas que no se pueden rechazar” como la de Marlon Brando en El Padrino. Ahí dentro cabe un enorme festival de hipocresía: Quienes en Rusia usan métodos expeditivos contra trabajadores emigrantes de Tadjikistán y torturan a caucásicos sospechosos, dan lecciones advirtiendo contra las tendencias fascistoides de cierto nacionalismo ucraniano en alza. Quienes han desencadenado guerras espantosas en Irak y otros lugares, con varios centenares de miles de muertos a su cargo, las dan de derechos humanos, urbi et orbe. La guerra fría fue un pulso entre facinerosos y ahora vuelve a llamar a la puerta en el frente del Dniepr.

– Rusia responderá, pero no ahora. El perdedor se lame las heridas. El pulso por Ucrania continúa. Se va a radicalizar y tiene un gran campo por delante. Los riesgos son obvios; guerra fría junto a la línea del Dnieper, en juego la integridad territorial de un país enorme y quién sabe si hasta un violento conflicto civil que nadie desea. Aquí no hay que hacerse ninguna ilusión, pero la derrota en el último capítulo de ese pulso –el cambio de régimen en Kíev- es de tal magnitud para Moscú, que el perdedor debe contentarse con intentar limitar los daños. Cualquier respuesta mal calculada puede volverse en su contra. Rusia responderá, pero no ahora. Más adelante.

Gorbachov perdió, voluntariamente, la Europa del Este. Yeltsin el Báltico, Transcaucasia y el Asia Central. ¿Perderá Putin Ucrania? No sin pelear. Esta no es la Rusia de los noventa, sino algo más gallito y mucho más endurecido por las lecciones de los últimos veinte años. ¿La principal de ellas?: Occidente no respeta a los débiles. Habrá respuesta, pero no ahora.

Aguada y vilipendiada su olimpiada de invierno, Ucrania reduce a calderilla las relativas victorias diplomáticas de Putin en los últimos años. En el Kremlin hay motivo para el vértigo porque la línea del Dnieper es antesala de la propia Rusia. Un barril de pólvora en la puerta de casa es algo que hay que manejar con cuidado. De ahí la prudencia de Moscú.

Nada de fomentar un doble poder en el Este del país, nada de fomentar el separatismo ni de bendecir los planes de federalización que se manejan entre los expertos rusos y estadounidenses. Nada de agitar Crimea, tierra de viejas glorias militares rusas. Cuidado con mover ficha. De repente uno de los grandes éxitos de los últimos años, el “acuerdo de Jarkov” de 2010 para mantener la flota rusa del Mar Negro en sus bases de Crimea hasta 2040, puede saltar por los aires.

En todo el Este de Ucrania los adversarios del cambio de Kíevestán paralizados, su líder en busca y captura, su partido atravesado por deserciones y desmoralizaciones. Líderes de ese espectro como el alcalde de Jarkov, Gennadi Kernes, rechazan “todo separatismo o federalismo”. Ni siquiera se contesta la revanchista anulación de la ley de lenguas, una irresponsable provocación para millones de ucranianos rusoparlantes, aunque menos grave de lo que parecía ayer pues un artículo de la constitución equilibra algo el asunto. Moscú no quiere agitar eso: responsabilidad y realismo. La mayoría social opuesta a lo que ha ganado en Kíevy que venció en las elecciones de 2010, sigue ahí. Simplemente hay que reconstruirla políticamente. Paciencia y cuidado.

Eso no impide engañosas “declaraciones fuertes”, como la del primer ministro Dmitri Medvedev desde Sochi poniendo en duda la legitimidad del estropicio jurídico sobre el que se asienta el cambio de régimen en Kiev, mientras Europa mira hacia el otro lado olvidándose de lo que firmó el viernes.

”La legitimidad de toda una serie de órganos de poder allá suscita muchas dudas”, ha dicho Medvedev que le puso un poco de cuento al asunto al hablar de, “un gobierno de gente con mascaras negras y fusiles Kaláshnikov que se pasea por las calles de Kíev”, una descripción en sintonía con la imagen que la tele rusa enfatiza y difunde.

Más allá de esa retórica, para Rusia es la hora de la contención y la prudencia. Lo más destacable de la declaración del primer ministro ruso ha sido la frase de que, “todos los acuerdos que se han firmado con Ucrania se van a respetar” y “para nosotros Ucrania sigue siendo un socio serio e importante”.

Nada de todo aquello sobre lo que este diario ha venido advirtiendo como gran peligro estos días (el Este de Ucrania, Crimea, la lengua) va a estallar ahora. A medio y largo plazo es otro asunto. Mucho depende de cómo se maneje. Tanto para Moscú como para Kíev, la relación es demasiado importante e intensa como para jugar con ella. En Kíev todos los gobiernos de la oposición llegan al poder con gran energía antirusa, pero luego las realidades moderan esa fiebre. Una vez más Rusia va a trabajar a fondo con el nuevo poder, intentando que actúe esa tendencia.

En eso el papel de Occidente es fundamental. Una vez más: En materia del pleito alrededor de la integración económica de Ucrania con la Unión Europea, Putin propuso desde el principio –y Ucrania lo apoyaba- discutir el asunto a tres bandas; Moscú, Bruselas, y Kíev. El papel de Mister Niet aquí lo ha ejercido la Unión Europea, con su Señora Merkel en el centro, flanqueada por los polacos y bajo la estratégica batuta de Estados Unidos, lo que es sumamente desestabilizador.

Canadá, con una fuerte población de origen ucraniano, ha amenazado a Rusia con sanciones, “si Putin se inmiscuye”, ha dicho su ministro de emigración. La Casa Blanca ya ha advertido a Rusia contra una “injerencia militar” en Ucrania. La guerra fría llama a la puerta y en una de estas, alguien va y le cede el paso.

lunes, 8 de abril de 2019

El año 89

Lo que parecía abrir perspectivas esperanzadoras dio paso al apogeo de la globalización y se cerró como ocasión perdida para afrontar los retos del siglo.

Este año se cumplen treinta desde 1989. Aquel año vino marcado por el protagonismo del “Este”, el mundo que iba desde los ríos Elba hasta el Mekong y que afirmaba ser alternativa al capitalismo. Atento a las cronologías y a los titulares, el periodista tenderá a definir aquel año, y los dos que le siguieron, como el de la “caída del comunismo”. El historiador, sin embargo, irá algo más lejos, directamente a las consecuencias de aquello, y definirá lo que la historia retendrá de aquel periodo y que nos conecta directamente con nuestro presente: el apogeo de la globalización.

Sin duda el fin de la guerra fría y del mundo bipolar, fue una gran ocasión perdida para abordar los tres grandes retos del siglo XXI; el calentamiento global, la desigualdad social y regional y la proliferación de recursos de destrucción masiva. El necesario y crítico desarme de la montaña de armas nucleares que nos rodea, suficiente para destruir varias veces toda vida en el planeta, comenzó con una serie esperanzadora que a partir del siglo XXI sería abandonada y privada de todo acuerdo entre potencias.

Hoy no hemos acostumbrado al abandono unilateral de los grandes acuerdos de desarme (siempre iniciativa de Estados Unidos), al hecho de que los presupuestos militares de Washington sigan creciendo y batiendo récords (Trump prevé 750.000 millones de dólares, 34.000 millones más que en 2018, lo que supone mayor gasto que la suma de los presupuestos de defensa de los siguientes catorce países más gastadores: China, Arabia Saudita, Rusia, India, Inglaterra, Francia, Japón, Alemania, Corea del Sur, Brasil, Australia, Italia, Israel e Irak), o al choque militar directo de dos potencias nucleares, como ocurrió la semana pasada entre India y Paquistán sin mayores escalofríos.

Hay que recordar que entre diciembre de 1987 y julio de 1991 Estados Unidos y la URSS eliminaron los euromisiles que ahora regresan gracias al escudo antimisiles establecido por Estados Unidos, redujeron en un 40% sus arsenales estratégicos que ahora se perfeccionan sin complejos, y disminuyeron sus fuerzas militares convencionales en Europa. Paralelamente, Moscú retiró unilateralmente sus fuerzas de; Afganistán, Hungría, Checoslovaquia, RDA y Mongolia. En 1989, además, Moscú y Pekín normalizaron sus relaciones, eliminando lo que desde los años setenta había sido segundo gran foco mundial de tensión militar en el interior mismo de aquel “Este”.

Todo esto podría haber sido el inicio de algo grande, sino de la “nueva civilización” que pregonaba el reformador soviético, Mijail Gorbachov, sí por lo menos podía haber sentado unas bases para una integración mundial más razonable, viable y esperanzadora. Pero las dinámicas de derrumbe que se abrieron paso a un lado, y las respuestas oportunistas e ideologías hegemonistas que se impusieron al otro, dictaron escenarios bien diferentes.

En los cuatro meses que van de agosto a diciembre de 1989, cayeron o abdicaron los regímenes de; Polonia, Hungría, Checoslovaquia, RDA, Rumanía y Bulgaria. Aquel desmoronamiento en cadena, cuyo centro simbólico fue la apertura del muro de Berlín de noviembre, coincidió en la URSS con sangrientos conflictos nacionales en seis frentes diferentes (tres en Asia Central y tres en Transcaucasia), con la primera protesta obrera en Rusia y con la emergencia de dos aspectos que anunciaban el hundimiento de la Perestroika de Gorbachov -y en última instancia de la URSS- por implosión del imprescindible centrismo político que debía sustentarla.

A partir de aquel año la reforma soviética quedó estrangulada entre un descontento conservador de los partidarios del antiguo régimen, que culminó con la intentona golpista de agosto de 1991 en Moscú, y la afirmación de impulsos rupturistas de la oposición que culminaron en el propio golpe conspirativo que disolvió la URSS en diciembre de 1991, tras un referéndum en el que, en marzo de aquel mismo año, participaron 148 millones de los 185 millones con derecho a voto en la URSS y en el que el 76% había votado “si” al mantenimiento de una URSS renovada.

La quiebra de una parte del mundo denotó la enfermedad del resto, pero el mundo occidental ignoró el mensaje y siguió con más de lo mismo. Despejados los últimos miedos a una “alternativa”, los escrúpulos de la minoría más poderosa y rica del mundo saltaron por los aires definitivamente, inaugurando una orgía de enriquecimiento y corrupción sobre los dogmas de la racionalidad económica neoliberal; desregularización, privatización y sumisión general de lo público a lo privado. Sucedió en todo el mundo, desde los remotos estados insulares del Pacífico, hasta el centro del sistema mundial, pasando por el tercer mundo y los países ex comunistas.

El Este había sido algo parecido a un compartimento estanco dentro del sistema económico mundial. A partir de 1989 dejó de serlo. La integración de la URSS y de los países del bloque oriental, más la de China (que evitó el hundimiento de su régimen para afirmar una decidida reforma de mercado) y la India, en el sistema económico mundial, aportó 1470 millones de nuevos obreros al capitalismo, lo que supuso doblar la mano de obra global. El resultado fue un cambio fundamental en la correlación de fuerzas entre capital y trabajo a escala global, lo que disparó los fenómenos de precariedad y explotación laboral y deslocalización industrial hoy asentados.

Fue así como el histórico hundimiento de las tiranías del Este, unido a los cambios y nuevos dinamismos en China e India, no abrieron camino a la esperanza sino más bien a la incertidumbre planetaria. El apogeo de la globalización entonces alcanzado dio lugar a un nuevo y mortífero ciclo bélico occidental en la primera región energética del mundo (desde Afganistán a Libia, pasando por Irak y Siria), una marginación del derecho internacional, un aumento general de la desigualdad, y a un rampante incremento de la contaminación planetaria que hoy precisa de inciertos acuerdos para paliarla. Es decir, aquel año acabó consagrando una ocasión perdida para los retos del siglo.

 (Publicado en Ctxt)

domingo, 7 de abril de 2019

_- Vistas desde allá arriba

_- La unidad del planeta y sus emociones, a propósito del aniversario del vuelo de Yuri Gagarin

Dice el astronauta Oleg Makarov que la gente de su profesión suele ser parca en palabras cuando está allá arriba. “Por lo general, cinco o siete segundos nos bastan para transmitir lo que tenemos que decir”. Sin embargo, “hace algún tiempo”, explica, “tuve que escuchar, por razones de servicio, muchas transmisiones de astronautas en órbita”. Makarov quedó asombrado.

A partir del instante en que sus naves salían de la atmósfera y entraban en órbita, aquellos hombres reservados se volvían elocuentes, como pájaros enjaulados que de repente se ponen a trinar al recibir de pleno un rayo de sol.

“Ninguno de ellos podía reprimir la expresión, en voz alta, de una fascinación, que les salía desde lo más profundo del corazón, ante la vista espectacular de la Tierra desde el espacio”.

Makarov, escuchó las transmisiones tanto de los pioneros solitarios de las cápsulas “Vostok”, como de las naves “Soyuz” y de los tripulantes de la más moderna estación orbital “Mir”. Cronometró todos aquellos comentarios y calculó que los astronautas dedicaban una media de 42 segundos a expresar a sus compañeros de tierra la emoción que les embargaba. Ya fueran saudíes, americanos, vietnamitas, sirios, alemanes o rusos, a casi todos se les conoce este tipo de descripciones emocionadas sobre su experiencia estética en el espacio.

“El sol sale como un rayo y se pone con la misma velocidad. Tanto el amanecer como el ocaso solo duran unos segundos, pero en ese tiempo puedes distinguir por lo menos ocho colores que se suceden; desde un rojo brillante, hasta el más esplendoroso y oscuro azul. Ves dieciséis amaneceres y dieciséis ocasos cada día. Y ninguno de ellos se parece al anterior”, explicaba Joseph Allen, tripulante del “Discovery-5”.

Su compañero Paul Weitz describía así desde el “Challenger-1”, el mayor océano del planeta: “No entiendes lo que es el Océano Pacífico mirando el globo terráqueo hasta que, viajando a ocho kilómetros por segundo, tardas veinticinco minutos en cruzarlo. Entonces comprendes lo grande que es.”

En marzo de 1965, el ruso Aleksei Leónov protagonizó el primer paseo espacial de la historia. Leónov multiplicó en su piel las emociones al flotar en aquello. “Lo que más me asombró era el silencio. Un silencio impensable e imposible en la Tierra, tan profundo y total que empiezas a escuchar tu propio cuerpo; el batir del corazón, el fluido en las venas… Te parece escuchar hasta la sucesión de los pensamientos de tu mente. ¿Y el cielo? Había mas estrellas de las que esperaba. Un cielo completamente negro, ligeramente alumbrado por reflejos solares. La Tierra, nuestra casa que debemos proteger religiosamente, era… pequeña, azul y enternecedoramente solitaria. Su redondez era perfecta. Creo que no comprendí de verdad lo que significa la palabra “redondo” hasta que vi la Tierra desde el espacio”.

A Leónov lo conocí en 1992 en el centro de preparación de astronautas de la Ciudad de las Estrellas, en los alrededores de Moscú. Llevaba un mono azul y estaba metido dentro de una réplica de la “Soyuz” enseñándole un ejercicio a un novato. Seguía siendo el tipo tranquilo, modesto y generoso que describe ahora Dmitri Kisiliov en su estupenda película, “Vremya Pervij” (2017, titulada Spacewalker en inglés). En aquella visita -o quizá en otra posterior- me encontré allá a un joven Pedro Duque. Veinte años después, cuando ya era Director de la oficina europea de operaciones para la Estación Espacial Internacional (EEI), me resumió así su vivencia emocional en una entrevista mantenida en el Centro Espacial de Oberpfaffenhofen, cerca de Munich:

“Cada minuto pasa algo; se pone el Sol, la atmósfera cambia, la ionosfera azul brilla, las diferentes capas, los reflejos… Aunque estuvieras mirando lo mismo seis meses seguidos, no te aburrirías. Sabes que la Tierra es redonda y has visto fotos, pero desde el espacio resulta fascinante. Los recuerdos no se borran, y en algunas situaciones, cuando tienes un problema, puedes retrotraerte allí con la mente, refugiarte en aquella imagen”.

La vista del planeta en su totalidad no solo emociona por su belleza, sino que provoca toda una transformación mental en estas personas. En 1989, después de una inolvidable entrevista con los astronautas Titov y Manarov en el Cáucaso del norte, donde descansaban tras su estancia de un año en la “Mir”, comentamos con el Doctor Salgado y el fotógrafo Alguersuari, mis compañeros de reportaje, que muchos de aquellos hombres, militares, ingenieros técnicos, volvían de su experiencia espacial intelectualmente transformados. Convertidos, casi diría, en humanistas. Años después, encontré en el libro “Nash dom Zemliá” (“Nuestro hogar, la Tierra”), editado por la Asociación internacional de astronautas, una máxima de Edgar Mitchell, tripulante del “Apolo-14”, que confirmó completamente aquella percepción; “Fuimos a la Luna como técnicos, volvimos humanistas”, dijo Mitchell.

Yuri Gagarin, el primer astronauta de la historia, hijo de carpintero y nacido en un Koljoz, cuyo vuelo de 108 minutos, el 12 de abril de 1961, se conmemora el 12 de abril e inspira éstas líneas, fue, “el primero en comprender la totalidad del planeta”, explica Pavel Popovich, que, junto con Andrei Nikolayev, fue protagonista de las primeras órbitas simultáneas, en 1962.

“Desde el espacio, las fronteras no se veían, tampoco las religiones ni la nacionalidad”, explica Popovich, sólo aquella burbuja azul y blanca, entera y total. Aquella visión, dice, “suponía un gran adelanto para la humanidad”.

La idea de que conceptos como “interés nacional”, y todo lo que de ello se deriva en materia de economía, defensa y relaciones internacionales, eran fruto de ideas caducas, sino necias, en el pequeño mundo “total” que se veía desde allá arriba, es una constante en las reflexiones de los astronautas al regresar de sus estancias en las estaciones orbitales de la URSS.

“No importa en qué lago o mar detectas contaminación, en los bosques de qué país distingues incendios o qué continentes están siendo barridos por el huracán, porque sientes que toda la Tierra está a tu cargo”, dice Yuri Artiujin, que fue tripulante de la “Soyuz 14”, en 1974, bastante antes de que el concepto de calentamiento global comenzara a popularizarse en los años noventa.

“Me sentí muy inquieto cuando un astronauta ruso me dijo que sobre el lago Baikal la atmósfera está igual de contaminada que sobre Europa, y cuando un americano me dijo que hace quince años las fotografías espaciales de los centros industriales del mundo se veían mucho mas claras que ahora”, recuerda el alemán occidental Ernst Messerschmidt, tripulante del “Challenger- 9” en 1985. Su compañero Sigmund Jähn, de la entonces República Democrática Alemana, tripulante de la “Soyuz-31” en 1978, resumió así la conclusión de su viaje:

“Naturalmente antes de mi experiencia sabía lo pequeño y vulnerable que es nuestro planeta. Pero cundo lo vi en su increíble belleza desde el espacio, sentí con toda mi alma que la misión colectiva de la humanidad es preservarla para las futuras generaciones”.

El entrañable Vladimir Soloviov, uno de los astronautas más curtidos del mundo, tripulante y comandante en una larga lista de misiones, describe así la melancolía que le embargaba antes de “bajar”: “Al término de la misión, triste por regresar, me ponía junto al ojo de buey de mi compartimento, miraba a la Tierra y pensaba en su eternidad. Pasaré yo, pensaba, pasarán mis hijos y mis nietos, y nuestra Tierra continuará flotando en el espacio infinito…”

https://rafaelpoch.com/2019/04/03/vistas-desde-alla-arriba/

sábado, 6 de abril de 2019

El fenómeno de la poesía Elvira Sastre gana el Biblioteca Breve de novela ‘Días sin ti’, su debut en prosa, apuesta por la memoria como catarsis con las historias de amor de una abuela y de su nieto

Días sin ti’, su debut en prosa, apuesta por la memoria como catarsis con las historias de amor de una abuela y de su nieto

La poeta Elvira Sastre, en una librería de Madrid.

CARLES GELI
Barcelona 5 FEB 2019 -
En junio de 1958 el premio Biblioteca Breve arrancaba con una rabiosa voluntad de hacer emerger y estimular a jóvenes escritores, de renovar el panorama literario. Ahí estaba Luis Goytisolo con Las afueras o, apenas dos ediciones después, un ignoto Juan Marsé con Encerrados con un solo juguete: fue finalista al declararse desierto el premio, pero lo obtendría en 1965. En su 61ª edición, quizá con la mayor intensidad de su última década, el premio que convoca Seix Barral ha entroncado de nuevo con su filosofía fundacional al recaer en el debut novelístico de la joven poeta Elvira Sastre, Días sin ti, donde un artista encontrará refugio a su ruptura sentimental en la memoria de una historia de amor también rota que vivió su abuela en tiempos de la República y la Guerra Civil.

Sastre, segoviana de 27 años, hace apenas tres que ha emergido con cierta fuerza en el panorama literario, ejemplo de un tipo de escritores forjados en buena parte en universos paralelos y simultáneos como son las actuaciones y recitales en auditorios y festivales, siendo a la vez muy activos y seguidos en las redes sociales (335.800 en Facebook; 129.000 en Twitter). Su despegue suele ser tan precoz como fulgurante. Lectora voraz desde pequeña, a los 15 años Sastre inauguraba su blog Relocos y recuerdos, mientras difunde sus versos, ya marcados por una visceralidad y una voluntad de llegar directamente al lector, por la red. Con apenas 21 años, en 2013 publica su primer poemario, Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo, que le prologará Benjamín Prado. Su salto se produce en 2016 con la aparición de los versos de La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, volumen apoyado por Joan Margarit. También cuenta con dos títulos que combinan la ilustración y la poesía: Tú la Acuarela / Yo la Lírica (2013), en colaboración con Adriana Moragues, y Aquella orilla nuestra (2018), con dibujos de Emiliano Batista

Traductora de formación (suyas son las versiones al español de la poética de Rupi Kaur o los Poemas de amor de Oscar Wilde), Sastre admite que la génesis de la novela con la que ha ganado el Biblioteca Breve (y sus 30.000 euros) está en unos versos de su segundo poemario, Baluarte (2014 y traducido al inglés), que narran la historia de una pérdida amorosa. Así, la obra alterna las experiencias de Gael, joven escultor que vive la ruptura sentimental con la modelo de toda su creación, con el refugio en el que se transforman las enseñanzas vitales que le contó Dora, su abuela, que vivió durante la República un amor que terminó con el asesinato de su esposo, más joven que ella. Dora, maestra, marchará para recobrar el sentido de su vida a Cuba, tierra de su marido.

Para alimentar la trama, Sastre ha ido excavando en su entorno familiar y personal. “Como todo lo que escribo, tiene parte autobiográfica; Dora tiene mucho de mi abuela Sote y en cuanto a Gael, su historia no es la mía, pero durante la escritura también viví una ruptura y parte de su aprendizaje sí es el mío”, admite la joven autora sobre los personajes de una novela donde la memoria funciona como catarsis ("hay que recuperarla, junto al respeto a los mayores, que se pierde") y también como revulsivo y se da cierta melancolía feliz. “Mi obra nace de una introspección profunda que sufro desde pequeña. Soy extremadamente sensible. Me encuentro en la tristeza y me siento a gusto porque es ahí donde encuentro respuestas; la tristeza es de las emociones más hermosas que existen: se trata de sacar los fantasmas, conocerles, darles la mano... Cuando uno está feliz no se pregunta nada, no lo necesita. Sin embargo, cuando estamos mal es cuando nos cuestionamos todo. Ahí es donde yo me conozco, donde me armo y encuentro las herramientas que me ayudan a seguir”, asegura.

En ese "entre desafío y juego para ver qué me deparaba la narrativa" en el que ha invertido tres años, ha intentado, en lo formal, "no caer en la prosa poética" y admite que ha debido familiarizarse con el diálogo, registro que desconocía. La delicadeza, del francés David Foenkinos, es el modelo literario que cita por "sencillo y poético" para "hacer algo parecido" con un libro que saldrá a la venta el 5 de marzo y que espera mantenga los numerosos lectores y oyentes que arrastran sus propuestas líricas en la red y en los festivales.

"Es un premio a un futuro, a una potencia literaria tremenda que aquí ya late y que muestra una inocencia sabia en lineas memorables sobre cómo manjearse en el amor", afirma la escritora Rosa Montero, en el marco de un jurado que se ha deshecho en elogios: "Sorprende la transmisión del hilo de la vida que ofrece y la sabiduría e inteligencia al abordar los momentos de sexo" (Agustín Fernández Mallo); "una suerte para los lectores que una escritora joven así este en un premio como este" (Lola Larumbe); "su trayectoria en redes sociales, luego en poesía y ahora en narrativa demuestra que el texto literario está por encima del soporte, siempre; es insólito que alguien publique hoy narrativa por debajo de los 30 años y también que más que contar un argumento trate un tema: la educación sentimental de sus personajes" (Pere Gimferrer).

Quizá metáfora, como la propia ganadora en lo literario, de los cambios y los tiempos lo sea que de los 742 manuscritos presentados al concurso, el 95% lo fueran en formato digital.

https://elpais.com/cultura/2019/02/04/actualidad/1549282726_303833.html

Blog de Elvira Sastre:
http://bleuparapluie.blogspot.com/

viernes, 5 de abril de 2019

La triple valentía de Josemari Aznar

El más aguerrido acto de arrojo del expresidente fue poner las patas en la mesa camilla del rancho de George W. Bush

El expresidente del Gobierno José María Aznar, este miércoles en el acto electoral organizado por el PP de la Comunidad Valenciana.
Este Josemari Aznar exhibe la torpe gracia del matonismo ridículo propio de los wésterns. Dijo el jueves en Valencia: “A mí, mirándome a la cara, nadie me habla de una derechita cobarde, porque a mí no me aguanta la mirada”.
Se ve que matizaba así, al estilo granujón, a su hijo predilecto Santiago Abascal. Pero el motivo de su prédica importa nada. Interesa su enjundia. Bravuconerías verbales aparte,

La derechita de Aznar siempre fue brutalmente valiente.

Digamos valiente, primero, contra el franquismo. Todavía en plena Transición ensalzaba al dictador. Perifrásticamente, claro, pues ya no se atrevía a hacerlo directamente. Lo formulaba al compás de que la Villa de Gernika había retirado “todos los honores concedidos al anterior jefe del Estado”.

Lo cual encontraba fatal porque “aunque moleste a muchos, gobernó durante cuarenta años” (La Nueva Rioja, 9-5-1979). Se ve que a él no le molestaba para nada. Y que haber prolongado su autocracia cuatro décadas debía ser timbre de gloria. Valiente también con la corrupción, sobre la que asentó sus reales durante bastante tiempo. Dijo en Valencia que llamaba a votar a su pupilo “desde mi autoridad moral”.

Es de aurora boreal. El individuo que presidió un Gobierno de cuyos 14 ministros 12 fueron procesados, imputados o condenados. El patrón de Eduardo Zaplana, el íntimo de Jaume Matas, el hermano de sangre de Miguel Blesa, el protector de la Alí Babá valenciana, el anfitrión de la Gürtel en pleno en la fiestita de la boda de la niña, dice de sí mismo que tiene ¡autoridad moral! Será bajo los rigurosos criterios de Ana Botella, la vendedora de pisos sociales a fondos cuervo, que adivinen a quién tienen mensualmente subvencionado.

La tercera valentía de Aznar es nunca haber confesado claramente que militó contra la Constitución, y acusar ahora a los socialistas de haber “dejado de ser constitucionalmente fiables”.

Pero Josemari, ay, justificó la “abstención beligerante” (así, en abstracto) contra la Constitución (en el mismo diario, un 23 de febrero de 1979). Y calificó su diseño territorial de “charlotada intolerable que ofende al buen sentido” (ídem, 30 de mayo). Al lado de este beligerante, Manuel Fraga era trotskista. Su más aguerrido acto de arrojo fue poner las patas en la mesa camilla del rancho de George W. Bush... tras haberse dejado pasar la mano del presidente por encima de su manso lomo, en las Azores. Para vergüenza de España.

Aznar, ese hombre.

Fuente:
El País.  . https://elpais.com/elpais/2019/03/31/opinion/1554047983_258958.html

Más sobre Aznar y la invasión de Irak, en la que participó España ordenado por Aznar sin pasar por el parlamento como  obliga la Constitución y después tienen cara estos del PP en llamar anticonstitucionalista a todo aquel que no se doblega a sus mentiras. La Constitución para ellos es como un ladrillo que sirve de arma arrojadiza para darle golpes a los partidos y ciudadanos que ellos con sus criterios anticonstitucionales señalan.

https://verdecoloresperanza.blogspot.com/2019/03/a-16-anos-de-la-invasion-irak-la-gran.html

El PP gobierna en Andalucía, pese a haber perdido más votos que ninguno de los otros partidos, cuando se les llenaba la boca de solicitar que gobernase el partido más votado (en este caso el PSOE, pero que olvidaron inmediatamente cuando ya no les convenía) gracias al apoyo de VOX, que está en contra de las autonomías, de las leyes (constitucionales) en defensa de la mujer y que son claramente fascistas, antidemocráticos y totalitarios en sus comportamientos y afirmaciones. Es decir claramente anticonstitucional. Y acusa de anticonstitucional a los otros.

Y aún tienen la desfachatez de pedir la ilegalización de Podemos y partidos nacionalistas. Más claro agua, ¿cómo titularíamos a ese comportamiento? Más cuando se permite acusar a Pedro Sánchez de vender a España por la razón de que se ha apoyado en los partidos nacionalistas (PNV y Catalanes) para sacar adelante algunas leyes.

Solo hace falta acudir a la hemeroteca para comprobar todas las veces que el PP se ha apoyado en ellos e incluso gobernado... El cinismo y la hipocresía es infinita. La última acción conocida es la de presentar como programa político el expulsar a Pedro Sánchez del gobierno. A cambio de qué, de incumplir todas las promesas de sus programas cuando gobiernan.

Y la democracia se fundamenta en el Pacto Social, es decir, los partidos presentan sus programas que se suponen van a hacer todo lo posible por cumplir en caso de ser elegidos por el pueblo, con su voto. Y el PP se caracteriza por incumplir sistemáticamente sus promesas, todas las que van a favor del bienestar del pueblo. Claro que después gobierna claramente para los poderosos dándoles amnistía fiscal para que, ni paguen impuestos, ni sean multados por ello. Dan dinero, de todos, a los bancos sin obligación de devolverlo, compra a buen precio empresas en ruina para que los dueños, poderosos amigos, no tengan pérdidas, estas pasan al pueblo, a los humildes.

Suben el IVA, después no solo de negar la subida sino de hacer campaña contra el IVA, por ser "un impuesto injusto y que castiga a los más humildes, por subvencionar a colegios que hacen discriminación por sexo y campañas contra los centros públicos porque afirman que adoctrinan si enseñan educación cívica y no decir u ocultar que si hablamos de adoctrinamiento es la Iglesia quien más ha adoctrinado adoctrina y seguirá adoctrinando si nadie lo remedia. Aznar concedió el adueñarse de edificios públicos a la Iglesia con la sola firma del Obispo de turno y sin pagar impuestos de ninguna clase.... podíamos seguir todas sus enormes cantidades de mentiras que nos perjudican y nos humillan tratandonos como idiotas...

Ver lo que dice el catedrático Juan Torres López en su blog:
https://verdecoloresperanza.blogspot.com/2019/04/pablo-casado-y-el-partido-popular.html

jueves, 4 de abril de 2019

España, Zambra y Baladre publican el libro colectivo, “Si no hubiera privilegios no habría miserias”. Redes contra la pobreza, la otra cara del bienestar. Enric Llopis

Redes contra la pobreza, la otra cara del bienestar

En el estado español 12,3 millones de personas (el 26% de la población) se hallaba en riesgo de pobreza y/o exclusión social en 2017, según los datos de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (Indicador Arope); la amenaza de penuria afectaba más a las mujeres (medio millón más que en el caso de los hombres) y mayoritariamente al colectivo entre 16 y 29 años; entre las personas extranjeras –procedentes de fuera de la UE- el porcentaje de riesgo se acerca al 60%. ¿Se trata de un fenómeno sistémico o inherente a la crisis? Cuando se inició la recesión en 2007, las personas en riesgo en el estado español ya eran 10,5 millones (23% de la población).

“La desigualdad ha aumentado de manera sostenida, tanto en la época (previa) de crecimiento económico como en la crisis posterior”, apunta el informe “El estado de la pobreza” (2018) publicado por la Red. Según el Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil (enero 2019), el 23% de los 593.500 hogares sin ingresos en España tienen al menos un menor a su cargo. El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social informa, asimismo, que 780.000 personas percibieron una renta mínima de inserción de las comunidades autónomas en 2017 (una media de 452 euros mensuales). ¿Qué idea proyectan los medios informativos de las ayudas públicas? “La ampliación del subsidio a parados mayores de 52 años costará 388 millones este año”, titulaba el 19 de marzo el diario El País.

Textos para la Acción Social Crítica y Transformadora. Es el subtítulo de “Si no hubiera privilegios no habría miserias”, libro publicado en 2019 por Zambra y Baladre en colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza, que retrata diferentes experiencias de lucha social y trabajo comunitario además de cuestionar “saberes expertos y profesionales” como el Trabajo Social. Coordinado por Noelia Bribián, Enrique García-Escamilla, Ángela Sanz y Manolo S. Bayona, el texto de 190 páginas explica la actividad de Baladre, Coordinación de colectivos contra la precariedad, el empobrecimiento y la exclusión surgida en 1982; uno de los ejes en la acción y las reflexiones de Baladre es la Renta Básica de las Iguales (RBis) para todas las personas, que impugna “la centralidad del empleo en nuestras vidas” y el heteropatriarcado capitalista, para hacer posible “la autonomía de las gentes de abajo”.

En la propuesta de la RBis, el 80% de la renta es percibida directamente por cada persona, mientras que el 20% restante se destina a un Fondo de la Renta Básica con el que se financiarían la sanidad, la educación, la vivienda y los servicios sociales; la comunidad es la que define y gestiona el Fondo y, por tanto, los servicios públicos. El objetivo es que el Fondo se aproxime al 100% de la RBis, y que el porcentaje que reciben las personas tienda a cero. Colectivos que participan en Baladre han habilitado, asimismo, Oficinas de Derechos Sociales (ODS) o Puntos de Información y Denuncia (PID). La Coordinación emite un programa de radio semanal –“Nosotras las personas- a través de Radio Pimienta (103.1 FM), emisora comunitaria del norte de Tenerife, y cuenta con un proyecto editorial (“Los arroyos cuando bajan. Los desafíos del zapatismo”, de Raúl Zibechi y “Soberanías. Una propuesta contra el capitalismo” son dos de los últimos libros publicados). Baladre también forma parte de la campaña Amnistía Social Ya!

Erletxea se define como una “colmena” y herramienta de transformación social “que aguijonea al poder local en Irún”. Desde 2014 utilizan un local en la calle Mayor de Irún como oficina de información sobre ayudas sociales (“de información y agitación social”, matizan los activistas), principalmente la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), la Ayuda de Emergencia Social (AES) y la Prestación Complementaria de Vivienda (PCV). En el mismo local (“colmena”) se reúne Stop Desahucios Bidasoa, plataforma que surge en 2012 y en la que también participan activistas de Erletxea. “Labores de acompañamiento a situaciones de gran dureza han llevado a tener que encararse con directivos de sucursales bancarias, denuncia al Departamento de Bienestar Social del Ayuntamiento, políticas, técnicas y trabajadoras sociales y al Servicio Vasco de Empleo (Lanbide)”, afirman en un artículo publicado en el libro de Zambra-Baladre. Erletxea se ha sumado a espacios de confluencia como Korapilatuz, abierto a profesionales y entidades de la Intervención Social en la comarca del Bidasoa; y a la iniciativa Herri Ziztadak.

En 1994 nace en Salamanca la Asociación de Desarrollo Comunitario Buenos Aires (Asdecoba), que trabaja en el campo de la exclusión social y actualmente desarrolla programas de orientación e inserción laboral, educación para mayores de 16 años e intervención sociolaboral con inmigrantes. A ello se suma el trabajo en la asamblea vecinal y, con la infancia, la labor en la guardería para menores de 0 a 8 años (atención a 30 niños y niñas en dos aulas) y la ludoteca (participan 40 menores de tres a ocho años); otras iniciativas destacadas en la página Web son Educación de Calle para Jóvenes y la vivienda para personas mayores en el medio rural, en la que se ofrece alojamiento y cuidados.

El colectivo Asdecoba se define como “un espacio comunitario frente al empobrecimiento y en defensa de las personas”. El origen del barrio salmantino de Buenos Aires data de 1983; la barriada se construyó en una zona segregada de la ciudad, a la que llegaron 350 familias -una parte importante, trasladadas del centro histórico- para hacer efectivo el derecho a la vivienda. Pasadas tres décadas, “la pobreza pasó a tener un techo y un lugar donde ocultarse” en el barrio, concluye la asociación, que forma parte -junto a Adecasal, la empresa de economía social Algo Nuevo (dedicada al catering), Escuelas Campesinas de Salamanca y la empresa Todo Servicios Múltiples (que cultiva, transforma y comercializa productos de sus huertas)- de la iniciativa “Cinco colectivos en red”.

Además del artículo firmado por Asdecoba, el libro de Zambra-Baladre incluye un texto de Penélope Blasco Calderón, en el que resume seis años de experiencia en el Centro de Día de inserción sociolaboral para jóvenes del Barrio de Orba (Parke Alkosa), que trabaja anualmente con cerca de 40 muchachos; a este centro de día se agrega otro para menores entre cinco y 14 años, de 24 plazas, que presta apoyo educativo y de integración (los dos se financian mediante una orden de ayudas de la Generalitat Valenciana). “En los últimos años hemos realizado acuerdos y convenios con institutos, servicios sociales municipales y familias, para que algunas menores puedan realizar el horario lectivo en el centro haciendo algo de educación de base y formación en talleres”, explica Penélope Blasco; de este modo, se ha proporcionado una alternativa al absentismo y las expulsiones “constantes” del sistema educativo.

Entre otras “barreras”, la trabajadora social y activista destaca que quienes realizan la “intervención” social no la definen (lo hace la Administración); además el modelo vigente se basa en el trabajo con “casos” individualizados y en buscar la responsabilidad en el individuo “des-integrado”; “esta mirada profundamente capitalista y deshumanizante hace que los jóvenes perciban el empobrecimiento como fracaso y el consumo ostentoso como la esencia del ser”, añade Penélope Blasco. El barrio de Orba o Parque Alcosa está adscrito al municipio de Alfafar –en la comarca valenciana de l’Horta-, del que le separan dos kilómetros. La barriada es producto del “desarrollismo” franquista (la construcción de las primeras viviendas se inició mediada la década de los 60) y la migración desde la España interior; los años 70 fueron de autoorganización y asambleas vecinales para conseguir las infraestructuras básicas, en una barriada donde se hizo popular la consigna “mucho paro, algo de droga y muy poco Rock and roll”.

La Koordinadora de Kolectivos tiene su origen en 1985, y actualmente centra su trabajo en tres áreas: empleo, “acción social” y formación; así, a partir de un convenio con el Ayuntamiento de Alfafar, la Kooperativa Social del Parke realiza tareas de mantenimiento en el municipio y hace posible que 11 personas tengan un puesto de trabajo; otras iniciativas son el “ropero solidario”, un banco de los alimentos, talleres de edición musical, bicicletas y repaso escolar (en el centro de día para menores), programas formativos para impulsar cooperativas, desarrollar trabajos de mantenimiento y, en relación con la población condenada, la gestión de trabajos en beneficio de la comunidad.

El libro “Si no hubiera privilegios no habría miserias” incluye además otras experiencias, como “Ningunas Santas” de San Luis (Argentina), el “Ganchillo Social” de Zaragoza, la Fundación EDES, que trabaja con personas discapacitadas en el mundo rural, o la Red Canaria en Defensa del Sistema Público de Servicios Sociales.