_- Según el estudio, el 1% más rico del mundo produce el doble de las emisiones de carbono combinadas del 50% más pobre.
Los ricos del mundo deben cambiar radicalmente sus estilos de vida para enfrentar el cambio climático, señala un informe llevado a cabo por expertos en Reino Unido.
Según el estudio, el 1% más rico del mundo produce el doble de las emisiones de carbono combinadas del 50% más pobre, en base a las cifras de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Solo el 5% más rico, la llamada "élitecontaminante", contribuyó con el 37% del crecimiento de las emisiones entre 1990 y 2015.
El documento fue elaborado por la Comisión de Sostenibilidad de Cambridge sobre Cambio de Comportamiento a Escala.
Es un panel de 31 expertos que estudian el comportamiento de las personas en relación con el medioambiente.
Se les encomendó la tarea de encontrar la forma más eficaz de ampliar las medidas para combatir las emisiones de dióxido de carbono.
Sus críticos dicen que la mejor manera de reducir las emisiones más rápido es a través de mejoras tecnológicas, no a través de medidas que resultarían impopulares.
Pero el autor principal del informe, Peter Newell, profesor de la Universidad de Sussex, le dijo a BBC News: "Estamos totalmente a favor de las mejoras tecnológicas y productos más eficientes, pero está claro que se necesitan acciones más drásticas porque las emisiones siguen aumentando".
5 razones por las que 2021 puede ser un año crucial en la lucha contra el cambio climático
"Estas son las personas que vuelan más, conducen los automóviles más grandes y viven en las casas más grandes".
"Tenemos que reducir el consumo excesivo y lo mejor es empezar por el de las élites contaminantes que contribuyen mucho más de lo que les corresponde a las emisiones de carbono".
"Estas son las personas que vuelan más, conducen los automóviles más grandes y que viven en casas grandes que pueden permitirse calentar fácilmente, por lo que tienden a no preocuparse si están bien aisladas o no".
"También son el tipo de personas que realmente podrían permitirse un buen aislamiento y paneles solares si quisieran".
El profesor Newell explica que para abordar el cambio climático, todos deben sentirse parte de un esfuerzo colectivo, y eso significa que los ricos consuman menos para dar ejemplo a los más pobres.
Agrega que "las personas ricas que vuelan mucho pueden pensar en compensar sus emisiones con iniciativas para plantar árboles o proyectos para capturar carbono del aire, pero son iniciativas polémicas" cuya eficacia no ha sido probada a largo plazo.
Por ello, el experto indica que los ricos "simplemente deben volar menos y conducir menos".
"Incluso si poseen un todoterreno eléctrico, son como un desagüe en el sistema energético, además de el volumen de emisiones que supone fabricarlos".
Algunos creen que fomentar las tecnologías limpias podría ser más efectivo.
Por su parte, Sam Hall, de Conservative Environment Network (Red Conservadora de Medio Ambiente), le dijo a la BBC que "es correcto enfatizar la importancia de la equidad en la entrega (reducciones de emisiones), y la política podría facilitar que las personas y las empresas se vuelvan ecológicas, a través de incentivos, regulaciones específicas y estímulos".
"Pero es probable que fomentar las tecnologías limpias sea más efectivo y es posible que esto goce de más consentimiento público que las fuertes sanciones o las restricciones de estilo de vida".
Sin embargo, el profesor Newell indica que las estructuras políticas existentes han permitido a las empresas e individuos ricos hacer presióncontra los cambios necesariosque erosionaríansu estilo de vida.
El reciente informe de la Asamblea del Clima del Reino Unido, por ejemplo, propuso una serie de medidas para modificar hábitos que más impacto tienen en las emisiones, y así recomendó reducir el consumo de la carne y productos lácteos, prohibir los vehículos más contaminantes e imponer gravámenes a los viajeros frecuentes.
El Ministerio de Hacienda británico le dijo a la BBC que un impuesto a los viajeros frecuentes podría requerir que el gobierno recopile y almacene información personal sobre cada pasajero.
Esto podría plantear problemas de procesamiento, manejo y privacidad de datos. También sería difícil realizar un seguimiento de las personas con varios pasaportes.
Pero el informe de la comisión señala que "los objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático no se pueden lograr sin cambios radicales en los estilos de vida y cambios en el comportamiento, especialmente entre los miembros más ricos de la sociedad".
El informe es la última fase de un diálogo de larga duración sobre lo que significa ser "justo" al abordar el cambio climático.
Las naciones pobres India han argumentado constantemente que se les debería permitir aumentar sus emisiones, porque son mucho más bajas por persona que los de las naciones ricas.
El tema forma parte de las enredadas y complejas negociaciones que se llevan a cabo para la cumbre del clima de la próxima semana, organizada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP) que se celebrará en Reino Unido y está programada para noviembre.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-56734297
martes, 27 de abril de 2021
lunes, 26 de abril de 2021
_- Keynes y la ética
_- El economista más influyente del siglo XX, de cuya muerte se cumplen hoy, día 4 de abril, 75 años, entendió que de las crisis se sale sabiendo qué futuro queremos
En plena Segunda Guerra Mundial, el Gobierno del Reino Unido encargó al político y académico William Beveridge un informe sobre el futuro de la Seguridad Social del país. Lord Beveridge pidió ayuda con el cálculo de su costo a Keynes. Como cuenta el mejor biógrafo de éste, el también notable economista Robert Skidelsky, de esa colaboración surgieron una serie de documentos clave -empezando por el Social Insurance and Allied Services (1942), del que se vendieron 700.000 copias en unas semanas- que marcaron un giro crucial a las políticas económicas y sociales que hicieron posible a partir de 1945 tres décadas de bienestar no solo en el Reino Unido sino también en Europa occidental. Ni Beveridge ni Keynes eran precisamente radicales. Al contrario, ideológicamente se encontraban en la órbita del moribundo Partido Liberal y eran por origen, temperamento y estilos de vida, personas plenamente integradas en el sistema, que querían salvar al capitalismo del fascismo, del comunismo y de sí mismo.
Para salvar al capitalismo había que reinventarlo y en este proceso fueron cruciales los conocimientos de Keynes, el hombre que ya había revolucionado en 1936 el pensamiento económico con su libro Teoría general del empleo, el interés y el dinero, en el que abogaba por el papel imprescindible del Estado y del déficit presupuestario para sacar a las economías occidentales de las garras de la Gran Depresión. Luego, en los años cuarenta, Keynes demostró que los proyectos de reforma social eran posibles porque se podían pagar si se hacían los esfuerzos presupuestarios y fiscales necesarios. Llama la atención que estos planes se concibieran en medio de una guerra que había llevado al Reino Unido a la bancarrota técnica, que solo la ayuda económica americana evitó que se materializase. Y es que Keynes vio en la catástrofe una oportunidad para hacer un mundo mejor, mientras que podría haber hecho lo contrario y dejar las reformas para cuando la situación económica mejorase, o para nunca. No fue una acción del todo inesperada o inexplicable. Como antes hiciera Adam Smith (autor de un libro a menudo ignorado, titulado nada menos que Teoría de los sentimientos morales), Keynes había llegado a la economía desde la ética, y quizás por ello nunca olvidó que aquélla está al servicio de la sociedad y no al revés, en contra de los dogmáticos que pensaban que la sociedad está maniatada por unos supuestos principios naturales o científicos inmutables, empezando por la sagrada mano invisible del libre mercado.
Dejar la ética fuera de los planteamientos económicos ignoraría la historia que vino después. La reforma del capitalismo a partir de 1945 fue posible por un cambio de mentalidad en la mayoría de los ciudadanos y de una parte de las élites, que concluyeron que los años de miseria, desempleo estructural, recortes sociales y de desigualdad que precedieron a la guerra no podían continuar. En el Reino Unido, Churchill, el gran héroe de la resistencia ante los nazis, no entendió este cambio en la opinión pública y por eso fue derrotado de forma rotunda por los laboristas en las elecciones de aquel año.
Al menos en Occidente (pero no en España), el mundo nuevo que alumbró la Segunda Guerra Mundial estaba basado en lograr un objetivo simple: la creación de una sociedad más justa y libre en la que todos los ciudadanos tuviesen oportunidades reales para mejorar sus vidas. Las nuevas prioridades sociales llevaron a los gobiernos democráticos de posguerra a expandir su función redistributiva de la riqueza de una forma sin precedentes. Para ello se aumentaron las cargas fiscales a los más ricos. Con las subidas de impuestos, las grandes mansiones de la aristocracia británica que vemos en algunas películas llenas de nostalgia –pagadas con el dinero de la esclavitud, el despojo de la India y mantenidas por legiones de sirvientes que cobraban muy poco- tuvieron que cerrar sus puertas y ser vendidas al National Trust. Pero a cambio se pudieron pagar las cerca de 200.000 viviendas sociales que construyó cada año el Gobierno del Reino Unido (fuese laborista o conservador) y acabar así con la vergüenza de que una de cada tres casas en el país no tuviese agua corriente en 1939.
Keynes, uno de los padres de esta nueva sociedad, fue un hombre lleno de contradicciones y de opiniones cambiantes. El exquisito esteta elitista (miembro del exclusivo y secreto club de los Apóstoles de Cambridge y del grupo de Bloomsbury) que despreciaba a Marx, resultó ser uno de los individuos que más hizo por los trabajadores el siglo pasado. Fue primero librecambista y luego proteccionista. Defendió a la derrotada Alemania en 1919 pero aborreció el Apaciguamiento ante Hitler en los años treinta. Intentó evitar la vuelta al patrón oro en 1925 y luego luchó, en la conferencia de Bretton Woods de 1944, para encontrar la estabilidad perdida de las divisas. Sus ideas fiscales en los años veinte eran muy distintas de las de los años cuarenta. No podía ser de otro modo. Como toda persona inteligente y no dogmática, él cambió las preguntas y las respuestas según cambiaron los tiempos. Pero ante todo nunca olvidó que la función pública debía basarse en principios éticos. Por ello mismo entendió que la teoría económica tenía que ser flexible y responder a las necesidades del momento, y que la salida a la crisis desatada en 1939-1945 no podía ser la misma que la que siguió primero al estallido de la Gran Guerra y luego a la Gran Depresión, que pagaron los más pobres mientras que las diferencias sociales se agudizaron aún más.
Los imperativos éticos de las generaciones que vivieron la Segunda Guerra Mundial hicieron que en el capitalismo de posguerra se desarrollaran políticas que hoy serían acusadas por muchos de subversivas y aberrantes. Por ejemplo, en Estados Unidos se implementaron tipos máximos del impuesto de la renta que llegaron hasta el 91% bajo Eisenhower, y lo normal era que los grandes patrones empresariales ganasen como media unas treinta veces más que sus empleados. Hoy, en un ambiente moral muy distinto, el tipo impositivo máximo en los Estados Unidos es del 37% y los jefes de las grandes compañías ganan una media de 300 veces el salario de sus empleados. También hoy en España tenemos millones de personas socialmente excluidas que sufren la segunda crisis socio-económica profunda en una generación. Sin embargo, hay quienes no solo se echan las manos a la cabeza cuando se propone apuntalar nuestro más bien escuálido Estado del bienestar aumentando la carga fiscal nacional hasta el mismo nivel medio del resto de Europa (del 35% al 41% del PIB), sino que además piden o prometen bajadas masivas de impuestos mientras que evitan explicar cómo se van a pagar las pensiones, las ayudas a la dependencia, la educación, la sanidad, la investigación y hasta la defensa de este país.
A diferencia de demagogos y santones del mercado, Keynes entendió que de las crisis económicas se debe salir considerando primero qué futuro queremos. Tampoco olvidó que la economía es política, y por lo tanto una manifestación de nuestros valores éticos colectivos.
Antonio Cazorla Sánchez es catedrático de Historia Contemporánea de Europa en la Trent University. Canadá.
https://elpais.com/opinion/2021-04-21/keynes-y-la-etica.html
En plena Segunda Guerra Mundial, el Gobierno del Reino Unido encargó al político y académico William Beveridge un informe sobre el futuro de la Seguridad Social del país. Lord Beveridge pidió ayuda con el cálculo de su costo a Keynes. Como cuenta el mejor biógrafo de éste, el también notable economista Robert Skidelsky, de esa colaboración surgieron una serie de documentos clave -empezando por el Social Insurance and Allied Services (1942), del que se vendieron 700.000 copias en unas semanas- que marcaron un giro crucial a las políticas económicas y sociales que hicieron posible a partir de 1945 tres décadas de bienestar no solo en el Reino Unido sino también en Europa occidental. Ni Beveridge ni Keynes eran precisamente radicales. Al contrario, ideológicamente se encontraban en la órbita del moribundo Partido Liberal y eran por origen, temperamento y estilos de vida, personas plenamente integradas en el sistema, que querían salvar al capitalismo del fascismo, del comunismo y de sí mismo.
Para salvar al capitalismo había que reinventarlo y en este proceso fueron cruciales los conocimientos de Keynes, el hombre que ya había revolucionado en 1936 el pensamiento económico con su libro Teoría general del empleo, el interés y el dinero, en el que abogaba por el papel imprescindible del Estado y del déficit presupuestario para sacar a las economías occidentales de las garras de la Gran Depresión. Luego, en los años cuarenta, Keynes demostró que los proyectos de reforma social eran posibles porque se podían pagar si se hacían los esfuerzos presupuestarios y fiscales necesarios. Llama la atención que estos planes se concibieran en medio de una guerra que había llevado al Reino Unido a la bancarrota técnica, que solo la ayuda económica americana evitó que se materializase. Y es que Keynes vio en la catástrofe una oportunidad para hacer un mundo mejor, mientras que podría haber hecho lo contrario y dejar las reformas para cuando la situación económica mejorase, o para nunca. No fue una acción del todo inesperada o inexplicable. Como antes hiciera Adam Smith (autor de un libro a menudo ignorado, titulado nada menos que Teoría de los sentimientos morales), Keynes había llegado a la economía desde la ética, y quizás por ello nunca olvidó que aquélla está al servicio de la sociedad y no al revés, en contra de los dogmáticos que pensaban que la sociedad está maniatada por unos supuestos principios naturales o científicos inmutables, empezando por la sagrada mano invisible del libre mercado.
Dejar la ética fuera de los planteamientos económicos ignoraría la historia que vino después. La reforma del capitalismo a partir de 1945 fue posible por un cambio de mentalidad en la mayoría de los ciudadanos y de una parte de las élites, que concluyeron que los años de miseria, desempleo estructural, recortes sociales y de desigualdad que precedieron a la guerra no podían continuar. En el Reino Unido, Churchill, el gran héroe de la resistencia ante los nazis, no entendió este cambio en la opinión pública y por eso fue derrotado de forma rotunda por los laboristas en las elecciones de aquel año.
Al menos en Occidente (pero no en España), el mundo nuevo que alumbró la Segunda Guerra Mundial estaba basado en lograr un objetivo simple: la creación de una sociedad más justa y libre en la que todos los ciudadanos tuviesen oportunidades reales para mejorar sus vidas. Las nuevas prioridades sociales llevaron a los gobiernos democráticos de posguerra a expandir su función redistributiva de la riqueza de una forma sin precedentes. Para ello se aumentaron las cargas fiscales a los más ricos. Con las subidas de impuestos, las grandes mansiones de la aristocracia británica que vemos en algunas películas llenas de nostalgia –pagadas con el dinero de la esclavitud, el despojo de la India y mantenidas por legiones de sirvientes que cobraban muy poco- tuvieron que cerrar sus puertas y ser vendidas al National Trust. Pero a cambio se pudieron pagar las cerca de 200.000 viviendas sociales que construyó cada año el Gobierno del Reino Unido (fuese laborista o conservador) y acabar así con la vergüenza de que una de cada tres casas en el país no tuviese agua corriente en 1939.
Keynes, uno de los padres de esta nueva sociedad, fue un hombre lleno de contradicciones y de opiniones cambiantes. El exquisito esteta elitista (miembro del exclusivo y secreto club de los Apóstoles de Cambridge y del grupo de Bloomsbury) que despreciaba a Marx, resultó ser uno de los individuos que más hizo por los trabajadores el siglo pasado. Fue primero librecambista y luego proteccionista. Defendió a la derrotada Alemania en 1919 pero aborreció el Apaciguamiento ante Hitler en los años treinta. Intentó evitar la vuelta al patrón oro en 1925 y luego luchó, en la conferencia de Bretton Woods de 1944, para encontrar la estabilidad perdida de las divisas. Sus ideas fiscales en los años veinte eran muy distintas de las de los años cuarenta. No podía ser de otro modo. Como toda persona inteligente y no dogmática, él cambió las preguntas y las respuestas según cambiaron los tiempos. Pero ante todo nunca olvidó que la función pública debía basarse en principios éticos. Por ello mismo entendió que la teoría económica tenía que ser flexible y responder a las necesidades del momento, y que la salida a la crisis desatada en 1939-1945 no podía ser la misma que la que siguió primero al estallido de la Gran Guerra y luego a la Gran Depresión, que pagaron los más pobres mientras que las diferencias sociales se agudizaron aún más.
Los imperativos éticos de las generaciones que vivieron la Segunda Guerra Mundial hicieron que en el capitalismo de posguerra se desarrollaran políticas que hoy serían acusadas por muchos de subversivas y aberrantes. Por ejemplo, en Estados Unidos se implementaron tipos máximos del impuesto de la renta que llegaron hasta el 91% bajo Eisenhower, y lo normal era que los grandes patrones empresariales ganasen como media unas treinta veces más que sus empleados. Hoy, en un ambiente moral muy distinto, el tipo impositivo máximo en los Estados Unidos es del 37% y los jefes de las grandes compañías ganan una media de 300 veces el salario de sus empleados. También hoy en España tenemos millones de personas socialmente excluidas que sufren la segunda crisis socio-económica profunda en una generación. Sin embargo, hay quienes no solo se echan las manos a la cabeza cuando se propone apuntalar nuestro más bien escuálido Estado del bienestar aumentando la carga fiscal nacional hasta el mismo nivel medio del resto de Europa (del 35% al 41% del PIB), sino que además piden o prometen bajadas masivas de impuestos mientras que evitan explicar cómo se van a pagar las pensiones, las ayudas a la dependencia, la educación, la sanidad, la investigación y hasta la defensa de este país.
A diferencia de demagogos y santones del mercado, Keynes entendió que de las crisis económicas se debe salir considerando primero qué futuro queremos. Tampoco olvidó que la economía es política, y por lo tanto una manifestación de nuestros valores éticos colectivos.
Antonio Cazorla Sánchez es catedrático de Historia Contemporánea de Europa en la Trent University. Canadá.
https://elpais.com/opinion/2021-04-21/keynes-y-la-etica.html
domingo, 25 de abril de 2021
Grandola Vila Morena. 25 de abril.
Hoy es 25 de abril, hace 47 años de la revolución de los claveles en nuestra vecina Portugal.
Fue un gran día y una hermosa revolución.
Fue un gran día y una hermosa revolución.
_- Amazon EEUU: Los elementos constitutivos de la derrota sindical en Bessemer
_- La National Labor Relations Board [Junta Nacional de Relaciones del Trabajo] anunció hoy los resultados de la votación sobre la adhesión de los trabajadores del depósito de Amazon en Bessemer, Alabama a un sindicato nacional. La votación fue de 738 a favor y 1798 en contra. Es una mala noticia, pero eso no significa que en futuras campañas los trabajadores de Amazon no puedan o no quieran ganar. Pueden ganar. Los resultados no fueron sorprendentes, por razones que tienen más que ver con los criterios utilizados en la propia campaña que con cualquier otro factor.
Las historias de las horribles condiciones de trabajo en Amazon son más que conocidas. Mucho antes de la campaña de Bessemer, cualquiera que se interesara un poco en el asunto sabía que los trabajadores están sometidos a un ritmo tan frenético que acaban orinando en botellas para evitar ser sancionados por demorarse demasiado en ir al baño, lo que para la empresa es "tiempo libre". Christian Smalls fue despedido hace un año por denunciar públicamente que no se proporcionaba equipo de protección personal a la gente en su local de Amazon en el estado azul [color del Partido demócrata] de Nueva York. Jennifer Bates, empleada de Amazon en el depósito de Bessemer dio un testimonio ante el Congreso que da vueltas el estómago. Los trabajadores de Amazon necesitan desesperadamente sindicalizarse, en Alabama, en Alemania y en cualquier otro lugar en el que la patronal high-tech y futurista, pero con una actitud medieval para con sus empleados, instale un local de trabajo, cualquiera que sea la naturaleza del mismo. Con tan malas condiciones, ¿cómo se explica la derrota en Bessemer?
Hay tres factores que tienen mucho peso en cualquier votación sobre la sindicalización en los EEUU: el comportamiento terriblemente vicioso de los empresarios -a veces ilegal, la mayoría de las veces, legal- que incluye el acoso y la intimidación de los trabajadores, y las mentiras descaradas (lo que, aparte de los países con gobiernos abiertamente represivos, es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos); las estrategias y tácticas utilizadas en la campaña por los organizadores; y el contexto sociopolítico más amplio en el que tienen lugar las elecciones sindicales.
Destrucción de los sindicatos
Dada la eficacia de Amazon en la entrega de pedidos y el nuevo dominio que ejerce en Hollywood como productor y financista clave de películas y programas de televisión, no es difícil imaginar que su operación para acabar con los sindicatos es también de primera categoría. El carácter implacable de las campañas patronales para derrotar a los sindicatos no es nada nuevo.
Para refrescar la memoria, nada mejor que leer Confessions of a Union Buster [Confesiones de un cazador de sindicatos], de Martin Jay Levitt (Crown Publishers, 1993). Es un libro escrito por un ex mercenario de la patronal. Está lleno de arrogancia, como debe ser, dado el número de campañas sindicales que Levitt ayudó a destruir. En su libro, Levitt le dice al lector: "El anti sindicalismo es un terreno lleno de matones y basado en la mentira. Una campaña contra un sindicato es un ataque a las personas y una guerra contra la verdad. Como tal, es una guerra sin honor. La única forma de desmantelar un sindicato es mentir, deformar, manipular, amenazar y siempre, siempre, atacar. Toda campaña de "prevención sindical", como se denominan esas guerras, se basa en una estrategia combinada de desinformación y de ataques personales."
Basta con leer el libro de Levitt -que debería ser una lectura obligatoria para todos los organizadores y militantes sindicales- para darse cuenta de que los dados están siempre echados en contra de los trabajadores que tratan de organizarse en Estados Unidos (y cada vez más, en todo el mundo, ya que la experiencia en la destrucción de los sindicatos se ha convertido en una mercadería de exportación muy apreciada en el sector de los servicios). Su libro, la campaña de Amazon y casi todas las elecciones sindicales desde la era Reagan constituyen una amplia prueba de que, para tener alguna posibilidad de invertir la tendencia a la baja de la situación de los trabajadores estadounidenses, es absolutamente necesaria la adopción de la HR 842, la Protecting the Right to Organize Act of 2021 [PRO, Ley de Protección del Derecho de Organización] de 2021, que acaba de ser aprobada por la Cámara de Representantes.
El apoyo popular a los sindicatos está en su punto más alto, mientras que el apoyo a las grandes empresas se encuentra en un nivel históricamente bajo. Lamentablemente, el apoyo popular a una propuesta tiene poco o nada que ver con que el Congreso apruebe la legislación. Dado el historial de intentos infructuosos de modificar de forma progresiva las leyes laborales bajo administraciones controladas por los demócratas -incluso con mayorías en ambas cámaras- la aprobación final de la Ley PRO es poco probable. Pero a pesar de los muchos obstáculos que se interponen en el camino de los trabajadores que intentan sindicalizarse, es fundamental recurrir a las estrategias y tácticas que dieron mejores resultados.
Aceptar la derrota en campañas de sindicalización difíciles de ganar significa aceptar un futuro muy sombrío. Para tener una posibilidad de ganar las campañas más rudas, hay que aplicar los mejores métodos desde los primeros días de la campaña y mantenerlos hasta el final. Los deseos y las intuiciones imprecisas no tienen cabida en una campaña contra un empleador tan sofisticado y tan bien equipado como Amazon.
Varias señales de alerta durante la campaña
- Lista inexacta de trabajadores. Desde el principio, la campaña de Bessemer tuvo, como lo reconocieron muchos organizadores experimentados, debilidades casi fatales. La primera de ellas era una estimación muy inexacta sobre el número de empleados que trabajaban en el depósito. Cuando el sindicato presentó la documentación oficial ante la NLRB para celebrar las elecciones el 20 de noviembre de 2020 -en un momento en el que poca gente le prestaba atención a otra cosa que no fueran las elecciones presidenciales de Estados Unidos-, el Sindicato de Minoristas, Mayoristas y Grandes Almacenes (RWDSU, por sus siglas en inglés) estimó que en el depósito había 1.500 trabajadores. Poco después de que el RWDSU presentara su denuncia, Amazon respondió a la NLRB que había unos 5.800 trabajadores en el almacén. Después de este primer paso del proceso -el acto formal de presentar un pedido de elección de sindicalización-, el sindicato puso en marcha el proceso legal verdaderamente oscuro que rige las elecciones sindicales en Estados Unidos. Los abogados de Amazon argumentaron que si el sindicato creía que sólo 1.500 empleados tenían derecho a votar en las elecciones, no tendría lo que se llama una "demostración de interés" suficiente, que establece que el 30% del total de empleados hayan firmado tarjetas de autorización indicando que desean organizar una elección sindical.
En lo que podría parecer una señal de aliento para los organizadores del sindicato, entre finales de noviembre y mediados de diciembre consiguieron reunir suficientes firmas de trabajadores como para alcanzar el umbral mínimo del 30% y así poder realizar las elecciones, incluso sobre el número mucho mayor de trabajadores que Amazon dijo que eran elegibles (para alcanzar el 30% de 1500 empleados, se necesitaban 300 tarjetas firmadas, pero eran necesarias 1740 en un total de 5800 trabajadores).
En realidad, según el New York Times, los organizadores habían recogido un total de 2.000 tarjetas de autorización a finales de diciembre de 2020. Para los militantes sindicales con menos experiencia puede ser desconcertante que los trabajadores firmen una tarjeta de autorización para la celebración de las elecciones y que luego voten en contra. Los organizadores sindicales experimentados nunca formulan esta pregunta: "¿Quieres el derecho a votar para tener un sindicato o no?" Les pedimos que se comprometan con el voto afirmativo y que firmen una petición en ese sentido al firmar la tarjeta de autorización para las elecciones. Son preguntas muy diferentes y al final los resultados son también muy diferentes.
Pero la manifestación de interés preparó el terreno para el siguiente paso en el engorroso y complicado proceso: la audiencia oficial de la NLRB que determina si habrá elecciones y en caso afirmativo, cómo. Esa audiencia tuvo lugar el 20 de diciembre. Desde entonces y hasta finales de enero, mientras la atención de la nación se centraba en el asalto al Capitolio, Amazon emprendió su propio ataque a la democracia, la que se supone que está garantizada para las personas en su lugar de trabajo.
- La discusión sobre las cotizaciones sindicales. Cuando en el mes de enero, Amazon lanzó www.doitwithoutdues.com, un sitio web en el que se enumeraba todo lo que los trabajadores podrían hacer con el dinero “gastado” en concepto de cotizaciones sindicales, aparecieron los primeros signos de alerta. Al mismo tiempo, Amazon publicó un hashtag en Twitter. La estratagema le salió mal. Los militantes pro-sindicatos de todo el país se apropiaron de la plataforma para tuitear una respuesta tras otra, todas muy ingeniosas, convirtiendo las reacciones de Amazon en una obsesión casi tan fuerte como los chistes que circulaban en Twitter sobre el barco encallado en el Canal de Suez.
Para los organizadores del sindicato, por muy divertida que haya sido la respuesta nacional en Twitter -que se convirtió en una plataforma digital para mostrar su rechazo a Amazon-, había un motivo más profundo de preocupación, según la respuesta oficial del RWDSU. Su presidente nacional, Stuart Appelbaum y otros representantes de la campaña lanzaron una ofensiva para demostrar que la dirección de Amazon mentía. "Amazon está intentando convertir las cotizaciones sindicales en un problema, aunque la gente no tenga que pagar ninguna contribución", dijo Stuart Appelbaum al Washington Post. Mensajes similares dominaron la cobertura de los medios de comunicación en respuesta al mensaje antisindical totalmente predecible sobre las cotizaciones. Un funcionario sindical dijo a NPR (National Public Radio): "Como algunos trabajadores lo indican, las leyes de "derecho al trabajo" de Alabama establecen que los empleados pueden elegir entre pagar o no las cotizaciones sindicales".
Aunque la respuesta del sindicato sea correcta -los trabajadores no tienen que pagar cotizaciones en un estado con una ley de "derecho al trabajo"-, aquellos que organizan y ganan una campaña nunca proponen a los trabajadores que pueden elegir si quieren o no pagar las cuotas. Más bien, es lo contrario. De hecho, es totalmente previsible que haya carteles por todas partes -en los baños, los comedores, las salas de descanso, junto a los marcadores de tarjeta, etc.- que dicen que la empresa da más que lo que pueden obtener los trabajadores con el pago de una cotización sindical. - Una respuesta más sutil consistiría en preguntarse por qué, de pronto, la empresa quiere debatir de cómo gastan los trabajadores su propio dinero. En ese caso, los sindicalistas pueden ayudar al trabajador a entender que el pago de las cuotas es esencial para construir el poder necesario para enfrentarse a empresarios gigantes como Amazon.
La semántica y los mensajes suscitaron preocupaciones mucho más allá de la conversación sobre las cotizaciones sindicales. En los carteles pro-sindicato, los mensajes incluían lemas como "El sindicato está de tu lado". En los numerosos vídeos que salen de Bessemer en las redes sociales, los activistas y sindicalistas hablan regularmente de "el sindicato", como si un sindicato fuera algo distinto de los trabajadores que tratan de formarlo. Un eslogan mejor habría sido "Cuando los trabajadores se unen, se producen cambios de verdad", o algo que no convirtiera al "sindicato" en algo así como el nombre de un edificio o una calle y una dirección.
- La puerta de la fábrica como lugar de la campaña, sin visitas a domicilio. En la gran mayoría de las campañas que han tenido éxito, la forma y el lugar de las conversaciones con los trabajadores son cruciales. En un motor de búsqueda de Internet, si se escribe "Amazon cambia el esquema de los semáforos en Alabama" [para impedir la recogida de firmas], los resultados muestran docenas de historias, destacando una de las muchas tácticas que Amazon utilizó para combatir a los militantes de la campaña y a los sindicalistas. Aunque sea infame, esa táctica es acorde con la dureza de los combates por la sindicalización en Estados Unidos. En Twitter, cuando se dio a conocer la historia, las personas que habían vivido el mismo problema contaban: "Sí, esto también ocurrió en el norte de Ohio, en nuestras elecciones, donde la empresa domina la política de la ciudad". Ninguna de estas tácticas resulta sorprendente después de haber leído Confessions of a Union Buster. Lo que les preocupaba a los organizadores experimentados era la constatación de que la mayor parte del contacto cara a cara con los trabajadores tenía lugar en la puerta de la planta.
Como explicar eso de "No te preocupes. No hay que pagar cotización en Alabama", una campaña no debe hacerse nunca desde la puerta de la fábrica. ¿Por qué? Porque el patrón está mirando. Esto es válido para todos los empresarios, no sólo para Amazon, una empresa que además desarrolla sistemas de vigilancia. Los trabajadores no quieren ser vistos cerca de su lugar de trabajo hablando con partidarios del sindicato, eso les preocupa.
Las campañas victoriosas han demostrado que para ganar hay que hacer visitas a domicilio, es decir, visitas físicas sin previo aviso a las casas de los trabajadores para que la conversación pueda tener lugar lejos de la mirada de la empresa. En una entrevista en The American Prospect [una revista de la izquierda demócrata] un organizador de la campaña pro sindicato de Amazon explicó que no hacen visitas a domicilio, debido a la pandemia de Covid. Pero en una campaña difícil de ganar, hay que ponerse un tapabocas, tocar el timbre, llevar el desinfectante colgando del cuello o en las manos para que se vea e iniciar el diálogo con el trabajador manteniendo la distancia social, con toda seguridad.
La cuestión sobre el Covid y la campaña puerta a puerta, también se planteó al principio de la campaña de Biden, después de que Sanders se retirara y cuando la pandemia se agravó. Al principio, Biden se equivocó, y cuando se dio cuenta de lo reñida que sería la elección, cambió de método. Del mismo modo, en los artículos sobre la segunda vuelta de las elecciones al Senado en Georgia, los organizadores del derecho al voto dejaron claro que tenían que salir a la calle, subirse a sus coches y visitar a cada votante cara a cara, a pesar de la pandemia. Llevaban máscaras y visitaron a miles de votantes.
El trabajo académico más completo sobre el éxito de la sindicalización en los EEUU, realizado por Kate Bronfenbrenner, directora de investigación laboral de la Universidad de Cornell, brinda argumentos irrefutables a favor de las visitas a domicilio. Sin embargo, los organizadores de Bessemer dijeron que se basaban en "estrategias digitales". El sindicato también dice que, aparte de venir a dialogar en las puertas de la planta, los representantes de otros sindicatos del país llamaban por teléfono a los trabajadores de Amazon de Bessemer. Pero no hay nada que remplace una visita a domicilio en una campaña dura, y punto.
Una posible excepción a la regla de la campaña en la puerta de la fábrica podría haber sido que muchos verdaderos trabajadores de Bessemer Amazon estuvieran en la puerta de la fábrica durante el cambio de turno. Pero no fue así. En lugar de eso, los trabajadores de la planta veían a personal del sindicato y a simpatizantes de afuera.
- Falta de apoyo mayoritario. Una de las tácticas más importantes en estas luchas difíciles por la organización de un sindicato es lo que los sindicalistas llaman "pruebas de estructura pública mayoritaria". Una prueba de estructura pública mayoritaria se produce cuando la mayoría de los trabajadores con derecho a voto en las próximas elecciones sindicales, o que votan a favor de la huelga, firman una petición o se fotografían y realizan carteles públicos, un folleto o abren una página web en la que aparecen sus firmas o sus caras, con un mensaje que indica su intención de votar 'sí'. El sindicato contestó que en Bessemer necesitaba "proteger a la mano de obra" de los despidos, por lo que no quería hacer nada en público. Y ahí se acabó el juego.
Un error frecuente en las batallas sindicales difíciles es que los responsables del esfuerzo piensan que hay algo único en sus circunstancias particulares -la industria, el grupo de trabajadores, el tipo de trabajadores, la región del país, el momento de la historia, el nivel de vigilancia, etc.- que justifica que no se adopten las prácticas adecuadas de organización, como la realización de pruebas de estructura mayoritaria y eventualmente, la publicación de esas pruebas una vez que se alcanza la mayoría. Cuando el miedo se extiende en un establecimiento -lo que fue seguramente el caso en la elección de Amazon- la única manera de superarlo es que todos los trabajadores pro sindicato salgan a declararse públicamente a favor del mismo. Lo que "protege a los trabajadores" es cuando una mayoría de ellos toma esa medida conjuntamente, todos al mismo tiempo. Se muestra así la fuerza colectiva en las conversaciones y en la acción.
Las pruebas de estructura se hacen primero en privado y en silencio hasta el momento en que la mayoría de los trabajadores están dispuestos a firmar. Si la mayoría firma, suele ser un indicio fiable de que la campaña va a tener éxito. Pero no basta con una prueba de estructura pública. Hay que seguir adelante, porque el apoyo aumenta, en general, una vez que los compañeros de trabajo indecisos se dan cuenta de que, en realidad, la mayoría de sus compañeros construyen la unidad. Las pruebas de estructura mayoritaria demuestran que las personas en las que más confían los trabajadores le hacen frente a una campaña de miedo, son sus propios compañeros y están dispuestos a apoyarlos, a decir "basta".
Los que ganan son los trabajadores que ven que muchos de sus compañeros se pronuncian. No se gana organizando mítines con superestrellas venidas de otro estado, ni con jugadores de fútbol famosos, ni con actores y actrices famosos, ni siquiera con Bernie Sanders o el presidente de los EE.UU. (aunque el video del presidente Biden es digno de ser aplaudido por varias razones: las futuras campañas y la legitimidad general de los sindicatos, sobre todo). Cuando en una campaña hay más seguidores y personal de otras fábricas que trabajadores de esa planta, es una clara señal de que la derrota es inminente.
El contexto de Bessemer
Mucho se ha dicho sobre la historia de Bessemer y por extensión de Birmingham (cerca de Bessemer), como un lugar que -a pesar de estar en Alabama, un estado republicano aferrado al sistema de Jim Crow [segregación racial], con una de las tasas de sindicalización más bajas del país- es en cierto modo una excepción debido a la historia de sindicalización de la ciudad. ¡Una historia sorprendente!
Son maravillosas historias de las luchas de los trabajadores por organizarse en la región, con los negros uniéndose entre sí y con los trabajadores blancos -a veces sacrificando la vida- para forjar sindicatos en aquellas minas que fueron parte del paisaje. La cobertura mediática también se centró en el porcentaje de trabajadores negros en los depósitos de Amazon, sugiriendo que la demografía aseguraría la victoria. Si esto último hubiera sido cierto, habría habido una victoria sólida en las elecciones de Nissan en Canton, Mississippi, en 2017, cuando los medios de comunicación también exageraron de manera muy grosera la elección y el factor de una mayoría de trabajadores negros. En esas elecciones, el voto fue de 38% por el sí y 62% por el no.
En el material publicado por el sindicato en su página web, se puede ver una larga lista de personas que apoyan a los trabajadores a nivel nacional, y una lista mucho más corta de grupos locales que apoyan los esfuerzos de los trabajadores. Los medios de comunicación hablaron a menudo del aspecto religioso de la campaña, en la que los líderes religiosos habrían sido los principales protagonistas. Pero las organizaciones religiosas de Bessemer o de la zona de Birmingham estuvieron prácticamente ausentes de la lista de apoyo a la campaña. Las noticias decían que las reuniones comenzaban con oraciones, pero los principales líderes religiosos locales no apoyaron públicamente a los trabajadores. En las campañas exitosas, el apoyo público de los líderes religiosos locales suele ser esencial si la pertenencia religiosa es común entre los trabajadores.
En Detroit, antes de que se sindicalizaran las fábricas de automóviles, muchos negros se oponían al sindicato. La razón, según el Dr. Steven Pitts, que dirige el nuevo podcast Black Work Talk: "Muchos pastores prestigiosos de la zona de Detroit tenían buenas relaciones con Henry Ford. Cuando la emigración negra del Sur [hacia el Norte] estaba en su apogeo, las familias negras se instalaron en Detroit, allí encontraron una iglesia y consiguieron trabajo en la fábrica de Ford gracias a los responsables de su iglesia. Hizo falta una década de luchas entre los trabajadores negros pro-sindicatos y sus jefes cívicos antes de que dinámica cambiara en Detroit para inclinarse a favor de los sindicatos."
En Bessemer, los grupos comunitarios locales con los que hablé por teléfono me dijeron que ésta era la primera campaña sindical que recordaban en la que el sindicato se había puesto en contacto con ellos en una fecha tan tardía de la campaña, en el mes de febrero. En elecciones pasadas, en la misma región, incluso la de la planta de componentes de automóviles de Mercedes en Tuscaloosa, que se encuentra a 80 kilómetros de la ciudad -mucho más lejos de lo que Bessemer está de Birmingham- los sindicatos intervinieron mucho antes de que los trabajadores hicieran pública la campaña (lo que en Bessemer había ocurrido ya en octubre).
Es muy probable que en estos días veamos mensajes afirmando que "aunque los trabajadores no hayan ganado, en realidad ganaron". Pero no ganaron. Y eso es realmente lamentable. Los medios de comunicación, especialmente los llamados medios sindicales, nunca deberían haber sobrestimado esta campaña, ni la de Volkswagen, ni la de Nissan. En los tres casos, la derrota inminente era clara. Cuando los medios de comunicación priorizan los clics y los seguidores [followers] y no la realidad, no sólo no ayudan sino que probablemente perjudican a los trabajadores. La cobertura de los medios de comunicación acumuló una atención injustificada que podría servir a la narrativa a favor de la Ley PRO, pero las campañas mediatizadas en exceso hacen que la gente se sienta derrotada. A veces, de hecho, se sienten tan derrotados que dan un paso atrás y se retiran para siempre. Probablemente, esta campaña no debería haber tenido lugar a partir del momento en que los sindicalistas se dieron cuenta de lo errónea que era su estimación de la cantidad de trabajadores en el depósito. No hay nada que justifique que se ponga a los trabajadores en lo que los sindicalistas llaman una "marcha de la muerte".
Para los trabajadores de Bessemer, la próxima etapa será que probablemente el sindicato presente una gran cantidad de objeciones plenamente justificadas, o denuncias por "prácticas laborales injustas", contra Amazon. Es probable que ganen el derecho a una nueva elección basándose en el comportamiento ilegal de la empresa. En la legendaria campaña de organización de Smithfield, donde los trabajadores del mayor matadero de cerdos del país consiguieron su sindicato [en 2008] al cabo de 16 años de lucha, en su tercer intento de elecciones, la lección que la gente debería haber aprendido es que efectivamente, las leyes laborales no se cumplen, pero también que no hay que saltar o evitar etapas cuando se hace una campaña.
Muchas de las dificultades constatadas en la primera ronda de votaciones en Smithfield tuvieron lugar en la primera ronda de votaciones en Bessemer. Ya es hora de que dejemos de dar por sentado que los trabajadores nos apoyan, de que no los hagamos correr riesgos innecesarios con una política de "tierra quemada".
Al lado de las presiones que debe soportar la mayoría de los trabajadores de Estados Unidos cuando tratan de formar un sindicato, las recientes medidas de la asamblea legislativa de Georgia, destinadas a suprimir más votantes [para las elecciones estatales] parecen inofensivas. Si el Senado aprueba el proyecto de ley PRO, no cabe duda de que la sindicalización aumentará rápidamente, lo cual es una de las razones por las que su aprobación en un futuro próximo parece curiosamente remota. A pesar de contar con el presidente más favorable a los sindicatos en casi 100 años, el Senado se mantiene inmóvil en temas mucho menos difíciles que una gran reforma del código laboral. El Senado no aceptaría siquiera un salario mínimo de 15 dólares por hora aunque lo pidiera el gobierno federal. Y los progresistas vienen intentando aprobar una ley laboral desde la presidencia de Jimmy Carter, sin conseguirlo.
Cada uno de los trabajadores de la campaña de Bessemer merecía ganar. Y si las normas de sindicalización en Estados Unidos fueran mínimamente justas, habrían ganado. Pero las reglas no son justas. Todo lo contrario: son descaradamente injustas. Lo que merecen los trabajadores que intentan formar sindicatos contra empresarios inmorales es un esfuerzo con posibilidades de ganar. Hay muchas pruebas de lo que funciona. Las redes sociales y los medios digitales no funcionan cuando el miedo y la división son las principales armas de los patrones.
Los trabajadores pueden ganar y organizar sindicatos, pueden hacer huelga y ganar. Es muy difícil; para ello, se requiere un compromiso sin concesiones.
Jane McAlevey corresponsal laboral de The Nation para las luchas de los trabajadores. Es autora de A Collective Bargain: Unions, Organizing, and the Fight for Democracy (Ecco, 2020). Es investigadora responsable del Instituto de Investigación sobre el Trabajo y el Empleo de la Universidad de California.
Fuente:
https://www.thenation.com/authors/jane-mcaleve
Las historias de las horribles condiciones de trabajo en Amazon son más que conocidas. Mucho antes de la campaña de Bessemer, cualquiera que se interesara un poco en el asunto sabía que los trabajadores están sometidos a un ritmo tan frenético que acaban orinando en botellas para evitar ser sancionados por demorarse demasiado en ir al baño, lo que para la empresa es "tiempo libre". Christian Smalls fue despedido hace un año por denunciar públicamente que no se proporcionaba equipo de protección personal a la gente en su local de Amazon en el estado azul [color del Partido demócrata] de Nueva York. Jennifer Bates, empleada de Amazon en el depósito de Bessemer dio un testimonio ante el Congreso que da vueltas el estómago. Los trabajadores de Amazon necesitan desesperadamente sindicalizarse, en Alabama, en Alemania y en cualquier otro lugar en el que la patronal high-tech y futurista, pero con una actitud medieval para con sus empleados, instale un local de trabajo, cualquiera que sea la naturaleza del mismo. Con tan malas condiciones, ¿cómo se explica la derrota en Bessemer?
Hay tres factores que tienen mucho peso en cualquier votación sobre la sindicalización en los EEUU: el comportamiento terriblemente vicioso de los empresarios -a veces ilegal, la mayoría de las veces, legal- que incluye el acoso y la intimidación de los trabajadores, y las mentiras descaradas (lo que, aparte de los países con gobiernos abiertamente represivos, es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos); las estrategias y tácticas utilizadas en la campaña por los organizadores; y el contexto sociopolítico más amplio en el que tienen lugar las elecciones sindicales.
Destrucción de los sindicatos
Dada la eficacia de Amazon en la entrega de pedidos y el nuevo dominio que ejerce en Hollywood como productor y financista clave de películas y programas de televisión, no es difícil imaginar que su operación para acabar con los sindicatos es también de primera categoría. El carácter implacable de las campañas patronales para derrotar a los sindicatos no es nada nuevo.
Para refrescar la memoria, nada mejor que leer Confessions of a Union Buster [Confesiones de un cazador de sindicatos], de Martin Jay Levitt (Crown Publishers, 1993). Es un libro escrito por un ex mercenario de la patronal. Está lleno de arrogancia, como debe ser, dado el número de campañas sindicales que Levitt ayudó a destruir. En su libro, Levitt le dice al lector: "El anti sindicalismo es un terreno lleno de matones y basado en la mentira. Una campaña contra un sindicato es un ataque a las personas y una guerra contra la verdad. Como tal, es una guerra sin honor. La única forma de desmantelar un sindicato es mentir, deformar, manipular, amenazar y siempre, siempre, atacar. Toda campaña de "prevención sindical", como se denominan esas guerras, se basa en una estrategia combinada de desinformación y de ataques personales."
Basta con leer el libro de Levitt -que debería ser una lectura obligatoria para todos los organizadores y militantes sindicales- para darse cuenta de que los dados están siempre echados en contra de los trabajadores que tratan de organizarse en Estados Unidos (y cada vez más, en todo el mundo, ya que la experiencia en la destrucción de los sindicatos se ha convertido en una mercadería de exportación muy apreciada en el sector de los servicios). Su libro, la campaña de Amazon y casi todas las elecciones sindicales desde la era Reagan constituyen una amplia prueba de que, para tener alguna posibilidad de invertir la tendencia a la baja de la situación de los trabajadores estadounidenses, es absolutamente necesaria la adopción de la HR 842, la Protecting the Right to Organize Act of 2021 [PRO, Ley de Protección del Derecho de Organización] de 2021, que acaba de ser aprobada por la Cámara de Representantes.
El apoyo popular a los sindicatos está en su punto más alto, mientras que el apoyo a las grandes empresas se encuentra en un nivel históricamente bajo. Lamentablemente, el apoyo popular a una propuesta tiene poco o nada que ver con que el Congreso apruebe la legislación. Dado el historial de intentos infructuosos de modificar de forma progresiva las leyes laborales bajo administraciones controladas por los demócratas -incluso con mayorías en ambas cámaras- la aprobación final de la Ley PRO es poco probable. Pero a pesar de los muchos obstáculos que se interponen en el camino de los trabajadores que intentan sindicalizarse, es fundamental recurrir a las estrategias y tácticas que dieron mejores resultados.
Aceptar la derrota en campañas de sindicalización difíciles de ganar significa aceptar un futuro muy sombrío. Para tener una posibilidad de ganar las campañas más rudas, hay que aplicar los mejores métodos desde los primeros días de la campaña y mantenerlos hasta el final. Los deseos y las intuiciones imprecisas no tienen cabida en una campaña contra un empleador tan sofisticado y tan bien equipado como Amazon.
Varias señales de alerta durante la campaña
- Lista inexacta de trabajadores. Desde el principio, la campaña de Bessemer tuvo, como lo reconocieron muchos organizadores experimentados, debilidades casi fatales. La primera de ellas era una estimación muy inexacta sobre el número de empleados que trabajaban en el depósito. Cuando el sindicato presentó la documentación oficial ante la NLRB para celebrar las elecciones el 20 de noviembre de 2020 -en un momento en el que poca gente le prestaba atención a otra cosa que no fueran las elecciones presidenciales de Estados Unidos-, el Sindicato de Minoristas, Mayoristas y Grandes Almacenes (RWDSU, por sus siglas en inglés) estimó que en el depósito había 1.500 trabajadores. Poco después de que el RWDSU presentara su denuncia, Amazon respondió a la NLRB que había unos 5.800 trabajadores en el almacén. Después de este primer paso del proceso -el acto formal de presentar un pedido de elección de sindicalización-, el sindicato puso en marcha el proceso legal verdaderamente oscuro que rige las elecciones sindicales en Estados Unidos. Los abogados de Amazon argumentaron que si el sindicato creía que sólo 1.500 empleados tenían derecho a votar en las elecciones, no tendría lo que se llama una "demostración de interés" suficiente, que establece que el 30% del total de empleados hayan firmado tarjetas de autorización indicando que desean organizar una elección sindical.
En lo que podría parecer una señal de aliento para los organizadores del sindicato, entre finales de noviembre y mediados de diciembre consiguieron reunir suficientes firmas de trabajadores como para alcanzar el umbral mínimo del 30% y así poder realizar las elecciones, incluso sobre el número mucho mayor de trabajadores que Amazon dijo que eran elegibles (para alcanzar el 30% de 1500 empleados, se necesitaban 300 tarjetas firmadas, pero eran necesarias 1740 en un total de 5800 trabajadores).
En realidad, según el New York Times, los organizadores habían recogido un total de 2.000 tarjetas de autorización a finales de diciembre de 2020. Para los militantes sindicales con menos experiencia puede ser desconcertante que los trabajadores firmen una tarjeta de autorización para la celebración de las elecciones y que luego voten en contra. Los organizadores sindicales experimentados nunca formulan esta pregunta: "¿Quieres el derecho a votar para tener un sindicato o no?" Les pedimos que se comprometan con el voto afirmativo y que firmen una petición en ese sentido al firmar la tarjeta de autorización para las elecciones. Son preguntas muy diferentes y al final los resultados son también muy diferentes.
Pero la manifestación de interés preparó el terreno para el siguiente paso en el engorroso y complicado proceso: la audiencia oficial de la NLRB que determina si habrá elecciones y en caso afirmativo, cómo. Esa audiencia tuvo lugar el 20 de diciembre. Desde entonces y hasta finales de enero, mientras la atención de la nación se centraba en el asalto al Capitolio, Amazon emprendió su propio ataque a la democracia, la que se supone que está garantizada para las personas en su lugar de trabajo.
- La discusión sobre las cotizaciones sindicales. Cuando en el mes de enero, Amazon lanzó www.doitwithoutdues.com, un sitio web en el que se enumeraba todo lo que los trabajadores podrían hacer con el dinero “gastado” en concepto de cotizaciones sindicales, aparecieron los primeros signos de alerta. Al mismo tiempo, Amazon publicó un hashtag en Twitter. La estratagema le salió mal. Los militantes pro-sindicatos de todo el país se apropiaron de la plataforma para tuitear una respuesta tras otra, todas muy ingeniosas, convirtiendo las reacciones de Amazon en una obsesión casi tan fuerte como los chistes que circulaban en Twitter sobre el barco encallado en el Canal de Suez.
Para los organizadores del sindicato, por muy divertida que haya sido la respuesta nacional en Twitter -que se convirtió en una plataforma digital para mostrar su rechazo a Amazon-, había un motivo más profundo de preocupación, según la respuesta oficial del RWDSU. Su presidente nacional, Stuart Appelbaum y otros representantes de la campaña lanzaron una ofensiva para demostrar que la dirección de Amazon mentía. "Amazon está intentando convertir las cotizaciones sindicales en un problema, aunque la gente no tenga que pagar ninguna contribución", dijo Stuart Appelbaum al Washington Post. Mensajes similares dominaron la cobertura de los medios de comunicación en respuesta al mensaje antisindical totalmente predecible sobre las cotizaciones. Un funcionario sindical dijo a NPR (National Public Radio): "Como algunos trabajadores lo indican, las leyes de "derecho al trabajo" de Alabama establecen que los empleados pueden elegir entre pagar o no las cotizaciones sindicales".
Aunque la respuesta del sindicato sea correcta -los trabajadores no tienen que pagar cotizaciones en un estado con una ley de "derecho al trabajo"-, aquellos que organizan y ganan una campaña nunca proponen a los trabajadores que pueden elegir si quieren o no pagar las cuotas. Más bien, es lo contrario. De hecho, es totalmente previsible que haya carteles por todas partes -en los baños, los comedores, las salas de descanso, junto a los marcadores de tarjeta, etc.- que dicen que la empresa da más que lo que pueden obtener los trabajadores con el pago de una cotización sindical. - Una respuesta más sutil consistiría en preguntarse por qué, de pronto, la empresa quiere debatir de cómo gastan los trabajadores su propio dinero. En ese caso, los sindicalistas pueden ayudar al trabajador a entender que el pago de las cuotas es esencial para construir el poder necesario para enfrentarse a empresarios gigantes como Amazon.
La semántica y los mensajes suscitaron preocupaciones mucho más allá de la conversación sobre las cotizaciones sindicales. En los carteles pro-sindicato, los mensajes incluían lemas como "El sindicato está de tu lado". En los numerosos vídeos que salen de Bessemer en las redes sociales, los activistas y sindicalistas hablan regularmente de "el sindicato", como si un sindicato fuera algo distinto de los trabajadores que tratan de formarlo. Un eslogan mejor habría sido "Cuando los trabajadores se unen, se producen cambios de verdad", o algo que no convirtiera al "sindicato" en algo así como el nombre de un edificio o una calle y una dirección.
- La puerta de la fábrica como lugar de la campaña, sin visitas a domicilio. En la gran mayoría de las campañas que han tenido éxito, la forma y el lugar de las conversaciones con los trabajadores son cruciales. En un motor de búsqueda de Internet, si se escribe "Amazon cambia el esquema de los semáforos en Alabama" [para impedir la recogida de firmas], los resultados muestran docenas de historias, destacando una de las muchas tácticas que Amazon utilizó para combatir a los militantes de la campaña y a los sindicalistas. Aunque sea infame, esa táctica es acorde con la dureza de los combates por la sindicalización en Estados Unidos. En Twitter, cuando se dio a conocer la historia, las personas que habían vivido el mismo problema contaban: "Sí, esto también ocurrió en el norte de Ohio, en nuestras elecciones, donde la empresa domina la política de la ciudad". Ninguna de estas tácticas resulta sorprendente después de haber leído Confessions of a Union Buster. Lo que les preocupaba a los organizadores experimentados era la constatación de que la mayor parte del contacto cara a cara con los trabajadores tenía lugar en la puerta de la planta.
Como explicar eso de "No te preocupes. No hay que pagar cotización en Alabama", una campaña no debe hacerse nunca desde la puerta de la fábrica. ¿Por qué? Porque el patrón está mirando. Esto es válido para todos los empresarios, no sólo para Amazon, una empresa que además desarrolla sistemas de vigilancia. Los trabajadores no quieren ser vistos cerca de su lugar de trabajo hablando con partidarios del sindicato, eso les preocupa.
Las campañas victoriosas han demostrado que para ganar hay que hacer visitas a domicilio, es decir, visitas físicas sin previo aviso a las casas de los trabajadores para que la conversación pueda tener lugar lejos de la mirada de la empresa. En una entrevista en The American Prospect [una revista de la izquierda demócrata] un organizador de la campaña pro sindicato de Amazon explicó que no hacen visitas a domicilio, debido a la pandemia de Covid. Pero en una campaña difícil de ganar, hay que ponerse un tapabocas, tocar el timbre, llevar el desinfectante colgando del cuello o en las manos para que se vea e iniciar el diálogo con el trabajador manteniendo la distancia social, con toda seguridad.
La cuestión sobre el Covid y la campaña puerta a puerta, también se planteó al principio de la campaña de Biden, después de que Sanders se retirara y cuando la pandemia se agravó. Al principio, Biden se equivocó, y cuando se dio cuenta de lo reñida que sería la elección, cambió de método. Del mismo modo, en los artículos sobre la segunda vuelta de las elecciones al Senado en Georgia, los organizadores del derecho al voto dejaron claro que tenían que salir a la calle, subirse a sus coches y visitar a cada votante cara a cara, a pesar de la pandemia. Llevaban máscaras y visitaron a miles de votantes.
El trabajo académico más completo sobre el éxito de la sindicalización en los EEUU, realizado por Kate Bronfenbrenner, directora de investigación laboral de la Universidad de Cornell, brinda argumentos irrefutables a favor de las visitas a domicilio. Sin embargo, los organizadores de Bessemer dijeron que se basaban en "estrategias digitales". El sindicato también dice que, aparte de venir a dialogar en las puertas de la planta, los representantes de otros sindicatos del país llamaban por teléfono a los trabajadores de Amazon de Bessemer. Pero no hay nada que remplace una visita a domicilio en una campaña dura, y punto.
Una posible excepción a la regla de la campaña en la puerta de la fábrica podría haber sido que muchos verdaderos trabajadores de Bessemer Amazon estuvieran en la puerta de la fábrica durante el cambio de turno. Pero no fue así. En lugar de eso, los trabajadores de la planta veían a personal del sindicato y a simpatizantes de afuera.
- Falta de apoyo mayoritario. Una de las tácticas más importantes en estas luchas difíciles por la organización de un sindicato es lo que los sindicalistas llaman "pruebas de estructura pública mayoritaria". Una prueba de estructura pública mayoritaria se produce cuando la mayoría de los trabajadores con derecho a voto en las próximas elecciones sindicales, o que votan a favor de la huelga, firman una petición o se fotografían y realizan carteles públicos, un folleto o abren una página web en la que aparecen sus firmas o sus caras, con un mensaje que indica su intención de votar 'sí'. El sindicato contestó que en Bessemer necesitaba "proteger a la mano de obra" de los despidos, por lo que no quería hacer nada en público. Y ahí se acabó el juego.
Un error frecuente en las batallas sindicales difíciles es que los responsables del esfuerzo piensan que hay algo único en sus circunstancias particulares -la industria, el grupo de trabajadores, el tipo de trabajadores, la región del país, el momento de la historia, el nivel de vigilancia, etc.- que justifica que no se adopten las prácticas adecuadas de organización, como la realización de pruebas de estructura mayoritaria y eventualmente, la publicación de esas pruebas una vez que se alcanza la mayoría. Cuando el miedo se extiende en un establecimiento -lo que fue seguramente el caso en la elección de Amazon- la única manera de superarlo es que todos los trabajadores pro sindicato salgan a declararse públicamente a favor del mismo. Lo que "protege a los trabajadores" es cuando una mayoría de ellos toma esa medida conjuntamente, todos al mismo tiempo. Se muestra así la fuerza colectiva en las conversaciones y en la acción.
Las pruebas de estructura se hacen primero en privado y en silencio hasta el momento en que la mayoría de los trabajadores están dispuestos a firmar. Si la mayoría firma, suele ser un indicio fiable de que la campaña va a tener éxito. Pero no basta con una prueba de estructura pública. Hay que seguir adelante, porque el apoyo aumenta, en general, una vez que los compañeros de trabajo indecisos se dan cuenta de que, en realidad, la mayoría de sus compañeros construyen la unidad. Las pruebas de estructura mayoritaria demuestran que las personas en las que más confían los trabajadores le hacen frente a una campaña de miedo, son sus propios compañeros y están dispuestos a apoyarlos, a decir "basta".
Los que ganan son los trabajadores que ven que muchos de sus compañeros se pronuncian. No se gana organizando mítines con superestrellas venidas de otro estado, ni con jugadores de fútbol famosos, ni con actores y actrices famosos, ni siquiera con Bernie Sanders o el presidente de los EE.UU. (aunque el video del presidente Biden es digno de ser aplaudido por varias razones: las futuras campañas y la legitimidad general de los sindicatos, sobre todo). Cuando en una campaña hay más seguidores y personal de otras fábricas que trabajadores de esa planta, es una clara señal de que la derrota es inminente.
El contexto de Bessemer
Mucho se ha dicho sobre la historia de Bessemer y por extensión de Birmingham (cerca de Bessemer), como un lugar que -a pesar de estar en Alabama, un estado republicano aferrado al sistema de Jim Crow [segregación racial], con una de las tasas de sindicalización más bajas del país- es en cierto modo una excepción debido a la historia de sindicalización de la ciudad. ¡Una historia sorprendente!
Son maravillosas historias de las luchas de los trabajadores por organizarse en la región, con los negros uniéndose entre sí y con los trabajadores blancos -a veces sacrificando la vida- para forjar sindicatos en aquellas minas que fueron parte del paisaje. La cobertura mediática también se centró en el porcentaje de trabajadores negros en los depósitos de Amazon, sugiriendo que la demografía aseguraría la victoria. Si esto último hubiera sido cierto, habría habido una victoria sólida en las elecciones de Nissan en Canton, Mississippi, en 2017, cuando los medios de comunicación también exageraron de manera muy grosera la elección y el factor de una mayoría de trabajadores negros. En esas elecciones, el voto fue de 38% por el sí y 62% por el no.
En el material publicado por el sindicato en su página web, se puede ver una larga lista de personas que apoyan a los trabajadores a nivel nacional, y una lista mucho más corta de grupos locales que apoyan los esfuerzos de los trabajadores. Los medios de comunicación hablaron a menudo del aspecto religioso de la campaña, en la que los líderes religiosos habrían sido los principales protagonistas. Pero las organizaciones religiosas de Bessemer o de la zona de Birmingham estuvieron prácticamente ausentes de la lista de apoyo a la campaña. Las noticias decían que las reuniones comenzaban con oraciones, pero los principales líderes religiosos locales no apoyaron públicamente a los trabajadores. En las campañas exitosas, el apoyo público de los líderes religiosos locales suele ser esencial si la pertenencia religiosa es común entre los trabajadores.
En Detroit, antes de que se sindicalizaran las fábricas de automóviles, muchos negros se oponían al sindicato. La razón, según el Dr. Steven Pitts, que dirige el nuevo podcast Black Work Talk: "Muchos pastores prestigiosos de la zona de Detroit tenían buenas relaciones con Henry Ford. Cuando la emigración negra del Sur [hacia el Norte] estaba en su apogeo, las familias negras se instalaron en Detroit, allí encontraron una iglesia y consiguieron trabajo en la fábrica de Ford gracias a los responsables de su iglesia. Hizo falta una década de luchas entre los trabajadores negros pro-sindicatos y sus jefes cívicos antes de que dinámica cambiara en Detroit para inclinarse a favor de los sindicatos."
En Bessemer, los grupos comunitarios locales con los que hablé por teléfono me dijeron que ésta era la primera campaña sindical que recordaban en la que el sindicato se había puesto en contacto con ellos en una fecha tan tardía de la campaña, en el mes de febrero. En elecciones pasadas, en la misma región, incluso la de la planta de componentes de automóviles de Mercedes en Tuscaloosa, que se encuentra a 80 kilómetros de la ciudad -mucho más lejos de lo que Bessemer está de Birmingham- los sindicatos intervinieron mucho antes de que los trabajadores hicieran pública la campaña (lo que en Bessemer había ocurrido ya en octubre).
Es muy probable que en estos días veamos mensajes afirmando que "aunque los trabajadores no hayan ganado, en realidad ganaron". Pero no ganaron. Y eso es realmente lamentable. Los medios de comunicación, especialmente los llamados medios sindicales, nunca deberían haber sobrestimado esta campaña, ni la de Volkswagen, ni la de Nissan. En los tres casos, la derrota inminente era clara. Cuando los medios de comunicación priorizan los clics y los seguidores [followers] y no la realidad, no sólo no ayudan sino que probablemente perjudican a los trabajadores. La cobertura de los medios de comunicación acumuló una atención injustificada que podría servir a la narrativa a favor de la Ley PRO, pero las campañas mediatizadas en exceso hacen que la gente se sienta derrotada. A veces, de hecho, se sienten tan derrotados que dan un paso atrás y se retiran para siempre. Probablemente, esta campaña no debería haber tenido lugar a partir del momento en que los sindicalistas se dieron cuenta de lo errónea que era su estimación de la cantidad de trabajadores en el depósito. No hay nada que justifique que se ponga a los trabajadores en lo que los sindicalistas llaman una "marcha de la muerte".
Para los trabajadores de Bessemer, la próxima etapa será que probablemente el sindicato presente una gran cantidad de objeciones plenamente justificadas, o denuncias por "prácticas laborales injustas", contra Amazon. Es probable que ganen el derecho a una nueva elección basándose en el comportamiento ilegal de la empresa. En la legendaria campaña de organización de Smithfield, donde los trabajadores del mayor matadero de cerdos del país consiguieron su sindicato [en 2008] al cabo de 16 años de lucha, en su tercer intento de elecciones, la lección que la gente debería haber aprendido es que efectivamente, las leyes laborales no se cumplen, pero también que no hay que saltar o evitar etapas cuando se hace una campaña.
Muchas de las dificultades constatadas en la primera ronda de votaciones en Smithfield tuvieron lugar en la primera ronda de votaciones en Bessemer. Ya es hora de que dejemos de dar por sentado que los trabajadores nos apoyan, de que no los hagamos correr riesgos innecesarios con una política de "tierra quemada".
Al lado de las presiones que debe soportar la mayoría de los trabajadores de Estados Unidos cuando tratan de formar un sindicato, las recientes medidas de la asamblea legislativa de Georgia, destinadas a suprimir más votantes [para las elecciones estatales] parecen inofensivas. Si el Senado aprueba el proyecto de ley PRO, no cabe duda de que la sindicalización aumentará rápidamente, lo cual es una de las razones por las que su aprobación en un futuro próximo parece curiosamente remota. A pesar de contar con el presidente más favorable a los sindicatos en casi 100 años, el Senado se mantiene inmóvil en temas mucho menos difíciles que una gran reforma del código laboral. El Senado no aceptaría siquiera un salario mínimo de 15 dólares por hora aunque lo pidiera el gobierno federal. Y los progresistas vienen intentando aprobar una ley laboral desde la presidencia de Jimmy Carter, sin conseguirlo.
Cada uno de los trabajadores de la campaña de Bessemer merecía ganar. Y si las normas de sindicalización en Estados Unidos fueran mínimamente justas, habrían ganado. Pero las reglas no son justas. Todo lo contrario: son descaradamente injustas. Lo que merecen los trabajadores que intentan formar sindicatos contra empresarios inmorales es un esfuerzo con posibilidades de ganar. Hay muchas pruebas de lo que funciona. Las redes sociales y los medios digitales no funcionan cuando el miedo y la división son las principales armas de los patrones.
Los trabajadores pueden ganar y organizar sindicatos, pueden hacer huelga y ganar. Es muy difícil; para ello, se requiere un compromiso sin concesiones.
Jane McAlevey corresponsal laboral de The Nation para las luchas de los trabajadores. Es autora de A Collective Bargain: Unions, Organizing, and the Fight for Democracy (Ecco, 2020). Es investigadora responsable del Instituto de Investigación sobre el Trabajo y el Empleo de la Universidad de California.
Fuente:
https://www.thenation.com/authors/jane-mcaleve
sábado, 24 de abril de 2021
_- Medios de Comunicación & Violencias Machistas. La verdad del documental sobre Rocío Carrasco.
_- Por Beatríz Gimeno | 21/04/2021 | Feminismos
Fuentes: www.publico.es
Sobre la construcción social en el imaginario social, a través de los mass media, del mito de «la mujer perversa»
Hace años escribí un libro, La construcción de la lesbiana perversa, sobre cómo los medios de comunicación serios (entonces eran serios) construyeron a Dolores Vázquez como la asesina perfecta de Rocío Wanninkhof. Comienzo contando en el libro que, al principio, yo misma pensé que Dolores Vázquez era la asesina. Si la habían detenido, si la fiscalía la acusaba de algo tan grave como el asesinato de una menor, alguna prueba debían tener. No puse demasiada atención en aquella historia.
Cada una de nosotras se pone en guardia ante determinadas situaciones. Por cuestiones ideológicas, familiares, de costumbre, por trabajo…es decir, cada uno/a tiene las antenas dispuestas ante determinadas cosas, pero no las tiene puestas todo el tiempo ante absolutamente todo. Y sí, se supone que mis antenas debían estar dispuestas para prevenirme ante la lesbofobia, pero no lo estaban, ante mi propio estupor. En aquellos años -que no eran estos- parecía que la mayoría de los medios, de los que entonces llamábamos «serios», aun informaban con un mínimo de rigor, aun con su sesgo ideológico, los bulos periodísticos no existían en determinada prensa y a mí, ya digo, sin prestarle demasiada atención, me parecía que la prensa no había caído en el sensacionalismo al informar del caso.
Y eso me pareció suficiente garantía. Cuando apareció el asesino de Rocío me pasé un par de años indagando en esa misma prensa para descubrir por qué yo misma (y supongo que la mayoría de la gente) habíamos llegado a creer que la inocente era culpable. Y eso es mi libro. El relato de cómo la llamada prensa seria construyó, artículo a artículo, un personaje siniestro y culpable a partir de una mujer inocente cuya única culpa era ser lesbiana. Un personaje tradicional de la misoginia, la lesbiana perversa, estaba escondida para aparecer cuando muchas podíamos pensar que era ya un personaje desgastado y, justo por eso, cuando ya teníamos las antenas parcialmente desactivadas.
Han pasado muchos años y ahora nada es igual. Una gran parte de esa llamada prensa seria ya ni es prensa ni es seria y todas nos movemos en medio de bulos, mentiras y desinformación de la que no es sencillo extraer la verdad. Supongo que ahora, sin embargo, tendría las antenas mejor orientadas. Creo que la proliferación de mentiras hace que muchos tengamos el sensor más afinado. He estado pensando en estas cosas mientras he visto el documental sobre Rocío Carrasco, que me ha parecido fascinante para hacer un estudio.
Sería un estudio mucho menos «intelectual» que aquel, en otro plano, pero con similitudes también. Aquel lo hice investigando sólo tres periódicos. Este podría ser un estudio de la construcción de la madre perversa (otro personaje femenino de la misoginia tradicional, tan vigente) a través de los mal llamados programas «de entretenimiento». El documental sobre Rocío es fascinante y terrible. Es terrible porque el sufrimiento de esa mujer, un sufrimiento derivado de la injusticia patriarcal, nos llega a todas y nos da directamente en el estómago.
Pero es fascinante como documento porque es un relato casi perfecto de lo que supone el acoso machista en una pareja y lo fácil que resulta todavía construir el personaje de una mala madre. Este documental es como ver las tripas de la bestia extendidas en una mesa. No le falta detalle. Maltrato físico, psicológico, infidelidad, luz de gas, violencia a través de los hijos/as, aislamiento social y familiar, alineamiento familiar y de la sociedad con el maltratador, autoculpabilización, miedo, deseo de muerte, justicia patriarcal, y todo tipo de mitos sobre lo que debe ser y no debe ser una madre. Si fuera un guion escrito para enseñar lo que puede suponer el machismo en una separación y el maltrato a una mujer a través de su maternidad, nadie lo hubiera escrito mejor. Podría servir para dar clase. Es esto, podríamos decir a las alumnas: es esto.
Las cadenas de televisión y las revistas del corazón que han sido las transmisoras de esta historia han construido el personaje de Rocío como una mala mujer y una mala madre (que suele ser lo mismo) y, a partir de esta imagen, la han machacado durante 20 años. La diferencia es que aquí, todo es mucho más epidérmico que en el caso de Dolores Vázquez. Yo no conocía nada de lo que estoy viendo estos días en la televisión pero si en el caso de Dolores Vázquez había que leer entre líneas cómo tal o cual periódico culpabilizaba a Dolores utilizando determinados adjetivos que nos remitían a imágenes inconscientes que todas y todos llevamos dentro en esta cultura, basta escuchar dos veces a Antonio David, para darse cuenta de lo que hay.
Y lo que hay no es sólo un ejemplo palmario de lo que llamamos violencia vicaria a través de los hijos contra una madre; lo que hay es la dificultad de probar la violencia psicológica, lo que hay es una sociedad que siempre sospecha de ella antes que de él, aunque él sea un ejemplo paradigmático de lo que no debe ser un padre responsable. Lo que hay es un acoso mediático y social ante una mujer que no tiene manera humana de defenderse. Lo que hay son familiares cobardes que se ponen de parte del que parece más fuerte, lo que hay es soledad y desamparo de la víctima. Lo que hay son mal llamados periodistas que cuentan lo que sea sin comprobar si es verdad o mentira porque, en realidad, eso no importa: las madres tiene que inmolarse, literalmente, en un pira por sus hijos o, de lo contrario son malas madres. El cuestionamiento de Rocío como madre me ha recordado al cuestionamiento de las mujeres violadas. ¿No puso en riesgo su propia vida al defenderse? Entonces no la violaron. ¿No murió cuando dejó de ver a sus hijos? Entonces es mala madre.
A mí no me importa que el caso se conozca por medio de la misma cadena que ha creado al monstruo; quizá fuera la única posibilidad para esta mujer de que su historia se conociera y de poder salir del círculo de horror en el que ha estado inmersa todos estos años. Lo que tenemos es un documento casi insustituible en la visibilización de la violencia machista contra las madres. Claro que la cadena no lo muestra para hacer el bien y luchar contra el patriarcado, pero lo cierto es que quien ha dirigido el documental ha confeccionado un documento tan verdadero, tan descarnado, que trasciende con mucho la intención de la cadena que, mañana mismo, creará otra víctima propiciatoria si tiene ocasión.
Pero el documental de Rocío Carrasco quedará para ser mostrado y estudiado en otros foros. Y en medio del griterío del mal llamado debate posterior, al menos han tenido el gesto de poner a Ana Bernal, una experta en violencia de género para que quien está viéndolo tenga algo de verdad a la que agarrarse. El documental es eso, autenticidad, y la verdad no importa dónde aparezca porque siempre puede salvar a alguien.
Fuente:
Fuentes: www.publico.es
Sobre la construcción social en el imaginario social, a través de los mass media, del mito de «la mujer perversa»
Hace años escribí un libro, La construcción de la lesbiana perversa, sobre cómo los medios de comunicación serios (entonces eran serios) construyeron a Dolores Vázquez como la asesina perfecta de Rocío Wanninkhof. Comienzo contando en el libro que, al principio, yo misma pensé que Dolores Vázquez era la asesina. Si la habían detenido, si la fiscalía la acusaba de algo tan grave como el asesinato de una menor, alguna prueba debían tener. No puse demasiada atención en aquella historia.
Cada una de nosotras se pone en guardia ante determinadas situaciones. Por cuestiones ideológicas, familiares, de costumbre, por trabajo…es decir, cada uno/a tiene las antenas dispuestas ante determinadas cosas, pero no las tiene puestas todo el tiempo ante absolutamente todo. Y sí, se supone que mis antenas debían estar dispuestas para prevenirme ante la lesbofobia, pero no lo estaban, ante mi propio estupor. En aquellos años -que no eran estos- parecía que la mayoría de los medios, de los que entonces llamábamos «serios», aun informaban con un mínimo de rigor, aun con su sesgo ideológico, los bulos periodísticos no existían en determinada prensa y a mí, ya digo, sin prestarle demasiada atención, me parecía que la prensa no había caído en el sensacionalismo al informar del caso.
Y eso me pareció suficiente garantía. Cuando apareció el asesino de Rocío me pasé un par de años indagando en esa misma prensa para descubrir por qué yo misma (y supongo que la mayoría de la gente) habíamos llegado a creer que la inocente era culpable. Y eso es mi libro. El relato de cómo la llamada prensa seria construyó, artículo a artículo, un personaje siniestro y culpable a partir de una mujer inocente cuya única culpa era ser lesbiana. Un personaje tradicional de la misoginia, la lesbiana perversa, estaba escondida para aparecer cuando muchas podíamos pensar que era ya un personaje desgastado y, justo por eso, cuando ya teníamos las antenas parcialmente desactivadas.
Han pasado muchos años y ahora nada es igual. Una gran parte de esa llamada prensa seria ya ni es prensa ni es seria y todas nos movemos en medio de bulos, mentiras y desinformación de la que no es sencillo extraer la verdad. Supongo que ahora, sin embargo, tendría las antenas mejor orientadas. Creo que la proliferación de mentiras hace que muchos tengamos el sensor más afinado. He estado pensando en estas cosas mientras he visto el documental sobre Rocío Carrasco, que me ha parecido fascinante para hacer un estudio.
Sería un estudio mucho menos «intelectual» que aquel, en otro plano, pero con similitudes también. Aquel lo hice investigando sólo tres periódicos. Este podría ser un estudio de la construcción de la madre perversa (otro personaje femenino de la misoginia tradicional, tan vigente) a través de los mal llamados programas «de entretenimiento». El documental sobre Rocío es fascinante y terrible. Es terrible porque el sufrimiento de esa mujer, un sufrimiento derivado de la injusticia patriarcal, nos llega a todas y nos da directamente en el estómago.
Pero es fascinante como documento porque es un relato casi perfecto de lo que supone el acoso machista en una pareja y lo fácil que resulta todavía construir el personaje de una mala madre. Este documental es como ver las tripas de la bestia extendidas en una mesa. No le falta detalle. Maltrato físico, psicológico, infidelidad, luz de gas, violencia a través de los hijos/as, aislamiento social y familiar, alineamiento familiar y de la sociedad con el maltratador, autoculpabilización, miedo, deseo de muerte, justicia patriarcal, y todo tipo de mitos sobre lo que debe ser y no debe ser una madre. Si fuera un guion escrito para enseñar lo que puede suponer el machismo en una separación y el maltrato a una mujer a través de su maternidad, nadie lo hubiera escrito mejor. Podría servir para dar clase. Es esto, podríamos decir a las alumnas: es esto.
Las cadenas de televisión y las revistas del corazón que han sido las transmisoras de esta historia han construido el personaje de Rocío como una mala mujer y una mala madre (que suele ser lo mismo) y, a partir de esta imagen, la han machacado durante 20 años. La diferencia es que aquí, todo es mucho más epidérmico que en el caso de Dolores Vázquez. Yo no conocía nada de lo que estoy viendo estos días en la televisión pero si en el caso de Dolores Vázquez había que leer entre líneas cómo tal o cual periódico culpabilizaba a Dolores utilizando determinados adjetivos que nos remitían a imágenes inconscientes que todas y todos llevamos dentro en esta cultura, basta escuchar dos veces a Antonio David, para darse cuenta de lo que hay.
Y lo que hay no es sólo un ejemplo palmario de lo que llamamos violencia vicaria a través de los hijos contra una madre; lo que hay es la dificultad de probar la violencia psicológica, lo que hay es una sociedad que siempre sospecha de ella antes que de él, aunque él sea un ejemplo paradigmático de lo que no debe ser un padre responsable. Lo que hay es un acoso mediático y social ante una mujer que no tiene manera humana de defenderse. Lo que hay son familiares cobardes que se ponen de parte del que parece más fuerte, lo que hay es soledad y desamparo de la víctima. Lo que hay son mal llamados periodistas que cuentan lo que sea sin comprobar si es verdad o mentira porque, en realidad, eso no importa: las madres tiene que inmolarse, literalmente, en un pira por sus hijos o, de lo contrario son malas madres. El cuestionamiento de Rocío como madre me ha recordado al cuestionamiento de las mujeres violadas. ¿No puso en riesgo su propia vida al defenderse? Entonces no la violaron. ¿No murió cuando dejó de ver a sus hijos? Entonces es mala madre.
A mí no me importa que el caso se conozca por medio de la misma cadena que ha creado al monstruo; quizá fuera la única posibilidad para esta mujer de que su historia se conociera y de poder salir del círculo de horror en el que ha estado inmersa todos estos años. Lo que tenemos es un documento casi insustituible en la visibilización de la violencia machista contra las madres. Claro que la cadena no lo muestra para hacer el bien y luchar contra el patriarcado, pero lo cierto es que quien ha dirigido el documental ha confeccionado un documento tan verdadero, tan descarnado, que trasciende con mucho la intención de la cadena que, mañana mismo, creará otra víctima propiciatoria si tiene ocasión.
Pero el documental de Rocío Carrasco quedará para ser mostrado y estudiado en otros foros. Y en medio del griterío del mal llamado debate posterior, al menos han tenido el gesto de poner a Ana Bernal, una experta en violencia de género para que quien está viéndolo tenga algo de verdad a la que agarrarse. El documental es eso, autenticidad, y la verdad no importa dónde aparezca porque siempre puede salvar a alguien.
Fuente:
viernes, 23 de abril de 2021
Caldeando el ambiente en Ucrania y Taiwán
Mundo
Para delimitar las responsabilidades del incremento de la tensión militar solo hay que fijarse en dos cosas: la iniciativa y la geografía.
La administración de Biden está caldeando el ambiente militar en una acción en dos frentes, contra Rusia en Ucrania y el Mar Negro, y contra China en el espacio de Taiwán, en el Mar de China meridional. Todo ello está dando lugar a medidas de respuestas rusas y chinas en cada uno de esos teatros, pero no hay nada de “responsabilidades compartidas” en este asunto. Lo que hay es, en primerísimo lugar, una temeraria irresponsabilidad de Estados Unidos.
Para convencerse de ello no hay más que atender a dos aspectos: la iniciativa, de dónde proviene el impulso inicial que provoca la tensión, y la geografía, es decir dónde se localiza el escenario.
Sobre el impulso, se trata de la iniciativa de Estados Unidos y sus vasallos europeos de agobiar a Rusia avanzando su maquinaria militar hasta sus mismas fronteras. Eso comenzó en los años noventa cuando la OTAN incumplió los acuerdos establecidos, muchos de ellos no firmados, que rodearon a la unificación alemana. Que a la política de paz y desarme de Gorbachov, con retirada y disolución del Pacto de Varsovia, siguiera la ampliación de la OTAN como bloque anti ruso, despreciando la Carta de la OSCE de noviembre de 1990, es algo que entra de pleno en los anales de la infamia geopolítica.
Que un bloque que gasta en armas y ejércitos 954.000 millones de dólares clame contra la amenaza de Rusia, que gasta 66.000 millones, más de catorce veces menos, es algo que solo una profunda corrupción mediática permite hacer pasar por normal. Que las maniobras de 30.000 soldados de 26 países (Defender Europe, 2021) que ahora mismo están teniendo lugar pasen como “respuesta” y “defensa”, pertenece a la misma categoría.
Y respecto a la geografía: que todo eso suceda en el entorno inmediato de Rusia, un país que ha sido repetidamente invadido por Occidente a lo largo de su historia, acaba de situar, de forma incontestable, el tema de las responsabilidades. Y lo mismo vale para China, con el vasallo japonés (unos 20 millones de chinos muertos en el conjunto de Asia Oriental durante su última expansión imperial) en el papel que ahora mismo Alemania (26 millones de muertos en la URSS con su invasión hitleriana) desempeña en Europa.
La instrumentada radicalización de Zelensky
En la actual operación de caldeamiento Ucrania y Taiwán son los instrumentos. El Presidente Volodymir Zelensky ganó las elecciones de 2019con la esperanzadora promesa de acabar con las hostilidades en el Este de Ucrania y con la virulenta línea antirrusa de su predecesor pero desde entonces la economía ha continuado deteriorándose y su popularidad se ha hundido. Casi diez millones de jóvenes ucranianos han emigrado al extranjero (Rusia y Occidente) en busca de trabajo y huyendo del alistamiento militar (Ucrania declara oficialmente 9.000 desertores). Con ese panorama, las tornas han girado y Zelensky está más abierto que nunca a la instrumentalización exterior.
Ucrania ha dejado claro su rechazo a seguir participando en el foro de Minsk, un marco negociador con Rusia, Alemania y Francia creado en 2015 sin Estados Unidos (peligroso precedente para el tutelaje continental de Washington). Zelensky también se ha retirado, en febrero, de los acuerdos de 1991 sobre aviación civil y uso del espacio aéreo ex soviético, ha reducido el comercio con Rusia a su mínima expresión y ha cerrado medios de comunicación en ruso en su país, entre ellos la cadena de televisión 112, una de las más plurales. Paralelamente, el número de vuelos de aviones militares de la OTAN junto a las fronteras rusas se ha incrementado un 30% en lo que llevamos de año y también la presencia de barcos de guerra americanos en el Mar Negro ha aumentado.
La administración de Biden incluye algunos de los personajes que fueron protagonistas en todo aquello que el cambio de gobierno en Kiev del 2014 tuvo de golpe de Estado, entre ellos Victoria Nulan (la autora del famoso “fack the EU”) y el propio actual secretario de Estado, Antony Blinken, gente que parece considerar inacabada aquella operación que desencadenó la reincorporación de Crimea a Rusia y la revuelta armada de las regiones del Este.
En este contexto y circunstancias, Zelensky ha sido inducido a incrementar su beligerancia. Mientras fluyen millones de dólares en ayuda militar, desde febrero se suceden los incidentes militares en las regiones del Este. En marzo Zelensky proclamó planes para recuperar Crimea militarmente y en abril se ha dirigido a Estados Unidos y la OTAN con la solicitud de ingreso en ese bloque militar. Biden ha respondido declarando su “apoyo inquebrantable a las aspiraciones euro atlánticas” de Ucrania. “Hemos recibido una fuerte señal de solidaridad de nuestros socios internacionales que apoyan resueltamente la integridad territorial y soberanía de Ucrania ante la escalada rusa”, ha dicho el portavoz de exteriores del gobierno de Kíev.
Lo que está en juego en esta escenificación es hundir el casi acabado gaseoducto Nord Stream 2, que es el principal nexo económico de Alemania con Rusia. Un conflicto militar en Ucrania reavivado, en el que Rusia siempre será presentada como responsable (ya lo está siendo por mover tropas dentro de sus fronteras en reacción a todo lo descrito) pondría el motivo perfecto. Alemania es el país clave para cortar el vector de integración euroasiática que Pekín y Moscú promueven. “En la administración Biden hay interés en fomentar la tensión en Ucrania instrumentalizando a ese país”, ha dicho el diputado ruso Konstantin Zatulin.
Jugando con Taiwán
En cuanto al frente chino, sin llegar a cuestionar su compromiso de 1979 que reconoce que Pekín es el gobernante legítimo de toda China, incluida Taiwán, la administración Biden está igualmente buscando provocar respuestas de China. Biden ha sido el primer presidente en invitar a su investidura al embajador virtual de Taiwán en Estados Unidos, Hsiao Bi-Khim.
Los funcionarios del gobierno de EE.UU. reciben regularmente a visitantes taiwaneses en sedes oficiales y visitan las “representaciones económicas y culturales” de Taiwán en Estados Unidos que actúan como embajadas de facto. El embajador de Estados Unidos en Japón recibió demostrativamente en marzo en su residencia a su homologo taiwanés. El mismo mes el embajador de Estados Unidos en Palau (estado insular) visitó Taiwán. Fue la primera visita de un embajador en activo a la isla en 40 años. Palau es uno de los quince estados que mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán en lugar de con Pekín.
El Instituto Americano de Taiwán, que es la virtual embajada de EE.UU. allá, celebró un congreso bilateral para debatir la cooperación en foros internacionales (en los que Taiwán no está reconocida como Estado ni miembro). El secretario de Estado Blinken ha presionado al gobierno de Paraguay (otro de los quince países que aún reconocen a Taiwán) para que mantenga su reconocimiento. El 10 de marzo Blinken se refirió a Taiwán como “país”: “a country that can contribuye to the World”, dijo.
Todo esto ha dado lugar a notas de protesta de China que ha recordado que, “el principio de una sola China es el fundamento político de las relaciones entre China y EE.UU.”.
Los medios de comunicación occidentales han enfatizado la noticia de que China envió aviones de guerra que entraron en la Zona aérea de defensa de Taiwán (ADIZ), pero esa maniobra frecuentemente presentada como “violación del espacio aéreo taiwanés” no tiene respaldo jurídico. El ADIZ es una figura declarada unilateralmente por Taiwán y no reconocida por el derecho internacional (que no le reconoce condición de Estado) por lo que los aviones chinos se mantuvieron estrictamente hablando en espacio aéreo internacional. Desde que Biden asumió la presidencia, ha enviado tres veces barcos de guerra a patrullar por el estrecho de Taiwán. Se trata de aguas internacionales, exactamente igual que el espacio aéreo de ADIZ, sin embargo solo en el caso de los aviones chinos se habla de “actitud agresiva”, etc.
Pekín siempre ha advertido de que una independencia de Taiwán sería motivo de acción militar. No hay ninguna duda de que, pese a todo lo dicho, cualquier acción de fuerza de China hacia Taiwán sería demoledora para su reputación, incluso si se reconociera que el derecho internacional está de su parte. Estados Unidos está jugando con fuego ahí, incrementando la ambigüedad de su actitud hacia Taiwán. No creo que Washington quiera provocar una intervención militar china contra Taiwán. Lo que hace es meterle el dedo en el ojo al dragón, exactamente lo mismo que practica en Ucrania con el oso ruso. Biden está actuando muy provocativamente en ambos frentes, lo que es sumamente peligroso. Caldear el ambiente militarmente aumenta la probabilidad de una guerra por nadie deseada. Las demostraciones y paseos de barcos y aviones de guerra junto al territorio del otro son una manera de proclamar y demostrar la voluntad y disposición de uno de ir a un conflicto militar si el otro no cede. Aunque nadie lo deseé, eso incrementa la mera posibilidad de accidentes e incidentes susceptibles de degenerar en un conflicto militar. Hoy esa situación no se está dando en el Caribe, ni en el Mar del Norte, ni frente a las costas de California, ni en territorio de Canadá o México, sino que se vive, diariamente, en el espacio Báltico, en Ucrania y el Mar Negro, en el Mar de China meridional y en Taiwán. La geografía lo dice todo. ¿Para cuando el primer incidente militar?
Fuente:
La administración de Biden está caldeando el ambiente militar en una acción en dos frentes, contra Rusia en Ucrania y el Mar Negro, y contra China en el espacio de Taiwán, en el Mar de China meridional. Todo ello está dando lugar a medidas de respuestas rusas y chinas en cada uno de esos teatros, pero no hay nada de “responsabilidades compartidas” en este asunto. Lo que hay es, en primerísimo lugar, una temeraria irresponsabilidad de Estados Unidos.
Para convencerse de ello no hay más que atender a dos aspectos: la iniciativa, de dónde proviene el impulso inicial que provoca la tensión, y la geografía, es decir dónde se localiza el escenario.
Sobre el impulso, se trata de la iniciativa de Estados Unidos y sus vasallos europeos de agobiar a Rusia avanzando su maquinaria militar hasta sus mismas fronteras. Eso comenzó en los años noventa cuando la OTAN incumplió los acuerdos establecidos, muchos de ellos no firmados, que rodearon a la unificación alemana. Que a la política de paz y desarme de Gorbachov, con retirada y disolución del Pacto de Varsovia, siguiera la ampliación de la OTAN como bloque anti ruso, despreciando la Carta de la OSCE de noviembre de 1990, es algo que entra de pleno en los anales de la infamia geopolítica.
Que un bloque que gasta en armas y ejércitos 954.000 millones de dólares clame contra la amenaza de Rusia, que gasta 66.000 millones, más de catorce veces menos, es algo que solo una profunda corrupción mediática permite hacer pasar por normal. Que las maniobras de 30.000 soldados de 26 países (Defender Europe, 2021) que ahora mismo están teniendo lugar pasen como “respuesta” y “defensa”, pertenece a la misma categoría.
Y respecto a la geografía: que todo eso suceda en el entorno inmediato de Rusia, un país que ha sido repetidamente invadido por Occidente a lo largo de su historia, acaba de situar, de forma incontestable, el tema de las responsabilidades. Y lo mismo vale para China, con el vasallo japonés (unos 20 millones de chinos muertos en el conjunto de Asia Oriental durante su última expansión imperial) en el papel que ahora mismo Alemania (26 millones de muertos en la URSS con su invasión hitleriana) desempeña en Europa.
La instrumentada radicalización de Zelensky
En la actual operación de caldeamiento Ucrania y Taiwán son los instrumentos. El Presidente Volodymir Zelensky ganó las elecciones de 2019con la esperanzadora promesa de acabar con las hostilidades en el Este de Ucrania y con la virulenta línea antirrusa de su predecesor pero desde entonces la economía ha continuado deteriorándose y su popularidad se ha hundido. Casi diez millones de jóvenes ucranianos han emigrado al extranjero (Rusia y Occidente) en busca de trabajo y huyendo del alistamiento militar (Ucrania declara oficialmente 9.000 desertores). Con ese panorama, las tornas han girado y Zelensky está más abierto que nunca a la instrumentalización exterior.
Ucrania ha dejado claro su rechazo a seguir participando en el foro de Minsk, un marco negociador con Rusia, Alemania y Francia creado en 2015 sin Estados Unidos (peligroso precedente para el tutelaje continental de Washington). Zelensky también se ha retirado, en febrero, de los acuerdos de 1991 sobre aviación civil y uso del espacio aéreo ex soviético, ha reducido el comercio con Rusia a su mínima expresión y ha cerrado medios de comunicación en ruso en su país, entre ellos la cadena de televisión 112, una de las más plurales. Paralelamente, el número de vuelos de aviones militares de la OTAN junto a las fronteras rusas se ha incrementado un 30% en lo que llevamos de año y también la presencia de barcos de guerra americanos en el Mar Negro ha aumentado.
La administración de Biden incluye algunos de los personajes que fueron protagonistas en todo aquello que el cambio de gobierno en Kiev del 2014 tuvo de golpe de Estado, entre ellos Victoria Nulan (la autora del famoso “fack the EU”) y el propio actual secretario de Estado, Antony Blinken, gente que parece considerar inacabada aquella operación que desencadenó la reincorporación de Crimea a Rusia y la revuelta armada de las regiones del Este.
En este contexto y circunstancias, Zelensky ha sido inducido a incrementar su beligerancia. Mientras fluyen millones de dólares en ayuda militar, desde febrero se suceden los incidentes militares en las regiones del Este. En marzo Zelensky proclamó planes para recuperar Crimea militarmente y en abril se ha dirigido a Estados Unidos y la OTAN con la solicitud de ingreso en ese bloque militar. Biden ha respondido declarando su “apoyo inquebrantable a las aspiraciones euro atlánticas” de Ucrania. “Hemos recibido una fuerte señal de solidaridad de nuestros socios internacionales que apoyan resueltamente la integridad territorial y soberanía de Ucrania ante la escalada rusa”, ha dicho el portavoz de exteriores del gobierno de Kíev.
Lo que está en juego en esta escenificación es hundir el casi acabado gaseoducto Nord Stream 2, que es el principal nexo económico de Alemania con Rusia. Un conflicto militar en Ucrania reavivado, en el que Rusia siempre será presentada como responsable (ya lo está siendo por mover tropas dentro de sus fronteras en reacción a todo lo descrito) pondría el motivo perfecto. Alemania es el país clave para cortar el vector de integración euroasiática que Pekín y Moscú promueven. “En la administración Biden hay interés en fomentar la tensión en Ucrania instrumentalizando a ese país”, ha dicho el diputado ruso Konstantin Zatulin.
Jugando con Taiwán
En cuanto al frente chino, sin llegar a cuestionar su compromiso de 1979 que reconoce que Pekín es el gobernante legítimo de toda China, incluida Taiwán, la administración Biden está igualmente buscando provocar respuestas de China. Biden ha sido el primer presidente en invitar a su investidura al embajador virtual de Taiwán en Estados Unidos, Hsiao Bi-Khim.
Los funcionarios del gobierno de EE.UU. reciben regularmente a visitantes taiwaneses en sedes oficiales y visitan las “representaciones económicas y culturales” de Taiwán en Estados Unidos que actúan como embajadas de facto. El embajador de Estados Unidos en Japón recibió demostrativamente en marzo en su residencia a su homologo taiwanés. El mismo mes el embajador de Estados Unidos en Palau (estado insular) visitó Taiwán. Fue la primera visita de un embajador en activo a la isla en 40 años. Palau es uno de los quince estados que mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán en lugar de con Pekín.
El Instituto Americano de Taiwán, que es la virtual embajada de EE.UU. allá, celebró un congreso bilateral para debatir la cooperación en foros internacionales (en los que Taiwán no está reconocida como Estado ni miembro). El secretario de Estado Blinken ha presionado al gobierno de Paraguay (otro de los quince países que aún reconocen a Taiwán) para que mantenga su reconocimiento. El 10 de marzo Blinken se refirió a Taiwán como “país”: “a country that can contribuye to the World”, dijo.
Todo esto ha dado lugar a notas de protesta de China que ha recordado que, “el principio de una sola China es el fundamento político de las relaciones entre China y EE.UU.”.
Los medios de comunicación occidentales han enfatizado la noticia de que China envió aviones de guerra que entraron en la Zona aérea de defensa de Taiwán (ADIZ), pero esa maniobra frecuentemente presentada como “violación del espacio aéreo taiwanés” no tiene respaldo jurídico. El ADIZ es una figura declarada unilateralmente por Taiwán y no reconocida por el derecho internacional (que no le reconoce condición de Estado) por lo que los aviones chinos se mantuvieron estrictamente hablando en espacio aéreo internacional. Desde que Biden asumió la presidencia, ha enviado tres veces barcos de guerra a patrullar por el estrecho de Taiwán. Se trata de aguas internacionales, exactamente igual que el espacio aéreo de ADIZ, sin embargo solo en el caso de los aviones chinos se habla de “actitud agresiva”, etc.
Pekín siempre ha advertido de que una independencia de Taiwán sería motivo de acción militar. No hay ninguna duda de que, pese a todo lo dicho, cualquier acción de fuerza de China hacia Taiwán sería demoledora para su reputación, incluso si se reconociera que el derecho internacional está de su parte. Estados Unidos está jugando con fuego ahí, incrementando la ambigüedad de su actitud hacia Taiwán. No creo que Washington quiera provocar una intervención militar china contra Taiwán. Lo que hace es meterle el dedo en el ojo al dragón, exactamente lo mismo que practica en Ucrania con el oso ruso. Biden está actuando muy provocativamente en ambos frentes, lo que es sumamente peligroso. Caldear el ambiente militarmente aumenta la probabilidad de una guerra por nadie deseada. Las demostraciones y paseos de barcos y aviones de guerra junto al territorio del otro son una manera de proclamar y demostrar la voluntad y disposición de uno de ir a un conflicto militar si el otro no cede. Aunque nadie lo deseé, eso incrementa la mera posibilidad de accidentes e incidentes susceptibles de degenerar en un conflicto militar. Hoy esa situación no se está dando en el Caribe, ni en el Mar del Norte, ni frente a las costas de California, ni en territorio de Canadá o México, sino que se vive, diariamente, en el espacio Báltico, en Ucrania y el Mar Negro, en el Mar de China meridional y en Taiwán. La geografía lo dice todo. ¿Para cuando el primer incidente militar?
Fuente:
jueves, 22 de abril de 2021
_- Orígenes agrarios de la guerra civil. Comentario crítico al libro de James Simpson y Juan Carmona
_- Ricardo Robledo, Catedrático (jubilado) de Historia Económica, Universidad de Salamanca, e Investigador visitante de la Universitat Pompeu Fabra (*).
Adolfo Vázquez Humasqué, director de la reforma agraria, entre los yunteros de Fernán Caballero que iban a asentarse en la finca de Navalrosal (Foto de Cortés, Mundo gráfico, 8 de abril de 1936). El último libro de James Simpson y Juan Carmona, reseñado por los propios autores en Nada es Gratis, llega después de varias investigaciones sobre la reforma agraria contemplada más bien escépticamente como medio de incrementar la producción o solucionar adecuadamente la pobreza rural. Y, entre otros temas, desarrollaron los problemas de aplicación de la Ley Agraria de 1932 a un país con un grado de desarrollo como el de España. En este mismo sentido Why democracy failed: The agrarian origins of the Spanish Civil War marca una ruptura con un discurso muy influyente en la historia social y económica española y con la reciente literatura centrada en el papel de las élites. En su lugar se nos invita a dirigir la mirada hacia “los pequeños agricultores que no pudieron explotar más eficazmente su recién estrenada voz política”. Estoy seguro que este libro animará el debate académico. Mi comentario se ciñe básicamente a la presentación que hicieron sus autores aquí. Propongo los siguientes puntos de discusión:
1) Relativización del “problema agrario” del latifundio y, en consecuencia, una visión reducida de los problemas de tipo distributivo.
Aunque pueda juzgarse exagerada esta deducción mía, lo cierto es que no aparecen en el texto consideraciones sobre la desigualdad. La forma de relativizar la importancia del latifundismo se hace atribuyéndole el 3% del PIB –¿estimación del PIB agrario de las provincias latifundistas? – y el escaso peso relativo de los jornaleros sin tierra en el conjunto español. Pero es comprensible que existe un haz de relaciones sociales y políticas –las instituciones– con un impacto que no se puede encorsetar en indicadores macro y que determinaron en gran medida la agitada vida social y política de la Segunda República.
Al igual que ocurrió en Italia, la cuestión meridional española constituyó una auténtica «cuestión nacional» (Zamagni, 1987) en la que estaba implicado el desarrollo económico y social de todo el país. Un planteamiento similar había sido expuesto ya por el jiennense Flores de Lemus en 1914, el principal economista español, al afirmar que “la concentración de la propiedad representa el mayor mal no solamente para la agricultura, sino también para la constitución social de España”. Y añadiría, en la línea de M. Weber, que Andalucía y Extremadura se asemejaban a Prusia, el “país de la gran aristocracia territorial”. Cuando se dispuso de la información, parcial, del Catastro, el economista y Ministro de Hacienda Gabriel Franco concretó en 1934 el grado de concentración: el 1,25 % de los contribuyentes poseía más del 40 por 100 de toda la riqueza rústica comprendida en el Avance Catastral y el 2,33 % de aquellos más de la mitad (DS, 7 de mayo de 1936). Cualquier lector familiarizado con los datos actuales de la desigualdad y de su copiosa literatura puede deducir el grado de distorsión y de generación de tensión social que entrañaban potencialmente aquellos indicadores en los años 30.
2) Reforma imposible sin información.
Con el paso del “conflicto de clases” a un segundo plano, toma relevo como protagonista el débil estado español que no aprovechó la coyuntura de la Primera Guerra Mundial para desarrollar, según dicen, “el área de la recopilación estadística y su interpretación” como hicieron otros países. Esto fue grave, argumentan, porque al aprobarse la ley de reforma agraria “nadie sabía” cómo se cultivaban los latifundios, ni siquiera aproximadamente, cuánta tierra había disponible para asentar las familias campesinas. Aunque suavicemos la hipérbole de que “nadie sabía”, creo que la tesis adolece de algún defecto: a) En la estadística española había imperfecciones como expuso Bernis en 1911, pero se consiguió aprovecharlas para fundamentar cambios y tendencias de la agricultura española (aquí). Al fin y al cabo los historiadores agrarios nos fiamos, críticamente, de estas fuentes (recopiladas por el GEHR en 1991 aquí ). Y conocemos, al igual que los ingenieros agrarios y las instituciones agronómicas o financieras de la época, cuál era la superficie cultivable y el grado de modernización de la gran explotación. Menos fiable había sido la estadística de la propiedad, pero hacia 1930 estaban catastradas casi la totalidad de las provincias latifundistas. b) No hizo falta esperar a septiembre de 1932 pues en mayo de 1931 se formó, como es sabido, la Comisión Técnica Agraria. No se hallará otro grupo de expertos sobre la reforma agraria en la historia de España. Solo llamaré la atención sobre A. Vázquez Humasqué, encargado de ejecutar la reforma agraria en 1932-1933 y en 1936. Pues bien, no creo que hubiera otra persona mejor informada sobre precio y calidades de la tierra dado su cargo de Inspector técnico del Banco Hipotecario. c) En mi opinión la gran oportunidad perdida de la neutralidad española, aparte del fracaso en la reforma fiscal por los beneficios extraordinarios de la guerra, estuvo en no seguir la senda del reformismo agrario postbélico como hicieron otros países. Así se convirtió, según S. Aznar (1930: 82), en “el único país de Europa que tiene un régimen agrario lamentable sin que lo advierta y sin que haga esfuerzo alguno por sacudirlo”. Y este lastre robusteció la intransigencia, de modo que, por ejemplo, fue imposible reformar la legislación de arrendamientos, heredada de las Cortes de Cádiz, hasta 1931. Sin esta path dependence no se entenderá bien el fracaso o la hostilidad contra la reforma agraria.
3) Debilidad del estado y polarización
Los autores acuden al lugar común del doble perjuicio de la reforma agraria que divulgó, entre otros, Malefakis: muchos propietarios se sintieron amenazados y los propios trabajadores se desilusionaron. Repito la pregunta formulada hace más de veinte años: ¿puede hacerse responsable del estallido de la guerra civil a la reforma agraria republicana si se acepta al mismo tiempo que fue un fracaso y defraudó las expectativas de los de abajo? La interpretación de los cambios en el mercado de trabajo durante el primer bienio ofrece otra perspectiva.
Fuente: Anuario(s) Estadístico (s) de la Producción Agrícola 1930-1935.
La correlación entre cambio político y decisiones económicas del gráfico anterior resulta atractiva intuitivamente porque la recuperación de las sembraduras se produce en 1934-1935 con la llegada de los conservadores y la reacción de 1935. No todas las provincias siguieron este patrón y hay que tener en cuenta otros factores económicos (precios, salarios, etc.) y políticos (aquí), pero fue casi general la disminución de faenas complementarias como la escarda y otras. De modo que no es que “hubiera huelgas generalizadas de jornaleros durante las cosechas” y los patronos no quisieran contratar luego a “los involucrados en actividades sindicales”, como dicen los autores. La disminución en la demanda de empleo llegó de inmediato porque no se confiaba en el marco de negociación colectiva que buscaba acomodar España a la institucionalización de las políticas sociales de otros países (aquí). Dicho de otra manera, de entrada solía funcionar la discriminación: «Antes me cortaría una mano que consentir que trabajasen mi casa asociados de la Casa del Pueblo”, confesaba un propietario de La Mancha, algo que no se inventó entonces: en 1919, el sindicato católico-agrario de Vila-real ordenó “no buscar para trabajar en sus fincas a los socialistas, aun a costa de trabajar mal las fincas” (aquí). En mi opinión la idea de la división y polarización de los pueblos con la que concluyen Simpson y Carmona su texto tiene que ver más con estos comportamientos que con la frustración o la ineficacia del estado “en administrar las reformas de manera eficiente y justa”. Y aquí también había path dependence.
A diferencia de otras publicaciones, los autores han incorporado en su análisis variables políticas como el caciquismo. Quizá se podría matizar que ese caciquismo no solo probaba la debilidad del estado sino que era muestra más bien de una especie de Deep state; el reflejo del poder social colectivo de una clase a escala local, que también estaba acostumbrada a decidir a cuánto se pagaba el jornal o incluso a qué vecinos “subversivos” hacer la vida imposible. Esto condicionaba la dinámica sociopolítica más allá de las posibles pérdidas que pudiera suponerle la reforma agraria. Y desde el otro ángulo social estaban aquellos a quienes la República les dio la oportunidad de ser ciudadanos plenos, sin que ello tuviese que ver exclusivamente con su aspiración a la tierra o se dedicasen a la agricultura.
Es posible que se haya sobrevalorado la capacidad del estado como un agente autónomo o instrumental, en vez de fijarnos más en las resistencias y negociaciones para trasladar sus iniciativas al tejido social (aquí). Parece claro que el estado de fines de 1934-1935 negoció muy poco y era bastante diferente al de tres años atrás. Según Azaña –en su discurso en las Cortes el 15 de abril de 1936– lo que había existido en 1934-35 era “la anarquía del propio Estado”. La política de tierra quemada después de octubre (represión, desahucios, caída de los salarios), que escandalizó hasta al diario católico El Debate, profundizó en la brecha social y alentó una polarización que era lo que más convenía a quienes estaban diseñando el golpe de estado a fines de 1935.
4) Cuestión agraria y guerra civil
Tienen razón Simpson y Carmona al referirse a la frustración de expectativas de los trabajadores a los que se habría prometido tierras al llegar la República. Pero habrá que distinguir tiempo y espacio. En el corto plazo, con una alta presión social, el modelo de ocupaciones temporales de una parte de la gran explotación (a cuyo propietario se pagaba una renta) sirvió para superar las restricciones de una reforma que apenas expropió a los terratenientes. ¿Es posible que no hubiera faltado tierra con otro horizonte temporal del que no dispuso el gobierno del Frente Popular?
De todos modos, la tesis “fuerte” de los autores (sin poder entrar en el tema de las bases sociales de la democracia en el período de entreguerras, Luebbert, Cobo) es el papel protagonista concedido a los pequeños cultivadores que serían, según Simpson y Carmona, quienes decidirían la suerte de la República. Incluso afirman en su libro que sin su apoyo no habría habido golpe militar (pág. 240). Esta es una afirmación problemática desde la historia política, lo que no quiere decir que no haya confluencias entre cuestión agraria y guerra civil que yo creo son de otro tipo. Incluso en sentido contrario, pues el movimiento social más sólido en favor de la República fue el de los pequeños cultivadores como los rabassaires (aquí). La intensificación de la reforma en marzo de 1936 se produce cuando el golpe militar contra la República había entrado en una fase ejecutiva; de hecho, la gran ocupación de tierras en Extremadura coincide con alguna de las reuniones de los generales en Madrid para fijar el día D. Reforma agraria y golpe militar eran líneas paralelas, perfiladas ya en abril del 31, que solo se cruzaban para justificar la necesidad del golpe militar debido a la ‘anarquía rural’. Se necesitaba un clima moral de caos inducido del que se encargaba “el brazo civil de la sublevación” (aquí). La guerra pudo no haberse buscado intencionadamente al principio, pero no se excluyó luego con tal de conseguir lo que no se había logrado electoralmente ha documentado Ángel Viñas recientemente.
Ahora bien, el “alzamiento nacional” no se convirtió en un movimiento popular, como se lamentaba el consejero de la Embajada alemana a Hitler el 23 de julio de 1936, por carecer de “auténtico Caudillo” y programa social (aquí). Eso hace explicable la dureza de las instrucciones de Mola de imponer el terror para vencer cualquier resistencia pues reconocía que “el entusiasmo demostrado era ficticio” (aquí). El resultado fue la dura represión que sufrió la región de los “propietarios muy pobres” (aquí) –por ejemplo, Zamora y La Rioja con 2.000 asesinados cada una. Esto solo se comprende por la necesidad de acabar con la democracia rural –jurados mixtos, acceso a bienes comunales, etc.– y con la reforma que se aplicaba sin titubeos desde 1936. Más que por el fracaso de la democracia me inclino por La destrucción de la democracia en España que investigó Preston en 1978. Parafraseando a mi modo el poema de Gil de Biedma, concluyo diciendo …Que la reforma iba en serio, pronto lo comprendieron los que querían llevarse la República por delante…
(*) Agradezco las observaciones de M. Artola Blanco, S. Calatayud, F. Espinosa, S. Garrido, A. López Estudillo, J. Millán y J. Pan Montojo.
Adolfo Vázquez Humasqué, director de la reforma agraria, entre los yunteros de Fernán Caballero que iban a asentarse en la finca de Navalrosal (Foto de Cortés, Mundo gráfico, 8 de abril de 1936). El último libro de James Simpson y Juan Carmona, reseñado por los propios autores en Nada es Gratis, llega después de varias investigaciones sobre la reforma agraria contemplada más bien escépticamente como medio de incrementar la producción o solucionar adecuadamente la pobreza rural. Y, entre otros temas, desarrollaron los problemas de aplicación de la Ley Agraria de 1932 a un país con un grado de desarrollo como el de España. En este mismo sentido Why democracy failed: The agrarian origins of the Spanish Civil War marca una ruptura con un discurso muy influyente en la historia social y económica española y con la reciente literatura centrada en el papel de las élites. En su lugar se nos invita a dirigir la mirada hacia “los pequeños agricultores que no pudieron explotar más eficazmente su recién estrenada voz política”. Estoy seguro que este libro animará el debate académico. Mi comentario se ciñe básicamente a la presentación que hicieron sus autores aquí. Propongo los siguientes puntos de discusión:
1) Relativización del “problema agrario” del latifundio y, en consecuencia, una visión reducida de los problemas de tipo distributivo.
Aunque pueda juzgarse exagerada esta deducción mía, lo cierto es que no aparecen en el texto consideraciones sobre la desigualdad. La forma de relativizar la importancia del latifundismo se hace atribuyéndole el 3% del PIB –¿estimación del PIB agrario de las provincias latifundistas? – y el escaso peso relativo de los jornaleros sin tierra en el conjunto español. Pero es comprensible que existe un haz de relaciones sociales y políticas –las instituciones– con un impacto que no se puede encorsetar en indicadores macro y que determinaron en gran medida la agitada vida social y política de la Segunda República.
Al igual que ocurrió en Italia, la cuestión meridional española constituyó una auténtica «cuestión nacional» (Zamagni, 1987) en la que estaba implicado el desarrollo económico y social de todo el país. Un planteamiento similar había sido expuesto ya por el jiennense Flores de Lemus en 1914, el principal economista español, al afirmar que “la concentración de la propiedad representa el mayor mal no solamente para la agricultura, sino también para la constitución social de España”. Y añadiría, en la línea de M. Weber, que Andalucía y Extremadura se asemejaban a Prusia, el “país de la gran aristocracia territorial”. Cuando se dispuso de la información, parcial, del Catastro, el economista y Ministro de Hacienda Gabriel Franco concretó en 1934 el grado de concentración: el 1,25 % de los contribuyentes poseía más del 40 por 100 de toda la riqueza rústica comprendida en el Avance Catastral y el 2,33 % de aquellos más de la mitad (DS, 7 de mayo de 1936). Cualquier lector familiarizado con los datos actuales de la desigualdad y de su copiosa literatura puede deducir el grado de distorsión y de generación de tensión social que entrañaban potencialmente aquellos indicadores en los años 30.
2) Reforma imposible sin información.
Con el paso del “conflicto de clases” a un segundo plano, toma relevo como protagonista el débil estado español que no aprovechó la coyuntura de la Primera Guerra Mundial para desarrollar, según dicen, “el área de la recopilación estadística y su interpretación” como hicieron otros países. Esto fue grave, argumentan, porque al aprobarse la ley de reforma agraria “nadie sabía” cómo se cultivaban los latifundios, ni siquiera aproximadamente, cuánta tierra había disponible para asentar las familias campesinas. Aunque suavicemos la hipérbole de que “nadie sabía”, creo que la tesis adolece de algún defecto: a) En la estadística española había imperfecciones como expuso Bernis en 1911, pero se consiguió aprovecharlas para fundamentar cambios y tendencias de la agricultura española (aquí). Al fin y al cabo los historiadores agrarios nos fiamos, críticamente, de estas fuentes (recopiladas por el GEHR en 1991 aquí ). Y conocemos, al igual que los ingenieros agrarios y las instituciones agronómicas o financieras de la época, cuál era la superficie cultivable y el grado de modernización de la gran explotación. Menos fiable había sido la estadística de la propiedad, pero hacia 1930 estaban catastradas casi la totalidad de las provincias latifundistas. b) No hizo falta esperar a septiembre de 1932 pues en mayo de 1931 se formó, como es sabido, la Comisión Técnica Agraria. No se hallará otro grupo de expertos sobre la reforma agraria en la historia de España. Solo llamaré la atención sobre A. Vázquez Humasqué, encargado de ejecutar la reforma agraria en 1932-1933 y en 1936. Pues bien, no creo que hubiera otra persona mejor informada sobre precio y calidades de la tierra dado su cargo de Inspector técnico del Banco Hipotecario. c) En mi opinión la gran oportunidad perdida de la neutralidad española, aparte del fracaso en la reforma fiscal por los beneficios extraordinarios de la guerra, estuvo en no seguir la senda del reformismo agrario postbélico como hicieron otros países. Así se convirtió, según S. Aznar (1930: 82), en “el único país de Europa que tiene un régimen agrario lamentable sin que lo advierta y sin que haga esfuerzo alguno por sacudirlo”. Y este lastre robusteció la intransigencia, de modo que, por ejemplo, fue imposible reformar la legislación de arrendamientos, heredada de las Cortes de Cádiz, hasta 1931. Sin esta path dependence no se entenderá bien el fracaso o la hostilidad contra la reforma agraria.
3) Debilidad del estado y polarización
Los autores acuden al lugar común del doble perjuicio de la reforma agraria que divulgó, entre otros, Malefakis: muchos propietarios se sintieron amenazados y los propios trabajadores se desilusionaron. Repito la pregunta formulada hace más de veinte años: ¿puede hacerse responsable del estallido de la guerra civil a la reforma agraria republicana si se acepta al mismo tiempo que fue un fracaso y defraudó las expectativas de los de abajo? La interpretación de los cambios en el mercado de trabajo durante el primer bienio ofrece otra perspectiva.
Fuente: Anuario(s) Estadístico (s) de la Producción Agrícola 1930-1935.
La correlación entre cambio político y decisiones económicas del gráfico anterior resulta atractiva intuitivamente porque la recuperación de las sembraduras se produce en 1934-1935 con la llegada de los conservadores y la reacción de 1935. No todas las provincias siguieron este patrón y hay que tener en cuenta otros factores económicos (precios, salarios, etc.) y políticos (aquí), pero fue casi general la disminución de faenas complementarias como la escarda y otras. De modo que no es que “hubiera huelgas generalizadas de jornaleros durante las cosechas” y los patronos no quisieran contratar luego a “los involucrados en actividades sindicales”, como dicen los autores. La disminución en la demanda de empleo llegó de inmediato porque no se confiaba en el marco de negociación colectiva que buscaba acomodar España a la institucionalización de las políticas sociales de otros países (aquí). Dicho de otra manera, de entrada solía funcionar la discriminación: «Antes me cortaría una mano que consentir que trabajasen mi casa asociados de la Casa del Pueblo”, confesaba un propietario de La Mancha, algo que no se inventó entonces: en 1919, el sindicato católico-agrario de Vila-real ordenó “no buscar para trabajar en sus fincas a los socialistas, aun a costa de trabajar mal las fincas” (aquí). En mi opinión la idea de la división y polarización de los pueblos con la que concluyen Simpson y Carmona su texto tiene que ver más con estos comportamientos que con la frustración o la ineficacia del estado “en administrar las reformas de manera eficiente y justa”. Y aquí también había path dependence.
A diferencia de otras publicaciones, los autores han incorporado en su análisis variables políticas como el caciquismo. Quizá se podría matizar que ese caciquismo no solo probaba la debilidad del estado sino que era muestra más bien de una especie de Deep state; el reflejo del poder social colectivo de una clase a escala local, que también estaba acostumbrada a decidir a cuánto se pagaba el jornal o incluso a qué vecinos “subversivos” hacer la vida imposible. Esto condicionaba la dinámica sociopolítica más allá de las posibles pérdidas que pudiera suponerle la reforma agraria. Y desde el otro ángulo social estaban aquellos a quienes la República les dio la oportunidad de ser ciudadanos plenos, sin que ello tuviese que ver exclusivamente con su aspiración a la tierra o se dedicasen a la agricultura.
Es posible que se haya sobrevalorado la capacidad del estado como un agente autónomo o instrumental, en vez de fijarnos más en las resistencias y negociaciones para trasladar sus iniciativas al tejido social (aquí). Parece claro que el estado de fines de 1934-1935 negoció muy poco y era bastante diferente al de tres años atrás. Según Azaña –en su discurso en las Cortes el 15 de abril de 1936– lo que había existido en 1934-35 era “la anarquía del propio Estado”. La política de tierra quemada después de octubre (represión, desahucios, caída de los salarios), que escandalizó hasta al diario católico El Debate, profundizó en la brecha social y alentó una polarización que era lo que más convenía a quienes estaban diseñando el golpe de estado a fines de 1935.
4) Cuestión agraria y guerra civil
Tienen razón Simpson y Carmona al referirse a la frustración de expectativas de los trabajadores a los que se habría prometido tierras al llegar la República. Pero habrá que distinguir tiempo y espacio. En el corto plazo, con una alta presión social, el modelo de ocupaciones temporales de una parte de la gran explotación (a cuyo propietario se pagaba una renta) sirvió para superar las restricciones de una reforma que apenas expropió a los terratenientes. ¿Es posible que no hubiera faltado tierra con otro horizonte temporal del que no dispuso el gobierno del Frente Popular?
De todos modos, la tesis “fuerte” de los autores (sin poder entrar en el tema de las bases sociales de la democracia en el período de entreguerras, Luebbert, Cobo) es el papel protagonista concedido a los pequeños cultivadores que serían, según Simpson y Carmona, quienes decidirían la suerte de la República. Incluso afirman en su libro que sin su apoyo no habría habido golpe militar (pág. 240). Esta es una afirmación problemática desde la historia política, lo que no quiere decir que no haya confluencias entre cuestión agraria y guerra civil que yo creo son de otro tipo. Incluso en sentido contrario, pues el movimiento social más sólido en favor de la República fue el de los pequeños cultivadores como los rabassaires (aquí). La intensificación de la reforma en marzo de 1936 se produce cuando el golpe militar contra la República había entrado en una fase ejecutiva; de hecho, la gran ocupación de tierras en Extremadura coincide con alguna de las reuniones de los generales en Madrid para fijar el día D. Reforma agraria y golpe militar eran líneas paralelas, perfiladas ya en abril del 31, que solo se cruzaban para justificar la necesidad del golpe militar debido a la ‘anarquía rural’. Se necesitaba un clima moral de caos inducido del que se encargaba “el brazo civil de la sublevación” (aquí). La guerra pudo no haberse buscado intencionadamente al principio, pero no se excluyó luego con tal de conseguir lo que no se había logrado electoralmente ha documentado Ángel Viñas recientemente.
Ahora bien, el “alzamiento nacional” no se convirtió en un movimiento popular, como se lamentaba el consejero de la Embajada alemana a Hitler el 23 de julio de 1936, por carecer de “auténtico Caudillo” y programa social (aquí). Eso hace explicable la dureza de las instrucciones de Mola de imponer el terror para vencer cualquier resistencia pues reconocía que “el entusiasmo demostrado era ficticio” (aquí). El resultado fue la dura represión que sufrió la región de los “propietarios muy pobres” (aquí) –por ejemplo, Zamora y La Rioja con 2.000 asesinados cada una. Esto solo se comprende por la necesidad de acabar con la democracia rural –jurados mixtos, acceso a bienes comunales, etc.– y con la reforma que se aplicaba sin titubeos desde 1936. Más que por el fracaso de la democracia me inclino por La destrucción de la democracia en España que investigó Preston en 1978. Parafraseando a mi modo el poema de Gil de Biedma, concluyo diciendo …Que la reforma iba en serio, pronto lo comprendieron los que querían llevarse la República por delante…
(*) Agradezco las observaciones de M. Artola Blanco, S. Calatayud, F. Espinosa, S. Garrido, A. López Estudillo, J. Millán y J. Pan Montojo.
miércoles, 21 de abril de 2021
Recuperar la historia de la II República española
La celebración del 90 aniversario de la llegada de la Segunda República no es una llamada a la melancolía del pasado que no volverá. Su recuerdo sigue presente, por ejemplo, en la campaña de las elecciones de la Comunidad de Madrid como referente a evitar. Al mismo tiempo, la nueva andanada de la autollamada nueva historia política intenta de forma burda situar la historia republicana entre paréntesis para enlazar directamente la segunda Restauración borbónica con la ‘añorada’ Constitución de 1876. Otras señas de identidad de este revisionismo, que comparten una parte influyente de la historiografía española, es la crítica cuando no el desprecio por el tema de la memoria histórica, asunto que junto con el de la Transición condicionan sin duda nuestra visión de la Segunda República. Estamos convencidos de que la marginación de la memoria histórica y la exaltación acrítica de la Transición, aunque se disfracen del ropaje científico, colaboran conscientemente o no en la descalificación de la única experiencia democrática –medida con los parámetros de la época– que hubo en la historia de España hasta 1977. La reprobación de sus logros -la enseñanza pública, el laicismo o una mejor distribución de la renta- forman la levadura del programa político de la derecha que ahora se llama “Libertad”. Hay una perspectiva internacional que conviene resaltar como acaba de recordar Eduardo González Calleja: entre 1934 y 1941 -y en ello hay un punto de honor que a menudo se olvida- ningún régimen político europeo ni democrático ni autoritario resistió de manera tan decidida y prolongada la agresión de las potencias fascistas y sus aliados domésticos como la segunda república española.
No se trata de colaborar hoy a ninguna idealización. Este artículo de Josep Fontana nos recuerda que uno de los aspectos más negativos de la Transición española fue la renuncia a investigar la historia del franquismo, a fin de ocultar sus responsabilidades.
Conferencia pronunciada en la Universitat Autònoma de Barcelona, octubre 2002
1. Se ha dicho en muchas ocasiones que uno de los aspectos más negativos de la Transición española fue la renuncia a investigar la historia del franquismo, a fin de ocultar sus responsabilidades. Basta con observar que hemos tenido que esperar 25 años para que los aspectos esenciales de la represión franquista fueran estudiados de manera adecuada (una tarea que todavía no ha terminado). Me complace ver que el señor Alfonso Guerra recupera ahora la memoria del exilio y reclama «el reconocimiento a los españoles que sufrieron el destierro por profesar ideas de libertad y modernidad«.
2. Podríamos reprocharle que quizá debió de haber sido mucho antes, cuando ejercía el poder, que tuvo que haber sido consciente de este deber. Y le objetaría también que la libertad y la modernidad no fueron las únicas cosas por las que luchamos los españoles, sino que había otras, como la igualdad y la justicia, no menos importantes. Esto me lleva a otra omisión muy grave de nuestra historiografía, como es la del estudio de la II República española. Y ahí me temo que la culpa no es sólo de la Transición, sino de la renuncia, por parte de los presuntos herederos de la izquierda española derrotada en 1939, al legado de sus antecesores.
3. Me di cuenta de ello hace unos años, cuando en un curso de verano en Santander, uno de los patriarcas del PSOE nos explicó sus antecedentes ideológicos para acabar afirmando que ellos eran los legítimos herederos de Joaquín Costa, sin llegar a mencionar ni una sola vez a Pablo Iglesias, que, por lo visto, le resultaba un referente incómodo. Lo cual me lleva a pensar que no ha sido tanto la derecha como la propia izquierda la que ha propiciado este olvido de lo que fue la República, reducida a una especie de antecedente de la guerra civil, que sirve para explicar el conflicto de 1936 como el resultado de los excesos de unos y otros, que hoy, felizmente, hemos superado, y que por eso mismo conviene que olvidemos. Como antídoto os invito a leer uno de los textos más nobles que se hayan escrito sobre la República.
4. Un texto, por otra parte, muy breve, de unas diez páginas: el artículo que Manuel Azaña publicó en 1939, ya en el exilio, con el título «Causas de la guerra de España». Azaña dice en él que sería un error ver «el movimiento de julio del 36 como una resolución desesperada que una parte del país adoptó ante un riesgo inminente«. Recuerda que las conspiraciones contra la República empezaron prácticamente desde su instauración, la cual se produjo sin violencia, en medio de una alegría general. La obra de gobierno de la República comenzó de acuerdo con los principios clásicos de la democracia liberal, excepto en las cuestiones económicas, en las que fue necesario intervenir para hacer frente a las consecuencias de la crisis mundial, en especial en la agricultura. «Con socialistas ni sin socialistas —escribe— ningún régimen que atienda al deber de procurar a sus súbditos unas condiciones de vida medianamente humanas podía dejar las cosas en la situación que las halló la República.»
Colegio electoral durante el referéndum autonómico del 5 de noviembre de 1933 en Éibar (foto: Indalecio Ojanguren)
5. El nuevo régimen llegaba con la herencia del desastre de la dictadura de Primo de Rivera, en plena crisis mundial y en un momento en que el mundo, atemorizado por el peligro soviético, giraba a la derecha, de manera que los diplomáticos de las grandes potencias transmitieron a sus gobiernos la idea de que el de España era un gobierno medio bolchevique, y contribuyeron a aislarlo desde su mismo nacimiento. Lo cierto es que la mayor parte de estos diplomáticos no entendían absolutamente nada de lo que sucedía: el embajador norteamericano en Madrid, por ejemplo, a quien el triunfo de la República tomó por sorpresa, estaba convencido de que Alfonso XIII era adorado por el pueblo español, y el 13 de abril envió un telegrama al Departamento de Estado diciendo que la derrota en las elecciones «no hay que tomarla de manera que implique necesariamente un cambio de una forma de gobierno monárquica a otra republicana; sin embargo, un cambio de ministerio podría producirse pronto«.
6. El día 16, indignado por el giro de los acontecimientos, decía: «el pueblo español, con su mentalidad del siglo XVII, cautivado por falsedades comunistoides, ve de pronto una tierra prometida que no existe. Cuando les llegue la desilusión, se volverán ciegamente hacia lo que esté a su alcance, y si la débil contención de este gobierno no cierra el paso, la muy extendida influencia bolchevique puede capturarles«. Y finalizaba: «No puedo aconsejar el reconocimiento inmediato de este régimen, por más que sea necesaria alguna manera de modus vivendi para tratar con él, pues de otra forma yo no estaría debidamente acreditado.» Esta opinión sobre el gobierno era tanto más injustificada cuanto la embajada norteamericana no sabía ni quiénes eran los políticos que llegaban al poder. En una semblanza de los nuevos ministros que envió a Washington el 15 de abril, se dice de Alcalá-Zamora: «Según la prensa nació en Andalucía y tiene 55 años de edad.» De Lerroux: «no hay informaciones recientes; según un despacho de la embajada de hace un año era entonces líder del grupo radical del Partido Republicano» (!). Y de Manuel Azaña: «no hallo ninguna referencia por parte de la embajada. El agregado militar se refiere a él como un asociado a Alejandro Lerroux. Aparentemente, un ‘republicano radical‘».
7. Al margen de esta hostilidad internacional, el nuevo gobierno había de enfrentarse a unos problemas internos que era urgente resolver, en primer lugar el de la propiedad de la tierra y la situación de los campesinos; pero también otros como el de las reivindicaciones catalanas, la limitación del poder de la Iglesia y una necesaria reforma militar para devolver a sus justas dimensiones un ejército hipertrófico de generales, cuyo número había aumentado alegremente como compensación por las supuestas heroicidades en el mando de la guerra de África. Conviene no olvidar que el Franco que el 3 de febrero de 1926 era nombrado general —a los 33 años, el más joven de Europa, como se nos dice siempre— logró los ascensos como premio a la frialdad con la que llevó a sus hombres a la muerte. Sin ello, este oficial que había salido de la Academia de Infantería con el número 251 dentro de una promoción de 312, habría hecho una carrera mediocre que le habría llevado en su vejez, como máximo, a gobernador militar de alguna provincia de segunda.
8. Que la política de las izquierdas al inicio de la República no era enteramente equivocada lo demostraría que lograra evitar la extensión a España de la crisis económica mundial. Los índices económicos españoles muestran descensos moderados, o estabilidad, e incluso cierto crecimiento en algunos sectores. En comparación con los datos de los años 1925-1929, las importaciones de algodón en rama en 1935 se situaron un 20 % por encima, y la lana empleada en Terrassa y Sabadell un 34 %.
Primero de mayo de 1931 en Sant Sadurní d’Anoia (foto: Ser Histórico)
9. La renta nacional había aumentado también un 10 %. La mejora en las condiciones de trabajo, consecuencia en gran medida del hecho de que se acabó la represión contra la actividad sindical, conllevó un alza de la masa salarial y el aumento de la capacidad de consumo de la población, generando un crecimiento interior desligado de la coyuntura de los mercados mundiales. Nada aquí que se parezca al desastre de la recesión en Estados Unidos o en Alemania, con la caída brutal de la producción y los millones de parados, que, en el caso alemán, serían el cultivo que favorecería el ascenso del nazismo. Hay que añadir, además, que todo ello fue el resultado de una política reformista elemental y limitada. De hecho, una medida importante como la de la reforma agraria fue emprendida con tal timidez y con tan pocos recursos (como dijo Camilo Berneri, «se aplicó con dosis homeopáticas«), que puede afirmarse que apenas había empezado en 1936.
10. Pero lo que combatían los terratenientes y los caciques, lo que les llevó realmente a la guerra, era mucho menos la amenaza, relativamente remota, de la reforma agraria, como la mucho más inmediata que surgía de la libertad dada a los campesinos para sindicarse y negociar sus condiciones de trabajo. Se estaba produciendo un cambio, no espectacular pero sí trascendente, que implicaba la ruptura en la relación tradicional de fuerzas que permitía a los propietarios rurales, con la colaboración de los funcionarios del Estado, los jueces y la guardia civil, mantener el control de la vida local, desvirtuando o neutralizando las leyes reformistas publicadas en tiempos de la monarquía.
11. Hace unos años, Angelina Puig realizó una tesis que utilizaba procedimientos de historia oral para investigar la historia de los emigrantes de un pueblo de Granada establecidos en Sabadell después de la guerra civil. Quiso también que hablaran de su situación antes de emigrar, y los más viejos, los que vivieron en tiempos de la República, nos descubrieron un panorama que, por lo menos para mí, que alimentado por los tópicos habituales esperaba que hablaran de las gracias y desgracias de la reforma agraria, me abrieron los ojos. Ni una sola palabra de la reforma agraria. Lo que aparecía era un cuadro de la vida local de aquellos años que mostraba a los propietarios acogiendo inicialmente al nuevo régimen con tranquilidad, ya que estaban acostumbrados a ver cómo cambiaban los gobiernos sin que su entorno social se modificara, de manera que pensaron que entonces sería lo mismo.
12. En cambio, se alarmaron al ver que los campesinos comenzaban a organizarse para negociar sus salarios y reivindicar sus derechos sin que la guardia civil los reprimiera de entrada, como había sucedido siempre. Por eso, cuando la derecha subió al poder en 1933, los terratenientes y los caciques reafirmaron de nuevo su autoridad: bajaron los salarios y los campesinos que se habían afiliado a un sindicato o se habían distinguido como partidarios de la izquierda sufrieron toda clase de persecuciones, fueron expulsados de los lugares donde trabajaban y se les negó la contratación como jornaleros. Esto ocurrió en Andalucía, como en Albacete, Cuenca (donde los trabajadores de Barajas de Melo dicen: «cuando pedimos trabajo, el alcalde nos dice que ‘comamos zarzas y república‘»), Ciudad Real (donde los de Solana del Pino aseguran que «para perseguirnos, prefieren dejar la tierra sin cultivar antes que dárnosla a nosotros«), Toledo, donde según explica Arturo Barea, a finales de 1933 los propietarios empezaron a echar a todos los que se habían afiliado a un sindicato «y a no dar trabajo más que a los que se sometían a lo de antes«.
Manifestación republicana en Pedro Martínez, mayo de 1932 (foto: memoriadimmingracio.com)
13. También fue el triunfo de la derecha la ocasión que los conservadores catalanes aprovecharon para denunciar la Ley de Contratos de Cultivo que había aprobado el Parlament de Catalunya. En cierta ocasión, en la época del franquismo, un antiguo dirigente de Unió Democràtica me confesó: «aunque, en realidad, tampoco era para tanto«. Podían haberse dado cuenta de ello antes. La naturaleza del conflicto entre grandes propietarios y trabajadores os permitirán entender reacciones como la que en julio de 1936 tuvo un terrateniente de la provincia de Salamanca, el conde de Alba de Yeltes, Gonzalo de Aguilera, que explicó personalmente a un periodista que el mismo día 18 de julio «hizo ponerse en fila india a los jornaleros de sus tierras, escogió a seis y los fusiló delante de los demás. Pour encourager les autres, ¿comprende?«.
14. O todavía hoy, en un libro publicado en 1998 —y destaco la fecha para que no se piense que se trata de un panfleto de la guerra civil—, cuando se enumeran los agravios que llevaron a Pedro Sainz Rodríguez a colaborar con la insurrección fascista, encontramos la siguiente descripción de los intolerables horrores de la República, que copio sin añadir ni quitar nada: «Se obligaba a los terratenientes a roturar y cultivar sus tierras baldías, se protegía al trabajador de la agricultura tanto como al de la industria, se creaban escuelas laicas, se introducía el divorcio, se secularizaban los cementerios, pasaban los hospitales a depender directamente del Estado…» He aquí el bolchevismo republicano denunciado con todo detalle. Os explico esto para subrayar que no es cierto que fuera el miedo a ser desposeídos de sus propiedades lo que puso a los terratenientes en pie de guerra.
15. Es sencillamente uno de los muchos tópicos que enturbian nuestra comprensión de la historia de la República y que debemos combatir. Como, por poner otro ejemplo, los tópicos que se refieren al papel de la Iglesia española en el fracaso republicano y en la organización de la revuelta, y que pretenden reducirlo todo a poco más que al contraste entre un personaje intransigente como el cardenal Segura y otro negociador como el arzobispo Vidal i Barraquer. El pobre Segura era un títere que no pintó gran cosa en el transcurso de su vida, ni cuando escribía pastorales contra la República, ni cuando en su vejez se negaba a ceder la cabecera de la mesa a la señora Franco y conseguía que el gobierno del Caudillo intentara que se marchase del país, lo mismo que había intentado la República.
16. Lo que deberíamos conocer mucho mejor, por el contrario, es la forma en que el tejido de las organizaciones patrocinadas por la Iglesia montó la contraofensiva para detener los intentos de laicismo de la República. Cuando la Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas prohibió la enseñanza a las órdenes religiosas, las organizaciones católicas actuaron rápidamente, y entidades como la Sociedad Anónima de Enseñanza Libre, que aparecía como una asociación laica, o las organizaciones de padres de familia católicos, se hicieron cargo de los antiguos colegios de los religiosos, con el resultado que Herrera Oria podía decir en 1940 que «gracias a esta fortaleza en la lucha de las órdenes religiosas y de seglares, sobre todo de los padres de familia organizados, pudieron las órdenes religiosas educar a tantos o más jóvenes que antes«.
La maestra Veneranda García-Blanco Manzano (1893-1992) junto a sus alumnas de la escuela pública de Vidiago (Asturias) (foto coloreada por Tina Paterson)
17. Al mismo tiempo que organizaban campañas contra el cine y las lecturas inmorales. Es decir, contra lo que en los criterios eclesiásticos de la época se consideraba inmoral. Para hacerse una idea de qué va el asunto, baste decir que en la primera lista de libros prohibidos que se publicó en Valladolid en 1936, figuran entre los totalmente prohibidos las fábulas de La Fontaine, casi todo Pérez Galdós incluida la mayor parte de los Episodios nacionales, Baroja, Unamuno, Valera, algunos libros de Azorín, Goethe por entero, los artículos de costumbres de Larra, todo Gabriel Miró, La Celestina o el Libro de buen amor… Y que entre los «tolerados», sólo aptos para lectores maduros y autorizados, están los de Gustavo Adolfo Bécquer, las Novelas ejemplares de Cervantes, el Lazarillo de Tormes, el Ideario español de Ganivet, el Gil Blas de Santillana, los cuentos de Perrault, el Buscón de Quevedo o El diablo cojuelo de Vélez de Guevara.
18. Y lo que todavía es más importante que entendamos, y que sería necesario estudiar, en vez de perder el tiempo con los exabruptos del cardenal Segura o con las buenas intenciones de Vidal i Barraquer, es la forma en que esta red eclesiástico-civil funcionó en poblaciones como Valladolid —y aludo a Valladolid porque hay un estudio reciente que proporciona algunas informaciones sobre este tema—, en cuanto a elemento de preparación y apoyo de la insurrección de 1936 y, después de su triunfo, como base del control intelectual y social de los años de posguerra.
19. El asunto de la enseñanza religiosa —que, como sabéis, todavía colea— me lleva a destacar que uno de los aspectos «revolucionarios» de la República que las derechas no pudieron tolerar, fue precisamente su preocupación por la educación popular. Herederos de una antigua tradición ilustrada, los republicanos creyeron que educar a la población era el camino que había de llevarles a movilizarla para un programa de transformación social. Y se dedicó a ello con un entusiasmo que nunca se había conocido en España —y que no ha vuelto a conocerse después—. Suele olvidarse que entre los primeros decretos republicanos figura uno que creaba cerca de 7.000 plazas de maestro y aumentaba el sueldo de los enseñantes.
20. Se llevó a cabo una gran tarea de formación de maestros, se construyeron más de 16.000 escuelas, al tiempo que se desarrollaron programas de difusión cultural a fin de llevar a todos los rincones del país los libros o el teatro. No en vano los franceses decían que esta República española era «la República de los profesores«. Un escritor cubano pasó revista a la gran cantidad de nombres de intelectuales que ocupaban cargos políticos o diplomáticos, y dijo: «En todas las avanzadas del régimen figuran profesores y escritores, representantes de esa pequeña, casi exigua, burguesía intelectual que siempre estuvo residenciada bajo la monarquía.»
Misiones Pedagógicas en Mombeltrán (Ávila), 1932 (foto del archivo de la Residencia de Estudiantes, coloreada por Tina Paterson)
21. Es bien conocida la dureza, sangrienta, de la represión dirigida contra los maestros, o la supresión inicial por parte de las autoridades franquistas de muchos institutos de segunda enseñanza creados por la República, por considerarlos sobrantes. El asunto iba mucho más allá: la voluntad de liquidar hasta sus raíces intelectuales el proyecto reformista republicano, explica que se hicieran públicos planteamientos como los aparecidos en un periódico de Sevilla en los primeros días de la guerra, en un artículo significativamente titulado «A las cabezas», donde se decía: «No es justo que se degüelle al rebaño y se salven los pastores. Ni un minuto más pueden seguir impunes los masones, los políticos, los periodistas, los maestros, los catedráticos, los publicistas, la escuela, la cátedra, la prensa, la revista, el libro y la tribuna, que fueron la premisa y la causa de las convulsiones y efectos que lamentamos.»
22. El rector de la Universidad de Zaragoza, por su parte, propuso la quema de libros como medida higiénica conveniente y necesaria. ¿Para qué se necesitaban libros? En 1937 Pemán defendió en un discurso delante de Franco, que aprobó entusiasmado lo que dijo, una enseñanza simplista y que adoctrinara, de imposición de los valores «de arriba a abajo, misionalmente«, todo ello ejemplificado en esta afirmación: «El catecismo o el refranero, que hablan por afirmaciones, son más creídos que los profesores de Filosofía, que hablan por argumentos.» Era cosa sabida que eso de pensar es un vicio extranjerizante y malsano. Eso era, por lo menos, lo que decía un libro publicado en 1939 por un «asesor técnico del Ministerio de Educación Nacional«: «‘Europa es el mundo ideal del 2 y 2 son 4′, me dijo un día mi maestro. A lo que yo le respondí: ‘Y España es el mundo pasional del 2 y 2 son 5.‘» Esta apología del irracionalismo iba acompañada por una referencia a Ángel Ganivet, el cual habría dicho que a un pueblo que había conquistado el mundo no se le podía hacer perder el tiempo mirando por un microscopio (que era precisamente lo que hacía Ramón y Cajal en la época en que Ganivet decía esas tonterías).
23. Lo esencial para lograr este retroceso de la racionalidad era combatir lo que Pemartín llamaba «el necio fetiche del siglo estúpido: la superioridad de la ciencia sobre la fe». El tipo de enseñanza que se propugnaba había de ser una mezcla de patrioterismo y religión. No tengo ninguna duda de que el señor Pemartín y la señora Pilar del Castillo se habrían entendido bastante bien.
24. No hay que caer en la trampa de admitir que lo que movió a la revuelta de 1936 fue el temor a una amenaza revolucionaria inmediata, porque esta amenaza no existió. Basta con leer un documento que no suele citarse, el pacto-programa del Frente Popular publicado en la prensa el 16 de enero de 1936, para comprobar que no iba más allá de la propuesta de «restablecer el imperio de la Constitución» y procurar que se desarrollaran las leyes orgánicas derivadas de ella dentro del respeto a los principios constitucionales. En el pacto-programa los republicanos se negaban explícitamente a aceptar ninguno de los puntos de transformación revolucionaria que proponían los socialistas, y realizaban una declaración tan inequívoca como esta: «La República que conciben los partidos republicanos no es una República dirigida por motivos sociales o económicos de clase, sino un régimen de libertad democrática, impulsado por razones de interés público y progreso social.«
Miembros del gobierno provisional de la Segunda República; de izquierda a derecha: Álvaro Albornoz, Niceto Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Francisco Largo Caballero, Fernando de los Ríos y Alejandro Lerroux (foto: agencia Meurisse/BNF)
25. Y hemos de recordar también el peso insignificante de los comunistas entonces, que no tenían ninguna clase de representación en el gobierno y no estaban en aquellos momentos para revoluciones. Lo que ocurrió en 1936 fue la consecuencia del hecho de que la derecha española no estaba dispuesta a aceptar una nueva etapa reformista como la de 1931 a 1933, con el peligro añadido del desarrollo de las promesas implícitas en la Constitución, por moderadas que fuesen. Un estudio sobre Zaragoza sostiene que la burguesía local jugó por un tiempo la carta posibilista, hasta febrero de 1936, y que al ver los avances de la izquierda, optó por animar a los militares que se preparaban para rebelarse, y una vez obtenida la victoria pudieron realizar el viejo sueño de «eliminar violentamente de la escena todas aquellas fuerzas políticas y sociales […] que habían ofrecido […] un proyecto sociopolítico alternativo al de las élites españolas«. En algunos casos, el asunto estaba preparado desde antes.
26. En Andalucía, muchos de quienes no se habían decidido a tomar parte en el intento de Sanjurjo en 1932, cambiaron de idea después del movimiento revolucionario de las izquierdas en 1934, que, aunque fracasara, les asustó. Francisco Espinosa ha mostrado que las oligarquías andaluzas, aterrorizadas frente a la amenaza del peligro que creyeron haber corrido, prepararon un plan de eliminación sistemática de sus enemigos, reales o imaginarios, que se apresuraron a poner en práctica en verano de 1936, en una operación de exterminio que empezó a escala local, pero que se generalizó hacia el mes de agosto cuando, según dice Espinosa, «se decidió desde la más alta instancia golpista la eliminación masiva de toda persona marcadamente asociada a la experiencia republicana: políticos, intelectuales y dirigentes obreros«.
27. De hecho, sabemos que antes de las elecciones de febrero de 1936 los militares estaban decididos a acabar de una vez con el juego democrático, cuestión en la que coincidían con la actitud de la derecha tradicional, que manifestaba su voluntad de «votar para dejar de votar algún día«. En un documento secreto dirigido a la Unión Militar Española, Mola sostenía que era necesario dar el golpe antes de las elecciones: «Sería un error funesto plantear la batalla a la revolución en el terreno del sufragio y de la actuación legalista […]. Hay que evitar las elecciones, de las cuales sacarían algunos partidos de izquierda argumentos para intervenir en el gobierno […]. Nada de turnos ni transacciones; un corte definitivo, un ataque contrarrevolucionario a fondo es lo que se impone, […] la destrucción del régimen político actualmente imperante en España. […] En el porvenir, nunca debe volverse a fundamentar el Estado ni sobre las bases del sufragio inorgánico, ni sobre el sistema de partidos […], ni sobre el parlamentarismo infecundo.» No estaba en contra de la revolución, que, como puede verse, no figura entre sus temores, sino en contra de la democracia parlamentaria.
28. Uno de los decretos que había preparado para aplicar tras el triunfo del golpe militar, contiene toda su teoría política: «es lección histórica, concluyentemente demostrada, la de que los pueblos caen en la decadencia, en la abyección y en su ruina, cuando los sistemas de gobierno democrático-parlamentario, cuya levadura esencial son las doctrinas erróneas judeo-masónicas y anarco-marxistas, se han infiltrado en las cumbres del poder«. Pero, a pesar de la moderación de los propósitos del Frente Popular (o quizá por eso mismo, por la capacidad de convivencia entre unos partidos republicanos de centro que deseban mantener los principios democráticos y unos grupos de izquierda que aspiraban a la transformación social por una vía pacífica), aquello que representaba la República española en verano de 1936 resultó que tenía un significado y un valor universales.
Queipo de Llano y el cardenal Segura en 1937 (foto: archivo de la Universidad de Sevilla) 29. En unos momentos de renuncia de los gobiernos democráticos europeos, España se convirtió en una esperanza para todos aquellos que se daban cuenta de la amenaza que representaba el ascenso del fascismo, y el riesgo que implicaba la inconsciente tolerancia de unos políticos que preferían convivir con las dictaduras fascistas antes que con un régimen reformista tan poco revolucionario como el de España. Los testimonios de quienes vinieron entonces a jugarse la vida para defender nuestra libertad, muestran hasta qué punto estaban convencidos de que luchaban por una causa de alcance universal. Lo vemos cuando Koltsov le dice a Gustav Regler: «Si ganamos aquí, pronto podrás regresar a Alemania.» O en la carta que David Guest, un matemático que murió en 1938 a los 27 años de edad, luchando cerca de Móra d’Ebre, escribía a su madre: «esta es una de las batallas más decisivas que nunca se hayan librado para el futuro de la raza humana, y todas las consideraciones personales se desvanecen ante este hecho».
30. O en la conciencia de Cecil Day-Lewis, cuando escribe: «Es a nosotros a quienes defendían quienes defendían Madrid.» Los testimonios podrían multiplicarse casi indefinidamente. Hace unos meses, algunos supervivientes de la Brigada Abraham Lincoln norteamericana nos visitaron de nuevo, y nos recordaron que vinieron a este país para luchar por aquella República finalmente derrotada por el fascismo, porque con ella defendían los valores de una democracia avanzada por la cual pensaban que merecía la pena arriesgar la vida. Y vinieron para decirnos que siguen creyendo en aquellos valores y que están orgullosos de haber defendido la República. Quizá ahora, en unos momentos en que estos valores vuelven a ser negados, sea a nosotros a quienes corresponda reivindicar aquel intento de transformación de la sociedad y de recuperar aquellas esperanzas, quizá frustradas, pero no caducadas.
31. Y en esta tarea, a quienes nos dedicamos al estudio de la historia nos corresponde una parte bastante importante, como es acabar con el silencio, deshacer los tópicos malintencionados, analizar objetivamente los aciertos y los errores del régimen y, sobre todo, liquidar una historiografía construida a base de la rumia de antiguas afirmaciones repetidas de manual en manual, para reemplazarla con otra que saque a la luz las esperanzas de los hombres y mujeres de aquellos días, a fin de recuperar lo que aún pueda haber de válido en aquel proyecto colectivo que tenía como objetivos la libertad y la modernización, como ha dicho recientemente Alfonso Guerra, pero también otras cosas que no hay que olvidar, como la lucha por una mayor igualdad y una mayor dignidad. Me parece muy oportuno que el esfuerzo de los jóvenes historiadores esté sacando a la luz los crímenes del franquismo.
32. Ayer mismo, en La Vanguardia, y con referencia al congreso que tendrá lugar en esta misma universidad dentro de unos días, del cual os adelanto que espero unos espléndidos resultados, se decía que la lectura histórica de la guerra civil y del franquismo está iniciando una nueva etapa. Es cierto. Pero yo quisiera que no olvidarais, al estudiar los crímenes del franquismo, que el mayor de todos fue, precisamente, el haber destruido esta gran esperanza colectiva de la II República española. Es por ello que os invito a recuperar su historia.
Octubre de 2002
Fuente original: «Recuperar la història de la Segona República espanyola», Revista HMiC. Història moderna i contemporània (Universitat Autònoma de Barcelona), n.º I, 2003, pp. 147-154. (Traducción de Jordi Domènech).
Portada: proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931: celebración en la Puerta del Sol (foto: Alfonso Sánchez Portela/MNCARS).
Para ver las fotos ir al documento original.
Ilustraciones: Conversación sobre la historia.
Fuente:
No se trata de colaborar hoy a ninguna idealización. Este artículo de Josep Fontana nos recuerda que uno de los aspectos más negativos de la Transición española fue la renuncia a investigar la historia del franquismo, a fin de ocultar sus responsabilidades.
Conferencia pronunciada en la Universitat Autònoma de Barcelona, octubre 2002
1. Se ha dicho en muchas ocasiones que uno de los aspectos más negativos de la Transición española fue la renuncia a investigar la historia del franquismo, a fin de ocultar sus responsabilidades. Basta con observar que hemos tenido que esperar 25 años para que los aspectos esenciales de la represión franquista fueran estudiados de manera adecuada (una tarea que todavía no ha terminado). Me complace ver que el señor Alfonso Guerra recupera ahora la memoria del exilio y reclama «el reconocimiento a los españoles que sufrieron el destierro por profesar ideas de libertad y modernidad«.
2. Podríamos reprocharle que quizá debió de haber sido mucho antes, cuando ejercía el poder, que tuvo que haber sido consciente de este deber. Y le objetaría también que la libertad y la modernidad no fueron las únicas cosas por las que luchamos los españoles, sino que había otras, como la igualdad y la justicia, no menos importantes. Esto me lleva a otra omisión muy grave de nuestra historiografía, como es la del estudio de la II República española. Y ahí me temo que la culpa no es sólo de la Transición, sino de la renuncia, por parte de los presuntos herederos de la izquierda española derrotada en 1939, al legado de sus antecesores.
3. Me di cuenta de ello hace unos años, cuando en un curso de verano en Santander, uno de los patriarcas del PSOE nos explicó sus antecedentes ideológicos para acabar afirmando que ellos eran los legítimos herederos de Joaquín Costa, sin llegar a mencionar ni una sola vez a Pablo Iglesias, que, por lo visto, le resultaba un referente incómodo. Lo cual me lleva a pensar que no ha sido tanto la derecha como la propia izquierda la que ha propiciado este olvido de lo que fue la República, reducida a una especie de antecedente de la guerra civil, que sirve para explicar el conflicto de 1936 como el resultado de los excesos de unos y otros, que hoy, felizmente, hemos superado, y que por eso mismo conviene que olvidemos. Como antídoto os invito a leer uno de los textos más nobles que se hayan escrito sobre la República.
4. Un texto, por otra parte, muy breve, de unas diez páginas: el artículo que Manuel Azaña publicó en 1939, ya en el exilio, con el título «Causas de la guerra de España». Azaña dice en él que sería un error ver «el movimiento de julio del 36 como una resolución desesperada que una parte del país adoptó ante un riesgo inminente«. Recuerda que las conspiraciones contra la República empezaron prácticamente desde su instauración, la cual se produjo sin violencia, en medio de una alegría general. La obra de gobierno de la República comenzó de acuerdo con los principios clásicos de la democracia liberal, excepto en las cuestiones económicas, en las que fue necesario intervenir para hacer frente a las consecuencias de la crisis mundial, en especial en la agricultura. «Con socialistas ni sin socialistas —escribe— ningún régimen que atienda al deber de procurar a sus súbditos unas condiciones de vida medianamente humanas podía dejar las cosas en la situación que las halló la República.»
Colegio electoral durante el referéndum autonómico del 5 de noviembre de 1933 en Éibar (foto: Indalecio Ojanguren)
5. El nuevo régimen llegaba con la herencia del desastre de la dictadura de Primo de Rivera, en plena crisis mundial y en un momento en que el mundo, atemorizado por el peligro soviético, giraba a la derecha, de manera que los diplomáticos de las grandes potencias transmitieron a sus gobiernos la idea de que el de España era un gobierno medio bolchevique, y contribuyeron a aislarlo desde su mismo nacimiento. Lo cierto es que la mayor parte de estos diplomáticos no entendían absolutamente nada de lo que sucedía: el embajador norteamericano en Madrid, por ejemplo, a quien el triunfo de la República tomó por sorpresa, estaba convencido de que Alfonso XIII era adorado por el pueblo español, y el 13 de abril envió un telegrama al Departamento de Estado diciendo que la derrota en las elecciones «no hay que tomarla de manera que implique necesariamente un cambio de una forma de gobierno monárquica a otra republicana; sin embargo, un cambio de ministerio podría producirse pronto«.
6. El día 16, indignado por el giro de los acontecimientos, decía: «el pueblo español, con su mentalidad del siglo XVII, cautivado por falsedades comunistoides, ve de pronto una tierra prometida que no existe. Cuando les llegue la desilusión, se volverán ciegamente hacia lo que esté a su alcance, y si la débil contención de este gobierno no cierra el paso, la muy extendida influencia bolchevique puede capturarles«. Y finalizaba: «No puedo aconsejar el reconocimiento inmediato de este régimen, por más que sea necesaria alguna manera de modus vivendi para tratar con él, pues de otra forma yo no estaría debidamente acreditado.» Esta opinión sobre el gobierno era tanto más injustificada cuanto la embajada norteamericana no sabía ni quiénes eran los políticos que llegaban al poder. En una semblanza de los nuevos ministros que envió a Washington el 15 de abril, se dice de Alcalá-Zamora: «Según la prensa nació en Andalucía y tiene 55 años de edad.» De Lerroux: «no hay informaciones recientes; según un despacho de la embajada de hace un año era entonces líder del grupo radical del Partido Republicano» (!). Y de Manuel Azaña: «no hallo ninguna referencia por parte de la embajada. El agregado militar se refiere a él como un asociado a Alejandro Lerroux. Aparentemente, un ‘republicano radical‘».
7. Al margen de esta hostilidad internacional, el nuevo gobierno había de enfrentarse a unos problemas internos que era urgente resolver, en primer lugar el de la propiedad de la tierra y la situación de los campesinos; pero también otros como el de las reivindicaciones catalanas, la limitación del poder de la Iglesia y una necesaria reforma militar para devolver a sus justas dimensiones un ejército hipertrófico de generales, cuyo número había aumentado alegremente como compensación por las supuestas heroicidades en el mando de la guerra de África. Conviene no olvidar que el Franco que el 3 de febrero de 1926 era nombrado general —a los 33 años, el más joven de Europa, como se nos dice siempre— logró los ascensos como premio a la frialdad con la que llevó a sus hombres a la muerte. Sin ello, este oficial que había salido de la Academia de Infantería con el número 251 dentro de una promoción de 312, habría hecho una carrera mediocre que le habría llevado en su vejez, como máximo, a gobernador militar de alguna provincia de segunda.
8. Que la política de las izquierdas al inicio de la República no era enteramente equivocada lo demostraría que lograra evitar la extensión a España de la crisis económica mundial. Los índices económicos españoles muestran descensos moderados, o estabilidad, e incluso cierto crecimiento en algunos sectores. En comparación con los datos de los años 1925-1929, las importaciones de algodón en rama en 1935 se situaron un 20 % por encima, y la lana empleada en Terrassa y Sabadell un 34 %.
Primero de mayo de 1931 en Sant Sadurní d’Anoia (foto: Ser Histórico)
9. La renta nacional había aumentado también un 10 %. La mejora en las condiciones de trabajo, consecuencia en gran medida del hecho de que se acabó la represión contra la actividad sindical, conllevó un alza de la masa salarial y el aumento de la capacidad de consumo de la población, generando un crecimiento interior desligado de la coyuntura de los mercados mundiales. Nada aquí que se parezca al desastre de la recesión en Estados Unidos o en Alemania, con la caída brutal de la producción y los millones de parados, que, en el caso alemán, serían el cultivo que favorecería el ascenso del nazismo. Hay que añadir, además, que todo ello fue el resultado de una política reformista elemental y limitada. De hecho, una medida importante como la de la reforma agraria fue emprendida con tal timidez y con tan pocos recursos (como dijo Camilo Berneri, «se aplicó con dosis homeopáticas«), que puede afirmarse que apenas había empezado en 1936.
10. Pero lo que combatían los terratenientes y los caciques, lo que les llevó realmente a la guerra, era mucho menos la amenaza, relativamente remota, de la reforma agraria, como la mucho más inmediata que surgía de la libertad dada a los campesinos para sindicarse y negociar sus condiciones de trabajo. Se estaba produciendo un cambio, no espectacular pero sí trascendente, que implicaba la ruptura en la relación tradicional de fuerzas que permitía a los propietarios rurales, con la colaboración de los funcionarios del Estado, los jueces y la guardia civil, mantener el control de la vida local, desvirtuando o neutralizando las leyes reformistas publicadas en tiempos de la monarquía.
11. Hace unos años, Angelina Puig realizó una tesis que utilizaba procedimientos de historia oral para investigar la historia de los emigrantes de un pueblo de Granada establecidos en Sabadell después de la guerra civil. Quiso también que hablaran de su situación antes de emigrar, y los más viejos, los que vivieron en tiempos de la República, nos descubrieron un panorama que, por lo menos para mí, que alimentado por los tópicos habituales esperaba que hablaran de las gracias y desgracias de la reforma agraria, me abrieron los ojos. Ni una sola palabra de la reforma agraria. Lo que aparecía era un cuadro de la vida local de aquellos años que mostraba a los propietarios acogiendo inicialmente al nuevo régimen con tranquilidad, ya que estaban acostumbrados a ver cómo cambiaban los gobiernos sin que su entorno social se modificara, de manera que pensaron que entonces sería lo mismo.
12. En cambio, se alarmaron al ver que los campesinos comenzaban a organizarse para negociar sus salarios y reivindicar sus derechos sin que la guardia civil los reprimiera de entrada, como había sucedido siempre. Por eso, cuando la derecha subió al poder en 1933, los terratenientes y los caciques reafirmaron de nuevo su autoridad: bajaron los salarios y los campesinos que se habían afiliado a un sindicato o se habían distinguido como partidarios de la izquierda sufrieron toda clase de persecuciones, fueron expulsados de los lugares donde trabajaban y se les negó la contratación como jornaleros. Esto ocurrió en Andalucía, como en Albacete, Cuenca (donde los trabajadores de Barajas de Melo dicen: «cuando pedimos trabajo, el alcalde nos dice que ‘comamos zarzas y república‘»), Ciudad Real (donde los de Solana del Pino aseguran que «para perseguirnos, prefieren dejar la tierra sin cultivar antes que dárnosla a nosotros«), Toledo, donde según explica Arturo Barea, a finales de 1933 los propietarios empezaron a echar a todos los que se habían afiliado a un sindicato «y a no dar trabajo más que a los que se sometían a lo de antes«.
Manifestación republicana en Pedro Martínez, mayo de 1932 (foto: memoriadimmingracio.com)
13. También fue el triunfo de la derecha la ocasión que los conservadores catalanes aprovecharon para denunciar la Ley de Contratos de Cultivo que había aprobado el Parlament de Catalunya. En cierta ocasión, en la época del franquismo, un antiguo dirigente de Unió Democràtica me confesó: «aunque, en realidad, tampoco era para tanto«. Podían haberse dado cuenta de ello antes. La naturaleza del conflicto entre grandes propietarios y trabajadores os permitirán entender reacciones como la que en julio de 1936 tuvo un terrateniente de la provincia de Salamanca, el conde de Alba de Yeltes, Gonzalo de Aguilera, que explicó personalmente a un periodista que el mismo día 18 de julio «hizo ponerse en fila india a los jornaleros de sus tierras, escogió a seis y los fusiló delante de los demás. Pour encourager les autres, ¿comprende?«.
14. O todavía hoy, en un libro publicado en 1998 —y destaco la fecha para que no se piense que se trata de un panfleto de la guerra civil—, cuando se enumeran los agravios que llevaron a Pedro Sainz Rodríguez a colaborar con la insurrección fascista, encontramos la siguiente descripción de los intolerables horrores de la República, que copio sin añadir ni quitar nada: «Se obligaba a los terratenientes a roturar y cultivar sus tierras baldías, se protegía al trabajador de la agricultura tanto como al de la industria, se creaban escuelas laicas, se introducía el divorcio, se secularizaban los cementerios, pasaban los hospitales a depender directamente del Estado…» He aquí el bolchevismo republicano denunciado con todo detalle. Os explico esto para subrayar que no es cierto que fuera el miedo a ser desposeídos de sus propiedades lo que puso a los terratenientes en pie de guerra.
15. Es sencillamente uno de los muchos tópicos que enturbian nuestra comprensión de la historia de la República y que debemos combatir. Como, por poner otro ejemplo, los tópicos que se refieren al papel de la Iglesia española en el fracaso republicano y en la organización de la revuelta, y que pretenden reducirlo todo a poco más que al contraste entre un personaje intransigente como el cardenal Segura y otro negociador como el arzobispo Vidal i Barraquer. El pobre Segura era un títere que no pintó gran cosa en el transcurso de su vida, ni cuando escribía pastorales contra la República, ni cuando en su vejez se negaba a ceder la cabecera de la mesa a la señora Franco y conseguía que el gobierno del Caudillo intentara que se marchase del país, lo mismo que había intentado la República.
16. Lo que deberíamos conocer mucho mejor, por el contrario, es la forma en que el tejido de las organizaciones patrocinadas por la Iglesia montó la contraofensiva para detener los intentos de laicismo de la República. Cuando la Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas prohibió la enseñanza a las órdenes religiosas, las organizaciones católicas actuaron rápidamente, y entidades como la Sociedad Anónima de Enseñanza Libre, que aparecía como una asociación laica, o las organizaciones de padres de familia católicos, se hicieron cargo de los antiguos colegios de los religiosos, con el resultado que Herrera Oria podía decir en 1940 que «gracias a esta fortaleza en la lucha de las órdenes religiosas y de seglares, sobre todo de los padres de familia organizados, pudieron las órdenes religiosas educar a tantos o más jóvenes que antes«.
La maestra Veneranda García-Blanco Manzano (1893-1992) junto a sus alumnas de la escuela pública de Vidiago (Asturias) (foto coloreada por Tina Paterson)
17. Al mismo tiempo que organizaban campañas contra el cine y las lecturas inmorales. Es decir, contra lo que en los criterios eclesiásticos de la época se consideraba inmoral. Para hacerse una idea de qué va el asunto, baste decir que en la primera lista de libros prohibidos que se publicó en Valladolid en 1936, figuran entre los totalmente prohibidos las fábulas de La Fontaine, casi todo Pérez Galdós incluida la mayor parte de los Episodios nacionales, Baroja, Unamuno, Valera, algunos libros de Azorín, Goethe por entero, los artículos de costumbres de Larra, todo Gabriel Miró, La Celestina o el Libro de buen amor… Y que entre los «tolerados», sólo aptos para lectores maduros y autorizados, están los de Gustavo Adolfo Bécquer, las Novelas ejemplares de Cervantes, el Lazarillo de Tormes, el Ideario español de Ganivet, el Gil Blas de Santillana, los cuentos de Perrault, el Buscón de Quevedo o El diablo cojuelo de Vélez de Guevara.
18. Y lo que todavía es más importante que entendamos, y que sería necesario estudiar, en vez de perder el tiempo con los exabruptos del cardenal Segura o con las buenas intenciones de Vidal i Barraquer, es la forma en que esta red eclesiástico-civil funcionó en poblaciones como Valladolid —y aludo a Valladolid porque hay un estudio reciente que proporciona algunas informaciones sobre este tema—, en cuanto a elemento de preparación y apoyo de la insurrección de 1936 y, después de su triunfo, como base del control intelectual y social de los años de posguerra.
19. El asunto de la enseñanza religiosa —que, como sabéis, todavía colea— me lleva a destacar que uno de los aspectos «revolucionarios» de la República que las derechas no pudieron tolerar, fue precisamente su preocupación por la educación popular. Herederos de una antigua tradición ilustrada, los republicanos creyeron que educar a la población era el camino que había de llevarles a movilizarla para un programa de transformación social. Y se dedicó a ello con un entusiasmo que nunca se había conocido en España —y que no ha vuelto a conocerse después—. Suele olvidarse que entre los primeros decretos republicanos figura uno que creaba cerca de 7.000 plazas de maestro y aumentaba el sueldo de los enseñantes.
20. Se llevó a cabo una gran tarea de formación de maestros, se construyeron más de 16.000 escuelas, al tiempo que se desarrollaron programas de difusión cultural a fin de llevar a todos los rincones del país los libros o el teatro. No en vano los franceses decían que esta República española era «la República de los profesores«. Un escritor cubano pasó revista a la gran cantidad de nombres de intelectuales que ocupaban cargos políticos o diplomáticos, y dijo: «En todas las avanzadas del régimen figuran profesores y escritores, representantes de esa pequeña, casi exigua, burguesía intelectual que siempre estuvo residenciada bajo la monarquía.»
Misiones Pedagógicas en Mombeltrán (Ávila), 1932 (foto del archivo de la Residencia de Estudiantes, coloreada por Tina Paterson)
21. Es bien conocida la dureza, sangrienta, de la represión dirigida contra los maestros, o la supresión inicial por parte de las autoridades franquistas de muchos institutos de segunda enseñanza creados por la República, por considerarlos sobrantes. El asunto iba mucho más allá: la voluntad de liquidar hasta sus raíces intelectuales el proyecto reformista republicano, explica que se hicieran públicos planteamientos como los aparecidos en un periódico de Sevilla en los primeros días de la guerra, en un artículo significativamente titulado «A las cabezas», donde se decía: «No es justo que se degüelle al rebaño y se salven los pastores. Ni un minuto más pueden seguir impunes los masones, los políticos, los periodistas, los maestros, los catedráticos, los publicistas, la escuela, la cátedra, la prensa, la revista, el libro y la tribuna, que fueron la premisa y la causa de las convulsiones y efectos que lamentamos.»
22. El rector de la Universidad de Zaragoza, por su parte, propuso la quema de libros como medida higiénica conveniente y necesaria. ¿Para qué se necesitaban libros? En 1937 Pemán defendió en un discurso delante de Franco, que aprobó entusiasmado lo que dijo, una enseñanza simplista y que adoctrinara, de imposición de los valores «de arriba a abajo, misionalmente«, todo ello ejemplificado en esta afirmación: «El catecismo o el refranero, que hablan por afirmaciones, son más creídos que los profesores de Filosofía, que hablan por argumentos.» Era cosa sabida que eso de pensar es un vicio extranjerizante y malsano. Eso era, por lo menos, lo que decía un libro publicado en 1939 por un «asesor técnico del Ministerio de Educación Nacional«: «‘Europa es el mundo ideal del 2 y 2 son 4′, me dijo un día mi maestro. A lo que yo le respondí: ‘Y España es el mundo pasional del 2 y 2 son 5.‘» Esta apología del irracionalismo iba acompañada por una referencia a Ángel Ganivet, el cual habría dicho que a un pueblo que había conquistado el mundo no se le podía hacer perder el tiempo mirando por un microscopio (que era precisamente lo que hacía Ramón y Cajal en la época en que Ganivet decía esas tonterías).
23. Lo esencial para lograr este retroceso de la racionalidad era combatir lo que Pemartín llamaba «el necio fetiche del siglo estúpido: la superioridad de la ciencia sobre la fe». El tipo de enseñanza que se propugnaba había de ser una mezcla de patrioterismo y religión. No tengo ninguna duda de que el señor Pemartín y la señora Pilar del Castillo se habrían entendido bastante bien.
24. No hay que caer en la trampa de admitir que lo que movió a la revuelta de 1936 fue el temor a una amenaza revolucionaria inmediata, porque esta amenaza no existió. Basta con leer un documento que no suele citarse, el pacto-programa del Frente Popular publicado en la prensa el 16 de enero de 1936, para comprobar que no iba más allá de la propuesta de «restablecer el imperio de la Constitución» y procurar que se desarrollaran las leyes orgánicas derivadas de ella dentro del respeto a los principios constitucionales. En el pacto-programa los republicanos se negaban explícitamente a aceptar ninguno de los puntos de transformación revolucionaria que proponían los socialistas, y realizaban una declaración tan inequívoca como esta: «La República que conciben los partidos republicanos no es una República dirigida por motivos sociales o económicos de clase, sino un régimen de libertad democrática, impulsado por razones de interés público y progreso social.«
Miembros del gobierno provisional de la Segunda República; de izquierda a derecha: Álvaro Albornoz, Niceto Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Francisco Largo Caballero, Fernando de los Ríos y Alejandro Lerroux (foto: agencia Meurisse/BNF)
25. Y hemos de recordar también el peso insignificante de los comunistas entonces, que no tenían ninguna clase de representación en el gobierno y no estaban en aquellos momentos para revoluciones. Lo que ocurrió en 1936 fue la consecuencia del hecho de que la derecha española no estaba dispuesta a aceptar una nueva etapa reformista como la de 1931 a 1933, con el peligro añadido del desarrollo de las promesas implícitas en la Constitución, por moderadas que fuesen. Un estudio sobre Zaragoza sostiene que la burguesía local jugó por un tiempo la carta posibilista, hasta febrero de 1936, y que al ver los avances de la izquierda, optó por animar a los militares que se preparaban para rebelarse, y una vez obtenida la victoria pudieron realizar el viejo sueño de «eliminar violentamente de la escena todas aquellas fuerzas políticas y sociales […] que habían ofrecido […] un proyecto sociopolítico alternativo al de las élites españolas«. En algunos casos, el asunto estaba preparado desde antes.
26. En Andalucía, muchos de quienes no se habían decidido a tomar parte en el intento de Sanjurjo en 1932, cambiaron de idea después del movimiento revolucionario de las izquierdas en 1934, que, aunque fracasara, les asustó. Francisco Espinosa ha mostrado que las oligarquías andaluzas, aterrorizadas frente a la amenaza del peligro que creyeron haber corrido, prepararon un plan de eliminación sistemática de sus enemigos, reales o imaginarios, que se apresuraron a poner en práctica en verano de 1936, en una operación de exterminio que empezó a escala local, pero que se generalizó hacia el mes de agosto cuando, según dice Espinosa, «se decidió desde la más alta instancia golpista la eliminación masiva de toda persona marcadamente asociada a la experiencia republicana: políticos, intelectuales y dirigentes obreros«.
27. De hecho, sabemos que antes de las elecciones de febrero de 1936 los militares estaban decididos a acabar de una vez con el juego democrático, cuestión en la que coincidían con la actitud de la derecha tradicional, que manifestaba su voluntad de «votar para dejar de votar algún día«. En un documento secreto dirigido a la Unión Militar Española, Mola sostenía que era necesario dar el golpe antes de las elecciones: «Sería un error funesto plantear la batalla a la revolución en el terreno del sufragio y de la actuación legalista […]. Hay que evitar las elecciones, de las cuales sacarían algunos partidos de izquierda argumentos para intervenir en el gobierno […]. Nada de turnos ni transacciones; un corte definitivo, un ataque contrarrevolucionario a fondo es lo que se impone, […] la destrucción del régimen político actualmente imperante en España. […] En el porvenir, nunca debe volverse a fundamentar el Estado ni sobre las bases del sufragio inorgánico, ni sobre el sistema de partidos […], ni sobre el parlamentarismo infecundo.» No estaba en contra de la revolución, que, como puede verse, no figura entre sus temores, sino en contra de la democracia parlamentaria.
28. Uno de los decretos que había preparado para aplicar tras el triunfo del golpe militar, contiene toda su teoría política: «es lección histórica, concluyentemente demostrada, la de que los pueblos caen en la decadencia, en la abyección y en su ruina, cuando los sistemas de gobierno democrático-parlamentario, cuya levadura esencial son las doctrinas erróneas judeo-masónicas y anarco-marxistas, se han infiltrado en las cumbres del poder«. Pero, a pesar de la moderación de los propósitos del Frente Popular (o quizá por eso mismo, por la capacidad de convivencia entre unos partidos republicanos de centro que deseban mantener los principios democráticos y unos grupos de izquierda que aspiraban a la transformación social por una vía pacífica), aquello que representaba la República española en verano de 1936 resultó que tenía un significado y un valor universales.
Queipo de Llano y el cardenal Segura en 1937 (foto: archivo de la Universidad de Sevilla) 29. En unos momentos de renuncia de los gobiernos democráticos europeos, España se convirtió en una esperanza para todos aquellos que se daban cuenta de la amenaza que representaba el ascenso del fascismo, y el riesgo que implicaba la inconsciente tolerancia de unos políticos que preferían convivir con las dictaduras fascistas antes que con un régimen reformista tan poco revolucionario como el de España. Los testimonios de quienes vinieron entonces a jugarse la vida para defender nuestra libertad, muestran hasta qué punto estaban convencidos de que luchaban por una causa de alcance universal. Lo vemos cuando Koltsov le dice a Gustav Regler: «Si ganamos aquí, pronto podrás regresar a Alemania.» O en la carta que David Guest, un matemático que murió en 1938 a los 27 años de edad, luchando cerca de Móra d’Ebre, escribía a su madre: «esta es una de las batallas más decisivas que nunca se hayan librado para el futuro de la raza humana, y todas las consideraciones personales se desvanecen ante este hecho».
30. O en la conciencia de Cecil Day-Lewis, cuando escribe: «Es a nosotros a quienes defendían quienes defendían Madrid.» Los testimonios podrían multiplicarse casi indefinidamente. Hace unos meses, algunos supervivientes de la Brigada Abraham Lincoln norteamericana nos visitaron de nuevo, y nos recordaron que vinieron a este país para luchar por aquella República finalmente derrotada por el fascismo, porque con ella defendían los valores de una democracia avanzada por la cual pensaban que merecía la pena arriesgar la vida. Y vinieron para decirnos que siguen creyendo en aquellos valores y que están orgullosos de haber defendido la República. Quizá ahora, en unos momentos en que estos valores vuelven a ser negados, sea a nosotros a quienes corresponda reivindicar aquel intento de transformación de la sociedad y de recuperar aquellas esperanzas, quizá frustradas, pero no caducadas.
31. Y en esta tarea, a quienes nos dedicamos al estudio de la historia nos corresponde una parte bastante importante, como es acabar con el silencio, deshacer los tópicos malintencionados, analizar objetivamente los aciertos y los errores del régimen y, sobre todo, liquidar una historiografía construida a base de la rumia de antiguas afirmaciones repetidas de manual en manual, para reemplazarla con otra que saque a la luz las esperanzas de los hombres y mujeres de aquellos días, a fin de recuperar lo que aún pueda haber de válido en aquel proyecto colectivo que tenía como objetivos la libertad y la modernización, como ha dicho recientemente Alfonso Guerra, pero también otras cosas que no hay que olvidar, como la lucha por una mayor igualdad y una mayor dignidad. Me parece muy oportuno que el esfuerzo de los jóvenes historiadores esté sacando a la luz los crímenes del franquismo.
32. Ayer mismo, en La Vanguardia, y con referencia al congreso que tendrá lugar en esta misma universidad dentro de unos días, del cual os adelanto que espero unos espléndidos resultados, se decía que la lectura histórica de la guerra civil y del franquismo está iniciando una nueva etapa. Es cierto. Pero yo quisiera que no olvidarais, al estudiar los crímenes del franquismo, que el mayor de todos fue, precisamente, el haber destruido esta gran esperanza colectiva de la II República española. Es por ello que os invito a recuperar su historia.
Octubre de 2002
Fuente original: «Recuperar la història de la Segona República espanyola», Revista HMiC. Història moderna i contemporània (Universitat Autònoma de Barcelona), n.º I, 2003, pp. 147-154. (Traducción de Jordi Domènech).
Portada: proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931: celebración en la Puerta del Sol (foto: Alfonso Sánchez Portela/MNCARS).
Para ver las fotos ir al documento original.
Ilustraciones: Conversación sobre la historia.
Fuente:
Suscribirse a:
Entradas (Atom)