Por Salvador López Arnal | 03/06/2011 | Ecología social
Fuentes: Rebelión
Escritor y periodista free lance especializado en la investigación y análisis de temas de salud y ecología, Miguel Jara (Madrid, 1971) edita el blog www.migueljara.com y es corresponsal en España del British Medical Journal y colaborador habitual de la revista Discovery DSalud. Entre sus últimos libros cabe destacar Traficantes de salud: cómo nos venden medicamentos peligrosos y juegan con la enfermedad (Icaria, 2007), Conspiraciones tóxicas: cómo atetan contra nuestra salud y el medio ambiente los grupos empresariales (Martinez Roca, 2007), escrito en colaboración con Rafael Carrasco y Joaquín Vidal, y La salud que viene: nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009).
Algunas de las que aparecen en el libro son AstraZeneca, GlaxoSmithKline, Esteve o Madaus.
¿Cuáles han sido sus resultados económicos en estos últimos años? ¿Notan la crisis actual?
Desconozco al detalle los datos actuales y sobre la crisis hay que destacar que la industria farmacéutica vive años de crisis que se prolongarán todavía pues se le ha juntado dos factores: las patentes de los fármacos que más se venden están caducando y al mismo tiempo no consiguen patentar nuevos medicamentos en la cantidad y con la velocidad que lo requieren sus exigencias de beneficio.
En la presentación de su libro Laboratorio de Médicos señala: «Recuerde que la mayoría de los fabricantes tienen como finalidad principal la rentabilidad económica de sus productos y agradar a sus accionistas; y, por tanto, puede que sus intereses sean diferentes a los de la población?».
Seguro que a buena parte de los ejecutivos de los laboratorios farmacéuticos les preocupa la salud de la población pero los hay a los que les preocupa más la salud económica de su cuenta de resultados. Ésta depende de que la población se atiborre de fármacos pero a la ciudadanía esto no le conviene. El sobrediagnóstico y la sobremedicación, inducidos, que padecemos, con medicamentos tóxicos en su mayoría, está creando nuevos problemas de salud pública.
Medicamentos tóxicos en su mayoría dice usted. ¿Por qué?
Sí, la mayor parte de los medicamentos convencionales son tóxicos pues están compuestos por sustancias sintéticas que nuestro cuerpo puede no reconocer, algo que no sucede con las sustancias naturales. Por ello casi todos producen efectos secundarios. No los deje al alcance de los niños.
Se afirma en la contraportada de su ensayo, Laboratorio de médicos, que se ha institucionalizado la compra de voluntades en el ámbito sanitario. ¿Desde cuándo?
Lo primero matizar que Laboratorio de médicos no es un ensayo al uso sino que es una investigación periodística profunda narrada con recursos propios de la literatura, algo que podíamos «etiquetar» como periodismo narrativo.
Tiene razón. Discúlpeme.
Laboratorio de médicos es la historia contada en primera persona por un periodista que investiga cómo muchos laboratorios farmacéuticos han organizado la compra de voluntades de numerosos médicos para que receten sus productos. Es algo vox populi, se conoce desde hace mucho tiempo pero demuestro, documento, que es algo cotidiano hoy, institucionalizado, consentido e ilegal, aparte de nocivo para la salud pública, para el prestigio de la medicina y para las arcas de Hacienda pues este trapicheo se realiza con dinero «negro».
¿Qué voluntades se compran?, ¿quiénes las compran?, ¿con qué finalidad?
Las de muchos médicos funcionarios del sistema público y de la medicina privada. Lo hacen los laboratorios y empresas de productos sanitarios a través de sus delegados comerciales, los conocidos como visitadores médicos. La finalidad es que los médicos receten, cuanto más mejor, pues de ello dependen las ganancias de las empresas, los fármacos nuevos, aquellos que hay que introducir en el mercado, sobre todo.
¿Esa práctica de compra de voluntades está generalizada en todo el territorio español?
Tendemos a pensar que no, que la corrupción en este y otros ámbitos es minoritaria pero a tenor de los documentos que me han aportado los visitadores «arrepentidos», incluidos listados extensos de médicos tarugos (como se conoce en el ámbito a los que ceden ante las presiones) es una práctica muy extendida. Hay trabajos como uno publicado en una revista médica el año pasado que así lo atestiguan.
En Toledo (España) se realizó uno de los escasos estudios sobre la materia. Fue publicado por la Revista Clínica de Medicina de Familia mientras escribía el libro. Este trabajo deja algunas cifras para la reflexión: El 98,4 % de los médicos recibe a los delegados de los laboratorios. El 77,8 %, a diario. Los visitadores aparecen como la segunda fuente de información de los sanitarios sobre medicamentos. La opinión sobre la utilidad de la visita es favorable para la mayoría. Cuando asisten a un congreso, el 60,3 % reconoce hacerlo invitado por la industria. El 61,9 % suele ir a comidas o cenas de los visitadores. El 55,6 % ha recibido alguna vez un regalo de parte de los laboratorios.
¿Puede hablarse de la corrupción de algunos, bastantes o muchos médicos a manos de la industria de la salud y la enfermedad? ¿Cómo se les corrompe?, ¿por qué caen en esas prácticas?
Muchos, más de los que pensamos y lo que provocan es que paguen justos por pecadores pues degradan la medicina al hacer perder al enfermo la confianza en la clase médica, algo que cada vez preocupa más en algunos colegios médicos (otros parece que no se preocupan sino que se molestan porque publiquemos sobre ello) y asociaciones de profesionales, alguna de las cuales me han ayudado en mi investigación y cuyo trabajo narro en el libro.
Se les corrompe con regalos, financiándoles congresos en apariencia «científicos», con dinero, incluso, con todo aquello que visitador y galeno acuerden pues los primeros tienen cada trimestre cierta cantidad de dinero y regalos que les facilitan los Departamentos de Ventas o Marketing de los laboratorios para celebrar «acuerdos de colaboración» con doctores.
¿Por qué? Habría que preguntárselo a quienes entran en el juego, las excusas que pondrán serán incluso en algunos casos «comprensibles» pero esto es antiético, ilegal y un peligro para la salud pública, repito.
Los nuevos medicamentos, ¿son tan necesarios como suele afirmarse? ¿Aportan siempre y en todo caso novedades de interés?
No, se ha publicado hasta la saciedad que entre el 85 y el 90% de los nuevos fármacos no son tales sino copias de otros ya existentes a los que se les ha realizado algún cambio sin importancia terapéutica para patentarlos de nuevo y venderlos a un precio muy alto; un fraude científico, vaya. Y sobre su eficacia y seguridad hay muchas dudas una vez que ya están vendiéndose, así va demostrándolo por ejemplo la Oficina de Evaluación de Medicamentos de Extremadura, 100% pública, independiente, como cuento en Laboratorio de médicos.
¿Y cómo es que se permite una situación así? Si la Oficina que usted tiene dudas razonables sobre su eficacia y, aun más, sobre su seguridad, ¿por qué no se toman medidas con urgencia?
Quizá porque la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) no es un órgano independiente de la industria farmacéutica, ésta es su mejor cliente pues los laboratorios pagan tasas de altos precios para que los funcionarios de la AEMPS revisen la documentación que presentan sobre un nuevo fármaco y lo autoricen o no.
Girando un poco la mirada. ¿No podría ocurrir que con esas prácticas se estuviera dificultando el progreso científico, el avance farmacológico?
Con estas y con otras, sin duda. Se está presionando continuamente a los científicos para que trabajen en pos de objetivos económicos más que por la ciencia, por las necesidades humanas y uno de los actores principales en ello es la industria farmacéutica, en general. Si observamos cuales son los fármacos más vendidos en España vemos que son para «tratar» estilos de vida y «no enfermedades», más que para serias patologías.
Puede dar ejemplo de ello.
Por ejemplo, los medicamentos para tratar el colesterol o la hipertensión.
¿Quiénes diseñan esas prácticas de corrupción? ¿Todo está planificado desde los centros de poder de los laboratorios o bien son prácticas de algunos ejecutivos que se extralimitan en el desempeño de sus funciones?
Lo primero. Por la documentación que he obtenido he llegado a la conclusión de que, como le comentaba, los Departamentos de Ventas, Comercial o Marketing, como quiera llamárseles, diseñan campañas, fijan criterios y objetivos, incentivos para quienes los cumplan, aportan el dinero y los regalos y los departamentos de Contabilidad llevan al día estas operaciones.
¿Son mejores algunas empresas que otras en estos asuntos?
Sí, claro. En mi trabajo también me he encontrado que hay empresas, y en el libro doy su nombre, que hacen las cosas sin recurrir a estas prácticas sucias e ilegales.
Desde el punto de vista del usuario de la sanidad pública, ¿en qué les perjudica esas prácticas que usted critica y denuncia?
Mientras sean bien atendidos, podría pensarse, qué importa que algunos médicos obtengan algunos beneficios.
Cuando un médico entra en ese juego no atiende bien a sus pacientes, les está recetando en exceso, medicamentos que no necesita, de las marcas que le interesa al laboratorio que le «incentiva», en ocasiones para patologías para las que no está indicado el fármaco (algo ilegal), esto, insisto, provoca nuevos problemas de salud en la ciudadanía, es un fraude, incrementa el gasto sanitario que todos pagamos y es dinero que no cuenta para Hacienda.
Si la cosa es como describe en su libro, ¿por qué los autoridades públicas no les ponen a los laboratorios y a empresas próximas en posición de firmes?
Es una buena pregunta, quizá porque la relación entre administraciones y empresas es más amistosa de lo que creemos. Porque en la balanza pesan más los criterios económicos que los de salud pública. Por falta de valor o de valores. Pero en Italia, hace unos años, la policía, los Carabinieri entraron en GlaxoSmithKline y se llevaron kilos de documentación al tener indicios de que estaban cometiéndose estas prácticas y más de 4.000 médicos y visitadores fueron detenidos. Y no ha sido el único país en el que la Justicia ha actuado. En EE.UU. y Reino Unido la Administración premia a los funcionarios que ayudan a Hacienda a perseguir estos delitos. En España existen las leyes que persiguen esto, el Código Penal y la Ley del Medicamento, sin ir más lejos, pero parece que casi nadie quiere cumplir con su trabajo y que falta valor.
¿Y por qué cree usted que España es diferente en este asunto de gran importancia para la salud pública?
Quizá porque la cultura de la corrupción está muy arraigada en nuestro país pero hay una parte muy importante de la población que cree necesarios cambios profundos hacia la ética.
¿Se denuncian estas prácticas en los juzgados?, ¿se ha conseguido algún resultado positivo?
Dos de los protagonistas del libro se enfrentan a los laboratorios que los tienen contratados por la falta de ética de estos y que les querían obligar a hacer todo esto. Interpusieron denuncias pero una no prosperó, se perdió entre el papeleo, y la otra se tradujo en una ridícula investigación policial por la que se castigó a un cabeza de turco para hacer que se hacía algo pero no se investigó a fondo a la multinacional que continuó con esas prácticas.
Las prácticas laborales internas que usted describe en el libro causan terror. ¿Son tan inhumanos lo gestores y ejecutivos de esas empresas? Hablar de persecución o de presiones es decir muy poca cosa; es mucho peor.
Son casos reales. Muchos laboratorios tienen montado un sistema totalitario y represivo de orden interno. Si entras en el juego te incentivan porque haces ganar mucho dinero a la empresa en ventas de medicamentos pero si protestas te convierten en un enemigo y, como narro, en ocasiones, algunos, por supuesto no todos, pueden llegar a perseguirte e intentar anularte. Mi investigación me ha hecho recordar a otras relacionadas con la mafia.
¿Por qué cree usted que han colaborado como de hecho lo han hecho, con riesgos indudables, las personas que se han puesto en contacto con usted para informarles de algunos nudos de todo esta inmensa red de poder, dinero y corrupción?
Los protagonistas del libro son en su mayoría, no todos, claro, ex visitadores médicos (los hay en activo hoy) y también en su mayoría se han puesto en contacto ellos conmigo. Los motivos son muy variados, desde tener la sana intención de aportar su grano de arena para que algún día todo esto acabe o al menos cambie, pasando por motivos ideológicos, hasta intentar hacer daño a su empresa para conseguir quién sabe qué réditos. Esto me planteó un reto ético al que no me había enfrentado. Sabía que algunos me intentaban utilizar y decidí contarlo, directamente, sin nada que ocultar, el libro es muy narrativo y me permito expresar qué pienso de algunos, qué siento cuando me entrevisto con ellos y si me intentan utilizar lo cuento, es la manera honesta de explicarle al lector lo que estaba sucediendo pues ese intento de utilizar a un periodista también es parte del juego del tarugueo.
Dígame para finalizar tres o cuatro ideas para poner en su sitio a los laboratorios farmacéuticos sin causas estropicios a la ciudadanía. Y alguna para evitar las corruptelas que usted denuncia.
Favorecer una medicina integrativa que apueste por remedios convencionales y/o alternativos-complementarios eficaces; apostar por los medicamentos esenciales y su receta por principios activo; formar visitadores médicos independientes (ya los hay y lo narro en Laboratorio de médicos) hasta que la administración sea la que forme a los médicos; apoyar a organizaciones como Plataforma No Gracias de médicos por la ética o a los estudiantes de medicina Farmacríticxs que quien nuevas relaciones más transparentes con las industrias; y aplicar la ley.
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