domingo, 17 de marzo de 2024

Ikiru o Vivir (1952), de Akira Kurosawa. Los caños de la burocracia siguen desbordándose

Creemos nuestro deber realizar diversas cosas: educar a los hijos, acumular un patrimonio, escribir un libro, descubrir una ley científica, pero sólo hay una cosa que hacer: modelar nuestra vida, hacer de ella algo íntegro, racional, bueno.
Liev Tólstoi

Existen dos maneras de ser engañados. Una es creer lo que no es verdad. La otra es negarse a aceptar lo que sí es verdad.
Søren Kierkegaard

Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y este espectáculo suele ser horroroso.
Albert Camus

Desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, del Cine-Club Al Filo del Tiempo, el primer ciclo, de dos, en tributo a Akira Kurosawa, continúa con Ikiru (1952) o Vivir, retitulado Condenado a vivir pues el protagonista se halla en una encrucijada entre la vida y la muerte. Filme que hace una honda crítica desde el Humanismo y el Existencialismo, sin caer en la trampa del ‘Humanismo misántropo de Alexander Payne’ (Nebraska,2013) (1). Igual, una reflexión sobre el tiempo, la burocracia, la morbilidad en general y el cáncer en particular, la lucha por las herencias, los límites entre vida y muerte. En fin, Vivir, suerte de opción ética, o Condenado a vivir, suerte de imperativo existencial, es la historia de un hombre en peligro, que es en lo que consiste el cine para Hitchcock, y uno de esos no tan frecuentes filmes que muestran un tejido tan sólido entre ética y estética, no el simple vivir sino el para qué vivir y cómo se siguen desbordando por doquier los caños de la burocracia…

Dicho esto, por la corrupción en las ciudades: en una de ellas, Tokio, vive un burócrata, igual que el juez que es referente literario, o el veterano funcionario en el Londres de los 50 del remake Living (2022), con guion de K. Ishiguro y A. K. y dirigido por Oliver Hermanus. Ese burócrata, Watanabe Kanji (W. K.), enfrenta el mismo lío que sus homólogos: se consume entre lo mecánico, la rutina y el vacío existencial. Además, siente que lleva 30 años en su trabajo y de pronto se queda sin piso: en tres palabras, no tiene vida. En el caso de Iván Ilich, personaje de la novela base del filme, se trata de un juez que va a morir, y muere a los 45, y de cara a esa experiencia final choca con la luz de la conciencia y, aunque tarde, descubre que todo lo sufrido no es nada al lado del simple hecho de vivir. En el caso de Williams, se habla del funcionario inglés que vive enterrado entre papeles mientras Londres se reconstruye al cabo de la II GM y gracias a una colega decide emular su vitalidad y cambiar a su entorno.

En la posguerra, W. K. oficia como jefe de la Sección de Ciudadanos del Ayuntamiento de Tokio, un cargo más propio de la ineptitud que, igual, de la burocracia, y cada día no hace otra cosa que naturalizar la desidia, validar el no hacer, legitimar lo innombrable, como si fuera el hecho más normal. Con cualquier disculpa, y entre más nimia mejor, despacha a los ciudadanos que pasan por su oficina. Oficina que, dicho sea de entrada, se halla inundada de papeles, una metáfora visual de algo muy concreto: los males de la burocracia. Lo que desde la etimología es el conjunto de los servidores públicos: que no son; o el ente cuyas normas fijan un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos inherentes a su misión, y que tampoco se cumple porque por el camino, como se ve al final, se pervierten sus fines. Junto al cáncer, lo primero que asoma como problema es la lucha del hijo, Mitsuo, y su esposa, por quedarse con los bienes del padre y suegro: ellos no lo quieren, apenas lo instrumentalizan…

Y, cosa curiosa, la enfermedad y el desprecio, se convierten en los primeros detonantes del filme que incidirán en la vuelta de tuerca que, con respecto a su vida, desde la cercanía de la muerte, dará W. K. Así que, con todos los deberes implícitos, a él ya no le incumbe educar hijos o acumular dinero; mucho menos, escribir un libro o inventar algo científico. Ahora, sólo queda una cosa: vivir la vida, porque es muy corta y ya mañana será tarde para rehacerla. Eso implica la ardua tarea de hacer de la vida una obra de arte: íntegra, racional, buena, como pedía Tólstoi, inspirador de Ikiru, segundo filme de A. K. con repercusión internacional pues Rashomon (1950)fue el pionero. Ello trae consigo el asunto del tiempo: saber aprovecharlo. Lo que en griego es el Carpe Diem, factor común a otros y tantos escritores cuya influencia en A. K. es innegable: Dostoievski, Balzac, Gógol, Shakespeare, Tólstoi. Éste, en la época de El poder de las tinieblas (1886), escribió algo clave respecto a La muerte de Iván Ilich (2).

Allí, dice: “¿Y si en realidad toda mi vida, mi vida consciente, no ha sido como habría debido ser?” He ahí el punto de quiebre para el cambio de actitud, incluso radical, que asume W. K., quien al inicio se mueve como un vegetal, sin objetivos, cansado de una vida insulsa, pero en teoría ‘trabajando’ y con cáncer, aunque él aún no lo sepa. Otro hecho que marca su dolor e incertidumbre es el hecho de que Mitsuo sea operado del apéndice, no obstante que para él es ‘como quitar una muela’. Aquí ocurre uno de los primeros flashbacks del filme, cuando recuerda a su hijo jugando béisbol y el espectador de al lado le discute. La voz en off juega un papel crucial dentro del filme, también, primero con la presencia del propio W. K. y luego, ya en su ausencia, con los funcionarios del Ayuntamiento durante el velorio del hacedor del parque Kuroe-cho, un auténtico filántropo. Aquí surge el incidente con Mitsuo y la nuera; para W. K. morir no es tan fácil, aunque piensa en una muerte rápida, como le dice a Mefisto.

Sí, Mefistófeles, como el personaje del Fausto, de Goethe, o del Doktor Faustus, de Mann, obra ésta en la que se dice que: “Sin lo enfermizo la vida no sería completa” (3), a lo que podría añadirse que la inteligencia de alguien se pone a prueba cuando de lo adverso forja un derrotero. Así como Murakami, en El perro callejero (y no rabioso) o W. K. en Vivir hacen del miedo y de la presión burocrática, en su orden, un motivo de lucha, ética y dignidad por preservar los valores humanos y no los de la Bolsa ni los de su bolsillo. Prueba de ello, lo que en el epílogo se sabe que le deja a su hijo Mitsuo. Se reitera, como le dice al escritor de Pulp Fiction o novelas baratas que lo guiará cual Mefisto por el caos terrenal, para ir a beber, jugar con máquinas, ir tras las chicas: “Sólo estoy furioso conmigo mismo”. Es decir, W. K. no se oculta detrás de nadie para enfrentar su crisis, sino que al igual que Murakami y A. K. decide enfrentar a sus propios miedos, sin dañar a nadie, como no daña a la mujer auxiliar…

Es decir, Toyo Odagiri, la chica que piensa renunciar a ese trabajo monótono de la Sección Ciudadana, pero a la misma que W. K. le pide que lo haga al otro día para que en el actual lo acompañe en sus cuitas existenciales, en su angustia metafísica. A. K., entonces, atravesaba una crisis personal: su amigo y compositor musical Fumio Hayasaka murió por tuberculosis. Esto recuerda: “A veces pienso en mi muerte… y pienso cómo podré aguantar respirar hasta el último aliento. Viviendo una vida así, ¿cómo podré abandonarla? Siento que me queda mucho por hacer… ¡Siento que he vivido tan poco! Así, me quedo pensativo, pero no triste. De este sentimiento nació Vivir” (4). Por eso W. K. no logra, más que no quiera, despegarse de Toyo, quien por lo demás le ayuda con su vitalidad, juventud, humor y la gracia que tiene para apodar a sus colegas, entre ellos ‘La Momia’, como lo llama a aquél. Alias nada gratuito toda vez que él es, en realidad, un muerto viviente, pero, por contraste y fortuna, no un zombi.

Por la furia que lo habita, dice que bebe ese sake tan caro, como protesta contra la vida que ha llevado: “Es como beber veneno”. Y decide tirarse 50.000 yenes en una juerga pues ‘no sabe cómo [más] gastarlos’. Dinero que tardó años en ahorrar y con el que ahora se quieren quedar su hijo y su nuera. Al joven, Mefistófeles, como se presenta, W. K. lo ha hecho reflexionar, como luego hará el propio burócrata en su trance de la vida a la muerte. ‘La desgracia tiene su lado bueno’, dice el escritor joven, o ‘no hay mal que por bien no venga’ o ‘toda crisis implica un crecimiento’, podría inferirse. Así, el epitafio de Molière, en el que podría cambiarse su apellido por Kanji y actores por funcionarios, podría transferirse a W.K.: “Aquí yace Molière, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y la verdad que lo hace bien”. La cosa (nada) graciosa es que W. K. en ese instante aún hace de vivo, así cargue con dos muertes: una, extraña y suerte de acertijo y, otra, el cáncer que le anuncian…

Mefisto, agrega: “El hombre descubre la verdad en su desgracia”, una postura filosófica de corte heideggeriano. Y cree que, en el caso de W. K., el cáncer le ha abierto los ojos a la vida. Piensa, además, que los hombres son tontos, porque sólo se dan cuenta de lo maravillosa que es la vida, cuando ya hay que enfrentarse a la muerte. Como los médicos ya no son sinceros, porque la mayoría depende de la Big Pharma (5), o le ha vendido su alma al diablo Sistema, W. K. logra descubrir, por su propia cuenta, que tiene cáncer terminal de estómago y que, máximo vivirá seis meses o un año más. Al enterarse de ello, entra en un mutismo angustiante y no revela a nadie su mal, apenas mucho más tarde lo hace con Toyo, la auxiliar que marca una serie de planos secuencia con W. K. para, de paso, ayudarlo en su goce pagano/pagando. Entonces, van a un salón de fiestas, se encierran en restaurantes sin notificarle a nadie e intentan compartir con jóvenes partidarios del placer sin freno, la alegría total y la vida plena.

Algunos seres humanos mueren sin saber qué es la vida, le recuerda a W. K. y anota que él es un buen hombre que se rebela contra esa inercia tanática: lo impresiona su espíritu de rebeldía. También, que ha llevado un camino de esclavo y ahora quiere gobernar su propia vida. E insiste en que el deber de todo hombre es disfrutar de ella, no padecerla a causa de factores burocráticos e insanos. ¿La fórmula para remediar el asunto?: “Los hombres debemos sentir lujuria por la vida. La lujuria se considera inmoral, pero esa es una filosofía anticuada”. Será un placer hacer hoy de Mefistófeles. Un Mefistófeles virtuoso que no exige recompensa, dice el escritor de ficción pulpa. Un perro negro, como el gato de Poe, les indica el camino a seguir. De nuevo, como en El perro callejero, los espacios claustrofóbicos, donde tan pronto entran salen disparados, de paso, por el consumismo y/o capitalismo. Como se percibe, ante todo, en la secuencia en que una prostituta despoja del sombrero al viejo W. K.

Es Cristo con una cruz a sus espaldas llamada cáncer, le dice Mefisto a la copera que los atiende en el bar. Allí, W. K. va a cantar La vida es corta, quizás porque ahora es consciente de llevar la muerte encima y porque ya sabe que ‘no habrá un mañana’. Y el PPP, con W. K. que llora es prueba palpable de ello, para luego derivar en un plano secuencia que desgarra tanto al protagonista como al espectador a fuerza de dicho Close Up pues se trata de un plano subjetivo de tinte psicológico que busca desentrañar los recovecos mentales del protagonista. ‘¡Qué corta es la vida! Sí, enamórate, antes de que se apague el fuego de tu corazón, ya que este tiempo no volverá jamás’. Así, por vía de la música, arte del tiempo, esa afirmación de suprema energía, energía pura, en la claridad del éter, de que habla Mann en el citado Doktor Faustus (6), o, si se prefiere, del melodrama, A. K. penetra en la mente de W. K. para que haga conciencia de que el tiempo que pierde como burócrata supera a la queja por corrupción.

Razón por la que, antes de morir, se fija con decisión dejarle un legado a la comunidad y, para ello, asume una postura radical: se rebela contra la inercia de esa burocracia que no dice lo que hay que decir, ni hace lo que hay que hacer. Tras una faena de Quijote, en la que enfrenta a todo tipo de sujetos, incluido un clan mafioso, obtiene la aprobación del proyecto que transforma una zona inhóspita/insalubre de aguas residuales (7) en el parque Kuroe-cho, donde los niños puedan jugar, y lo hacen, sin peligros de ningún tipo. Tras la inauguración del espacio vital/lúdico, W. K. va allí, se sienta en un columpio, canta su canción de tributo a la vejez y, por último, da una lección involuntaria a quienes lo desprecian o pudieran hacerlo: entonces, queda cerca de los únicos seres humanos que lo aprecian sin hipocresía, lo quieren de verdad, y no viven del chisme ni de la calumnia: esos locos bajitos, los niños, los únicos bichos que no siempre dicen la verdad, pero sí más frecuentemente que los adultos.

Viene el encuentro con la chica que renuncia a esa oficina donde no hay nada nuevo y W. K. lleva tres décadas de burócrata, sin apenas notarlo. El Sr. Sakai aclara todo lo que pasó con W. K.: ‘El Sr. Sakai habla mucho, pero está vacío por dentro’, anota Toyo mientras lleva a casa al amigo que se fija en sus medias y decide comprarle unas en ‘una mercería de artículos’ de Occidente. Lo que, en otras palabras, habla del gusto de A. K. por el mundo occidental. Así, enseguida van a las máquinas, a patinaje, al parque mecánico, en fin, al cine. Hay que aclarar que el motivo por el que W. K. se convirtió en una momia, el apodo que le puso Toyo, fue todo por el bien de su hijo. La secuencia en la que W. K., Mitsuo y su nuera, los tres, se aburren tanto, parece decir: lo único que falta es el celular… para que se aburran más. Quizá por eso, Mitsuo comenta que ‘este es el invierno más cálido desde hace 30 años’, oxímoron que al paso parece hablar del invierno del descontento más infernal vivido por el gran W. K.

‘Me queda poco tiempo de vida. Tengo cáncer de estómago’. Ese es el motivo por el cual a W. K. le gusta estar con Toyo, aunque no se haya atrevido antes a decírselo. Me queda menos de un año de vida, le dice a la chica. Y ella le pregunta, ‘¿en qué le ayudo yo?’ ‘Se me alegra el corazón de sólo mirarla. Este corazón de momia’, le dice, con humor fantasma, W. K. Y le dice que es muy buena con él, y no porque sea joven ni sana. No, tampoco es por eso. ‘¿Cómo tiene tanta vitalidad?’ Su vitalidad lo asombra. Lo llena de envidia. ‘Me gustaría vivir como Ud., durante un día antes de morirme’. En otras palabras, quiere hacer algo, pero no sabe qué. ‘Sólo Ud. puede enseñarme. No, quizá no sepa, pero…’ ‘Es que no sé’, responde Toyo con angustia. W. K. le pide que le ayude a vivir como ella lo hace. Pero, Toyo no sabe, de verdad. ‘Yo sólo como y trabajo, sólo eso, de veras’. Sólo hace juguetes, como el conejo que saca de la bolsa. Pero se divierte, es como si todos los niños de Japón fueran sus amigos.

Y le dice a W. K. que por qué no hace algo parecido. ‘¿Qué puedo hacer en la oficina?’ Ella asiente que allí es imposible. Toyo insiste en que deje el empleo y busque otro. Pero, W. K. observa que ya es demasiado tarde. De pronto, la vuelta de tuerca definitiva, basada en la voluntad de poder y en el poder de la voluntad: “No, no es tarde. No es imposible. Podré hacer algo allí si estoy realmente decidido a hacerlo”. Y reitera: “Podré hacer algo”. Su jubilación es cuestión de tiempo, comenta uno de los empleados a otro. W. K. regresa a su oficina, coge un cartapacio de pliegos y escoge uno de ellos. El volumen de documentos en el espacio es abrumador: una radiografía de la burocracia. O esa clase de parásitos que retarda el progreso de un país, por no identificar los males ni dar soluciones al estar presionada por los intereses de la clase política y no, como debiera ser, porque ella desista de su fin perverso. W. K. le pide al Sr. Ohno encargarse de hacer la petición para reclamar un área de drenaje…

Gestión a cargo de la Asociación Femenina de Kuroe-cho, lo cual evidencia de paso el papel de la mujer en la gestión, organización e impulso vital para producir cambios en la sociedad, que por lo general se ignora, si no se silencia por completo. Por último, aclara que esa petición se trasladará, como es usual a la Sección de Obras Públicas, así no sea lo más sensato porque es la entidad que más ralentiza las obras públicas. El narrador recuerda que han pasado cinco meses y que el protagonista de esta historia, W. K., murió. Cada burócrata sienta su opinión: ‘El mérito de hacer el parque recae sobre la Sección de Parques y el concejal de zona, junto con sus propios esfuerzos, pero ¿no fue un trabajo del Sr. W. K., en realidad?’ ‘El Sr. W. K. era el Jefe de la Sección de Ciudadanos, pero esto era competencia de la Sección de Parques’, lo cual ya entraña ninguneo de quien por su propio esfuerzo debe llevarse los méritos. Otros consideran que su muerte silenciosa fue una protesta contra el gobierno de la capital nipona.

Las conjeturas y la mala ironía, o leche, de los colegas en el Ayuntamiento no dan espera: ‘¿Quiere decir que el Sr. W. K. se suicidó en el Parque? ¿O que se dejó morir de frío?’ ‘Así es, más o menos’, responde un empleado. ‘Bueno, anoche nevaba’, señala el alcalde. ‘Esas cosas suelen ocurrir en las obras de teatro’, dice alguien y todos ríen. Olvidan, claro, que la farsa burocrática que ellos mismos encarnan, sólo provoca tristeza y por eso nadie puede reír. Por fin, un aporte sensato: ‘No obstante, la causa de su muerte ha quedado clara tras conocer el resultado de la autopsia [se decía antes: hoy es necropsia]. No se suicidó, naturalmente. Tampoco se murió de frío. Padecía cáncer de estómago’. ‘¿Un cáncer?’ ‘Sí, y una hemorragia interna le causó la muerte’. La obviedad, tampoco falta: ‘Falleció de repente, cuando menos se lo esperaba’. Un tergiversador como el alcalde, señala una verdad relativa a los medios prepagos: ‘¡Cómo tergiversan los hechos los periodistas!’ Y cree que ya es algo muy habitual.

Alguien cita la incomprensión respecto a los problemas municipales como impasse, que no se conoce la organización de secciones y pone un ejemplo: la gente cree que el Parque lo construyó el Sr. W. K., pero ‘no es así’. Y añade que puede parecer grosero decir esto ante sus hijos y familia, pero ‘me atrevo a decir que tampoco era el propósito del Sr. W. K.’. Aun así, resalta su esfuerzo y perseverancia para terminar el Parque: ‘No obstante, [siempre un pero] el trabajo era competencia del Jefe de la Sección de Ciudadanos’. En suma, decir que W. K. construyó el Parque ‘sería una tontería’ porque [y concluye] ‘se estaría extralimitando en sus funciones. Estoy seguro de que el difunto estará riéndose amargamente’. Los únicos que se permiten extralimitar en sus funciones son aquellos a los que se les da un gramo de poder y en poco tiempo se revelan como los miserables que siempre fueron: porque el que es honesto, decente e íntegro, lo es; en cambio, el impostor a los 15 min. ya ha pelado el cobre.

En ese largo plano secuencia, el mal cinismo (no el de los cínicos griegos, que era bioético y por eso los políticos de la época lo desvirtuaron hasta convertirlo en el mal ejemplo de hoy) no tiene límites; tampoco el fracaso no confeso de la burocracia: ‘Sin embargo, la idea de extralimitarse en sus funciones tampoco estaría tan mal. Fueron obras realizadas con rapidez y sin precedentes que asombraron a la sociedad, así que tal vez esos servicios los dirigiría mejor otra persona’: el jefe de la Sección de Parques o bien su superior el jefe de la Sección de Obras Públicas. Otro sujeto, pasa a besarle de paso el culo al alcalde: “Tiene razón, pero mi opinión es ésta: el Jefe de Parques y yo avanzamos el trabajo en el plano administrativo, lo cual es nuestra competencia, pero cuando pensamos en el esfuerzo que Ud. [el alcalde] realizó para controlar al Consejo en el momento más delicado, para llevar a buen fin la construcción del parque, creemos que los méritos deberían recaer en Ud.”, cierra el lambón.

El alcalde, en su falsa modestia, replica: ‘Eso no puede ser’. Las mujeres de Kuroe-cho entran a la sala de velación y en el acto se percibe el choque de posturas, la honestidad y el dolor por la partida de W. K. Ellas, compungidas, le traen incienso y lo celebran en su ausencia: ‘Era un buen hombre’, dice una de las lideresas. Noguchi, un empleado, llora y dice que fue W. K. quien hizo el parque, cosa que el 1er Tte. de alcalde lo sabe. Otro dice que fue la Sección de Parques la que planeó/ejecutó todo. En todo caso, agrega uno más, ningún funcionario del Ayuntamiento debe pensar que el jefe de la Sección de Ciudadanos puede construir un parque. ‘Ni el accidente [por caída], ni el cáncer de estómago pudieron frenar su peregrinaje por todas las secciones. Él fue el verdadero creador del parque’, reitera Noguchi, el llorón. El futuro jefe, en reemplazo de W. K., Sr. Ohno, expele su veneno: ‘Bueno, lo que también es cierto es que W. K. fue un estorbo para la gente que quiso poner allí una taberna’.

En el puente, junto a otro funcionario, W. K. dice que lleva 30 años sin admirar una puesta de sol, pero ya no le queda tiempo para eso. Otro, cree que la enfermedad lo trastornó; sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida y eso lo explica todo. ‘Sí, ese es el caso, puedo entender su extraña conducta’. Ya con tragos en la cabeza, y dado que los borrachos y los niños (a veces, no siempre) dicen la verdad, uno del Ayuntamiento dice una verdad de a puño: ‘Comparados con el Sr. W. K. ¡somos basura humana! ¡Y ustedes, igual! ‘Sí, ¡sólo somos basura!, reitera Ohno, el ya montado en el Poder por (des)manes de la burocracia, ignorancia del pueblo sobre su labor e indigno fingir. ‘En la administración no puedes hacer nada. Si se te ocurre alguna cosa, te tildan de radical. Lo único que puedes hacer es fingir que haces algo’. ‘Es cierto, en Asuntos Generales ocurre lo mismo’. En algunos distritos, sólo para vaciar un contenedor hace falta tal cantidad de papeles, que volvería a llenarse con ellos.

Una imagen que retrotrae al inicio del filme: ‘Sí, y también muchos sellos’. La burocracia es una actividad muy parecida a la de los ‘gestores’ que dicen ‘hacer cultura’ por un país y se llevan en sus cachos a los autores, de los cuales viven de por vida. Y W. K. muere de por vida en su cargo, para todos es una carga, pero muy pocos son capaces de reconocer su valía: la del ser humano, al servi(l)cio del Estado, que de pronto despierta para ponerse al servicio de la gente. En tal sentido, escasos burócratas del planeta terminan por rendir cuentas al ciudadano, optan por la farsa, el teatro del engaño, el facilismo, y prefieren fingir. La mayoría huye al cabo, como el criminal, sin que nadie lo persiga. Como en Colombia el flamante MinHacienda, que se fue del país luego de quitarle a la gente la mesada 14, robarse los bonos de agua, dejar a 117 municipios (8) en una ilegal/ley seca. Mientras, en el Tokio de posguerra, los caños de la burocracia siguen desbordándose, en frente de todos, sin que nadie lo advierta.

Ikiru o Vivir o, peor, Condenado a vivir, por quien sin entrar en la muerte ya está en ella, pero, de pronto, da un giro radical y vive su último año de vida mucho mejor que los 30 en que mató el tiempo con la complicidad tácita del statu quo, obliga a detenerse en esa rama tan compleja como enrarecida de la burocracia y de la corrupción. Así, no debe sorprender a nadie cuando un funcionario del Ayuntamiento reconoce sin rodeos: “La gente se queja de la corrupción [qué no dice la de Colombia, al lado de la de Japón] en la ciudad [y en ambos países], pero no es nada si se compara con nuestra terrible pérdida de tiempo”. Cabe citar tres novelas criollas que dicen de esos burócratas lo que hay que decir, y hacen con la narrativa lo que hay que hacer: la primera, muy elocuente desde el título, Hombres sin presente: novela de empleados públicos (1938), de José A. Osorio L. (9); la segunda, la obra mayor de la literatura nacional, Celia se pudre (1986) (10), de Rojas Herazo y que disculpen los gabófilos.

La historia de la abuela del propio autor sobre la morbidez, la ruina, la vejez, en fin, la fuerza telúrica que encarna el aliento de la palabra frente al desamparo y al patetismo humanos, apelando de paso a la inocencia para que el hombre sea defendido por ella y así pueda postergar su inexorable destrucción. La tercera, muestra la débil voz de esa ‘máquina no pensante’, el ejército, siempre listo a hincarse mientras le laman la bota y le llenen el bolsillo. Se habla de Esteban Gamborena (1997), de Arturo Echeverri Mejía (11).Entonces, Londrano señala: “Su débil voz si acaso preguntará: ¿El gobierno es legítimo? Sí, por haber sido elegido por el pueblo (sean cuales fueren los métodos empleados en las elecciones). Él se traga todo. Le conviene por autodefensa burocrática. Luego vienen los cambios…” Que hoy hacen Petro y el PH, mientras llega la noticia de la muerte de Piedad Córdoba, La Negra, (12) a quien hoy los carroñeros/hachepés, o jotapés uribestias, persiguen como a aquél, sin lástima ni tregua.

Como se persigue, aunque sin tanta saña, a W. K. por privar a la mafia de convertir un lugar malsano en otro peor, taberna o burdel, para dejar atrás el estigma de la morbilidad y de la muerte, en ese Tokio de posguerra, y rescatarlo para la vida y por el bienestar de los niños, sobre todo. Y como la vida está llena de ironía, en un mundo donde la autoridad ha sido creada no para salvaguardar al pueblo, sino para defender al poderoso, un policía, léase bien, sale en defensa del fallecido W. K.: “A decir verdad, me lo encontré anoche en el nuevo parque mientras hacía la ronda. Serían las diez. No, casi las once [aquí me acordé de Sabina]. Se columpiaba bajo la nieve. Pensé que era un borracho. Una negligencia de mi parte. Si lo hubiese tratado según mi primera impresión, nada de esto habría pasado. ¡Cuánto lo siento! Pero, parecía tan feliz… ¿Cómo podría describirlo? Cantaba con melancolía. En un tono de voz que, extrañamente, me llegaba al fondo del corazón”. Todo, con un singular tono poético.

Como en Una lección de inocencia, de HRH., una mirada holística sobre lo elemental a partir de una silla, en el cuarto de Van Gogh en Arlés (13), para hacer una honda síntesis sobre el despojado hombre feliz, en reposo absoluto, no triste por ostentoso, carente quizás de cosas, pero preñado de emociones, alegría, goce, que puede comprender, al final de su vida, que quien no se conforma con poco, no se conforma con nada: como W. K. Allí, en tal sentido, estaba todo, RH dixit: la esperanza, en las flores que se abren; la desesperanza, en las puertas que se cierran; el dolor y la derrota, en los días de llanto; el triunfo y el éxito, en los de oro; la evolución eterna y la paz/reposo, en los ramajes y las palomas; el amor y la promesa y la promesa del amor, en el niño que mira a los amantes [o juega en el parque]; el fin inexorable, en la muerte de cada hombre que a la vez es la inefable metáfora de que junto al ritmo de muerte marcha el ritmo de vida. W. K. es eso y más así no lo sepa o se haga el tonto por listo.

Ahora, el poema 
Una lección de inocencia: 

“Van Gogh pintó una vez / 
el retrato del mundo. / 
Allí estaba todo: las flores que se abren / 
y las puertas que se cierran, / 
los días del llanto / 
y los días de oro / 
los senderos y los sueños, / 
los ramajes y las palomas. / 
También un niño / 
mirando dos amantes / 
y también la hora del nacimiento / 
y la muerte de cada hombre. / 
Para pintar ese retrato, Van Gogh/ 
no tuvo sino que pintar una silla” (14). 

El título proviene del libro homónimo que, a la vez, usa como epígrafe al citar el fragmento final: “Entonces conoció la alegría de no ser inocente. / 
Y se apiadó de Dios y lo hospedó en sus úlceras sin cielo”. 

W. K. es alegre, a su manera, pero no inocente e hizo que los mafiosos se apiadaran de él. Para ello fue blando contra los duros de la mafia, la burocracia, el statu quo. ‘Todo lo que representa un triunfo de los sentidos sobre la muerte es poético’, HRH dixit (15). Esa es la vida/obra de W. K.: poética y él mismo es poético. Aunque tarde, recuerda algo crucial…

En efecto, recuerda que quien no vive para servir, no sirve para vivir. Eso también es poético, pero, por encima de todo, práctico. Lo que nos lleva a pasar, por la dialéctica, de lo práctico a lo inviable e improcedente. Como es el actuar, si no es apenas un decir que nunca pasa al hacer, de los funcionarios del Ayuntamiento. Pero, antes se recuerda a W. K. cuando canta en el parque su tonada sobre la vejez: ‘¡Qué corta es la vida! ¡Enamórate, querida doncella! Mientras tus labios sean rojos y antes de que tu pasión se enfríe. Porque no habrá un mañana’. Mitsuo sale de la relación con el sombrero, sucio, del padre y, aparte, le cuenta a la esposa: ‘Anoche encontré una bolsa con mi nombre en las escaleras, en ella estaban la libreta del banco, su sello y su cartilla de jubilación’. Y su esposa le dice: ‘Entonces, tu padre, antes de ir al parque… ‘Mi padre fue cruel. Si tenía cáncer, ¿por qué no nos lo dijo? Y el tío siembra la cizaña por vía de la confusión: ‘Oye, la amante de W. K. no ha venido. Quizás no lo era…’

En conclusión, Ikiru es una mixtura casi perfecta, entre forma y contenido, teoría y práctica, vida y muerte, por citar sólo unos tópicos. Desde la forma, está la voz en off, retomada del cine negro gringo: su inventor es John Huston (16) con El halcón maltés, antes de que surjan en Francia J. Vigo, J. Renoir, M. Carné (Realismo poético) y J. Duvivier, J. Tourneur, J.-P. Melville (Film noir); el uso reiterado del plano secuencia y la cámara estática, baja a veces, como en Y. Ozu; b/n, con PPP que destacan la psicología de los personajes; los espacios claustrofóbicos; en fin, todo tipo de cortinas, fundidos encadenados. Desde el contenido, una obra que reflexiona sobre humanismo y existencialismo, con un tratamiento impecable del ser que aún en vida parece hablar desde la muerte, peor dicho, que ya es un muerto, el mismo que recuerda, sin querer, a HRH: “Somos esto, sepamos, somos esto, / esto terrible y encendido y cierto:/ algo que tiene que vivir y vive/ por siempre sollozando, pero vivo”. (17)

Desde la teoría, Vivir es un filme habitado por angustia, incertidumbre, extravío: la vida de un hombre próximo a la muerte, que lleva atado a su empleo 30 años por lo líquido/mecánico de su oficio. Desde la práctica, W. K. es un ser que cree aún posible hacer algo para mejorar su entorno, de modo radical, aunque sepa que carga dos muertes dentro de una vida mediocre, sujeta a los demás, dependiente del Ayuntamiento y no de su voluntad ni vitalidad, la que le trasvasa Toyo. Por último, W. K. es un inmortal, responsable de sí mismo y frente a los Otros; sujeto histórico facilitador de su propio destino; artista por hombre/sujeto integrales que sintetizan una visión poética de la vida entre luz y tinieblas, noche y día, cielo e infierno; así como una mirada caótica del mundo con abismos y demonios y, por contraste, lucidez y razones existenciales que hacen posible/probable el encuentro consigo mismo y con el Otro por vía de esa suerte de cuarta dimensión y de único tribunal incorruptible que es la memoria.

Memoria de la que el ser humano no es su más virtuoso/lúcido dueño, sino su más involuntario e inconsciente esclavo. Como esclavos son, aunque a conciencia y voluntad, los otros funcionarios del Ayuntamiento. Ellos, en coro, deciden que en adelante van a trabajar duro, con el mismo espíritu que tenía W. K. No permitirán que su muerte haya sido en vano; trabajarán por el bien de los ciudadanos, sin olvidar la emoción del momento. Bueno, no se olvide que todos hablan desde el alcohol. Habrá que esperar a ver si sus nobles intenciones se transforman en hechos concretos. Alguien le dice al jefe Ohno que se han desbordado las alcantarillas de Kizaki, igual que los caños de la burocracia lo siguen haciendo. Ellos, en el fondo, están engañados: creen lo que no es verdad y se niegan a aceptar lo que sí. A la vez, saben que la peor de las pestes no es la corrupción sino el tiempo que c/u ha matado y así el espectáculo de sus almas desnudas por el alcohol no sólo es horroroso, sino francamente letal.

Lo dicho: A la Sección de Obras Públicas, responde el nuevo jefe de la Sección de Ciudadanos. Frente al dejar pasar o dejar hacer a otros, como piensa la burocracia, difícil, muy difícil, será que los funcionarios lleven a cabo todo lo que, en medio del alcohol, tanto han prometido. ‘A la sección de Obras Públicas, ventanilla 8’, manda uno de los funcionarios que tanto prometió el cambio en sus actitudes, las de c/u de los borrachos que dijeron adiós, con todo el sake posible, a W. K. El llorón, se para indignado, pero frente al volumen de expedientes y a su metafórico sentido, de a poco vuelve a sentarse y así los trámites seguirán su curso normal, o, el de siempre: el de la tardanza, la irrealización, la frustración ciudadana. Los millones de folios inundan la pantalla, en un PG que se traduce en resignación de cara a la desidia del statu quo y a sus eternas promesas de cambio. Sin embargo, y por contraste con tanta anomalía de la burocracia, los niños juegan con placer en el parque gracias al Sr. W. K.

A Santiago, quien sabe de dolores y por eso está vivo y de dolores ajenos y por eso es un ser humano.

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) https://letraslibres.com/cine-tv/ernesto-diezmartinez-los-que-se-quedan-holdovers-alexander-payne/?fbclid=IwAR2iwlBUYlqyaknWRONicxyBfWNXJd6dd93mDSnl5sD3BJQJYVVr29LP-ps

(2) TÓLSTOI, Leon. La muerte de Iván Ilich. Bruguera, Barcelona, 1983, 187 pp.

(3) MANN, Thomas. Doktor Faustus. Obras maestras del siglo XX, Seix Barral / Oveja Negra, Edit. Bedout, 1985, dos tomos, I Tomo, 270 pp.: 245.

(4) http://www.sumandohistorias.com/a-fondo/vivir-kurosawa/?print=true

https://www.nippon.com/es/japan-topics/b07225/

(5) https://rebelion.org/tres-breves-textos-para-combatir-al-imperialismo-hegemonico/

(6) Íbidem, Nota 3, 1985, 270 pp.: 85.

(7) Lo mismo que ocurre por vía de la historia de Matsunaga en El ángel ebrio.

(8) https://www.elcolombiano.com/colombia/bonos-de-agua-del-ministro-carrasquilla-municipios-y-departamentos-KY9302738

(9) https://rebelion.org/la-sociedad-de-control-en-los-dias-del-odio/

(10) ROJAS HERAZO, Héctor. Celia se pudre. Ministerio de Cultura – 1998, Bogotá, 1002 pp.

(11) ECHEVERRI MEJÍA, Arturo. Esteban Gamborena. U. de Antioquia, Medellín, 1997, 367 pp.: 168. Obra publicada de forma póstuma e inicialmente escrita en los años 50 del siglo XX.

(12) https://www.youtube.com/watch?v=F9aI7_u9Fz0

(13) https://es.wikipedia.org/wiki/El_dormitorio_en_Arl%C3%A9s

(14) ROJAS HERAZO, Héctor. Las úlceras de Adán, Norma, Bogotá, 1995, 80 pp.: 70.

(15) https://www.elespectador.com/el-magazin-cultural/hector-rojas-herazo-centenario-de-un-autor-mayorun-creador-singular/

(16) https://elcomercio.pe/luces/cine/ocho-decadas-de-cine-negro-un-repaso-a-su-historia-y-la-vigencia-de-este-estilo-el-halcon-maltes-john-huston-noticia/

(17) Íbidem. Poema titulado Creatura encendida, en Desde la luz preguntan por nosotros (1956), de HRH.

FICHA TÉCNICA: Título original: Ikiru. En español: Vivir o Condenado a vivir. País: Japón. Año: 1952. Dir.: Akira Kurosawa. Prod.: Sojiro Motoki. Guion: A. K. / Shinobu Hashimoto / Hideo Oguni. Filme basado en La muerte de Iván Ilich (1886), de Liev Tólstoi. Gén.: Drama / Histórico. For.: 35 mm; b/n; 143 min. Mús.: Fumio Hayasaka. Fot.: Asakazu Nakai. Mon.: Kōichi Iwashita. Int.: Watanabe Kanji (Takashi Kimura); Kimura (Shinichi Himori); Sakai (Haruo Tanaka); Noguchi (Minoru Chiaki); Ohara (Bokuzen Hidari); Toyo Odagiri, empleada (Miki Odagiri); Ōno, Jefe de Subsección (Kamatari Fujiwara); Tte. de alcalde (Nobuo Nakamura); Subordinado Saito (Minosuke Yamada); Kiichi Watanabe, hermano de Kanji (Makoto Kobori); Mitsuo Watanabe, hijo de Kanji (Nobuo Kaneko). Prod.: Tōhō. Dist.: Tōhō. Estreno: 9 octubre 1952.

‘Oh, weh!’, dijo Einstein.

Albert Einstein y J. Robert Oppenheimer, en 1947.
Albert Einstein y J. Robert Oppenheimer, en 1947.
Estaría bien que la historia de la bomba atómica lanzada sobre Japón en dos ocasiones no se contara como fruto de lo inevitable.

Cuenta la leyenda que cuando a Albert Einstein le informaron de que Estados Unidos acababa de lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima exclamó Oh, weh!, que viene a querer decir algo así como ¡Qué horror! Puede que si le hubiera tocado enterarse del premio Oscar para la película Oppenheimer hubiera exclamado algo parecido.

Se sabe que Einstein, que aparece en la película en una secuencia tan enigmática, para bien, como poco esclarecedora, para mal, no estaba al corriente del programa nuclear estadounidense. Quien pasa por ser una de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad sostenía con ahínco que la única solución para la política internacional era la unidad mundial. Qué poco caso hacemos a las personas inteligentes, la unidad mundial nunca ha estado más lejos del programa, si tan siquiera logramos unidad dentro de los países. Se sabe que en un programa de televisión de 1950 sí expresó una advertencia clara: “Desarrollar la bomba de hidrógeno como hace Estados Unidos, cuyo presidente persigue ese fin, obliga a avisar de que el envenenamiento radiactivo de la atmósfera causaría la aniquilación de la vida humana sobre la tierra. Bajo el carácter aparentemente inexorable se nos hace creer que cada paso aparece como la inevitable consecuencia del que se ha dado antes. Pues el final, cada vez más claro, será la aniquilación general”.

Es obvio que este discurso fue ignorado, la guerra ha vuelto a ser un recurso. Y los países poderosos siguen presentando como inevitable no solo el uso y fabricación de la bomba, sino la amenaza persistente y el efecto disuasorio. Tenemos actualmente al mando de naciones fuertes a hombres que pasarán a la historia como asesinos y eso es permitido y aplaudido por una gran parte de sus ciudadanías, que tienden a confundir el patriotismo con la tolerancia al crimen. En este sentido, a uno le gustaría percibir que la historia de la bomba atómica lanzada sobre Japón en dos ocasiones sucesivas no fuera contada como fruto de lo inevitable. Carecería de sentido desvincularla del ascenso del ultranacionalismo y del racismo que encumbraron a Hitler y a los líderes que se asociaron con él tanto en Europa como en Asia. Pero la bomba también estableció las relaciones políticas futuras.

En la segunda parte de la película de Nolan, donde quizá no es tan acelerado ni tan abrumador el avance de la anécdota, se repasa el modo en que el Gobierno de Estados Unidos persiguió hasta la humillación pública al científico Oppenheimer. Sus evidentes llamamientos al desarme y a la pacificación no se correspondían ya con los intereses de unos líderes y una industria armamentística que harían del miedo y la amenaza su gran negocio. Asusta que caiga en la superficialidad la lectura de la película Oppenheimer, que se disfrute solo como la audacia de un hombre por superar a los rivales bélicos, como un reto heroico triunfante, otro más. La precipitación en las descripciones de su vida personal impiden ahondar en la espiritualidad que lo acosaba enfrentándole a su propia actividad profesional. Es ahí, en esa contradicción, donde la expresión de Einstein cobra toda su magnitud.

En un mundo en el que se adora sin reparos cada avance tecnológico, ajenos todos a las consecuencias, convendría no olvidar la medida humana. Nos hemos alejado de nosotros mismos. Y en las películas también.

 David Trueba 

_- ¿Acabarán la austeridad y la precariedad con la especie humana?

_- Fuentes: Sin permiso


Por James K. Galbraith | 29/12/2023 | Economía 

El destino último de una sociedad humana depende de su capacidad y voluntad de reproducirse a largo plazo. La combinación entre el descenso de la población y el aumento de la longevidad, típica de las sociedades ricas, puede tener consecuencias mucho más destructivas que la explosión de unas cuantas bombas, escribe James Galbraith. La creciente inseguridad económica exacerba estas tendencias. Sin embargo, la economía de la decisión de reproducirse ha sido de interés marginal para los economistas.

Al principio de la pandemia de Covid-19, muchos con un interés menor por las matemáticas se familiarizaron con un concepto conocido como «R»: el valor R o tasa de reproducción de las infecciones por coronavirus. R es un factor multiplicativo, que se aplica al número de casos en un momento dado «t» para obtener el número que prevalecerá en un momento posterior, «t+1». Si R supera 1, la epidemia crecerá; de lo contrario, disminuirá y, finalmente, se extinguirá (Delamater et al., 2019).

La lógica es idéntica para muchos procesos, incluida la reacción de fisión en el corazón de una bomba atómica. En ese ejemplo, cada neutrón que choque contra el núcleo de un átomo de uranio-235 o plutonio-239 provocará la expulsión de dos neutrones, que se desplazarán hacia otros núcleos. Así, R=2 y tras 80 generaciones en una fracción de segundo, la energía liberada es suficiente para hacer estallar la masa, con una fuerza adecuada para destruir una ciudad. Por el contrario, si la reacción se amortigua, de modo que R1 y la reproducción avance. Más bien, la sustitución de individuos más jóvenes por otros de más edad dentro de la población es una ventaja; aumenta la cuota de los activos y reduce la de los que ya han dejado de hacer aportaciones productivas. Sólo en los casos más extremos -me viene a la mente el invierno nuclear- es probable que las nuevas amenazas maltusianas sean fatales para el conjunto de la especie.

Sin embargo, el destino último de una sociedad humana -la nuestra, al igual que las que ya han surgido y desaparecido- depende de su capacidad y voluntad de reproducirse a largo plazo. Sobre este tema, por lo que he podido saber tras un somero examen de la bibliografía, la profesión económica no ha dicho gran cosa. Como se ha señalado, la dinámica de la población es exógena a la teoría neoclásica del crecimiento. Las disputas malthusianas y neomalthusianas han ocupado bastante espacio y tiempo, pero afectan a la tasa de crecimiento exógena. Como se ha señalado, hay bastantes trabajos sobre las implicaciones de un crecimiento demográfico más lento para el crecimiento económico (ONU, 2020), para el nivel de vida, para el clima y también – un inconveniente – para la viabilidad financiera de los sistemas de pensiones. Por último, está bien establecido que la fertilidad es menor en los países más ricos. El descenso de la fecundidad se inició durante los prósperos años sesenta, pero se aceleró en los setenta, cuando el mundo de altos ingresos atravesaba una serie de crisis, como la inflación, el desempleo y el elevado coste de la energía. El descenso de la fecundidad ha seguido acentuándose tras las crisis posteriores. Evidentemente, no es sólo la riqueza la que suprime la fecundidad; en las sociedades ricas intervienen otros factores.

La economía de la decisión de reproducirse atrajo la atención temprana de Gary Becker (Becker, 1960, 1981, 1992), y más recientemente varias contribuciones de la economía feminista (Tertilt et al., 2022). Estos economistas son conscientes de que las condiciones y los incentivos económicos son importantes, incluidos el nivel de ingresos, la política fiscal y la disponibilidad de guarderías y seguros médicos. Pero, en términos generales, se centran en la igualdad de género y el bienestar de las mujeres, y no tanto en el resultado social general.

En el análisis de Becker, los niños son un «bien de consumo duradero» que proporciona «ingresos psíquicos» a sus padres. Al escribir en la época del baby boom, Becker pensaba que el aumento de los ingresos incrementaba la fertilidad, pero argumentaba que las mujeres más ricas podían preferir la «calidad» a la «cantidad» y, por tanto, optar por dedicar sus mayores ingresos a la crianza de una prole más pequeña y de mejor calidad. Escritores posteriores, teniendo en cuenta el descenso de la fertilidad, se han centrado en facilitar el camino, para las mujeres adultas, hacia la conciliación de la maternidad (en cantidades limitadas) con las carreras, especialmente las carreras profesionales. Una opinión generalizada sostiene que las políticas pronatalistas pueden (y deben) fomentar la compatibilidad entre familia y carrera profesional para las mujeres de las sociedades de renta alta (Doepke et al., 2022).

Todos coinciden en que la decisión de reproducirse está ahora firme e irrevocablemente bajo el control de los individuos directamente implicados; ya no está bajo el control coercitivo del Estado, la tribu, el grupo religioso o incluso la familia extensa, en la mayoría de los casos. ¿Debemos tener hijos o no? Y si es así, ¿cuántos? Son cuestiones privadas, incluso de derechos humanos. Sin embargo, tomadas en conjunto, tienen un impacto decisivo en las condiciones a las que se enfrentarán las generaciones posteriores.

Permítanme argumentar que la cuestión principal es si, en conjunto, las decisiones privadas de reproducirse conducen a un valor R igual o superior a 1. Se trata de las consecuencias de las microdecisiones, tomadas en condiciones sociales y económicas específicas, para la macroestructura. En esta cuestión, tres factores parecen muy pertinentes. Se trata de (a) la capacidad de controlar la reproducción; (b) el coste esperado de criar a los hijos hasta la edad adulta; y (c) la ganancia o pérdida esperada, para los adultos, asociada a tener o no tener un hijo o un hijo más. Esa ganancia o pérdida puede ser en gran medida económica, pero también incluye incentivos sociales e instintos biológicos. La magnitud de la pérdida o ganancia dependerá de las condiciones económicas específicas y de las tensiones a las que se enfrente el hogar. Además, como la mayoría de los seres humanos tienen cierta aversión al riesgo, tanto los costes como las ganancias están sujetos a incertidumbres considerables, que actúan como elemento disuasorio.

En lo que respecta a la capacidad de controlar la reproducción, la batalla ha terminado en gran medida y así ha sido desde la llegada de la anticoncepción química a mediados del siglo XX. Sigue habiendo escaramuzas importantes, que afectan sobre todo al acceso a los servicios reproductivos, pero son acciones de retaguardia del patriarcado. Los efectos sobre las mujeres directamente afectadas son duros, pero es poco probable que tengan un gran impacto en las tasas de reproducción, como ocurrió una vez, por ejemplo, en Rumanía en la década de 1970 (Mackinnon, 2019). La llegada de soluciones farmacéuticas a los embarazos no deseados es un factor que probablemente reducirá aún más las consecuencias prácticas, en conjunto, de los ataques legislativos a las clínicas abortistas.

Los otros dos factores son, por tanto, decisivos. Y aquí nos enfrentamos a dos realidades de las sociedades «avanzadas» -o, en cualquier caso, ricas-. La primera es que los niños son muy caros. Hay que alimentarlos, alojarlos, vestirlos, educarlos y entretenerlos, por no hablar de tolerarlos, tiempo durante el cual, en los entornos urbanos en los que casi todos vivimos, su contribución económica al hogar es nula, y su uso en otras capacidades -lavar los platos, sacar la basura- es muy limitado. Además, a medida que aumentan las exigencias de la educación para una vida de éxito – hasta la universidad y los estudios de postgrado – también aumenta la parte del coste que recae en el presupuesto privado de los padres. Todo esto hay que tenerlo en cuenta de antemano. Y existe el riesgo de complicaciones aún más costosas, como una discapacidad, un accidente, una crisis de salud o un encontronazo con el sistema de justicia juvenil. Las ventajas económicas compensatorias -como dar a luz a un prodigio de la música o a una estrella de cine- pueden figurar, pero sólo como las posibilidades más remotas.

La ausencia de ventajas económicas compensatorias es relativamente reciente. En épocas anteriores -hace apenas un siglo- los niños eran útiles en la granja e incluso en la casa desde una edad temprana. Pero no sólo eso. Los hijos adultos eran el principal apoyo de sus padres ancianos, que generalmente vivían con algunos de sus vástagos o razonablemente cerca. La perspectiva de ser cuidado si uno llegaba a una edad en la que esto se hacía necesario era un fuerte incentivo para tener hijos en primer lugar, para cuidar de ellos, y también para renunciar a los ingresos externos asociados con el hecho de que ambos padres tuvieran un trabajo. La familia era el sistema de seguridad. En los países ricos, este mundo de obligaciones intergeneracionales en ambos sentidos ha desaparecido en gran medida.

Es cierto que este sistema estaba (y donde aún prevalece, sigue estando) plagado de otras formas de injusticia. Los adultos que no podían tener hijos, o que no los tenían, o que los perdían, o que se distanciaban, o cuyos hijos resultaban inútiles por una u otra razón, carecían de cualquier forma de protección. Entre los hogares multigeneracionales intactos, la armonía no era una regla universal. Los padres que habían tiranizado a sus hijos serían tiranizados por ellos en la vejez. Sin duda, ambas partes anhelaban a menudo la liberación. Sin duda, los funerales, si llegaban en el orden adecuado, eran a menudo escenas de emociones encontradas.

La Seguridad Social en Estados Unidos -junto con Medicare y Medicaid 30 años después- supuso una transformación revolucionaria de la vida familiar estadounidense. También lo hicieron los sistemas de pensiones, seguros sociales y asistencia sanitaria, aún más completos e igualitarios, introducidos en Europa, sobre todo después de la segunda guerra mundial. Lo mismo ocurrió en el norte de Asia. Estos sistemas se describen a menudo (por sus oponentes) como una transferencia de los jóvenes a los mayores, mientras que son defendidos (por sus partidarios) como planes de inversión autosuficientes. Ninguna de las dos caracterizaciones es del todo exacta, ya que ambas no tienen en cuenta las formas anteriores de organización familiar y cómo éstas se vieron modificadas por los seguros sociales.

En realidad, lo que hacen las pensiones públicas y los seguros de enfermedad es repartir entre toda la comunidad una carga que antes era específica de la familia. De este modo, los adultos mayores que no tienen hijos dispuestos o capaces de mantenerlos tienen prestaciones de pensiones y sanitarias suministradas por el conjunto de la población trabajadora. Y la población trabajadora, incluidos los que no tienen padres a los que mantener (o no estarían dispuestos a hacerlo), está obligada a contribuir, en EE.UU. a través del impuesto sobre la nómina, a mantener a sus propios padres y a los de los demás. La colectividad sustituye a la familia en esta función.

La Seguridad Social, otras pensiones y el seguro de enfermedad liberan así a cada parte de la colectividad de la otra. Permiten a las personas mayores vivir de forma independiente (o en comunidades de personas mayores), al tiempo que liberan a las familias trabajadoras para que se concentren (tras pagar el impuesto sobre la nómina) en sus propias necesidades, y en los gastos de sus propios hijos. Estas nuevas disposiciones han demostrado ser muy populares, al menos entre los mayores de muchos países ricos, al menos durante las primeras etapas de la vida de la tercera edad. No parece que haya mucha nostalgia por el modelo anterior de dependencia y cuidados.

Otra cuestión es si esto seguirá siendo así al final de la vida en las residencias de ancianos. Pero para entonces, el poder de decisión ha pasado generalmente a la generación más joven, que tiene pocas ganas de soportar una carga de la que pueden encargarse profesionales, reembolsados por el Estado.

Pero entonces surge la pregunta: ¿por qué tener hijos en primer lugar? Si uno ya tiene un hijo, o dos, ¿por qué tener más? Son un compromiso a largo plazo, costoso y arriesgado. No aportan ningún beneficio económico cuando son jóvenes. Cuando crecen, devuelven poco o nada, en concreto, en términos económicos. De adultos son, en el mejor de los casos, una fuente de orgullo, placer y apoyo moral; en el peor, evocan un discreto silencio, o incluso vergüenza activa, según los casos. Y luego están los beneficios económicos de limitar el tamaño de la familia o de renunciar a tener hijos. Son muy importantes.

La unidad familiar típica de un país rico, una vez establecida, recibe unos ingresos elevados según los estándares mundiales, pero se enfrenta a una serie de costes fijos a largo plazo. Hay un alquiler o una hipoteca. Hay facturas de servicios públicos. Hay impuestos, incluidos los impuestos sobre la propiedad que no varían en función de los ingresos. Hay seguro médico, seguro de propiedad, seguro de vida. Hay gastos de desplazamiento. Hay que comprar alimentos básicos. Y luego están los costes de tener hijos. Así, incluso las personas bastante acomodadas operan con un estrecho margen de «recursos gratuitos». Este margen puede verse erosionado por el aumento de los costes fijos: energía, servicios públicos, tipos de interés. Se erosiona con el aumento de la precariedad del empleo. Lo erosiona la política de austeridad.

El problema de los márgenes estrechos se ve agravado por el aumento de la desigualdad de ingresos en la sociedad en general. Los ricos establecen normas de consumo y seguridad a las que aspiran las clases medias y bajas. Esto aumenta las horas que los trabajadores están dispuestos a pasar en el trabajo. El fácil acceso al crédito hace posible vivir en una casa más grande, poseer mejores vehículos y disfrutar de un nivel de vida más alto a corto plazo. Sin embargo, la carga de la deuda tiende a acumularse, lo que aumenta la presión sobre los ingresos. Si los tipos de interés suben, una carga de deuda manejable puede volverse difícil, o incluso inmanejable, en poco tiempo.

Sin hijos, los dos miembros de la pareja pueden desarrollar carreras independientes y remuneradas y disfrutar plenamente de sus propios ingresos y de los del otro. No están atados a los horarios de los colegios y a las citas para jugar, ni a los gastos de la educación superior de un vástago que se irá pronto. Las mujeres no tienen por qué interrumpir su trabajo ni retrasar su carrera profesional. La llegada desde los años 80 de un mercado de trabajo precario, que ofrece empleos de servicios con salarios mediocres, prima fuertemente el hecho de tener varios adultos asalariados en cada hogar. Dos ingresos son a menudo necesarios para mantener un nivel de vida de clase media, y también proporcionan un poco de seguro contra la pérdida de empleo de uno u otro miembro de la pareja.

La decisión de renunciar a los hijos puede tener un efecto dramático en la capacidad de hacer frente a otros gastos fijos y en la disponibilidad de recursos libres para disfrutar de la vida. Es obvio que este efecto es más poderoso cuando los costes de los recursos – que afectan a gastos inevitables como la calefacción, la luz y la gasolina – aumentan, que cuando los recursos son baratos. Es más poderoso cuando los presupuestos militares se hinchan mientras los bienes públicos y las infraestructuras mueren de hambre. Es más fuerte cuando las perspectivas de crecimiento futuro de los ingresos son débiles o inciertas. Es más poderosa cuando la desigualdad de ingresos aumenta, agudizando el impulso de buscar mayores ingresos pero reduciendo los medios para conseguirlos. Y éstas, más allá de cualquier argumento razonable, son las principales razones por las que las tasas de fertilidad cayeron en los países ricos durante las crisis económicas de los años setenta y de nuevo en EE.UU. tras la gran crisis financiera de 2008 (Macrotrends, 2023). Muchos adultos jóvenes de los países ricos se han dado cuenta de que los hijos son, en el mejor de los casos, una bendición mixta y, en el peor, un mal negocio.

Por supuesto, lo anterior es exagerado. La gente tiene hijos por muchas razones no económicas, como las creencias religiosas, la costumbre, esperanzas que pueden o no ser realistas de contar con la compañía de la progenie en etapas posteriores de la vida, instintos biológicos, amor y -también- por error. Puede que las razones económicas no predominen. Pero son un factor. Y el punto clave es que parecen ser inequívocas en la dirección de su efecto. En los países ricos, militan en contra de la maternidad. En los países pobres y agrarios, que carecen de seguridad social a gran escala y de otros costes fijos, no actúan con tanta fuerza. Si se quiere entender por qué la fecundidad ya ha caído por debajo del nivel de reemplazo en todas las regiones del mundo, salvo en las más pobres y «menos avanzadas», ésta es casi con toda seguridad la razón principal.

En los países de renta baja, la población es más joven que en los ricos. En estos países, aunque las tasas de fecundidad disminuyan, la población aumentará durante un tiempo. Por tanto, la composición demográfica del mundo se desplazará necesariamente hacia las regiones agrarias de renta baja. Éstas se encuentran sobre todo en el sur de Asia y en el África subsahariana, donde las poblaciones son jóvenes y las cohortes de natalidad numerosas. Sin embargo, en la India, la fecundidad pasó por debajo de la tasa de reemplazo en torno a 2017; en Bangladesh, en torno a 2013. En Pakistán y Nigeria, sigue siendo más alta, aunque ha ido disminuyendo en ambos desde aproximadamente 1970. (Banco Mundial, 2023)

Para las regiones ricas, la migración es un factor atenuante. ¿En qué medida? Sin duda, un gran diferencial en los ingresos disponibles atraerá a la gente. Pero la disponibilidad de ese diferencial es una amalgama de factores, entre ellos la dificultad de cruzar la frontera, la probabilidad de obtener un empleo remunerado, el poder adquisitivo del salario del país rico cuando se transmite como remesas al país pobre, el riesgo de deportación, etcétera. Mientras los diferenciales sigan siendo razonablemente grandes, la inmigración continuará. Cuando disminuyan, la inmigración neta se ralentizará o se detendrá.

Una vez tenida en cuenta la inmigración, una sociedad cuya R de población se mantenga por debajo de 1 experimentará un envejecimiento general. Esto tiene tres consecuencias previsibles. En primer lugar, aumenta la proporción de personas mayores que no trabajan y son dependientes, muchas de ellas con costosas necesidades de apoyo, que deben ser atendidas de alguna manera. Suponiendo que se mantengan los ingresos y los recursos disponibles para los mayores, esto proporciona empleo e ingresos a parte de la próxima generación. Pero también supone una mayor carga fiscal para el conjunto de la población. Y los costes sociales compiten con la provisión de infraestructuras para los jóvenes: las residencias de ancianos compiten con las guarderías, los hospicios con los parques y zonas de juego. A menos que se tomen medidas enérgicas para mantener los servicios para los jóvenes, con un coste social adicional, la calidad de la crianza tiende a disminuir.

En segundo lugar, a medida que aumenta la edad media, más mujeres superan la edad de procrear, habiendo dado a luz a una cohorte menor de mujeres a las que seguir. El menor número de mujeres que se crían, con una fecundidad sin cambios, conlleva necesariamente un nuevo descenso de los nacimientos futuros. Incluso si esta tendencia se compensa con una potente política pronatalista, una cohorte limitada limita el efecto sobre el crecimiento global de la población. Un ejemplo llamativo de este fenómeno es Rusia, donde el desplome demográfico de los años noventa tiene su eco en una pequeña cohorte de nacimientos en la década de 2020, a pesar de que las tasas de fecundidad se han recuperado en cierta medida (Shcherbakova, 2022). Esto se ve mitigado (por ahora) por la inmigración a gran escala procedente de Ucrania, y también de otros Estados postsoviéticos en una situación aún peor. Pero la inmigración tiene un límite, incluso en situaciones tan extremas.

En tercer lugar, a medida que la población envejece, aumentan las probabilidades de que se produzca un sacrificio maltusiano, ya que los ancianos son más vulnerables a las enfermedades, al frío y al calor, y al impacto de una pauperización repentina. Estas fuerzas, sin embargo, hacen poco para reducir la carga de cuidar a los ancianos, ya que las inversiones fijas en la infraestructura de atención deben, por lo general, mantenerse. Por lo tanto, el coste por persona del cuidado de los que siguen sobreviviendo aumenta.

La implicación general es que una vez que la tasa de reemplazo de la población R cae por debajo de 1, lo que corresponde a una tasa de fertilidad por mujer de menos de aproximadamente 2,1 en una estructura de edad equilibrada, entonces, aparte de la inmigración que es inherentemente una solución temporal, el coste/beneficio económico de tener hijos empeora inexorablemente con el tiempo. En la medida en que una sociedad rica necesite realmente ciudadanos con una educación especializada y costosa – y quizás no sea así – es difícil ver algún camino para invertir este equilibrio desfavorable. Podría lograrlo una reducción drástica del coste de los recursos, un milagro tecnológico o el éxito de las guerras de conquista, pero nada de esto parece muy probable.

La previsión de la ONU para Estados Unidos es que la actual tasa de fertilidad, ligeramente por debajo de 1,8, se mantendrá indefinidamente (Macrotrends, 2023). Si no hubiera inmigración y la estructura por edades estuviera equilibrada, esto correspondería a un valor R de aproximadamente 0,9, sin tener en cuenta que incluso en los países ricos algunos niños no llegan a adultos. A este ritmo, harían falta unas diez generaciones para reducir la población estadounidense en unos dos tercios. Pero no parece haber ninguna base firme para tal optimismo (relativo). Del mismo modo, algunas proyecciones demográficas a largo plazo sostienen que, incluso después de una grave despoblación durante muchos años, la población mundial podría estabilizarse (Wilmoth et al., 2023). Como señala Spears (2023), tampoco existe una base clara para ello. Ninguna sociedad con una fecundidad por debajo del nivel de reemplazo se ha recuperado todavía.

Lo que parece más probable es una situación en la que la carga que supone el cuidado de los mayores, con la austeridad, la desigualdad y el aumento de los costes de los recursos que someten a los presupuestos familiares a una presión cada vez mayor, siga degradando la fertilidad de los jóvenes. Es probable que los intentos de extender el control sobre los recursos, por la fuerza o mediante el fraude, para hacer más llevadera la carga, sean rechazados por las poblaciones robustas y más jóvenes de las regiones que siguen siendo ricas en recursos. La gran desigualdad de ingresos y los elevados presupuestos de defensa agravan la situación. Incluso cuando los ancianos pasen a mejor vida, los sistemas establecidos para su mantenimiento, incluida la asistencia sanitaria avanzada y especializada, seguirán exigiendo y absorbiendo recursos. A medida que los recursos básicos sigan agotándose, su coste unitario seguirá aumentando. La reducción, el desguace y el abandono de las instalaciones innecesarias, junto con la reducción de los sectores financiero y militar depredadores, son requisitos previos para la renovación. Pero éstos no se consiguen fácilmente ni sin dolor.

En resumen, el desarrollo de una gran estructura de costes fijos y seguros sociales -el mayor logro del Estado del bienestar del siglo XX-, combinado más recientemente con las cotizaciones obligatorias a pensiones de aportación definida, los planes de ahorro a largo plazo protegidos de impuestos, el aumento de los costes de los recursos y de la sanidad, la austeridad inducida por las políticas, el militarismo y una estructura de ingresos sobrecargada, ha obligado a la gran masa de jóvenes de los países más ricos a hacer economías donde pueden. La mayor economía a su alcance, dadas las circunstancias, está en el ámbito privado de la reproducción humana. Muchos han tomado el camino que quedaba abierto. Nadie puede culparles, ya que ellos no tomaron las decisiones que fijaron las condiciones de esta elección.

Pero una sociedad – o una especie – en esta situación parece estar en vías de autoextinción. No inmediatamente, desde luego, pero sí a lo largo de varios siglos, con la posibilidad de una grave crisis una vez que la situación supere las circunstancias que podemos imaginar actualmente. Este zapato parece encajar en prácticamente todas las sociedades ricas y casi ricas del mundo moderno, especialmente Japón, Europa, China, Brasil y Rusia, junto con Estados Unidos.

Y cuando los países pobres finalmente se «desarrollen», ¿qué les impedirá seguir el mismo camino?

Referencias. 

 Adam, D.,A Guide to R – the pandemic’s misunderstood metric Nature, 03 July 2020.; Nature, 03 July 2020. 

 Becker, G., An Economic Analysis of Fertility. Demographic and Economic Change in Developed Countries, 11:209–231. 1960

— A Treatise on the Family. Harvard University Press. 1981.

— Fertility and the Economy. Journal of Population Economics, 5:185–201. 1992.

Bricker, D. and Ibbitson, J., Empty Planet – The Shock of Global Population Decline. Crown. 2019.

Burger, J. R., Malthus on Population. Springer. 2021.

Delamater, P. L. et al., Complexity of the Basic Reproduction Number (R0). Emerging Infectious Diseases vol. 25,1 (2019): 1-4. doi:10.3201/eid2501.171901. 2019.

Doepke, M. et al., The New Economics of Fertility. International Monetary Fund. 2022.

Galbraith, J.K., The Affluent Society. Cambridge: Houghton-Mifflin Co. 1958.

Keynes, J.M., The Economic Consequences of the Peace. London: MacMillan, 1919.

Mackinnon, A., What Actually Happens When a Country Bans Abortion. Foreign Policy. 2019.

Macrotrends, US Fertility Rate, 1950-2023, Accessed September 29, 2023.

Malthus, T. R., An Essay on the Principle of Population. 1798

Meadows, D. H., Meadows, D. L., Randers, J., Behrens, W. W., Limits to Growth.1972. Dartmouth College Library Digital Production Unit.

Shcherbakova, E M., Population Dynamics in Russia in the Context of Global Trends. Studies on Russian Economic Development, vol. 33,4 (2022): 409-421. doi:10.1134/S1075700722040098

Solow, R. M., A Contribution to the Theory of Economic Growth. The Quarterly Journal of Economics, Vol. 70, No. 1 (Feb., 1956), pp. 65-94.

The MIT Press.1956.

Spears, D., The World’s Population May Peak in Your Lifetime. What Happens Next? The New York Times. 2023. September 18.

Tertilt, M. et al., A New Era in the Economics of Fertility. VoxEU. 2022.

United Nations, Department of Economic and Social affairs. World Fertility and Family Planning, 2020: Highlights. 2020.

James K. Galbraith es Lloyd M. Bentsen, jr. de Relaciones Gobierno/Empresa en la Escuela Lyndon B. Johnson de Asuntos Públicos de la Universidad de Texas en Austin. Es Doctor en Economía por Yale. Agradece a Deepshikha Arora su ayuda en la investigación de este artículo.

Fuente: https://sinpermiso.info/textos/acabaran-la-austeridad-y-la-precariedad-con-la-especie-humana

sábado, 16 de marzo de 2024

_- Cuáles son los 7 pasos del "viaje del héroe" y cómo pueden ayudarte a vivir con más plenitud

Un hombre con capa de héroe sube unas escaleras


_- Es una estrategia sencilla con la que, según los expertos, puedes encontrarle más significado a tu vida.


Se trata de una narrativa llamada “viaje del héroe” (también conocida como “monomito”) que está presente en famosas películas como Harry Potter, Star Wars o Batman pero que, de acuerdo con diversos investigadores, no solo funciona para relatos cinematográficos o cómics de superhéroes.

De acuerdo con una investigación recientemente publicada por la Asociación Estadounidense de Psicología, cuando las personas comienzan a ver sus vidas cotidianas como “búsquedas heroicas” reportan menos depresión y pueden afrontar mejor los desafíos.

El objetivo es transformar la manera en que ves tu propia historia. Creerte el protagonista que puede salir victorioso de una crisis decisiva y regresar con la lección aprendida.

“Es tan poderoso que podemos decirle a la gente, de una manera muy específica, cómo pensar en su vida. Así, se les ocurren mejores mecanismos para afrontar los problemas y los efectos son enormes”, le explica a BBC Mundo Kurt Gray, uno de los líderes de la investigación y profesor de psicología social en la Universidad de Carolina del Norte.

¿Cuáles son los pasos?

Primero, un poco de contexto.

La estructura narrativa del “viaje del héroe” no es nueva.

Fue identificada por primera vez en la década de 1940 por Joseph Campbell, un escritor estadounidense que se dedicó a investigar la mitología y la religión comparada.
Joseph Campbell

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Joseph Campbell

Joseph Campbell escribió la obra “El héroe de las mil caras”.

Campbell, influenciado por el psicoanalista Carl Jung, discípulo de Sigmund Freud, escribió la obra “El héroe de las mil caras” en el que sugirió que los seres humanos estamos programados para darle sentido al mundo que nos rodea buscando una narrativa satisfactoria.

Sus estudios fueron aplicados por una amplia variedad de teóricos y siguen siendo utilizados hasta el día de hoy por distintos expertos.

El autor presentó 17 elementos del “viaje del héroe” que luego Gray junto a Benjamin Rogers, profesor asistente en la Escuela de Administración Carroll del Boston College, y otros académicos involucrados en la investigación, resumieron y condensaron en 7 para su investigación titulada: “Ver tu historia como el ‘viaje de un héroe’ aumenta el significado de la vida”.

1. Un protagonista principal (que eres tú)

2. Un cambio de circunstancia (algo sucede en tu vida, por ejemplo, emprender una aventura que no resulta como esperabas)

3. Una búsqueda de la solución (trata de encontrar respuestas… ¿cómo puedes salir de la crisis?)

4. Los aliados que lo apoyan (pueden ser tus amigos, familiares o cualquiera que esté de tu lado)

5. Un desafío (algo que te propongas hacer)

6. Una transformación personal (lo que aprendes para lograr el desafío)

7. Y un legado como resultado final (es decir, el aporte de tus decisiones para tu entorno)

Más prosperidad y menos depresión

A través de cuatro estudios separados, los investigadores recopilaron las historias de vida de más de 1.200 personas en Estados Unidos.

Luego, examinaron sus historias en búsqueda de los 7 elementos del “viaje del héroe”.

“Descubrimos que las personas que tenían más elementos en sus historias de vida reportaron más significado en la vida, más prosperidad y menos depresión”, señalan los investigadores en la revista Scientific American.
Mujer sonriendo

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Mujer sonriendo 

Las personas "heroicas" tienen metas más sólidas.

“Estas personas ‘heroicas’ informaron de un sentido de sí mismos más claro que otros participantes, así como de más aventuras nuevas, metas sólidas, buenos amigos, etc.”, agregan.

Más tarde, los académicos desarrollaron una intervención de “restauración” en la que impulsaron a las personas a volver a contar su historia, esta vez con los elementos del “viaje de un héroe”.

“Confirmamos que esta intervención restauradora funcionó: ayudó a las personas a ver su vida como el viaje de un héroe, lo que a su vez hizo que esa vida pareciera más significativa”.

“Los destinatarios de la intervención también informaron de un mayor bienestar y se volvieron más resilientes frente a los desafíos personales”, indica el estudio.

No es un “mundo de fantasía” 

En conversación con BBC Mundo, el académico Kurt Gray explica que, con esta técnica, no le están diciendo a la gente que “se engañe o que se imagine que es Harry Potter”.

“No le estamos diciendo que se imagine que está en un mundo de fantasía. Lo que estamos diciendo es que vea los eventos de su vida de otra manera”, indica.

El investigador da un ejemplo sencillo: “imagina que estás despierto en la noche porque tus niños lloran. Puedes pensar que eso no tiene ningún sentido o puedes decir: ‘mi historia es la de un padre o madre que está intentando que mi hijo sea una mejor persona, estoy formando una familia y ése es el objetivo final”.

“Es algo así como remodelar o restaurar tu vida”, añade.

Con esta estructura en la cabeza, dicen los expertos, es más fácil mantenerte motivado y “desafiarte a ti mismo”.

Y aunque quizás nunca llegarás a ser un héroe de verdad, sí puedes contribuir a mejorar tu historia y de quienes te rodean.

¿Te animas, entonces, a aplicar el “viaje del héroe” para el 2024?

Cuándo caminar se volvió un pasatiempo para los británicos y dejó de ser una actividad de pobres, criminales y vagabundos

Personas en un puente de Londres

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Mejor agarrarse bien el sombrero si la caminata incluye cruzar un puente sobre el Támesis un día ventoso


 Salir a caminar siempre es una buena idea. Quizás, si eres afortunado, podría ser una caminata por acantilados irregulares o por una playa, junto con tu familia.

Muchos de nosotros, sin embargo, tenemos que caminar por las aceras de pueblos y ciudades de Reino Unido en nuestros paseos después del almuerzo.

Como investigadora especializada en pedestrianismo, me fascina la cultura cambiante de cómo, dónde y por qué caminamos. Esto incluye la etiqueta tácita que ha perdurado a través de los siglos y ha cambiado para reflejar las preocupaciones culturales de la época.

Puede que te sorprenda saber que “salir a caminar” no era realmente una actividad en sí hasta finales del siglo XVIII.

Puede que el término "pedestrianismo" tenga raíces latinas, pero en el siglo XIX su primera asociación habría sido deportiva. El “pedestrianismo profesional” o la “marcha atlética” era ferozmente competitiva en la década de 1850.

Los torneos en Estados Unidos se llevaban a cabo durante seis días, y los participantes caminaban el equivalente a 725 km, hacían siestas en tiendas de campaña junto a la pista y bebían champán en el camino.

La estricta “regla del talón a la punta”, que aún está vigente, establece que “la pierna que avanza debe estar estirada desde el momento del primer contacto con el suelo”.

Solo por necesidad
La caminata como actividad de ocio surgió alrededor de la década de 1780. Hasta ese momento, caminar había sido un acto de necesidad, asociado con la pobreza, la vagancia e incluso con intenciones criminales.

Charles Dickens

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Charles Dickens contribuyó a que el caminar se pusiera de moda. 

 Muchas personas vivirían y morirían sin haber visto más allá de unos pocos kilómetros cuadrados de paisaje urbano sombrío y sólo un poco más para los que se encontraban en el campo.

Junto con los “poetas del lago” a principios de siglo -que incluían a William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge – , caminantes famosos como Charles Dickens hicieron que el pasatiempo de caminar se pusiera de moda.

Calles sucias y podridas
Se ha escrito mucho sobre el celo religioso con el que Dickens realizaba su “trabajo andante” diario.

Recorría un promedio de 19 km por día y a un ritmo notable de más de 6 km por hora, suficiente para que otros "se hicieran a un lado mientras el gran escritor, que siempre parecía estar caminando en contra del pensamiento, avanzaba".

Caminar era un engranaje esencial en el proceso creativo de Dickens: un momento para absorber, casi por ósmosis, la idiosincrasia de las calles.

Desde incursiones en los barrios marginales de Londres hasta marchas nocturnas impulsadas por el insomnio, sus encuentros proporcionaron la brillantez excéntrica de sus personajes: las instantáneas callejeras retenidas “en orden regular en diferentes estantes de mi cerebro, listas con sus etiquetas para ser mostradas cuando yo las quiero".

Calles de Londres FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

En las calles y personajes de la ciudad, Dickens encontraba su inspiración.

En el siglo XIX, cuando las aceras estaban en su infancia, caminar era una experiencia completamente diferente. Se estima que 300.000 caballos recorrían las calles de Londres, depositando más de 1.000 toneladas de estiércol al día.

También se vertían cosas peores en las alcantarillas plagadas de ratas de los barrios marginales: se cree que la palabra "loo" (baño, en inglés) deriva de "gardyloo", del francés "regardez l'eau" (cuidado con el agua), que se gritaba anunciando el vaciado de un orinal desde un piso superior.

El lamentable estado de las calles de la ciudad creó una demanda de todo tipo de trabajadores, incluidos los llamados “buscadores puros” que recogían caca de perro y la vendían a granel a las curtidurías locales (lugares donde se procesaban las pieles de cuero).

Ésta era sólo una de las ocupaciones poco atractivas a las que el historiador Henry Mayhew se refería como “limpiadores de calles”: un grupo variopinto de barrenderos y demás personajes que se ganaban la vida con los desechos callejeros.

Afortunadamente, la reforma social y la planificación urbana han avanzado dramáticamente y ahora realizar una caminata urbana es una experiencia mucho más placentera.

Pedestrianismo profesional
Si bien las veredas han cambiado, muchos de los códigos de conducta que rigen la etiqueta de los peatones victorianos siguen siendo relevantes en la actualidad.

Personas caminando en la rivera del Támesis FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES Pie de foto,

Muchos de los códigos victorianos para caminar por la calle siguen vigentes.

En 1780, un artículo escondido discretamente entre las noticias y los anuncios de la popular Revista de Londres describía "Reglas de comportamiento, de uso general, aunque muy ignoradas en esta populosa ciudad".

Entre sus 12 puntos, se aconseja a los peatones “tener cuidado de mirar fijamente a los rostros de los que pasan […] porque una mirada autoritaria da la apariencia de un matón, y una entrometida, la de un alguacil”.

Entonces, mientras caminas, haz lo que hizo Dickens y evita dar estos pasos en falso:

Silbidos o tarareos desconsiderados
Caminar con alguien del brazo
Quedarse conversando
Obstaculizar a todos los que están detrás con un “paso lento”
Si bien las reglas implícitas pueden cambiar con el tiempo (usuarios de teléfonos distraídos, los estoy mirando), hay mucho sobre las aceras que conservan su decoro victoriano.

Son un lugar de multiplicidad y variedad, cultura y comercio: una franja de tierra para celebrar durante todo el año.

*Lauren Colley es doctora en Literatura Inglesa, Universidad de Notthingham, Reino Unido.

viernes, 15 de marzo de 2024

Recuérdame DAVID HARKINS

Puedes llorar porque se ha ido, o puedes
sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos
y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;
tu corazón puede estar vacío
porque no la puedes ver,
o puede estar lleno del amor
que compartisteis.

Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el
vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a ella le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

Reseña de Naufragio de un profeta. Heidegger hoy (Laetoli, 2022), de François Rastier, traducción de Elena del Amo.

A la oscurísima luz de los Cuadernos negros.


Fuentes: Rebelión [Imagen: François Rastier mostrando una doble página de los Cuadernos negros de Heidegger. Créditos: Espai Marx]


Cuatro pinceladas sobre un ensayo (muy francés) que exige concentración y merece lectura, estudio y apuntes, ensayo que toma pie en la edición reciente de los Cuadernos Negros heideggerianos. En su nota a la edición española observa Rastier: “Es para mí un honor y un placer ver publicado en español este libro que tal vez fue el primero que reconsideró en Francia la obra de Heidegger [9 millones de menciones en sitio web académico según Rastier] a la oscura luz de los primeros Cuadernos Negros.”


Conviene recordar también su advertencia: “Después de miles libros dedicados a Heidegger, no me ocuparé de introducir una vez más su pensamiento, siquiera sea en forma divulgativa. Por otro lado, sería prematuro, pues sus archivos permanecen inaccesibles a los investigadores y la publicación de sus obras se halla inacabada y se lleva a cabo, además, sin garantías filológicas, pues los editores han suprimido frases bochornosas, propuesto fechas dudosas e incluso engañosas, y mantenido un orden de edición errático, con una lentitud calculada, en una publicación póstuma prolongada ya durante cuatro décadas” [los énfasis son míos].

Dedicado a la memoria de Primo Levi, Naufragio de un profeta es un libro que no debe pasar desapercibido a cualquier lector interesado sobre las vinculaciones de Heidegger con el nazismo. En el siguiente sentido: la filosofía de Heidegger, para algunos el más importante filósofo del siglo XX, el Maestro por antonomasia, ¿es independiente del compromiso político con el nacional-socialismo del autor de Sein und Zeit? La respuesta de François Rastier es negativa. “Desde un artículo de Herbert Marcuse en 1934, el carácter nazi de la filosofía heideggeriana ha sido objeto de numerosos análisis tan penetrantes como intempestivos en los que se han querido ver “affaires” heideggerianos. Con la publicación de los Cuadernos negros, en los que Heidegger llevó un diario de pensamiento entre 1930 y 1970, los análisis vilipendiados comienzan a recibir del propio Maestro confirmaciones póstumas pero irrefutables que crean confusión entre sus discípulos”. (27)

Su perspectiva y sus referentes: “Jamás he podido leer a Heidegger y a sus apologistas sin un malestar que no tiene nada de existencial mientras tantos otros autores ilustres se encomendaban a él, desde Sartre hasta Bernard-Henri Lévy, desde Foucault hasta Derrida, desde Jean-Luc Marion hasta Finkielkraut. Si para estudiar el lenguaje heideggeriano pude contraer una deuda con Adorno, Bourdeau o Meschonnic, el libro capital de Emmanuel Faye [Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía] y más tarde su apoyo personal me estimularon a leer con independencia para articular mi análisis.” (12)

Un apunte sobre el autor, poco conocido en nuestro país: “François Rastier (Toulouse, 1945) es lingüista, director de investigaciones en el CNRS. Discípulo de A-J. Greimas, es especialista en semántica de la interpretación y su proyecto intelectual se sitúa en una semiótica de las culturas. Entre sus libros traducidos al castellano: Semántica interpretativa (2005), Ulises en Auschwitz. Primo Levi, el sobreviviente (2016), La creación artística (2017). Laetoli ha anunciado la publicación de Heidegger, mesías antisemita. Lo que revelan los Cuadernos Negros.

Tres comentarios para incitar a la lectura:

1. A medida que los escritos publicados, señala Rastier, poco a poco aclaran su carácter radicalmente nazi y antisemita (el autor enfatiza sobre todo esta arista del pensamiento heideggeriano), “las dudas se despejan sin perturbar todavía a una candidez casi universal, pero lo bastante claramente como para penetrar en los grandes medios de comunicación, donde se topan con otras cuestiones de actualidad como el auge de la extrema derecha, los radicalismos y el resurgimiento sangriento del antisemitismo” (19).

2. Heidegger, señala Rastier, continúa siendo celebrado como un profundo pensador de la técnica y abundan las referencias elogiosas en la filosofía más reciente. “¿Pero pensar es condenar absteniéndose de toda distancia crítica? Formado en una época en la que la filosofía académica temía ser desposeída de sus objetos por las ciencias, Heidegger vuelve a las tradiciones escolásticas de la historia del Ser y de la diferencia ontológica, pero para hacer el vacío en el proyecto anti-humanista de eliminar la ética y la antropología filosófica, pero también las ciencias sociales, con la diversidad de culturas y lenguas (el alemán basta para decir y pensar todo)…” (24)

3. Rastier no reduce al antisemitismo el alcance de los Cuadernos negros (como hacen las obras de Di Cesare y de Trawny). Las confirmaciones que aportan los Cuadernos negros para el autor, “no se refieren solo a los temas antisemitas, sino también a la relación de la filosofía heideggeriana con el nazismo, elogiado por su barbarie: “El nacionalsocialismo es un principio bárbaro. Eso es lo esencial y su grandeza potencial”. Solamente la filosofía (la de Heidegger) permite evitar una posible desviación. “El nacionalsocialismo no puede ser jamás el principio de una filosofía, pero siempre debe ser situado bajo la filosofía en calidad de principio”.” (146).

Para futuras reediciones: convendría incluir un índice nominal y aligerar el decir, excesivamente alambicado, del autor en determinados pasajes (asunto que, por supuesto, no depende de Laetoli).

Por razones de desconocimiento, casi incomunicación, de áreas lingüísticas próximas, no hay en la bibliografía del ensayo referencia alguna a dos importantes estudios sobre Heidegger en castellano: el de Manuel Sacristán de 1959 (reeditado en Crítica, 1995) y el reciente Nicolás González Varela (en Montesinos).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.