domingo, 20 de abril de 2025

¿Cuál es el cociente intelectual de Elon Musk?

Por Amanda Hess

Esta cuestionable medida de la inteligencia se está utilizando libremente en el discurso para justificar el poder de Silicon Valley y crear un nuevo sistema de clasificación humana.

Durante meses, un juego de adivinanzas en internet ha girado en torno a la cuestión de dónde se sitúa la inteligencia de Elon Musk en la curva de la campana. El presidente Donald Trump ha calificado a Musk de “individuo con un coeficiente intelectual seriamente alto”. El que fuera biógrafo de Musk, Seth Abramson, escribió en X que él “situaría su CI entre 100 y 110”, y dijo que no había “ninguna prueba en su biografía de que fuera superior”. El comentarista económico Noah Smith estimó el cociente intelectual de Musk en más de 130, una cifra deducida a partir de su calificación en el SAT. Una captura de pantalla que circula muestra que Fox News ha fijado la cifra en 155, citando a Sociosite, un sitio web basura. El encuestador Nate Silver supuso que Musk es “probablemente incluso un ‘genio’”, y teorizó que puede que no siempre lo parezca porque, como dijo en X, “los cocientes intelectuales altos sirven como multiplicador de fuerza tanto para los rasgos positivos como para los negativos”. Cuando especulamos sobre el CI de Musk, ¿de qué estamos hablando realmente?

No de su puntuación en un test de inteligencia; si alguna vez se ha sometido a un test de este tipo, sus resultados no se han hecho públicos. Su “cociente intelectual” se extrapola a partir de su éxito, su riqueza, su biografía y su presentación personal. Asignarle una cifra elevada sirve para explicar su vertiginoso ascenso en la industria tecnológica y, ahora, en el gobierno. Ese razonamiento da vueltas y vueltas. Tiene dinero y poder, por lo que debe ser inteligente; tiene mucho dinero y poder, por lo que debe ser muy inteligente.

Cuando Trump posó con Musk ante la Casa Blanca en marzo, con un concesionario improvisado de Tesla montado en el césped, el presidente imploró a los estadounidenses que compraran los coches y aseguró la relación entre la inteligencia de Musk y su éxito. “Tenemos que cuidar de nuestra gente con alto cociente intelectual”, dijo, “porque no tenemos demasiados”.

Durante más de un siglo, los psicólogos han debatido hasta qué punto un test de CI es capaz de medir el intelecto inherente de una persona (y si tal cosa existe siquiera). Ahora, el “CI” se ha desvinculado del propio test y se utiliza en el discurso para dar un brillo científico a la consolidación de una nueva élite política.

El “CI” es el término elegido por quien no solo se cree listo, sino que se cree más listo que los demás. Los estadounidenses llevan mucho tiempo obsesionados con el CI y las clasificaciones humanas que facilita, pero rara vez se manifiesta esa fijación de forma tan clara, tan incesante y a niveles tan altos. Para algunas de nuestras personas más poderosas, el CI ha llegado a ser la medida totalizadora de una persona, y una justificación del poder que reclaman.

Trump ha pasado gran parte de su segundo mandato clasificando a los seres humanos en “individuos de bajo CI” (Kamala Harris, el diputado Al Green) e “individuos de alto CI” (los impulsores de las criptomonedas, Musk, el hijo de 4 años de Musk).

Pero la fascinación del público por el CI es más amplia. (Robert F. Kennedy Jr. se ha opuesto a la fluoración del agua del grifo, alegando que provoca una disminución del cociente intelectual). El Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk busca aspirantes con un “CI superalto”. El vicepresidente JD Vance ha insultado al ex diplomático británico Rory Stewart en X, escribiendo que “tiene un CI de 110 y cree que tiene un CI de 130”. En febrero, un alto funcionario del gobierno de Trump pidió a los empleados de la Oficina del Programa CHIPS que facilitaran sus puntuaciones del SAT o su CI.

El interés por exprimir el cociente intelectual mediante entrenamiento y suplementos tiende un puente entre la manosfera y el internet para padres. Andrew Tate, un autoproclamado “misógino” e ídolo de la masculinidad en línea que se enfrenta a cargos de tráfico de personas en el Reino Unido y Rumanía, afirma tener un CI superior a 140 y predica en un pódcast sobre cómo “recablear tu cerebro para un éxito implacable”. Nucleus, una start-up de pruebas genéticas respaldada por el cofundador de Reddit Alexis Ohanian y el capitalista de riesgo Peter Thiel, causó revuelo el año pasado con una prueba que supuestamente calcula una “puntuación de inteligencia basada en tu ADN”. Como señaló recientemente el escritor Max Read, algunos usuarios de X han empezado a preguntarse, aparentemente en serio, cómo experimentan el mundo las personas con “bajo coeficiente intelectual”, como si fueran fundamentalmente menos humanas.

Tales fijaciones son una larga tradición estadounidense, y están volviendo a alcanzar su punto álgido ahora en un momento clave de la historia: en la consumación entre el capitalismo de Silicon Valley y el poder político de derecha.

Un sistema de clasificación humana
Las pruebas de inteligencia no surgirían hasta el siglo XX, y la abreviatura “CI” en 1922, pero una primera métrica de la inteligencia fue establecida por Francis Galton en su libro de 1869, Hereditary Genius. Galton, primo de Charles Darwin, fue uno de los principales defensores del darwinismo social, un esfuerzo pseudocientífico por organizar la sociedad humana en torno a la promoción de la “supervivencia del más apto”.

Galton fundó tanto la ideología de la eugenesia como el campo de la psicometría, es decir, la aplicación de medidas objetivas al estudio de la psicología humana. En su libro, intentó realizar un análisis estadístico de la inteligencia humana y argumentó que era un rasgo hereditario. Dijo que los hombres “naturalmente capaces” son casi idénticos a quienes “alcanzan la eminencia”, y trazó densas conexiones genéticas entre varios jueces, estadistas y artistas ingleses ilustres. El nepotismo se convirtió en prueba de superioridad inherente.

Luego llegó el test de inteligencia, que formalizó la naturaleza científica de la investigación, o al menos su sensación científica. En 1905, el psicólogo francés Alfred Binet, junto con el psiquiatra Théodore Simon, desarrolló la primera escala de inteligencia para identificar a los escolares que necesitaban una instrucción correctiva. En 1916, el eugenista estadounidense Lewis Terman adaptó el test para crear la escala Stanford-Binet, que lleva el nombre de la universidad que lo empleó.

Los tests iniciales de Terman, organizados por edades, tenían sesgos culturales manifiestos: a los niños de 7 años se les pedía que describieran una ilustración de una niña neerlandesa llorando con zapatos de madera; a los niños de 14 años se les pedía que enumeraran tres diferencias entre un presidente y un rey; a los adultos se les pedía que interpretaran las lecciones implícitas de las fábulas. Aunque el “CI” sugiere que la inteligencia humana es una cualidad genética singular y fija, como la estatura, lo que el test determina con mayor fiabilidad es el rendimiento de una persona en un test de inteligencia.

Los resultados “siempre han producido una especie de fotografía de la estructura de clases existente, en la que los grupos económicos y étnicos mejor situados resultan ser más inteligentes y los peor situados, menos”, escribe el periodista Nicholas Lemann. La versión actual del test pretende medir el razonamiento fluido, el razonamiento cuantitativo, el procesamiento visual-espacial, la memoria de trabajo y el conocimiento acumulado, quizá no por casualidad, las mismas formas de inteligencia que se valoran en la industria tecnológica.

En su historia de 2023 Palo Alto, Malcolm Harris escribe sobre Stanford como una institución construida sobre el pensamiento eugenésico. Antes de que Leland Stanford fundara la Universidad de Stanford, estableció lo que denominó el “Sistema de Palo Alto” para clasificar, entrenar y criar caballos de carreras superiores a un intenso ritmo de producción, un sistema que a veces provocaba la rotura de los tendones de los potros más débiles, pero que tenía la ventaja de eliminar a los caballos inferiores antes de invertir demasiado en su desarrollo. Una vez que Stanford aplicó este sistema de castigo a los logros humanos, sembró en Silicon Valley —y en los Estados Unidos a los que fue dando forma— una obsesión de un siglo de duración por la puntuación de la inteligencia.

El test de Binet-Simon tenía un objetivo integrador: los niños discapacitados de Francia corrían el riesgo de ser trasladados a centros psiquiátricos; al clasificar a todos los alumnos en la misma escala de inteligencia, se podía mantener a esos niños en las escuelas y recomendarles una educación adaptativa.

Pero la escala Stanford-Binet se generalizó en un test de inteligencia que podía utilizarse para medir y clasificar a todos los seres humanos, y asignarles una puntuación relativa a una norma de 100. Pronto Terman inscribió a su propio hijo Frederick en un estudio sobre niños “genios” y vendió sus hallazgos al ejército estadounidense.

Fue Estados Unidos el pionero en el uso del CI con fines punitivos, utilizando las puntuaciones bajas para denegar la entrada en el país a determinados inmigrantes, esterilizar por la fuerza a personas discapacitadas y empujar a soldados de bajo rango a la línea de fuego mientras se elevaba a puestos de oficiales a los que obtenían puntuaciones altas.

Aunque los crímenes de la Alemania nazi comprometieron la popularidad mundial de la eugenesia y fomentaron la desautorización de la palabra, las victorias británica y estadounidense en la II Guerra Mundial también sirvieron para refrendar el uso de los tests de inteligencia en la organización de la guerra y, de forma más general, en la identificación de las élites.

En 1958, el sociólogo británico Michael Young utilizó el término “meritocracia” para describir una sociedad emergente organizada en torno al “mérito” como nueva justificación del poder jerárquico, que definió como una combinación de puntuaciones de CI y esfuerzo. Su obra satírica, The Rise of the Meritocracy, fue escrita desde la perspectiva de un futuro sociólogo (también llamado Michael Young) que deseaba preservar la meritocracia frente a sus críticos.

Pero el verdadero Young era más escéptico. “Si la cultura general animara a los ricos y poderosos a creer que merecen plenamente todo lo que tienen, qué arrogantes podrían llegar a ser”, escribió, “qué despiadados a la hora de perseguir su propio beneficio”.

Young sugirió que la idea meritocrática era tentadora para los padres a quienes se les habían negado los placeres del éxito, pero que, sin embargo, podían invertir en la posibilidad de que sus hijos, o los hijos de sus hijos, fueran juzgados lo bastante inteligentes y trabajadores como para reclamarlos. Cuanto más frustrados estaban con los resultados de sus propias vidas, más maníacos se volvían por asegurar las oportunidades de sus hijos.

Cuando la inteligencia es una mercancía
Veo ecos de las ideas de Young en el internet para padres, que se apodera de su entusiasmo por los suplementos que supuestamente fortalecen el cerebro y los consejos granulares para el desarrollo infantil. En cuanto di a luz a mi primer hijo, me inundaron las redes sociales con consejos para padres y marcas de juguetes inspirados en Montessori. Puntuaban sus argumentos de venta con emoticones de cerebritos rosas, como si quisieran sugerir que sus productos podían infundirse en el mismo órgano.

Los videos de Baby Einstein de la década de 1990, en los que las marionetas y los juguetes se ambientaban con música clásica, parecen totalmente descerebrados en comparación. Es concebible que cualquier actividad de la vida —destete, alimentación, masaje— pueda aprovecharse ahora para optimizar el cerebro de los niños pequeños, asegurando a los padres inteligentes que, con suficiente esfuerzo, sus hijos pueden convertirse en pequeños genios.

Young describió a los padres de mediados de siglo que intentaban evitar la “movilidad descendente” obsesionándose con amplificar el cociente intelectual de sus hijos. Tiene sentido que los milénials —una generación estadounidense para la que la movilidad económica descendente es probable— se adhieran al proyecto con especial celo.

Mientras los padres se afanan por acaparar los últimos restos de ventaja meritocrática, el propio discurso en torno a la inteligencia se está adaptando a los juegos de poder bruto de la élite de Silicon Valley. La nueva y burlona invocación del CI anuncia, quizás, que la meritocracia ha llegado a un punto de ruptura. El esfuerzo sincero y directo está fuera de lugar. También lo está el test de CI. El número de una puntuación de CI imaginaria no se refiere a nada, pero es un indicador adecuado de la confluencia del poder político y tecnológico, el lugar donde la postura política se encuentra con la producción capitalista.

Trump hizo eco del Sistema de Palo Alto (y de los programas eugenésicos que engendró) en un mitin de victoria en enero, en el que declaró que el hijo de 4 años de Musk es muy inteligente, no porque tenga una visión particular del desarrollo infantil temprano, sino porque sabe quién es el padre del niño. “Si creen en la teoría del caballo de carreras, él tiene un hijo simpático e inteligente”, dijo Trump.

Al mismo tiempo, el resurgimiento del insulto “retrasado” sirve de contundente apoyo a la obsesión por los genios. El término fue en su día un diagnóstico médico extraído de las escalas de inteligencia, antes de transformarse en peyorativo y convertirse finalmente en algo inaceptable en los años ochenta. Pero ahora puede oírse de nuevo en el discurso de ciertos capitalistas de riesgo, agentes políticos, conductores de pódcast y comediantes por igual. En su uso actual, el insulto se burla de las personas discapacitadas, marca a los oponentes políticos como intrínsecamente inferiores y señala el ascenso de una nueva élite a la que no se aplican las antiguas normas de urbanidad.

Hay una sensación de totalidad en el CI, el número que determina todos los demás. Su particular destilación de la inteligencia —un conjunto de capacidades de procesamiento, memoria y alfabetización— solo ha adquirido mayor relevancia a medida que el capitalismo estadounidense se ha transformado en una economía de la información, en la que la producción se centra cada vez más en la manipulación de códigos y datos en lugar de palancas y arados.

También halaga al oligarca de la tecnología, quien ahora se encuentra en una posición de gran influencia política. Sin embargo, no se contenta con reclamar simplemente el estatus de nerd enclenque. Un CI alto funciona como un sistema de clasificación humana de uso general, que implica invencibilidad, prosperidad y virilidad. Figuras como Musk, Thiel y Sam Altman han invertido en empresas de biotecnología y gambitos de longevidad que pretenden convertir el conocimiento en formas físicas sobrehumanas, convirtiendo a los hombres inteligentes en hombres fortachones y produciendo herederos genéticamente optimizados.

Resulta apropiado que el producto que Silicon Valley pretende vender ahora por encima de todos los demás se llame inteligencia artificial: una visión del intelecto refinado en pura mercancía, que puede privatizarse y venderse.

Los promotores de la IA están ansiosos por anunciar el momento (inminente, nos aseguran) en que la inteligencia artificial igualará o superará las capacidades humanas. Todo este concurso de élite para medir la inteligencia prepara el terreno para que el líder tecnológico de “alto cociente intelectual” se haga con la propiedad del concepto de inteligencia en sí mismo y, en última instancia, someta a todas las personas a su control. Como Musk publicó recientemente en X, la plataforma de la que es propietario: “Cada vez parece más que la humanidad es un cargador de arranque biológico para la superinteligencia digital”.


sábado, 19 de abril de 2025

_- Qué es la colina, el nutriente que es vital para nuestro cerebro (y en qué alimentos se encuentra)

Ilustración de un cerebro y un huevo


_- Este compuesto se ha relacionado con un mejor rendimiento cognitivo y una reducción de la ansiedad, pero ¿consumes suficiente? 

 Puede que no hayas oído hablar de la colina, pero los estudios demuestran que es crucial para nuestra salud en diversas etapas de la vida.

La colina no es una vitamina ni un mineral; es un compuesto orgánico vital para el funcionamiento saludable del sistema nervioso humano.

Ahora hay evidencia emergente de que consumir más colina puede tener una amplia gama de efectos poderosos, desde mejorar el rendimiento cognitivo hasta proteger contra trastornos del desarrollo neurológico, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y la dislexia.

Este nutriente también parece desempeñar un papel importante en el desarrollo neurológico humano. De acuerdo a un estudio, los bebés cuyas madres tomaron suplementos de colina durante el embarazo dieron a luz a niños con mayor velocidad de procesamiento de la información, un indicador de un funcionamiento cognitivo saludable.

Los científicos afirman que la colina es un nutriente maravilloso, pero que se ha pasado por alto en gran medida. ¿De dónde proviene la colina? ¿Consumes suficiente?

Un nutriente crucial

Cada célula de nuestro cuerpo contiene colina, afirma Xinyin Jiang, profesora de ciencias de la salud y la nutrición en el Brooklyn College de Nueva York, EE. UU.

La colina es un nutriente esencial, lo que significa que la necesitamos para nuestra salud, pero nuestro cuerpo no produce suficiente por sí solo. En cambio, necesitamos obtener parte de ella a través de la dieta.

En ese sentido la colina es similar a los ácidos grasos omega 3, aunque en realidad está estrechamente relacionada con las vitaminas del complejo B, afirma Emma Derbyshire, fundadora y directora ejecutiva de la consultora Nutritional Insight.

La colina se encuentra principalmente en alimentos de origen animal, como la carne de res, los huevos, el pescado, el pollo y la leche, pero también en los cacahuetes o maníes, habas rojas, champiñones y verduras crucíferas (que incluyen todos los tipos de coles, repollos y rábanos) como el brócoli, la coliflor y el nabo; aunque los alimentos de origen animal tienden a contener más colina que los vegetales.

Necesitamos colina para numerosas funciones corporales, incluida la función hepática. No tener suficiente puede causar diversos problemas.

"La colina ayuda a transportar la grasa fuera del hígado, y cuando una persona tiene deficiencia de ella, puede desarrollar hígado graso", dice Jiang.

porotos de soja

porotos de soja

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La soja puede proporcionar una rica fuente vegetal de colina, con 120 mg por cada 100 g.

La colina también ayuda al cuerpo a sintetizar fosfolípidos, el componente principal de las membranas celulares. Una deficiencia de este nutriente puede afectar la expresión de genes involucrados en el proceso de multiplicación celular. Durante el desarrollo fetal la deficiencia de colina puede ser particularmente perjudicial, ya que inhibe la proliferación celular en el cerebro.

El papel de la colina en el cerebro es crucial; de hecho, es principalmente un "nutriente cerebral", según Derbyshire.

La colina es necesaria para que nuestro cuerpo produzca el neurotransmisor acetilcolina, una sustancia química que transporta mensajes del cerebro al cuerpo a través de las células nerviosas.

La acetilcolina desempeña un papel fundamental en las células nerviosas del cerebro, esenciales para la memoria, el pensamiento y el aprendizaje. En un estudio con casi 1.400 personas de entre 36 y 83 años, los investigadores descubrieron que quienes consumían más colina tendían a tener mejor memoria, y que su consumo durante la mediana edad podría ayudar a proteger el cerebro.

La colina se incluye comúnmente como ingrediente en suplementos que se toman como "nootrópicos", un grupo diverso de sustancias que, según algunos, pueden mejorar el aprendizaje y la memoria.

Por otro lado, la deficiencia de colina también se ha asociado con trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer y el Parkinson.

Otra forma en que la colina puede afectar al cerebro está relacionada con la salud mental. Un estudio descubrió que una mayor ingesta de colina se asociaba con menores niveles de ansiedad. En otro estudio, un mayor consumo de colina se relacionó con un menor riesgo de depresión.

Persona con la mitad de un huevo hervido en la mano

Persona con la mitad de un huevo hervido en la mano

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Las personas que comen huevos tienden a tener aproximadamente el doble de ingesta de colina que quienes no los consumen, según un estudio.

Una ingesta adecuada de colina también puede conllevar otros beneficios.

Los científicos constataron en estudios con ratones que la colina puede ayudar a reducir los niveles de homocisteína, un aminoácido que puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas.

Los niveles altos de homocisteína también pueden estar relacionados con la osteoporosis, y se descubrió que las personas con una mayor ingesta de colina en la dieta tienden a tener una mayor densidad ósea, un indicador de huesos fuertes y sanos con un menor riesgo de fracturas.

"La colina puede tener un efecto potencial contra la pérdida ósea", afirma Øyen Jannike, investigadora del Instituto de Investigación Marina de Noruega, quien ha estudiado la relación entre la colina y la salud ósea.

Esto puede deberse en parte a la homocisteína, añade, pero también a que la colina es un componente esencial en nuestras membranas celulares.

Los primeros 1.000 días

Está comprobado que los dos primeros años de vida de un niño son cruciales para su desarrollo, y que la dieta de la madre durante el embarazo y la lactancia influye de forma fundamental en este.

Los estudios demuestran que la colina es fundamental para el desarrollo del bebé en el útero. De hecho, los bebés nacen con tres veces más colina que sus madres, lo que, según Derbyshire, demuestra su importancia en esta etapa de la vida.

Varios estudios han descubierto que el aporte de colina en el útero se correlaciona con el desarrollo cognitivo del bebé, y sus beneficios pueden continuar durante años a medida que el niño se desarrolla.

En un estudio, las mujeres embarazadas que tuvieron la mayor ingesta de colina durante el segundo trimestre del embarazo (de la semana 13 a la 28) tuvieron hijos con puntuaciones más altas en una prueba de memoria a corto y largo plazo a los siete años.

Algunas investigaciones incluso sugieren que una ingesta insuficiente de colina durante el embarazo podría estar relacionada con el TDAH en los niños.

Niña de cerca de 10 meses

Niña de cerca de 10 meses

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Los bebés nacen con tres veces más colina que sus madres, lo que "demuestra su importancia en esta etapa de la vida". 

¿Consumimos suficiente colina?

En Europa, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) estableció recomendaciones para la ingesta de colina: 400 mg para adultos, 480 mg y 520 mg para embarazadas y lactantes, respectivamente.

En EE. UU., el Instituto de Medicina estableció por primera vez recomendaciones adecuadas para la ingesta de colina en 1998: 550 mg al día para hombres y 425 mg al día para mujeres, o 450 mg durante el embarazo y 550 mg durante la lactancia.

Un huevo contiene alrededor de 150 mg de colina, mientras que una pechuga de pollo contiene alrededor de 72 mg y un puñado de cacahuetes contiene alrededor de 24 mg.

En 2017, la Asociación Médica Estadounidense (AMA, por sus siglas en inglés) también recomendó que los suplementos vitamínicos prenatales contengan cantidades de colina determinadas según la evidencia de estudios científicos.

"Estamos observando muchos más casos de TDAH y dislexia en las escuelas y algunos son genéticos, pero también es posible que en el útero los bebés no estén recibiendo nutrientes esenciales", afirma Derbyshire.

"Estos cambios muy sutiles en el desarrollo neurológico están ocurriendo y tienen efectos más adelante. Actualmente estamos lidiando con la consecuencia de eso en las escuelas".

Jiang estudió la relación entre el aporte de colina durante el embarazo y la lactancia, y el desarrollo cerebral. "En estudios con animales cuando la madre tiene más colina, el desarrollo cognitivo de sus hijos es mejor", afirma. "Estamos empezando a encontrar resultados similares en estudios con humanos, aunque no exactamente iguales".

Alimentando al cerebro

En 2020, una revisión de 38 estudios en animales y 16 en humanos concluyó que la suplementación con colina favorece el desarrollo cerebral. Sin embargo, actualmente solo los estudios en animales muestran una fuerte relación entre la colina y una mejor función cognitiva.

El artículo no define la cantidad ideal de suplementación, pero indica que la mayoría de los estudios en humanos utilizan suplementos que aportan hasta 930 mg de colina al día (una cantidad equivalente a la colina presente en aproximadamente seis huevos de gallina), sin que se hayan reportado efectos adversos.

También puede haber personas que requieran más colina de la recomendada, afirma Øyen, como por ejemplo, mujeres posmenopáusicas que tienen niveles más bajos de estrógeno, y personas con enfermedad del hígado graso.

También sabemos, señala Derbyshire, que, debido a las diferencias genéticas entre personas, algunas pueden tener mayores necesidades de colina.

Agricultor en un tractor en una plantación de cacahuetes o maníes 

Agricultor en un tractor en una plantación de cacahuetes o maníes

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Los cacahuetes o maníes contienen altos niveles de colina, con 61-66 mg por cada 100 g de mantequilla de cacahuete. Cuando consumimos alimentos que contienen colina, esta se absorbe muy fácilmente en la sangre, afirma Jiang, lo que debería contribuir en parte a garantizar que consumamos suficiente colina.

Sin embargo, varios estudios demuestran que muchos de nosotros no consumimos la cantidad suficiente. Un estudio reveló que solo el 11 % de los adultos estadounidenses consume la cantidad diaria recomendada.

Los huevos son una de las fuentes dietéticas más potentes de colina y existe la preocupación de que quienes optan por una dieta vegana puedan no estar obteniendo suficiente de este nutriente, aunque hay muchas fuentes vegetales y los suplementos de colina son ampliamente disponibles en los países desarrollados.

Un estudio reveló que las personas que comen huevos tienen casi el doble de la ingesta habitual de colina en comparación con quienes no los consumen, lo que llevó a los investigadores a concluir que consumir la cantidad diaria adecuada de colina era "extremadamente difícil" sin comer huevos ni tomar un suplemento.

Sin embargo, la recomendación de la EFSA de 400 mg de colina al día es alcanzable para la mayoría de las personas si se planifica la dieta cuidadosamente, afirma Jiang. Algunas fuentes veganas de colina incluyen el tofu (28 mg de colina por 100 g), la mantequilla de cacahuete (61-66 mg por 100 g) y la soja (120 mg por 100 g).

Cualquier persona preocupada por no obtener suficiente colina puede tomar un suplemento diario, afirma Øyen. Mientras tanto es necesario realizar más investigaciones en animales y humanos para comprender mejor los mecanismos que subyacen a algunos de los beneficios de la colina para la salud, añade.

Sin embargo, "los médicos son cada vez más conscientes de la colina", afirma Derbyshire. Aunque a menudo parece pasarse un poco por alto, la experta en nutrición tiene la esperanza de que la colina pronto empiece a cobrar protagonismo.

viernes, 18 de abril de 2025

El asesinato de la educadora

Un hecho tan terrible como el asesinato de la educadora Belén Cortés el pasado 9 de marzo en un piso tutelado de Badajoz, pone sobre el tapete un problema de extraordinaria envergadura. ¿Qué pasa en nuestro país con los jóvenes inadaptados que no son capaces de insertarse de forma positiva (porque no saben, no pueden o no quieren) en esta sociedad nuestra?

He citado muchas veces este pensamiento del profesor Emilio Lledó porque, a mi juicio, contiene una profunda verdad: “Educar no es solo una forma de ganarse la vida. Es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros”. ¡Ganar la vida de los otros! En este caso que hoy me ocupa, han sido los educandos quienes han arrebatado la vida a su educadora. Han dado vuelta a la idea de una forma dramática. Cuesta pensar en esta inversión de la realidad esperada y prometida. Ella pretendió ganar la vida de sus educandos y, en el intento, perdió la suya. Se la arrebataron aquellos que estaban recibiendo la ayuda que necesitaban para tener una vida digna.

Lo que suele suceder con estos casos es que, mientras dura la llamarada de la información de un hecho tan atroz, surge una poderosa reacción que tiene componentes de rabia, de dolor, de miedo y de desesperación que nos ofuscan para hacer un análisis riguroso y tomar decisiones racionales y éticas. A los pocos días, la llamarada se convierte en un montón de cenizas y todo sigue igual.

El peligro es que, al calor de ese fuego se llegue a conclusiones peligrosas: lo que hace falta es mano dura, hay que modificar la Ley del Menor y reducir la edad penal, hay que endurecer las penas, esos jóvenes son delincuentes irredentos, para domarlos hacen falta policías y no educadores, hay que llenar los pisos de vigilantes y de cámaras, todo el dinero que se dedique a la causa es dinero perdido, hay que meterles en la cárcel si son tan peligrosos, si cometen delitos de adultos que tengan penas de adultos…

Es importante reflexionar con detenimiento sobre el camino que han recorrido estos jóvenes para llegar al punto en el que se encuentran. No se llega a esta situación por casualidad. Todo ha fracasado en su breve y triste historia: la familia, la escuela, la sociedad…

No voy a negar la responsabilidad con la que cada persona tiene que afrontar sus actos, pero hay que preguntarse: ¿qué les ha pasado a estos chicos para ser capaces de estrangular a su educadora con el fin de alcanzar la libertad huyendo en su vehículo? ¿Qué futuro podrían soñar con los medios de que disponen? ¿Qué sueño estúpido e imposible les hizo cometer un crimen?

Hace muchos años conocí y participé en una experiencia llamada “Pisos Promesa” de la que se hacían cargo Educadores Especializados. La inspiraba Enrique Martínez Reguera, que dedicó toda su vida a reconstruir la historia de muchos niños y jóvenes desadaptados. Dejó plasmada su experiencia en libros magníficos como “Cachorros de nadie”, “Convivencia restaurativa”, “Pedagogía para mal educados”, “La calle es de todos”, “Manifiesto personal contra el sistema”, “Con los niños no se juega”, “Remando contracorriente”, “Tiempo de coraje”… Sobre la mesa tengo ahora otro libro suyo titulado “De tanta rabia, tanto cariño” con una dedicatoria de su puño y letra: “Te envío este sendero dilatado de rabia y cariño. Tú lo acompañaste desde el principio. Un abrazo”. Cuánto amor rezuman esas páginas. Y cuánto dolor. En un solo mes asistió al entierro de quince chicos: sobredosis, accidentes, muertes violentas…Enrique, ya jubilado, nos ha dejado una herencia de compromiso, inteligencia y amor por estos chicos. En esa hermosa lucha sigue, con una perseverancia admirable, mi amiga Elena Agulló, con quien he hablado antes de escribir estas líneas. Ella puede hablar desde la experiencia vital de estos jóvenes porque convive con ellos.

Entendíamos entonces que para que sanase una mala relación de un individuo con la sociedad no bastaba con intervenir sobre una de las partes como es el joven conflictivo sino que había que sanar la relación mejorando el contexto en el que vivía. Un matrimonio, o una pareja de novios o de amigos acogían a algunos jóvenes que hacían vida de familia en el piso. Si estaban en edad escolar asistían a la escuela y si ya habían dejado el sistema educativo, acudían al trabajo.

Los presuntos autores del crimen de Badajoz, aunque con distinto nivel de participación, son tres de los menores que estaban a cargo de Belén: dos varones de 14 y 15 años, y una chicade 17 que no participó en el crimen. Todos ellos españoles. Subrayo esta circunstancia para poner en solfa la tesis que la ultraderecha difunde como un mantra: la inmigración trae a nuestro país la delincuencia. Los menas (menores inmigrantes no acompañados) son un peligro para el país, sostiene una y otra vez el señor Abascal.

Belén había comenzado su turno a las ocho de la tarde y le arrebataron la vida apenas tres horas después. Los menores implicados en los hechos robaron las pertenencias y el coche de la víctima, tras arrebatarle las llaves para salir de la vivienda. La fuga parece ser el único objetivo de los tres adolescentes, que emprendieron su huida en dirección a Mérida y tuvieron un accidente en la A-5 a la altura de Torremayor que les obligó a abandonar el vehículo, un Renault Megane, de color gris. Después del siniestro, lograron llegar a Mérida haciendo autoestop.

El cuarto residente del piso tutelado fue quien dio la voz de alarma en cuanto sus compañeros salieron del inmueble. El joven escuchó los gritos de Belén e incluso vio parte de la agresión. Cuando los agentes llegaron al domicilio, alrededor de las once de la noche, encontraron el cadáver de la educadora en el despacho con evidentes signos de violencia y asfixia. La mujer habría sido estrangulada con un cinturón de rafia que se encontró en la escena del crimen.

El adolescente de 14 años, que es originario de Don Benito, ha agredido a su padre en varias ocasiones. En una de ellas, incluso le rompió la nariz. El hombre llegó a hacer un llamamiento público a principios de mes para encontrar a su hijo después de que se marchara del centro con su compañero.

«Reconocemos la magnitud de esta tragedia y el impacto que ha tenido en quienes amaban a Belén, una joven entregada y apasionada en su trabajo y con los jóvenes que cuidaba», dicen los familiares del adolescente de 14 años.

El joven de 15 años es el más agresivo y el que más antecedentes tiene de los tres arrestados. Algunos de ellos relacionados con el robo de vehículos. De hecho, los investigadores creen que él conducía el coche de la víctima en el momento del siniestro en la A-5 que les obligó a improvisar para continuar con su huida.

Los pisos tutelados son viviendas pensadas para personas que se quiere que sean autónomas pero que necesitan una atención especial por parte de distintos profesionales (generalmente trabajadores o educadores sociales).

En cuanto a la gestión de los pisos tutelados, hay pisos públicos y también gestionados por entidades privadas y el precio, que puede llegar a los 2.000 euros en el segundo caso, varía en función de la tipología. Me preocupa también que este tipo de pisos estén privatizados y, por consiguiente, convertidos en negocio. ¿Cómo se les puede evaluar y exigir el cumplimiento de sus obligaciones?

Se pide seguridad para esos pisos pero yo creo que en una familia no tendría sentido tener un guardia civil de vigilancia y la casa llena de cámaras. Otra cosa es que esté una sola educadora con el grupo. Porque una persona sola no puede hacer frente a las responsabilidades y los riesgos que conlleva la tarea compleja de la reinserción social.

Ojalá que el dramatismo de este crimen que se lleva tan cruelmente a una educadora de 35 años no convierta a todos esto ”niños en peligro” en “niños peligrosos”.

Mi sentido pésame a la familia, amigos y compañeros de Belén. ¿Cómo se podía imaginar que, cuando esa tarde salió para dar un trocito de su vida a esos chicos se iba a encontrar con quienes le iban a arrebatar la suya para siempre? La justicia pondrá un poco de bálsamo en la herida y, sobre todo, el recuerdo de una maravillosa mujer que dio su vida por salvar a quienes la sociedad considera muchas veces irredentos. Sea este artículo un humilde homenaje.

El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra

jueves, 17 de abril de 2025

La lección de la sopa radiactiva.

La radiactividad no solo sirve para crear bombas o para generar energía. También se puede usar para conocer nuestro pasado

Cuando hablamos de aplicaciones de la energía nuclear todos pensamos primero en bombas y, después, en centrales nucleares, lo cual indefectiblemente nos sugiere Chernóbil o Fukushima. Tampoco nos son tan desconocidas las aplicaciones médicas. Existe medicina nuclear como tratamiento contra algunos tipos de cáncer, o diferentes herramientas diagnósticas como el PET (tomografía de emisión de positrones) o la gammagrafía que se sirven de diferentes compuestos radiactivos como forma de ver si tenemos algún tumor o algún tipo de problema óseo.

La realidad es que hay muchísimas aplicaciones derivadas de la energía nuclear o de la radiactividad más allá de la guerra, la producción de energía en centrales nucleares o la medicina. La radiactividad es el proceso por el que un núcleo atómico inestable desprende energía en su proceso de buscar la estabilidad. Esta particularidad es muy útil, ya que la energía es muy fácil de detectar, y como depende de que un átomo sea inestable, podemos marcar determinadas moléculas concretas cambiando su composición por un átomo radiactivo y así tenemos las moléculas marcadas radiactivamente o molécula con radioisótopos, que han hecho avanzar la ciencia en diferentes campos.

El primero que se dio cuenta de esta utilidad fue el químico húngaro George de Hevesy para resolver un problema doméstico. En 1911 se encontraba haciendo una estancia de investigación de la Universidad de Mánchester, concretamente en el laboratorio de Ernest Rutherford, uno de los descubridores del actual modelo atómico. Durante su estancia se alojaba en una casa de huéspedes, en régimen de media pensión, y un menú que invariablemente era el mismo todos los días. Esto provocó sus quejas, ya que acusó a la patrona de que la falta de variedad se debía a que reciclaba las sobras del día anterior. La patrona por supuesto negó la acusación. Unos años antes su supervisor en la Universidad de Mánchester, en colaboración con Hans Geiger, había desarrollado un aparato que permitía detectar la presencia de radiactividad, precursor de los actuales contadores Geiger. George decidió utilizarlo para demostrar la estafa a la que estaba siendo sometido. Añadió una pequeña cantidad de una sustancia radiactiva en la sopa. Al día siguiente, con un aparato de su laboratorio detectó radiactividad en la sopa, por lo tanto la casera no había tirado los restos de la sopa sino que la había reciclado ya que quedaban restos de la radiactividad añadida en la sopa el día anterior. Con eso no solo descubrió el fraude, sino también el uso de los trazadores radiactivos, descubrimiento por el que fue galardonado con el Premio Nobel en 1943.

Hoy en día utilizamos radiactividad para muchas aplicaciones industriales. Por ejemplo, los localizadores para saber si una cuba de metal fundido ya está llena en unos altos hornos se basan en un material radiactivo y un detector. El metal líquido bloquea la radiactividad y esto, igual que una célula fotoeléctrica abre una puerta cuando detecta que alguien interrumpe el rayo de luz, sirve para evitar que el metal rebose y se produzca algún accidente. Para la protección del medio ambiente también se puede utilizar la radiactividad, por ejemplo, para trazar el recorrido de corrientes subterráneas o de difícil acceso. Utilizar trazadores radiactivos permite describir el recorrido de la corriente y hacer mapas subterráneos sin necesidad de explorarlos en detalle.

Y la radiactividad también sirve en ciencias sociales como la historia. En el aire que respiramos hay una pequeña proporción de carbono 14, que es radiactivo. Cuando estamos vivos y comemos, o las plantas hacen la fotosíntesis, se incorpora ese carbono en la misma proporción en la que está en la atmósfera. Cuando morimos o cortamos un árbol, deja de absorberse el carbono radiactivo y poco a poco se va desintegrando. Simplemente midiéndolo con la prueba del carbono 14 podemos ver de qué época es un resto. Por lo tanto la radiactividad no solo sirve para la guerra, la energía… o la medicina. También nos ayuda a conocer nuestra historia, o si un restaurante sirve sobras.

J. M. Mulet es catedrático de Biotecnología.

miércoles, 16 de abril de 2025

Una ruta por las mejores tabernas cofrades en Sevilla

Tabernas Sevilla
Las imágenes, el incienso y las marchas de Semana Santa se mezclan con el sabor de las tapas de bacalao y garbanzos en unos locales que mantienen la autenticidad y donde los clientes se sienten en familia

Retratos de vírgenes, olor a incienso…. Con estas premisas, el lector más inquieto afirmaría que este reportaje va de iglesias… Pero si le añadimos un penetrante aroma a bacalao, un sutil extracto de comino y pimentón, el vahído de la salsa de tomate, el chasquido de un vaso sobre la madera y el bullicio de una buena conversación enmascarada entre toques de tambores y cornetas, quizás se desoriente, salvo que sea de Sevilla. Porque estos son algunos de los elementos que caracterizan a las tabernas cofrades, locales que mantienen intacta su esencia gracias a la fortaleza de una tradición cultural y culinaria que les ha permitido resistir a la seducción fácil del turismo o a las veleidades de la nueva cocina.

La mayoría de estos bares sevillanos se encuentran en la encrucijada de varias hermandades y se nutren de sus miembros o de quienes acuden a visitar las capillas durante todo el año; de los integrantes de tertulias cofrades que organizan allí sus charlas; de los costaleros que acuden durante los ensayos previos a la Semana Santa y de quienes luego a lo largo de esos siete días, aguardan para ver los pasos… La mayoría de sus paredes están adornadas con regalos de los propios clientes: cuadros de las imágenes de sus titulares, fotos de las cuadrillas, de capataces, de nazarenos, estampas de vírgenes y cristos, gorras de las bandas de música; pasos en miniatura; carteles vinculados a la Semana Santa… Pero, más allá de la estética, hay otro elemento inherente a estos locales y que es determinante para explicar que hayan perdurado en el tiempo: su carácter familiar. “Aquí se conoce todo el mundo, ese es el factor concluyente, que es un lugar muy familiar, muy de barrio. El bar cofrade no es nada más que encontrar la excusa para reunirnos, aunque vengamos de la periferia. Ese ambiente no cambia nunca, es una filosofía de vida”, explica Alejandro Ollero, antiguo capataz de varias cofradías y, como él mismo se define, “sevillano de pura cepa”.

Cada barrio de Sevilla tiene algún bar cofrade, pero la primera taberna que abrió y se estableció específicamente para albergar a este tipo de clientes es la taberna Azahar (calle San Julián), abierta en 1979 en el barrio de San Julián, en el centro histórico de Sevilla y a 10 minutos andando de la basílica de La Macarena. “Es la primera que abre con una decoración y una estética eminentemente cofrade. Todo el ambiente, la música… rompía con los moldes de los bares normales que había en Sevilla”, explica su dueño, Juan Oliveira. De un tiempo a esta parte la clientela se ha ampliado y, aunque no le guste la Semana Santa, “sí se siente identificada con el local”, abunda Juan, mientras anota con una tiza en la madera de la barra la comanda que acaba de servir a uno de sus clientes, como se hacía tradicionalmente en esta ciudad.
Espinacas con garbanzos de la taberna Azahar.
 

Espinacas con garbanzos de la taberna Azahar. Alejandro Ruesga

Parte de esa identidad reside en las tapas que se sirven. Aunque el carácter cofrade de estas tabernas no debe confundirse con la estacionalidad, porque están abiertas todo el año y su menú -basado en platos tradicionales sevillanos- no suele variar, sí es cierto que durante la Cuaresma y la Semana Santa los platos típicos de la vigilia tienen mucha más preponderancia en sus cartas. Lo más demandado en esta época del año es el bacalao, cocinado en todas sus variedades, aunque especialmente con tomate, otros pescados servidos en forma de albóndigas de choco, y las espinacas con garbanzos. En cada local el secreto está los matices, pero el éxito tiene tres ingredientes comunes: tradición, fuego lento y cariño a la hora de cocinar.

“Yo soy muy generoso con las especias y el punto de mis espinacas con garbanzos está en el ‘majao”, explica Juan sobre el aderezo que identifica el sabor especial de esta tapa sevillana, donde nunca debe faltar comino y pimentón, aunque el resto de condimentos y las cantidades sean la esencia del misterio. En el caso de su potaje de bacalao con garbanzos y del bacalao con tomate, todo radica, sostiene, en cómo lo desala.
La taberna cofrade Casa Ricardo, en Sevilla.
 

La taberna cofrade Casa Ricardo, en Sevilla. MAYA BALANYA

Esos mismos platos, junto con la pavía de bacalao, también son los que marcan las tapas que más se sirven en esta época del año en Casa Ricardo (calle Hernán Cortés, 2), tal y como explica su actual responsable, Ricardo Núñez, segunda generación al cargo de la taberna que fundó su padre a mediados de los 80 y que se encuentra en un edificio del siglo XIX -que siempre estuvo vinculado a la hostelería-, en uno de los barrios cofrades por excelencia, el de San Lorenzo, frente a la basílica del Gran Poder. Pero si por algo es conocida Casa Ricardo es por sus croquetas, que también se adaptan a la época de Cuaresma y cambian de las tradicionales de jamón a las de bacalao. “Es una receta que ha pasado de padres a hijos, un bacalao de calidad y al que se le da el cariño suficiente para que protagonice el sabor de la croqueta, que sea un sabor que te invada la boca, y, en el caso del bacalao con tomate, hacerlo lentamente y el toque de la salsa”, indica Ricardo.

Este hostelero reconoce que su clientela se ha ampliado y que ya no es eminentemente cofrade, pero la esencia se mantiene. “Cuando cogí el restaurante pude tener la tentación de transformarlo, pero vi que el negocio de mi padre era tan auténtico, que al final no se me pasó por la cabeza, y esa autenticidad es lo que vienen buscando los clientes de fuera, tanto nacionales como extranjeros”, explica.

Al margen del turismo

En el caso de Ventura Pérez, tercera generación del bar Ventura (calle Arfe, 2), una taberna cofrade, pero sobre todo taurina -dos tradiciones que en muchos casos se entrecruzan en estos locales- que da a La Maestranza, en pleno barrio del Arenal, nunca tuvo duda de a quién se debía: “Siempre hemos apostado por la clientela de aquí, nunca me he planteado vivir del turista. Podría haber puesto la cerveza a cuatro euros, en lugar de dos, pero esto es una parroquia donde siempre viene la misma gente. Nosotros somos de aquí, de barrio, porque algo de barrio queda”, cuenta mirando a la mayoría de locales que rodean su pequeña taberna, donde a las 12 de la mañana todas las terrazas están llenas de comensales extranjeros comiendo.

Bonito en escabeche del sevillano bar Ventura.
 
Bonito en escabeche del sevillano bar Ventura.

Sus clientes son miembros de las hermandades vecinas -unas cuantas-, pero también son los abuelos, que a su vez fueron clientes del abuelo de Ventura, que vienen con sus nietos y les piden la tapa emblemática de la taberna, “con la que se construyó todo”, explica su actual responsable. Se trata del bonito en escabeche: “Dos tronquitos de bonito del norte en conserva, con una anchoíta encima”, describe. Esa es la tapa que introdujeron su abuelo, que venía de Palencia, y su abuela, de León, cuando abrieron el bar en 1944. “Luego mis hermanas y yo introdujimos la cocina y otros platos típicos de cuaresma”, añade.

“¿Y esta música que suena qué es?”, pregunta una pareja de Lakewood, Colorado, mientras le sirven una cerveza bien fría. Se refieren a la marcha de Semana Santa que está sonando en la taberna La Fresquita (calle Mateos Gago, 29), en el barrio de Santa Cruz, el más turístico de Sevilla. Apenas ha empezado a prender el incienso que humea del incensario que corona la barra de un bar que se inauguró el Miércoles de Ceniza de 1993. “Aunque aquí vienen muchos sevillanos, esta taberna tiene alma, sensación y sensibilidades y está abierta a todo el mundo”, cuenta Pepe Rodríguez, su fundador. “Los de fuera pueden extrañarse, pero cuando les pongo una tapa, vuelven tres días seguidos”, añade. Se refiere sobre todo a sus espinacas con garbanzos, su potaje de garbanzos con bacalao o con langostinos y el bacalao con tomate. Su secreto, como el de Azahar, Casa Ricardo o Ventura: “Poner cariño, corazón y alma y todo a fuego lento, porque quien manda en el fuego, manda en el cariño”.
 
Croquetas de bacalao de Casa Ricardo.

Croquetas de bacalao de Casa Ricardo. MAYA BALANYA

Azahar, en el barrio de San Julián, Casa Ricardo, en el de San Lorenzo o La Fresquita, en el barrio de Santa Cruz, son algunas de las tabernas cofrades por excelencia de Sevilla. Son todas las que son, pero no todas las que están: Casa Román, Matacandela, también en el centro histórico; Santa Ana, en Triana… No por haber visitado uno de estos locales se puede pensar que el resto vayan a ser iguales. Aunque compartan esencia y gusto por la tradición, todos son diferentes y el atractivo está en sus detalles: en el adorno que asoma por las paredes atestadas de recuerdos; en el aroma del incienso que se impregna en el ambiente o en el deje de las especias que asoman de las tapas de vigilia… Merece la pena disfrutar de estos reductos de autenticidad sevillanos y no es necesario ser cofrade para apreciarlos: “Lo mejor es acoplarse, pero aquí se habla de todo, de pasos, de fútbol… No son excluyentes”, recalca Ollero.

Otros lugares cofrades: de confiterías a un bar de copas

“Pero bares cofrades también son las confiterías”, advierte Alejandro Ollero, que llama la atención sobre otro plato típico de la cuaresma, las torrijas, que tiene en la confitería La Campana un referente en la ciudad. “Muchas veces vas paseando y no es hora para comer, pero te apetece parar a tomar algo y en esta época lo suyo es pedirse una torrija y mientras te la comes, también conversas sobre lo que sea”, abunda.

Y cuando ya han cerrado las tabernas, aún hay otro lugar que permanece abierto en la ruta cofrade de obligada parada: el Garlochí, una verdadera capilla de copas, de decoración barroca, donde las imágenes en los altares se mezclan con cuadros de la fallecida Duquesa de Alba y donde la bebida estrella es el coctel sangre de cristo. “Desde el principio supe que mi bar tenía que ser así. A mí me gustan los pasos, las cruces de mayo… todas las tradiciones sevillanas”, dice su fundador Miguel Fragoso.

La taberna Azahar (calle San Julián)
La taberna La Fresquita (calle Mateos Gago, 29), en el barrio de Santa Cruz
Bar Ventura (calle Arfe, 2)  el Arenal
Casa Ricardo, San Lorenzo, frente a la basílica del Gran Poder


martes, 15 de abril de 2025

De dónde procede el capirote, el llamativo gorro que llevan los penitentes en la Semana Santa española

Personas con un capirote.

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Por si alguien duda, empecemos respondiendo a la pregunta que asalta a algunos extranjeros que visitan por primera vez la Semana Santa española: no, no tiene nada que ver con el Ku Klux Klan.

"Es una lucha continua", explicó el historiador sevillano Manuel Jesús Roldán a BBC Mundo en 2024. "Hay que hacer pedagogía todos los años para explicarle al que viene que esto es una riqueza enorme de siglos".

Roldán se refería al capirote, ese cono que portan en la cabeza los nazarenos o penitentes en las procesiones en la Semana Santa en España —y en algunos países de América Latina, como Colombia—, y que posiblemente es uno de sus iconos más reconocibles.

Pero también a la celebración de la Pascua en sí, una "fiesta viva" que ha ido evolucionando con el paso de los siglos, "y que, sobre todo en el sur de España, tiene un sentido festivo, es una curiosa combinación de vivir la pasión y mezclarla con la resurrección".

Desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, las calles de España se llenan de fieles y curiosos que acuden a ver las procesiones de Semana Santa, en las que las diferentes cofradías o hermandades penitenciales caminan durante horas con imágenes de la pasión de Jesús.

Estas enormes tallas, que los "costaleros" cargan sobre sus hombros, van acompañadas de religiosos, músicos y decenas de penitentes, hombres y mujeres que visten unas largas túnicas y, en la mayoría de los casos, portan una capucha que acaba en pico.

El capirote, esa especie de cucurucho hecho de cartón y más recientemente también de plástico, tiene su origen en una de las instituciones más siniestras de la historia del país: la Inquisición española.

El Santo Oficio

Los condenados por esta institución, que fue fundada por los Reyes Católicos en el siglo XV para mantener la ortodoxia católica en sus territorios, eran obligados a llevar un capirote y una pequeña túnica de tela basta llamada "sambenito" para identificarlos y abochornarlos durante los autos de fe.

"El auto de fe era el gran teatro que hacían los tribunales de la Inquisición que tenía como objetivo, en teoría, reincorporar a los herejes a la Iglesia, pero que, en el fondo, lo que hacía era sacar a las personas en vergüenza pública, las manchaba socialmente y excluía de la sociedad, tanto al condenado como a todos sus descendientes", explicó a BBC Mundo el historiador José Martínez Millán, autor del libro "La Inquisición española".

Durante tres siglos, miles de personas fueron condenadas en España por los tribunales religiosos de la Inquisición, acusadas de distintos delitos, que podían ir desde la blasfemia hasta la herejía. Muchos de estos condenados, sobre todo en los primeros años, acababan en la hoguera.

Hombres con capirotes.

Hombres con capirotes.

Fuente de la imagen,Getty Images


Pie de foto,
La forma de los capirotes simbolizaba el intento de acercase a Dios.

Pero antes, la Inquisición les daba la oportunidad de abjurar de sus pecados y proclamar su adhesión a la fe católica. Aquellos que así lo hacían, los "penitentes", obtenían la gracia de ser estrangulados antes de ser quemados. Los condenados a muerte que no se arrepentían de sus pecados eran incinerados vivos.

Los autos de fe se celebraban en la plaza pública, generalmente en primavera o en otoño, cuando se había juntado un número suficiente de condenados. Se instalaba una especie de escenario, donde se sentaban las autoridades eclesiásticas, seculares y los reos, e incluso se ensayaba en la víspera.

Semanas antes se contrataba a pintores y a sastres para que elaboraran los sambenitos y los capirotes que llevarían los condenados. Los dibujos y colores que les pintaban variaban en función de la herejía.

"Algunos simplemente llevaban el saco, otros iban mucho más pintados, incluso simulando llamas. Esos, evidentemente, iban al fuego", relató Martínez Millán, que es catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Madrid (AUM).

Así vestidos, los condenados debían ir en procesión como humillación pública hasta el lugar donde se celebraba el auto de fe.

Una vez leída la sentencia, los condenados a muerte eran llevados al quemadero, que solía estar a las afueras de la ciudad para que el "brazo temporal", como se llamaba a las autoridades civiles, ejecutaran la pena. Los demás eran obligados a vestir el sambenito durante todo el tiempo que durara su sentencia.

Sin olvido

Pero la condena no acababa ahí.

Los sambenitos y los capirotes se llevaban luego a la iglesia parroquial para ser colgados con los nombres de condenados.

"A partir de entonces, en misa siempre tenían que sentarse debajo de su sambenito, lo mismo que sus hijos o nietos. La mancha perduraba por generaciones, que es una de las grandes crueldades de la Inquisición", apuntó Martínez Millán.

La expresión "colgarle el sambenito a alguien" o "llevar un sambenito", usada sobre todo en España, viene precisamente de ahí.

Cuando una persona quería, por ejemplo, entrar en la universidad o pedir un título de una orden militar, debía pedir un expediente de limpieza de sangre en el que se demostrara que, a lo largo de tres generaciones, nadie había sido condenado por la Inquisición.

Imagen de un grupo de personas con el capirote.

Imagen de un grupo de personas con el capirote.

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Pie de foto,
Es probable que Goya no presenciara este "autillo" y que se inspirara en épocas anteriores. 

Los sambenitos colgados en las iglesias servían de testimonio y la única forma de limpiar el nombre era el olvido pero, como explicó el profesor de la AUM, "el olvido no existía".

Los grandes autos de fe dejaron de celebrarse en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando pasaron a organizarse dentro de las instituciones de la Inquisición, en lo que vino a llamarse "autillos".

Uno de ellos inspiró la que posiblemente sea la pintura sobre la Inquisición más famosa que existe, el cuadro Auto de fe de la Inquisición de Francisco de Goya.

En su centro, vestido con un capirote y un sambenito adornados con llamas, un condenado escucha su sentencia con la mirada baja y la actitud resignada, mientras que una muchedumbre de clérigos, autoridades y figuras sin identificar generan una atmósfera asfixiante. Junto al estrado, otros tres condenados vestidos igual esperan su turno.

Hermandades penitenciales

Cómo este cucurucho de cartón saltó de la Inquisición a las celebraciones de Semana Santa no está claro.

Sin embargo, los historiadores creen que las hermandades penitenciales adoptaron este capirote —que por su forma simbolizaba también el intento de acercase a Dios—, de haberlo visto en esos condenados penitentes.

Las primeras hermandades que se formaron en el siglo XV, después de que San Vicente Ferrer predicara la penitencia, y que salían en procesión, eran muy diferentes a las que se conocen hoy.

La penitencia conllevaba la flagelación, por lo que estos hombres se desnudaban la espalda y se azotaban con cuerdas y cadenas en un espectáculo sangriento.

En esta época "se empieza a reivindicar el culto a la Vera Cruz y a la sangre de Cristo, por lo que se empiezan a procesionar hacia la calle una serie de imágenes que normalmente suele ser un crucificado", explicó Manuel Jesús Roldán.

Esta imagen de Jesús crucificado se extiende por toda España y por Hispanoamérica.

Cuadro de Francisco Rizi

Cuadro de Francisco Rizi

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Pie de foto,
Los autos de fe eran auténticos teatros, como puede verse en este cuadro de Francisco Rizi, que recoge uno en la Plaza Mayor de Madrid.

Los penitentes eran anónimos, cubrían su rostro con un antifaz y vestían una túnica de tela basta y barata, que normalmente solía ser blanca.

Los historiadores coinciden en que la primera de estas hermandades que adopta el capirote a finales del siglo XVI es la sevillana Hermandad de la Hiniesta, que tiene un origen medieval y que sigue existiendo hoy.

"La Hermandad de la Hiniesta adapta ese cono de cartón al antifaz que llevaban sus penitentes, y empieza a diferenciar dos tipos de hermanos: el 'hermano de sangre', que se flagelaba y que llevaba el antifaz caído hacia atrás, y el 'hermano de luz', que estaba encargado de portar un cirio y que llevaba el capirote", afirmó Roldán, autor del libro "Historias de la Semana Santa que nunca te contaron".

Para el siglo XVII, la mayoría de las cofradías de España ya usaban este cucurucho, dando otra presencia a los penitentes, que para entonces ya se empezaban a llamar nazarenos.

Cada cofradía adoptó un color. Muchas eligieron el morado, que era el penitencial; pero algunas el rojo, por su simbolismo sacramental; otras el verde, por el culto a la Vera Cruz; y otras mantuvieron el blanco o adoptaron el negro, que se puso de moda a finales del siglo XVIII.

En ciudades como Sevilla la celebración de la Semana Santa va más allá de lo religioso. 

La celebración de la Semana Santa va más allá de lo religioso en ciudades como Sevilla.

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Desde entonces, las cofradías y las procesiones estuvieron a punto de desaparecer con la llegada al trono de Carlos III. "La penitencia era algo que chocaba con las ideas de la Ilustración, por lo que prohibió que se azotaran en la calle públicamente, que se cubrieran el rostro con un antifaz y que salieran de noche", explicó el historiador sevillano.

Tras la Guerra de la Independencia y el regreso al absolutismo, las hermandades volvieron a su actividad. Pero la penitencia, que ya se consideraba cosa de siglos pasados, nunca se recuperó.

Hoy, las procesiones de Semana Santa en España van mucho más allá de lo religioso y forman parte de una cultura popular que tiene "un sentido, festivo, identitario, que conecta con el regreso cada año a una fecha, a una gente conocida, a un sentimiento de la ciudad y a una forma de entender la vida que hace que esta fiesta siga viva", apuntó Roldán.

El historiador explicó que algunas interpretaciones incluso las conectan con el sustrato importante de cultura romana clásica que existe en España, donde a finales de marzo se celebraban fiestas en torno a la primavera.

"Aunque las procesiones sean muy serias y rigurosas, también tienen ese sentido festivo tradicional", argumentó Roldán.

"Por eso es difícil hacer entender a los de fuera que quienes se visten de nazareno no son solo señores anclados en el pasado, sino que pueden ser jóvenes, mayores, mujeres, hombres, gente de izquierdas, de derechas… ¡hasta ateos hay!".

*Este artículo fue publicado originalmente en 2023 y actualizado en 2025 con motivo de Semana Santa.