viernes, 6 de junio de 2025

_- Manuel Blum, el venezolano que propuso "un protocolo para resolver problemas imposibles", fundó la teoría de la complejidad computacional y es el único latinoamericano en ganar el Premio Turing

Manuel Blum

_- Manuel Blum nació en Caracas.

Alice y Bob se divorciaron hace poco, viven en ciudades distintas y necesitan definir quién se quedará con el automóvil.

Lo decidirán lanzando una moneda al aire, pero hay un detalle: lo quieren hacer por teléfono.


"A Bob no le gustaría decirle a Alice CARA y oír a Alice (al otro lado de la línea) decir: 'Voy... Estoy lanzando la moneda... ¡Perdiste!'".

A Alice también le gustaría tener garantías de que la apuesta es justa.

Con ese escenario comienza un influyente artículo académico de 1981 que aborda un problema fundamental en criptografía, un campo de la informática que se enfoca en desarrollar un intercambio de información seguro y confiable.

Su autor, Manuel Blum, es considerado un pionero de la informática teórica.

Cuando era pequeño, una maestra en Estados Unidos le dijo a su madre que ni pensara que iría a la universidad, que "con suerte terminaría la secundaria".

"Mi pobre mamá respondió que yo era inteligente, solo que no hablaba inglés".

Para fortuna de su familia y de quienes usamos internet, esa maestra se equivocó.

No solo estudió en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology, MIT, sino que también ganó en 1995 el Premio A. M. Turing, considerado el Nobel de Computación.

"Las contribuciones de Manuel Blum a la informática son fundacionales, especialmente en áreas teóricas profundas, pero su influencia también moldea silenciosamente la tecnología de la que dependemos a diario", le indica a BBC Mundo Sheon Han, programador y escritor radicado en California.

A esos extraordinarios aportes, se suma su trayectoria docente. Ha sido mentor de ganadores del Premio Turing y de otros importantes galardones.

"Sus estudiantes son reconocidos como líderes en el campo y han plasmado el estilo de Manny de cuestionamiento agudo y análisis de fundamentos", le señala a BBC Mundo Ronald Rivest, profesor del MIT y ganador del Premio Turing en 2002.

Actualmente, Blum investiga la conciencia desde la perspectiva de la computación teórica.

Su interés en el cerebro se remonta, en parte, a ese niño que llegó a pensar que "la maestra tenía razón".

"Recuerdos lindos"
Los padres del ingeniero eran judíos asquenazíes originarios de Rumania.

"La comunidad judía sefardí puso el dinero para que mis padres pudieran llegar a Venezuela".

El que sus papás emigraran a ese país, lo considera "muy afortunado".

Manuel Blum recuerda un día que sus padres lo llevaron a él y a sus dos hermanos menores al Parque del Este. "Había unas mesas y unos niños dibujando. Apenas me vio la maestra, me dio hojas y creyones. Es uno de muchos recuerdos lindos de Venezuela". "La familia de mi papá era pobrísima, no tenía ni para comer, pero en Venezuela, lo consiguió", le cuenta a BBC Mundo desde Estados Unidos.

Mientras otros miembros de su familia paterna se fueron a la nación sudamericana, la familia materna, que era más pudiente, decidió quedarse en Europa.

Pero, tiempo después, se produciría el ascenso del nazismo. "Los llevaron a un campo de trabajos forzados en Rumania. No tenían comida ni medicinas. No los mataron".

"Lograron sobrevivir y también se fueron a Venezuela".

El ingeniero, que nació en Caracas en 1938, tiene "muchos recuerdos lindos" de su infancia allá.

Años después, su familia lo llevaría a vivir al Bronx, en Nueva York. Los recuerdos de esa época "no son nada bonitos como los de Venezuela".

Sus padres, que le hablaban en alemán, decidieron empezar a hacerlo en español. Eran los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y en su nuevo país, "la gente no quería oír alemán".

Entender el cerebro
La predicción de su maestra de primaria, dice Blum, "no fue mala para mí".

"Yo quería ser más inteligente", evoca el profesor sobre esa época. Y, por eso, le empezó a preguntar insistentemente a su padre qué podía hacer para lograrlo.

Manuel y Lenore se casaron cuando ella tenía 18 años y él 23. "Un día me dijo: 'Si entendieras cómo funciona tu cerebro, podrías ser más inteligente'.

A mis 8 años, recuerdo haber pensado: '¡Qué idea tan magnífica!'. Eso era exactamente lo que yo quería: entender mi cerebro".

"Desafortunadamente, mis notas eran malísimas. En cuarto grado saqué U en todas las materias, excepto en matemáticas y ciencias, que saqué mi primera S".

No sabía que significaban esas letras y cuando le preguntó a su papá, le respondió que U era una buena calificación y "una S aún mejor".

Después se enteraría de que U era unsatisfactory y S, satisfactory.

La matemática
El lazo con Venezuela continuó. De hecho, sus padres volvieron y vivieron varios años en Caracas.

En una ocasión, con 14 años, pasó unas vacaciones allá.

La pareja junto a su hijo, Avrim. "Un día, tocaron la puerta y cuando mi mamá abrió, recuerdo haber pensado: 'Esa es la muchacha más linda que he visto en mi vida'".

Al frente estaba Lenore Epstein, quien acompañaba a su madre a visitar a una amiga.

"Recuerdo lo mismo, también quedé impresionada con él", cuenta Lenore, quien se nos unió en la entrevista por Zoom.

Nacida en Estados Unidos, también vivió una época en la nación sudamericana y allí encontró su pasión por las matemáticas.

Ella es una leyenda.
"Ha realizado un trabajo influyente en lógica y criptografía, y formuló un modelo de computación completamente nuevo. Y aunque no se lo propuso, también ha dedicado gran parte de su tiempo a crear instituciones para ayudar a las mujeres a seguir sus pasos".

Así lo escribió Ben Brubaker en "The 'Accidental Activist' Who Changed the Face of Mathematics" ("La 'activista accidental' que cambió el rostro de las matemáticas") en Quanta Magazine.

Lenore y Manuel se casaron en 1961.

La moneda por teléfono
La pasión por la ciencia del joven Manuel aumentó y, con ella, vendrían muchos logros.

"Tuve la suerte de entrar al MIT. Allí aprendí a pensar".

Estudió ingeniería eléctrica en parte porque pensó que los circuitos eléctricos le ayudarían a comprender cómo funcionaba el cerebro. Después haría un doctorado en matemáticas.

Los dos científicos desarrollaron sus carreras en EE.UU. En 1981, escribió el artículo académico con el que comenzamos esta nota: "Coin flipping by telephone. A protocol for solving imposible problems" ("Lanzamiento de monedas por teléfono: un protocolo para resolver problemas imposibles"), en el que plantea el dilema de Alice, Bob y el carro.

Sheon Han lo abordó en "How this Turing Award–winning researcher became a legendary academic advisor" ("Cómo este investigador ganador del Premio Turing se convirtió en un consejero académico legendario"), que publicó en la revista MIT Technology Review.

"¿Cómo pueden dos partes participar en intercambios confiables a través de un canal de comunicación de tal manera que ninguna pueda hacer trampa?

Blum demostró que esto se puede lograr mediante el concepto de 'compromiso'. En una analogía simplificada, la idea es que Alice le da a Bob una caja cerrada con su predicción dentro, pero sin la llave. Esto evita que Alice altere su predicción y que Bob descubra su suposición anticipadamente. Una vez que Bob lanza la moneda, Alice le entrega la llave para abrir la caja".

Cuando le pregunto al profesor cómo se le ocurrió ese artículo, me responde: "Necesitábamos un 'Lanzamiento de monedas por teléfono' equitativo porque casi todos los algoritmos de la criptografía requieren de tal lanzamiento".

En nuestro día a día
En 1995, el ingeniero recibió el Premio Turing "en reconocimiento a sus contribuciones a los fundamentos de la teoría de la complejidad computacional y su aplicación a la criptografía y la verificación de programas".

Es el único ganador de esa distinción nacido en América Latina.

La teoría de la complejidad, indica el profesor Rivest, es "el estudio de lo que las computadoras pueden y no pueden hacer con recursos limitados, por ejemplo, de tiempo o espacio".

Avrim, el hijo de la pareja, también se convirtió en un científico de la computación. Aquí posa junto a sus padres. Se trata de un área que, aunque puede parecer abstracta, tiene un impacto práctico impresionante, me indica Han: "Sustenta la criptografía moderna, protegiendo todo, desde los mensajes privados hasta las transacciones financieras y la infraestructura más amplia de seguridad en internet".

"Más allá de la teoría", dice el programador, Blum también ayudó a desarrollar unas pruebas que ahora nos resultan muy familiares y que "demuestran que eres un humano en internet".

Fue así como, en 2003, presentó -junto a otros tres investigadores- "CAPTCHA, una prueba automatizada que los humanos pueden pasar, pero los programas informáticos actuales no".

El niño curioso no se va
El niño que quería entender cómo funcionaba su cerebro no ha dejado de acompañar a Blum.

"Por eso, empecé mis investigaciones con Lenore".

Juntos, en 2024, firmaron el artículo académico: "AI Consciousness is Inevitable: A Theoretical Computer Science Perspective" ("La conciencia de la IA es inevitable: Una perspectiva desde la informática teórica").

La destacada carrera de Lenore Blum en los campos de las matemáticas y la informática se expande seis décadas. Para el investigador, la "conciencia tiene que ver con la sensación fenoménica, en contraposición al mero conocimiento".

Desde muy joven, le llamaba la atención que podamos pensar y sentir.

Me dice que los robots de hoy en día pueden saber si tienen algo roto, dañado, pero no lo sienten.

"No es que quiera hacerlos sufrir", aclara.

Lo que quería, siendo joven, y lo que sigue "queriendo entender" es un sistema en el que "saber y sentir son dos cosas diferentes".

"Quería comprender qué tiene el humano en el cerebro que lo hace sufrir", es decir, qué es lo que posee que no se limita a saber que se ha lastimado. "¿Qué es lo que les falta a los robots para poder sufrir como los humanos?".

Un gran auditorio
Blum cita al filósofo David Chalmers, quien distingue entre un problema fácil y uno difícil.

En el caso del dolor, indica el profesor Blum, el problema fácil es construir un robot que sepa cuando está roto y el difícil es construir un robot que sienta dolor cuando se ha roto.

"Lenore y yo tenemos un modelo para entender la conciencia", afirma.

Se vieron por primera vez en Venezuela, se enamoraron y actualmente trabajan juntos. "Ese modelo es lo suficientemente simple como para explicarle a mi yo más joven, al niño de 10 años, lo que quería entender sobre lo que pasa dentro del cerebro".

"¿Y cómo se lo explicaría?", le pregunto.

"Le diría que dentro de la cabeza tenemos un auditorio grandísimo compuesto por unos 10 millones de personas que están mirando un escenario donde pasan cosas".

Esa es una idea que aprendió del psicólogo Bernard Baars, autor de "In the Theatre of Consciousness" ("En el teatro de la conciencia").

Ese libro de 1997, que combina la psicología y la ciencia del cerebro, presentó las ideas que científicos notables tenían sobre los procesos vinculados a la experiencia consciente y se centró en la metáfora de la mente como un teatro.

"Nuestro modelo matemático explica cómo trabaja ese auditorio", precisa el ingeniero.

"No es el modelo que un neurofisiólogo quisiera. Este es un modelo muy simple, el que un niño de 10 años hubiera querido tener y hubiera podido entender".

Con el micrófono
La cifra de 10 millones de personas en el auditorio que el profesor Blum nos invita a imaginar es porque en el cerebro hay 10 millones de columnas corticales, que son unas formaciones verticales que se extienden por la corteza cerebral.

"Cada columna tiene unas 1.000 neuronas y trabaja como un computador pequeñito", explica el investigador.

Pensemos que cada uno de esos computadores portátiles tiene una memoria cuya vida no supera los 50 años y que, al principio, no están conectados entre sí.

Marvin Minsky, quien fue una figura clave en el avance de la inteligencia artificial, fue el asesor de la tesis doctoral del profesor Blum. "Si uno de estos computadores tiene algo que decir, va al escenario y se lo transmite a los 10 millones de computadores o personas. Si otro computador o persona quiere responder, va al escenario y lo hace".

"Si dos personas en el auditorio conversan lo suficiente, crecerá una conexión entre las dos y podrán comunicarse sin tener que subir al escenario".

Ahora piensa en este ejemplo que te sonará familiar: vas a una fiesta y empiezas a hablar con alguien que tienes la certeza de que conoces, pero no recuerdas su nombre.

Lo que pasa en el auditorio es que hay una persona que decide hacer algo:

"Sube al escenario, agarra el micrófono y les transmite a las 10 millones de personas un mensaje: '¡Qué vergüenza! No recuerdo el nombre de esta persona. ¿Cómo se llama? ¡Ayúdenme!'.

Y las personas en el auditorio se ponen a pensar en eso. Una sube y dice: 'No sé el nombre, pero sé que la conocí en la escuela', otra más sube y da otra pista y así sucesivamente".

Modelo matemático
Cuando sales de la fiesta y vas camino a casa, de repente, te acuerdas del nombre.

"Y eso es muy interesante porque indica que al menos una de esos 10 millones de personas siguió pensando en eso, alguien en ese auditorio dio con el nombre porque se puso a trabajar duro para encontrarlo y tú no lo sabías, ibas conduciendo. De hecho, se te había olvidado el asunto hasta que de repente la respuesta salió de ese auditorio".

El matemático y criptógrafo Alan Turing fue pionero de la computación y teórico de la inteligencia artificial. La profesora Lenore explica que la persona que pidió ayuda, "al subirse al escenario y transmitirle al resto su inquietud, desencadenó otros recuerdos y así fue cómo salió el nombre".

"Eso es parte de nuestro modelo matemático que llamamos la Maquina Teórica de la Conciencia, the Conscious Turing Machine, que está inspirado en Turing, en la teoría moderna de la computación eficiente, y en la neurología".

El matemático inglés Alan Turing, considerado el creador de la informática moderna, ideó en los años 30 del siglo pasado la que se conoce como máquina de Turing, que es un modelo conceptual de computación, una máquina abstracta, no un aparato tangible.

"A pesar de su simplicidad, la máquina puede simular cualquier algoritmo informático, sin importar lo complicado que sea", señalan desde la Universidad de Cambridge.

En el ejemplo del auditorio, el profesor hace una comparación: cuando una persona está en el escenario transmitiendo una información a los otras 10 millones de personas "es igual a cuando uno le pone atención a algo y le surge un pensamiento".

"Aunque eso no explica cómo se siente el sufrimiento, sí permite saber que se tiene un dolor: la persona que sube al escenario dice, por ejemplo: 'Tengo un dolor terrible en mi pierna' y, así, todos en el auditorio saben que tiene ese dolor, aunque aún no lo padezcan. Entender cómo se sufre requiere más exploraciones en nuestro modelo".

El tema de la conciencia
El debate sobre qué es la conciencia es uno de los más antiguos e históricamente se asoció con la filosofía y la religión.

"Hubo una época en la que era un tabú en el ámbito científico estudiar la conciencia", cuenta la profesora Lenore.

Francis Crick ganó -junto a James Watson y Maurice Wilkins- el Premio Nobel de Medicina de 1962. Pero 30 años atrás, gracias a la influencia de varios factores, se dio un giro.

En 1995, Francis Crick, Premio Nobel de Medicina de 1962, publicó "The Astonishing Hypothesis: The Scientific Search for the Soul" ("La Hipótesis Asombrosa: La Búsqueda Científica del Alma").

"En ese libro, dijo que los neurocientíficos debían empezar a estudiar qué pasaba en el cerebro para que surgieran los sentimientos, las emociones. Con ese libro, Crick dio cierta autoridad para estudiar la conciencia", indica la matemática.

A eso se suma que en los años 90 se desarrollaron los aparatos para estudiar el cerebro (las imágenes por resonancia magnética funcional) y Baars publicó su libro sobre la conciencia.

Así, neurocientíficos, filósofos e investigadores de procesos cognitivos abrieron un nuevo campo de estudio científico enfocado en la conciencia.

Y los matemáticos se unieron.

Más allá de la eficacia
"Hay gente que mira el tema desde una perspectiva puramente matemática. Nosotros lo vemos desde la ciencia de la informática teórica, que es un tipo de matemática interesada en la computación", precisa la profesora Lenore.

La teoría de Turing explica funciones que se pueden computar eficazmente, pero no necesariamente eficientemente.

"La teoría moderna requiere que la computación sea eficiente", señala el ingeniero. Manuel Blum recuerda al neurofisiólogo Warren McCulloch como "la persona más importante de mi vida académica", ya que "me enseñó muchísimo".

Fue en los años 60 que ese campo empezó a preguntarse qué era factible hacer y cuán rápido se podía hacer.

"En un frase: ¿qué es posible solucionar eficientemente, no solo efectivamente, en términos matemáticos y computacionales?", apunta la académica.

Así, la teoría de la complejidad es clave en el modelo que los esposos Blum han desarrollado: qué se puede hacer con recursos limitados.

Para el científico no hay duda: "se puede usar la matemática para comprender la conciencia".

"Brillantez y bondad"
Han me cuenta que cuando preparaba su artículo para la MIT Technology Review sobre el profesor Blum, le emocionó notar la admiración que sus estudiantes sienten por él. "Lo adoran".

"Hay algo profundamente sutil en eso: una especie de legado intelectual arraigado no solo en la brillantez, sino en una auténtica bondad".

Mi conversación con los profesores Blum duró poco más de una hora y media.

En medio de ideas y conceptos complejos, recuerdo la afabilidad de ambos.

El ingeniero me habló en español y no fue difícil darme cuenta de su sentido del humor.

Al principio me pidió por favor que no lo llamara ni profesor ni doctor y que si lo volvía a hacer me diría "doctora Rodríguez". ("Nada más alejado de la realidad", le respondí).

Como no pude evitar dirigirme a él como profesor, en más de una ocasión me llamó "doctora" y bueno… ¿quién le discute a un admirado Premio Turing?

jueves, 5 de junio de 2025

_- El cooperativismo crece con fuerza en España impulsado por las cooperativas de trabajo

_- De las 1.565 nuevas cooperativas creadas en 2024, un 78% (1.227) son CTA, responsables de casi 3.000 nuevos empleos cooperativos (2.968), según informa COCETA.

En 2024 se constituyeron 1.565 nuevas cooperativas, según los últimos datos recabados por la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado (COCETA) y el Ministerio de Trabajo y Economía Social. En concreto, las cooperativas de trabajo asociado (CTA) lideran este fuerte crecimiento: de las 1.565 nuevas cooperativas, un 78% (1.227) son CTA, responsables de casi 3.000 nuevos empleos cooperativos (2.968).

«El cooperativismo en España se consolida como un motor clave de empleo y desarrollo económico y confirma que las CTA son parte indispensable de la columna vertebral del cooperativismo, impulsando la economía con valores y un modelo empresarial democrático y sostenible a corto y largo plazo«, explica en un comunicado COCETA, que destaca otro dato importante: el 45% de las nuevas cooperativistas son mujeres, un porcentaje notablemente superior al registrado en otros modelos empresariales.

Andalucía lidera el crecimiento de nuevas cooperativas Por comunidades autónomas, Andalucía encabeza la creación de nuevas CTA, con 284 cooperativas, seguida por Galicia (174 CTA), la Comunitat Valenciana (146 CTA) y Cataluña (129 CTA). En lo que respecta a creación de empleos cooperativos, también lidera Andalucía, con 629 empleos nuevos, seguida de Cataluña (392), Galicia (389), País Vasco (326) y la Comunitat Valenciana (322).

En cuanto a los sectores, el 75% de las nuevas cooperativas se enmarcan en el ámbito de los servicios, lo que sigue la tendencia general de la economía española. El 14% corresponde al sector de la construcción y el 8% a la industria. En este último destaca una tendencia hacia la paridad entre hombres y mujeres, a diferencia del tejido empresarial convencional, donde la industria continúa siendo un ámbito fuertemente masculinizado. «Además, el 52% del empleo cooperativo lo ocupan mujeres, lo que refuerza el papel del cooperativismo como impulsor de la igualdad de género y la cohesión social», subraya COCETA.

La consolidación de las cooperativas de trabajo asociado Entre 2023 y 2024, el cooperativismo en España continúa su tendencia de crecimiento y alcanza ya las 24.435 entidades (un 4,5%), especialmente en el modelo de cooperativas de trabajo asociado, que representan más del 81,2% del total de cooperativas activas. En total, hay 19.846 en 2024 (+4,8%).

No obstante, según recoge COCETA, el crecimiento en número de cooperativas creadas se acompaña de un menor número de personas que forman parte de los proyectos: 265 personas socias con una caída de 323 empleos cooperativos respecto al año anterior. «Este dato responde a que las nuevas cooperativas creadas son, en general, de menor tamaño y más especializadas, lo que apunta a un cambio de tendencia hacia modelos más dinámicos y adaptados a nichos concretos de mercado. Esta tendencia hacia estructuras empresariales de menor tamaño es común en el conjunto del tejido empresarial español», explica la confederación.

«Desde COCETA valoramos estos datos como una muestra del potencial transformador del modelo cooperativo para generar empleo estable y de calidad, fomentar la igualdad de oportunidades y dinamizar el tejido empresarial en todo el territorio», concluye.

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miércoles, 4 de junio de 2025

_- La derecha nacionalista española, España y lo español

_- Quien haya leído mis opiniones desde hace tiempo sabrá que estoy muy alejado de cualquier tipo de nacionalismo. Aunque, curiosamente, no lo estoy en contra de ninguna de las dos acepciones que la Real Academia de la Lengua da a ese término: a) Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia y b) Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse como Estado.

Ambas me parecen razonables, legítimas y perfectamente aceptables. Rechazo, por el contrario, el nacionalismo que, en aras de esos sentimientos o aspiraciones, considera enemigo y no nacionales a sus compatriotas que no los comparten en su misma medida (reconozco, sin embargo, mis dudas: no estoy seguro de que esos sentimientos e ideología no vayan siempre junto al totalitarismo o terminen provocándolo). Tengo la impresión de que detrás de esto último están los momentos más sangrientos y deleznables de la historia humana.

Dejando a un lado los nacionalismos que están más lejos de nosotros y que conozco peor o que incluso desconozco, el que me ha parecido siempre más aberrante y rechazable ha sido el español, el de una gran parte de la derecha española. La que tiene la boca llena de palabras de amor a España, a su bandera y a sus gentes pero que rechaza como españoles a quienes no comparten sus valores ni su imagen de España.

Nunca he podido entender cómo se puede decir que se ama a una nación y perseguir a sus nacionales o considerar que no lo son si no tienen exactamente sus mismos sentimientos, la concepción de lo que es España, o iguales aspiraciones nacionales como sus legítimos y libres ciudadanos.

La derecha nacionalista española es la que habla de «auténticos» españoles, españoles «de verdad», «buenos españoles», «patriotas»… para referirse solamente a quienes piensan como ella, mientras que el resto son (tengo que incluirme y decir somos) los enemigos de España, la anti-España, quienes no amamos a nuestra patria o nación (no pelearé por los nombres), ni nos sentimos parte de ella o cubiertos por su bandera. La derecha nacionalista española es la que cree que España es ella y suya, y que España es real y exclusivamente tal y como los nacionalistas españoles la contemplan, la imaginan o la desean.

He vivido todo eso desde que tengo uso de razón, pero lo que me sorprende y me deja desolado es que siga viviéndolo con tanta o más fuerza ahora que vivo en democracia que cuando España estaba bajo una dictadura, la de la derecha nacionalista, la de los buenos y auténticos españoles, por supuesto.

Me vienen a la cabeza estas reflexiones ahora que la derecha española se opone a que lenguas españolas reconocidas oficialmente en la Constitución se utilicen como tales en la Unión Europa.

La derecha nacionalista critica al nacionalismo catalán, vasco o gallego porque no se siente español y reclama, por tanto la españolidad de Cataluña, País Vasco o Galicia y la de todos los catalanes, vascos o gallegos. Pero, al mismo tiempo, no considera españoles a buena parte de los catalanes, vascos o gallegos, ni a lo que es catalán, vasco o gallego, como sus lenguas (¡¡o el cava, cuando pide que se boicotee!!).

El totalitarismo nacionalista lleva a este tipo de incoherencias.

Si hay españoles que hablan otras lenguas diferentes al castellano, ¿no serán esas otras lenguas tan nuestras como la que hablamos con acento castellano, andaluz, o canario? ¿Por qué oponerse entonces a su uso?

El nacionalismo español define lo español a través de lo que no es común, sino sólo propio de una parte de los españoles, como la lengua castellana, la religión católica, o los valores conservadores. Es lo que hacen todos los nacionalismos, aunque en su caso de modo exacerbado y aún más totalitario, pues puede disponer de los aparatos del Estado y de su fuerza contra los demás españoles. Luego se extraña que haya catalanes, vascos o gallegos que, rechazando esa conducta de la parte poderosa de España, rechacen por extensión a su conjunto. Yo -para nada nacionalista- me lo pregunto a mí mismo: ¿cómo reaccionaría si me impidieran hablar con mi acento andaluz, dentro o fuera de Andalucía? Y vaya por delante que estas mismas reflexiones las hago extensivas al nacionalismo periférico que pone trabas a que usen el castellano quienes lo tienen o desean tenerlo como lengua propia.

La negativa del nacionalismo español a considerar como español todo lo que es de España me vuelve a parecer lamentable. Aunque, si eso lo es, también me resulta penoso que los españoles no nacionalistas, de izquierdas o derechas, no hayamos sido capaces de configurar a lo largo de nuestra historia una concepción diferente de España: transversal, respetuosa, abierta, unida y diversa, diversa y unida, cosmopolita y capaz de abrazar a toda la ciudadanía sin establecer cainitas fronteras interiores. Una España vertebrada por el sentido común y la libertad. Una España en la que una parte de ella no hiele constantemente el corazón de la otra.

PS. Leo hoy que el líder del Partido Popular que ahora ha maniobrado para evitar que se permita el uso de las demás lenguas españolas en Bruselas, hablaba allí en gallego cuando era presidente de Galicia y reclamaba su uso oficial. Todo vale para destruir al adversario.

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martes, 3 de junio de 2025

Más allá del miedo: reconstruir la escuela desde lo común

Necesitamos políticas que propongan alternativas a los enfoques competitivos e individualistas y sean capaces de garantizar el bienestar de la comunidad educativa en su conjunto.

De acuerdo con el Centro de Estudios Sociológicos el 65,8% de los españoles considera que su situación económica es buena o muy buena. Sin embargo, cuando se les pregunta por la situación general de España esta cifra desciende hasta el 29,9%. ¿Cómo se explica esta diferencia? La distancia que media entre ambas cifras tiene mucho que ver con el miedo. Los mensajes constantes sobre crisis, conflictos y amenazas hacen que percibamos el entorno como hostil y peligroso. Es un miedo que no necesariamente viene de la experiencia directa, sino de lo que oímos, leemos y vemos cada día. Y ese miedo acaba marcando cómo nos relacionamos con los demás y las decisiones que tomamos.

El miedo, de hecho, se ha convertido en una forma de vida para muchos, en parte por el sesgo informativo y por unos medios que amplifican contenidos con un alto contenido emocional, funcionando como caja de resonancia. Miedos a problemas reales, como las guerras, la crisis climática o el ascenso de la extrema derecha, pero también a amenazas percibidas, muchas veces exageradas o manipuladas para instalarse en el imaginario común. Hay un rédito en el temor: asienta prejuicios, inmoviliza la esperanza y desgasta la confianza en las instituciones y en los otros.

Así, el miedo se infiltra en cada esfera de nuestra vida deformando la mirada y desdibujando el sentido y la posibilidad de un nosotros común capaz de tejer confianza y pertenencia. Y estos miedos han llegado también a lo que más queremos, a la infancia y su educación. En una sociedad donde el miedo cotiza al alza, su eco resuena en cada rincón: los medios lo amplifican, la sociedad lo absorbe, docentes y familias lo padecen y, en silencio, los y las estudiantes lo heredan.

Las familias tienen miedo de que sus hijas e hijos no sean capaces de competir en el mercado laboral en una competición (amañada) que cada vez empieza antes, tiene más filtros y termina más tarde. Miedo a un sistema productivo que agota y en el que los tiempos de cuidados se consideran improductivos. Incertidumbre por no entender las reglas y demandas del sistema educativo. Miedo a no ser capaces de proteger a las criaturas que tantas renuncias les ha costado; de todos y cada uno de los riesgos que ven en los telediarios: las tecnologías, las adicciones o el bullying.

Las docentes también tienen miedo. Desde hace tiempo han visto cómo su trabajo se volvía más complejo, al mismo tiempo que sus condiciones laborales se deterioraban. Un empeoramiento que, a diferencia de lo que sugiere cierta retórica, no se ha traducido en mejoras para el alumnado. Las docentes tienen miedo de no llegar a todo, de no estar a la altura de las expectativas crecientes que depositan en la escuela la solución a todos los males de la sociedad. Miedo ante la judicialización de la vida pública y de la burocratización. Miedo a la mercantilización de la educación que resta oportunidades y configura la educación como un supermercado a la carta.

Y en medio de esta vorágine los y las estudiantes también tienen miedo ante un futuro incierto en el que nada está garantizado. Desapego por un sistema educativo que poco tiene ver con lo que viven a diario y que le manda en ocasiones mensajes contradictorios. Miedo a fracasar, a no cumplir con las expectativas de “alumno ideal”, a no ser suficientemente “listos/as”, “esforzados/das”, “participativos/as”, “activos/as”; un miedo que se expresa en forma de resistencia, rechazo, apatía, desmotivación o inseguridad, entre otras manifestaciones y que, en última instancia, se alimenta de un ciclo de exclusión que refuerza las desigualdades existentes.

Cuando escuchamos a un niño o niña decir que tiene miedo, ya sea a la muerte, a la oscuridad o a los monstruos, debemos entender que, aunque el objeto del miedo pueda ser real, percibido o imaginario, lo que realmente importa es que el miedo en sí es real y que tiene un impacto tangible. Este miedo nos paraliza, nos inmoviliza. Su fuerza apela a nuestros instintos primarios: protegernos, escondernos, huir. Cuando sentimos que no hay salida colectiva, que el futuro no nos ofrece certezas ni esperanza, el miedo nos empuja a refugiarnos en soluciones individuales como única vía ante una suerte de sálvese quien pueda.

Así, ante problemas estructurales, respondemos con lógicas defensivas: trazamos fronteras y culpamos al otro. En este contexto, decirles a los jóvenes que son la peor generación de la historia, a las familias que no se implican o que malcrían a sus hijos, y a los docentes que son unos privilegiados poco comprometidos no hace más que alimentar el malestar y generar guerras fratricidas en las que al parecer no podemos ganar todos. Abundan las críticas, pero escasean las propuestas constructivas y transformadoras. Un escenario ideal para el inmovilismo

Es legítimo que las familias “truquen” la carrera meritocrática comprando ventajas competitivas para sus hijos e hijas, que el alumnado utilice la IA para hacer los deberes o que los docentes huyan de los centros más complejos por no querer inmolarse por una causa incierta. La mejora del sistema educativo no puede recaer sobre las conductas individuales, la culpa o el sacrificio personal. Debe apoyarse en soluciones estructurales y políticas públicas que generen condiciones equitativas para que familias, docentes y alumnado puedan sentirse bien y ejercer su tarea educativa en igualdad de condiciones, con el bien común como horizonte.

Necesitamos políticas que propongan vías alternativas a los enfoques competitivos e individualistas del sistema educativo, y que sean capaces de garantizar el bienestar de la comunidad educativa en su conjunto, sin que las mejoras de unos impliquen pérdidas para otros. Creemos que se pueden mejorar las condiciones laborales del profesorado, asegurar que dispone de los medios necesarios para realizar su trabajo, facilitar la participación efectiva de las familias y ampliar los derechos del alumnado para que pueda aprender y desarrollarse en condiciones óptimas.

El miedo educativo no es fruto del azar; responde a intereses que lo alimentan y a un discurso inmovilista que se sostiene en la idea de que “todo va mal”. Frente al miedo, es urgente reivindicar la esperanza, lo común y la corresponsabilidad. Empatía, confianza, responsabilidad compartida y escucha mutua. No basta con exigir más implicación individual a familias, docentes o alumnado: hacen falta reformas estructurales que garanticen condiciones dignas, lenguajes compartidos y derechos ampliados. Instituciones que protejan, escuchen y cuiden. Solo así dejaremos de esperar milagros individuales y podremos construir respuestas colectivas. Porque la mejora educativa no vendrá de héroes solitarios, sino de comunidades que se cuidan y sistemas que se reforman pensando en el bienestar de todos y todas. En tiempos de incertidumbre, es más necesario que nunca mandar un mensaje de tranquilidad y trazar, juntas, un horizonte de esperanza que nos permita vislumbrar un futuro más justo para todas y todos, y nos equipe con las herramientas necesarias para construirlo.

Daniel Turienzo es maestro de Educación Infantil en la red educativa en el exterior. Aina Tarabini es profesora de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona, especializada en desigualdad educativa.

lunes, 2 de junio de 2025

Cómo ayudar a una persona que atraviesa una pérdida repentina.

Ilustración de dos mujeres en un lugar con árboles. Una de ellas viste de negro y tiene una mano de la otra sobre su hombro.
Credit...
Quizás sientas el impulso de apartarte porque no sabes qué hacer ni decir. He aquí algunas formas de acompañar a alguien en duelo.

En los últimos años, los esposos de tres de mis amigas murieron repentinamente a la edad de 50 años. Estas experiencias me ayudaron a aprender a ser un apoyo ante una pérdida inesperada. No podía imaginar que alguna vez sería yo la que recibiría ese aliento. Pero eso ocurrió cuando perdí a mi hijo Garrett por suicidio en septiembre de 2017.

Desde que Garrett falleció, me ha sorprendido la generosidad de mi comunidad. Un amigo pagó para que limpiaran las canaletas de mi casa y lavaran las ventanas. El veterinario de nuestra familia se negó a que pagáramos sus servicios de cuidado de mascotas durante un año. Otra amiga nos dio las llaves de su casa del lago para que la usáramos cuando necesitáramos escaparnos. Cada primavera, encontramos en nuestro porche una planta colgante de los padres de un amigo de Garrett. A pesar de lo brutalmente duro que ha sido recorrer este nuevo camino sin mi hijo, estas acciones han brindado un destello de positividad en medio de mi desesperación.

Aunque la gente se ha ofrecido a ayudar después de nuestra pérdida, esa generosidad no siempre se da tras una muerte repentina, algo que muchas familias vivieron con la pandemia de covid, que ha matado a más de 800.000 personas tan solo en Estados Unidos.

“Muchas personas en duelo experimentan otra pérdida secundaria cuando amigos y familiares huyen tras una pérdida debido a su propio malestar”, dijo Sherry Cormier, psicóloga y especialista certificada en traumas por duelo. Estar presente con el dolor de un amigo en esta situación puede provocar ansiedad ante la muerte, dijo. “Piensan: ‘Eso podría pasarme a mí’”.

A diferencia de la muerte de una persona mayor tras una larga enfermedad, con una pérdida repentina, “tu mundo se pone completa y totalmente de cabeza; estás en un caos total”, dijo Camille Wortman, profesora de psicología social y de la salud en la Universidad de Stony Brook y autora de Treating Traumatic Bereavement: A Practitioner’s Guide.

Aparte de la pérdida en sí, una de las experiencias más dolorosas para los dolientes es que sus amigos y familiares podrían no estar dispuestos a ayudarlos a atravesar el duelo, dijo Cormier. En lugar de apartarte, puedes ofrecer conexión. He aquí algunas formas de ayudar a alguien que ha experimentado recientemente una pérdida.

Asume tareas
Ante una pérdida repentina, los familiares de la persona que murió se ven inmediatamente inundados de nuevas y crecientes responsabilidades. Ayudar a aliviar esa carga puede ser muy valioso. Cormier sugiere utilizar un lenguaje como: “Me encantaría ayudar. ¿Se te ocurre algo que pueda ser útil?”. Si no aportan sugerencias, puedes ser específico: pregunta si puedes llevarles de cenar, cortar el pasto o ir por la despensa. También puedes proporcionar una distracción que sea bien recibida, ofreciéndote a dar un paseo con ellos o a llevarlos a cenar.

Jerri Vance, quien vive en Princeton, Virginia Occidental, perdió a su esposo, James, un agente de policía de 52 años, por covid el día de Año Nuevo de 2021. “Ingresó en el hospital el 7 de diciembre y nunca lo volví a ver”, dijo.

Inmediatamente después de la muerte de su marido, la gente de su comunidad organizó una recaudación de fondos para cubrir las cuentas médicas y los costos del funeral, y reunieron 29.000 dólares. Amigos y vecinos le proporcionaron comidas durante un mes y medio. Otros amigos la ayudaron a quitar los adornos navideños. La directora de la escuela en la que da clases de tercer grado incluso se apareció en su casa para limpiar la cocina.

Vance dijo que agradecía todas las oraciones recibidas tras la muerte de su marido, pero que lo que más la animaba era quien se ofrecía a aliviar su carga.

Sigue tendiendo la mano
Un estudio publicado en agosto por la Asociación Americana de Psicología (APA, por su sigla en inglés) descubrió que la pérdida de un ser querido en un acontecimiento traumático puede provocar reacciones complicadas en los que se quedan atrás, incluido un duelo prolongado. Otros estudios han descubierto que las personas que han sufrido una pérdida traumática tienen más probabilidades de experimentar reacciones psicológicas graves, intensas y persistentes, como el trastorno de estrés postraumático, en comparación con quienes han tenido una pérdida esperada, según Kristin Alve Glad, psicóloga clínica y autora principal del estudio de la APA. En estas situaciones, dijo Wortman, las personas en duelo pueden tener dificultades durante muchos años o décadas.

“El tiempo no cura todas las heridas”, dijo Vance. “Hay momentos en que me siento olvidada. Todo el mundo vuelve a su vida normal y, para nosotros, nunca volverá a haber una vida normal”.

Wortman sugirió que cada cierto tiempo se pongan en contacto y que se les busque en momentos en los que quien está de duelo pueda ser especialmente vulnerable, como un aniversario de boda o festividades importantes. Ha recopilado una lista de sitios web y artículos útiles que se enfocan en ofrecer apoyo en estas situaciones.

Considera la posibilidad de añadir a tu lista de tareas enviarles mensajes sencillos de “estoy pensando en ti”. Lisa Zaleski, quien vive en White Lake, Michigan, se enfrentó a lo inimaginable: primero perdió a su hija Sydney en junio de 2017, a la edad de 23 años en un accidente de coche, y luego a su hijo Robert en diciembre de 2019 por suicidio, cuando tenía 31 años. Tras la muerte de su hija, un amigo al que no era especialmente cercana le envió un mensaje diario durante un año. “Fue un gran apoyo”, dijo.

Conecta a los personas en duelo con la comunidad
Nneka Njideka, trabajadora social clínica autorizada en Brooklyn, Nueva York, quien se especializa en duelos, explicó que las personas que tienen más recursos tienen “privilegio de duelo”. Por ejemplo, pueden pedir un permiso para ausentarse durante más tiempo en el trabajo y permitirse un equipo de profesionales para afrontar la pérdida. Pero dijo que no ocurre lo mismo con quienes tienen pocos recursos —sobre todo con las personas de color— pues, además de perder a su ser querido, pueden enfrentarse a pérdidas como el desempleo o la inseguridad alimentaria.

Calandrian Simpson Kemp, quien es una mujer negra y vive en Houston, estaba trabajando en el turno nocturno en un refugio para mujeres sin hogar en 2013, cuando recibió la llamada de que su único hijo, George Kemp Jr, había muerto por arma de fuego a los 20 años. “Te han robado todo lo que habías imaginado para ellos”, dijo. Fue demasiado para su marido. Cuando ella le dio la noticia, “él dejó caer las llaves y nunca volvió al trabajo”, dijo. La familia, que incluye a su hija y a su hijastra, se quedó sin seguro. Ella no podía costear la atención de salud mental y, en un momento dado, tuvo que recurrir a una despensa de alimentos.

“Sentía que la bala nos seguía matando a mi marido y a mí, porque perdimos todo lo que teníamos”, dijo.

Njideka dijo que, en este tipo de situaciones, es importante ayudar a las personas que han perdido a un ser querido a crear redes con la comunidad y construir un círculo de recursos de apoyo, quizá para recaudar fondos para las cuentas y la terapia. Simpson Kemp puso en marcha un programa, The Village of Mothers, para ayudar a las madres que han perdido a sus hijos a encontrar los servicios que necesitan.

Escucha más de lo que hablas
Simplemente sentarse junto a quien está de duelo y dejarlo llorar es útil, dijo Cormier. Deja que te cuenten la historia de su pérdida y no intentes resolver problemas ni dar consejos. Después de que mataran al hijo de Simpson Kemp, una mujer de su iglesia se ofreció a llevarla al cementerio y simplemente se sentó con ella allí.

“Se limitaba a esperar atrás y me permitía estar quieta y en silencio en ese espacio con George”, dijo Simpson Kemp. Ella “me mostró que estaba bien ir más despacio y juntar las piezas para ayudar a dar sentido a lo que acababa de ocurrir”.

Elige tus palabras con cuidado
Intenta ser muy consciente para evitar minimizar la pérdida o animarlos a una recuperación rápida, dijo Roxane Cohen Silver, profesora de ciencias psicológicas, salud pública y medicina en la Universidad de California, Irvine. Ha elaborado una lista de “cosas que no debes hacer” en caso de una pérdida, basada en su investigación con cientos de personas en duelo. Nunca insinúes que sabes cómo se sienten los dolientes, aunque hayas sufrido una pérdida similar; no puedes comprender la profundidad de su dolor, dijo.

Otras frases que hay que evitar, según Wortman: “Eres muy fuerte”, “Tienes mucho que agradecer” y “Todo saldrá bien”, junto con lugares comunes religiosos como “Es parte del plan de Dios” o “Está en un lugar mejor”.

Vance dijo que es mejor no hacer promesas vacías. Algunos de sus amigos prometieron a sus hijos pedicuras y salir por helados, pero nadie lo cumplió. Sus hijos se sintieron heridos. “Cuando prometes algo, tienes que cumplirlo”, dijo.

En el caso de una muerte por suicidio, puede ser aún más difícil saber qué decir o cómo ayudar, ya que el estigma puede ser un problema. Doreen Marshall, psicóloga de la Fundación Americana para la Prevención del Suicidio, dijo que los supervivientes de una pérdida suelen sentir una increíble cantidad de culpa y podrían asumir la responsabilidad de lo ocurrido. Marshall, quien perdió a su prometido por suicidio, dijo que eso significa que los amigos y seres queridos pueden ser aún más reacios a ofrecer apoyo.

Al igual que con cualquier otro tipo de pérdida repentina, céntrate en proporcionar el tipo de apoyo que el doliente necesita, dijo Marshall. Evita preguntar sobre las circunstancias de la muerte, dijo, pero di el nombre del ser querido, pregunta sobre su vida y comparte los recuerdos felices que tengas.

“Echamos mucho de menos a nuestros hijos”, dijo Marny Lombard, cuando hablamos de su hijo Sam, quien murió por suicidio en 2013 a los 22 años. Si Sam sale a colación, eso no la altera más. “Cuando dices el nombre de mi hijo, me das una alegría momentánea”, dijo.

Si tienes pensamientos suicidas, en Estados Unidos llama al National Suicide Prevention Lifeline al 800-273-8255 (TALK) o ve a SpeakingOfSuicide.com/resources para consultar una lista de recursos adicionales. Haz clic aquí para obtener recursos fuera de Estados Unidos.

domingo, 1 de junio de 2025

_- Trump contra Harvard: No pensar, no protestar

_- «Primero fascinan a los tontos. Luego, amordazan a los inteligentes»
(Bertand Russell)

Para cualquier persona relacionada o interesada con el mundo universitario, Harvard es como una especie de diosa del Olimpo. Es la universidad más antigua de Estados Unidos y está habitualmente entre las cinco mejores del mundo y la primera en algunos ranking. Con diferencia, es la más rica. En 2024, su presupuesto fue de 6.500 millones de dólares (5.700 millones de euros), más o menos el de comunidades autónomas españolas como Asturias (6.284 millones) que tiene un millón de habitantes. Por sí solo, equivale prácticamente a la mitad de la financiación que reciben todas las universidades españolas. Su patrimonio financiero depositado como fondo de inversión es de 53.000 millones de dólares y el intelectual es incalculable: no hay otra universidad en el planeta donde se concentren más galardonados con premios Nobel egresados o contratados allí.

A pesar de ello, desde hace años está en el punto de mira de la derecha por ser considerada un campus escorado a la izquierda. Así lo parece, según las encuestas. Una de 2023 realizada por un periódico estudiantil señalaba que la mayoría de su profesorado se considera progresista (45,3 %) o muy progresista (31,8 %) y la mayoría de las que se realizan a estudiantes también muestran su posición más favorable hacia posiciones de centro izquierda (aunque siempre se ha dicho que sus estudiantes son políticamente progresistas y conservadores en materia económica).

También está señalada por la abundancia de las protestas que se llevan a cabo en su campus y por sus formas, razón por la cual un conocido ranking sobre libertad de expresión en las universidades de la Fundación para los Derechos Individuales y la Expresión (FIRE) la colocaba este año como la peor, en la que menos se respeta. Y, por si eso fuese poco, el Tribunal Supremo sentenció en 2023 que sus medidas de discriminación positiva por raza en la selección de estudiantes eran contrarias a la Constitución.

En las publicaciones y medios de derecha es habitual encontrar cada vez más críticas por todo ello. En Libertad Digital se leía hace año y medio: «Hoy día tener un diploma por Harvard está contaminado por la sospecha de que su obtención no tiene nada que ver con méritos personales sino con la adscripción a un sexo, una raza o una ideología radica». El autor del artículo decía que Harvard se negaba a mí «comprometerse contra incitaciones al exterminio de los judíos». Lo que viene sucediendo, en realidad, es que en esa universidad se han producido, como en otras muchas, un buen número de actos de protesta y denuncia contra Israel no por incitar, sino por llevar a cabo el genocidio y exterminio del pueblo palestino. Lo que ahora ha provocado un ataque sin contemplaciones y por varios frentes de Donald Trump.

Su administración le ha congelado 2.200 millones de dólares de asignación, la ha amenazado con quitarle la exención fiscal, y le ha prohibido matricular a alumnos extranjeros. Además, le ha pedido que entregue las grabaciones de todas las protestas que se hayan llevado a cabo en los últimos cinco años. Y aún más: la Secretaría de Justicia le ha reclamado todos los mensajes de texto, correos electrónicos, chats de Signal y demás correspondencia de empleados actuales o anteriores que discutieran las órdenes ejecutivas de Trump a principios de este año que revocaron las políticas de apoyo a las minorías y pusieron fin al apoyo del gobierno a los programas de diversidad, equidad e inclusión.

La violación de la libertad académica es tan flagrante que hasta la Fundación para los Derechos Individuales y la Expresión que mencioné antes la ha condenado sin contemplaciones. En un comunicado de su director legal se dice:

«La carta de la secretaria Noem advierte que la administración Trump busca erradicar los males del antiamericanismo y el antisemitismo en la sociedad y los campus universitarios. Pero pocas cosas son más antiamericanas que un burócrata federal que exige a una universidad privada que demuestre su lealtad ideológica al gobierno bajo pena de castigo (…) La exigencia de la administración de un estado de vigilancia en Harvard es un anatema para la libertad estadounidense (…) Ningún estadounidense debería aceptar que el gobierno federal castigue a sus oponentes políticos exigiendo conformidad ideológica, vigilando y tomando represalias contra la libertad de expresión y violando la Primera Enmienda».

No es sólo Havard la universidad que está amenazada. Hay otras sesenta instituciones universitarias sujetas a investigaciones federales, suspensiones de financiación o escrutinio por diversas razones. El objetivo que Trump afirma perseguir con todo ello es combatir el antisemitismo, restaurar el rigor intelectual y erradicar lo que sus burócratas llaman la «captura ideológica» en la que han caído. Hace unas horas profundizó en ello con una nueva orden ejecutiva orientada a restaurar «la ciencia de referencia», entre otras razones, para no «inventar datos o resultados y registrarlos o informarlos». Lo dice y ordena Donald Trump, de quien The Washington Post contabilizó 30.573 afirmaciones falsas o engañosas en su primer mandato como presidente de Estados Unidos (unas 21 diarias de media).

Sus justificaciones son demagógicas y sin fundamento. Es Trump quien miente y manipula. Lo que hay detrás de lo que hace contra las universidades es el miedo atroz de todo los dictadores a la libertad de pensamiento y expresión, a la inteligencia y, por supuesto, a la protesta y la rebeldía. Por eso no es de extrañar lo que está sucediendo en Estados: su presidente Donald Trump actúa como un dictador y está convirtiendo a su país en una oligarquía totalitaria, en una auténtica dictadura.

Está muy oída la frase de Edmund Burke, pero no conviene olvidarla: «Para que el mal triunfe solo se necesita que no hagan nada los hombre buenos » (y las mujeres, por supuesto, añado yo un par de siglos después).

Juan Torres López

sábado, 31 de mayo de 2025

Exámenes para subir nota en la concertada hasta que los alumnos logran un 10 en Bachillerato: “Es un agravio de cara a la Selectividad”

Escuelas Católicas, la gran patronal española de los colegios religiosos, defiende la práctica de dar continuas oportunidades a los estudiantes si busca “mejorar su aprendizaje”

“En nuestro colegio siempre ha estado la opción de hacer exámenes para subir nota en Bachillerato, tanto en primero como en segundo. Durante el curso hay exámenes parciales. Y al final de cada trimestre, un examen final. Después, te dan la nota y te dicen: ‘La evaluación se te queda así’. Y una o dos semanas después tienes la opción de presentarte a otro examen, que puede ser para recuperar la asignatura, si la has suspendido, o para subir nota”. A los profesores, dice Manuel, de 19 años, cuyo nombre real se omite en este artículo porque aunque él lleva un año en la universidad tiene familiares que estudian en el mismo colegio concertado de Valencia, no les gusta que los alumnos se presenten por probar. “Te amenazan con que si sacas dos puntos menos de los que tenías, te bajan la nota. Pero vamos, nunca se da el caso”, dice. Manuel se presentó “muchísimas veces” a estas pruebas, sobre todo en segundo, porque además de para subir la nota le servía “para practicar” de cara a la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU). Acabó el Bachillerato con una media de 10. Y ahora estudia una de las carreras con la nota de corte más alta.

No hay datos que permitan cuantificar hasta qué punto está extendida esta práctica en la enseñanza privada ―que solo está concertada en parte de España, aunque en algunas comunidades donde no lo está, como Madrid, el gobierno regional da cheques a las familias para sufragar la matrícula en centros privados puros―. La fórmula, en todo caso, beneficia a sus alumnos, porque la nota de admisión al sistema universitario público se calcula con un 60% de la nota de Bachillerato y un 40% de los exámenes de la fase general de la PAU (a lo que puede sumarse, hasta alcanzar el 14, cuatro puntos adicionales en la fase de ejercicios voluntarios). En la enseñanza pública también hay profesores de Bachillerato que hacen exámenes o plantean otras actividades que permiten subir nota. Pero, según coinciden las fuentes consultadas se trata de decisiones individuales, diferentes de la práctica sistemática y a escala de todo el centro que describe Manuel. Y que la principal patronal de la enseñanza concertada en España, Escuelas Católicas, no solo no critica, sino que defiende.

Justificación
“En nuestro sistema educativo, la evaluación es de proceso, no solo de resultados. Lo cual significa que al alumno se le deben dar todo tipo de oportunidades para que en ese proceso desarrolle al máximo las competencias, a través de múltiples herramientas y estrategias. Presentaciones orales, proyectos, escritos… y exámenes, por supuesto”, afirma Irene Arrimadas, responsable pedagógica de Escuelas Católicas. El tipo de exámenes descritos al principio de este artículo no son censurables, opina Arrimadas, siempre y cuando el objetivo principal sea “que aprenda al máximo”. “Y si eso redunda en una mejor calificación del Bachillerato y una mejor nota para que pueda elegir al final los estudios a los cuales quiere optar, pues bendito sea Dios”, añade.

La información oficial muestra un desajuste entre el porcentaje de estudiantes que acaban el Bachillerato con sobresaliente y el que obtiene esa misma nota en la fase general (u obligatoria) de la PAU. Y que esa distancia es especialmente significativa en el caso de los colegios privados y concertados, como mostró hace dos años una investigación del Observatorio del Sistema Universitario que dirigió la matemática de la Universidad Politécnica de Cataluña Vera Sacristán. Actualizando los datos de aquel informe con los últimos disponibles, de 2024, se observa que la proporción de estudiantes con calificaciones excelentes (9 o 10) en Bachillerato se reduce en la PAU, en el caso del alumnado de la pública, 10,8 puntos porcentuales (lo logra, en Selectividad, el 5,5% del total). El ajuste entre los estudiantes de la concertada ajuste alcanza 16,2 puntos (lo consigue el 5,6%). Y entre los de la privada, la reducción es de 17,4 puntos (lo logra el 7,6%).

Dicho de otro modo, la diferencia en el porcentaje de estudiantes que obtienen sobresalientes entre la pública y la concertada se reduce a una quincuagésima quinta parte (a un 0,1%), 55 veces menos, cuando en lugar de ser el centro educativo quien pone las notas lo hace el tribunal de la PAU. Esa misma diferencia, entre el alumnado de la pública y el de la privada pura, se reduce a una cuarta parte.

Injusto
Dejando al margen la tradicional acusación de que la enseñanza privada hincha las notas ―que arreció en 2023, tras la publicación del informe del Observatorio del Sistema Universitario―, algo que sus patronales rechazan y no ha sido objeto de una investigación oficial (para lamento muchos docentes, familias y estudiantes de la pública), prácticas como la de ofrecer continuos exámenes para subir nota en Bachillerato pueden explicar al menos una parte de dicho abismo. Y que dicha práctica no sea contraria a la normativa ―la responsable pedagógica de Escuelas Católicas subraya que la ley insiste en que la evaluación debe ser “de proceso, no solo calificativa de un examen final”―, no significa que a muchos en la enseñanza pública no les parezca injusto.

Como a David, padre de una alumna que acaba de terminar segundo de Bachillerato en un instituto público en Valencia. “Nuestra hija va una academia en la que coincide con chicas que va a los grandes colegios de la ciudad, y le preguntan sorprendida si ella no hace exámenes para subir nota. A ella, en el instituto, le han hecho dos o tres en todo el curso. Me parece un agravio comparativo, más ahora, con la superpresión que hay para alcanzar la nota en algunas carreras. No tienen las mismas oportunidades. En ramas como la sanitaria, les dificulta mucho poder entrar”.

“Todos los profesores intentamos que nuestros alumnos de Bachillerato estén bien preparados para ir a la universidad y, además, tengan los mejores resultados para la PAU. Por eso a lo largo del curso se hacen pruebas o actividades que son evaluadas y permiten mejorar la nota”, afirma Rosa Rocha, presidenta de la asociación de directores de institutos públicos de Madrid. Rocha añade, sin embargo, que el modelo de exámenes sistemáticos con tal fin en todas las asignaturas al término de cada trimestre “no existe” en ningún instituto público que conozca. “Una profesora de mi centro, que puede tener 100 alumnos, no podría estar haciendo todas las evaluaciones exámenes de subir nota para todos, porque no haría otra cosa, no podría ni impartir la asignatura”, dice.

El presidente de la federación española de directores de institutos públicos, Fedadi, Toni González Picornell, lamenta que las notas de Bachillerato con las que los alumnos de la enseñanza privada llegan a la Selectividad supongan “una pérdida de oportunidades en el acceso a los estudios deseados para el alumnado de la pública”. Y apuesta por un cambio drástico: “Mi opinión es que el Bachillerato solo debería impartirse en los centros públicos, que garantizan una estandarización de los estudios”

viernes, 30 de mayo de 2025

Joan Manuel Serrat: "No he esperado a tener 80 años para saber que todo pasa muy deprisa y que hoy eres fuego y mañana olvido"

Joan Manuel Serrat

Fuente de la imagen,Daniel Mordzinski

Pie de foto,La vida de Joan Manuel Serrat ha estado marcada por América Latina en muchos aspectos.

Hablar con Joan Manuel Serrat (Cataluña, 1943) es casi tan bonito como escucharlo cantar.

El cantautor español -para muchos el mejor de todos junto al cubano Silvio Rodríguez- es un gran contador de historias, y es generoso con las anécdotas que comparte.

Hace unas noches lo escuché en una conversación con el escritor nicaragüense Sergio Ramírez en el Teatro Lux de Ciudad de Guatemala y, aunque algunas de las preguntas que le hizo son similares a las de esta entrevista, las respuestas tenían otros detalles, otro tono, otra forma de narrar.

A los 81 años, Serrat tiene una memoria prodigiosa. Va revelando sus recuerdos y pensamientos como si estuvieran dentro de matrioskas rusas o fueran capas de cebollas, ese vegetal que inspiró uno de los poemas más hermosos de Miguel Hernández y que él convirtió en una canción inolvidable.

El autor de canciones tan emblemáticas como "Mediterráneo", "Cantares", "Lucía" y "Penélope" habló con BBC Mundo en el marco del festival Centroamérica Cuenta, que se celebra en Guatemala entre el 19 y el 24 de mayo.

Joan Manuel Serrat, ¿qué se siente ser la banda sonora de la vida de tanta gente?

¡Uf! Sería un acople tremendo, ¿no? Entiendo lo que quieres decir y pues me siento en parte orgulloso y en parte responsable.

¿Responsable de qué?

Responsable de que las cosas ocurran de esta manera, de que ocurran porque yo he escrito las canciones, las he cantado, he tenido la posibilidad de compartirlas y he empujado este carro que las han convertido en bandas sonoras de la gente.

Por fortuna, la banda sonora de cada quien es una banda muy diferente, cada quien se la hace a su medida y a su tiempo.

Algunas son absolutamente personales y los motivos y las canciones que eligen son de cada uno, pero hay otras que son comunes, canciones que se han quedado en la memoria colectiva y que entonces se convierten más en un himno que en otra cosa.

Como una banda social

Una banda común, sí…

Nos enamoramos con Serrat, sufrimos la muerte con Serrat, nos consolamos con Serrat. Es un registro de emociones muy amplio, ¿no?

Sí, y hace que la vida de uno tenga un cierto sentido.

Pero aclaremos que no es conmigo que se enamoran, se enamoran con una canción mía, y eso es diferente porque paso de ser cómplice a ser... Ni siquiera llego a ser observador; lamentablemente, porque sería muy divertido ser observador de esto.

Serrat habló con Carolina Robino, directora editorial de BBC Mundo, en Guatemala. Hablemos de América Latina, que ha tenido en tu vida y en tu carrera un papel bastante relevante desde que eras muy joven. ¿Qué significa América Latina para ti?

América Latina es en cierta manera un conjunto de territorios, y cada uno de ellos ha formado parte de mi vida.

Sin duda, yo tengo una gran relación con la región, que se ha dado por interés propio. Yo me he sentido muy partícipe de su historia. Han ocurrido tantas cosas aquí que me habría sido imposible pasar por ella de otra manera.

El cariño de la gente me ha hecho sentir parte y mi curiosidad, partícipe. Me ha tocado compartir tiempos realmente extraordinarios, bellísimos y tiempos, como diría Mario Vargas Llosa, muy recios, muy difíciles, en los que he experimentado pérdidas personales cercanas, desapariciones de amigos que de un día a otro dejamos de ver, de saber de ellos, y que aún hoy no sabemos a ciencia cierta de qué manera concreta desaparecieron.

En fin, mi vida está hecha de retazos de América Latina, porque he dejado retazos de mi vida en cada una de estas experiencias.

Uno de esos momentos recios fue tu exilio en México en 1975, donde te quedaste luego de que el gobierno de Franco dictara una orden de búsqueda y captura en tu contra. Si cierras los ojos, ¿cómo ves a ese hombre que no podía volver a España?

Era un hombre triste que procuraba divertirse todo lo que podía.

Tenía una tristeza del exilio que me acompañaba por más que mantuviera la ilusión y el espíritu en alto, y tuviera la certeza de que esto se acababa, que no duraba más de cuatro días.

Me era muy difícil desprenderme de ella y me hizo muy difícil la escritura.

Si tú me preguntas cuándo escribí una canción, puedo más o menos saber la época, pero no tengo nunca la certeza. La única certeza que sí tengo es que yo en aquellos años no escribí absolutamente nada.

Lo intenté, sí, pero lo que aparecía era muy seco, muy triste.

Y entonces lo sustituí por una cosa que me fue muy bien. Cuando se acabaron los conciertos que me habían llevado hasta allí en aquel viaje, y seguía sin poder volver a España, decidí hacer una gira por mi cuenta.

Quiero decir que compré un camión, nos metimos con los músicos y los técnicos todos allá arriba, y con mi empresario -que sigue siendo el mismo que tengo ahora, René León, igual que el de España es José Navarro desde hace 50 años- empezamos a fantasear, a crear con papel y lápiz una ruta y le dimos la vuelta a la República.

Tocábamos donde buenamente se podía. Donde había un teatro grande, si estaba libre, lo alquilábamos; donde no estaba libre, pues otro más chico o un auditorio.

Montamos así una gira que para mí fue sumamente educativa, porque es la que me hizo conocer México, descubriendo un país inmenso, mágico, maravilloso. Y conmigo hospitalario e inolvidable.

Serrat se tuvo que exiliar en México durante el gobierno de Francisco Franco en España. ¿Te acuerdas de qué te salió cuando volviste a España después de estar ese tiempo sin escribir en México?

Sí, lo primero que quise fue trabajar en un disco con poemas de Joan Salvat Papasseit, que era un poeta maravilloso, muy cercano a mí, no tanto por el lenguaje, sino por el barrio.

Y después ya inmediatamente vinieron otros discos. Fue una época muy productiva.

Piensa también que cuando yo regreso a España la vida florece por todos los lados. Franco ha muerto y la libertad sube por los quioscos, las calles, los teatros, y se derrumba la moral nacional católica que teníamos allí.

La gente empezaba a vivir una vida más libre, más descarada, y los movimientos artísticos también florecieron mucho. Había mucha espuma y mucho fuego para poner la olla.

Me imagino que tienes muchos hitos en América Latina. A mí personalmente, porque lo viví, se me viene a la cabeza cuando volviste a Chile en 1990 tras el regreso de la democracia y cantaste "Volver a los 17" en el Estadio Nacional. Fue un momento muy emocionante para el país, para el público. ¿Cómo lo viviste tú?

Para mí fue tremendo.

Primero porque hacía poco más de un año que había intentado entrar a Chile cuando fue el plebiscito de 1988. Y no me dejaron entrar. Me tuvieron retenido durante un tiempo y me devolvieron a España.

Iba con una delegación muy amplia de gente española, incluidos políticos, y curiosamente a mí fue el único que me retuvieron.

Luego, cuando volví, Patricio Aylwin ya había asumido, y eran otras las circunstancias, aunque todavía había presos políticos. Yo estuve visitando gente en las cárceles que no tardaron mucho en salir, pero que todavía estaban ahí.

Y debo confesar que el ambiente que se respiraba en general era de un gran temor al gobierno militar, porque mis propios amigos y compañeros, cuando conversábamos en espacios abiertos, hablaban con mucha precaución de las cosas.

Desde joven se convirtió en un trovador. ¿Y Violeta Parra y "Volver a los 17"?

¡Ah! La Negra…

Yo tengo unos personajes que pueden ser muy curiosos, pero forman parte de mi educación profunda sentimental con América Latina: Violeta, Yupanqui, Gardel.

Por tu padre, ¿no? que era tanguero

Sí, era muy tanguero… Y bueno, alguno más.

Pero el único disco entero que hiciste de un poeta latinoamericano fue de Mario Benedetti. ¿Por qué Benedetti?

Porque le tengo mucho cariño. Y hablo en presente porque lo tengo siempre presente.

Benedetti es uno de los poetas más cantables que yo he conocido, y uno de a los que más le gustaba que le cantaran las canciones.

Fíjate que se han hecho barbaridades con Benedetti, como con muchos poetas musicados, pero a él nunca le importó nada, nunca discutía. Él, como Miguel Hernández, decía que la poesía es una canción que debe salir soplada por los poros.

Y era muy agradecido con quien le musicaba poemas. Creo que de todos, Mario fue el poeta que más promocionó la poesía cantada. Les gustará más a unos que a otros, pero así es.

O sea, fue por eso, pero también y sobre todo, porque estaba en España, y podía hablar con él y contestaba rápidamente a las propuestas.

Era muy consciente de que no es lo mismo la letra de un poema que la de una canción, y que en muchos casos es necesario, si quieres ajustar bien ambas cosas, que el poeta sea muy tolerante.

Como yo nomás había musicado poetas difuntos, no tuve nunca la posibilidad de poder hablar con ellos para tratar de modificar nada, para saber qué habrían pensado (Antonio) Machado o Hernández, por ejemplo. Así que nunca modifiqué nada.

En cambio, ahora que tenía al poeta vivo, sí agradecí que nos viéramos constantemente.

Las giras de Serrat por países de América Latina generaron gran expectación.

Hace casi dos años y medio que hiciste tu última gira, "El vicio de cantar", pero no has parado. Estás recibiendo premios, viajando, participando en charlas, en eventos. Al final, más que un retiro se podría decir que hubo una transformación de Serrat, ¿no?

¡Ah! Es que el vicio de cantar está hasta sus últimas consecuencias en uno, pero ahora lo reservo solo para ocasiones en las que coincidan muchas cosas.

¿Pero estás disfrutando todas estas otras actividades, esta otra relación con el público?

Sí, bueno, unas más que otros. Es como en la vida: hay lugares a los que vas con todo, feliz de poder ir y gozar, y hay otros a los que vas porque sabes que tienes que ir. Pero no por eso tienes que ir con un sentimiento de infortunio.

Yo procuro ser feliz en el lugar que tengo, pero a veces voy extraordinariamente feliz y motivado y emocionado y a lo mejor no me responde el alma de la misma manera.

Pero esto me ha ocurrido siempre y espero que me siga ocurriendo.

Pocas personas tienen una carrera tan exitosa y lograda como la tuya. Creaste un mundo y hasta existe un adjetivo nacido de tu apellido: serratiano. ¿Cómo combatiste el ego y mantuviste los pies en la tierra?

No tengo un método, pero sea lo que haya hecho no me ha ido mal. Además, porque no he esperado a tener 80 años para saber que todo pasa muy deprisa y que hoy eres fuego y mañana olvido.

Entonces más vale la pena no enamorarse de algo que es tan, tan voluble.

Hablas mucho de Viana, este pueblo en Navarra al que comenzaste a ir en la adolescencia y en el que te sientes muy a gusto. Dices que allí eres simplemente Juanito. ¿Quién es Juanito?

Pues el mejor amigo de un albañil.

A mí mis padres me dejaron caer ahí en un verano determinado porque no tenían dónde meterme, y ahí hice los amigos que se hacen normalmente. Mis mejores amigos son casi todos de la infancia.

Y a mis hijos cuándo les preguntan de dónde eres, dicen de Barcelona, pero si les preguntan de qué pueblo, entonces dicen de Viana.

En seis décadas de trayectoria, Serrat se convirtió en uno de los cantautores favoritos del público hispanohablante. No te voy a preguntar cuál es tu canción favorita, porque ya sé que no lo contestas, pero entonces te voy a contar cuál es la mía, que es "Elegía", del disco de Miguel Hernández. En 2023 Orihuela, el pueblo donde él nació, te nombró hijo adoptivo. Cuéntanos de esa canción y de esa historia tan redonda, tierna y dolorosa.

Bueno, a ver, a mi modo de ver, "Elegía" es un poema tan desgarrador y tan maravilloso; es una canción de amor extraordinaria del desgarro del que sigue vivo, como si hubiera cometido algún grave pecado viviendo mientras el amigo muere.

Y cuando le puse la música reconozco -y perdona la inmodestia- que acerté mucho.

Quizá no es una de las canciones más fáciles, pero fíjate que después de tantos años sigue siendo una canción que cuando la toco en medio de un concierto provoca una emoción que notas como te viene del público, te viene a las manos, ¿sabes?

Tienes un público que está ahí y viaja contigo a aquella canción.

¿Y por qué elegiste cantar "Esas pequeñas cosas" en la ceremonia de entrega del Premio Princesa de Asturias, uno de los últimos que has recibido?

Porque tiene todos los requisitos que yo creía que la ajustaban a las circunstancias: es corta, es muy bonita, sencilla, popular. Y la podía tocar con un violín.

Pero te digo que fue mucho más emocionante todavía cuando tuve que bajarme del escenario y salir a la calle y pasar por debajo de un túnel hecho con gaitas que tocaban por encima de tu cabeza.

Para terminar, uno de los últimos eventos en que participaste fue una charla con la periodista Rosa María Calaf sobre hacerse mayor, y entre muchas cosas dijiste, me llamó la atención esta: "Tengo 81 años y pienso seguir haciendo cosas en defensa de mi familia, de mi pueblo y sobre todo en defensa propia". ¿Qué cosas quieres hacer en defensa propia? ¿Qué quieres decir con eso?

Quiero decir que al llegar a los 80 años esta sociedad ingrata en la que vivimos tiene una cierta tendencia a no solamente permitir que uno se jubile, sino a jubilarlo obligatoriamente.

Y no solamente le saca el trabajo, sino que le saca los mapas de la vida con los que uno se mueve. Se le retira también el derecho a ser visible y se acaba convirtiendo en un ser invisible que va de aquí para allá.

Yo no pienso renunciar a mi visibilidad ni a mi derecho a ser útil. O sea, sigo siendo un ciudadano útil. ¿Que me quieran utilizar para una cosa u otra? Pues para las que me gusten, me dejaré, y para las que no me gusten, no me dejaré.

Y si creen que no soy útil, pues entonces me buscaré otras posibilidades.

Quiero decir que tengo todas las ganas de vivir, y no me las van a quitar mientras pueda sentir esa maravilla que es la vida.

Esto a pesar de que corren tiempos bien recios, en los que todo está puesto en tela de juicio y la sensibilidad del hombre parece que desaparece y que no es buena sentirla, que no es bueno dar ni vivir en un mundo sensible y menos en un mundo solidario y, por tanto, en un mundo justo.

Es decir, las razones por las cuales la justicia y el mundo se tienen que mover están todas relacionadas con el sistema económico, con el sistema financiero.

Y yo que viví toda mi vida pensando que los valores estaban en otro lugar, pienso seguir defendiéndolos y hacerlo con independencia de los gurús del futuro y de las aves de mal agüero.

No me rindo de defender que el hombre merece una vida más justa, más solidaria. Merece un futuro mejor.




jueves, 29 de mayo de 2025

_- El Arca de Noé


_- Estamos viviendo unos tiempos convulsos. No es posible, en pocas líneas, describir el momento difícil que está atravesando nuestro mundo. El caldo de cultivo de la cultura neoliberal en la que estamos inmersos, con sus presupuestos demoledores (individualismo, competitividad, relativismo moral, obsesión por los resultados, olvido de los desfavorecidos, hipertrofia de la imagen, privatización de bienes y servicios, capitalismo salvaje, imperio de las leyes del mercado, reificación del conocimientos…), hace difícil la convivencia pacífica, honesta y respetuosa entre las personas.

 El fascismo avanza con una fuerza arrolladora e impone sus tesis miserables en los países y en las conciencias de la gente. El fascismo se caracteriza principalmente por su nacionalismo extremo, su totalitarismo, su militarismo y su culto a la violencia, junto con un desprecio por la democracia y los derechos individuales. A menudo, se basa en una ideología que promueve la idea de un líder carismático y la unidad nacional en detrimento de la diversidad y la disidencia.

El auge de la ultraderecha en todo el mundo, con sus banderas de odio al inmigrante, a los homosexuales, a los diferentes, a los adversarios políticos, con su amor a los bulos, a las fake news, a las dictaduras, nos sumerge en un clima de preocupación y de temor.

Por si todo esto fuera poco, ahí tenemos las guerras y las invasiones, televisadas cada día, como si se tratase de un espectáculo intrascendente que nos muestran las cámaras de manera rutinaria y fácilmente digerible.

La elección a la presidencia de los EE.UU. de un siniestro personaje, después de un nefasto primer mandato, que impulsó el asalto al capitolio, condenado después por la justicia, que rompe impunemente todas las reglas del juego democrático, que nos hace sentir la inquietante sensación de estar sentados sobre un polvorín que puede hacer estallar por soberano capricho, que pretende convertir la franja de Gaza en un resort de lujo, que quiere anexionarse Groenlandia, que desata una disparatada guerra de aranceles, que gobierna el país olvidándose de los pobres, declarando una dislocada guerra arancelaria, privatizando todo lo privatizable, retirando ayudas a los más necesitados nos llena de incertidumbre y de terror.

En nuestro país, una oposición que no se resigna a serlo desde que no pudiera formar gobierno, exige a cada minuto elecciones generales, ataca sin piedad a la izquierda que gobierna, sin que se digne arrimar el hombro para resolver los problemas de la ciudadanía. En estos días he escuchado al alcalde de Madrid, con un aplomo insultante, decir “que resulta lamentabilísimo tachar de genocidio lo que está haciendo Israel en la franja de Gaza”. Lamentabilísimo es el horror de la masacre.

Imagino la realidad que estamos viviendo como un mar proceloso, en pleno diluvio, con tempestades y vientos huracanados. Y pienso en el Arca de Noé. En esa nave salvadora del Génesis que nos puede salvar del diluvio y que puede hacernos arribar a un mundo nuevo, cuando aparezca la paloma de la paz con un ramo de olivo en el pico, anunciando una nueva era. Una era en la que podamos vivir de otra manera, como seres humanos que se respetan, que reconocen su dignidad esencial.

¿De qué Arca salvadora estoy hablando? Hablo del Arca de Noé que ha de ser la escuela. Una escuela democrática, inclusiva, coeducativa, pacifista, crítica, solidaria, feminista, comprometida, participativa, antifascista. Una escuela que forme ciudadanos y ciudadanas para la democracia. La tarea de la escuela no es formar súbditos ni clientes, sino formar ciudadanos y ciudadanas para una sociedad democrática. La escuela tiene que formar no a los mejores del mundo sino a los mejores para el mundo. Voy a plantear a continuación diez rasgos que caracterizan al ciudadano capaz de construir una convivencia justa y armoniosa donde todos y todas puedan ser felices.

– Piensa, analiza, sabe por qué suceden las cosas. No es ingenuo, sino crítico. Sabe que existen hilos ocultos que mueven las decisiones que se toman, saben cómo iluminar esos hilos ocultos para no caer en la trampa de la manipulación. Cuestiona las leyes injustas y las decisiones arbitrarias. Es capaz de desmontar las fake news, de detectar los bulos, de descubrir las mentiras…

– Habla, opina, levanta la voz, se expresa con libertad sin las cortapisas del miedo al poder, sin caer en los señuelos de la adulación, sin hacer caso a desalentadoras admoniciones de los escépticos.

– Participa con su actividad laboral y social en la vida pública sabiendo que la democracia no acaba sino que comienza en las urnas. Se manifiesta, interviene en asuntos de interés general, no solo en los estrictamente privados.

– Se agrupa, no está solo, no permanece aislado, se organiza para la acción, consciente de que el grupo multiplica la fuerza individual.

– Exige, asume riesgos ante el poder, practica la valentía cívica que es una virtud democrática que nos hace ir a causas que de antemano sabemos que están perdidas.

– Se informa, lee críticamente, está al día, cuestiona las explicaciones inconsistentes e interesadas tanto del gobierno como de la oposición.

– Respeta a los demás y reconoce y valora la diversidad. Sabe que existen culturas diferentes y personas diferentes, más allá de la dignidad esencial de cada ser humano.

Es solidario y sensible a la injusticia, se compadece de quienes sufren, no va exclusivamente a lo suyo, no se encoge de hombros ante las desigualdades que existen en su país y en el mundo.

– Vive de forma honesta, trabaja responsablemente y se esfuerza por mejorar ética y socialmente la sociedad en la que vive. Cumple con sus deberes públicos, paga fielmente los impuestos, cumple las leyes, respeta las reglas de tráfico y es consciente de que la libertad individual tiene unos claros límites en la del prójimo.

– Se esfuerza para que el planeta sea la casa común en la que todos y todas puedan vivir felizmente, ya que es consciente del peligro que supone el calentamiento global y de los estragos que causa en el planeta el comportamiento irresponsable de los seres humanos.

Si queremos formar ciudadanos críticos y salen adocenados, si queremos formar ciudadanos solidarios y salen egoístas, si queremos formar ciudadanos democráticos y salen fascistas algo estamos haciendo mal. Pues bien, no hay viento favorable para un barco que va a la deriva. Dicho de manera más contundente: no hay nada más estúpido que lanzarse con la mayor eficacia en la dirección equivocada

No basta proponérselo. Hay que saber si se está consiguiendo. Para ello hace falta interrogarse, poner en cuestión la práctica. Y comprobar si aquello que se pretendía conseguir se ha conseguido. Se trata de un mecanismo de comprobación cargado de lógica y de ética. ¿Esto que pretendíamos conseguir lo hemos conseguido? ¿Actuando como lo hacemos se alcanzan los objetivos propuestos?

Y luego hace falta poner en marcha otro mecanismo importante que llamo de atribución. Si no se ha conseguido, ¿por qué ha sido? Si no conseguimos lo que pretendíamos no podemos explicar el fracaso diciendo que los alumnos no han sido suficientemente esforzados, inteligentes o aplicados. Porque de esa forma nunca podremos mejorar.

Ese Arca salvadora tiene que tener una tripulación bien formada, competente, valerosa. Porque los tiempos y la tarea lo exigen. Hay que acabar con ese pensamiento arraigado en muchas sociedades de que para realizar la tarea educativa vale cualquiera, O, mejor dicho, valen quienes no sirven para otra cosa. Bernard Shaw dice con indudable cinismo: El que sabe hace y el que no sabe enseña. Pensamiento que adorna Muriel en la excelente novela “La elegancia del erizo”: “El que sabe hace, el que no sabe enseña, el que no sabe enseñar enseña a los que enseñan y el que no sabe enseñar a los que enseñan se mete en política”.

El Arca de Noé es responsabilidad de todos, no solo de la tripulación que la guía en circunstancias tan problemáticas, en tiempos del diluvio de la desigualdad, de las malas prácticas políticas, de las guerras insensatas, de un clima social en el que los valores se han olvidado y en el que las tormentas del poder amenazan con la destrucción. En el año 2014 publiqué en México un libro titulado “El Arca de Noé. La escuela salva del diluvio”. Hoy le añadiría algunos capítulos más inquietantes.

miércoles, 28 de mayo de 2025

_- De lo que no se puede escribir

_- Shakespeare, Faulkner o Quevedo no podrían escribir lo que escribieron si fueran sometidos al rigor de lo social y políticamente correcto de hoy.

A lo largo de mi vida como periodista he cometido lógicamente muchos errores. En este caso me refiero a los errores que solía cometer cuando realizaba una entrevista o un perfil literario a cualquier personaje público y tenía la costumbre de describirlo físicamente en su parte menos agraciada hasta el punto de insistir en los defectos más evidentes. Leídos ahora a gran distancia del tiempo aquellos retratos y entrevistas, me pregunto cómo fue posible que no me diera cuenta de esa agresión que indicaba un grado de prepotencia estúpida del periodista, que se cree que todo vale con tal de encontrar una imagen o una metáfora sorprendente.

Luis Escobar: "Soy igual que hace 50 años, sólo cambian las cosas a mi alrededor"

Releer a estas alturas cosas que escribí con alegre impunidad según el aire de aquella época es algo que me llena de estupor. Sé muy bien que la literatura se diluye con la atmósfera de un tiempo determinado y ni Shakespeare, Faulkner ni Quevedo podrían escribir lo que escribieron si fueran sometidos al rigor de lo social y políticamente correcto de hoy. El lenguaje escrito y oral está sometido a una asepsia sanitaria que lo tiene constreñido en un corsé. No sé si esto es bueno o malo. A la hora de escribir, por ejemplo, que el hombre descubrió el fuego comienzo a dudar porque pudo haber sido una mujer la que lo descubrió, como serían también mujeres, tal vez, las que realizaban las pinturas rupestres. En ese caso me veo obligado a cambiar el vocablo hombre por ser humano. Ignoro si esta vigilancia sirve para empujar la literatura hacia delante o hacia atrás.

Con la democracia recién instaurada, recuerdo que en el Congreso se recibió la visita de Edgar Faure, un hombre de Estado, expresidente del Consejo de Gobierno francés. Estaba sentado en el palco de invitados y a la hora de constatar su presencia en mi crónica parlamentaria escribí: “Por encima de la barandilla asomaba su nariz hebraica Edgar Faure”. Un gran periodista holandés, Eppo Janssen, muy amigo, corresponsal de la televisión pública holandesa, y de un periódico progresista de su país, me dijo: “En mi periódico esa crónica no te la hubieran publicado y probablemente te habrían mostrado la puerta de salida para que allí no escribieras más”.

Luis Escobar fue uno de los personajes literarios, divertidos e inteligentes al que le hice un perfil. Para encabezar la entrevista escribí: “Feliz, vestido de blanco, con los brazos abiertos, el marqués de las Marismas del Guadalquivir y Grande de España desciende por la escalinata de caracol con tres chuchos liados en las pantorrillas y ya en el vestíbulo se deshace en risotadas de cortesía con la boca llena de lengua y la dentadura un poco suelta castañeteando amabilidad”. Sentados en sillones blancos en la galería de su jardín con un sonido de agua que caía de la taza sostenida por una diosa de mármol, Luis Escobar comenzó a contar cosas divertidísimas de su vida con una gracia e inteligencia extraordinarias. Pese a todo, insistí en describirlo físicamente: “En aquel tiempo los aristócratas tenían todos cara de caballo y la entrepierna les olía a picadero rebajado con maderas de Oriente. A Luis Escobar le queda desde entonces el mentón allá abajo, esa quijada de pala que está pidiendo a gritos una golilla de encaje holandés. Hay algo equino en su perfil. En eso se nota que pertenece a la aristocracia”.

El marqués me rebatió: “Aristocracia es una palabra que los aristócratas no suelen usar nunca. Nosotros decimos la sociedad, los amigos de toda la vida, las familias conocidas”. Y por si fuera poco insistí en su descripción física, que lógicamente él no me perdonó: “Luis Escobar tiene una lengua redonda que le ocupa toda la boca. La voz le sale por la nariz con sonido de flautín carnoso. Una vez fuera, ya en el aire, la recoge con el labio inferior en plan oso hormiguero y la absorbe hacia el paladar. Así comienza a masticar la propia voz con la dentadura un poco suelta y se traga las últimas sílabas de cada palabra, las últimas palabras de cada frase. Observarlo es muy divertido”. ¿Divertido para quién, para el lector, para el propio periodista?, me pregunto. Desde luego al protagonista le sentó a cuerno quemado y como es lógico me retiró el saludo.

En otra ocasión, para referirme a un niño que había nacido con graves malformaciones físicas y mentales escribí la palabra subnormal. Poco después recibí una carta de una madre anónima que al parecer pasaba por un problema similar advirtiéndome de que hasta ese momento me había leído con gusto, pero que ya no lo haría en adelante. La carta terminó diciendo que su hijo era un ángel lleno de amor y cuidar de ese ángel la llenaba de felicidad. Esa carta tan sencilla fue suficiente para que desde entonces yo viera al mundo de otra forma. A la hora de describir a una persona, remarcar e insistir en un defecto físico es algo que ya no haría, aunque me desollaran vivo.

Manuel Vicent