martes, 3 de febrero de 2015

Dolores González Ruiz, un corazón superviviente. La abogada laboralista sobrevivió a la matanza de Atocha

Dolores González Ruiz, abogada laboralista y vecinal, sindicalista y presidenta de honor de la Fundación Abogados de Atocha de Comisiones Obreras, ha fallecido en Madrid a los 68 años a consecuencia de un cáncer de pulmón. Estaba casada. No tenía hijos. Sus restos mortales fueron trasladados al cementerio de Tres Cantos (Madrid), donde este domingo será incinerada a las siete de la tarde tras una corta ceremonia civil.

Fue la empleada de hogar que acudía a su domicilio, en la céntrica calle de Arapiles, los martes y los viernes, la que la encontró la mañana del 30 de enero muerta en su cama. También había fallecido su marido José María Zaera, que se encontraba caído en el pasillo. El portero de la finca subió tras ser alertado por la empleada. La policía acudió al domicilio y no encontró nada sospechoso. “Hacía ya bastante tiempo que no salía de su casa ni nada. Tras estar una temporada en Santander, regresó hacia septiembre y ya casi no salía”, reconoció el conserje.

La vida de Dolores González Ruiz, nacida en León en 1946 y asentada en Madrid, en una familia de comerciantes de textiles, ejemplifica las trágicas vicisitudes en las que se desenvolvieron numerosas mujeres como ella, víctima consecutiva de la dictadura franquista y de las secuelas dictatoriales durante la Transición a la democracia.

Cuando en enero de 1969, bajo el franquismo, estaba a punto de casarse con su compañero Enrique Ruano, estudiante de Derecho como ella y con ella también miembro del Frente Obrero del clandestino Frente de Liberación Popular, él murió asesinado, precipitado por una escalera, durante la inspección policial, a la que fue conducido por la fuerza, de un piso de la calle Príncipe de Vergara donde se alojaban unos amigos de ambos.

“Al conocer la muerte de su novio, Dolores perdió el conocimiento y cayó en una profunda depresión que le impidió asistir al entierro de su amado”, cuenta su amigo el abogado y ex alto cargo del Ministerio de Defensa Francisco Javier García Fernández. Años después, Dolores logró rehacer su vida sentimental y emprendió una relación con el abogado Javier Sauquillo, con el que se casaría en 1973. Juntos compartieron un despacho laboralista en la calle del General Oráa, hasta que la dirección del Partido Comunista de España, a la que se habían integrado los dos, decidió unificar en un gran despacho, en la calle del Españoleto, numerosos otros bufetes de letrados comunistas y sindicalistas dedicados a la defensa de los trabajadores y de las organizaciones vecinales y ciudadanas, especialidad ésta que tanto Dolores como Javier adoptaron tras su etapa inicial propiamente laboralista como letrados de Comisiones Obreras.

Precisamente en una reunión de la célula de abogados de barrios celebrada el 24 de enero de 1977 en el bufete de letrados de Comisiones Obreras ubicado en la calle de Atocha, 55, irrumpió violentamente un comando armado de ultraderechistas, entre los que se hallaba un guardaespaldas de Blas Piñar, líder del partido fascista Fuerza Nueva, que tras empujar a la pared de la sala que ocupaban a una decena de los reunidos, los ametralló a mansalva. Javier Sauquillo, así como los abogados Enrique Valdelvira, Serafín Holgado y Luis Javier Benavides, además del empleado represaliado de Telefónica Ángel Rodríguez Leal, murieron en unas horas y cuatro personas más resultaron heridas de diversa consideración: Lola González Ruiz, Alejandro Ruiz Huerta, Miguel Saravia y Luis Ramos Pardo. Aquel atentado implicó uno de los episodios más dramáticos y de mayor tensión, por su carácter provocador, en la Transición.

En aquel atentado Lola González Ruiz, como la conocían sus compañeros, recibió en el maxilar impactos de bala, con lesiones que le dejaron daños permanentes y por las que necesitó intervenciones quirúrgicas consecutivas.

Amante de la lectura, del cine y de los viajes, “volcada en la amistad”, como reconocen sus allegados, Dolores González Ruiz llevó con enorme entereza, signada por intermitentes fases de melancolía, los tres dramas que sufrió en carne propia y también en su corazón, doblemente asesinado, a consecuencia del carácter represivo del franquismo y de la larga sombra que su dictadura dejó en España también a lo largo de la Transición. Tras aquel segundo trance, ella trabajó en un gabinete de urbanismo del PCE en Madrid, luego en varios despachos laboralistas de Comisiones Obreras, en Santander, y se jubiló hace cuatro años.
Fuente: http://politica.elpais.com/politica/2015/02/01/actualidad/1422748247_495889.html.
Más aquí: El corazón helado en enero.
Y aquí: María Dolores, una víctima del fascismo.

lunes, 2 de febrero de 2015

Grecia pone a prueba a Europa. Para poder hacer lo correcto, el continente debe dejar de sustituir análisis por moralización

En los cinco años que han transcurrido desde que empezó la crisis del euro, la lucidez ha escaseado considerablemente. Pero esa falta de claridad tiene que acabar ya. Los últimos acontecimientos de Grecia suponen un desafío crucial para Europa: ¿es capaz de dejar atrás los mitos y la moralización, y afrontar la realidad de una forma que respete los valores esenciales del continente? En caso contrario, todo el proyecto europeo -el intento de consolidar la paz y la democracia mediante una prosperidad compartida- sufrirá un golpe terrible, tal vez mortal.

Hablemos primero de esos mitos: mucha gente parece creer que los préstamos que Atenas ha recibido desde que estalló la crisis han servido para financiar el gasto griego.

La realidad, sin embargo, es que la inmensa mayoría del dinero prestado a Grecia se ha utilizado simplemente para pagar los intereses y el principal de la deuda. De hecho, a lo largo de los dos últimos años, una cantidad superior al total enviado a Grecia se ha reciclado de esta manera: el Gobierno griego obtiene más ingresos que lo que gasta en cosas que no son intereses, y entrega los fondos adicionales a sus acreedores.

O, por simplificar las cosas un poco más de la cuenta, se podría pensar que la política europea supone un rescate económico no para Grecia, sino para los bancos de los países acreedores, y que el Gobierno griego simplemente actúa como intermediario (mientras que a los ciudadanos griegos, que han visto caer en picado su nivel de vida, se les exige que hagan aún más sacrificios para que ellos también puedan aportar fondos a ese rescate).

Una manera de ver las exigencias del recién elegido Gobierno griego es que este quiere que se reduzca la cuantía de esa aportación. Nadie habla de que Grecia gaste más de lo que ingresa; lo único que se discute es la posibilidad de gastar menos en intereses y más en cosas como la sanidad y las ayudas a los indigentes. Y al hacerlo, la consecuencia añadida sería que se reduciría enormemente la tasa de paro griega, del 25 %.

¿Pero no tiene Grecia la obligación de pagar las deudas que su propio Gobierno decidió contraer? Ahí es donde entra en juego la moralización.

Es cierto que Grecia (o, para ser más exacto, el Gobierno de centroderecha que gobernó el país entre 2004 y 2009) tomó prestadas de manera voluntaria unas sumas enormes de dinero. Sin embargo, también es verdad que los bancos de Alemania y del resto del mundo le prestaron a Grecia todo ese dinero de manera voluntaria. En condiciones normales, sería de esperar que las dos partes responsables de ese error de juicio pagasen por él. Pero las entidades crediticias privadas han sido, en gran medida, rescatadas (a pesar del “recorte” de sus demandas en 2012). Mientras tanto, se espera que Grecia siga pagando.

Ahora bien, la verdad es que nadie cree que Grecia pueda pagar todo lo que debe. De modo que ¿por qué no admitir esa realidad y reducir los pagos hasta un nivel que no imponga a los ciudadanos un sufrimiento eterno? ¿Acaso el objetivo es que Grecia sirva de ejemplo para otros prestatarios? Si es así, ¿cómo se compatibiliza eso con los valores de la que, supuestamente, es una comunidad de países democráticos y soberanos?

La pregunta sobre los valores cobra aún más fuerza cuando se tiene en cuenta la razón por la que los acreedores de Grecia siguen teniendo poder. Si se tratase solo de un problema de financiación pública, Grecia podría declararse en quiebra sin más; no se le concederían más préstamos, pero también dejaría de pagar las deudas que ahora tiene y su liquidez mejoraría claramente.

El problema de Grecia, sin embargo, es la fragilidad de sus bancos, que actualmente (como los bancos de toda la eurozona) tienen acceso al crédito del Banco Central Europeo. Si se cierra ese crédito, el sistema bancario griego probablemente se vendría abajo en medio del pánico bancario. Por tanto, mientras siga en el euro, Grecia necesita de la buena voluntad del banco central, que a su vez depende de la actitud de Alemania y otros países acreedores.

Pero piensen en la forma en que eso influye en la negociación de la deuda. ¿De verdad está Alemania dispuesta a decirle a otra democracia europea comunitaria: “Paga, o destruiremos tu sistema bancario”?

Y piensen en lo que pasaría si el nuevo Gobierno griego —que, después de todo, ha sido elegido por prometer que va a acabar con la austeridad— no diese su brazo a torcer. Es muy probable que ese camino condujese a una salida forzada de Grecia del euro, con consecuencias económicas y políticas que podrían ser desastrosas para Europa en su conjunto.

Desde un punto de vista objetivo, resolver esta situación no debería ser difícil. Aunque nadie lo sepa, el hecho es que Grecia ha avanzado mucho en la recuperación de su competitividad; los sueldos y los costes han caído en picado, de modo que, en estos momentos, la austeridad es el principal lastre que tiene la economía. Así que lo que hace falta es sencillo: dejar que Grecia tenga unos superávits más pequeños, pero aun así positivos, lo cual mitigaría el sufrimiento griego y permitiría al nuevo Gobierno proclamar su éxito, con lo que se aplacarían las fuerzas antidemocráticas que aguardan entre bastidores. Entretanto, el coste para los contribuyentes de los países acreedores —que nunca van a recuperar el importe total de la deuda— sería mínimo.

Sin embargo, para poder hacer lo correcto sería necesario que otros europeos, los alemanes en concreto, se olvidasen de los mitos egoístas y dejasen de sustituir el análisis por la moralización.

¿Podrán hacerlo? Pronto lo veremos.
Paul Krugman es premio Nobel de Economía y profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/01/30/actualidad/1422644469_751276.html

Los que alimentan el hambre. Martín Caparrós edita en España su último y demoledor libro -titulado 'El Hambre'-, en el que desentraña por qué 805 millones de personas no tienen qué comer.

La especulación es una de las causas, como desvela este extracto de unos de los capítulos

La transformación de la comida en un medio de especulación financiera ya lleva más de veinte años. Pero nadie pareció notarlo demasiado hasta 2008. Ese año, la gran banca sufrió lo que muchos llamaron "la tormenta perfecta": una crisis que afectó al mismo tiempo a las acciones, las hipotecas, el comercio internacional. Todo se caía: el dinero estaba a la intemperie, no encontraba refugio. Tras unos días de desconcierto muchos de esos capitales se guarecieron en la cueva que les pareció más amigable: la Bolsa de Chicago y sus materias primas. En 2003, las inversiones en commodities [materias primas] alimentarias importaban unos 13.000 millones de dólares; en 2008 llegaron a 317.000 millones. Y los precios, por supuesto, se dispararon.

Analistas nada sospechosos de izquierdismo calculaban que esa cantidad de dinero era quince veces mayor que el tamaño del mercado agrícola mundial: especulación pura y dura. El Gobierno norteamericano desviaba cientos de miles de millones de dólares hacia los bancos "para salvar el sistema financiero" y buena parte de ese dinero no encontraba mejor inversión que la comida de los otros.

Ahora en la Bolsa de Chicago se negocia cada año una cantidad de trigo igual a cincuenta veces la producción mundial de trigo. Digo: aquí, cada grano de maíz que hay en el mundo se compra y se vende —ni se compra ni se vende, se simula cincuenta veces—. Dicho de otro modo: la especulación con el trigo mueve cincuenta veces más dinero que la producción de trigo.

El gran invento de estos mercados es que el que quiere vender algo no precisa tenerlo: se venden promesas, compromisos, vaguedades escritas en la pantalla de una computadora. Y los que saben hacerlo ganan, en ese ejercicio de ficción, fortunas.

Y los que no saben contratan programadores de computación. Más de la mitad del dinero de las Bolsas del mundo rico está en manos del HFT (High Frecuency Trading), la forma más extrema de especulación algorítmica o automatizada. Son muchos nombres para algo muy complicado y muy simple: supercomputadoras que realizan millones de operaciones que duran segundos o milisegundos; compran, venden, compran, venden, compran, venden sin parar aprovechando diferencias de cotización ínfimas que, en semejantes cantidades, se transforman en montañas de dinero. Son máquinas que operan mucho más rápido que cualquier persona, autónomas de cualquier persona. Me impresiona que los dueños de la plata pongan tanta plata en las manos —llamémosles manos— de unas máquinas que podrían despistarse y cuyo despiste podría costarles auténticas fortunas: que tengan tal confianza en la técnica o, quizá, tal avidez.

Los HFT son la especulación más pura: máquinas que sólo sirven para ganar plata con más plata. Son operaciones que nadie hace sobre contratos que no están hechos para ser cumplidos acerca de mercaderías que nunca nadie verá. La ficción más rentable.

La máquina giraba a mil por hora. Aquel día, 6 de abril de 2008, una tonelada de trigo había llegado a costar 440 dólares. Era increíble; sólo cinco años antes costaba tres veces menos: alrededor de 125. Los cereales, que se habían mantenido en valores nominales constantes —que habían, por lo tanto, bajado sus precios— durante más de dos décadas, empezaron a trepar durante el año 2006, pero en los primeros meses de 2007 su ascenso se había vuelto incontenible: en mayo, el trigo pasó los 200 dólares por tonelada, en agosto los 300, los 400 en enero; lo mismo sucedía con los demás granos.

Y, como dicen los negociantes, el mercado alimentario tiene una "baja elasticidad". Es su forma de decir que, pase lo que pase con la oferta, la demanda no puede cambiar tanto: que, si los precios suben mucho, se puede postergar la compra de un coche o de una zapatilla, pero muy poca gente acepta de buena gana postergar la compra de su almuerzo.

El aumento no tenía, por supuesto, una causa exclusiva. Una de ellas fue el aumento extraordinario del precio del petróleo, que en esos días de abril bordeaba los 130 dólares por barril, el doble que 12 meses antes. El petróleo es tan importante para la producción agropecuaria que un ensayista político inglés, John N. Gray, dijo hace poco que "la agricultura intensiva es extraer comida del petróleo". Se refería, entre otras cosas, a ese cálculo tan cacareado que dice que producir una caloría de comida cuesta siete calorías de combustibles fósiles.

El precio del petróleo influye en el precio de los alimentos de varias maneras. Los alimentos incluyen en su costo una parte significativa de combustible: en su producción —por las máquinas rurales y porque la mayoría de los abonos y pesticidas contienen alguna forma de petróleo—, en su transporte, en su almacenamiento, en su distribución. Pero, además, el aumento del precio del petróleo le dio más entidad todavía a los famosos agrocombustibles.

Empezaron llamándolos biocombustibles; últimamente, grupos críticos insisten en que el prefijo "bio" les presta una pátina de honorabilidad ecológica que no merecen —y postulan que los llamemos agrocombustibles—. Parece que lo agro no está tan cotizado como lo bio en la conciencia cool. Pero hay gente que paga mucha plata para conseguirles buena prensa: en el año 2000 el mundo produjo 17.000 millones de litros de etanol; en 2013, cinco veces más: 85.000 millones. Y nueve de cada diez litros se consumieron en Estados Unidos y Brasil. (...)

Y es otra forma de usar los alimentos para no alimentar.
Y un negocio de primera para muchos.
El agrocombustible es la penúltima respuesta a la superproducción de granos que complica desde hace décadas a la agricultura norteamericana. En el último medio siglo las técnicas agrarias mejoraron como nunca, los subsidios a los granjeros aumentaron muchísimo, y sus explotaciones consiguieron rendimientos inéditos: no sabían qué hacer con tanto maíz, con tanto trigo. En la segunda mitad del siglo XX Estados Unidos se enfrentó a un problema con pocos antecedentes en la historia de la humanidad: la superproducción de alimentos. Parece un chiste que ése fuera el problema del mayor productor de comida de un mundo donde falta comida.

Entre otros efectos, la superproducción mantuvo muy bajos los precios de la comida durante un largo periodo. Uno de los primeros usos de ese excedente fue político: la exportación, bajo capa de ayuda, de grandes cantidades de grano. Ya hablaremos del programa Food for Peace. (...)

Después vendrían otros usos: jarabes de maíz —gran endulzador de la industria alimentaria—, detergentes, textiles y, últimamente, el agrocombustible.

El etanol norteamericano está hecho de maíz. Estados Unidos produce el 35 por ciento del maíz del mundo, más de 350 millones de toneladas al año. Una ley federal, la Renewable Fuel Standard, dice que el 40 por ciento de ese grano debe ser usado para llenar los tanques de los coches. Es casi un sexto del consumo mundial de uno de los alimentos más consumidos del mundo. Con los 170 kilos de maíz que se necesitan para llenar un tanque de etanol-85, un chico zambio o mexicano o bengalí puede sobrevivir un año entero. Un tanque, un chico, un año. Y se llenan, cada año, casi 900 millones de tanques.

El agrocombustible que usan los coches estadounidenses alcanzaría para que todos los hambrientos del mundo recibieran medio kilo de maíz por día.

El Gobierno americano no sólo obliga a usar el maíz para empujar coches; también entrega a quienes lo hacen miles de millones de dólares en subsidios. (...) El aumento de la demanda de maíz producida por el etanol es responsable de un porcentaje importante —que nadie puede definir con precisión— del aumento del precio de los alimentos.

Un ejemplo: muchos granjeros del Medio Oeste americano dejaron de cultivar el maíz blanco que vendían, entre otros, a México – para pasarse al amarillo que se usa para hacer etanol. Entonces los precios de la harina se duplicaron o incluso triplicaron en México y miles de personas salieron a la calle. Lo llamaron la revuelta de las tortillas.

En Guatemala no salieron. En Guatemala la mitad de los chicos están malnutridos. Hace veinte años Guatemala producía casi todo el maíz que consumía. Pero en los noventas empezaron a llegar los excedentes americanos, baratísimos por los subsidios que recibían en su país, y los campesinos locales no pudieron competir con esos precios. En una década la producción local había disminuido una tercera parte.

En esos días, muchos campesinos tuvieron que vender sus tierras a empresas que ahora plantan palmeras para hacer aceite y etanol, caña para azúcar y etanol. Y los que pudieron seguir cultivando las suyas encontraron más y más dificultades: amenazas armadas para que las vendan, propietarios que prefieren dejar de alquilarles las suyas para trabajar con las grandes compañías, grandes plantaciones que se llevan el agua o la envenenan con sus químicos.

El problema se agudizó en los años siguientes: los americanos empezaron a usar su maíz para hacer etanol y los precios subieron, y subieron más con los grandes aumentos que precedieron a la crisis de 2008. Ahora, en las tortillerías guatemaltecas, un quetzal – unos 15 centavos de dólar– compra cuatro tortillas; hace cinco años compraba ocho. Y los huevos triplicaron su precio porque los pollos también comen maíz.
Son ejemplos.
Pero no creo que nadie lo haga para perjudicar a nadie. Quiero decir: no es que las autoridades y los lobbies y los productores agrícolas americanos quieran hambrear a los chicos guatemaltecos. Sólo quieren mejorar sus ventas y sus precios, depender menos del petróleo, cuidar el medio ambiente – y eso produce ciertos efectos secundarios: sucede, qué se le va a hacer.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/01/22/planeta_futuro/1421944033_312472.html

El Hambre, de Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957), se publica en España el 28 de enero. Editorial Planeta, 624 páginas. 24,90 euros, versión impresa; 14,99 euros, versión electrónica. 

Por qué hice este libro
Martín Caparrós. / SAÚL RUIZ
Lo hice porque, en algún momento, creí que no podía no hacerlo. Pero escribir El Hambre fue, probablemente, el trabajo más difícil que encaré en mi vida. De la Bolsa de Chicago a las fábricas de Bangladesh, de los hospitales de Níger a los basurales de Buenos Aires, de la guerra civil de Sur Sudán a las explotaciones chinas en Madagascar, del moritorio de la Madre Teresa de Calcuta a los morideros suburbanos de Mumbai, me pasé años recorriendo la geografía del hambre para contar y analizar la mayor vergüenza de nuestra civilización: que cientos de millones de personas no coman lo suficiente en un planeta que produce alimento de sobra para todos.

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domingo, 1 de febrero de 2015

George Packer. Un soldado raso tiene más posibilidades de ser expulsado por perder su fusil que un general por perder una guerra. Así es esta sociedad.

El forense del imperio americano

George Packer retrata el fin de la cohesión social en EE UU durante las últimas décadas en ‘El desmoronamiento’. “La cohesión social está rota”, afirma

P. ¿Está en peligro la cohesión social en Estados Unidos?
R. No solo está en peligro, está rota. ¿Qué es la cohesión social? Es cuando tu destino está vinculado al de otras personas en tu comunidad o tu país, cuando los líderes de las principales instituciones tienen una visión que te incluye y, aunque buscan su beneficio, también es el tuyo. Hoy en día no es así. Su beneficio es su beneficio. En el Congreso se comportan igual que en Wall Street. No construyen nada. Todo es cortoplacismo. No existe cohesión porque no pagan un precio por sus errores. No hay políticos destituidos por impedir la recuperación económica. Ningún político pagó por Irak, ni ningún general. Bush fue reelegido. La gente que paga es la más pobre. Un soldado raso tiene más posibilidades de ser expulsado por perder su fusil que un general por perder una guerra. Así es esta sociedad.

...El desmoronamiento denuncia la destrucción del contrato rooseveltiano con los estadounidenses a manos de unos líderes de la nación que han hecho dejación de sus responsabilidades a favor de la dictadura del dinero. Es la narración de un fracaso.

Tres columnas sostienen el relato: la creciente desigualdad, la última Gran Recesión causada por la codicia de Wall Street y la complicidad de Washington, y la corrupción del tejido moral del país. Packer muestra un manojo de individuos que caminan sobre escombros. En una nación que alardea de su unidad, algunos de esos individuos, descritos con precisión de entomólogo, son desgraciados comidos de chinches que viven en furgonetas en un aparcamiento de Walmart...

sábado, 31 de enero de 2015

El triunfo de Syriza. Primeras reflexiones.

El triunfo de Syriza es, por lo pronto, una gran victoria de la libertad, de la democracia republicana, del sentido común económico y de la dignidad nacional del pueblo griego. Un triunfo frente al miedo esgrimido como único argumento por las amalgamadas fuerzas de la sinrazón económica, el despotismo político corrupto, la prepotencia neocolonial, la xenofobia recrecida y el extremismo antisocial más descarado.

Y es, enseguida, una gran esperanza para todos los pueblos de Europa, muy particularmente de la Europa mediterránea. El cumplimiento mínimo del programa electoral de Syriza exige una renegociación con las autoridades de la UE –y con el BCE— de los términos de su "rescate". Lo que –todo el mundo se percata— no puede sino poner en causa el núcleo mismo de la locura austeritaria procíclica desplegada hasta ahora por esas mismas autoridades y que ha puesto al conjunto de la Unión Europea al borde de la desintegración. La emocionante alocución de Tsipras en la noche de la victoria electoral ha sido un gran discurso de afirmación de la dignidad nacional del pueblo griego, pero también de enfática afirmación de la fraternidad internacionalista. Desde el simbólico Propileo –el lugar de las grandes movilizaciones populares—, ante un masivo público preso de una justificada euforia y rebosante de banderas tricolores republicanas españolas, Bella Ciaos y otros grandes símbolos de la izquierda antifascista internacional, y muy consciente él mismo de las esperanzas que su gran victoria abre a todos los pueblos de Europa, el ya primer ministro griego habló también en calidad de jefe de toda la izquierda democrática continental. Hoy, en efecto, se abre la posibilidad de una época económica y política nueva en el continente.

La victoria de Syriza viene a certificar también –o eso puede empezar a aventurarse ya— una nueva época "ideológica". Para bien y para mal, una nueva época de inclemente dictadura de los hechos objetivos, brutos y desnudos, consiguiente al pinchazo de la enorme burbuja de fantasías ideológicas, eufemismos y "significantes vacíos" de fieros domadores académico-mediáticos de caracoles. En una especie de fuga hacia adelante idealmente negadora de realidades tan palmarias como desagradables, el ilusorio burbujeo de las "modernidades líquidas", las "economías del conocimiento", las "globalizaciones", los "populismos", los "neoliberalismos", las "sociedades de la información", las "biopolíticas", los "postmaterialismos", las "terceras vías", las metafísicas "potencias constituyentes" o las "grandes moderaciones" fue hinchándose en las dos o tres últimas décadas en paralelo al muy real burbujeo financiero del realísimo capitalismo remundializado, contrarreformado, cleptocrático y neorrentista de nuestro tiempo. Los apologéticos soñadores, a derecha e izquierda, de la pesadilla de una nueva Belle Epoque decimonónica "posmoderna" van despertando sobresaltados en medio de la terrible realidad de unos nuevos años 30 del siglo XX: enormes bolsas de pobreza, enorme desigualdad social, creciente polarización social, ominosa destrucción salarial, crecimiento del racismo, la xenofobia, los fundamentalismos religiosos y los pseudonacionalismos étnicos, imperio de la geopolítica descarnada, y –pésimo augurio— patética desorientación de las parlanchinas "elites" políticas e intelectuales tradicionales (a las que les falta ahora hasta la vergüenza torera de Ortega para admitir galanamente que "lo que pasa es que no sabemos lo que pasa".)

Pinchadas, una tras otra, todas las burbujas, lo que se adivina ahora en Europa es esto: con la creciente polarización social inducida por el hundimiento de la economía política que lo hizo posible y vividero, asistimos al colosal hundimiento del sistema de partidos políticos que expresaba políticamente las realidades sociales del capitalismo reformado de posguerra. En el Sur como en el Norte europeos, está seriamente amenazado aquel duopolio de dos grandes partidos de masas (Volksparteien) que competían electoralmente por el "centro". Queda por ver en qué parará ese terremoto del hasta hace poco considerado inamovible duopolio de la representación política. Símbolo donde los haya de su crisis irreversible: Grecia; ayer: nada menos que el actual presidente de la Internacional Socialista, el hasta hace cuatro años todopoderoso señor Papandreu, es ahora el inane capitoste de un grupúsculo extraparlamentario.

Syriza llega al gobierno en una coyuntura relativamente favorable. Cuando resulta evidente para casi todo el mundo –tertulianos y gacetilleros obnubilados aparte— el fracaso de las políticas económicas europeas de consolidación fiscal. Muy pocos días después de que el presidente del BCE, el señor Draghi, haya tenido que salir a la desesperada, a destiempo y con la ridícula "pistolita de agua" de la flexibilización cuantitativa, como ha dicho el gran economista Varoufakis –muy probablemente la principal autoridad intelectual del próximo gobierno de Tsipras—, a tratar de sofocar en solitario, y censurado por las autoridades monetarias alemanas, el pavoroso incendio de la deflación europea.

También resulta ese triunfo muy oportuno en un país, cuyo combativo movimiento obrero y popular, después de 30 huelgas generales –¡que se dice pronto!— y de innumerables marchas y manifestaciones callejeras, comenzaba a dar síntomas evidentes de cansancio y desmoralización. Hay que esperar que el triunfo electoral de Syriza, un partido dotado de gran capilaridad social y notable fuerza sindical organizada, constituido –y madurado— él mismo por la compleja unión de más de una decena de heteróclitos grupos, formaciones y partidos de izquierda, centroizquierda y extrema izquierda, contribuirá también a revigorizar y a dar un nuevo soplo de moral a los movimientos sociales griegos, tanto en su acreditada vertiente de protesta y contestación, cuanto –¡rasgo interesantísimo de la actual experiencia griega!— en su vertiente de cotidiana defensa y afirmación autoorganizada del bienestar y la economía política populares.

Pero también es verdad que Syriza se dispone desde hoy a tomar las riendas del país en pésimas condiciones para un gobierno de izquierdas radicales e insumisas.

Tendrá que hacer frente a un verdadero infierno social heredado de las políticas económicas de la derecha y del PASOK, y empezar a paliar sus efectos más terribles en todos los ámbitos desde el primer momento.

Y también desde el primer momento, tendrá que hacer frente a unas autoridades europeas que oscilarán entre el realismo económico más elemental, que aconseja hacer borrón y cuenta nueva del Memorándum y comenzar a renegociar la quita de la deuda griega –la amenaza de expulsar a Grecia de la Eurozona es un farol de todo punto increíble—, y el temor político a que las mínimas concesiones en esa negociación generen un efecto de entusiasta contagio en todos los países deudores de la periferia europea, y que el ejemplo de Syriza comience a generalizarse, poniendo abrupto fin al económicamente suicida federalismo fiscal autoritario de la actual Unión Europea y acelerando la crisis de los sistemas políticos duopólicos dominantes.

Mención aparte merece el que con toda probabilidad será el principal negociador de Syriza en Francfort, Bruselas y Washington, el amigo y colaborador de SP Yanis Varoufakis, un filomarxista postkeynesiano que goza de gran y merecida reputación académica internacional –también como experto en asuntos europeos— y que es probablemente una de las cabezas política y económicamente más lúcidas de la izquierda mundial. En los peores momentos de la República de Weimar, otro gran economista marxista tuvo que enfrentarse a tareas de gobierno en circunstancias que guardan sorprendentes analogías con la Grecia actual. En la era de la hiperinflación desbocada (1923), fue, en efecto, el competentísimo ministro de finanzas marxista Rudolf Hilferding quien, a diferencia del liberal Schumpeter (ministro de finanzas en Viena), logró encarar el problema y concebir con espectacular –y mal recordado— éxito la brillante idea de yugular la espiral hiperinflacionaria alemana introduciendo aquel "marco-renta" fiduciario que permitió luego la renegociación de la deuda de Weimar con París, Londres y Wall Street. Pero después del crash financiero mundial de 1929, en la siguiente crisis seria (1932), que no fue de hiperinflación, sino todo lo contrario, de deflación, Hilferding fracasó trágicamente. No llegó a comprender el terrible significado de una espiral deflacionaria en la vida económica. Guiado seguramente por prejuicios doctrinales "marxistas" tradicionales, se opuso tenazmente, desde la dirección del Partido Socialdemócrata alemán, al plan del economista jefe de los sindicatos obreros alemanes, Woitinsky, de revivir la agonizante economía alemana con un "programa de coyuntura" consistente en inversiones públicas masivas y enérgicas políticas sociales. Ese plan sindical in extremis –que contaba incluso con el apoyo de una parte del Estado Mayor alemán— fue la última oportunidad de que gozó la República de Weimar para evitar el golpe de Estado de Hitler y Hindenburg en enero de 1933. El gran Hilferding nunca más se recobró de esa aciaga responsabilidad. En lo que hace al protokeynesiano Woitinsky, terminó sus días en el exilio norteamericano como uno de los principales arquitectos del New Deal roosveltiano. Yanis Varoufakis, que no es precisamente un ideólogo doctrinario, y que acaba de presentarse como un científico que discute y delibera como científico, y no como un vulgar politicastro ergotizante, tendrá ahora ante sí una tarea que es relevante también desde el punto de vista de la historia de las ideas económicas: demostrar que un filomarxista postkeynesiano puede enfrentarse con éxito a los demonios de la deflación. Y tal vez el primer paso en esa tarea pase por recordar a las autoridades alemanas –y a toda Europa— que la República de Weimar no cayó por la hiperinflación de 1923, sino, precisamente, por la espiral deflacionaria que no supo dominar en 1932-33.

En cualquier caso, la victoria de Syriza trae consigo varias lecciones sobre la forma de construir hegemonía social, política y espiritual en los martirizados estados de la periferia deudora de la Unión Europea. Sitúa, por lo pronto, con realismo el escenario del enfrentamiento político entre las oligarquías cleptocráticas rentistas y las clases trabajadoras y populares en todo el continente: no hay atajos en el cambio de la correlación de fuerzas en la Unión Europea. Y muestra, claro está, la viabilidad de una salida por la izquierda en esta peligrosa crisis. Una salida que pasa por la reafirmación de la soberanía y de la dignidad nacional de los distintos pueblos de Europa en el marco de la fraternidad internacionalista: por construir un proyecto democrático europeo capaz no solo de resistir, sino también de negociar y de torcer el pulso a las instituciones de la Troika que exigen inútiles sacrificios económicos, sociales y humanos en el altar del "neoliberalismo". La izquierda griega necesitará desesperadamente, más que nunca, que no se la deje sola. Que nos solidaricemos con ella en todos y cada uno de los pasos de las difíciles negociaciones que aguardan en los próximos meses en Francfort, en Bruselas y en Washington. Que hagamos retroceder decisivamente a la derecha neoliberal en cada uno de los estados miembros, empezando por el Reino de España, alterando de la forma políticamente más efectiva la actual relación de fuerzas: con gobiernos de izquierdas como el de Syriza. En definitiva, la consigna y la responsabilidad de las izquierdas europeas, su obligación internacionalista, es clara: construir una, dos, tres, muchas Syrizas, capaces de abrir una nueva etapa política en Europa. Antoni Domènech · G. Buster · Daniel Raventós.
Antoni Domènech es el Editor general de SinPermiso. Gustavo Búster y Daniel Raventós son miembros del Consejo de Redacción de SinPermiso.

El canto de las trincheras españolas. Un sello alemán edita la mayor antología de temas de la Guerra Civil del bando republicano

Dos kilos de historia. España en el corazón / Spain in my heart / Spanien in herzen es una caja que contiene un riquísimo libro tamaño elepé, siete CD y un DVD con el documental Madrid before Hanita, que revela un dato poco conocido: la participación en nuestra Guerra Civil de unos 300 voluntarios judíos que partieron desde Palestina, junto a un puñado de comunistas árabes y armenios, para unirse a las Brigadas Internacionales.

He escrito “nuestra Guerra Civil” y conviene corregir eso: el conflicto de 1936-1939 es hoy patrimonio de la memoria sentimental de toda la izquierda planetaria. Se trata como material sensible: Bear Family, la editorial alemana de España en el corazón, no ha dado cabida a las canciones del bando nacional. Urge mencionar que, en otro colosal proyecto de la misma compañía, Next stop is Vietnam: the war on record 1961-2008, sí se incluyeron canciones en contra y a favor de la intervención estadounidense en el Sudeste de Asia.

Con las leyes antinazis en la mano, puede que en Alemania no sea posible publicar el Cara al sol. Según Detlev Hoegen, director de Bear Family, ni se planteó: “Nunca fue una opción para nosotros el poner en circulación canciones del movimiento fascista español. No queríamos publicitar las canciones de los contrarios a la democracia. Nos enfocamos en las canciones de los defensores de la lucha legítima por la libertad”.

Aun con esa limitación, la cosecha de Bear Family es extraordinaria: se han juntado 127 grabaciones, incluyendo un corte con audio de Tierra de España, el documental de Joris Ivens. Musicalmente, abundan los coros. Se repiten piezas como el Himno de Riego, Valle del Jarama, Els segadors, El quinto regimiento, Los cuatro generales o Si me quieres escribir (que, por cierto, se cantaba en ambos bandos). Y se cuela una versión de Gallo rojo, gallo negro, aquí titulada Los dos gallos. A pesar de sus hechuras, nunca se cantó en las trincheras: fue compuesta por Chicho Sánchez Ferlosio a principios de los sesenta.

Se han rescatado numerosas pizarras hechas durante el conflicto, a veces con resultados escalofriantes. Como protagonista omnipresente está Ernst Busch, el tenor y actor alemán. Busch incluso grabó en Moscú las canciones que había aprendido en España; comienzan con rotundos recitados del actor Vasily Kachalov antes de que Busch cante. También estuvo detrás de una de las ediciones más raras de la discografía guerracivilista: Lieder der zeit-Spanien 1936-39, un álbum con tres pizarras registradas entre Barcelona y París; encargó cien ejemplares a la compañía Polydor, que quedaron inmovilizados hasta que el cantante, prisionero de los nazis, fue liberado en 1945.

La guerra inspiró a compositores como los españoles Rodolfo Halfter y Carlos Palacio, el mexicano Silvestre Revueltas o el alemán Hans Eisler. Posteriormente, la hoguera del recuerdo fue alimentada por folk singers que cultivaban el repertorio tradicional, del incansable Pete Seeger a Max Parker, que cayó prisionero de los franquistas y que en 1981 recreó el cancionero aprendido en las celdas de San Pedro de Cardeña.

La aportación de sus equivalentes españoles resulta deslucida. Aparecen Francisco Curto y el dúo Juan y José, que trabajaban con medios limitados; resultan superiores las grabaciones del chileno Rolando Alarcón y el mexicano Óscar Chávez. La selección pudo ser bastante más audaz: algunas interpretaciones de Paco Ibáñez o Joan Manuel Serrat habrían elevado el nivel general. Lo más moderno (2010) son las grabaciones lorquianas de Josephine Foster, la vocalista estadounidense afincada en España.

El libro de España en el corazón sí es un festín visual. Aparte de docenas de carteles, aquí se reproduce el fastuoso programa de la versión cinematográfica de Por quién doblan las campanas. Se recuperan las Estampas de la Revolución Española, colección de 31 acuarelas de José Luis Rey Vila, publicada por las Oficinas de Propaganda de CNT y FAI. También se suman fragmentos de reportajes y memorias de participantes, desde Hemingway a Arthur Koestler, pasando por las crónicas de Iliá Ehrenburg, tan efervescentes como dudosas.

Resulta evidente que España en el corazón tiene un destinatario internacional. El lector español rápidamente descubre que los textos complementarios no se caracterizan por el rigor histórico: hay despistes en las transcripciones, fallan algunas traducciones y se cuelan afirmaciones desconcertantes.

En el libro se insiste en que el Ministro de la Guerra durante la Revolución de Asturias fue Francisco Franco (y no). Se habla del Fuerte de San Cristóbal, infausta prisión navarra, como escenario de una victoria republicana. Al menos una vez, se describe UGT como organización anarcosindicalista. El muy legendario Gustavo Durán, el compositor que en 1936 se recicló en militar y llegó a coronel, es identificado como “un abogado francés y músico aficionado”.

Para el buscador atento, también aparecen sorpresas más agradables. Son conocidas las canciones firmadas a medias por el compositor ucraniano Lan Adomian y el poeta Miguel Hernández pero menos las aportaciones del cantante Ewan MacColl o de Lewis Allan, el letrista de Strange fruit. No faltan Paul Robeson y Woody Guthrie.

Mejor reconocerlo: la Guerra Civil forma parte del acervo global. Para el resto del mundo, más allá de la tragedia que ocurrió realmente en España, su importancia reside en la abundancia y la calidad de los visitantes, fueran famosos simpatizantes o anónimos militantes que se apuntaron a las Brigadas Internacionales (los interbrigadistas, como aquí se les denomina). Queramos o no, la Guerra Civil también es Marca España.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/20/actualidad/1419095619_920943.html

viernes, 30 de enero de 2015

Los datos del paro en tres años de Mariano Rajoy

Este es otro artículo de opinión más, pero en vez de mostrar mi parecer sobre la legislatura del gobierno del Partido Popular y la situación del mercado laboral en España he hecho una simple tabla. En ella se recogen los datos de la EPA del cuarto trimestre de 2011, que muestra los datos del paro cuando Mariano Rajoy llegó al poder, y los que han sido presentados hoy, tres años después de que gobierne con mayoría absoluta.

Es opinión, porque siempre que se seleccionan datos para mostrar una determinada realidad se establece un sesgo; el mío es intentar mostrar lo que ha mejorado el mercado laboral en España desde que el Ejecutivo, que se muestra eufórico con los datos del paro, gobierna mediante decretos. Fuente: Antonio Maestre. La Marea

San Mateo y la política científica. La ciencia española parece estar actualmente gestionada por “escribas" que no valoran la originalidad, la viabilidad o el interés científico de los proyectos

En un artículo de Science de enero de 1968, Robert Merton acuñó el concepto de “efecto Mateo” y desde entonces esta expresión ha venido disfrutando de general aceptación en la sociología de la ciencia y en la política y la gestión científicas.

Se refiere, en síntesis, a las ventajas acumulativas que tienen los ricos, que se hacen cada vez más ricos, frente a los pobres que continúan empobreciéndose y en la gestión de la I+D sirve para explicar o justificar que quienes tienen más publicaciones y más financiación obtienen cada vez mayores subvenciones o ayudas, mientras que a los menos productivos y peor financiados les resulta crecientemente difícil seguir obteniendo aun la mínima financiación de subsistencia.

El evangelio de San Mateo lo cuenta en la parábola de los talentos, en la que el señor acaba quitándole a uno de sus sirvientes el único talento que le había dado y ordena dárselo al que ya tenía diez, porque “a todo el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene aun lo que tiene se le quitará”.

Robert Merton conocía bien los evangelios , pero quizá no consideró necesario para sus estudios de sociología de la ciencia traer a colación otro pasaje, también de San Mateo, pero un poco anterior (capítulo 23.23), que dice así: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe!”.

Los responsables del Ministerio de Economía y Competitividad de los que en España depende extrañamente la gestión de I+D (ya don Manuel Fraga decía que Spain is different) no parecen tener presente la parábola de los talentos y no aplican por lo tanto el efecto Mateo, sino el proceder de los escribas y fariseos que otorgan mucha más importancia a las minucias de la menta, el anís y el comino en detrimento de lo sustantivo y lo relevante.

Juzgue usted mismo si no un artículo de la actual convocatoria de ayudas a proyectos de investigación, de casi cincuenta páginas, que dice así: El currículum abreviado se presentará obligatoriamente en el modelo disponible en la página web del Ministerio de Economía y Competitividad y no podrá exceder de 4 páginas, escritas con letra Times New Roman o Arial en un tamaño mínimo de 11 puntos; márgenes laterales de 2,5 cm; márgenes superior e inferior de 1,5 cm; y espaciado mínimo sencillo.

Me reconocerá que el tipo de letra, que solo puede ser Times o Arial, el número de puntos, los márgenes y otras minucias tipográficas tienen poco que ver con la investigación científica, la I+D, la innovación o, incluso, la economía y la competitividad que dan nombre al ministerio de tutela, pero ni se le ocurra incumplir esas minucias tipográficas porque, de hacerlo, recibirá una comunicación, que no admite recurso ni discusión, y que dice así:

ANEXO. CAUSAS DE INADMISIÓN DE LA SOLICITUD DE REFERENCIA
El currículum abreviado del investigador principal no cumple los requisitos establecidos en el artículo 11.7.b) de la convocatoria, bien porque no se ha aportado en el formato disponible en la web en esta actuación, o bien porque no se han respetado el tipo de fuente, el tamaño de fuente, los márgenes, el espaciado o el número máximo de páginas.

Quizá no es adecuado llamar “fariseos” a los responsables de I+D del MINECO, porque el término resulta hoy ofensivo, pero me reconocerá usted que sí podemos decir que la ciencia española parece estar actualmente gestionada por “escribas”, unos escribas que valoran más el comino, el anís y el eneldo, o sea, el tipo de letra, los márgenes o el espaciado que la originalidad, la viabilidad o el interés científico de los proyectos.

Esos responsables desconocen, probablemente, que la tesis doctoral de John Forbes Nash, leída en 1950, tenía 28 páginas, había sido escrita en un papel de ínfima calidad y contenía algunas tachaduras y chapuceras correcciones manuscritas, lo que no le impidió ganar con ella un premio nobel en 1994; puede usted consultar el original de esa tesis en la Red, si siente curiosidad. La historia de la ciencia está llena de ejemplos similares, lo que debería hacer recapacitar a quienes gestionan actualmente esta política en España.

Tras más de un 30% de reducción en los fondos de I+D que se ha infligido en lo que llevamos de legislatura, solo nos faltaba que el ministerio de tutela exija ahora aquello que Forges bautizó en su día como “la póliza redonda”, un requisito burocrático tan arbitrario como inútil.
Javier López Facal es profesor de investigación del CSIC a.h.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/01/26/ciencia/1422291497_772926.html

jueves, 29 de enero de 2015

Piketty: “La mayor desigualdad la provoca el desempleo”. El economista convierte su trabajo sobre la disparidad creciente de las rentas en el símbolo de la angustia post crisis

Empieza a estar cansando del apelativo de estrella de rock que le atribuyeron los medios estadounidenses cuando viajó a aquel país para presentar su libro —El capital en el siglo XXI—. Pero es difícil imaginar otro economista europeo que lidere las listas de ventas con una obra tan profundamente académica y que provoque semejante euforia allá donde va. “En realidad, el éxito del libro revela la necesidad de una mayor democratización del debate económico, de permitir que la gente se forme su opinión y de incorporar a ese debate los problemas que realmente importan a la gente”, apunta Thomas Piketty (Clichy, 1971). Un éxito no exento de severas críticas vertidas desde los más importantes medios internacionales.“La verdad es que los mismos que han criticado mis trabajos me han dado un premio al mejor libro del año. No puedo pedir más”, dice con una sonrisa.

El autor francés ha visitado esta semana Madrid, para promocionar la edición en español de su libro, con una agenda realmente de estrella mediática. No había minutos ni huecos suficientes en el día para atender la cantidad de solicitudes de encuentros, reuniones y entrevistas de todo tipo que había suscitado su visita, en la que ha reservado un hueco destacado al mundo político. No en vano, él fue asesor de campaña de la candidata socialista Ségolène Royal en las elecciones a la Presidencia de Francia de 2007. Ha sido el propio Piketty quien tenía interés en reunirse con los responsables de Podemos durante su visita a Madrid para evitar que su debate con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, fuera interpretado como una adhesión a los postulados de los socialistas españoles. “Me gusta escuchar todas las propuestas. Me hubiera gustado también reunirme con alguien del Gobierno pero no han mostrado ningún interés”, explica.

Piketty atribuye el éxito de su obra a la necesidad de saber de los ciudadanos, pero hay algo más. Su libro se ha convertido en un símbolo de la angustia y la rabia de un mundo que aún lucha por dejar atrás la peor crisis económica desde la Gran Depresión y en el que el aumento de la desigualdad ha pasado a ocupar un lugar prioritario en las agendas políticas. Porque la desigualdad hace que los ciudadanos pierdan su fe en un sistema por el que se sienten injustamente tratados y cuyo estatus, en semejantes condiciones, no tienen ningún interés en mantener, con las consiguientes consecuencias políticas que se empiezan a observar en Europa. Él sostiene que su trabajo es tan sencillo que cualquiera puede leerlo, “cualquiera sin ninguna formación económica específica”, afirma. Pero las fórmulas que recogen muchos de los capítulos de su libro parecen indicar lo contrario.

El economista francés sostiene que a lo largo de la historia, y aún más en los últimos años, el rendimiento del capital ha sido mayor al crecimiento de la economía y que, por tanto, quienes contaban inicialmente con ese capital —en forma de inmuebles, herencias o patrimonio— se beneficiaban más del crecimiento que quienes dependían de su trabajo. Una fórmula matemática que se ha revelado en toda su crudeza con la crisis y que ha suscitado el enfado de las clases medias, que se sienten las paganas de la crisis, duramente golpeadas por las políticas de austeridad, el recorte de los servicios y las subidas de impuestos pero que en la práctica no resulta tan simple. “Es cierto que el caso de Europa no es exactamente el mismo que el de Estados Unidos. El movimiento Somos el 99% tiene más sentido allí, o en lugares como Londres, porque el peso del sector financiero y del capital en la economía es mucho mayor. En Europa, la mayor fuente de desigualdad procede del desempleo”, admite el economista.

Los datos de recientes estudios de la OCDE corroboran esa matización [ver gráfico adjunto]. Son los países más golpeados por el desempleo durante la crisis aquellos en los que más ha crecido la desigualdad, especialmente entre el 10% de los hogares con ingresos más bajos. Grecia y España, las economías con mayor tasa de paro, son los países en los que la renta disponible de los hogares más pobres se ha reducido con más virulencia. En cambio, hay otras economías, como Polonia o Chile, que han logrado que las rentas disponibles de sus ciudadanos más pobres aumenten en esos años de crisis y que lo hagan incluso más que las del 10% más rico. “No se puede responsabilizar a los demás de lo que pasa. Los ciudadanos y los gobiernos son responsables de sus decisiones y de las consecuencias de sus políticas”, repite incesante el economista en sus intervenciones.

Piketty publicó su obra [originalmente en francés en 2013] justo cuando se empezaba a entrever el final de la crisis y cuando los datos empezaban a reflejar unos niveles de disparidad de rentas entre los países más desarrollados no vistos desde finales de la Primera Guerra Mundial. El debate sobre la desigualdad ya comenzaba a coger fuerza en Estados Unidos y fue, precisamente, la enorme repercusión de su libro en aquel país, ya en 2014, la que disparó la popularidad de Piketty y la enorme difusión de su obra. “Estoy aún más sorprendido de la acogida que ha tenido el libro en China o en Corea, aquello realmente me ha impresionado”, admite.

Lo cierto es que son muchas las voces que vienen denunciando las consecuencias que esa creciente disparidad de rentas tiene para el futuro de las economías y las sociedades desarrolladas y emergentes. En 2005, el economista Branco Milanovic, antiguo economista jefe del Banco Mundial y publicó un libro —Mundos separados— sobre la disparidad global de ingresos y el aumento de la desigualdad y su recopilación de ensayos de 2011 sobre esa cuestión —Los que tienen y los que no— es considerada una de las referencias mundiales en la materia. En 2010, el entonces economista de la Universidad de Chicago y actual gobernador del Banco de la Reserva de India, Raghuram Rajan, alertó en su libro Las grietas del sistema de que el enorme endeudamiento de los hogares había sido propiciado, precisamente, por las autoridades con el objetivo de reducir aparentemente las disparidades de renta en la población. Ese endeudamiento, al final, ha debilitado las posibilidades de las familias en la recuperación. El listado de autores y de trabajos es largo y la preocupación sobre el fenómeno es tan patente que hasta los distinguidos participantes del Foro Económico Mundial en Davos (Suiza) lo designaron, en enero de 2014, el mayor reto de la economía global en los próximos años.

La gran aportación de Piketty a la historia económica es el exhaustivo trabajo llevado a cabo para recabar los datos sobre los que basa sus tesis. El economista francés ha utilizado la información tributaria facilitada por los propios individuos y no las encuestas sobre los ingresos de los hogares, uno de los métodos más utilizados para analizar la desigualdad. Ese sesgo, que no es nuevo, sí resulta especialmente útil para analizar la distribución entre las rentas más altas y permite al público en general comparar la evolución de sus ingresos con los de los más ricos. Su exhaustivo trabajo de recolección está disponible a través de la página web de la Escuela de Negocios de París —World Top Incomes Database— con datos de más de 27 países, pero no todos tienen la misma fiabilidad.

“Si algo bueno tiene la publicidad que está recibiendo el libro es que ello nos está propiciado un mayor acceso a los datos de muchos países emergentes y una mayor transparencia en los datos disponibles para los ciudadanos en general, lo que se convierte en un instrumento para luchar contra la corrupción. China es la que va más retrasada en este sentido”, apunta. Países como Brasil, México, Turquía o Corea empiezan a facilitar a Piketty y a su equipo los datos tributarios. Eso permitirá ajustar sus tesis con más precisión porque la explosión de las clases medias en las grandes economías emergentes en los últimos años tiene mucho más que ver con el fuerte crecimiento vivido por esos países que con los rendimientos del capital previos a su irrupción en la economía global. “Ese fuerte crecimiento ha sido uno de los aspectos más positivos de la globalización y es una de las grandes fuerzas que han permitido reducir la desigualdad a nivel mundial”, reconoce entusiasta.

Más datos quizás también le lleven a ajustar más las recetas para combatir los perjuicios de la disparidad de rentas. Piketty se ha declarado favorable a establecer un impuesto sobre la riqueza pero se muestra absolutamente contrario y crítico con el tipo del 75% sobre las rentas más altas que puso en marcha el presidente francés François Hollande y al que acaba de dar carpetazo el gobierno presidido por Manuel Valls. “Una cosa son los ingresos y otra el patrimonio, la riqueza. Básicamente estoy en contra de la propuesta de Hollande porque se trataba de un gesto de cara a la galería y sin ninguna voluntad de cambiar el modelo. La recaudación de ese impuesto era anecdóctica. Hollande debería empezar por simplificar el sistema tributario francés”, señala.

El también profesor de la Paris School of Economics es especialmente crítico con el manejo de la crisis en Europa, desde las políticas de austeridad aplicadas a la modificación de los Tratados europeos aprobada en 2012 y la competencia fiscal entre los países de la eurozona que ha desvelado el escándalo de los Luxleaks. “Si todo el mundo hace lo que ha hecho Luxemburgo y elimina casi por completo la tributación de las grandes empresas, toda Europa se convertirá en un paraíso fiscal”, subraya. “Creo que habría que avanzar hacia una mayor cooperación tributaria, como primer paso, empezando por la armonización de la fiscalidad empresarial”, defiende. Más aún. “Las políticas de austeridad, el empeño en reducir el déficit a toda velocidad, el aumento del desempleo y la ausencia de inflación hacen mucho más difícil la salida de la crisis”, remata.

Pese a lo que la experiencia europea demuestra, Piketty se muestra optimista ante la posibilidad de una mayor coordinación fiscal en la región y cree que con los incentivos o las sanciones apropiadas los cambios son posibles. “Tampoco parecía posible acabar con el secreto bancario suizo y hoy día eso es una realidad. Estados Unidos impuso sanciones a los bancos suizos que habían contribuido a ocultar información tributaria de sus ciudadanos y el secreto bancario se acabó”, recuerda. “Las cosas siempre se pueden cambiar”.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/01/09/actualidad/1420836043_696183.html

Varoufakis se dirige al público alemano-parlante. Entrevista con el más que probable negociador del gobierno de Syriza con la Troika, Yanis Varoufakis · · ·

Johanna Jaufer entrevistó para la cadena pública austriaca ORF al economista Yanis Varoufakis, quien con toda probabilidad dirigirá las negociaciones del nuevo gobierno de la izquierda radical griega Syriza con la Troika.


Lleva usted ahora tres semanas como político profesional…
Dos semanas.

¿Se lo ha tenido usted que pensar mucho? En su blog escribió también que la cosa le daba pánico.
Fue una decisión grave. Por lo pronto, porque yo entraba en política para realizar una tarea que siempre pensé que había que llevar a cabo, y se me ofrecía la oportunidad de poner manos a la obra. Tiene que ver con las negociaciones entre Grecia y la Unión Europea, en caso de victoria de Syriza: se trata de un proyecto y de una perspectiva extremadamente difíciles. Por otra parte, yo soy un académico, soy un ciudadano, un ciudadano activo, de modo que estoy habituado a un tipo de diálogo en el que de lo que se trata es de que yo aprenda realmente de usted y usted de mí: tendremos desacuerdos, pero a través de esos desacuerdos, se enriquecerán nuestros respectivos puntos de vista.

No se trata de que uno se imponga al otro…
Exacto. Pero en la política es peor: cada parte trata de destruir a la otra parte –ante el público—, y eso es algo que me resulta de todo punto ajeno, algo para lo que de ninguna forma estoy dispuesto a servir.

¿Y qué pasa con su trabajo en la universidad? ¿Lo deja en suspenso?
Sí, en efecto. He dejado la Universidad de Texas. Mantengo mi cátedra en la Universidad de Atenas –sin paga—, y espero que no pase mucho tiempo antes de regresar.

¿Estaría usted dispuesto a permanecer en un gobierno por más tiempo?
No. No deseo hacer carrera política. Idealmente, lo que querría es que otro lo hiciera, y que lo hiciera mejor que yo. Sólo que esta era una única para hacer algo que no se habría podido hacer de otro modo. No soy un profeta, de manera que no puedo decirle a usted dónde estaré yo en dos, tres, cinco o diez años. Pero si lo que me pregunta ahora, lo óptimo para mí sería que nuestro gobierno tuviera éxito en la renegociación de un acuerdo con Europa que hiciera sostenible a Grecia, y que luego otras gentes, ya sabe… el poder debe ser rotativo, nadie debería engolosinarse con él.

Algo que salido varias veces en Alemania y en Austria es el asunto de las reparaciones, porque Alemania se escaqueó de pagar reparaciones propiamente dichas luego de la II Guerra Mundial. En su opinión, ¿por qué pasó eso? ¿Quizá porque alegaron que Alemania se hallaba dividida, y esperaban a una reunificación? ¿O es más bien que los norteamericanos alegaron que necesitaban una Alemania capaz de albergar sus bases militares, lo que dejaba colgados a los reclamantes? ¿O fue una combinación de ambas cosas?

Fue una combinación. En los 40, los Aliados habían decidido convertir de nuevo a Alemania en un país campesino. Se propusieron desmantelar 700 plantas industriales, y fueron los norteamericanos quienes frenaron ese plan. De modo que, sí, destruyeron 700, pero luego cambiaron de idea. Cambiaron por razones que tienen que ver con el modo en que los EEUU estaban diseñando el capitalismo global: necesitaban una moneda fuerte en Europa y una moneda fuerte en Asia (que terminaron siendo el marco alemán y el yen japonés), y todo el proyecto de la unión europea se construyó en torno a ese plan. A nosotros nos gusta pensar en Europa que la Unión Europea fue nuestra propia creación. No lo fue. Fue un diseño norteamericano que luego nosotros adoptamos y que, por supuesto, era congruente con lo que deseábamos, con nuestras aspiraciones. Parte de ese diseño entrañaba estimular la economía alemana, sacarla de la depresión, sacarla del pozo en que se encontraba en los 40, y un componente importante de cualquier intento de revitalizar una economía pasa por aliviar su deuda, por una quita importante de deuda, por la condonación de deuda. Así, en 1953 se organizó la Conferencia de la Deuda Londres, de la que resultó una salvaje quita de la deuda alemana en perjuicio de muchas naciones, Grecia entre ellas. Pero Grecia es un caso especial, porque Alemania había contraído con ella una deuda que no tenía con ninguna otra nación: en 1943, la Kommandatur aquí, en Atenas, impuso al Banco de Grecia un acuerdo por el cual este banco imprimiría un montón de dracmas –dracmas de guerra— y lo suministraría a las autoridades alemanas para que éstas pudieran comprar material, financiar sus esfuerzos de guerra y acumular bienes agrícolas para la Wehrmacht, etc. Lo interesante es que las autoridades alemanas firmaron un contrato: dejaron por escrito la suma del dinero que tomaban a préstamo. Prometieron pagar intereses. Fue, así pues, un préstamo formal. Los documentos existen todavía y se hallan en poder del Banco (Central) de Grecia. Nada parecido ocurrió con ningún otro país. Así que esto es como una deuda oficial, como en un bono, contraída con Grecia en tiempo de guerra por el estado nazi alemán.

¿Podría usted poner cifras precisas?
Cifras precisas. Ni que decir tiene, la dificultad está en traducir esa moneda de guerra, que llegó muy pronto a ser absolutamente inflacionaria a causa de la cantidad de dracmas impresas. Las autoridades alemanas, al aceptar ese préstamo del Banco de Grecia y hacer compras, devaluaron la moneda, lo que tuvo enormes costes sociales secundarios en toda Grecia. Es muy difícil computar exactamente a cuánto se traduce ese préstamo en términos actuales, cómo compone el interés, cómo conviertes, como calculas el coste de la hiperinflación causada… Mi punto de vista es que somos socios; deberíamos dejar de moralizar, deberíamos dejar de apuntarnos mutuamente con el dedo. La teoría económica bíblica –“ojo por ojo, diente por diente”— deja a todo el mundo ciego y desdentado. Deberíamos, simplemente, sentarnos con el mismo espíritu con que los EEUU se sentaron en 1953, sin plantear cuestiones como: “¿merecen castigo los alemanes?”, “¿es culpa o es pecado?”. Ya sé que en alemán los dos conceptos –“culpa” y “deuda”— se expresan con la misma palabra (Schuld), antónima de crédito. Deberíamos limitarnos a plantear esta simple cuestión: ¿cómo podemos volver a hacer sostenible la economía social griega de modo tal, que se minimicen para el alemán medio, para el austriaco medio, para el europeo medio los costes de la crisis griega.

¿Por qué mucha gente de la Europa septentrional no se temió que los recortes de derechos laborales de los 90 podrían ser présago del mismo tipo de cosas que ahora están ocurriendo aquí (en Grecia)?
Creo que todo es culpa de Esopo. Suya es la fábula de la hormiga y la cigarra: la hormiga trabaja duro, no disfruta de la vida, guarda dinero (o valor), mientras que la cigarra se limita a holgazanear al sol, a cantar y a no hacer nada, y luego viene el invierno y pone a cada quien en su sitio. Es una buena fábula: desgraciadamente, en Europa predomina la extrañísima idea de que todas la cigarras viven en el Sur y todas las hormigas, en el Norte. Cuando, en realidad, lo que tienes son hormigas y cigarras por doquiera. Lo que ocurrió antes de la crisis –es mi revisión de la fábula de Esopo— es que las cigarras del Norte y las cigarras del Sur, banqueros del Norte y banqueros del Sur, pongamos por caso, se aliaron para crear una burbuja, una burbuja financiera que los enriqueció enormemente, permitiéndoles cantar y holgazanear al sol, mientras que las hormigas del Norte y del Sur trabajaban, en condiciones cada vez más difíciles, incluso en los buenos tiempos: lograr que las cuentas cuadraran en 2003, en 2004, no resultó nada fácil para las hormigas del Norte y del Sur; y luego, cuando la burbuja que las cigarras del Norte y las cigarras del Sur habían creado estalló, las cigarras del Norte y del Sur se pusieron de acuerdo y decidieron que la culpa la tenían las hormigas del Norte y las hormigas del Sur. La mejor forma de hacer eso era enfrentar a las hormigas del Norte con las hormigas del Sur, contándoles que en el Sur sólo vivían cigarras. Así, la Unión Europa comenzó a fragmentarse, y el alemán medio odia al griego medio, el griego medio odia al alemán medio. No tardará el alemán medio en odiar al alemán medio, y el griego medio en odiar al griego medio.

Eso ya ha empezado, ¿no?
Sí, ya se ve. Y es exactamente lo que ocurrió en los años 30, y Karl Marx estaba completamente equivocado cuando dijo que la historia se repite como farsa. Aquí la historia se repite, simplemente.
En lo tocante a la decisión del Sr. Draghi de inundar el mercado con billones de euros, he visto que usted ha dicho que eso es como servirse de una pistolita de agua en un incendio forestal.
Yo creo que el Sr. Draghi tiene buenas intenciones. Quiere mantener unida la Eurozona, y es muy competente. Hace lo que puede, dadas las restricciones que tiene. No tengo la menor duda –aunque él jamás lo admitirá— de que entiende cabalmente que lo que está haciendo es demasiado poco y demasiado tarde: una pistolita de agua ante un gran incendio forestal. Pero él cree que hasta una pistolita de agua es mejor que nada. Si se ha declarado un incendio, él preferiría servirse de un cañón de agua, y habría preferido comenzar a usarlo antes, pero no le estaba permitido porque en Europa tenemos una Carta del BCE que lo ata de pies y manos y lo echa al cuadrilátero a luchar contra el monstruo de la deflación, lo que es muy injusto para el BCE. Y así será mientras Europa no comprenda lo que resulta imperiosamente necesario desde el punto de vista económico para sostener una unión monetaria, mientras no termine de entender por qué se dan toda esta fragmentación y la creciente renacionalización de todo, incluida ahora la flexibilización cuantitativa del señor Draghi (el 80% de las compras de bonos las realizarán los Bancos Centrales nacionales, como si éstos existieran separadamente del BCE). Porque esa fragmentación y esa renacionalización es exactamente lo opuesto a lo que deberíamos estar haciendo, que es ir de la mano, consolidar.
¿Cómo se formaron los EEUU? Pues porque cada vez que tenían una crisis –la Guerra Civil, la Gran Depresión— avanzaban en su unión. Nosotros decimos que estamos haciendo eso con las “uniones bancarias”, con los “Mecanismos Europeos de Estabilización”, pero no es verdad. Creamos una unión bancaria que no es una unión bancaria, es una desunión bancaria, y la llamamos, al modo orwelliano, “unión bancaria”. Europa, así pues, no ha aprendido las lecciones de la historia , y mientras no cambiemos de rumbo, es harto improbable que consigamos mantener el conjunto de la unión.

A propósito de los planes de SYRIZA para revitalizar la industria en Grecia, Theodoros Paraskevopoulos ha dicho que se trata también de recuperar las dimensiones del sector farmacéutico en Grecia, porque tiene una buena base. ¿Cómo es eso?
¡Yo que sé! Por alguna razón, tenemos buenas empresas farmacéuticas que tiene sólidas exportaciones. Necesitamos ayudarlas y necesitamos crear industrias así en otros sectores también.

¿Por ejemplo?
Yo creo que tenemos excelentes programadores informáticos e ingenieros de software, así que deberíamos hacer algo parecido a lo que ha hecho Israel. Crear una red de pequeñas empresas emergentes orientadas internacionalmente a la exportación. Si algunas de ellas terminan compradas por Google, etc., no es una mala cosa. Es el tipo de cosas que deberíamos ensayar y apoyar, si podemos.

Si lo ponemos en términos de que atraer a Grecia a inversores extranjeros, ¿hay alguna idea parecida a asociaciones público-privado, algo que en los países de la Europa septentrional ha conocido muchos problemas en el pasado?

Yo no soy partidario de las empresas público-privadas. Allí donde se han ensayado esas asociaciones, siempre han terminado por drenar recursos del estado sin producir ningún valor añadido significativo. Normalmente, han sido ejercicios de recorte de costes, y al final, sin el menor efecto de desarrollo. A lo que yo creo que debemos tender es al desarrollo de activos públicos ya existentes sin venderlos –ahora mismo estamos liquidando y malvendiendo simplemente para recaudar ingresos—, de modo que el dinero del sector privado, los fondos de inversiones, pueda venir y contribuir al desarrollo de un modo mutuamente beneficioso. Es un tipo de emprendimiento público-privado, pero no al estilo que se ensayó en Gran Bretaña y en otros sitios.

Volviendo a la discusión del memorando: ¿entre qué factores cree usted que está atrapada la Sra. Merkel?
Yo creo que Alemania se halla dividida. Los intereses del la banca en Francfort no son los mismos que los de la banca mediana, lo mismo que los intereses de la pequeña y mediana empresa en la Alemania central no son los mismos que los de la Siemens y la Volkswagen, etc. Es muy distinto tener tu capacidad productiva exclusivamente localizada en Alemania, como las empresas pequeñas y medianas, o estar embarcado en la globalización y tener fábricas en China y en México. Y la Sra. Merkel es una política astuta que se percata –o cree percatarse— de que no hay un consenso entre esos intereses encontrados respecto de lo que hay que hacer con el euro, con nuestro Banco Central, con la periferia, etc. La Sra. Merkel, simplemente, no moverá pieza hasta que haya un consenso que le garantice la supervivencia política.

Pero ese consenso no es posible.
Bueno, mire usted, por ejemplo, lo que pasó en 2012 con el anuncio unilateral por parte del Sr. Draghi de las Operaciones Monetarias sobre Títulos (OMT announcement), o ayer mismo, con la Flexibilización Cuantitativa. Verá que, cuando empiezan a oírse voces que dicen: “ojo, muchachos, que la deflación nos está matando, hay que hacer algo”, entonces la Sra. Merkel puede servirse de esas voces para decir: “apoyaré al Sr. Draghi, hagáis lo que hagáis”. Así pues, no es un consenso-consenso, pero ella está calibrando las movedizas placas tectónicas bajo sus pies. Y el modo en que lo hace es muy astuto. Lo que yo la invitaría es a pensar en su legado más allá de la mera supervivencia, y me gustaría que considerara la posibilidad de que en 10, 20, 100 años, Europa pudiera hablar no sólo de un plan Marshall que salvó a Alemania, sino también de un plan Merkel que salvó al Euro.

Yanis Varoufakis es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7687

miércoles, 28 de enero de 2015

Europa y su momentánea sinrazón. Esta locura económica no puede durar para siempre; la democracia no lo permitirá

Por fin, Estados Unidos está mostrando señales de recuperación de la crisis que estalló a finales del Gobierno del presidente George W. Bush, cuando la casi total implosión del sistema financiero tuvo repercusiones en todo el mundo. Pero no es una recuperación fuerte; a lo sumo, la brecha entre donde la economía habría estado y donde está hoy no se está ensanchando. Si se está cerrando, lo está haciendo muy lentamente; los daños causados por la crisis parecen ser a largo plazo.

Sin embargo, podría ser peor. Al otro lado del Atlántico, hay pocas señales de, incluso, una recuperación modesta al estilo estadounidense: la brecha entre donde Europa está y donde habría estado en ausencia de la crisis sigue creciendo. En la mayoría de países de la Unión Europea, el PIB per cápita es menor al de antes de la crisis. Una media década perdida se está convirtiendo rápidamente en una década entera perdida. Detrás de las frías estadísticas, las vidas se arruinan, los sueños se desvanecen, y las familias se desintegran (o no se forman) a la par de que el estancamiento -que llega a ser depresión en algunos lugares- se arrastra año tras año.

La UE tiene una población con gran talento y alto nivel de educación. Sus países miembros tienen marcos legales sólidos y sociedades que funcionan bien. Antes de la crisis, la mayoría de estos países incluso tenían economías que funcionaban bien. En algunos lugares, la productividad por hora -o la tasa de su crecimiento- era una de las más altas del mundo.

Sin embargo, Europa no es una víctima. Sí es verdad que Estados Unidos administró mal su economía; pero, no, no es verdad que EE UU de alguna forma se las arregló para imponer la peor parte de la caída mundial en los hombros de Europa. El malestar de la UE es autoinfligido, a causa de una sucesión, sin precedentes, de malas decisiones económicas, comenzando por la creación del euro. Si bien el euro se creó con la intención de unir a Europa, finalmente, lo que hizo fue dividirla; y, debido a la ausencia de la voluntad política para crear instituciones que permitan que una moneda única funcione, el daño no se está revertiendo.

El caos actual proviene en parte de la adhesión a una creencia que ha sido desacreditada desde hace ya mucho tiempo: que los mercados funcionan bien y que no tienen fallos de información y competencia. La arrogancia desmedida también ha jugado un papel. ¿Cómo, si no, se podría explicar el hecho de que año tras año los pronósticos de los funcionarios europeos sobre las consecuencias de sus propias políticas han sido consistentemente erróneos?

Estos pronósticos no han sido erróneos porque los países de la UE no lograron poner en práctica las políticas prescritas, sino porque los modelos sobre los que las políticas se basaron tienen graves deficiencias. En Grecia, por ejemplo, las medidas destinadas a reducir la carga de la deuda, en los hechos, dejaron al país más cargado de lo que estaba en 2010: el ratio entre deuda y PIB se ha incrementado, debido a que el impacto de la austeridad fiscal dañó a la producción. Al menos, el Fondo Monetario Internacional ha admitido estos fracasos intelectuales y de políticas.

Los líderes europeos siguen convencidos de que su prioridad máxima debe ser las reformas estructurales. Pero los problemas a los que ellos apuntan se habían hecho evidentes en los años previos a la crisis, y en aquel entonces, dichos problemas no detenían el crecimiento. Lo que Europa necesita, más que reformas estructurales en sus países miembros, es una reforma de la estructura de la propia eurozona, y una reversión de las políticas de austeridad, que han fracasado una y otra vez en su intento por lograr el crecimiento económico.

Se comprobó una y otra vez que los que pensaban que el euro no podría sobrevivir estaban equivocados. Sin embargo, los críticos han tenido razón en una cosa: a menos que la estructura de la eurozona se reforme y la austeridad se revierta, Europa no se recuperará.

El drama en Europa está lejos de terminar. Una de las fortalezas de la UE es la vitalidad de sus democracias. Pero el euro despojó a los ciudadanos —sobre todo en los países en crisis— de cualquier decisión que ellos pudiesen tener sobre su destino económico. En repetidas ocasiones, los votantes echaron a quienes buscaban la reelección, debido a que se encontraban insatisfechos con los derroteros por los que se desplazaba la economía —pero lo que ocurrió fue que los nuevos Gobiernos continuaron por el mismo rumbo, el mismo que se dicta desde Bruselas, Frankfurt y Berlín.

Pero, ¿por cuánto tiempo puede esto continuar? ¿Y cómo van a reaccionar los votantes? A lo largo y ancho de Europa, hemos sido testigos del alarmante crecimiento de los partidos nacionalistas extremistas, contrarios a los valores de la Ilustración que son los que han hecho que Europa logre tantos éxitos. En algunos lugares, crecen grandes movimientos separatistas.

Ahora Grecia pone a prueba una vez más a Europa. La caída del PIB griego desde 2010 es mucho mayor que la caída que enfrentó Estados Unidos durante la Gran Depresión de la década de 1930. El desempleo juvenil es superior al 50%. El Gobierno del primer ministro Antonís Samarás ha fallado, y ahora, tras el fracaso del Parlamento en elegir un nuevo presidente para Grecia, se celebrarán elecciones generales anticipadas el 25 de enero.

Syriza, el partido izquierdista de oposición, que se comprometió a renegociar los términos del rescate de Grecia llevado a cabo por la UE, está por delante en las encuestas de opinión. Si Syriza gana pero no llega al poder, una importante razón será el miedo a cómo responderá la UE ante dicha elección. El miedo no es la más noble de las emociones, y no va a dar lugar al consenso nacional que Grecia necesita para seguir adelante.

El problema no es Grecia. El problema es Europa. Si Europa no cambia sus maneras de actuar -si no reforma la eurozona y rechaza la austeridad- una reacción popular será inevitable. Grecia podría mantener el rumbo en esta ocasión. Pero esta locura económica no puede continuar por siempre. La democracia no lo permitirá. Sin embargo, ¿cuánto más dolor tendrá que soportar Europa antes de que se restablezca el sentido común?
Fuente:  18 ENE 2015 - El País.

La queja contra la vida de T. S. Eliot. Una nueva traducción reivindica ‘La tierra baldía’ como el libro más influyente de la poesía moderna

La literatura es una bomba de efecto retardado y en 1922, cuatro años después del fin de la Primera Guerra Mundial, estalló un puñado de libros que hizo saltar en pedazos la novela, la filosofía y la poesía occidentales. Si se piensa que ese año vieron la luz el Ulises, de  Joyce; el Tractatus logico-philosophicus, de Wittgenstein, y La tierra baldía, de  T. S. Eliot  —cabría añadir Trilce, de César Vallejo, y las Elegías de Duino, de Rilke, escritas ese año y publicadas el siguiente— se entiende la magnitud del estallido.

Desde que vieron la luz en el número inaugural de la revista The Criterion, fundada y dirigida por el propio Eliot, los 434 versos de La tierra baldía no han dejado de generar versiones e interpretaciones. La última corre a cargo del crítico y editor Andreu Jaume, que acaba de publicar en Lumen una edición bilingüe del poema más influyente del siglo XX. Como pórtico, ha colocado Prufrock y otras observaciones, un poemario de 1917 que, indica el traductor, le sirve de “cantera”.

El mismo año que Eliot se estrenó como poeta con Prufrock se estrenó también como empleado del Lloyd’s Bank de Londres, la ciudad a la que había llegado tres años antes. Atrás habían quedado Saint Louis (Missouri), donde nació en 1888, y Harvard, donde se había doctorado en filosofía.

El hombre que trabajaba de 9.30 a 16.30 y almorzaba en el Baker’s Chops House lidiaba a tiempo completo con la mala salud mental de su esposa, Vivienne Haigh-Wood, y con su propia fragilidad nerviosa. En 1920, comenzó a componer un largo poema titulado provisionalmente He Do the Police in Different Voices (“Hace de policía con distintas voces”). Pronto cambiaría los ecos dickensianos por los del mito celta de la hambruna y la devastación y pasaría a ser La tierra baldía.
...
Antes de convertirla en libro en 1977, Ferraté desgranó su Lectura de ‘La terra gastada’ en un seminario al que asistió Antoni Marí. “La tesis de Ferraté es que ese poema retrata una cultura decadente, gastada, cuyo sedimento ha quedado envenenado por los gases de la Gran Guerra”, recuerda el poeta y filósofo ibicenco, quien hace tres años rastreó en el volumen Matemática tiniebla (Galaxia Gutenberg) la genealogía de la poesía moderna que surge con Poe y culmina en Eliot tras pasar por Baudelaire, Mallarmé y Valéry. “Eliot sintetiza la tradición romántica y la simbolista —de la mano de Laforgue— para abrirla a lo imposible de pensar en poesía”, explica Marí. “Ningún otro poeta ha tenido tanta influencia”.

... La tierra baldía (sus traducciones)

April is the cruellest month, breeding / Lilacs out of the dead land, mixing / Memory and desire, stirring / Dull roots with spring rain. (T. S. Eliot, 1922).
Abril es el mes más cruel: engendra / lilas de la tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces con lluvias primaverales. (Agustín Bartra, 1977).
Abril es el mes más cruel, hace brotar / lilas en tierra muerta, mezcla / memoria y deseo, remueve / lentas raíces con lluvia primaveral. (Juan Malpartida, 2001).
Abril es el más cruel de los meses, pues engendra / lilas en el campo muerto, confunde / memoria y deseo, revive / yertas raíces con lluvia de primavera. (Andreu Jaume, 2015).
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/25/actualidad/1422207668_867339.html

martes, 27 de enero de 2015

La devastación de los bienes públicos. Desde que llegó la crisis, todo es destrucción, acelerada a partir del actual Gobierno. No hay voluntad de reforma ni planes de mayor eficiencia

Venimos de un Estado pobre, menesteroso, por no decir miserable, más que endeudado, en permanente bancarrota desde la guerra de la independencia hasta la guerra de Cuba. En medio, guerras civiles entre liberales y carlistas y, después, los continuados desastres de la guerra de Marruecos, que prolongaron la situación de quiebra hasta bien entrado el siglo XX, cuando “pacificado” el protectorado marroquí, una enésima rebelión militar, con su secuela en forma de revolución obrera y campesina, arrasó de nuevo al Estado dejando aquella espantosa ruina que fue la herencia recibida por quienes penamos la suerte de nacer en los años del hambre.

Es un tópico de nuestra historia atribuir la floración de naciones, venidas a la existencia en la coyuntura de aquel fin de siglo, a una debilidad congénita del Estado español. ¿Debilidad, se podría preguntar, o más bien ausencia? Cuando Ortega publicó su apelación a la República, varios años después de que Azaña lanzara la suya, cerró su memorable artículo con un “¡Españoles, no tenéis Estado, reconstruidlo!”. El Estado español de los años veinte del siglo pasado se había convertido en una especie de sociedad de socorros mutuos, había escrito también nuestro más ocurrente filósofo. Ocurrencia genial en este caso, porque en efecto todo el aparato del Estado no daba más que para sostener a aquella sociedad que en otra ocasión el mismo Ortega calificó como vieja España.

El caso es que, entre el servicio de la deuda contraída para alimentar un ejército en permanente derrota, lamiéndose sus heridas en el exterior con sus recurrentes rebeliones en el interior, el Estado español careció de recursos, no ya para crear nación, sino para edificar centros escolares, construir institutos de enseñanza media, financiar centros superiores de investigación científica, levantar hospitales, extender ambulatorios, abonar pensiones, desarrollar servicios. La enseñanza primaria y media se abandonó en los centros urbanos a manos de la pléyade de órdenes y congregaciones religiosas que acudieron a España como a panal de rica miel cuando comprobaron que el Estado no dedicaba ni un céntimo al capítulo de salarios a maestros, y dejaba pasar décadas sin construir ni un solo instituto. En los hospitales de beneficencia se hacinaban los pobres, y los ambulatorios de la mal llamada Seguridad Social eran lugares sucios y malolientes, donde un médico mal pagado recibía al paciente sin dejar que se sentara, apestando a tabaco y recetando cualquier cosa en un minuto, después de echarle una mirada de abajo arriba en la que se concentraba la mezcla de desprecio y hastío que le provocaba aquella hora en que despachaba a una cincuentena de pacientes.

Ese fue el Estado que heredamos: nada de extraño que, cuando llegamos a la edad de la razón política, quisiéramos ser como los franceses. Parecerá una tontería, pero aquel querer ser como actuó al modo de espoleta, movilizando energías y recursos, despertando voluntades y agudizando inteligencias para acabar de una buena vez con el lamento y poner manos a la obra: en pocos años dejamos de querer ser como y emprendimos la tarea de ser como. En resumen: un Estado democrático al modo de Europa, con un potente sistema de salud, educación primaria universal y gratuita, institutos para enseñanza media, universidad en expansión, centros de investigación, pensiones. El español era por fin como los europeos un Estado sostenido en el compromiso keynesiano, en bienes públicos que amortiguan las desigualdades sociales inherentes al sistema capitalista.

Y de pronto, la política elaborada para hacer frente a la primera gran crisis del capital del siglo XXI rompe, contra los intereses de la mayoría, el pacto que sirvió de base a nuestro actual Estado social. Las listas de espera en la sanidad pública se alargan hasta el punto de sumar cientos de miles los pacientes que ven pasar meses y hasta años sin posibilidad de realizar una consulta, someterse a un análisis o sufrir una operación. Y si se mira al ámbito de la ciencia, el paisaje comienza a ser el de un territorio desertado, producto de una terapia de choque: drástica reducción de presupuestos, supresión de programas, cierre de equipos, investigadores a la calle. La majadera provocación de Miguel de Unamuno cuando de su pluma salió “que inventen ellos” no es nada comparado con el perverso designio que anima al Gobierno de esquilmar la producción científica en España.

Aunque la propaganda política se cebe en desprestigiar a los funcionarios como individuos que una vez conquistada su plaza se echan a sestear, es lo cierto que en la historia de la Universidad y de los centros superiores de investigación de España nunca se había publicado, debatido o celebrado simposios como en los últimos 30 años. Nunca tantos españoles han participado en tantos proyectos internacionales de investigación o han ganado una plaza docente en universidades extranjeras. Pero nunca tampoco han vivido tantos investigadores, con decenas de artículos publicados en las mejores revistas de su especialidad, tan en precario, como becarios hasta cumplidos los 40 años, o haciendo ya las maletas. Y el panorama no es muy diferente si se mira a la educación primaria y media: miles de profesores que habían concursado con éxito en oposiciones para plazas docentes y que solo pudieron ocuparlas de forma interina se han encontrado con el despido mientras se expanden los colegios concertados.

Tan recién construido como era nuestro Estado social, con apenas 30 años de vida, y ya se empeñan desde los Gobiernos en provocar su irreversible ruina, reduciendo presupuestos en sanidad, educación y ciencia, paralizando inversiones, expulsando a interinos, amortizando plazas de jubilados (10 por uno es nuestro precio), externalizando —¡qué negocio!— servicios, congelando salarios. Y como la política de destrucción de bienes públicos por las bravas, entregándoselos a precio de saldo a intereses privados, ha tropezado con fuertes resistencias en la calle, se ha sustituido por un deterioro programado: que nos hartemos de esperar tres, seis, nueve meses en una lista y vayamos adonde tendríamos que haber ido desde el principio, a la clínica privada; que la gente se espante al ver que sus hijos van a una clase donde los alumnos comienzan a ser multitud y los maestros parecen cansados.

Lo vamos a sentir, a llorar más bien, porque nunca hemos disfrutado en España de bienes públicos en tanta cantidad y de tan alta calidad como los construidos desde la Transición a la democracia hasta 2008. Pero desde que nos golpeó la crisis, todo es destrucción, acelerada a partir del retorno del Partido Popular al poder. Destrucción, no reforma, no planes en busca de mayor eficiencia, no mejora en la distribución y empleo de recursos, no propuestas para alcanzar mayores rendimientos, no políticas de personal que premien méritos y penalicen ausencias inexcusables. Reformar para qué, si se ahorra más y se acaba antes sacudiéndonos todo este peso de encima: esa es la política; y este el resultado: una amenazante devastación de bienes públicos que pone fin al periodo de mayor cohesión social vivido por la sociedad española desde que existe como sujeto político, o sea, desde la Constitución de Cádiz.

Lo que vendrá después, una vez culminada la operación, ya se puede imaginar: los bienes y servicios públicos emergerán de su ruina como propiedades privadas cuyo acceso por los ciudadanos estará en función de su diferente poder adquisitivo. No era bastante la agresión que las clases medias, en sus distintos niveles, han sufrido con la bajada de salarios nominales y reales, la masiva pérdida de empleos, los ERE y demás artefactos de liquidación de derechos laborales, que no contentos con todo eso, se aplican a dar la última puñalada: si necesitas ir al médico, hazte un seguro privado; si estás dotado para la ciencia, vete al extranjero; si quieres para tus hijos un colegio con un profesorado joven y motivado, págatelo de tu bolsillo. Esto es el mercado, so idiotas, nos dicen los que pretenden protegernos de la devastación que ellos mismos provocan en los bienes públicos. Y en esas estamos, con un mercado creciente y un Estado menguante, en trance de reducirse otra vez a sociedad de socorros mutuos.
Santos Juliá es historiador. Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/01/14/opinion/1421264130_105197.html