Unos pocos miles de expertos en ingeniería financiera, víctimas (¿? diría llenos) de una codicia insaciable y una enfermiza fe en la capacidad reguladora del libre mercado, han empujado hacia la pobreza a muchos millones de personas instaladas en las distintas capas de la "clase media" y han hundido en la miseria absoluta a muchos cientos de millones que ya eran pobres.
Los culpables de esta debacle tienen nombres y apellidos; se sabe en qué empresas (principalmente bancos) trabajan, qué sueldos millonarios perciben, de qué bonus escandalosos se benefician y qué grado de responsabilidad tiene cada cual en el hecho de haber llevado la economía mundial al borde del abismo y en algunas zonas o países, directamente al abismo. De entre todo este siniestro entramado de delincuentes de élite, ¿hay algún imputado por delitos económicos? ¿Se ha creado en algún país alguna asociación de víctimas dispuesta a luchar hasta conseguir que acaben en el banquillo de los acusados? ¿Algún organismo o institución internacional plagada de funcionarios espléndidamente remunerados gracias a nuestros impuestos está haciendo algo para acabar de una vez por todas con los paraísos fiscales? ¿Me podría explicar alguien con argumentos creíbles por qué prescriben los delitos económicos? ¿Se está haciendo algo para que dentro de pocos años no volvamos a tener otra crisis con resultados aún más letales?
Por cada culpable hay millones de víctimas. Ellos ganan siempre porque nosotros hemos renunciado al poder que da la mayoría y se lo hemos dado a ellos. Si no hacemos nada, ¿tendremos derecho a quejarnos?.
Carta Publicada EL 13/02/2010 en “El País” JOSÉ CÉSPEDES - Palma de Mallorca
Un poco de honestidad. No han pasado dos años de una estafa global de financieros y ya parece que la crisis sea culpa de las clases medias bajas
El enojo es la emoción que se experimenta cuando uno se siente objeto de una conducta injusta. Enojo, enfado, es la emoción que deberían estar experimentado hoy día muchos ciudadanos en el mundo no sólo ante la crisis económica a la que deben hacer frente si no, y quizá sobre todo, por la falta de honestidad, de integridad, por la intención de engañarles, que demuestran, una y mil veces, los responsables de esa crisis.
Es imprescindible no dejarse llevar por la ira, razonar y participar en el esfuerzo para salir adelante, pero es también vital y urgente reclamar rectitud en los actos y en las palabras, un mínimo de honestidad en expertos, gobernantes, economistas, periodistas y demás portavoces de la sociedad, que de manera creciente participamos, consciente o inconscientemente, en la ocultación y tergiversación de la realidad.
No es posible que no hayan pasado ni dos años del descubrimiento de una gigantesca estafa global protagonizada por banqueros y financieros y que ya parezca que la crisis fue consecuencia de la irresponsabilidad de las clases medias bajas (trabajadores se llamaban antes), empeñadas en hundir el sistema con sus desaforadas demandas. Cualquier ciudadano que oiga hoy a expertos, gobernantes, economistas y periodistas puede llegar a pensar que la crisis ha sido provocada por millones de trabajadores que salieron a las calles en todo el mundo occidental reclamando aumentos de salarios intolerables, pensiones descabelladas, privilegios imposibles de asimilar por un sistema que hubiera funcionado bien si no hubiera sido por esa locura que contagió a las clases medias bajas a finales del siglo XX y comienzos del XXI.
Un mínimo de honestidad (y de eficacia a la hora de afrontar la crisis) exige tener presente que fue la gigantesca especulación generada por un sistema financiero no controlado la que provocó el estado de cosas actual a nivel mundial. En el caso español, además, hay que añadir una burbuja inmobiliaria, consentida y alentada por banqueros, economistas y políticos, del PP y del PSOE, no porque fueran unos corruptos o vendidos (aunque algunos sí lo fueran), sino porque la bonanza provocada por esa burbuja causaba una sensación general de bienestar. Un mínimo de honestidad exige tener presente que buena parte de los problemas de las empresas españolas están provocados no por los sueldos, sino por el hecho de que el sistema bancario ha reducido extraordinariamente sus líneas de crédito.
El hecho de tener razón no le va a servir de mucho a esas clases medias, aplastadas por el paro y el empobrecimiento. Nunca ha bastado con estar libre de culpa. La realidad es que existe un déficit complicado de financiar, que es imprescindible que el Gobierno español recupere credibilidad y que esa credibilidad se obtiene en los mercados internacionales con medidas de austeridad, es decir, con reducción del gasto público, quizá combinadas con aumento de ciertos impuestos al consumo (los que más afectan a esa clase media baja).
La cuestión es hasta qué punto se puede exigir el esfuerzo de ese sector de población y qué modalidades proponen las distintas opciones políticas... (SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 14/02/2010) (seguir en El País)
lunes, 15 de febrero de 2010
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