La casualidad ha querido que dos días seguidos haya tenido la ocasión de asistir a dos actos relacionados con lo que hoy llamamos “memoria histórica”. El pasado 20 de enero se presentó el libro “La gran represión. Los años de plomo del franquismo”, de Mirta Núñez, Francisco Espinosa, Manuel Álvaro y José Mª García Márquez, y el día siguiente tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad Complutense un acto de gran emotividad: la conmemoración del Día del Holocausto y la Prevención de los Crímenes contra la Humanidad. Ambos actos se refieren a hechos ocurridos en la primera mitad del siglo XX en Europa y conectados por el grado de barbarie al que llegaron tanto el régimen nazi como el franquista. Cierto es que se diferencian en la magnitud de las cifras, pero desde luego no cabe asegurar que la maldad y la brutalidad de los dos protagonistas difieran sustancialmente. Si Franco hubiera tenido la ocasión de extenderse por Europa con su régimen, quizás hubiera batido el récord de brutalidades de Hitler.
En el acto de conmemoración del holocausto, el Ministro de Educación, Ángel Gabilondo, pronunció unas reflexiones ente las que caben destacar un par de ideas: la educación no es mera adquisición de conocimientos y la reconciliación no es el olvido. Suscribo ambas ideas, aunque creo que las ideas deben llevar a actuaciones y a consecuencias coherentes con lo que se defiende. El Vicerrector de Cultura y Deporte de la Universidad Complutense, Juan Manuel Álvarez Junco se refirió a la necesidad de educar en la memoria, y también comentó que Europa ha conseguido vencer los totalitarismos...
A partir de aquí, cabe desarrollar también alguna reflexión. En primer lugar, puede ser cierto que Europa haya conseguido vencer los totalitarismos, pero ¿ha conseguido vencer la indiferencia? Ésta parece más peligrosa incluso que los actos malvados de los totalitarios. Decía Marek Edelmann, un superviviente del gueto de Varsovia, que indiferencia y crimen son lo mismo. Primo Levi, por no salir del contexto, advertía que los monstruos existen, pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos, “más peligrosos –decía- son los hombres comunes, los funcionarios dispuestos a obedecer sin discutir”. También Einstein advertía contra la indiferencia y decía que lo peligroso no son las personas que hacen el mal, sino las que se sientan a ver lo que pasa. Más conocida es la reflexión de Luther King: “cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas”. Y antes que todos ellos, José Martí decía: “los malos no triunfan sino donde los buenos son indiferentes”.
¿Cómo combatir esta indiferencia que tanto daño hace a las sociedades facilitando la emergencia de comportamientos individuales y colectivos cercanos al fascismo, como estamos viendo ya en diversos países europeos en relación con los inmigrantes y con otros colectivos? Leer el artículo aquí.
Artículo de Pedro López López, Profesor Titular de la Universidad Complutense de Madrid
martes, 2 de febrero de 2010
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