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Se nos dice que no entender esta realidad y oponerse a estas políticas, tal como hacen los sindicatos en la Unión Europea (también en España) y los partidos a la izquierda de los partidos gobernantes es “estúpido”, tal como afirmaba Fernando Vallespín en su artículo de El País “La huelga zombi” (17-09-10). Este artículo, además de criticar a tales partidos y sindicatos “por demonizar el capitalismo”, señalaba que un indicador de la inevitabilidad de las políticas realizadas por el Gobierno español era la falta de propuestas de políticas públicas alternativas por parte de tales agentes sociales e instrumentos políticos. Decía Vallespín que muchos de ellos no habían hecho propuestas (porque según él no existían) de cómo, por ejemplo, compaginar “el gasto público social con la respuesta necesaria para evitar el pago de excesivos intereses debido a los mercados financieros”. En realidad, tal artículo (tanto en su contenido como en su tono insultante) es representativo de la hostilidad presentada por los cinco rotativos de mayor difusión del país hacia la convocatoria de huelga general y hacia sus convocantes –los sindicatos– y los partidos que apoyan tal convocatoria.
Tal argumento de inevitabilidad es, sin embargo, profundamente erróneo. Su función no es explicar la realidad económica, sino justificar unas políticas públicas, detrás de las cuales están la banca –que causó la crisis financiera– y la gran patronal –que facilitó la aparición de la crisis (ver mi artículo “La causa de la crisis”, Público, 09-09-10)–, así como las instituciones dominadas por el capital financiero (como el Fondo Monetario Internacional) y las derechas europeas (como el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo). En realidad, las políticas que están desarrollando los gobiernos de la eurozona, en respuesta a las presiones de aquellas instituciones, son las mismas políticas que han estado presionando durante muchos años. Quieren utilizar la crisis (que ellos provocaron) para conseguir lo que han deseado siempre. Y utilizan ahora el argumento de los mercados financieros (como antes utilizaron el argumento de la globalización) para subrayar que no hay alternativas a las políticas que ellos proponen.
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La Unión Europea que tenemos es la Europa que han ido configurando las derechas con la ayuda del socioliberalismo, que ha construido una Europa a las espaldas de las poblaciones de sus estados miembros, que presenta sus propias propuestas como las únicas posibles. Pero existen alternativas, y también en España. No es cierto que –como Vallespín afirma– los sindicatos y las izquierdas no hayan hecho propuestas alternativas. Para cada política neoliberal existen propuestas alternativas. En lugar de intentar conseguir fondos para el Estado congelando las pensiones y disminuyendo los salarios de los empleados públicos, se ha propuesto revertir las políticas fiscales regresivas que restaron ingresos al Estado. Y en lugar de gastar cantidades ingentes en la banca y en las cajas, se ha propuesto hacer de las cajas bancos públicos, para facilitar el crédito, y así un largo etcétera.
El hecho de que Vallespín parezca desconocer tales propuestas puede deberse a que sólo lee los diarios de mayor difusión donde, en su avalancha hostil en contra de la huelga general, nunca aparecen tales alternativas, como parte de una discriminación antidemocrática contra las izquierdas. Pero ahora, además de ignorarlas, importantes voces del establishment mediático las insultan, llamándolas “estúpidas”. La abundante evidencia existente sobre estas alternativas, sin embargo, hace merecedores de tal calificativo a quienes lo utilizan. (Vicenç Navarro)