Los datos de paro registrado que acaban de darse a conocer vuelven a mostrar —diga lo que diga el gobierno— que empeora el empleo en España. Es cierto que el paro aumenta en menor medida que en meses de enero anteriores, pero eso no ocurre porque haya más facilidades para encontrar trabajo sino porque aumentan los desanimados y se expulsa a gran cantidad de personas del mercado laboral, bien por desánimo, bien porque son inmigrantes que ya abandonan España o españoles que tratan de encontrar nuevas oportunidades fuera de su país.
Y lo peor es que este empeoramiento es inevitable y que va a seguir produciéndose en el futuro porque las políticas que se vienen realizando no aportan lo que resulta esencial en cualquier economía para que las empresas puedan generar inversión productiva y empleo. A mi juicio, en España se carece hoy día de seis condiciones básicas e imprescindibles para crear puestos de trabajo.
La primera es la financiación. Gracias a su enorme poder político los banqueros han impuesto un rescate muy costoso de sus entidades que les ha permitido ocultar su quebranto patrimonial y volver a obtener beneficios suculentos pero sin que hayan vuelto a financiar a la economía.
El llamado rescate de la banca es un escándalo que no ha servido para recuperar la financiación. Se ha tirado de la manta que cubría las vergüenzas financieras acumuladas en los últimos años por las cajas de ahorros para disimular la responsabilidad general, pero lo cierto es que si se hubiera tirado al mismo tiempo de la que cubre al resto de las entidades financieras los resultados hubieran sido parecidos. Es el sistema financiero en su conjunto y no solo las cajas, el que está repleto de activos tóxicos derivados de haber financiado sin escrúpulos ni responsabilidad la anterior burbuja financiera. Lo que se está haciendo es limpiar el segmento de mercado que ocupaban las cajas para que lo ocupen los grandes privados y así puedan recobrar más o menos su equilibro patrimonial, hoy día disimulado por las normas de contabilidad aprobadas por las autoridades con el fin de evitar que aparezcan como lo que son —bancos zombis— y puedan registrar beneficios a pesar de que apenas sí desarrollan negocio bancario. Pero a ese paso la financiación tardará años en recuperarse.
Mientras no se ponga de verdad en claro su situación y mientras no se garantice que fluya financiación suficiente y barata a las empresas y familias es materialmente imposible que se pueda crear empleo. Lo que ocurrirá, por el contrario, será que sigan quebrando y despidiendo trabajadores o, a lo sumo, utilizando la última reforma laboral para abaratar sus plantillas y así poder seguir malviviendo.
La segunda condición imprescindible para crear empleo y que falta también en España es la demanda. O, dicho de otra forma, ingresos suficientes para que la población compre los bienes y servicios que producen las empresas. En los dos años de gobierno de Rajoy el consumo privado se ha desplomado como consecuencia de la pérdida de ingresos salariales y, en general, de renta disponible de las familias. Y eso no puede traducirse sino en una pérdida de demanda para todas las empresas (las grandes han visto reducir sus ventas entre un 40% y un 50% desde 2008) y, en particular y de forma más grave, para las pequeñas y medianas.
Argumentar que lo que hace falta para crear empleo es más flexibilidad y costes laborales más reducidos es una falsedad que solo sirve para que las grandes empresas que dominan el mercado sea como sea (porque son multinacionales que operan en muchos países u otras que tienen demanda cautiva) tengan beneficios extraordinarios. Denles ustedes clientes y ventas elevadas a las empresas y comprobarán que contratarán empleo sin problemas de flexibilidad alguno. Por tanto, mientras sigan bajando los salarios no se creará empleo en España.
La tercera condición es disponer de uno o varios sectores de actividad que actúen como motor de la economía en su conjunto y que tengan gran capacidad de multiplicar el empleo e ingresos a su alrededor, algo para lo que no sirve cualquier tipo de actividad.
En contra de lo que se viene diciendo, no basta con que aumente el PIB para que se cree empleo y mucho menos para que éste sea de calidad y acompañado de ingresos suficientes. Además de generarse actividades sostenibles, que no terminen cayendo más pronto que tarde (como pasó y sucedería de nuevo con la construcción) es necesario que se vertebren y constituyan tejido e interrelaciones adecuadas y que, además de tener fuerza suficiente como para tirar de toda la economía (lo que, por cierto, no le ocurre al sector exterior), nutran sobre todo al mercado interno y no externalicen ni el ingreso ni el valor añadido que generen.
Mientras no se consolide otra forma de producir y de consumir en España, no se podrá crear empleo suficiente en nuestra economía.
La cuarta y la quinta condición quizá puedan sorprender a quienes están habituados a oír hablar de empleo y economía como si fueran mecanismos de relojería que nada tienen que ver con las personas y su diferente posición en la sociedad. A los pocos días de ser nombrado vicepresidente económico del gobierno, el profesor Fuentes Quintana compareció en TVE en hora de máxima audiencia para hablarle a los españoles de 1977 sobre la situación económica de aquel momento. Sus primeras palabras fueron exactamente estas:
“Las soluciones de los problemas económicos nunca son económicas sino políticas. No hay oscuras fórmulas técnicas que permitan resolver las dificultades en un clima de gabinete. Los problemas económicos de un país solo pueden superarse mediante el esfuerzo y la colaboración de todos (…). Sé, desde luego, que solo puede esperar esa colaboración un gobierno en quien ustedes confíen como veraz y que les merezca credibilidad”.
Pues bien, esto último también nos falta: un gobierno veraz, creíble y en quien confíe la gente.
Desde que la crisis comenzó a notarse en España con Rodríguez Zapatero en el gobierno, los españoles no hemos recibido sino mentiras sobre la situación económica y eso ha hecho que la confianza en nuestras autoridades esté bajo mínimos. Y así, por mucho que se quiera, es imposible que se genere la voluntad colectiva y el esfuerzo mancomunado que es necesario para sacar adelante una situación tan difícil como la que tenemos.
Finalmente, también carecemos de instituciones que canalicen las preferencias ciudadanas, que equilibren los poderes y que hagan posible el gobierno eficaz, controlado y transparente. Y, sobre todo, que estén obligadas a poner en marcha que la población quiera que se lleven a cabo para que así las pueda hacer suyas y apoyar con el máximo empeño
La servidumbre de los grandes partidos hacia los poderes económicos es total y eso ha corrompido las instituciones. Ni uno solo de los partidos (desde el PP a IU pasando por los nacionalistas) carece de imputados por corrupción y todos ellos han estado presentes y han sido cómplices, por ejemplo, de la vergonzosa gestión de las cajas de ahorro. Ni una sola autoridad —empezando por el monarca y siguiendo por la judicatura, la fiscalía o el Banco de España— está libre de sospecha o no ha sido denunciada por actos indignos o por complicidad con los sinvergüenzas que han provocado la situación en la que estamos. Ninguna de las estafas ni de los casos de corrupción que hemos sufrido se hubieran producido o hubieran adquirido la dimensión que han alcanzado si todas esas instituciones hubieran sido diligentes y si sus responsables o titulares se hubieran comportado con honestidad.
Hablando en plata, en España tenemos una democracia de cada vez más baja intensidad: los bancos y grandes empresarios controlan los medios de comunicación, hay un pacto de silencio sobre los grandes escándalos, los jueces que actúan contra los oligarcas son los que resultan perseguidos y expulsados y el gobierno da órdenes a la fiscalía para que no se persiga a los grandes ladrones y corruptos o los indulta si no ha habido manera de librarlos antes.
¿Cómo va a salir de la crisis un país cuyo jefe de Estado está más pendiente de disimular el enriquecimiento y mal comportamiento propio o de sus familiares o de lavar la cara y engrosar la cartera de las grandes empresas que de evitar que sus conciudadanos más desfavorecidos pierdan un derecho detrás de otro?
La sexta y última condición es disponer de suficiente capacidad de maniobra para poder poner en marcha las medidas que pueden ayudar a que todo lo anterior se resuelva. Y resulta que España no la tiene. No porque formemos parte de una unión monetaria superior, porque eso simplemente debería dar lugar a que la capacidad de maniobra radicase en otro lugar. Sino porque ésta unión está diseñada precisamente para evitar que los gobiernos o los pueblos dispongan de ella. Por eso no nos conviene, porque sin posibilidad de poner en marcha la voluntad propia, con las manos y los pies atados y sujetos simplemente al dictado de unos pocos grupos de poder que no están nunca presentes en las instituciones representativas, es imposible tomar medidas y tratar de cambiar el rumbo de las cosas. Mientras sigamos en esta Europa, mientras no demos un golpe en la mesa y hagamos ver que así no seguimos con la señora Merkel y compañía, no se creará empleo en España.
Sin libertad y sin disponer de soberanía es imposible que nadie salga adelante. Y lo que supone una paradoja bien significativa es aquellos que tienen constantemente en su boca discursos patriotas y grandilocuentes menciones a la Patria la hayan convertido en una vulgar esclava de los poderes financieros más antipatriotas y corruptos.
El gobierno y su partido, los banqueros y los dirigentes de la patronal podrán decir lo que quieran pero mientras no se pongan en marcha reformas de regeneración económica y política que resuelvan estas cinco carencias será imposible que se vuelva a generar empleo suficiente y de calidad en España.
Juan Torres López
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