“Tsipras ha prometido algo que no podía cumplir y eso produce una gran frustración al pueblo griego”: ha declarado Mariano Rajoy. Y yo no puedo evitar darle la razón, ya que ¿quién sabe más de esas frustraciones que él? Aún recuerdo, en las últimas generales, a un soberbio Javier Arenas, mirando retador al auditorio y profetizando a voz en grito: “¡Ni en educación, ni en sanidad, ni en las ayudas a la dependencia recortaremos ni un euro! ¡Esas son las rayas rojas del PP! Faltaría más”. Sí, Rajoy sabe bien lo que es generar frustración, aunque él no ha necesitado, como el líder griego, un enemigo exterior para enmascarar el desengaño de su pueblo. Él lo encontró en Zapatero, el cual, ocultando aviesamente el envenenado déficit público que le legaba, fue el único culpable del inmediato incumplimiento de las promesas electorales del PP. Pobre Rajoy, tan ignorante él de la perversa quiebra con la que iba a tener que lidiar aunque, a decir verdad, una parte sustanciosa de ese desastre estuviera bien oculta en las autonomías gobernadas por su propio partido.— JAUME GARCÍA Valencia 7 MAR 2015 - Cartas al director. El País.
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