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jueves, 25 de mayo de 2017

Las bambalinas de la alta política contadas por un forastero prodigioso: Yanis Varoufakis. Adultos en la habitación

Una vez Yanis Varoufakis me compró un gin tónic. Y una vez su esposa me sirvió una taza de té. Y aunque evitó muchas de mis preguntas, como suelen hacer los ministros de Finanzas, nunca me mintió descaradamente. Y fui su presentador en dos eventos. Enumero estas transacciones por lo que estoy a punto de decir: Varoufakis ha escrito una de las mejores autobiografías políticas de todos los tiempos. Podría compararla a la de Alan Clark por su honestidad, a la de Denis Healey por sus ataques a antiguos aliados y, como manual para explorar los peligros del arte de gobernar, seguramente tiene la misma estatura que la biografía de Lyndon B. Johnson escrita por Robert Caro.

Sin embargo, el libro de Varoufakis sobre la crisis que ha marcado a Grecia desde 2010 hasta hoy se encuadra en una categoría propia: es la historia entre bastidores de la política de primer nivel contada por un forastero. Varoufakis comenzó como un outsider, tanto de la élite política como de la extrema izquierda griega, luego se metió dentro y acabó abandonándolo todo abruptamente después de que su antiguo aliado, el primer ministro griego Alexis Tsipras, le pidiera la dimisión en julio de 2015.

Varoufakis escenifica su dilema durante la crisis con una anécdota reveladora. Estaba en Washington para reunirse con Larry Summers, el antiguo secretario del Tesoro de los Estados Unidos y confidente de Barack Obama. Summers le preguntó a bocajarro: ¿Quieres estar dentro o fuera? “Los de fuera priorizan la libertad de contar su versión de la verdad. El precio es que son ignorados por los de dentro, que toman las decisiones importantes”, le advirtió Summers.

Los políticos electos tienen poco poder; el verdadero poder lo tienen Wall Street y una red de fondos de inversión, multimillonarios y dueños de medios de comunicación, y el arte de permanecer en la política es poder reconocer este hecho e intentar lograr hacer algo sin alterar el sistema. Ésa era la oferta. Varoufakis no sólo la rechazó, sino que al escribir sobre ella en detalle nos protege de la estupidez de las fantasías ocasionales de la izquierda de que el sistema construido por el neoliberalismo puede de alguna forma inclinarse o ceder ante nuestros deseos de justicia social.

En este libro, Varoufakis ofrece una de las descripciones más detalladas y precisas del poder moderno, un logro aún más importante que su deseo de justificar su propio accionar durante la crisis griega. Explica cómo se construye la red del poder moderno, con el agotamiento de haber pasado tantas noches en fríos hoteles y salas de reuniones mal iluminadas. Aris obtiene un préstamo del banco de Zorba; Zorba le perdona el préstamo, pero la empresa constructora de Zorba obtiene un contrato en un ministerio de Aris. Al hijo de Aris le dan trabajo en la cadena de televisión de Zorba, que por alguna razón siempre está en bancarrota y por eso no puede pagar impuestos; y así.

“La clave de estas redes de poder es la exclusión y la turbiedad”, escribe Varoufakis. A medida que se va intercambiando información sensible, “alianzas de dos personas se van vinculando con otras alianzas…involucrando a conspiradores que conspiran de hecho, sin ser conspiradores conscientes”. En el proceso de contar su historia, Varoufakis no sólo revela secretos, sino que son secretos gordos y jugosos.

Grabaciones en secreto en sus reuniones El primer secreto es que no sólo Grecia estaba en la bancarrota cuando la UE la rescató en 2010 –y que el rescate fue diseñado para salvar a los bancos franceses y alemanes– sino que Angela Merkel y Nicolas Sarkozy lo sabían; y sabían que sería un desastre.

Esta acusación no es nueva, fue lanzada en su momento por activistas de izquierdas y economistas de derechas contra la élite financiera. Pero Varoufakis la confirma con citas, algunas recogidas de cintas de conversaciones que grabó en ese momento sin que lo supieran los otros participantes.

Incluso ahora, dos años después de las últimas elecciones griegas, este libro trasciende el interés académico. Grecia sigue aplastada por una deuda de miles de millones de euros que no puede pagar. Por las decisiones que se tomaron en 2010 y 2011, al rescatar bancos privados y endosarles deudas enormes a los países europeos del norte, serán los contribuyentes franceses y alemanes los que acabarán pagando la deuda griega cuando inevitablemente sea perdonada.

La segunda revelación es que miembros de la familia de Varoufakis fueron amenazados violentamente cuando, con una multitud controlando las calles y plazas, él comenzó a alinearse con aquellos que denunciaban que el rescate era inviable. Varoufakis afirma que esas amenazas, que se efectuaron de forma anónima, por teléfono y con una calma oligárquica, fueron la causa de su salida de Grecia hacia Estados Unidos.

Como resultado, cuando regresó, mientras comenzaba a apoyar activamente al partido de izquierda radical Syriza, Varoufakis vivió la crisis como un outsider, pero en un sentido diferente. Cuando le pidieron que hablara ante la multitud que ocupaba la Plaza Síntagma en mayo-junio de 2011, recuerda: “La última vez que había hablado ante una manifestación había sido en Nottinghamshire, ante un piquete de mineros en huelga en 1984”.

Estaba a punto de unirse a un grupo de políticos de izquierdas —liderado por Tsipras y secundado por su jefe de Gabinete formado en Glasgow, Nikos Pappas— en la lucha por acabar con el neoliberalismo. Pero tenía poca experiencia en la izquierda griega organizada y ellos lo veían como un neoliberal.

El fracaso del órdago Los logros académicos de Varoufakis se habían basado en la aplicación de la teoría de juegos a la economía. Así que, cuando diseñó la estrategia de confrontación de Syriza, fue explícito: el enemigo tenía que creer que Syriza estaba preparado para incumplir pagos, o para salir de la zona euro, lo suficiente como para convencer a los poderosos de la UE de renegociar los préstamos que estaban por vencer y evitar que hicieran estallar el sistema bancario griego.

Esto funcionó, aunque el precio fue un gran retroceso retórico y la retirada del programa nacional de Syriza en febrero de 2015. Pero en julio falló porque, habiendo luchado y ganado la campaña emocional del referéndum, Tsipras eligió hacer concesiones ante la posibilidad de una guerra civil griega.

Entrevisté a Varoufakis la noche en que ganaron el referéndum. Parecía asombrado por la magnitud de la victoria (en el libro confiesa que esperaba una derrota) y seguro de que le daría a Tsipras las municiones para enfrentarse a Troika. Sin embargo, ahora está claro que los dos calcularon mal. Varoufakis entendió —por la autoridad del ministro de Economía alemán, Wolfgang Schäuble— que Alemania no intentaría sacar a Grecia del euro. Para cuando hicieron justamente eso, dos semanas de bancos cerrados y desarrollo al borde del colapso habían llevado la apuesta a un todo o nada.

Cuando le echaron, Varoufakis se libró de tener “prontuario”, aunque el precio que pagó fue, una vez más, un autoexilio de la política activa en Grecia. Si, tal como parece posible, la situación escala hacia el desplome económico, su voz —junto con la de los comunistas veteranos antieuro que se separaron de Syriza— podría ser lo único que quede de una izquierda que pueda darle la batalla final al fascismo y la dictadura.

Pero yo sigo creyendo que Tsipras hizo bien en ceder ante el ultimátum de la UE y que Varoufakis tuvo parte de la culpa por la forma en que diseñó la estrategia “del juego”. Para Tsipras, y para la generación de exdetenidos y víctimas de torturas que reconstruyeron la izquierda griega después de 1974, permanecer en el poder como un escudo abollado contra la austeridad era preferible a entregarle el poder a un grupo de políticos mafiosos respaldados por una horda enardecida de jóvenes millonarios bien vestidos.

Al final, el gobierno de Tsipras resultó no ser un escudo muy efectivo para proteger a la clase trabajadora griega, pero sí al más de un millón de refugiados sirios que llegaron a las costas griegas en las semanas tras la rendición económica. Las fuerzas armadas griegas, el poder judicial y la policía están llenas de personas a quienes les encantaría ver hundirse las pateras y poder deportar en masa o encerrar a los supervivientes.

Aunque la forma en que Syriza manejó la inmigración masiva fue por momentos equivocada, en el momento crucial, de julio a diciembre de 2015, el gobierno de izquierdas de Grecia ofreció un refugio para aquellas personas que huían del terror y la destrucción. Un gobierno conservador y de derechas le hubiera dado a los sirios un recibimiento mucho peor.

En ese contexto, el relato de Varoufakis de la historia de Tsipras debe ser cuestionado. Varoufakis argumenta que Tsipras es propenso a la frivolidad, la melancolía y la indecisión y que está determinado a probar que no es “una estrella fugaz”. Pero a diferencia de Varoufakis, Tsipras construyó un partido capaz de vencer a la élite política que ha dejado a Grecia sin riqueza y sin credibilidad y ha sido capaz de gobernar. Tsipras —junto a Pappas, su jefe de Gabinete, a quien Varoufakis describe correctamente como muy influyente en los acontecimientos— construyó algo que él pensó que sobreviviría a una derrota.

Varoufakis construyó una reputación, no un partido. De hecho, el mundo de los partidos —de activistas apiñados contra las ventanas lluviosas de cafeterías suburbanas, de repartir folletos, de huelgas y manifestaciones anti-fascistas— está ausente en su libro.

Si la izquierda mundial, que estuvo de buena racha entre 2011 y 2013, quiere recuperar terreno, necesita líderes como Tsipras, que encuentren pensadores y ejecutores como Varoufakis y que los estimulen. Pero sobre todo necesita hablarle al pueblo en el idioma que nace de años de lucha para construir un partido y un movimiento.

Traducido por Lucía Balducci
Fuente:
http://www.eldiario.es/theguardian/Varoufakis-mejores-biografias-politicas-historia_0_640087101.html
https://open.spotify.com/embed/user/elpaissemanal/playlist/5DBfunuPk3faTn5BV6Grv4

martes, 26 de enero de 2016

Varoufakis avisa a Podemos: "No permitan que la troika los divida. Si lo consigue, les destruirá" El exministro de Finanzas griego ultima la fundación del Movimiento por la Democracia Europea ('Democracy in Europe Movement'), una plataforma que busca democratizar las instituciones de la UE

Hace un año, cuando por estas fechas se gestaba la histórica irrupción del partido de izquierda radical Syriza como primera fuerza política en Grecia, el economista Yanis Varufakis se disponía a asumir la cartera de Finanzas del país con un objetivo fundamental: liderar el combate que pondría fin a las “fuerzas destructivas” de la troika en la república helena. Un combate que, según Varufakis, no solo era vital para sacar a Grecia del bucle pernicioso de austeridad, deuda y deflación en el que llevaba sumido el país desde 2010, sino también para liberar al proyecto de integración europeo de un cada vez mayor y peligroso “autoritarismo burocrático”.

Tras seis meses que tuvieron en vilo a la zona euro, Varufakis abandonó la batalla dimitiendo de su cargo cuando se produjo la capitulación del Gobierno griego ante sus acreedores.

Varufakis ni se da por vencido, ni ha perdido la esperanza. Y mucho menos piensa que su diagnóstico sobre el estado actual de la UE y los peligros que esta corre se haya demostrado erróneo, todo lo contrario. El exministro que plantó cara a la troika en 2015 y que llegó a ser acusado de alta traición, vuelve al campo de batalla un año más tarde, solo que esta vez no emprenderá la lucha desde Atenas, sino desde el corazón de Europa.

Cuesta creer que en unos días se cumplirá un año desde que usted entró a formar parte del Gobierno griego que pondría “fin a la troika”, como proclamó el propio Alexis Tsipras la noche del 25 de enero de 2014.

¿Conclusiones?
El año comenzó con unas elecciones en Grecia que electrizaron a Europa con la esperanza de que era posible devolver legitimidad a la política europea. Cuando llegó el verano, los viejos poderes europeos se habían reafirmado tras haber estrangulado la “primavera griega”. También habían logrado restaurar una versión más dura de los dictados autoritarios y políticas económicas inviables que han convertido a Europa en el “enfermo” del capitalismo global.

El ahogamiento de la democracia griega el pasado verano hirió de gravedad a la Unión Europea y reforzó las fuerzas centrífugas que la están rompiendo. Al poco tiempo, cuando los refugiados comenzaron a llegar, la mentalidad de “no en mi patio” y del “¿yo qué gano?” que había sido reafirmada con el aplastamiento de la “primavera griega”, era dominante. El resultado para Europa ha sido dar un paso más hacia la pérdida tanto de su integridad como de su alma.

En el lado positivo, la “primavera griega” desató un proceso imparable que puede desafiar el masivo déficit democrático en Europa. No hay ningún europeo que hoy pueda negar el hecho de que las decisiones importantes en la zona euro son tomadas por un órgano que legalmente no existe y que opera como una sociedad secreta, el Eurogrupo. La “primavera griega” también ha dado lugar a transformaciones, aunque inconclusas, en Portugal y en España, así como a ciertos aires de cambio en el resto de Europa. Nunca antes las demandas de una democracia auténtica y de transparencia habían sido tan sonoras en nuestro continente. Es crucial que 2016 sea el año en el que esas exigencias se consoliden.

Parte de su tesis con respecto a las políticas económicas adoptadas en Europa desde el estallido de la crisis, así como su crítica sobre la propia arquitectura institucional de la Unión, es que, de no corregir el rumbo, estamos abocados al resurgimiento de extremismos peligrosos. Nadie parece compartir esa tesis en las instituciones europeas, a conectar las causas y efectos que usted denuncia.

Eso tiene un nombre: negación. Al ser apabullados por problemas difíciles y por la desesperación, los humanos frecuentemente optamos por liarnos la manta a la cabeza. Los banqueros lo hacen, los políticos lo hacen, sociedades enteras lo hacen.

En 2008, un colapso del sector financiero que comenzó en Wall Street dio lugar a una serie de bancarrotas en los sistemas bancarios de países en superávit y, poco después, en las finanzas de Estados deficitarios, lo que hizo que la divisa común comenzara a fragmentarse. Para mantenerla se implementaron medidas que combinaban préstamos y políticas de austeridad insostenibles que terminaron por trasladar el coste de la crisis a las clases trabajadoras; medidas a las que yo defino como “austeridad Ponzi”.

Al igual que ocurrió en 1929, cuando un colapso similar en el sector financiero fragmentó la divisa común de esa era, el patrón oro, la secuencia de eventos actual conducen a la desesperanza, a la depresión y al miedo; factores todos ellos que contribuyen al resurgimiento de ultranacionalismos, racismo y, finalmente, al regreso de los neonazis. Mientras tanto, como usted comenta, los poderes fácticos se niegan a conectar las causas y los efectos y se pertrechan en la quimera de que políticas económicas contractivas darán lugar, de algún modo, a crecimiento.

En la República de Weimar, bajo el canciller Heinrich Brüning, la burguesía se había convencido de que la transferencia de riqueza de la clase trabajadora a la suya resolvería la economía, mientras que la extrema derecha mantendría a raya a la creciente autoridad de la izquierda. El resultado fue Adolf Hitler. En la actualidad, de una manera muy similar, la política económica de Brüning ha sido resucitada con la izquierda siendo mantenida a raya por el Eurogrupo y la troika, mientras que el ultranacionalismo, el racismo y el neonazismo campa a sus anchas para convertirse en una amenaza.

Y para contrarrestar todo lo anterior, usted sigue insistiendo en cambiar la arquitectura europea. Desde hace unos meses habla de un “movimiento para democratizar Europa”. ¿Cómo se traduce eso a la acción?

Primero hemos de fundar el movimiento. Eso ocurrirá el 9 de febrero en Berlín. El propósito es movilizar a los europeos bajo una simple agenda común: democratizar las instituciones europeas.

Una vez que hayamos iniciado esta “conversación” sobre nuestra meta de democratizar Europa, en el contexto de un movimiento activista, emergerá un consenso que a partir de entonces tendrá que encontrar su expresión en cada uno de los estados miembros de la Unión Europea.

La fórmula organizativa y electoral que esta expresión cobre en cada país es algo que queda a expensas de ser decidido de manera colectiva y orgánica. En algunos países puede ser en forma de un nuevo partido. En otros, nuestro movimiento podría establecer alianzas con partidos ya existentes. Todo esto está pendiente de ser debatido y decidido.

Sin embargo, lo que realmente importa es que nuestro movimiento invertirá el orden actual. Actualmente los partidos se erigen a nivel estado-nación que luego intentan formar alianzas, débiles, a nivel europeo. Nuestro movimiento comenzará a escala europea, basado en un internacionalismo radical, y se enfocará en el déficit democrático en el corazón de Europa y cada una de sus instituciones y jurisdicciones nacionales. Solo entonces “descenderá” a la mecánica de los procesos electorales a nivel nacional, regional y local.

¿Cómo puede un “movimiento”, sin el respaldo de la fuerza de un Estado miembro, lograr cambios en las autoridades europeas cuando ni siquiera el mismo Parlamento Europeo tiene esa capacidad?

Nuestro movimiento surge como respuesta a una realidad según la cual los políticos pueden estar en el Gobierno, pero no tienen poder. Incluso los primeros ministros, presidentes y los ministros de Finanzas de Estados fuertes dentro de la Unión Europea carecen de poder en una Europa que ha dejado la toma de decisiones cruciales lejos de la esfera política y en manos de un oscuro mundo de burócratas, banqueros y autoridades sin representación democrática.

En cuanto al Parlamento Europeo, es tan sólo la hoja de parra que esconde la ausencia de democracia parlamentaria en Europa.

Así que, para plantarle cara a esta despolitización del proceso de toma de decisiones político que viene reafirmando la crisis económica y de legitimidad en Europa, necesitamos un movimiento que emerja por todo el continente de un solo golpe y con la misma agenda: devolver a la política las decisiones y democratizar el proceso de toma de decisiones. No hay otra forma de poner fin a la perversa asociación entre autoritarismo y políticas económicas fallidas en Europa, que dará como resultado la ruina del proyecto común a favor del ultranacionalismo.

El año pasado usted era muy optimista sobre la posibilidad de lograr un acuerdo con la troika. Se apoyaba en que la lógica económica y política le acompañaría. ¿Qué le hace pensar que esta vez logrará tener éxito ante los mismos adversarios?

Cuando uno emprende el camino hacia el campo de batalla, la obligación es ser optimista y, al mismo tiempo, estar preparado para lo peor. Ese fue el espíritu con el que entré al Eurogrupo y a las negociaciones con la troika.

Sigo convencido de que entonces pudimos haber logrado un acuerdo honorable si hubiésemos mantenido nuestra estrategia original en lugar de ceder ante la presión tras unos meses de lucha. Pero de todo eso hablaremos en el futuro, cuando escriba sobre la historia de la estrangulación de la “primavera griega”. Lo que importa ahora es que aprendamos de ese espléndido episodio y sigamos hacia adelante.

¿Qué me hace ser optimista de un movimiento a escala europea? ¡Que será a escala europea! Que presionaremos en cada Parlamento, en cada Gobierno, en cada jefe de Estado al mismo tiempo. Que cuando la troika esté apretando, por ejemplo, al Gobierno de Madrid, sabrá que el proceso electoral en Alemania, Francia o Portugal castigará a cualquier político local que ceda ante la troika.

¿En qué fase se encuentra el movimiento?
Estamos en los primeros días. Lo lanzaremos el próximo 9 de febrero. El 2016 será el año en el que sembremos nuestras semillas en cada ciudad de cada Estado de la Unión Europea. La nuestra es sin duda una tarea utópica, pero si fracasamos, una terrible distopía aguarda a nuestra deslegitimada Europa en proceso de fragmentación.

Las encuestas en Grecia comienzan a sugerir un retroceso en el apoyo de los ciudadanos a Syriza. El pueblo pierde la esperanza.

¿Es que acaso sorprende que la esperanza sea la víctima de la capitulación de Syriza? ¿Durante cuánto tiempo puede Alexis Tsipras sostener la paradoja de pedir a sus diputados en el Parlamento que voten leyes a favor de las políticas misántropas de la troika y, al mismo tiempo, que las denuncien?

Como dije a mis colegas cuando abandoné el Gobierno y voté en contra de esas leyes, el peor aspecto de la capitulación es que las masas que sufran las consecuencias de esas leyes no tendrán otra alternativa política salvo Amanecer Dorado.

No obstante, hay un lado positivo: el pueblo griego no deja de sorprenderme. Como cuando me sorprendieron el 5 de julio con su magnífico “no” en el referéndum. Así que me siento alentado por su coraje y capacidad de mantener viva la esperanza de que la llama de nuestra “primavera griega” vuelva a brillar. Por mi parte, confío en que, antes de devolver esa llama a Atenas, será necesario llevar el espíritu de nuestra primavera a cada rincón de Europa, y que sirva de inspiración a todos los europeos que claman por una Europa democrática.

Cuando el pueblo griego vea a Europa ponerse en pie ante el autoritarismo que lo aplastó el verano pasado, ellos también volverán a ponerse en pie llenos de esperanza y entusiasmo.

En entrevistas anteriores me afirmó que abandonar el euro estaba fuera de sus planes y deseos, pero que no estaba de acuerdo en permanecer en él a cualquier precio. ¿Cuál es el precio? ¿Cuándo hay que decir “basta”?

Las divisas son instrumentos. Son medios para otros fines, como la prosperidad. El fetichismo por una divisa es lo peor, es un error. No creo que debamos incurrir en un fetichismo sobre el euro, pero tampoco creo que debamos hacerlo con nuestras divisas nacionales.

Para responder a su pregunta de manera directa: yo nunca, como ministro de Finanzas, pediría la salida del euro diciendo “basta”. Al mismo tiempo, tampoco entraría en pánico si alguien me amenazara con expulsarnos del euro, sobre todo cuando no existe un mecanismo para que eso ocurra, lo cual sería ilegal.

Mi punto de vista y mi política, como de costumbre, siempre ha sido: fijemos nuestras líneas rojas, como por ejemplo que acordemos que jamás se volverán a reducir las pensiones mínimas otra vez, y digamos a la troika que ignoraremos sus amenazas de expulsarnos del euro. Y si ellos de manera escandalosa cierran nuestros bancos, como hicieron, establezcamos un sistema de pagos paralelo, en euros, y mantengámonos firmes hasta alcanzar una solución política en Bruselas.

Nada de esto es fácil, pero es la única manera de poner fin a este ciclo interminable de recesión y autoritarismo en manos de una cada vez más despiadada troika. Es, de hecho, ¡la única forma de mantenernos dentro de la zona euro a largo plazo!

Tras su renuncia como ministro de Finanzas me dijo que “el tamaño importa”, que a España no se le hubiese propinado el mismo trato que a Grecia en circunstancias similares. ¿Qué lecciones puede sacar España de la ‘experiencia griega’?

Hay tres lecciones que resultan pertinentes. Primero, que al liderazgo en la sombra del Eurogrupo que mueve los hilos de la troika poco le importa la sostenibilidad económica del país que es enviado a negociar con ella, sino imponer su autoridad. Un Gobierno progresista en España tiene que tener esto presente, siempre.

En segundo lugar, España jamás se recuperará económicamente de manera sostenible si se mantiene dentro de los límites que la troika le ha impuesto. Un Gobierno progresista en España tiene que prepararse para un enfrentamiento con la troika.

En tercer lugar, prepárense para recibir amenazas y sepan que no son creíbles. Un Gobierno progresista en España tiene que exponer el “bluf” de la troika dado que la deuda pública y privada del país no puede ser absorbida por el Banco Central Europeo si la troika intenta amenazar a Madrid como lo hizo con Atenas.

Y a Podemos, el partido que en su día usted identificó como posible aliado de Syriza frente a la troika, y que tras las elecciones generales en España logró posicionarse como tercera fuerza en el país, ¿qué le aconsejaría?

Manténganse unidos. Unidos lo conseguirán, pero divididos caerán. Asegúrense de que el equipo que lleva el liderazgo actúe como uno y no permitan que la troika los divida. Si lo consigue, les destruirá.
http://www.eldiario.es/canariasahora/internacional/Varufakis-vuelve-desafiar-Troika_0_468953333.html

domingo, 5 de julio de 2015

Entrevista a Jerome Duval, miembro de la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda (PACD). “Tsipras tiene razón cuando habla de responsabilidad criminal del FMI”

Enric Llopis
“Hace seis meses que los acreedores le están imponiendo a un gobierno democrático sus tareas”; “Tiene toda la razón el presidente griego cuando habla de “responsabilidad criminal” del FMI, a la vista de cómo actúa en Grecia”. De este modo se expresa Jerome Duval, miembro de la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda (PACD) y del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM). El activista ha participado en Buenos Aires en la Primera Conferencia Internacional sobre Deuda, Bienes Comunes y Dominación. Después de los planes de “rescate” y la “ayuda” financiera de los organismos internacionales, Grecia tiene una tasa de desempleo del 27% (60% de paro juvenil) y un endeudamiento público que hoy ronda el 180% del PIB (en 2010, cuando empezaron estos planes, se situaba en el 130%).

-¿Qué consecuencias sociales ha tenido para Grecia, en términos sociales, la irrupción de la Troika con los rescates? ¿Tienen razón quienes se refieren a estas medidas en términos de “rigor”, “seriedad” o “reformas” para sentar las bases del crecimiento?
El desempleo ha aumentado en Grecia un 273,7% entre 2009 y 2013. Actualmente la tasa de paro se sitúa en torno al 27%, como consecuencia de los célebres “planes de rescate” (los años 2010 y 2012). La caída de la pensión media es del 61%. El presupuesto para Sanidad ha caído un 40%, mientras han reaparecido en Grecia enfermedades como la tuberculosis y la sífilis. Los casos de VIH-SIDA se han multiplicado y los suicidios han aumentado un 45% desde el inicio de la crisis hasta 2011. Después de las medidas aplicadas por los organismos internacionales (planes de “rescate” y “ayuda” financiera), la deuda pública ronda actualmente el 180% del PIB. Aun así, la UE y el FMI quieren continuar con el ajuste y presionan al gobierno griego para que mantenga las políticas de austeridad. El “rescate” ha constituido un rotundo fracaso social, pero también económico (El PIB ha caído un 25% desde el inicio de la crisis).

-¿Qué aportaciones realiza el Comité de la Verdad de la Deuda Griega?
Al menos hasta mayo de 2016 se continuará trabajando en la auditoría de la deuda. Los análisis se están centrando en lo ocurrido durante los últimos años desde la intervención de la Troika. Se trata de darle herramientas al gobierno, para que considere el repudio de la deuda por “ilegal” e “ilegítima”. María Lucía Fatorelli y otros autores afirman que en Grecia se reproducen las mismas matrices que en otros países, los mismos actores que antes operaron en otros lugares. El objetivo, en todos los casos, es la socialización de pérdidas mediante el “salvataje” bancario. De hecho, el rescate de los bancos en Grecia representa ocho años de salarios públicos y pensiones, según Daniel Munevar, quien trabajó para el CADTM y actualmente es asesor de Varufakis.

-¿Qué conclusiones pueden extraerse?
Se trata de un auténtico robo a la población. Pero quedan pendientes también otros aspectos, como los ambientales, que se abordarán más adelante: el saqueo de recursos y la contaminación vinculada al endeudamiento. El rol del FMI es muy grave en relación con Grecia, sobre todo cuando vemos su actuación respecto a países como Ucrania (con graves problemas de deuda, se habla en cambio de reestructuración). Se ve, así, que el fondo del problema es político: quieren austeridad y no un gobierno como el de Tsipras en Europa. El uso del dinero del “rescate” está estrictamente dictado por los acreedores, por eso menos del 10% de los fondos se han destinado a gasto corriente del gobierno.

-¿Es posible probar estas afirmaciones?
Desde finales de 2010, los bancos comerciales fueron reemplazados por la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), que pasó a ser el principal acreedor. Paulo Batista, uno de los dirigentes del FMI, afirmó a principios de marzo de 2015 que la concesión del préstamo al país heleno servía para “rescatar a los bancos alemanes y franceses, pero no a los griegos”. Philippe Legrain, asesor económico de Durao Barroso cuando presidía la Comisión Europea (y entrevistado por la Comisión de la Verdad), animó al gobierno griego a no aceptar las condiciones de los acreedores, a causa de los sufrimientos económicos y la colonización política impuesta al pueblo griego. Por otro lado, según el último informe del CADTM, entre 2008 y 2012 las ayudas directas a los bancos griegos ascendieron a 35.000 millones de euros (el 19,3% del PIB). Además, las garantías públicas ascendieron 73.000 millones de euros (28,1% del PIB). En ambos casos Grecia ocupa el segundo lugar de la UE-28 después de Irlanda.

-¿Qué posibilidades hay de que las conclusiones de Comisión de la Verdad tengan efectos prácticos?
Antes se gritaba “No debemos, no pagamos” en la Plaza Sintagma. Ahora también se defienden estas consignas en el parlamento griego. Más de 40 diputados de Syriza han pedido un debate en sede parlamentaria sobre los resultados de la auditoría.

-¿Se han cometido irregularidades?
Más allá de la ilegitimidad, la comisión ha descubierto ilegalidades. El FMI actuó en contra de sus propios estatutos. Las instituciones de la UE, contra las normas europeas. Según la ONG Jubilee Debt Compaign, el FMI se ha embolsado más de 2.500 millones de euros en beneficios por los préstamos y los intereses sobre estos préstamos con los que ha financiado a Grecia. Por otro lado, la Comisión de la Verdad ha invitado al diputado argentino Claudio Lozano y al presidente de la Comisión Bicameral de la Auditoría de la Deuda argentina, Eric Calcagno. Esto es interesante para fortalecer los procesos en ambos países. El objetivo del “rescate” ha sido salvar a los bancos alemanes y franceses, pero también de otros países como Suiza. La Comisión de la Verdad ha observado compras de armamento a Alemania y Francia que se apoyaron en el “fantasma” de un riesgo de enfrentamiento con Turquía. En algunos, casos se trataba de armamento defectuoso y sin facturas. La compañía alemana Siemens tiene mucho que decir en todo esto.

-¿Qué se dirime en el referéndum del 5 de julio?
Los medios de comunicación privados han desencadenado una campaña brutal por el “Sí”. También los acreedores y los gobiernos del centro de Europa. Mienten cuando hablan de una posible salida del euro, ya que realmente esto no se está planteando. En el referéndum se pregunta por la última propuesta de los acreedores, sabiendo que el gobierno de Tsipras ha hecho muchas concesiones y atravesado numerosas “líneas rojas”. La consulta es la vía más democrática para saber lo que opina el pueblo, de hecho, Tsipras ha sido elegido para desarrollar un programa social que las instituciones internacionales le impiden aplicar. Ocurre que la propuesta de los acreedores no tiene nada que ver con el programa por el que se eligió a Syriza. Ya hubo un intento de referéndum en 2011, que no se realizó finalmente por la presión enorme de Alemania y los países del Eurogrupo. En la campaña a favor del “sí” defienden la “responsabilidad”, pero gente tan poco radical como Krugman o Stiglitz, apoyan al pueblo griego, y afirman que el “sí” resultaría un fracaso.

-¿Hay vida fuera de la eurozona?
La Comisión de la Verdad no plantea nada que tenga que ver con una salida del euro, ni tampoco el referéndum. Además, no está prevista la salida de la moneda única dentro de los estatutos de la Unión Europea, por tanto, habría que introducir cambios. En mi opinión, ahora hay que centrarse en la denuncia del “sistema” deuda, que con otra moneda también podría sangrar y oprimir –como lo está haciendo ahora- a las poblaciones. El gobierno griego no quiere salir del euro, si lo hace es porque lo expulsan. Además, creo que la denuncia del “sistema” deuda y la austeridad unifica a las poblaciones. Gran Bretaña y Ucrania, que no pertenecen a la eurozona, también sufren problemas relacionados con la deuda y las políticas austeritarias. Con esto no quiero decir que esté a favor o en contra del euro, pero sí que lo que realmente sojuzga a las poblaciones es la deuda.

-En medio de todo el ruido de comunicados, declaraciones, cartas y amenazas, ¿qué pretenden realmente las instituciones europeas y el FMI? ¿Cuál es su estrategia no explícita? ¿Y la del ejecutivo griego?
Sacar a Tsipras del poder en Grecia. Y de ese modo, impedir el “efecto contagio” en países donde se celebrarán pronto elecciones, como España o Irlanda. Estamos viviendo un periodo histórico en el que se atenta contra la democracia como nunca antes en tiempos de paz. También, un saqueo brutal contra un pueblo, en este caso el griego. Pero asistimos al mismo tiempo a un gran momento de lucha y resistencia (históricas), en países como Grecia o España. Por eso es tan importante apoyar el “no” en el referéndum. Por otro lado, la posición de Tsipras no es radical. Sólo ha planteado una reestructuración de la deuda para posponer los pagos y poder funcionar de un modo “normal”, además de desarrollar un plan de inversiones. Lo que ocurre es que se ha negado a traspasar la “línea roja” de las pensiones.

-Por último, ¿se debería continuar negociando después del referéndum del domingo?
Personalmente estaría a favor de la ruptura para que no hubiera negociaciones. Hace seis meses que los acreedores le están imponiendo a un gobierno democrático sus tareas. Las instituciones internacionales han empujado al máximo a Tsipras, hasta el límite de sus “líneas rojas”. Si negocian, es sólo para que se apliquen medidas de austeridad. Tiene toda la razón Tsipras cuando habla de “responsabilidad criminal” del FMI a la vista de cómo actúa en Grecia. Siempre hay que tener con cuenta que, por ejemplo para “honrar” el pago de la deuda, la masa salarial del sector público pasó de 24.500 millones de euros a 15.800 millones de euros entre 2009 y 2013, lo que además implicó un “recorte” de 277.000 empleos.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Rajoy y los griegos

“Tsipras ha prometido algo que no podía cumplir y eso produce una gran frustración al pueblo griego”: ha declarado Mariano Rajoy. Y yo no puedo evitar darle la razón, ya que ¿quién sabe más de esas frustraciones que él? Aún recuerdo, en las últimas generales, a un soberbio Javier Arenas, mirando retador al auditorio y profetizando a voz en grito: “¡Ni en educación, ni en sanidad, ni en las ayudas a la dependencia recortaremos ni un euro! ¡Esas son las rayas rojas del PP! Faltaría más”. Sí, Rajoy sabe bien lo que es generar frustración, aunque él no ha necesitado, como el líder griego, un enemigo exterior para enmascarar el desengaño de su pueblo. Él lo encontró en Zapatero, el cual, ocultando aviesamente el envenenado déficit público que le legaba, fue el único culpable del inmediato incumplimiento de las promesas electorales del PP. Pobre Rajoy, tan ignorante él de la perversa quiebra con la que iba a tener que lidiar aunque, a decir verdad, una parte sustanciosa de ese desastre estuviera bien oculta en las autonomías gobernadas por su propio partido.—  Valencia 7 MAR 2015 - Cartas al director. El País.

viernes, 27 de febrero de 2015

Entrevista a James K. Galbraith, profesor de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas. "Observar en directo el Eurogrupo y su incompetente forma de hacer las cosas, fue para mí una verdadera revelación”

El economista James Galbraith ha pasado esta semana junto con el ministro griego de finanzas Yanis Varoufakis, incorporándose al equipo científico de la negociación griega. Fue entrevistado por Shawn Tully para la revista Fortune para compartir sus experiencias “desde dentro”.

¿Están los destinos de Grecia en manos de Angela Merkel? Uno de los más reconocidos economistas vivos, estrechamente vinculado al ministro griego de finanzas Yanis Varoufakis, dice que el obstáculo fundamental que se atravesaba en el camino del compromiso era la espectacular división registrada dentro del propio gobierno alemán, con una fracción que exigía la total adhesión de Grecia a los compromisos previos, y otra fracción, muy poderosa, que abogaba por el compromiso.
“Todo depende de Merkel”, nos dice James Galbraith, quien pasó siete días a mediados de febrero junto con Varoufakis en Bruselas y en Atenas.
“Hemos escuchado al ministro de finanzas de Merkel, con una actitud negativa, y al vicecanciller, que quería el diálogo. A quien no hemos escuchado es a la propia Merkel. Sabemos que no quiere hablar, salvo que sea estrictamente imprescindible. Son lo más duros que pueden, luego hacen una concesión en el último minuto, para no tener que hacer dos”.

Galbraith resumen con una cuestión el dilema de Merkel (y la mejor esperanza para llegar a un acuerdo):

“¿Quiere Merkel ser la persona que presida la desintegración de la Eurozona?”
Difícil resulta imaginar una pareja más disímil que la formada por Galbraith y Varoufakis. El primero es el hijo –educado en Harvard, Yale y Cambridge— del legendario economista John Kenneth Galbraith. Varoufakis es un agitador incendiario que viste gabardinas de piel y camisas azul brillante en sus reuniones con las estiradas élites europeas y cabalga motos de gran cilindrada para relajarse. Sin embargo, como colegas en la Universidad de Texas en Austin, no sólo llegaron a trabar una gran amistad personal, sino que se hicieron almas intelectualmente gemelas, coescribiendo en 2013 –junto con el economista británico Stuart Holland— un opúsculo sobre la solución de la crisis de la Eurozona en el que abogaban por reemplazar una buena parte de la deuda soberana de las naciones en problemas por unos bonos a bajo interés supergarantizados por el respaldo del BCE. [Véase el texto, traducido al castellano en SinPermiso: Modesta Proposición.] Es claro que las ideas de Galbraith ayudaron a moldear la controvertida campaña de Varoufakis para “poner fin” a la austeridad en Grecia y proteger el empleo público y las pensiones de los griegos.

Trabajando estos días codo con codo con Varoufakis, Galbraith ha tenido ocasión de ver “desde dentro” el caótico maniobreo del Eurogrupo que reunió a los ministros europeos de finanzas, celebrado el pasado 16 de febrero en Bruselas.

“Yo estuve con los equipos técnicos, entre el 11 y el 17 de febrero, incluida la reunión de Bruselas. Me encontraba en la sala de calderas acompañando al equipo de trabajo griego.”

En el cónclave del Eurogrupo, Pierre Moscovici el comisario de la UE para asuntos económicos y financieros, presentó a Varoufakis un borrador de comunicado que permitía a Grecia solicitar una extensión de su acuerdo de préstamo garantizándole tiempo para discutir un nuevo programa de crecimiento para Grecia. Como dijo Varoufakis en la conferencia de prensa luego de la reunión, él estaba listo para firmar el comunicado de Moscovici, al que alabó como un “documento espléndido” y una “verdadero punto de ruptura”.

Pero el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, estaba elaborando su propio documento:
“Yanis dijo: ‘Tengo un texto’. Y Dijesselbloem dijo: ‘No, el texto es este’.”
Galbraith y el equipo griego trataron entonces de combinar partes de los dos borradores, a fin de producir un documento aceptable para ambas partes:
“Me dediqué entonces, junto a otras personas, a combinar los dos borradores [el de Moscovici y el de Dijeselbloem] en busca de lograr un texto que pudiera ser suscrito. No tardamos más de media hora en hacerlo.”

Pero entonces, según el testimonio de Galbraith, el ministro alemán de finanzas Wolfgang Schäuble, cerró la reunión. “Dijo que ‘no’” a la elaboración de una declaración conjunta como preludio de un compromiso, asegura Galbraith.

Para Galbraith, la falta de coordinación del lado europeo resultaba estupefaciente:
“Yo soy un veterano del personal de expertos del Congreso estadounidense. Contemplar un cuerpo institucional oficial funcionando con tamaña desidia y de forma tan ad hoc, observar en directo el Eurogrupo y su incompetente forma de hacer las cosas, fue para mí una verdadera revelación”.

El 18 de febrero, Varoufakis presentó una solicitud formal de extensión del acuerdo de préstamo con el Eurogrupo. Una vez más, las divergentes respuestas dejaron asombrado a Galbraith:
“Jean-Claude Juncker [presidente de la Comisión Europea] sino que era un buen punto de partida”. Galbraith hace notar también que el vicecanciller alemán Sigmar Gabriel, dijo que la carta sobre la extensión del préstamo constituía “un punto de partida” para las negociaciones. Pero Schäuble desmintió a Gabriel, desdeñando la solicitud como “una posición insubstancial”.

“Se me pusieron los ojos chiribita con este espectáculo”, dice Galbraith. “¡Es Alemania! ¡El gobierno más poderosos de Europa!.”

Para Galbraith, las divisiones internas en Alemania, y entre las propias naciones, han dejado claro que los dirigentes europeos son malos negociadores:
“Cometieron el error de dejar claro ante Yanis que ellos estaban jugando un juego muy duro, pero sin jugarlo muy bien, si juzgamos la cosa desde el punto de vista de la pericia política más elemental.”

Galbraith rechaza enfáticamente la idea de que la posición griega fuera confusa:
“Yo creo que los europeos quieren pretender que es confusa, pero la confusión existe sólo en sus propias mentes, no en la posición griega.”

Para Varoufakis y Galbraith, el politiqueo mezquino se atraviesa en el camino de la sensatez económica:
“Los jugadores institucionales –el FMI, la Comisión Europea y el BCE— han sido constructivos. Pero los acreedores, los jugadores activos, son los ministros de finanzas, y estos están divididos y son hostiles”

El campo de los que se oponían radicalmente incluía a España, Portugal y Finlandia:
“Sus dirigentes políticos se enfrentan a procesos electorales y a una oposición creciente. Están aterrorizados ante la perspectiva de que sus respectivas oposiciones políticas saquen ventaja de la posición griega.”

Así pues, la supervivencia política en el cargo significa para ellos mucho más que la salvación de la Eurozona.

Para romper el impasse se precisará con toda probabilidad de la intervención del único dirigente lo suficientemente poderoso como para desbaratar estas maniobras de la politiquería: Angela Merkel.

En todo este tremendo lío, la admiración de Galbraith por su amigo Varoufakis no ha hecho más que crecer. Aun cuando muchos dicen que el heterodoxo armario ropero y las declaraciones provocativas de Varoufakis –observando, por ejemplo, que el acuerdo de reformas era el equivalente financiero de la tortura del “submarino”— generan la hostilidad del establishment financiero europeo, Galbraith dice, al contrario, que los ministros de finanzas deberían darle la bienvenida como ave rara que se atreve a decir la verdad y nada más que la verdad:
“Su honradez intelectual, su claridad mental, su erudición, son cosas completamente insólitas en los círculos europeos. Yo estoy seguro de que, cuando se enfrentan a él por vez primera, deben de experimentar una especie de shock.”

Como ejemplo de la honradez sin tacha de Varoufakis, cita la observación de su amigo, según la cual, entre todos aquellos con quienes ha venido negociando, Schäuble, su más duro antagonista, sería “el único en el que habría encontrado cierta substancia intelectual”.

Tras las deprimentes experiencias en Bruselas, Galbraith encontró en Atenas un ambiente exultante:
“Hace entre tres y seis meses, Atenas resultaba de todo punto deprimente. Ahora se ha operado un cambio radical de humor; el sentido del orgullo ha sido restaurado.”

Y nadie simboliza mejor ese nuevo optimismo que Varoufakis:
“Caminábamos juntos desde el Ministerio hasta el Parlamento. ¡Toda una experiencia! Gentes que iban en sus coches, bajaban ventanillas para estrecharle la mano, los conductores de autobuses paraban para saludarle, anda rodeado de chiquillos por las calles.”

Varoufakis se detuvo incluso cinco minutos para apoyar cálidamente, mano en codo, a una señora de la limpieza en busca de trabajo:
“Es una estrella tan popular como el propio Alexis Tsipras.”

¿Conseguirá Varoufakis mantener a Grecia en el euro, pero al precio de dejar caer el programa de crecimiento que llevó a este gobierno de izquierda al poder? Galbraith:
“Eso es imposible. Él va montado en su moto de gran cilindrada y es un buen conductor. Aceptó su cargo con rechinar de dientes. Lo que quería era poner en práctica sus ideas.”

Los ministerios europeos de finanzas nunca han conocido nada igual a Varoufakis. Y Merkel tendrá que decidir en los próximos días si entrar en compromisos con alguien considerado tan radical y transgresor es realmente una opción para ella. Lo que anda en juego es el futuro del euro.
Shawn Tully. www.sinpermiso.info
James K. Galbraith es profesor de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas (Austin). Entre sus últimos libros, Inequality and Instability: A Study of the World Economy Just Before the Great Crisis (2012) y The End of Normal: The Great Crisis and the Future of Growth (2014). Es coautor con Yanis Varoufakis y Stuart Holland de la Modesta Proposición para la salida de la crisis de la Eurozona (2013).