El siglo XVIII fue un momento clave en la historia española. Los ilustrados intentaron que España entrara en la senda de los países más avanzados de Europa. Sus deseos se vieron frustrados: los desdichados reinados de Carlos IV y Fernando VII alejaron a España del continente. "El siglo XVIII fue muy importante para este país, pero fracasó", señaló ayer en Sevilla el escritor Manuel Lozano Leyva en la presentación de su novela El enviado del Rey (Emecé Editores). Lozano Leyva es, además de escritor, catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear en la Universidad de Sevilla. Lozano Leyva (Sevilla, 1949) escogió como marco temporal de su novela el siglo XVIII por el velo de oscuridad que ha cubierto este periodo. "El siglo XVIII se caracterizó en España por un crecimiento económico sostenido, por los primeros intentos serios de racionalizar el imperio, organizar la Armada...", dijo Lozano Leyva, que citó a brillantes personajes ilustrados como Ulloa o Jorge Juan.
El enviado del Rey toma como punto de partido los esfuerzos del marqués de la Ensenada por modernizar España. Con todo, los enemigos de la Ilustración son abundantes. Las minas de Almadén, donde se produce el mercurio que permite la extracción de la plata en América, son objeto de varios sabotajes. El comisionado real don Álvaro de Soler es enviado a investigar la muerte de don Miguel de Iriarte, víctima de una confusa reyerta. Sin embargo, las razones de su muerte no están claras porque Iriarte sabía demasiado sobre lo que ocurría en las minas de Almadén. Éste es el planteamiento de la novela, que tiene como escenario a Sevilla.
Lozano Leyva hunde su escalpelo en la sociedad sevillana de la época. La Sevilla de la novela es una ciudad dominada por la Inquisición y con la clase alta "más estúpida de Europa", como afirma un personaje y confirmó ayer el escritor. El catedrático de Derecho Constitucional Javier Pérez Royo, que presentó la obra, la definió como "una novela cinematográfica".
Sinopsis de EL ENVIADO DEL REY.
El traslado de la sede catedralicia de Cartagena a Murcia desata una turbia trama de intereses. Cuando don Alonso llega a Cartagena junto a su fel escudero para supervisar el traslado de la sede episcopal desde Murcia, enseguida comprende que el obispo de esa ciudad no actúa de buena fe. Un fraile «cae» de lo alto de la torre de la catedral después de revelar la existencia de una lista negra que amenaza a aquellos miembros del Concejo de Murcia que apoyaron el traslado de la sede. A raíz de estos acontecimientos, don Alonso descubrirá un submundo de pasadizos secretos y de frailes corruptos que lo pondrá tras la pista del escurridizo asesino.
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