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miércoles, 15 de abril de 2015

"Me declaro culpable" (de insubordinación). Howard Zinn y Paula Giddings

Introducción de Tom Engelhardt.

Para mí es una doble satisfacción publicar esta entrada a cuatro manos –un fragmento de un texto escrito por Howard Zinn en 1960 sobre las estudiantes del Spelman College que protestaron y se manifestaron, y otro en el que la historiadora Paula Giddings recuerda a Zinn y lo que significó Spelman hace 55 años–, un préstamo de la revista The Nation disponible en la página de TomDispatch. En primer lugar, Zinn, que murió en 2010, fue una de las figuras que colaboró con este sitio web. Siendo profesor en Spelman, participó activamente con sus alumnas en el Movimiento por los Derechos Civiles y por ello –como nos recuerda Giddings– fue despedido en 1963 por "insubordinación". En 2005 [fue invitado a dar el discurso de graduación, y] regresó orgulloso a Spelman [por tal motivo]. TomDispatch publicó [y sinpermiso tradujo en 2010] el texto del discurso de graduación en el que Zinn, con la impermeabilidad al desaliento y al desencanto que le caracterizaba, señaló lo que habían logrado quienes salieron a protestar en aquella época. ("La lección que esa historia entraña es que no debemos desesperar, que si tienes razón y te empeñas, las cosas cambiarán. Puede que el gobierno intente engañar a la gente, puede que los diarios y la televisión hagan lo propio, pero la verdad siempre halla el modo de salir a la luz. La verdad tiene un poder mayor que el de cien mentiras".)

En segundo lugar, TomDispatch es un proyecto del Nation Institute, lo que significa que The Nation es nuestro segundo hogar. Los dos textos interconectados que se reproducen más abajo han sido extraídos del monumental número especial que acaba de publicar la revista con motivo de su 150 aniversario, y aparecen en esta página gracias a la amabilidad de Katrina vanden Heuvel, la editora de The Nation durante las dos últimas décadas. Soy lo suficientemente viejo como para, forzando un poco la imaginación, poder pensar que llevo leyendo la revista ese siglo y medio. Pero, en realidad, no fue hasta los agitados años 60 cuando la encontré por primera vez, eché mano de ella con alivio y no la he soltado a lo largo de las décadas siguientes. Por eso siento una alegría especial al celebrar sus 150 años de vida y al comprobar que está más fuerte que nunca (no como algunos de nosotros).

Junto con otras publicaciones con las que tropecé en estos años, como I. F. Stone’s Weekly, The Nation ofrecía una alternativa muy necesaria a las anteojeras de los medios dominantes. En la era de Internet, décadas después de que muchas otras publicaciones alternativas desaparecieran, vanden Heuvel resume su papel y el de la revista de esta conmovedora manera: "Sobre todo, me veo como la administradora de una idea que ha sostenido a The Nation desde su fundación: la idea de que siempre hay alternativas –en la historia, en la política, en la vida– que podrían hacer de nuestro país y del mundo un lugar mucho más humano, justo y seguro". TomDispatch felicita a The Nation en su 150 aniversario con esta entrada doble. Tom

[El extracto de un texto de Howard Zinn de 1960, y el de Paula Giddings publicados en TomDispatch.com provienen del número especial que la revista The Nation acaba de publicar con motivo de su 150 aniversario, el cual estará en los quioscos a partir de abril. Aparecen aquí con el permiso de los editores de la revista.]

Del colegio para señoritas a los piquetes [1] Howard Zinn (6 de agosto de 1960)
Una tarde, hace algunas semanas, cuando el cerezo silvestre del campus del Spelman College estaba recién florecido y la hierba muy corta y aromática, una atractiva joven de piel canela atravesó el jardín en dirección a su residencia para fijar una petición en el tablón de anuncios. Decía así: "Señoritas que quieran participar en piquetes, por favor firmar aquí".

La petición, en un lenguaje poco corriente, revelaba que dentro de la dramática revuelta de los estudiantes negros de los college en el Sur se ha estado desarrollando otro fenómeno. Se trata de la toma de posición de las jóvenes mujeres negras con estudios en contra de lo aconsejado por sus mayores, generación tras generación: sé amable, educada y fina, no hables alto y no te metas en líos. En el campus de uno de los college para chicas negras más importantes del país –beato, formal, incrustado en la tradición de la elegancia y la moderación– estas exhortaciones están suscitando, por primera vez, un rechazo firme.

Las chicas del Spelman College siguen siendo "amables", pero no hasta el punto de dejar de marchar con pancartas de protesta por delante de los supermercados en el mismo corazón de Atlanta. Son educadas, pero de alguna manera esos buenos modales se han matizado al declarar recientemente que utilizarán cualquier método no violento para acabar con la segregación. Y en cuanto a lo de no meterse en líos, lo estaban haciendo muy bien hasta esta primavera, cuando catorce de ellas fueron detenidas y encarceladas por la policía de Atlanta. Las rígidas misioneras de Nueva Inglaterra que ayudaron a fundar el Spelman College a finales del siglo XIX probablemente lamentarían esta evolución de los acontecimientos, y los conservadores que hoy forman parte de la administración y el profesorado están bastante descontentos. Pero la respetabilidad ha dejado de ser respetable entre las jóvenes mujeres negras que estudian hoy en el college.

"Siempre puedes reconocer a una chica Spelman", se jactaron las ex-alumnas y los amigos del college durante años. La "chica Spelman" caminaba con gracilidad, hablaba correctamente, iba a misa los domingos, servía el té con elegancia y tenía todos los atributos asociados al producto final de un buen colegio privado para señoritas. Si por casualidad también terminaban desarrollándose el intelecto, el talento y la conciencia social, se trataría de subproductos no deseados.

Eso está cambiando. Sería exagerado decir: "Siempre puedes reconocer a una chica Spelman... porque está detenida". Pero la afirmación contiene algo de verdad.

Howard Zinn (1922–2010) escribió en The Nation desde 1960 hasta 2008. Todos esos artículos están compilados en Some Truths Are Not Self-Evident: Essays in The Nation on Civil Rights, Vietnam and the “War on Terror” (eBookNation, 2014).

Aprender la insubordinación Paula J. Giddings (Marzo, 2015)
En la época actual, con el feminismo "corporativo" [2] en un extremo del espectro y un discurso "anti-respetabilidad" en el otro, el ensayo del fallecido Howard Zinn nos habla de otro significado anterior de la liberación de las mujeres.

Zinn era descendiente de judíos rusos, un historiador influyente y, en 1960, un profesor muy querido en el Spelman College, la universidad para mujeres negras más antigua en la entonces segregada ciudad de Atlanta. El atributo "colegio para señoritas" en el título fue bien merecido: las chicas de Spelman, cuyas cartas de aceptación incluían la petición de acudir al campus con guantes blancos y faja, eran moldeadas para honrar las virtudes de la "verdadera-feminidad": devoción, pureza, domesticidad y sumisión.

Sin embargo, para 1960 las alumnas de Zinn habían pasado de ser modelos de cortesía "amables, educadas y finas" a ser manifestantes decididas que participaban en piquetes, organizaban sentadas y a veces eran detenidas y encarceladas por sus actividades. "[L]a respetabilidad ha dejado de ser respetable entre las jóvenes mujeres negras que estudian hoy en el college", concluía Zinn.

Esas jóvenes habían nacido en los años 40, e independientemente del origen y la formación de sus padres (que podían ser aparceros, profesores o médicos), su generación estaba destinada a pertenecer a un nuevo estrato de la sociedad estadounidense: la "burguesía negra", como la denominó el sociólogo E. Franklin Frazier. Una clase económica que literalmente estaba apretujada entre una pequeña élite negra y las masas negras, y que en buena medida surgió porque un número sin precedentes de mujeres con estudios, que históricamente habían sido excluidas de los trabajos desempeñados generalmente por mujeres, en ese momento tuvieron acceso no solo a las profesiones de la élite, sino también a los empleos administrativos, clericales y de la función pública.

Para las mujeres negras, que soportaban una enorme carga de estereotipos de hipersexualidad, este avance significó mucho más que un triunfo de simple movilidad social. Ahora, con estudios, más chicas podían escapar del trabajo de servicio doméstico y personal, donde eran objeto de explotación sexual no solo por parte de sus empleadores. Ser capaz de evitar un futuro tan desmoralizador había sido el sueño de generaciones de madres para sus hijas. Un sueño que escuché a menudo a mi propia abuela, que había emigrado al norte para que mi madre pudiera ser la primera de la familia con estudios universitarios. Era mucho lo que estaba en juego al intentar aprovechar estas nuevas oportunidades, y rebosaba intención y emoción.

En 1960, Spelman, al igual que otras instituciones educativas para negros –incluyendo aquellas que formaron y dieron empleo a los grandes abogados de los derechos civiles y a los grandes intelectuales de la época– toleraba mal las actividades estudiantiles que Zinn alentaba y a veces lideraba. Una cosa era apoyar la integración y la igualdad, y otra muy distinta aprobar una sentada en la biblioteca segregada o enfurecer a los políticos influyentes ocupando la parte de la Asamblea Legislativa de Georgia que podía ser visitada solo por blancos. Aunque estas acciones no eran tan dramáticas como los enfrentamientos mucho más violentos a los que estamos habituados, estas jóvenes mujeres también estaban poniendo sus vidas en peligro. La expulsión, la pérdida de una beca o de la posibilidad de estudiar y trabajar a la vez podían acabar con sus esperanzas de un futuro relativamente asegurado, y protegido.

No obstante, esta fue la generación Spelman de la que formó parte Ruby Doris Smith Robinson, una antigua debutante que entendió que el futuro a largo plazo de otras era más importante que su inmediato bienestar. Abandonó el college para unirse a los Freedom Riders [3]; se convirtió en una de las promotoras del "Jail, No Bail" [4]; y fue la primera mujer a la cabeza del Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC, por sus siglas in inglés), la principal organización juvenil.

Las feministas actuales podrían tener en cuenta la manera como Zinn entendió que sus estudiantes "amables, educadas y finas" no habían abandonado la respetabilidad, sino que la habían redefinido. Aquellas jóvenes comprendieron que estaban en un momento en el que la virtud requería comportarse mal, no hacerse un hueco en el sistema, un momento en el que cambiar las costumbres opresivas no iba a lograrse exhibiendo una conducta individual sin trabas que reforzaba estereotipos peligrosos.

Las antiguas alumnas de Spelman Alice Walker, ganadora del premio Pulitzer, y Marian Wright Edelman, fundadora de Children’s Defense Fund, reconocen que Zinn fue una figura clave en su propia transformación activista. El tipo de historia que él escribió y enseñó analizaba intelectualmente la tradición de la resistencia negra, como recordaba Edelman, animándolas a "pensar fuera de los marcos establecidos y a cuestionar en vez de aceptar la sabiduría popular". Para Walker, siempre temerosa de perder la beca que tanto necesitaba, el hecho de que Zinn no solo les apoyara sino que participara en las manifestaciones estudiantiles, le dio ánimos para "seguir" a pesar del riesgo.

El profesor también estaba asumiendo un riesgo, y en 1963 fue despedido de Spelman por insubordinación. "Me declaro culpable", respondió con orgullo, y al final esa experiencia les hizo mejores a todos, a las alumnas y al profesor. En una entrevista, Zinn dijo una vez que sus años en Spelman fueron "probablemente los años más interesantes, emocionantes e instructivos para mí. Aprendí yo más de mis alumnas que mis alumnas de mí".

[1] "Finishing school for pickets" en el inglés original. Un finishing school era un colegio privado para señoritas donde se aprendía a comportarse en sociedad. [N. de T.]
[2] "[L]ean-in" en el original en inglés. La autora está haciendo alusión al libro Lean In de la estadounidense Sheryl Sandberg, publicado en español con el título Vayamos adelante. [N. de T.]
[3] Los Freedom Riders eran activistas del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos que viajaron en autobús por el Sur para probar la efectividad del fin de la segregación. [N. de T.]
[4] Al ser detenidos, algunos activistas hacían votos de "jail-no-bail", es decir, se oponían a que se pagara la fianza para no gastar el dinero de la campaña a favor de los derechos civiles. [N. de T.]
Paula J. Giddings es profesora de Estudios Afroamericanos en el Smith College y la editora de la antología Burning All Illusions: Writings From The Nation on Race (2002). Ha escrito varios libros, entre ellos Ida: A Sword Among Lions.
2015 The Nation Magazine
Fuente: http://www.tomdispatch.com/blog/175972/


https://rebelion.org/autor/howard-zinn/

lunes, 28 de mayo de 2012

El sentido cotidiano de la Historia

If you don't have that sense of how things have changed in the past, it would be very easy to despair about the present," says Anthony Arnove, co-editor, along with Howard Zinn, of Voices of a People's History of the United States. in that book, Arnove helped organize the words of historical figures, rebels and visionaries—readings that keenly showed how voices from the past can and do speak directly to the present.

"Si usted no tiene una idea de cómo las cosas han cambiado en el pasado, sería muy fácil sentir desesperación ante el presente", dice Anthony Arnove, co-editor, junto con Howard Zinn, de Voces de la Historia del Pueblo de los Estados Unidos. en ese libro, Arnove ayudó a organizar las palabras de personajes históricos, los rebeldes y visionarios en lecturas que mostraban cuan profundamente las voces del pasado pueden hablarnos directamente en el presente.
Más sobre la esperanza en este blog.

viernes, 27 de enero de 2012

Recordando a Howard Zinn. El historiador y activista dedicó su vida a las “innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas”

Nota del editor: Hoy, 27 de enero, es el segundo aniversario de la muerte de Howard Zinn. Activo participante en el movimiento en favor de los derechos civiles, fue despedido en 1963 de su puesto como profesor titular en el Spelman College de Atlanta después de ponerse de lado de los estudiantes negros en su lucha en contra de la segregación. En 1967 escribió el primer y más influyente de los libros que pedía acabar con la guerra de Vietnam. Veterano de las fuerzas aéreas estadounidenses, editó The Pentagon Papers, filtrado desde dentro de esta organización por Daniel Ellsberg y más tarde fue considerado por el FBI un “riego extremo para la seguridad”.

Su éxito de ventas, La otra historia de Estados Unidos*, generó un nuevo campo de estudio histórico: las historias de las personas. Este enfoque contrarrestaba el examen triunfalista tradicional de la “historia escrita por los vencedores” y se concentraba en cambio en las personas pobres y aparentemente sin poder, aquellas que resistieron a la hegemonía imperialista, cultural y corporativa. Zinn fue un activista social, escritor e historiador laureado con varios premios, por consiguiente, ¿quién mejor para compartir su recuerdo que su buen amigo e intelectual de enorme talla como él, Noam Chomsky?

Cambridge, Mass – No me resulta fácil escribir sobre Howard Zinn, el gran activista e historiador estadounidense. Fue un amigo muy cercano durante 45 años. Nuestras familias también fueron muy cercanas. Su mujer Roz, que había muerto de cáncer no mucho antes, fue una persona maravillosa y una gran amiga. También resulta sombrío darse cuenta de que toda una generación parece estar desapareciendo, incluyendo varios viejos amigos: Edward Said, Eqbal Ahmed y otros, que fueron no solo perspicaces y productivos estudiosos sino también militantes entregados y valientes, siempre dispuestos cuando se les necesitaba, lo que era constante. Una combinación que es esencial si se espera una supervivencia decente.

Las notables vida y obra de Howard se resumen mejor en sus propias palabras. Explicaba que su preocupación fundamental era “las innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas” que están en el origen de “aquellos grandes momentos” que entran en el registro histórico, un registro que será profundamente engañoso y carecerá gravemente de poder si se le separa de estas raíces mientras pasa por los filtros de la doctrina y el dogma. Su vida siempre estuvo estrechamente entrelazada con sus escritos y con innumerables charlas y entrevistas. Estaba entregado desinteresadamente a otorgar poder a las personas desconocidas que provocaron grandes momentos. Esto era cierto cuando era un trabajador industrial y activista obrero, y desde los días, hace 50 años, en que era profesor del Spelman College en Atlanta, Georgia, un facultad negra que en gran parte estaba abierto a la pequeña elite blanca.

Cuando enseñaba en Spelman, Howard apoyó a los alumnos y alumnas que estaba a la vanguardia del movimiento en favor de los derechos civiles en sus primeros y más peligrosos días, muchos de los cuales llegaron a ser muy conocidos años después (Alice Walker, Julian Bond y otros) y que le querían y veneraban, como le ocurría a cualquier persona que le conociera bien. Y, como siempre, no se limitó a apoyarlos, lo cual ya era bastante raro, sino que también participó directamente con ellos y ellas en las campañas más arriesgadas, que no eran fáciles de emprender en aquella época, antes de que hubiera ningún movimiento popular organizado y ante la hostilidad del gobierno durante varios años. Finalmente, se inflamó el apoyo popular, en gran parte gracias a las valientes acciones de los jóvenes que hacían sentadas ante los mostradores de lugares donde se servían comidas, conducían autobuses de la libertad, organizaban manifestaciones, se enfrentaban al amargo racismo y a la brutalidad, y a veces a la muerte**.

Para principios de la década de 1960 estaba tomando forma un movimiento popular de masas, con Martin Luther King en un papel de dirigente, y el gobierno tuvo que responder. Como recompensa a su valor y honestidad, Howard fue expulsado inmediatamente del college en el que enseñaba. Unos pocos años más tarde escribió de forma regular en el Comité de Coordinación de los Estudiantes No Violentos SNCC (por sus siglas en inglés), la principal organización de aquellas “personas desconocidas” cuyas “innumerables pequeñas acciones” desempeñaron un papel tan importante en la creación de la corriente de opinión que permitió a Martin Luther King ganar una influencia significativa (como estoy seguro que él habría sido el primero en decir) y llevar al país a cumplir las enmiendas constitucionales de un siglo antes que teóricamente concedían derechos civiles elementales a los antiguos esclavos; al menos hacerlo parcialmente, pues no hay ni que insistir en que queda mucho camino por hacer.

Una influencia civilizadora
En el ámbito personal, llegué a conocer bien a Howard cuando fuimos juntos a una manifestación en favor de los derechos civiles en Jackson Mississippi (creo que) en 1964, que incluso en una fecha tan tardía fue una escena de un violento antagonismo público, de brutalidad policial e indiferencia, o incluso cooperación, con las fuerzas de seguridad por parte de las autoridades federales, a veces de un modo un tanto chocante.

Después de ser expulsado del college de Atlanta en el que enseñaba, Howard vino a Boston y pasó el resto de su carrera académica en la universidad de Boston, donde fue, estoy seguro, el miembro del campus universitario más admirado y querido, y el blanco de un amargo antagonismo y de una crueldad mezquina por parte de la administración. Sin embargo, en los últimos años, después de su jubilación, obtuvo el honor y el respeto públicos, que siempre habían sido abrumadores entre los alumnos, el personal de la universidad, gran parte de la facultad y la comunidad en general. Mientras estuvo ahí, Howard escribió los libros que le dieron una bien merecida fama. Su libro Logic of Withdrawal, de 1967, fue el primero que expresó clara y firmemente lo que muchos apenas empezaban a contemplar: que Estados Unidos no tenía derecho siquiera a pedir un acuerdo negociado en Vietnam, lo que dejaría a Watshington con el poder y un control sustancial del país que había invadido y que para entonces ya había destruido en gran parte.

En vez de ello Estados Unidos tenía que hacer lo que todo agresor debería hacer, retirarse y permitir que en cierto modo la población reconstruyera como pudiera a partir de las ruina y si fuera posible llegar a un mínimo de honestidad, pagar unas reparaciones masivas por los crímenes que habían cometido los ejércitos invasores, unos vastos crímenes en este caso. El libro tuvo una enorme influencia entre el público aunque a día de hoy los círculos cultivados apenas pueden comprender siquiera su mensaje, lo que indica el trabajo tan necesario que tenemos ante nosotros.

Es muy significativo que entre el público general de la época del final de la guerra, un 70% considerara la guerra “fundamentalmente equivocada e inmoral”, no un “error”, lo cual es una cifra notable considerando el hecho de que apenas se podía expresar una insinuación de este pensamiento en la opinión dominante. Los escritos de Howard (y, como siempre, su destacada presencia en protestas y en la resistencia directa) fueron un factor fundamental en la educación de gran parte del país.

En aquellos mismos años Howard también se convirtió en uno de los más destacados partidarios del movimiento de resistencia que se estaba desarrollando. Fue uno de los primeros signatarios del Llamamiento a Resistir a la Autoridad Ilegítima (Call to Resist Illegitimate Authority) y estuvo tan cercano de las actividades de [la organización] Resistir que fue prácticamente uno de los organizadores. También participó enseguida en las acciones de asilo que tuvieron un notable impacto para impulsar la protesta en contra de la guerra. Howard siempre estaba ahí donde se le necesitara (charlas, participación en desobediencia civil, apoyo a personas resistentes, dar testimonio en juicios).

“La historia desde abajo”
Aún más influyente a largo plazo que los escritos y acciones de Howard en contra de la guerra fue su imperecedera obra de arte, La otra historia de Estados Unidos, un libro que literalmente cambió la conciencia de una generación. En ella desarrolló con cuidado, lucidez y de forma exhaustiva su mensaje fundamental acerca del papel crucial de personas que siguen siendo desconocidas en llevar adelante la interminable lucha por la paz y la justicia, y acerca de las víctimas del sistema de poder que crea su propia versión de la historia y trata de imponerla. Posteriormente, sus “Voces” de la Historia del Pueblo, ahora una aclamada producción teatral y de televisión, ha llevado a muchas personas la palabras reales de aquellas personas olvidadas o ignoradas que desempeñaron un papel tan valioso en crear un mundo mejor.

El logro único de Howard en sacar las acciones y voces de personas desconocidas de las profundidades a las que habían sido confinadas mayoritariamente ha generado una enorme investigación histórica que sigue un camino similar, centrada en periodos críticos de la historia de Estados Unidos y que se vuelve también a otros países, lo que es muy bienvenido. No es algo completamente novedoso (anteriormente hubo investigaciones eruditas sobre temas particulares) pero no son en absoluto comparables a la amplia e incisiva evocación que hace Howard de la “historia desde abajo”, que compensa las omisiones críticas en cómo se ha interpretado y transmitido la historia de Estados Unidos.

El entregado activismo de Howard siguió, literalmente sin descanso, hasta el mismo final, incluso en sus últimos años, cuando padecía graves dolencias y una pérdida personal (aunque a duras penas se supiera cuando uno se encontraba con él o lo veía hablar incansable ante audiencias cautivadas por todo el país). Ahí donde había una lucha por la paz y la justicia, Howard estaba ahí, en primera línea, inagotable en su entusiasmo e inspirador en su integridad, compromiso, elocuencia y decencia pura. Resulta difícil calcular cuántas vidas de personas jóvenes y en qué grado se vieron afectadas por sus logros, tanto en su trabajo como en su vida.

Hay lugares en los que la vida y obra de Howard tuvieron una resonancia especial. Uno de ellos, que debería ser mucho más conocido, es Turquía. No conozco otro país en el que destacados escritores, artistas, periodistas, académicos y otros intelectuales hayan reunido un récord tan impresionante de valor e integridad en condenar crímenes de Estado e ir más allá para emprender la desobediencia civil para acabar con la opresión y la violencia, haciendo frente a una fuerte represión y a veces padeciéndola, para volver enseguida a la tarea.

Es un récord honroso, único que yo sepa, un récord del que el país debería estar orgulloso. Y uno que debería ser un modelo para otros, del mismo modo que la vida y obra de Howard Zinn son un modelo inolvidable, que con toda seguridad deja una huella permanente en la forma de enternder la historia y en cómo se debería vivir una vida decente y honorable.

* A People's History of the United States , traducción al castellano de Toni Strubel, La otra historia de Estados Unidos, Hondarribia, Hiru, 2005, edición revisada y corregida por el autor.

** Howard Zinn habla de estos años y estas luchas en su libro Nadie es neutral en un tren en marcha, Hondarribia, Hiru, 2001

Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Es autor de varios libros políticos de gran éxito, incluyendo 9-11: Was There an Alternative? (Seven Stories Press), una versión actualizada de este clásico, que se acaba de publicar esta semana con un nuevo ensayo (del que este artículo es una adaptación) en conmemoración del décimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre.

Noam Chomsky. Una versión de este artículo se publicó originariamente en TomDispatch.com.

martes, 14 de diciembre de 2010

También la lluvia. Preestreno ayer 13, en Badajoz.

Ayer, algunos a los que nos hicieron sentirnos privilegiados, fuimos invitados a la Premier de la película "También la lluvia". La recomiendo absolutamente.

Una historia que se desarrolla a la vez en varios planos y en varios tiempos, consiguiendo una narración histórica y actual como sólo el 7º Arte puede conseguir, con una fuerza plástica y narrativa magnífica, tremenda. Y con unas verdades que ya era hora de que España se atreviese a encararlas.
Nuestro cine no tiene los medios de los que dispone el norteamericano, pero el ingenio, el apego a lo real y a la verdad, junto con una dirección de actores de primera magnitud mostraron un dominio y maestría que no tiene nada que envidiar a ningún otro cine. Nos mantuvo la atención durante toda la duración del film, nos hizo emocionarnos, pensar, reflexionar, aprender y sentir esa música interior que nos despierta lo mejor de nosotros; la estética y la ética de una auténtica obra de arte.

La empatía que nos logra despertar por el Padre Las Casas y por el también defensor de los indios, hasta ahora, para mi desconocido Fray Antonio Montesinos, la emoción racional al revivir el inicio del Derecho de Gentes. Lo que será, con el tiempo, el embrión de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. O presenciar la crueldad,  la codicia, la ambición sin límites y el desprecio  y los crímenes contra los indígenas, de la mayoría de españoles que marcharon a ese Nuevo Mundo. Lo que tan bien se refleja en la carta de Colón a los Reyes... Y la no menos sorprendente historia real, narrada y filmada a la vez, de como la nueva Globalización se convierte en una nueva rapiña de sus riquezas, privatizando y negociando con sus bienes, en este caso el agua, y la consiguiente reacción y lucha por ese bien de los actuales habitantes.

Lo cual explica, de manera muy plástica, el surgimiento de los nuevos indigenismos, de los que tanto nos hemos reídos y tanto hemos ridiculizado, como el de Bolivia y su presidente Evo Morales, por no ir más lejos, que se refleja también en el trato por parte del productor a los actores indígenas,...

Iré a verla otra vez cuando se estrene comercialmente. Por cierto, aparece como si nada, entre los créditos, una dedicatoria a la memoria de Howard Zinn, el historiador e intelectual americano de primera línea, ya fallecido y del que he sido y soy asiduo lector. Blog del grupo colaborador aquí.


Reseña de También la Lluvia
Las guerras populares que están al llegar

Las generaciones vienen y van. Pero de alguna manera -levantándose sobre los hombros de gigantes- la humanidad avanza hacia algo mejor. Éste es al menos el mensaje de esperanza que sostiene Iciar Bollain en su nueva película, También la lluvia. En mi opinión, ella muestra cómo es este lento camino hacia un mundo mejor, a través de la lucha es una realidad distante.

También la lluvia, cuenta la historia de un equipo de rodaje extranjero que va a rodar una película a Bolivia y que se encuentra de bruces con las revueltas contra la privatización del agua del año 2000. En principio parece una buena idea pero no indica que haya nada de excepcional en ello. A la fin y a la postre, hay revueltas en muchos lugares de la misma manera que se encuentran por doquier equipos de rodaje filmando películas. Entra dentro de "lo normal" que, algunas veces, determinados sucesos afecten la sensibilidad de aquellos extranjeros que se encuentran en situaciones de privilegio. No obstante el verdadera valor de esta película está en cómo se cuenta la historia.

Iciar Bollain, nacida en Madrid en 1967, tiene claro dónde está. Uno de los primeros fotogramas de la película se lo dedica a Howard Zinn. Y entendemos el por qué según nos adentra en la historia. A la vez se nota bastante la influencia de Ken Loach. Iciar Bollain fue actriz antes de dedicarse a escribir guiones y dirigir películas, y uno de sus papeles lo interpretó bajo la dirección de Ken Loach en Tierra y libertad (1995). También trabajó en la sensacional Sublet (1991) que dirigió Chus Gutiérrez. De hecho Gutiérrez y ella son amigas y estrechas colaboradoras. Ambas forman parte de una generación de directoras españolas de cine de extraordinario talento y con una actitud social crítica que no tiene parangón en ningún otro país.

En resumen: Ésta joven cineasta con conciencia social y política está en la vanguardia del nuevo cine español, quizás el más rico en cuanto a creatividad combativa y productividad... (Larry Portis, Counterpunch. Traducción Carlos Valladares)
Leer más aquí.

lunes, 10 de noviembre de 2008

La victoria histórica de Obama

Por Howard Zinn | 09/11/2008 | EE.UU.

Fuentes: La Jornada.

Aquellos de nosotros que desde la izquierda hemos criticado a Obama, como yo lo he hecho, porque no ha podido asumir posturas fuertes en torno a la guerra y la economía, debemos unirnos a las expresiones de júbilo de aquellos estadunidenses, negros y blancos, que gritaron y lloraron el martes por la noche al darnos cuenta de que había ganado las elecciones presidenciales. Es en verdad un momento histórico, que un hombre negro vaya a conducir a nuestro país. El entusiasmo de los jóvenes, negros y blancos, la esperanza de los viejos, simplemente no pueden ser ignorados.

Hubo un momento similar hace un siglo y medio, en 1860, cuando Abraham Lincoln fue electo presidente. Lincoln había sido criticado duramente por los abolicionistas, por el movimiento contra la esclavitud, por no haber logrado asumir una posición clara y valiente contra el esclavismo, por actuar como astuto político y no como fuerza moral. Pero cuando lo eligieron, el líder abolicionista, Wendell Phillips, que había sido un furioso crítico de la cautela de Lincoln, reconoció la posibilidad que yacía en haber logrado la presidencia.

Phillips escribió que por vez primera en la historia de la nación «los esclavos han escogido a un presidente de Estados Unidos». Lincoln, dijo, no era un abolicionista, pero de algún modo «consiente representar la posición antiesclavista». Para Phillips, como peón en un tablero de ajedrez, Lincoln tenía el potencial, si el pueblo de Estados Unidos actuaba vigorosamente, para moverse por todo el tablero, convertirse en reina y, como Phillips lo dijo, «barrer con todo».

Obama, al igual que Lincoln, tiende a mirar primero sus fortunas políticas en vez de tomar decisiones basadas en principios morales. Pero, siendo el primer afroamericano en la Casa Blanca, elegido por una ciudadanía entusiasta que espera una jugada decisiva hacia la paz y la justicia social, él presenta la posibilidad de un cambio importante.

Obama se hace presidente en una situación que grita por un cambio de esa naturaleza. La nación se ha enfrascado en dos guerras fútiles e inmorales, en Irak y Afganistán, y el pueblo estadunidense se ha vuelto decididamente contrario a tales guerras. La economía está siendo sacudida por golpazos tremendos y corre el peligro de colapsarse, conforme las familias pierden sus hogares y la gente trabajadora, incluidos aquéllos de la clase media, pierden sus empleos. Así que la población está lista para un cambio. De hecho, está desesperada por un cambio, y «cambio» fue la palabra más utilizada por Obama en su campaña.

¿Qué tipo de cambio se necesita? Primero, anunciar la retirada de nuestras tropas de Irak y Afganistán, renunciar a la doctrina Bush de la guerra preventiva y a la doctrina Carter de la acción militar para controlar el petróleo de Medio Oriente. Obama necesita cambiar radicalmente la dirección de la política exterior estadunidense, declarar que Estados Unidos es una nación amante de la paz que no intervendrá militarmente en otras partes del mundo, y que comenzará a desmantelar las bases militares que mantenemos en más de cien países. Además, debe comenzar a reunirse con Medvediev, el líder ruso, para alcanzar acuerdos acerca del desmantelamiento de los arsenales nucleares, en cumplimiento del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.

Esta retirada del militarismo liberará cientos de miles de millones de dólares. Un programa fiscal que incremente con decisión los impuestos para el uno por ciento más rico de la nación y que incida en su riqueza y no solamente en sus ingresos, arrojará más de cientos de miles de millones de dólares.

Con todo ese ahorro de dinero, el gobierno podrá otorgar una atención gratuita a la salud para todos, poner a millones de personas a trabajar (lo que el llamado libre comercio no ha conseguido). En suma, emular los programas del New Deal, en los que el gobierno otorgó empleo a millones. Esto es sólo un bosquejo de lo que podría transformar a Estados Unidos y hacerlo un buen vecino para el mundo.

Traducción: Ramón Vera Herrera.

* Howard Zinn creció en Brooklyn, sirvió como bombardero en la Segunda Guerra Mundial y desde entonces está profundamente involucrado en los movimientos por los derechos civiles y contra la guerra. Es autor de muchos libros, incluido A Power Governments Cannot Suppress (Un poder que los gobiernos no pueden suprimir) publicado por City Lights Books, 2007.